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"Les Haidoucs" de Panait Istrati [Recorte de prensa]

"Les Haidoucs" de Panait Istrati

En el tercer libro de la serie "Los relatos de Adrián Zograffi", Panait Istrati nos presenta a los bizarros personajes de estos relatos: los “haiducs”. Los "haiducs" que reencontramos en este libro, nos son conocidos. Los hemos encontrado ya en la banda de Cosma, en "El tío Anghel". Pero no sabíamos nada de su vida. Esta vez, ellos mismos nos cuentan su historia que explica cómo y por qué se volvieron "haiducs".

¿Qué es un "haiduc"? Panait Istrati no lo define; lo presenta. Lo hace vivir en sus relatos apasionados y apasionantes. El "haiduc" es un personaje un poco romántico y un mucho primitivo de la floresta y los caminos de Rumania. Es un hombre que vive fuera de la ley, a salto de mata, perseguido por los gendarmes. Mitad bandido, mitad contrabandista, el "haiduc" no es específicamente ni contrabandista ni bandido. En contrabando constituye una actividad natural de un hombre libre, rebelde al Estado y a sus leyes. Y la mano del "haiduc", no castiga sino a los crueles señores de la tierra y a sus esbirros. Buscándole afinidades y parecidos, se halla en el "haiduc", algo del primitivo "montonero", antes de que el caudillaje lo enrolara bajo sus banderas. Y que la historia de Luis Pardo, empieza, más o menos, como la de un "haiduc" rumano. El "haiduc" no obedece a la ley de los poderosos, pero sí a la dura ley de los "haiducs", inexorable contra el traidor y el cobarde. El ferrocarril, el telégrafo, el automóvil y el camino, son los enemigos del "haiduc", cuyas trayectorias no quieren tangencias con las líneas de la civilización. Porque el "haiduc" no es concebible sino dentro de un cuadro medioeval como el que subsiste en parte de los Balcanes.

En este libro de Panait Istrati no hay una novela sino varias novelas. Floarea Codridor la mujer que Cosma amó y que a Cosma dio un hijo, mas no su amor ni su alma; Elías el Prudente, hermano de Cosma, y al revés de éste, capaz sólo de consejo y reflexión pero no de mando; Spilca, el Monje, "haiduc" místico que dejó el monasterio para mejor servir la ley de Dios y escapar a la de los hombres; Movilca el Vataf que en su larga carrera de "haiduc" no ha abatido sino pequeños malvados porque los grandes están demasiado altos; y Jeremías el hijo de Cosma, de Floarea y de la floresta, "haiduc" nato que a los quince años disparó el tiro de fusil que lo armó caballero; todos los hombres del estado mayor de Cosma, nos ponen delante del relato desnudo de sus vidas. Floarea Codridor ha reemplazado a Cosma en el comando de la banda desde que roto ya el resorte de su voluntad, vale decir el de su vida, la bala de un gendarme mató al intrépido y tempestuoso "haiduc". Y antes de asumir el mando del manípulo ha querido que cada uno contase su historia. "Vosotros queréis echar sobre mis hombros de mujer el peso de la responsabilidad y sobre mi cabeza el precio de la pérdida. Yo acepto uno y otro. Para esto debemos conocernos. Vosotros me diréis soy". Y cada uno de los "háiducs" ha hablado, Floarea Codridor la primera.

Ei arte de narrador maravilloso, de cuentista oriental y mágico que reveló Panait Istrati desde sus primeros libros, se afirma en "Los Haiducs". Las figuras de los "haiducs", sobre todo las de Floarea Codridor, de Elías el Prudente y de Spilca el Monje están trazadas con vigor suprarrealista sobre el fondo agreste de la montaña rumana y de sus rudas aldeas. Me complace remitir al lector a la traducción del relato de Spilca el Monje que Eugenio Garro ha hecho expresamente para "Amauta" y a la que hizo antes para "VARIEDADES" del relato de Jeremías el hijo de la floresta.

Pero lo más vital, lo más sustantivo de la obra de Panait Istrati, no viene de ese fresco y espontáneo donde la fábula que le reconocen fácil y unánimemente los críticos de los diversos sectores de la literatura. Está en el espíritu mismo de la obra. No es una cuestión de habilidad literaria. En el fondo de su fábula se agita un exaltado sentimiento de libertad, un desesperado anhelo de justicia. Panait Istrati, como Barbusse lo proclama, es ante todo un revolucionario.

Por eso sus libros tienen un auténtico acento de salud. Llevan el signo inconfundible de la fuerza de su creador, a quien antes que nada preocupa la verdad. En sus libros hay la menor dosis posible de literatura. Y esto no impide clasificarlos entre las más altas creaciones artísticas de su tiempo. Por el contrario, los coloca por encima de toda lo manufactura decadente que, con un débil esmalte de novedad, pretende pasar por arte nuevo.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira