Comunismo

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03.03.01

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Copia de la resolución de la Célula Peruana del APRA en Buenos Aires, 14/4/1929

Copia de la resolución de la célula de B.A

(Aquí un sello de la Secretaria)

(COMUNICADO OFICIAL DE LA CÉULA PERUANA DEL APRA EN B. A. República. Argentina)

Sesión del domingo 14 de abril de 1929.

"Se abrió la sesión a las 11 horas con la presencia de los compañeros Cornejo, Beltroy, Seoane y el suscrito"

Se consideró ampliamente la renuncia del compañero Haya, de la Secretaría General del Partido que pasó por nota desde Alemania. Las razones que expone en ella son varias, pero concretando, se puede decir que el motivo principal radica en las insistentes campañas que últimamente le hicieran los elementos comunistas y algunos compañeros apristas, junto con varios cargos en los que se involucraba al partido de frente único por él fundado. Considera que lo mas acertado es dejar su puesto directivo para ocupar uno de solda­do en las filas revolucionarias y propone como Secretario General a Alfredo Palacios, dado su prestigio en el Continente y el que sería asesorado por un comité con sede en Buenos Aires.

Después de un debate sobre este asunto Seoane manifesté que de ninguna manera Palacios se haría cargo de un movimiento cuya primera condición era desarrollar acción a la que él se estaba sustrayendo. Todos estuvimos conformes con él porque conocemos a Palacios y porque sabemos que últimamente ha adoptado una posición mas bien de maestro y universitario.

Respecto a Mariátegui, no nos cabe la menor duda de que se ha separado definitivamente del Apra sin previo aviso y sin haberlo manifestado tampoco. Pero tenemos pruebas evidentes y que fueron expuestas por los C. C. Seoane y Cornejo.

Se resolvió por unanimidad:

  1. No aceptar en forma alguna la renuncia que nos presenta el compañero Haya y exigirle disciplinariamente que ocupe su cargo en razón de que él tiene la marcha del movimiento en Sud América. Como se avecinan acontecimientos importantes en el Perú, a consecuen­cia de la escisión, creemos que hoy mas que nunca se necesita de una acción para lograr que el Apra tome preponderancia en el seno de las masas peruanas.

  2. Dada la seguridad que tenemos de la separación de Mariátegui y en la formación de un P. C., es urgente definir y encarar la esci­sión afrontándola resueltamente.

  3. Sugerir al Comité Ejecutivo Internacional la necesidad de lanzar un manifiesto en el que se exponga la índole antiimperialista del Apra como partido marxista. El camarada Haya la define muy bien cuando dice que el Apra lucha contra el imperialismo porque admite los tres fundamentales principios de Marx: concentración de la pro­ducción, plusvalía y lucha de clases.

Se le encargó al camarada Seoane que para la próxima sesión traiga redactada una carta personal dirigida a Haya en la que le exponga estos puntos de vista y la opinión de Ia Célula Peruana en B. A.

Fdo Juan Merel
Secretario General del Apra. Célula de B/A.
[Un sello]

Copia de la carta personal de que habla la referida nota al compa­ñero Haya de la Torre.

(Absolutamente confidencial) Buenos Aires, 18 de abril de 1929.

Querido Victor Raúl: Ignoro hasta donde esta carta alcanzará a inter­pretar el pensamiento de cada uno de los integrantes de la célula pe­ruana de Buenos Aires, pero me animo e afirmar que interpreta su pen­samiento general y dominante.

Hemos leído detenidamente los documentos en que conste tu renun­cia, así como las informes anexos a la misma, y después de madura re­flexión, ajena por completo a todo sentimentalismo o amistad, hemos resuelto, unánimemente, exigirte disciplinariamente, que vuelvas a tu puesto de combate. Pensamos que eres el mas capacitado para el cargo. Palacios es un hombre que llega o la madurez, carente de ener­gía como para iniciar un movimiento, amigo de gozar sin molestias del honor que ha alcanzado y que mas quiere lo posición de maestro que la [de] líder. No creemos, por otra parte, que su aprismo vaya hasta el extremo de dedicar a él su actividad principal. Aparte de esto, tú eres quien ha iniciado la lucha y quien debe continuarla en estas ho­ras difíciles que se avecinan.

Y aquí conviene un paréntesis. Decimos difíciles parque los ata­ques arrecian. Arrecian de parte de los enemigos declarados y de parte de los que aún consideramos como compañeros. Con respecta a los primeros, la Célula he resuelto insistir en su pensamiento principal, contenido en su proyecto de tesis de agosto próximo pasado; esto es: que el C. E. I. lance un manifiesto a América Latina. La célula de México opina en el mismo sentido, por moción de Pavletich, aprobada en diciembre y en esa forma se ha expresado, también, la de la Paz. Creemos urgente no sólo responder, con altura, a esos ataques, sin explicar el rol y las tendencias antiimperialistas del Apra. Tu ar­tículo "What is the Apra?" contiene lo sustantivo. Pero el mismo desarrollo de la lucha ha abierto nuevas zonas a la curiosidad de las masas, que exigen su aclaración. Esto nos parece fundamental, afín de crear una buena base general para que cada célula, apoyada en ella rechace las acusaciones de amarillismo y oportunismo que se nos hace. De no adoptarse, no solamente nos seguirán atacando impunemente, sino que corremos el riesgo de dar respuestas diversa y heterogéneas. Por algo dices tu mismo que urge que sigamos estudiando y descubriendo la doctrina común.

