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Carta a Juan Marinello, 16/3/1930

Lima, 16 de marzo de 1930
Sr. D. Juan Marinello.
La Habana.
Muy estimado compañero:
Ud. me excusará el retardo con que contesto su grata carta de fines de diciembre último, al saber que al habitual desequilibrio entre mi salud y mi trabajo se ha agregado en los últimos meses una temporada de playa y sol en la Herradura que me ha impedido ocuparme en mi más cara correspondencia.
La función de vinculador que Waldo Frank ha tenido en su viaje, entre algunos núcleos de nuestra América, corresponde bien a la calidad e intención de su mensaje. Frank ha dejado en Lima amigos entusiastas. Yo no tengo talvez más título a su distinción que el de haber sido el primero en comentar en el Perú sus libros y en señalar, ante todo, el valor de Nuestra América, en el artículo del que 1929 tomó un párrafo.
Le envío, con los últimos números de Amauta, un ejemplar de mis 7 Ensayos.— Le debo la expresión de mi reconocimiento por la generosa cita que de mi obra hace en su interesantísima respuesta a la encuesta de Cahiers de l’Etoile. Este ensayo ha sido reproducido por un diario de Lima. Le mando el recorte.
También le acompaño dos colaboraciones para el número peruano de 1930. El próximo correo le llevará un ensayo mío.
Estas líneas no se proponen sino establecer la correspondencia iniciada por su carta —magnífico mensaje de amistad.
Preparo mi viaje a Buenos Aires, donde espero resolver con el problema de mi movilidad, mediante una aplicación ortopédica, el de mi salud. Nuestro querido Glusberg es el auspiciador de este viaje, al cual me anima, también, resueltamente, Waldo Frank. Amauta continuará publicándose en Lima; pero si al ausentarme yo le crearan dificultades, la trasladaría a Buenos Aires.
Lo abraza, con simpatía y estimación profundas, su devotísimo compañero.

José Carlos Mariátegui La Chira

Ibero-Americanismo y Pan-Americanismo [Recorte de Prensa]

Ibero-Americanismo y Pan-Americanismo

I

El ibero-americanismo reaparece, en forma esporádica, en los debates de España y de la América espñola. Es un ideal, o un tema, que de vez en vez, ocupa el diálogo de los intelectuales del idioma. (Me parece que no se puede llamarlos, en verdad, los intelectuales de la raza).

Pero ahora, la discusión tiene más extensión y más intensidad. En la prensa de Madrid, los tópicos del íbero-americanismo adquieren, actualmente, un interés conspicuo. El movimiento de aproximación o de coordinación de las fuerzas intelectuales íberoamericanas, gestionado y propugnado por algunos núcleos de escritores de Nuestra América, otorga en estos días, a esos tópicos, un valor concreto y relieve nuevo.

Esta vez la discusión repudia en muchos casos, ignora al menos en otros, el íbero-americanismo de protocolo. (Ibero-americanismo oficial de gobiernos y de academias que, bajo el patronato de don Alfonso, se encarna en la borbónica y decorativa estupidez de un infante, en la cortesana mediocridad de un Francos Rodríguez). El íbero-americanismo se desnuda, en el diálogo de los intelectuales libres, de todo ornamento diplomático. Nos revela así su realidad como ideal de la mayoría de los representantes de la inteligencia y de la cultura de España y de la América indo-íbera.

El pan-americanismo, en tanto, no goza del favor de los intelectuales. No cuenta, en esta abstracta e inorgánica categoría, con adhesiones estimables y sensibles. Cuenta solo con algunas simpatías larvadas. Su existencia es exclusivamente diplomática. La más lerda perspicacia descubre fácilmente en el pan-americanismo una túnica del imperialismo norteamericano. El pan-americanismo no se manifiesta como un ideal del continente; se manifiesta, más bien, inequívocamente, como un ideal natural del Imperio yanqui. (Antes que una gran Democracia, como les gusta calificarlos a sus apologistas de estas latitudes, los Estados Unidos constituyen un gran Imperio). Pero, el pan-americanismo ejerce —a pesar de todo esto o, mejor, precisamente por todo esto— una influencia vigorosa en la América indo-íbera. La política norteamericana no se preocupa demasiado de hacer pasar como un ideal del Continente el ideal del Imperio. No le hace tampoco mucha falta el consenso de los intelectuales. El pan-americanismo borda su propaganda sobre una sólida malla de intereses. El capital yanqui invade la América indo-íbera. Las vías de tráfico comercial pan-americano son las vías de esta expansión. La moneda, la técnica, las máquinas y las mercaderías norteamericanas predominan más cada día en la economía de las naciones del Centro y Sur. Puede muy bien, pues, el Imperio del Norte sonreírse de una teórica independencia de la inteligencia y del espíritu de la América indo-española. Los intereses económicos y políticos le asegurarán, poco a poco, la adhesión, o al menos la sumisión, de la mayor parte de los intelectuales. Entre tanto, le bastan para las paradas del pan-americanismo los profesores y los funcionarios que consigue movilizarle la Unión Pan-Americana de Mr. Rowe.

II

Nada resulta más inútil, por tanto, que entretenerse en platónicas confrontaciones entre el ideak ibero-americano y el ideal panamericano. De poco Ie sirve al ibero-americanismo el número y la calidad de las adhesiones intelectuales. De menos todavía le sirve la elocuencia de sus literatos. Mientras el ibero-americanismo se apoya en los sentimientos y las tradiciones, el pan-americanismo se apoya en los intereses y los negocios. La burguesía ibero-americana tiene mucho más que aprender en la escuela del nuevo Imperio yanqui que en la escue!a de la vieja nación española. El modelo yanqui, el estilo yanqui, se propagan en la América indo-ibera, en tanto que la herencia española se consume y se pierde. El hacendado, el banquero, el rentista de la América española miran mucho más atentamente a New York que a Madrid. El curso del dollar les interesa mil veces más que el pensamiento de Unamuno y que "La Revista de Occidente" de Ortega y Gaseet. A esta gente que gobierna la economía y, por ende, la política de la América del Centro y del Sur, el ideal ibero-americanista le importa poquísimo. En el mejor de los casos se siente dispuesta a desposarlo juntamente con el ideal panamericanista. Lo agentes viajeros del pan-americanismo le parecen, por otra parte, más eficaces, aunque menos pintorescos, que los agentes viajeros —infantes o académicos— del ibero-americanismo oficial que es el único que un burgués prudente puede tomar en serio.

III

La nueva generación hispano-americana debe definir neta y exactamente el sentido de su oposición a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria del imperio de Dawes y de Morgan; no del pueblo ni del hombre norte-americanos. La historia de la cultura norteamericana nos ofrece muchos nobles casos de independencia de la inteligencia y deI espíritu. Roosevelt es el depositario del espíritu del Imperio; pero Thoreau es el depositario del espíritu de la Humanidad. Henry Thoreau, que en esta época, recibe el homenaje de los revolucionarios de Europa, tiene también derecho a la devoción de los revolucionarios de Nuestra América. ¿Es culpa de los Estados Unidos si los ibero-americanos conocemos más el pensamiento de Theodore Roosevelt que el de Henry Thoreau? Los Estados Unidos son ciertamente la patria de Pierpont Morgan y de Henry Ford; pero son también la patria de Ralph-Waldo Emerson, de Williams James y de Walt Wiltman. La nación que ha producido los más grandes capitanes del industrialismo, ha producido así mismo los más fuertes maestros de idealismo del continente. Y hoy la misma inquietud que agita a la vanguardia de la América Española mueve a la vanguardia de la América del Norte. Los problemas de la nueva generación hispano-americana son, con variación de lugar y de matiz, los mismos problemas de la nueva generación, norte-americana. Waldo Frank, uno de los hombres nuevos del Norte, en sus estudios sobre Nuestra América, dice cosas válidas para la gente de su América y de la nuestra.

Los hombres nuevos de la América indo-ibera pueden y deben entenderse con los hombres nuevos de la América de Waldo Frank. El trabajo de la nueva generación ibero-americana puede y debe articularse y solidarizase con el trabajo de la nueva generación yanqui. Ambas generaciones coinciden. Las diferenoian el idioma y la raza; pero las comunica y las mancomuna la misma emoción histórica. La América de Waldo Frank es también, como nuestra América, adversaria del Imperio de Pierpont Morgan y del Petróleo.

En cambio, la misma emoción histórica que nos acerca a esta América revolucionaria, nos separa de la España reaccionaria de los Borbones y de Primo de Rivera. ¿Qué puede enseñarnos la España de Vásquez de Mella y de Maura, la España de Pradera y de Francos Rodríguez? Nada; ni siquiera el método de un gran Estado industrialista y capitalista. La Civilización de la Potencia no tiene su sede en Madrid ni en Barcelona; la tiene en New York, en Londres, en Madrid. La España de los reyes católicos no nos interesa absolutamente. —Señor Pradera, señor Franco Rodríguez, quedaos íntegramente con ella.

IV

Al ibero-americanismo le hace falta un poco más de idealismo y un poco más de realismo. Le hace falta consustanciarse con los nuevos ideales de la América indo-ibera. Le hace falta insertarse en la nueva realidad histórica de estos pueblos. El pan-americanismo se apoya en los intereses del orden burgués; el ibero-americanismo debe apoyarse en las muchedumbres que trabajan por crear un orden nuevo. El ibero-americanismo oficial será siempre un ideal académico, burocrático, impotente, sin raíces en la vida. Como ideal de los núcleos renovadores, se convertirá, en cambio, en un ideal beligerante, activo, multitudinario.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Joaquín García Monge, 8/4/1926

Recepción de los 24 ejemplares de la Escena Contemporánea enviados por Minerva.
Apertura de una cuenta con la Imprenta por el valor de $12 dólares por los ejemplares enviados y solicita se le envíen doce (12) ejemplares tanto la obra de Iberico como la novela de Istrati.
Remite además los siguientes títulos:

  • Varona: Emerson
  • Varona: Con el eslabón
  • Vaz: Reacciones
  • Renán: Paginas Escogidas
  • Vasconcelos: Artículos
  • Gueraldy: Tú y yo
  • Kheyyam: Rubayat
  • Brenes Mesén: EL misticismo
  • Masferrer: Ensayos sobre el destino y Una vida en el cine
  • Martí: Versos
  • Magón: La Propia
  • La edad de oro
  • Ors: De la amistad y el diálogo y Aprendizaje y Heroismo

García Monge, Joaquín

Carta de Joaquín García Monge, 26/1/1926

[Transcripción literal]
27 de enero de 1926
Señor don José Carlos Mariátegui
Lima
Mi querido amigo:
Hace tiempo estoy por escribirle. Ud. me inspira las mayores simpatías y deseo cultivarlas. A medida que lo leo más, lo estimo más por su ideario y por la manera elegante con que lo expone. Ya tengo leído su libro La Escena Contemporánea. En manos del señor Lecaros puse el otro ejemplar. Lecaros tardó en buscarme, pero ya nos hemos visto y nos tratamos. Hay en Lecaros cierta dulzura que lo hace muy agradable. Desde luego, le acepto la agencia de las ediciones Minerva. Al hacer los envíos, calcúlenlos en oro americano. Su idea de intercambiar sus ediciones con las mías me parece bien. Voy a mandarle lista de lo que hay y Ud. escoge. Disponga desde luego, para la venta, de los Repertorios que quiera. Se los pondría en ésa a $ 0.10 el ejemplar. Ordene no más, estoy listo a servirle.
De La Edad de Oro puedo mandarle los ejemplares que quiera a razón de $ 0.25 cada uno.
Recibo sus recortes, que se reproducen en el Repertorio. Ya tiene Ud. un grupo selecto que lo lee con gusto. Mándeme más cosas suyas y de otros que Ud. estime en ese gran país. Mándeme recortes de prensa peruana. Y sobre todo, que me llegue esa revista de que me habla.
Créame suyo muy amigo
J. García Monge
Recuerdos y simpatía para el Sr. Villavicencio (manuscrito).

García Monge, Joaquín

Carta a Joaquín García Monge, 24/12/1925

Lima, 24 de diciembre de 1925
Señor
Joaquín García Monge
San José de Costa Rica
Muy estimado amigo y compañero:
Hace pocos días le envié un ejemplar de mi libro "La Escena Contemporánea". Me permití adjuntarle un ejemplar destinado al estudiante peruano Julio Lecaros, cuya dirección en esa ciudad ignoro. Supongo que Lecaros lo habrá visitado desde su llegada.
Mi libro ha aparecido en una Editorial que acaba de fundar mi hermano Julio César Mariátegui y cuya dirección me ha sido encargada. Le acompaño algunos papeles de propaganda que circulan en el Perú explicando los propósitos de esta editorial.
Deseo saber si el "Repertorio Americano" puede aceptar la representación de Minerva en Costa Rica. Espero de Ud. una respuesta favorable para transmitirla a mi hermano quien se apresurará a hacerle el primer envío.
Creo que se podría establecer el canje entre las ediciones de Minerva y las del Convivio o "Repertorio Americano". No conozco el elenco de esas ediciones, pero me parece que "La Edad de Oro", el libro de lectura que veo anunciado en "Repertorio Americano" podría tener aquí bastante difusión.
Preparo una revista mensual, para la cual reclamo su colaboración. Creo que podríamos efectuar un pequeño intercambio entre esta revista y "Repertorio Americano" canjeando una cantidad de números en proporción equivalente. Repertorio Americano se vendería así en la Librería Minerva. Estoy seguro de que puede tener asiduos lectores. Oliverio Girondo, cuando estuvo en Lima, me anunció su propósito de organizar, en esta forma, un extenso y constante intercambio entre las revistas y grupos intelectuales de nuestra América.
Le adjunto un artículo de V. Modesto Villavicencio.
Y con los más cordiales sentimientos, me repito de Ud. muy devoto amigo y compañero.

José Carlos Mariátegui La Chira

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