La segunda parte del paréntesis va a resultar mar larga que el resto de la carta. Pero es necesario hablar fuerte y claro. Nos referimos a la obra divisionista que dentro de nuestras propias filas, ha comenzada el director de Amauta, don José Carlos Mariátegui. Hechos concretos: fue el inspirador, según cartas que conoce el compañero Cornejo y que yo también vi, de la actitud antiaprista de la poetisa Blanca Luz Brum. No respondió en ninguna forma, a nuestra tesis conciliatoria. En cambio, según declaró el compañero Meneses, le escribió a los compañeros de la Paz proponiéndoles entrar al Partido Comunista que él fundaría. Ha roto, sin decirlo, sus vinculaciones con nosotros y ha designado, o influido en esa designación, como delegado del Perú ante la Conferencia Sindical a un elemento como Valdivia Morón, y absolutamente desprestigiado acá y allá, a quien solo ha podido conocer por intermedio del Secretariados del Partido Sudamericano Comunista y a quien tiene que haber nombrado por indicación de éste. Además, aunque hay célula en B. A. y compañeros desterrados, ha escrito al poeta Miro Quesada para que "se ponga en comunicación con Rabines y se mantenga en relación con él" según ingenua manifestación del nombrado intelectual. Estos son los hechos que nos constan, a parte de los que conocemos, sin pruebas. Ellos revelan, suficientemente, que el director de Amauta no proce­de concertadamente con nosotros y que actúa de pleno acuerdo con el P. C.

No es el caso profundizar la ideología de cada cual. Pensamos que entre nosotros hay comunistas ,y que deben estarlo. Pero, por lo menos en cuanto a esta célula concierne, que para la realización de una revolución americana, es indispensable acción autónoma a fin de librarse del rigorismo miope de la III Internacional y de su egoísta supeditación de toda obra a las necesidades inmediatas a la revolución rusa. Bien claro habla de este error de perspectiva de los comunistas de partido, el hecho de que en las elecciones de Argentina, donde intervienen trescientos mil votantes en un centro industrial y capitalista como Buenos Aires apenas obtengan 8,000 votos. Y acá llegamos al punto mas importante de la cuestión. El director de Amauta, D. José Carlos Mariátegui, nos comienza a distanciar esta divisionista actitud y este sujeción rendida a los dirigentes de la III Internacional. Pero nos concluye de alejar el examen sereno de su obra y trayectoria. Hasta este momento, la célula pensó y quiso una conciliación. Algunos de sus miembros hasta fueron sospechados y sospechosos de "mariateguismo". Pero hemos llegado al duro momento en que es necesario decir la verdad; afilar las armas y purgar el organismo revolucionario. En primer lugar, nos distancia de la obra del Director de Amauta, divisionista e intelectual, su absoluta imposibilidad de acción. Esto puede ser un tema sentimental para alguna poetisa sensible. Pero para nosotros, hombres políticos y de acción, tiene valor secundario. El porvenir del Perú no puede postergarse porque el director de Amauta tenga fiebrecillas diarias. Creemos que con nosotros está el núcleo realmente dinámico capaz de llevar adelante una revolución. Porque, en segundo lugar, el director de Amauta es fundamentalmente intelectual y un intelectual europeo, lo que no es lo mismo y lo que es peor. Su acción seguramente se reducirá a esa crítica irónica y expectante, cruzada de brazos, que caracteriza a todos los partidos comunistas de América. Ya en el presente se observa eso. Don José Carlos Mariátegui vive para sus recuerdos de Europa. Hay en él una huachafa devoción por Europa. Es individualista en su vanidad y aspira más que a la revolución en el Perú, a mantener su prestigio intelectual en Europa. Pese al título de sus artículos sobre "Peruanicemos al Perú", don José Carlos Mariátegui sigue teórico marxista pegado a la letra de los libros. Y en sus artículos como en su propia revista, no basta con el título. Su obra profunda es esencialmente espejizante [sic]. Amauta es una tribuna cómoda para adquirir jerarquía polemizando con Henri de Mann. Y eso en Lima con la dictadura y el imperialismo encima, con la obligación de una ¡revuelta ad portas! Y que en su último número, dedique un homenaje al poeta Eguren, políticamente individualista, de arte esencialmente burgués y aristocrático. Y colonial. El nacionalismo de don José Carlos Mariátegui, fuera de los títulos y de las portadas, se reduce a cultivar estas amistades ilustres, a fin de mantener el prestigio de intelectual. E incurre en errores tan graves como el que sostiene en sus declaraciones de diciembre sobre lo nacional y lo exótico, sosteniendo que la huachafa es lo nacional. Don José Carlos Mariátegui vuelve a quedarse en las portadas. Nuestro nacionalismo es esencialmente popular. Las huachafas buscan al marido yanqui, y la aristocracia adula al capitalismo extranjero, por la misma razón que el intelectual en trance de publicidad busca la gloria europea o el escritor reaccionario defiende su causa. Pero ni la huachafa, ni la aristocracia ni estos escritores son lo nacional. Es algo más hondo y de mas corporeidad que las sim­ples reproducciones de los cuadros. Es la masa, que no se ve desde el gabinete literario y que no interpretan los "pensadores exquisi­tos”. Hora es de cerrar este paréntesis deshilvanado por cierto y de arribar a conclusiones. Además el manifiesto, consideramos indispensable afrontar este otro problema de la división. O permi­tir que las células se defiendan de esta obra anarquisante o pactar una alianza, ya en calidad de fuerzas netamente disímiles. De­bemos añadir que esta última emergencia, con ser posible y quizás necesaria, nos resultaría peligrosa y a lo mejor ineficaz. Conocida es la táctica comunista de valerse de cualquier medio. Posiblemente, el director de Amauta esté buscando su Kérenski. Y en este sentido, quizá no lo sean ajenos algunos camaradas conspicuamente colocados. Por todo esto, nos limitamos a sugerir reflexiones. Nuestro pensamiento está hecho. Ahora hay que decidir la actitud. Pedimos por eso, tu opinión. No nos sobra el tiempo. Hemos encarado, pues, tu renuncia; los ataques interiores y exteriores. Para los dos primeros proponemos solución. Para el segundo: estudio. Quizás sería conveniente tu viaje acá pese a los peligros de ataques que haría infructuosa tu labor. Pero este tercer problema es más urgente. Conviene a nuestro juicio, compulsar la opinión celular y proceder en consecuencia. Nuestra voz ya va bien fuerte y clara.
Te abraza
Manolo

Cornejo y Merel (Reafirmando y ampliando)
Querido Víctor Raúl: Seoane en esta carta expresa un modo de pensar que hace tiempo he tenido. A los hechos que expone hay que agregar el hecho del envió a Rusia de dos compañeros y el que D. J.C.M. quiso, cuando aún estábamos en Lima, fundar el Partido Comunista. Abrazos.
Cornejo

Querido compañero Haya:
Hace tiempo que tuve la impresión de que D.J.C. Mariátegui preparaba una campaña comunista o sea que se apartaba de las filas del Apra. Creo que hoy hay que encarar la escisión para aclarar orientaciones. Un abrazo.
Merel.

Merel, Juan de Dios

El destino de Norteamérica [Manuscrito]

El destino de Norteamérica

Toda querella entre neo-tomistas franceses y “racistas” alemanes sobre si la defensa de la civilización occidental compete al espíritu latino y romano o al espíritu latino y romano o al espíritu germano y protestante, encuentra en el plan Dawes incontestablemente
documentada su vanidad. El pago de la indemnización alemana y de la deuda aliada, ha puesto en manos de los Estados Unidos la suerte de la economía y, por tanto, de la política de Europa. La convalescencia financiera de los Estados europeos no es posible sin el crédito yanqui. El espíritu de Locarno, los pactos de seguridad, etc., son los nombres con que se designa las garantías exigidas por la finanza norteamericana para sus cuantiosas inversiones en la hacienda pública y la industria de los Estados europeos. La Italia fascista, que tan arrogantemente anuncia la restauración del poder de Roma , olvida, que sus compromisos con los Estados Unidos colocan su valuta, a merced de este acreedor.

El capitalismo, que en Europa se manifiesta desconfiado de sus propias fuerzas, en Norte América se muestra ilimitadamente optimista respecto a su destino. Y este optimismo descansa, simplemente, en una buen a salud. Es el optimismo biológico de la juventud que, constatando su excelente apetito, no se preocupa de que vendrá la hora de la arterio-esclerosis. En Norte América el capitalismo tiene todavía las posibilidades de crecimiento que en Europa la destrucción bélica dejó irreparablemente malogradas.
El Imperio Británico conserva aún una formidable organización financiera; pero, como lo acredita el problema de las minas de carbón, su industria ha perdido el nivel técnico que antes le aseguraba la primacía. La guerra lo ha convertido de acreedor en deudor de Norte América.

Todos estos -hechos indican que en Norte-América se encuentra ahora la sede, el eje, el centro de la sociedad capitalista. La industria yanqui es la mejor equipada para la producción en gran escala al menor costo: la banca, a cuyas arcas afluye el oro acaparado por Norte - América en los negocios bélicos y post-bélicos, garantiza con sus capitales, a la vez que el incesante mejoramiento de la aptitud industrial, la conquista, de los mercados que deben absorber sus manufacturas. Subsiste todavía, si no la realidad, la ilusión de un regimen de libre concurrencia. El Estado, la enseñanza, las leyes, se confirman a los principios de una democracia individualista, dentro de la cual todo ciudadano puede ambicionar libremente la posesión de cien millones de dólares. Mientras en Europa los individuos de la clase obrera y de la clase media se sienten cada vez más encerrados dentro de sus fronteras de clase, en los Estados Unidos creen que la fortuna y el poder son aún accesibles a todo el que tenga aptitud para conquistarlos. Y esta es la medida de la subsistencia, dentro de una sociedad capitalista, de los factores psicológicos que determinan su desarrollo.

El fenómeno norte-americano, por otra parte, no tiene nada de arbitrario. Norte América se presenta, desde su origen, predestinada
para la máxima realización capitalista. En Inglaterra el desarrollo capitalista no ha logrado, no obstante su extraordinaria potencia, la extirpación de todos los rezagos feudales. Los fueros aristocráticos no han cesado de pesar sobre su política y su economía. La burguesía inglesa, contenta de concentrar sus energías en la industria y el comercio, no se ocupó de disputar la tierra a la aristocracia. El dominio de la tierra debía gravar sobre la extirpación del subsuelo. Pero la burguesía inglesa no quiso sacrificar a sus landlores, destinados a mantener una estirpe exquisitamente refinada y decorativa. Es, por eso, que sólo ahora parece descubrir su problema agrario. Sólo ahora que su industria declina, echa de menos una agricultura próspera y productiva en las tierras donde la aristocracia tiene sus cotos de cacería. El capitalismo norteamericano, en tanto, no ha tenido que pagarle a ninguna feudalidad royaltis pecuniarios ni espirituales. Por el contrario, procede libre y vigorosamente de los primeros gérmenes intelectuales y morales de la revolución capitalista. El pionner de Nueva Inglaterra era el puritano expulsado de la patria europea por una revuelta religiosa que constituyó la primera afirmación burguesa. Los Estados Unidos surgían así de una manifestación de la Reforma protestante, considerada como la más pura y originaria manifestación espiritual de la burguesía, esto es del capitalismo. La fundación de la república norteamericana significó, en su tiempo, la definitiva consagración de este hecho y de sus consecuencias. “Las primeras colonias establecidas en la costa oriental —escribe Waldo Frank— tuvieron por carta la adquisición de la riqueza. Su revuelta contra Inglaterra, en 1775, empeñaba una de las primeras luchas abiertas entre el capitalismo burgués y la vieja feudalidad. El triunfo de las colonias, del cual nacieron los Estados Unidos, señaló el triunfo del régimen capitalista. Y desde entonces la América no ha tenido ni tradición ni medio de expresión que fuese libre de esta revolución industrial a la que debe su existencia”. Y el mismo Frank recuerda el famoso y conciso juicio de Charles A. Beard, sobre la carta de 1789: “La Constitución fue esencialmente un acto económico, basado sobre la noción de que los derechos fundamentales de la propiedad privada son anteriores a todo gobierno y están moralmente fuera del alcance de las mayorías populares”.

Para su enérgico y libérrimo florecimiento, ninguna traba material ni moral ha estorbado al capitalismo norteamericano, único en el mundo que en su origen ha reunido todos los factores históricos del perfecto Estado burgués, sin embarazantes tradiciones aristocráticas y monárquicas. Sobre la tierra virginal de América, de donde borraron toda huella indígena, los colonizadores anglo-sajones echaron desde su arribo los cimientos del orden capitalista.

La guerra de secesión constituyó también una necesaria afirmación capitalista, que liberó a la economía yanqui de la sola tara de
su infancia: la esclavitud. Abolida la esclavitud, el fenómeno capitalista encontraba absolutamente franca su vía. El judío, —tan
vinculado al desarrollo del capitalismo, como lo estudia Werner Sombart, no sólo por la espontánea aplicación utilitaria de su individualismo expansivo e imperialista, sino sobre todo por la exclusión radical de toda actividad “noble” a que lo condenara el Medioevo,— se asoció al puritano en la empresa de construir el más potente Estado industrial la más robusta democracia burguesa.

Ramiro de Maeztu,— que ocupa una posición ideológica mucho más sólida que los filósofos neo-tomistas de la reacción en Francia e Italia, cuando reconoce en New York la antítesis verdadera de Moscú, asignando así a los Estados Unidos la función de defender y continuar la civilización occidental como civilización capitalista:—discierne muy bien por lo general, dentro de su apologética burguesa, los elementos morales de la riqueza y del poder en Norte América. Pero los reduce casi completamente a los elementos puritanos o protestantes. La moral puritana, que santifica la riqueza, estimulando cómo un signo del favor divino, es en el fondo la moral judía, cuyos principias asimilaron los puritanos en el Antiguó Testamento. El parentesco del puritano con el judío ha sido establecido doctrinalmente hace mucho tiempo: y la experiencia capitalista anglo-sajona no sirve sino para confirmarlo. Pero Maeztu, fervoroso panegirista del “fordismo” industrial, necesita eludirlo, tanto por deferencia a la requisitoria de Mr. Ford contra el “judío internacional”, como por adhesión a la ojeriza conque todos los movimientos “nacionalistas" y reaccionarios del mundo miran al espíritu judío, sospechado de terrible concomitancia con el espíritu socialista por su ideal común de universalismo.

El dilema Roma o Moscú, a medida que se esclarezca el oficio de los Estados Unidos como empresarios de la estabilización capitalista—fascista o parlamentaria— de Europa, cederá su sitio al dilema New York o Moscú.. Los dos polos de la historia contemporánea son Rusia y Norte América: capitalismo y comunismo, ambos imperialistas aunque muy diversa y opuestamente. Rusia y Estados Unidos: los dos pueblos que más se oponen doctrinal y políticamente y, al mismo tiempo, los dos pueblos más próximos como suprema y máxima expresión del activismo y del dinamismo occidentales. Ya Bertrand Russell remarcaba hace varios años el extraño parecido que existe entre los capitanes de la industria yanqui y los funcionarios de la economía marxista rusa. Y un poeta, trágicamente eslavo, Alexandra Block saludaba el alba de la revolución con estas palabras: “He aquí la estrella de la América nueva”.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

El destino de Norteamérica [Recorte]

El destino de Norteamérica

Toda querella entre neo-tomistas franceses y “racistas” alemanes sobre si la defensa de la civilización occidental compete al espíritu latino y romano o al espíritu latino y romano o al espíritu germano y protestante, encuentra en el plan Dawes incontestablemente
documentada su vanidad. El pago de la indemnización alemana y de la deuda aliada, ha puesto en manos de los Estados Unidos la suerte de la economía y, por tanto, de la política de Europa. La convalescencia financiera de los Estados europeos no es posible sin el crédito yanqui. El espíritu de Locarno, los pactos de seguridad, etc., son los nombres con que se designa las garantías exigidas por la finanza norteamericana para sus cuantiosas inversiones en la hacienda pública y la industria de los Estados europeos. La Italia fascista, que tan arrogantemente anuncia la restauración del poder de Roma , olvida, que sus compromisos con los Estados Unidos colocan su valuta, a merced de este acreedor.

El capitalismo, que en Europa se manifiesta desconfiado de sus propias fuerzas, en Norte América se muestra ilimitadamente optimista respecto a su destino. Y este optimismo descansa, simplemente, en una buen a salud. Es el optimismo biológico de la juventud que, constatando su excelente apetito, no se preocupa de que vendrá la hora de la arterio-esclerosis. En Norte América el capitalismo tiene todavía las posibilidades de crecimiento que en Europa la destrucción bélica dejó irreparablemente malogradas.
El Imperio Británico conserva aún una formidable organización financiera; pero, como lo acredita el problema de las minas de carbón, su industria ha perdido el nivel técnico que antes le aseguraba la primacía. La guerra lo ha convertido de acreedor en deudor de Norte América.

Todos estos -hechos indican que en Norte - América se encuentra ahora la sede, el eje, el centro de la sociedad capitalista. La industria yanqui es la mejor equipada para la producción en gran escala al menor costo: la banca, a cuyas arcas afluye el oro acaparado por Norte - América en los negocios bélicos y post-bélicos, garantiza con sus capitales, a la vez que el incesante mejoramiento de la aptitud industrial, la conquista, de los mercados que deben absorber sus manufacturas. Subsiste todavía, si no la realidad, la ilusión de un regimen de libre concurrencia. El Estado, la enseñanza, las leyes, se confirman a los principios de una democracia individualista, dentro de la cual todo ciudadano puede ambicionar libremente la posesión de cien millones de dólares. Mientras en Europa los individuos de la clase obrera y de la clase media se sienten cada vez más encerrados dentro de sus fronteras de clase, en los Estados Unidos creen que la fortuna y el poder son aún accesibles a todo el que tenga aptitud para conquistarlos. Y esta es la medida de la subsistencia, dentro de una sociedad capitalista, de los factores psicológicos que determinan su desarrollo.

El fenómeno norte-americano, por otra parte, no tiene nada de arbitrario. Norte América se presenta, desde su origen, predestinada
para la máxima realización capitalista. En Inglaterra el desarrollo capitalista no ha logrado, no obstante su extraordinaria potencia, la extirpación de todos los rezagos feudales. Los fueros aristocráticos no han cesado de pesar sobre su política y su economía. La burguesía inglesa, contenta de concentrar sus energías en la industria y el comercio, no se ocupó de disputar la tierra a la aristocracia. El dominio de la tierra debía gravar sobre la extirpación del subsuelo. Pero la burguesía inglesa no quiso sacrificar a sus landlores, destinados a mantener una estirpe exquisitamente refinada y decorativa. Es, por eso, que sólo ahora parece descubrir su problema agrario. Sólo ahora que su industria declina, echa de menos una agricultura próspera y productiva en las tierras donde la aristocracia tiene sus cotos de cacería. El capitalismo norteamericano, en tanto, no ha tenido que pagarle a ninguna feudalidad royaltis pecuniarios ni espirituales. Por el contrario, procede libre y vigorosamente de los primeros gérmenes intelectuales y morales de la revolución capitalista. El pionner de Nueva Inglaterra era el puritano expulsado de la patria europea por una revuelta religiosa que constituyó la primera afirmación burguesa. Los Estados Unidos surgían así de una manifestación de la Reforma protestante, considerada como la más pura y originaria manifestación espiritual de la burguesía, esto es del capitalismo. La fundación de la república norteamericana significó, en su tiempo, la definitiva consagración de este hecho y de sus consecuencias. “Las primeras colonias establecidas en la costa oriental —escribe Waldo Frank— tuvieron por carta la adquisición de la riqueza. Su revuelta contra Inglaterra, en 1775, empeñaba una de las primeras luchas abiertas entre el capitalismo burgués y la vieja feudalidad. El triunfo de las colonias, del cual nacieron los Estados Unidos, señaló el triunfo del régimen capitalista. Y desde entonces la América no ha tenido ni tradición ni medio de expresión que fuese libre de esta revolución industrial a la que debe su existencia”. Y el mismo Frank recuerda el famoso y conciso juicio de Charles A. Beard, sobre la carta de 1789: “La Constitución fue esencialmente un acto económico, basado sobre la noción de que los derechos fundamentales de la propiedad privada son anteriores a todo gobierno y están moralmente fuera del alcance de las mayorías populares”.

Para su enérgico y libérrimo florecimiento, ninguna traba material ni moral ha estorbado al capitalismo norteamericano, único en el mundo que en su origen ha reunido todos los factores históricos del perfecto Estado burgués, sin embarazantes tradiciones aristocráticas y monárquicas. Sobre la tierra virginal de América, de donde borraron toda huella indígena, los colonizadores anglo-sajones echaron desde su arribo los cimientos del orden capitalista.

La guerra de secesión constituyó también una necesaria afirmación capitalista, que liberó a la economía yanqui de la sola tara de
su infancia: la esclavitud. Abolida la esclavitud, el fenómeno capitalista encontraba absolutamente franca su vía. El judío, — tan
vinculado al desarrollo del capitalismo, como lo estudia Werner Sombart, no sólo por la espontánea aplicación utilitaria de su individualismo expansivo e imperialista, sino sobre todo por la exclusión radical de toda actividad “noble” a que lo condenara el Medioevo,— se asoció al puritano en la empresa de construir el más potente Estado industrial, la más robusta democracia burguesa.

Ramiro de Maeztu,— que ocupa una posición ideológica mucho más sólida que los filósofos neo-tomistas de la reacción en Francia e Italia, cuando reconoce en New York la antítesis verdadera de Moscú, asignando así a los Estados Unidos la función de defender y continuar la civilización occidental como civilización capitalista:—discierne muy bien por lo general, dentro de su apologética burguesa, los elementos morales de la riqueza y del poder en Norte América. Pero los reduce casi completamente a los elementos puritanos o protestantes. La moral puritana, que santifica la riqueza, estimulando cómo un signo del favor divino, es en el fondo la moral judía, cuyos principias asimilaron los puritanos en el Antiguó Testamento. El parentesco del puritano con el judío ha sido establecido doctrinalmente hace mucho tiempo: y la experiencia capitalista anglo-sajona no sirve sino para confirmarlo. Pero Maeztu, fervoroso panegirista del “fordismo” industrial, necesita eludirlo, tanto por deferencia a la requisitoria de Mr. Ford contra el “judío internacional”, como por adhesión a la ojeriza conque todos los movimientos “nacionalistas" y reaccionarios del mundo miran al espíritu judío, sospechado de terrible concomitancia con el espíritu socialista por su ideal común de universalismo.

El dilema Roma o Moscú, a medida que se esclarezca el oficio de los Estados Unidos como empresarios de la estabilización capitalista—fascista o parlamentaria— de Europa, cederá su sitio al dilema New York o Moscú.. Los dos polos de la historia contemporánea son Rusia y Norte América: capitalismo y comunismo, ambos imperialistas aunque muy diversa y opuestamente. Rusia y Estados Unidos: los dos pueblos que más se oponen doctrinal y políticamente y, al mismo tiempo, los dos pueblos más próximos como suprema y máxima expresión del activismo y del dinamismo occidentales. Ya Bertrand Russell remarcaba hace varios años el extraño parecido que existe entre los capitanes de la industria yanqui y los funcionarios de la economía marxista rusa. Y un poeta, trágicamente eslavo, Alexandra Block saludaba el alba de la revolución con estas palabras: “He aquí la estrella de la América nueva”.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de José Malanca, 23/4/1929

Méjico, 23 de abril de 1929
Señor J. Carlos Mariátegui
Mi caro José Carlos.
Va hacer un mes que me encuentro en este país y desde luego con muchos desencantos en lo referente a la revolución. No quiero aventurarme a decir cosas monstruosas sobre este aspecto pues podría estar equivocado y ojalá así lo fuera para seguir platónicamente esperando algo.
El mismo día que conocí a Diego tuve una discusión sobre el comunismo de América del Sur. Hay un desconocimiento absoluto de lo que somos nosotros: esto también lo sabe Marof, con quien me veo de continuo; y sabe todo lo que soy capaz de afirmar... pero hay veces que los sueldos... en fin hace transigir cuántas bellas cosas.
Diego dice que somos puros intelectuales: este hombre conoce el comunismo de nosotros por medio de lo escrito. Yo sostuve y sostengo que en la Argentina los verdaderos comunistas no escriben... y lo sé por haber actuado en el elemento obrero donde tenían odio a todo ‘escribidor’ y eran obreros bien preparados, hasta suponer que es en la única parte donde yo he visto conciencia de la revolución.
Aquí cree Diego, que el ser ‘matones’ significa revolución: me alarma la criminalogía que existe en México: cada día las crónicas traen tragedias que horrorizan... y todo por algunos pesos.
He hablado con obreros; todos son anarquistas —me hace acordar a la situación de Italia en 1921. Y dice —que a nosotros nos sobran dirigentes y que en cambio a ellos le sobran peleadores... y aquí esta la verdadera frase: —peleadores nomás que pelean por cualquier General que les dé de comer y fusil. El proletariado en gran cantidad es indio; con un problema parecido del que existe por allá; más matador claro. Y eso del agrarismo y tantas bellezas, es pura ley... pues Calles, Obregón y al que nombre, son los más grandes terratenientes de México revolucionario.
Yo sigo con mi ‘pudibundez’ que hace reír a Diego, a Carretero y a muchos más. No concibo a comunistas viciosos. No creo en los predicadores borrachos. No creo en el apóstol que deja su ideología por seguir dos piernas ‘macanudas’. En fin si el comunismo es así; yo seré anticomunista, pues yo he entendido a Marx, a Lenin y a mí mismo el venir de una sociedad nueva... sin las taras burguesas. Y creo en la pureza del hombre y espero que la nuestra lucha ha de ser con honradez y no como piensa Marof, que ha de llegar a lo que se propone con el mismo medio de que hasta la fecha han usado los politiqueros.
Aquí el A.P.R.A. y Víctor Raúl le conocen algunos peruanos nomás. Todo esto tiene que morir como el “comunismo mexicano”. Yo creo en un solo comunismo que ha de luchar en contra del imperialismo yanqui... y que ya lucha... y así le advertí a Waldo Frank, “aprista”.
Los muchachos de Puno, Cuzco y Arequipa me escriben lindas cartas. Le quieren a usted mucho.
He recibido Amauta número 21, muchas gracias. Ya trabajaré por ella... aunque está por en medio de “peruana”; “sudamericana”.
Le mando las fotografías que saqué entonces. Están malas.
Yo me vine a ésta más pobre de lo que llegué a Nueva York. Las cosas de artistas, de arte, siempre tienen olor de San Francisco...
Aquí la pintura artísticamente es grande; pero revolucionariamente hay que discutir. El arte revolucionario es proletario; es accesible, humano. Diego pinta metafísicamente. Orozco hace pintura intelectual: su revolución se me antoja que está hecha a pechones; y yo opino que cuando vaya a pelear por una ideología hecha carne, adornaré la bayoneta con claveles e iré cantando “Adelita” o cualquier otro canto de fe revolucionaria.
Me dicen, “pintura realista”; y yo veo la realidad del paisaje y del hombre sin deformación y con bellezas / Yo aparezco como un simple o como un inculto / No importa, quiero ser simple e inculto por que el comunismo es así y no una teoría filosófica.
En fin, más después le escribiré largo sobre estos temas hoy apenas asomados al correr de los dedos en esta máquina.
Salude a todos los suyos.
Salude a Amauta y a Eguren tan lindamente querido.
A usted le abrazo fuertemente.
José Malanca
S/C consulado argentino México D.F. MÉXICO.

Malanca, José

La resaca fascista en Austria. La lucha eleccionaria en México.

La resaca fascista en Austria
Viena tiene, desde hace tiempo, una temperatura de excepción en las estaciones políticas de Europa. Hace dos años, cuando la marejada revolucionaria parecía apaciguada completamente en la Europa occidental, Viena sorprendió a los observadores de la estabilización capitalista con las jornadas insurreccionales de julio. Hoy, cuando es la marejada fascista la que declina, los equipos de la Heimwehr se aprestan fanfarronamente para la marcha sobre Viene. La ciudad de monseñor Seipel y de Fritz Adler, guarda de sus faustosas épocas de capital del imperio austro-húngaro, el gusto de un gran rol espectacular y l ambición de un gran escenario europeo.
Se diría que Viena no ha tenido tiempo de habituarse a su modesto destino de capital de un pequeño estado, tutelado por la Sociedad de las Naciones. A la incorporación de este pequeño estado en el Imperio alemán se opone terminantemente una clausula del tratado de paz que ni Francia ni Italia se avendrían a revisar, Francia temerosa de una Alemania demasiado grande, Italia de una Alemania que asumiría el activo y pasivo de esta Austria demasiado chica. Pero Viena, con su sentimiento de gran ciudad internacional, resiste también, aunque no lo quiera, a la absorción espiritual y material del estado austriaco por la gran patria germana. Los partidos y las instituciones de Austria ostentan un estilo autónomo, frente a los partidos y a las instituciones de Alemania. La democracia-cristiana de monseñor Seipel no es exactamente lo mismo que el centro católico de Wirth y de Marx, tal como el austro-marxismo no se identifica con la social-democracia alemana. El fascismo austriaco no podía renunciar, por su parte, a distinguirse del alemán, bastante disminuido, a pesar de las periódicas paradas de los “cascos de acero”, desde que los nacionalistas redujeron a su más exigua expresión su monarquismo para acomodarse a las exigencias de su situación parlamentaria.
Es difícil pronosticar hasta qué punto la Heimwehr llevará [adelante su] ofensiva. El fascismo, en todas las latitudes, recurre excesivamente al alarde y la amenaza. En la propia Italia, en 1928, si el Estado hubiese querido y sabido resistirle seriamente, con cualquiera que no hubiese sido el pobre señor Facta en la presidencia del consejo, el ejército y la policía habrían dado cuenta fácilmente de las brigadas de “camisas negras”, lanzadas por Mussolini sobre Roma. El jefe de estas fuerzas en Austria asegura que está en grado de mantener a raya a la Heimwehr. Aunque adormecido por el pacifismo graso de su burocracia y sus parlamentarios de la social-democracia, el proletariado no debe hacer perdido, en todo caso, el ímpetu combativo que mostró en las jornadas de julio de 1929. A él le tocará decir en esto la última palabra.

La lucha eleccionaria en México
No haya que sorprenderse de la violencia de la lucha eleccionaria en México. Esta lucha empezó con la tentativa desgraciada de los generales Gómez y Serrano hace dos años frente a la candidatura de Obregón. El asesinato de Obregón, victorioso en las ánforas, después de la radical eliminación de sus competidores, reabrió con sangriento furor esta batalla que debía haber concluido entonces con el escrutinio. La insurrección de Escobar, Aguirre y otros, el fusilamiento de Guadalupe Rodríguez y Salvador Gómez, la persecución de comunistas y agraristas, etc. no han sido más que etapas de una batalla, en la que el gobierno interino de Portes Gil, surgido de la fractura del frente revolucionario, no ha sido ni habría podido ser árbitro. Los sucesos de Torreón, Jalapa, Orizaba, Córdoba y Ciudad de México corresponden a esta atmósfera de extremo y acérrimo conflicto.
Presentada por el partido anti-reeleccionista, la candidatura de José Vasconcelos, representaba originariamente el sentimiento conservador, la disidencia intelectual. El partido obregonista detentaba aún, indeciso entre las candidaturas de Aaron Saenz y el ing. Ortiz Rubio, el título de partido revolucionario. Había aparecido ya la candidatura del bloque obrero y campesino, en oposición cerrada a todos los postulantes de la burguesía; pero este mismo movimiento, que reivindicaba la autonomía del proletariado en la lucha política, indicaba que la evolución mexicana seguía adelante y que la extensión de su frente resistía ya la separación clarificadora de fuerzas que hasta entonces había combatido juntas. Rehecho el frente único obregonista, ante la insurrección militar de Escobar y sus colegas, Portes Gil y el Partido Nacional Revolucionario, que ya había elegido como su candidato al ingeniero Ortiz Rubio, hicieron largo uso de un lenguaje de agitación popular contra-revolucionaria, que les restituía su antiguo rol.
Pero desde que, debelada la insurrección militar, el gobierno interino de Portes Gil no virado rápidamente a la derecha, se ha producido un desplazamiento de fuerzas. Puestos casi fuera de la ley los comunistas, el bloque obrero y campesino no ha podido continuar activamente su campaña. Las masas han reconocido en Portes Gil, y por consiguiente en su candidato, a los representantes de los intereses políticos cada vez más distintos y extraños a la revolución mexicana. Vasconcelos, en el poder, no haría más concesiones que Portes Gil al capitalismo y al clero. Hombre civil, ofrece mayores garantías que su contendor del Partido Nacional Revolucionario de actuar dentro de la legalidad, con sentido de político liberal. Puesto que la revolución mexicana se encuentra en su estadio de revolución democrático-burguesa, Vasconcelos puede significar, contra la tendencia fascista que se acentúa en el Partido Nacional Revolucionario, un período de estabilización liberal. Vasconcelos, por otra parte, se ha apropiado del sentimiento anti-imperialista reavivado en el pueblo mexicano por la abdicación creciente del gobierno ante el capitalismo yanqui. Gradualmente la candidatura de Vasconcelos, que apareció como un movimiento de impulso derechista, se ha convertido en una bandera de liberalismo y anti-imperialismo.
El programa de Vasconcelos carece de todo significado revolucionario. El ideal político nacional del autor de “La Raza Cósmica” parece ser un administrador moderado. Ideal de pacificador que aspira a la estabilización y al orden. Los intereses capitalistas y conservadores sedimentados y sólidos están prontos a suscribir, en todos los países, este programa. Económica, social, políticamente, es un programa capitalista. Pero desde que la pequeña burguesía y la nueva burguesía, tienden al fascismo y reprimen violentamente el movimiento proletario, las masas revolucionarias no tienen por qué preferir su permanencia en el poder. Tienen, más bien que, -sin hacerse ninguna ilusión respecto de un cambio del cual ellas mismas no sean autoras,- contribuir a la liquidación de un régimen que ha abandonado a sus principios y faltado a sus compromisos.
Portes Gil y Ortiz Rubio no acaudillan, por otra parte, una fuerza muy compacta. Dentro del partido obregonista, se manifiestan incesantemente grietas profundas. No hace mucho, se descubrió, según parece, señales de conspiración, dentro del mismo frente gubernamental. Morones y los laboristas, no perdona a los obregonistas el encarnizamiento de su ataque en las postrimerías del gobierno de Calle, su licenciamiento del gobierno, el aniquilamiento de la CRON. Ursulo Galván, expulsado del partido comunista, busca sin duda una bandera al servicio de la cual poner la influencia que aún conserve entre los agraristas.
El panorama político de México se presenta, pues, singularmente agitado e incierto. La guerra civil puede volver a encender en cualquier momento sus hogueras en la fragosa tierra mexicana.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira