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La novela y la vida. Parte 19 y 20 [Recorte de Prensa]

La novela y la vida

Sigfried y el profesor Canella

19

La Villa Canella era un asilo seguro para el amor conyugal. Durante doce años había guardado, inexpugnable, la esperanza y la fidelidad de Giulia Canella. Ahora celaba su felicidad dolorosa y romántica. Pero si a Giulia Canella le bastaba su destino de esposa, su marido tenía que reivindicar, además, su destino de profesor. Mientras la justicia rehusase reconocerlo como Giulio Canella, no podía regresar a sus funciones ni a sus clases; no podía siquiera sentirse legalmente esposo de la señora Canella. Los doce años de sustitución de Mario Bruneri, en el uso de su nombre, de su oficio y de su esposa, no habían trascurrido en vano. No habían sido suficientes para llegar a transformarlo definitivamente en Mario Bruneri; pero se interponían hoy entre él y su antigua personalidad alegando derechos formalmente irrecusables. Era sin duda, el profesor Giulio Canella; pero durante doce años había sido Mario Bruneri. Y esta segunda existencia, que había dejado grabadas sus huellas digitales en los archivos de la policía de Turín, no le permitía continuar su primera existencia sino en sus hábitos conyugales y domésticos. El drama de la señora Canella había entrado en su desenlace; el del profesor de humanidades, respetuoso de la ley y del orden, la opinion de los cuestores y de los psiquiatras, es mucho más que una opinión autorizada. El profesor Canella no se podía sentir él mismo , mientras que, legal y jurídicamente, siguiese siendo Mario Bruneri. El juicio del Estado, del público, de la sociedad, era el juicio de la historia. Históricamente, él no era el profesor Canella, en legítima posesión de su mujer, de su villa y de su biblioteca, exonerado solo de su cátedra; era el tipógrafo Mario Bruneri, en ilícito goce de todas estas cosas. Era un esposo adúltero, de imprescriptibles antecedentes penales, amante de una viuda que lo mantenía. Romántica, la señora Canella se contentaba con la verdad subjetiva de su amor clásico. ¿Qué podía importarle el juicio del mundo y de la ley? Tenía a su lado a su esposa, después de doce años de espera. Lo tenía, después de haberlo disputado a otra mujer, a la justicia, a sus pretores, médicos y alguaciles. El profesor Canella, en cambio, necesitaba absolutamente una verdad objetiva, acordaba con la ley, digna de sus colegas. La señora Canella podía vivir solo para su amor; el profesor Canella, no. Académico, ortodoxo en todas sus opiniones, creía que el amor no encuentra su orden y su expresión sino en el matrimonio. En su caso, existía el amor; pero, legalmente, faltaba el matrimonio. Toda su vida no debía trascurrir dentro de los muros de la villa Canella. Tanto como la vida de un hombre casado, era la vida de un profesor de segunda enseñanza. Su mujer lo había reconocido sin hesitación desde el primer momento; pero sus colegas, cortados por la opinión de la justicia y del "Corriere
della Sera'', habían rehusado reconocerlo. Algunos privadamente, habían reanudado su amistad con él; todos, públicamente, estaban obligados a ignorarlo, mientras pesase sobre él la extraña interdicción que le habían ocasionado sus impresiones digitales, registradas en Turín como las de Mario Bruneri.

20

La señora Canella se estimó generosamente recompensada por sus penas, al dar a luz una niña. ¿Cuál será el nombre de esta niña? —se preguntaba la murmuración, solícitamente informada de este suceso, en todas las esquinas— ¿Bruneri o Canella?. Desde su lecho, la señora Canella adivinó esta curiosidad callejera y decidió darle respuesta por la prensa. Era necesario que Italia entera, que conocía su drama, conociese ahora su ventura. Tenía razones únicas para dirigirse a su pueblo, como una reina, anunciándoles su maternidad.

Lo hizo en esta carta, que l aprensa calificó de vibrante:

"Proclamo con el más grande orgullo, aunque sea dueña de mí misma y no tenga la obligación de dar satisfacción de mis actos a nadie, que he ofrecido hoy a mi segunda Patria adorada una nueva hija, una hija del dolor, una hija del martirio, una hija de una madre probada en las formas más crueles por una serie de desventuras, soportadas siempre con cristiana resignación, de una madre, que durante 12 años vivió y se mantuvo fiel al esposo lejano, con la esperanza de que el padre de sus hijos volvería en el corazón, conservándose pura, hasta con el pensamiento, para el esposo que Dios le había dado y que regresó a sus brazos perfectamente, integralmente suyo, digan lo que digan todos aquellos que en buena o mala fe se lo disputan, ciegos por sus teorías que se desvanecen como la niebla al sol ante una, no diré convicción absoluta sino absoluta certeza".

"Estoy segura, en mi perfecta integridad moral y física, de que mi criatura es hija del héroe de Monastir, de mi Giulio, que ha sacrificado a la más grande Italia, su posición y su salud y que Dios me ha restituido pobre, con la traza de largos sufrimientos. Es hija de Giulio Canella, a quien los hombres quieren arrancarme no sé por qué razón, pero que yo sostendré con la ayuda de Dios, del Dios de los justos y de los buenos, hasta la última gota de mi sangre".

"Vendrá un día en el cual aquellos que hoy me estorban y contrastan serán deslumbrados por la luz de la verdad, esa verdad que no puede dejar de venir. Entonces yo preguntaré a las almas equilibradas, a los que serenamente razonan, quiénes fueron los sugestionados; si yo con mis leales sostenedores o los (...)

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

La novela y la vida. Parte 14, 15 y 16 [Recorte de Prensa]

La novela y la vida

Sigfried y el profesor Canella

14

La señora Canella vivía tan segura de que un día leería en un periódico la noticia de que su marido regresaba de un aventuroso viaje a América o Australia o de que, sin anuncio ninguno, entraría de pronto Canella en su estancia y la abrazaría, silencioso y tierno, que no se asombró demasiado la tarde en que encontró su retrato en la página 11 de "La Doménica del Corriere". Lo reconoció a primera vista, a pesar de que en este retrato el profesor Canella carecía casi de ese aire de dignidad magistral, de optimismo docente, que tenía en sus retratos veroneses. Y cuando leyó, en algunas líneas de breviario, que era el retrato de un amnésico, asilado en el Manicomio de Colegno, y que el director, satisfecho del tratamiento empleado, esperaba que esta publicación le descubriera su familia y sus antecedentes, tampoco se emocionó con exceso. Tuvo, más bien, la impresión de que era así aproximadamente como ella se había imaginado alguna vez recuperar a su esposo. Este había perdido la memoria; pero no la razón. Y esta pérdida, sin más importancia que la de la llave de la villa, había sobrevenido quizá para que ella, en vez de aguardar pasivamente el retorno del esposo, partiese loca de amor a su reconquista.

El director del Manicomio de Colegno la recibió con simpatía y curiosidad. No tenía, en apariencia, esa mirada de desconfianza y espionaje ni ese lenguaje de "tests" de los psiquiatras. No se sorprendió siquiera de que el anuncio de "La Domenica del Corriere" lo pusiese delante de la esposa de un profesor. Había sospechado siempre que el anónimo enfermo no era una persona totalmente vulgar y oscura. Mostró a la señora Canella, después de decírselo, la fotografía original; la impresión podía haber alterado algunos rasgos fisonómicos, quizá hasta causar un error. La señora Canella tomó en sus manos la fotografía como si tomase ya una parte de su esposo mismo. Canella, sin cuello, con una camisa de alienado, no estaba del todo decente en este retrato entre policial y terapéutico. Pero su mirada era serena e inocente como la de un niño. La fotografía de este hombre sin cuello se parecía extrañamente a las fotografías de los niños desnudos, de las que el candor excluye toda posible indecencia. Era tan visible la felicidad de la señora Canella, que el director se abstuvo de preguntarle si se confirmaba en el reconocimiento. Sentía ya prisa por producir el encuentro de los dos esposos. El director estaba seguro de que la amnesia del marido iba a desvanecerse con la prontitud con que se deshace un bloque de hielo bajo un sol ardiente. El sol del Brasil brillaba en los ojos de la señora Canella, como en los mediodías de Sao PauIo.

15

La villa Canella, en Verona, albergaba al día siguiente a dos esposos felices. Canella había reconocido primero a su esposa, más tarde su villa, y finalmente, en la biblioteca, su edición florentina de Petrarca. De reconocimiento en reconocimiento, sus primeras doce horas en la villa Canella habían bastado para restituirlo plenamente a su personalidad de doce años antes. La señora Canella para evitarle una transición demasiado brusca, no había advertido su regreso sino a dos parientes íntimos, que a su vez no había vacilado en reconocerle. En la adopción de la personalidad y la esposa, de Mario Bruneri, Canella había avanzado con la lentitud del que sube una cuesta cuya gradiente y cuya altura no le son familiares; en su restitución a su personalidad y a su esposa propias, avanzaba, en cambio con la velocidad del que desciende de una montaña por cuyos declives ha resbalado una parte de su vida. El abrazo de la esposa pazza di amore, borraba de la memoria restaurada de Canella las huellas de todos los abrazos que en doce años habían tratado inútilmente de alejarlo de su verdadero destino.

16

Pero en Turín había ahora otra esposa que esperaba: la señora Bruneri. Su espera no tenía la poesía ni la pasión de la espera de la señora Canella, quizá por no ser legítima ni romántica, acaso porque Turín no posee la tradición sentimental de Verona. Era la espera de que hace una antesala demasiado larga. La señora Bruneri había visto como la señora Canella la fotografía de su marido en "La Domenica del Corriere"; pero menos pronta y apta para el viaje se había contentando con escribir al director del Manicomio de Colegno, afirmándole que el enfermo desconocido era su esposo, el tipógrafo Mario Bruneri, y adjuntándole un pequeño retrato de este.

Sabiendo a su esposo en desgracia, sin memoria otra vez, no podía mantener un juicio muy severo sobre su infidelidad y su fuga. Se sentía impulsada, mas bien, a la preparación sentimental de la indulgencia y el perdón. Y recordaba, remendando presurosa y diestra la ropa blanca del ausente, —la noticia de la "Domenica del Corriere" decía que había sido recogido desnudo de un camino— los días felices de su matrimonio

La señora Bruneri ignoraba que estos días felices habían retornado para dos esposos de Verona. La ropa blanca estaba ya lista, cuando una carta de Colegno vino a comunicárselo. El director del Manicomio le escribía que el enfermo, curado ya de su amnesia, era el profesor Giulio Canella de Verona, y que había dejado ya el establecimiento dirigiéndose a Verona con su esposa. Pero que siendo extraordinario, absoluto, el parecido del profesor Canella con la persona del retrato, el tipógrafo Mario Bruneri, le rogaba trasladarse a Colegno para esclarecer el misterio.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

La novela y la vida. Parte 12 y 13 [Recorte de Prensa]

La novela y la vida

Sigfried y el profesor Canella

12

¿Qué distancia había recorrido Milán desde los días de Stendhal? El ex-profesor Canella se abandonaba a esta preocupación, en los instantes en que el Castillo Sforza o la Cena de Leonardo da Vinci o la Iglesia de San Lorenzo lo sustraían a una preocupación personal aflictiva. Su entrada a Milán no había tenido ninguna semejanza con la de Stendhal, Goethe o Herr Karl Baedecker. Canella llegaba a Milán casi fugitivo. Huía de Turín, después de haber perdido su trabajo y su reputación. En verdad, había perdido el trabajo y la reputación de Mario Bruneri. Pero, inconsciente aún de su evasión, Canella lo ignoraba. A mitad del camino de Verona, y de sí mismo, ignoraba su trayectoria. Se evadía no de Turín y de la señora Bruneri, celosa, ofendida, desagradable, sino del destino de Mario Bruneri, pero sin tener consciencia aún de la dirección y del alcance de esta fuga. En su evasión, le había sido indispensable comprometer el buen nombre del tipógrafo 'Mario Bruneri, irreparablemente manchado ahora por un juicio de estafa, inscrito en los registros de la policía turinesa, fichado con antecedentes penales de los que no podría ya redimirse. Pero, inconsciente de que la reputación y Ia honestidad que había sacrificado no eran las suyas, el ex-profesor Canella no se compadecía de Mario Bruneri, sino de sí mismo que seguía llevando este nombre. ¿Qué distancia había recorrido Milán desde los días de Stendhal? Ni siquiera esta interrogación al parecer desinteresada era extraña a su íntimo drama, a su propia aventura. La preocupación de la distancia que podía haber recorrido Milán desde los días de Stendhal era, subconscientemente, la preocupación de la distancia que podía haber recorrido él mismo desde los días de Verona. La palabra Stendhal sustituía a la palabra Verona, recuerdo que no podía aún reaparecer abiertamente en el espíritu de Canella.

Sentado delante de un helado de café, en una terraza, reconstituía con elementos de la biografía de Milán su autobiografía. "ll Corriere della Sera'' traía en su última edición, como en el tiempo que pugnaba por regresar a su consciencia, un artículo de Luigi Einaudi. ¿Quién era Luigi Einaudi? En Turín, este nombre no le había recordado nada. Ahora, en Milán, regresaba a su memoria no sabía de dónde, extrañamente asociado al de Ludovico Sforza, al de Stendhal, al del alcalde Carrara, como el de un antiguo conocido. Era, simplemente, el nombre de un economista liberal, senador del Reino, que seguía escribiendo sobre finanzas, cambio, producción, aduanas, como varios años antes. ¿Cuántos años antes? Canella se sentía incapaz de precisarlo. Solo le era posible pensar que entre los antiguos artículos de Luigi Einaudi y el que leía hoy en la terraza de un bar, sorbiendo un helado, estaban sin duda la guerra, la Constitución del Carnaro, las elecciones de 1919, la ocupación de las fábricas, "Il Popolo, d,Italia", los "fasci di combatimento" y la marcha a Roma. Estaba todavía algo más. Sí; algo que no era solamente la conversión de Papini. Algo que tocaba seguramente más de cerca a su destino individual. Algo que le pareció estar buscando a tientas, con las manos, cuando sacó de su cartera dos liras sucias, ásperas, para pagar su consumo. En la cartera, con las últimas liras, algunos papeles de Mario Bruneri, le recordaron violenta, dolorosamente, la Questura de Turín, la oficina dactiloscópica, el arresto, el proceso, la absolución por falta de pruebas, su condición de tipógrafo sin trabajo vigilado por la policía. Y, en marcha otra vez, sintió que estos papeles estaban demás en su cartera, en su bolsillo, en su vida y que eran la única prueba de un pasado deshonroso. ¿Porqué no liberarse de ellos, como se había liberado de Turín, de su mujer, la señora Bruneri, y de su amante la rubia Julieta? Milán podía, quizá, cambiar su destino. Julieta. se lo había dicho alguna vez antes de que rompieran. (No era turinesa; estaba en Turín porque la había llevado allí un agente viajero; el Parque del Valentino no ejercía sobre ella ninguna atracción sentimental; apetecía, sin saberlo exactamente, una ciudad industrial; con muchos más Bancos, almacenes, cafés, tranvías y turistas). Y se llamaba, seriamente, Julieta. ¿ Porqué se llamaba Julieta? Canella se hacía también por primera vez esta interrogación, sin poder responderse. El recuerdo de Julieta, aunque mezclado a los sucesos que lo habían llevado a la Questura, para dejar ahí sus huellas digitales, no le pesaba. Era. a pesar de sus complicaciones judiciales, un recuerdo ligero, tierno, matinal. Le pensaban, en cambio, los papeles. Empezaron a posarle tanto, que se detuvo agobiado. Había llegado a un canal pintado en un cuadro de Pettoruti. Un resorte falló de repente en su consciencia, roto por la tensión de este peso excesivo. Y no quedó ya en él nada que resistiera al deseo repentino, desesperado, de arrojar estos papeles en las aguas grises, sólidas, calladas.

13

Ahora, libre de este lastre, el ritmo de la evasión se aceleraba. Un policía se había acercado a Canella con pasos lentos, pesados, de plomo; pero seguros, terribles, implacables. ¿Qué podía querer de él? Ante todo, sus papeles. Desde que los había dejado caer en el canal, habían trascurrido algunas horas. Canella no había cesado de marchar. Estaba en un suburbio. Y había adquirido en este tiempo un aire evidente, visible a él mismo, de fugitivo. Su voluntad de evasión se hizo más desesperada ante este policía que se acercaba. Y había echado entonces a correr furiosamente, como solo loco podía correr. Canella se evadía de la razón, en esta carrera patética.

Cuando después de haber corrido rabiosamente hasta el agotamiento, rodó exhausto, Milán estaba distante. Pero la desatada fuerza de evasión continuaba operando en su espíritu. Canella sintió; con lucidez terrible, una sola cosa. que llegaba al final de su fuga: la evasión de la vida.

La policía, lo encontró, una hora después, herido ensangrentado. Con una gastada navaja de afeitar, había tratado de degollarse, cuando ya todas sus fuerzas lo habían abandonado. Más tarde, en el hospital, lo interrogaron en vano. No recordaba nada. No sabía nada. Había perdido, de nuevo, la memoria. Pero, en verdad, había alcanzado la meta hacia la cual todos sus impulsos tendían. Su evasión había concluido. Del hospital pasó al manicomio, sin nombre, sin papeles, sin antecedentes, sin recuerdos o era ya Mario Bruneri. Todos sus deseos centrífugos habían cesado. Como en Panait Istrati, la tentativa de suicidio no había sido sino un extremo, desesperado esfuerzo de continuación y renacimiento.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de César Moro,3/1928

París, marzo de 1928
Querido Mariátegui
Le agradecería publicara juntos y por orden de fecha los tres poemas que le envío.
Espero tener mejor suerte esta vez que las anteriores. Amauta nos interesa doblemente en Europa; hasta ahora he estado un poco desconectado de Amauta, cuestión de la distancia.
Vi que Marinetti se metió por sorpresa en el último número, ¡hay tanto más de nuestro lado!
Espero que nos comuniquemos.
Le saluda afectuosamente,
César Moro
P.S. Cuide s.v.p. las fechas y la exactitud en la reproducción de los poemas. Gracias.
Vale.

Moro, César

El balance de Suprarrealismo. A propósito del último manifiesto de André Bretón [Recorte de prensa]

El balance de Suprarrealismo. A propósito del último manifiesto de André Bretón

Ninguno de los movimientos literarios y artísticos de vanguardia de Europa occidental ha tenido, contra lo que baratas apariencias pueden sugerir la significación ni el contenido histórico del suprarrealismo. Los otros movimientos se han limitado a la afirmación de algunos postulados estéticos, a la experimentación de algunos principios artísticos.

El “futurismo” italiano ha sido, sin duda, una excepción de la regla Marinetti y sus secuaces pretendían representar no solo artística sino también política, sentimentalmente, una nueva Italia. Pero el “futurismo'’ que, considerado a distancia, nos hace sonreír por este lado de su megalomanía histrionesca quizás más que por ningún otro, ha entrado hace ya algún tiempo en el orden y la academia; el “fascismo” lo ha digerido sin esfuerzo, lo que no acredita el poder digestivo del régimen de las camisas negras sino la inocuidad fundamental de los futuristas. El futurismo ha tenido también, en cierta medida, la virtud de la persistencia. Pero, bajo este aspecto, el suyo ha sido un caso de longevidad, no de continuación ni desarrollo. En cada reaparición, se reconocía al viejo futurismo de anteguerra. La peluca, el maquillaje, los trucos, no impedían notar la voz cascada, los gestos mecanizados. Marinetti, en la imposibilidad de obtener una presencia continua, dialéctica. del futurismo, en la literatura y la historia italianas, lo salvaba del olvido, mediante ruidosas “rentrées”. El futurismo, en fin, estaba viciado originalmente por ese gusto de lo espectacular, ese abuso de lo histriónico, -tan italianos, ciertamente, y esta sería tal vez la excusa que una crítica honesta le podría conceder- que lo condenaban a una vida de proscenio, a un rol hechizo y ficticio de declamación. El hecho de que no se pueda hablar del futurismo sin emplear una terminología teatral, confirma este rasgo dominante de su carácter.

El “suprarrealismo” tiene otro género de duración. Es, verdaderamente, un movimiento, una experiencia. No está hoy ya en el punto en que lo dejaron, hace dos años, por ejemplo, los que lo observaron hasta entonces con la esperanza de que se desvaneciera o se pacificara. Ignora totalmente al suprarrealismo quien se imagina conocerlo y entenderlo por una fórmula o una definición de una de sus etapas. Hasta en su surgimiento, el suprarrealismo se distingue de las otras tendencias o programas artísticos y literarios. No ha nacido armado y perfecto de la cabeza de sus inventores. Ha tenido un proceso. Dadá es el nombre de su infancia. Si se sigue atentamente su desarrollo, se le puede descubrir una crisis de pubertad. Al llegar a su edad adulta, ha sentido su responsabilidad política, sus deberes civiles, y se ha inscrito en un partido, se ha afiliado a una doctrina.

Y, en este plano, se ha comportado de modo muy distinto que el futurismo. En vez de lanzar un programa de política suprarrealista, acepta y suscribe el programa de la revolución concreta, presente: el programa marxista de la revolución proletaria. Reconoce validez en el terreno social, político, económico, únicamente, al movimiento marxista. No se le ocurre someter a la política a las reglas y gustos del arte. Del mismo modo que en los dominios de la física, no tiene nada que oponer a los datos de la ciencia, en los dominios de la política y la economía juzga pueril y absurdo intentar una especulación original, basada en los datos del arte. Los suprarrealistas no ejercen su derecho al disparate, al subjetivismo absoluto, sino en el arte: en todo lo demás, se comportan cuerdamente y esta es otra de las cosas que los diferencian de las precedentes escandalistas variedades revolucionarias o románticas de la historia de la literatura.

Pero nada rehúsan tanto los suprarrealistas como confinarse voluntariamente en la pura especulación artística. Autonomía del arte, sí; pero, no clausura del arte. Nada les es más extraño que la fórmula del arte por el arte. El artista que, en un momento dado, no cumple el deber de arrojar al Sena a un “flic” de M. Tardieu o de interrumpir con una interjección un discurso de Briand, es un pobre diablo. El suprarrealismo le niega el derecho de ampararse en la estética para no sentir lo repugnante, lo odioso del oficio de Mr. Chiappe o de los anestesiantes orales del pacifismo de los Estados Unidos de Europa. Algunas disidencias, algunas defecciones han tenido, precisamente, su origen en esta concepción de la unidad del hombre y el artista. Constatando el alejamiento de Robert Desnos, que diera en un tiempo contribución cuantiosa a los cuadernos de “La Revolution Surrealiste”, André Breton dice que “él creyó poder entregarse impunemente a una de las actividades más peligrosas que existan, la actividad periodística, y descuidar en función de ella de responder a un pequeño número de intimaciones brutales frente a las cuales se ha hallado el suprarrealismo avanzando en su camino: marxismo o antimarxismo, por ejemplo”.

A los que en esta América tropical se imaginan el suprarrealismo como un libertinaje, les costará mucho trabajo, les será quizás imposible admitir esta afirmación: que es una difícil, penosa disciplina. Puedo atemperarla, moderarla, sustituyéndola por una definición escrupulosa: que es la difícil, penosa búsqueda de una disciplina. Pero insisto, absolutamente, en la calidad rara -inasequible y vedada al snobismo, a la simulación,- de la experiencia y del trabajo de los suprarrealistas.

“La Revolution Surrealiste” ha llegado a su número XII y a su año quinto. Abre el No. XII un balance de una parte de sus operaciones de André Breton que el autor titula: “Segundo Manifiesto del Suprarrealismo”. Prometo a los lectores de VARIEDADES un comentario de este manifiesto y de una “Introducción a 1930”, publicada en el mismo número por Louis Aragon. Antes he querido fijar, en algunos acápites, el alcance y el valor del suprarrealismo, movimiento que he seguido con una atención que se ha reflejado más de una vez, y no solo episódicamente, en mis artículos de VARIEDADES. Esta atención, nutrida de simpatía y esperanza, garantiza la lealtad de lo que escribiré polemizando con los textos e intenciones suprarrealistas. A propósito del No. XII, agregaré que su texto y su tono confirman el carácter de la experiencia suprarrealista y de la revista que la exhibe y traduce. Un número de “La Revolution Surrealiste” representa casi siempre un examen de consciencia, una interrogación nueva, una tentativa arriesgada. Cada número acusa un nuevo reagrupamiento de fuerzas. La misma dirección de la revista, en su sentido funcional o personal, ha variado algunas veces, hasta que la ha asumido, imprimiéndole continuidad; André Breton. Una revista de esta índole no podía tener una regularidad periódica, exacta, en su publicación. Todas sus expresiones deben ser fieles a la línea atormentada, peligrosa, desafiante de sus investigaciones y sus experimentos.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Un libro de Emile Vandervelde [Recorte de prensa]

Un libro de Emile Vandervelde

El sumo líder de la social-democracia belga Emile Vandervelde, en su reciente libro "Le marxisme a-t-il fait faillite" que reúne varios estu­dios, algo dispares, sobre teoría y po­lítica socialistas, examina principal­mente la tesis expuesta por Henri de Man en su notorio volumen (que en su edición alemana tiene el título me­surado de "Zur Psychologie des Sozialismus" y en su menos notoria conferencia a los estudiantes socialis­tas de París.

Vandervelde, que como ya lo he re­cordado, participó temprano en el re­visionismo, comienza por rememorar, no sin cierta intención irónica, la an­tigüedad de la tendencia a fáciles y apresuradas sentencias a muerte del socialismo. Cita la frase del académi­co Reybaud, después de las jornadas de junio de 1848: “El Socialismo ha muerto; hablar de él, es pronunciar su oración fúnebre”. Mezcla, a renglón seguido, con evidente fin confusionis­ta, las críticas de Menger y Andler con las de Sorel. Opone, en cierta for­ma, la tentativa revisionista también, de Nicholson, que prudentemente se contenta con anunciar el renovamiento del marxismo, a la tentativa de Henri de Man, que proclama su li­quidación, Pero, después de un capí­tulo en que deja a salvo su propio revisionismo, se declara en desacuer­do con ciertos jóvenes e impresiona­bles lectores que han creído ver en la obra de Henri de Man la revelación de una doctrina nueva. La reacción del autor de “Más allá del Marxismo”, en general, le parece excesiva.

Si se tiene en cuenta que la propa­ganda del libro de Henri de Man ha explotado el juicio de Vandervelde so­bre esta obra, considerada por él co­mo la más importante que se ha pu­blicado después de la guerra sobre el socialismo, sus reservas y sus críti­cas cobran una oportunidad y un va­lor singulares. Vandervelde, en el cur­so de su carrera política, ha abandonado reiteradamente la línea marxista. En su época de teorizante, su posición fue la de un revisionista; y en sus tiempos de parlamentario y ministro lo ha sido mucho más. Todos los argumentos del revisionismo viejo y nuevo le son familiares. En caso de que de Man hubiera encontrado, efectivamente, los principios de un nuevo socialismo no marxista o post-marxista, Vandervelde, por mil razones especulativas, prácticas y sentimentales, no habría dejado de regocijarse. Pero de Man no ha descubierto nada, ya que no se puede tomar como un descubrimiento los resultados de un ingenioso, y a veces feliz, empleo de la psicología actual en la indagación de algunos resortes psíquicos de la acción obrera. Y Vandervelde, advertido y cauteloso, debe tomar tiempo sus preocupaciones, contra cualquier súper-estimación exorbitante de la tesis de su compatriota. Reconoce así, de modo categórico, que no hay “nada absolutamente de esencial en el libro de de Man que no se encuentre ya, al menos en germen, en Andler, en Merger, en Jaurés y aun en ese buen viejo Benoit MalIon”. Y esto equivale a desautorizar, a desvanecer completamente, por parte de quien más importancia ha atribuido al libro de Henri de Man, la hipótesis de su novedad u originalidad.

Mas Vandervelde contribuye con varios otros argumentos a la refutación de Henri de Man. El esquema del estado afectivo de la clase obrera industrial que Henri de Man ofrece, y que lo conduce a un olvido radical del fondo económico de su movimiento, no prueba absolutamente, con sus solos elementos psicológicos, lo que el revisionista belga se imagina probar. “Yo puedo admitir— escribe Vandervelde a este respecto— que el instinto de clase es anterior a la consciencia de clase, que no es indispensable que los trabajadores hayan dilucidado el problema de la plusvalía para luchar contra la explotación y la dominación de que son víctimas, que no es únicamente el “instinto adquisitivo” lo que determina sus voliciones sociales; pe­ro en definitiva, después de haber dado con él un rodeo psicológico, interesante del resto, regresamos a lo que, desde el punto de vista socialista, es verdaderamente esencial en
el Marxismo: es decir la primacía de lo económico, la importancia primordial del progreso de la técnica, el desarrollo autónomo de las fuerzas productivas, en el sentido de una concentración que tiende a eliminar o a subordinar las pequeñas empresas, a acrecentar el proletariado, a transformar la concurrencia en monopolio y a crear finalmente una contradicción ostensible entre el carácter social de
la producción y el carácter privado de la apropiación capitalista.” La afirmación de Henri de Man de que “en último análisis, la inferioridad social de las clases laboriosas no reposa en una injusticia política, ni en un prejuicio económico, sino en un estado psíquico”, es para Vandervelde una “enormidad”. De Man ha superpuesto la psicología a la economía, en un trabajo realizado sin objetividad científica, sin rigor especulativo, con el propósito extra y anti-científico de escamotear la economía. Y Vandervelde no tiene más remedio que negar que "su interpretación psicológica del movimiento obrero cambie algo que sea esencial en lo que hay de realmente sólido en las concepciones económicas y sociales del Marxismo".

Paralelamente al libro de Henri de Man, Vandervelde examina la “Theorie du Materialisme historique" de Bukharin. Y su conclusión comparativa es la siguiente: "Si hubiese que caracterizar con una palabra —excesiva por lo demás— las dos obras que acaban de ser analizadas, talvez se podría decir que Bukharin descarna al marxismo so pretexto de depurarlo , en tanto que de Man lo desosa, le quita su osamenta económica, so capa de idealizarlo." De esta comparación Bukharin sale, sin duda, mucho mejor parado que de Man, aun­ que todas las simpatías de Vandervelde sean para este último. Sobre todo si se considera que la “Theorie du
Materialisme historique” es un manual popular, un libro de divulgación, en el que por fuerza el marxismo debía quedar reducido a un esquema elemental. El marxismo descarnado, esquelético de Bukharin, se manten­dría siempre en pie, llenando el ofi­cio didáctico de un catecismo, como esas osamentas de museo que dan una idea de las dimensiones, la estructura y la fisiología de la especie que representan, mientras el marxis­mo desolado de Henri de Man, inca­paz de sostenerse un segundo, está condenado a corromperse y disgregar­se, sin dejar un vestigio duradero.

Henri de Man resulta, pues, descalificado por el reformismo, por boca de quien entre sus corifeos se sentía, ciertamente, más propenso a tratarlo con simpatía. Y esto es perfectamente lógico, no solo porque una buena parte de “Más allá del Marxismo” constituye una crítica disolvente de las contradicciones y del sistema reformista, sino porque la base económica y clasista del marxismo no es menos indispensable, prácticamente, a los reformistas que a los revolucionarios. Si el socialismo, reniega, como pretende de Man, su carácter y su función clasistas, para atenerse a las revelaciones inesperadas de los intelectuales y moralistas, dispuestos a prohijarlo o renovarlo, ¿de qué resortes dispondrían los reformistas para encuadrar en sus marcos a la clase obrera, para movilizar en las batallas del sufragio a un imponente electorado de clase y para ocupar, a título distinto de los varios partidos burgueses, una fuerte posición parlamentaria? La social democracia no puede suscribir absolutamente las conclusiones del revisionista belga, sin renunciar a su propio cimiento. Aceptar, en teoría, la caducidad del materialismo económico, sería el mejor modo de servir toda suerte de maniobras fascistas y reaccionarias. Vandervelde, interesado como el que más en apuntalar la democracia, es todo lo cauto que hace falta para comprenderlo.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

"La ciencia de la revolución" por Max Eastman [Recorte de prensa]

"La ciencia de la revolución" por Max Eastman

“La Ciencia de la Revolución” de Max Eastman -uno de los libros de resonancia de la literatura política última- se contrae casi a la aserción de que Marx, en su pensamiento, no consiguió nunca emanciparse de Hegel. Si este hegelianismo incurable hubiese persistido solo en Marx y Engels, preocuparía sin duda muy poco al autor de “La Ciencia de la Revolución”. Pero como lo encuentra subsistente en la teorización marxista de sus continuadores y, sobre todo, dogmáticamente profesado por los ideólogos de la Revolución Rusa, Max Eastman considera urgente y esencial denunciarlo y combatirlo. Hay que entender sus reparos a Marx como reparos al marxismo.

Pero lo que “La Ciencia de la Revolución” demuestra, más bien que la imposibilidad de Marx de emanciparse de Hegel, es la incapacidad de Max Eastman para emanciparse de William James. Eastman se muestra particularmente fiel a William James en su antihegelianismo. William James, después de reconocer a Hegel como uno de los pocos pensadores que propongan una solución de conjunto de los problemas dialécticos, se apresura a agregar: “escribía de una manera tan abominable que no lo he comprendido jamás”. (“Introducción a la Filosofía”) Max Eastman no se ha esforzado más por comprender a Hegel. En su ofensiva contra el método dialéctico, actúan todas sus resistencias de norte americano -proclive a un practicismo flexible e individualista, permeado de ideas pragmatistas- contra el panlogismo germano, contra el sistema de una concepción unitaria y dialéctica. En apariencia, el "americanismo” de la tesis de Max Eastman está en su creencia de que la revolución no necesita una filosofía sino solamente una ciencia, muy técnica; pero, en el fondo, está verdaderamente, en su tendencia muy anglo-sajona a rechazar en el nombre del puro “buen sentido” toda difícil construcción ideológica chocante a una educación pragmatista.

Max Eastman, al reprochar a Marx el no haberse liberado de Hegel, le reprocha en general el no haberse liberado de toda metafísica, de toda filosofía. No cae en cuenta de que si Marx se hubiera propuesto y realizado únicamente, con la prolijidad de un técnico alemán, el esclarecimiento científico de los problemas de la revolución tales como se presentaban empíricamente en su tiempo, no habría alcanzado sus más eficaces y valiosas conclusiones científicas, ni habría mucho menos elevado al socialismo al grado de disciplina ideológica y de organización práctica que lo han convertido en la fuerza constructora de un nuevo orden social, Marx pudo ser un técnico de la revolución, lo mismo que Lenin, precisamente porque no se detuvo en la elaboración de unas cuantas recetas de efecto estrictamente verificable. Si hubiese rehusado o temido confrontar las dificultades de la creación de un “sistema” para no disgustar más tarde al pluralismo irreductible de Max Eastman, su obra teórica, no superaría en trascendencia histórica a la de Proudhom o Kropotkin.

No advierte tampoco Max Eastman que, sin la teoría del materialismo histórico, el socialismo no habría abandonado el punto muerto del materialismo filosófico y, en el envejecimiento inevitable de este por su incomprensión de la necesidad de fijar las leyes de la evolución y el movimiento, se habría contagiado más fácilmente en todo linaje de “idealismos” reaccionarios. Para Max Eastman el hegelianismo es un demonio que hay que hacer salir del cuerpo del marxismo exorcizándolo en nombre de la ciencia. ¿En qué razones se apoya su tesis para afirmar que en la obra de Marx alienta, hasta el fin, el hegelianismo más metafísico y tudesco? Es verdad, Max Eastman no tiene más pruebas de esta convicción, que las que tenía antiguamente un creyente de la presencia del demonio en el cuerpo del individuo que debía ser exorcizado. He aquí su diagnosis del caso Marx: “Al declarar alegremente que no hay tal Idea, que no hay Empíreo alguno que arda en el centro del universo, que la realidad última es, no el espíritu, sino la materia, puso de lado toda emoción sentimental y, en una disposición que parecía ser completamente realista, se puso a escribir la ciencia de la revolución del proletariado. Pero, a pesar de esta profunda transformación emocional por él experimentada, sus escritos siguen teniendo un carácter metafísico y esencialmente animista. Marx no había examinado este mundo material, del mismo modo que un artesano examina sus materiales, a fin de ver la manera de sacar el mejor partido de ellos. Marx examinó el mundo material del mismo modo que un sacerdote examina el mundo ideal, con la esperanza de encontrar en él sus propias aspiraciones creadoras y, en caso contrario, para ver de qué modo podría trasplantarlas en él. Bajo su forma intelectual, el marxismo no representaba el pasaje del socialismo utópico al socialismo científico; no representaba la sustitución del evangelio nada práctico de un mundo mejor por un plan práctico, apoyado en un estudio de la sociedad actual e indicando los medios de reemplazarlo por una sociedad mejor. El marxismo constituía el pasaje del socialismo utópico a una religión socialista, un esquema destinado a convencer al creyente de que el universo mismo engendra automáticamente una sociedad mejor y que él, el creyente, no tiene más que seguir el movimiento general de este universo”. No le bastan a Max Eastman, como garantía del sentido totalmente nuevo y revolucionario que tiene en Marx el empleo de la dialéctica, las proposiciones que él mismo copia en ‘'La Ciencia de la Revolución” de la “Tesis sobre Feuerbach”. No recuerda, en ningún momento, esta terminante afirmación de Marx: “El método dialéctico, no solamente difiere en cuanto al fondo del método de Hegel, sino que le es, aún más, del todo contrario. Para Hegel el proceso del pensamiento, que él transforma, bajo el nombre de idea, en un sujeto independiente, es el demiurgo (creador) de la realidad, no siendo esta última sino su manifestación exterior. Para mí, al contrario, la idea no es otra cosa que el mundo material traducido y transformado por el cerebro humano”. Sin duda, Max Eastman pretenderá que su crítica no concierne a la exposición teórica del materialismo histórico, sino a un hegelianismo espiritual e intelectual -a cierta conformación mental del profesor de metafísica- de que a su juicio Marx no supo nunca desprenderse a pesar del materialismo histórico, y cuyos signos hay que buscar en el tono dominante de su especulación y de su prédica. Y aquí tocamos su error fundamental: su repudio de la filosofía misma, su mística convicción de que todo absolutamente todo, es reducible a ciencia, y de que la revolución socialista no necesita filósofos sino técnicos. Emmanuel Berl, se burla acerbamente de esta tendencia, aunque sin distinguirla, como es de rigor, de las expresiones auténticas del pensamiento revolucionario. “La agitación revolucionaria misma -escribe Berl- acaba por ser representada como una técnica especial que se podría enseñar en una Escuela Central. Estudio del marxismo superior, historia de las revoluciones, participación más o menos real en los diversos movimientos que pueden producirse en tal o cual punto, conclusiones obtenidas de estos ejemplos de los cuales hay que extraer una fórmula abstracta que se podrá aplicar automáticamente a todo lugar donde aparezca una posibilidad revolucionaria. Al lado del comisario del caucho el comisario de propaganda, ambos politécnicos”.

El cientificismo de Max Eastman no es tampoco rigurosamente original. En tiempos en que pontificaban aún los positivistas, Enrico Ferri dando al término “socialismo científico” una acepción estricta y literal, pensó también que era posible algo así como una ciencia de la revolución. Sorel se divirtió mucho, con este motivo, a expensas del sabio italiano, cuyos aportes a la especulación socialista no fueron nunca tomados en serio, de otro lado, por los jefes del socialismo alemán. Hoy los tiempos son menos que antes favorables para -no ya desde los puntos de vista de la escuela positivista, sino desde los del practicismo yanqui- renovar la tentativa. Max Eastman, además, no esboza ninguno de los principios de una ciencia de la Revolución. A este respecto, la intención de su libro, que coincide con el de Henri de Man en su carácter negativo, se queda en el título.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Poema, por Esteban Pavletich [Manuscrito]

Mecanografiado de un poema de Esteban Pavletich.

Poema

6am
en cada cama florece
una cabeza en ángulo

estas mañanas de hospital
salen todas de una carbonería

buenos días hermana

la hermana antonia
cuelga una mirada violeta
en mi escapulario de angustias

vibra el sismógrafo
de su proletarismo
la hermana antonia se adentra
en mi dolencia amarga

la entrada del médico obeso se acompaña
de los hurras sin voz de las heridas

y
en el arco desconexo del dolor de cada uno
pendula el signo torvo
de la opresión burguesa

eeeeeuph
desde el trampolín de un hipo
pirutea la muerte

en una encrucijada de sombras
mimada de sulfatos
se despereza una tisis

hospital
cubo abierto a la cal de los huesos
no roídos en el ritmo singular
de la fábrica

en el torso gigante
largas cruces
hacen un saludo fascista
a la noche triunfante

Esteban Pavletich
Habana

Pavletich, Esteban

Carta a Julio J. Casal, 10/10/1929

Lima, 10 de octubre de 1929
Sr. D. Julio J. Casal.
Montevideo
Estimado amigo y compañero:
Le debo hace algún tiempo esta carta. Una existencia atareadísima malogra mis mejores intenciones epistolares. Ud. me perdonará, habituado probablemente a contar sus mas devotos amigos entre sus malos corresponsales.
No he recibido los ejemplares que me anuncia de "Alfar". No me sorprende. En el corre, el celo y los excesos de la censura, me cuestan la perdida del 50% de mis correspondencia. Hágalo saber, se lo ruego a los colegas que se quejen de no haber tenido respuesta mía a una carta o un envío.
Le envío unos poemas de Xavier Abril y Nicanor A. de la Fuente, poetas jóvenes del grupo de "Amauta". Le enviaré, por el próximo corre, con un artículo mío, otras colaboraciones.
Mande su revista a José María Eguren, Colmena 462, Luis Alberto Sánchez, Pacae 960; Jorge Basadre,Colmena 235; Xavier Abril, Casilla 1206; "La Nueva Revista Peruana"; Mercurio Peruano; Nomi Mulstein, secretaría de Repertorio Hebreo, Casilla 1925; Aurelio Miro Quesada Sosa, Pileta de la Trinidad 764. Tal vez Sánchez, Basadre o Miroquesada Sosa puede enviarle el trabajo que Ud. desea sobre mis "7 ensayos". Se que Basadre tiene preparado uno.
Le he remitido "Amauta" y algunos libros, en paquete certificado. Diríjame sus noticias y la revista (reclamo los ejemplares prometidos de "Alfar" primera epoca) a: Guillermina M. de Cavero, Sagástegui 663 altos, Lima.
Muy cordialmente le estrecha la manos su devotísimo amigo y camarada.
José Carlos Mariátegui.
P.S. Envíenos algún poema para "Amauta"

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Julián Petrovick, 7/2/1930

Santiago, 7 de febrero de 1930
Querido José Carlos
Por Blanquita del Prado, a quién trato de atender en todo lo que me es posible, me enteré minuciosamente de todo los ocurrido a Ud. y demás compañeros. Con ese motivo escribí a la Argentina, Brasil y Centro América.
Sé de su última resolución y lo espero ansioso. Ud sabe que estoy alentado al más grande de servir a la revolución. Lo único que quiero es que nos entendamos todos, no unos a otros - es ingenuo - quiero decir que nos entendamos dentro de las prácticas más urgentes de la revolución.
Creo que este año nos reuniremos - corrija en lo que me toca a mí - muchos de los que luchamos por el ideal revolucionario.
Tengo gran esperanza en ese encuentro.
"El Mercurio" dio una nota sobre su posible arribo a esta.
En el próximo número de "Letras" se publicará su retrato en una glosa mía.
Si Ud. pudiera mandar algo para acompañarnos, sería magnífico. Hágalo pronto.
Lo que quiero es que aquí se sepa quién es Ud. y cual es su valor. Le digo todos estas cosas porque sé que para Luis Alberto Sánchez hacen grandes preparativos. Fíjese que a Guillén lo agasajaron y cuanta cosa. A propósito va un artículo para "Amauta".
Le ruego publicarlo.
Mientras tanto reciba abrazos de sus compañeros.
Julián Petrovick
Magda y Serafín llegan a esta tierra 5 o diez días máximo.
De "Letras" (renovada en estos días) le solicitan colaboraciones, lo mismo que a Eguren (hay un libro de Eguren para mí?) - Dígale también a abril que mande algo y a alguna otra gente.
Para "Atenea" puede enviar algo Ud.?

Petrovick, Julián

Profesión de fe, de César Miró [manuscrito]

Mecanografiado titulado "Profesión de fe" de César Alfredo miró Quesada con fecha 1930.

Transcripción:

Mas de una vez quise decir mi fervor por Mariátegui. Siempre estuvo presente en mi inquietud, en mi vida. Más de una vez quise decir mi verdad, mi entusiasmo, mi fe. Mi fe revolucio­naria, mi verdad y mi entusiasmo revolucionarios orientados en la línea afirmativa que él nos trazó. Me detuvo, sin embar­go, esta consciencia alcanzada por quienes hemos llegado a comprender, a sentir en raíz honda, la disciplina de la angus­tia, del dolor social, del hombre que ha descubierto, ante la vida, -la propia vida- su propia responsabilidad. Este ha sido el motivo, mas que de mi temporal aislamiento, de mi ausencia. No es posible hablar del hombre sin conocer al hombre. No se puede hablar de verdad y de fe, sin haber antes orientado esta verdad y esta fe. Es por esto que quiero hoy estar pre­sente en "Amauta" que es como estar presente en mi propia ca­sa. Por otra parte, mi ausencia, sólo está limitada por una prescindible circunstancia de orden geográfico. Dudaría, tal vez, en otros momentos, al hacer esta declaración. Pero he ha­blado ya de consciencia de mi propia responsabilidad. Además, a mi nivel revolucionario actual no pueden llegar ni la pro­paganda demagógica y mal intencionada de los rebeldes errónea­mente hurtados por la política a la Universidad, ni menos aun su desorientada y desorientadora palabra de caudillos precoces. Es por esto, repito, que no vacilo en declararme íntimamente unido a la causa de "Amauta" que es la causa del socialismo, la causa revolucionaria de José Carlos Mariátegui.
No es preciso señalar, en esta hora amarga, la pureza de una obra que logró alcanzar la más clara y elevada definición.
Allí está la obra misma para afirmarlo; la obra viva y presen­te, en continuo movimiento creador. No podía traducirse de otro modo la inquietud de quien supo dar también a su vida una dirección política ajustada a un método, sometida a una disci­plina, subordinada a una filiación y a una fe.

César Alfredo Miró Quesada.

Madrid 1930.

Miró, César (César Alfredo Miró Quesada)

En torno a la polémica del criollismo de Xavier Abril [Manuscrito]

Artículo mecanografiado titulado "En tono a la polémica del criollismo" firmado por Xavier Abril en 1929.

Transcripción:

RICARDO PALMA es el árbol genealógico de la zamba litera­tura peruana. En esa palma está comprendido el criollismo amancaes del champus limeño, tan agradable al paladar literario, iba a decir cerebral, de los propugnadores de la "jarana”. Si hay algo que se debe terminar con rigurosidad específicas, es el criollismo y decadencia moral de la colonia. El criollismo es la síntesis de la mediocridad y de las bajas pasiones. Debido a nuestro criollismo, existe en el Perú, una dolorosa or­ganización de la pereza en la apreciación de los valores mora­les. Debido a nuestro criollismo, tenemos que ningún "valor" de ese movimiento puede cruzar con aires universales, que es lo que exige en los pasaportes últimos el canal de Panamá, para el libre transito. Tenemos, por último, que no tenemos moral, que es de lo que se trata primero de indagar para la organización de un pueblo. Lo curioso, lo anecdótico, lo espectacular y colorista del criollismo, no tiene después de un riguro­so análisis sociológico, sicológico y étnico, más que los mismos valores que se encuentran en las tribus de Africa. Si es que con el criollismo se pretende entretener la gastada y decadente burguesía del Perú, es na­tural entonces, su fervorosa dedicación de hembra.

Aconsejar el criollismo - viejo o nuevo, que sería siempre la misma anécdota del caballo de paso espiritual - es querer la vu­elta, el retorno, a la incertidumbre nacional, que significa lo criollo dentro del concepto étnico. Ningún arte se puede conseguir ya sino es con la base del socialismo ecuménico. Lo otro - la investigación y el credo criollo, por sentimiento americano,- no obedece sino a una reacción puramente de origen fascista y literario.

1929

Xavier Abril

Abril de Vivero, Xavier

La literatura yugoslava de hoy de R. Kaltofen, c.1929

Artículo de R. Kaltofen titulado "La literatura yugoslava de hoy" de 1929.

Transcripción parcial:

Cuando al concluir la guerra mundial, el deseo de unión de los serbios obtuvo satisfacción en su mayor parte, fue ciertamente creada la forma externa de la unidad, pero pronto se puso de manifiesto cuán diferentes era los caminos tomados en el dominio cultural por cada uno de los hermanos. Los croatas, que con su naturaleza hermética permanecen fuertemente aferrados a sus rancias tradiciones, se habían apartado bajo el dominio de Austria de la vida de los serbios, hablándose sometidos a influencias tanto alemanas como italianas. Por su parte, los serbios, como consecuencia de su estado secular de vasallaje bajo el régimen turco, estaban influenciados en alto grado por este último. Esto explica el hecho de que, desde el principio, apareciesen inmediatamente dos centros, no solo políticos, sino también culturales: Zagreb y Belgrado. Y aún habrá de pasar mucho tiempo antes de que desaparezcan estos antagonismos, originados por un desarrollo enteramente diferente. Cierto que se va notando cada vez más la influencia de un centro solo: la formación del Estado yugoeslavo ha hecho retroceder las influencias italotudescas en beneficio de un carácter nacional.

En la literatura yugoeslava de hoy se pueden distinguir tres periodos: La más antigua literatura, que llega poco más o menos hasta 1900, fue romántica y se desenvolvió bajo la influencia alemana. A ella perteneció el conocido novelista croata zenoa. Luego, influencia francesas e italianas determinaron la difusión del esteticismo y el formalismo. La manera de D'Annunzio ha influido sobre Voinovic y Begovic. A partir de 1914 se manifiestan todas las tendencias europeas: expresionismo, dadaísmo, futurismo, súper-realismo. Los croatas se apoyan principalmente en los alemanes; los serbios en los franceses. Apenas hay escritores con ideas socialistas. En la prensa obrera de se encuentra comienzos de tal literatura, por ejemplo "Borba", Zagreb, etc.

[..]

Kaltofen, R.

Carta de Xavier Abril,8/10/1928

Lima, 8 de octubre de 1928
Mi querido José Carlos:
Le envío una nota sobre la novela de Jean Cassou, y un poema para Pulso. Le ruego que me envíe las cartas que tenga a mi casa, Edificio Rímac, 123. Con Julio del Prado, le envié mi colaboración para el número de octubre.
La dirección de la casa de André Breton es ésta: Rue Fotai, c. 42, (9) Paris. Desearía que le enviara también un número de Mayo a Manuel Altolaguirre, a Málaga, Imprenta Sur, San Lorenzo 12, España.
Lo abraza cordialmente,
Xavier Abril
Dirección de Ernestina de Champourcín:
Marqués de Villamejor, 3.
Madrid.

Abril de Vivero, Xavier

Poema de Fortunato Zora Carvajal, 1929

Poema de Fortunato Zora Carvajal titulado "Nevazón" de 1929.

Transcripción:

El Cielo se cubre de nieblas sombrías,
y alfombran la tierra pétalos de nieve...
Sopla un viento helado, rumoroso y breve,
viento de las punas ásperas y frías...

Los perros aúllan, temblando de frío,
y lloran las linfas del lánguido río.
Tristes pajarillas de oscuro plumaje,
saltan por la nieve del hosco paisaje...

Tiernos corderillos de vellones blancos
triscan en los duros, rocosos barrancos...
Las altas montañas semejan pirámides,
veladas por albas y brillantes clámides...

En rústica choza se anida el pastor,
y su quena vibra de pena y de amor...
¡Qué inmensa tristeza de la nevazón,
que arranca del alma doliente cancion!

Fortunato Zora Carvajal

Zora Carvajal, Fortunato

Carta de Fortunato Zora Carvajal, 18/9/1929

Tarata, 18 de setiembre de 1929
Señor
José Carlos Mariátegui,
Director de Amauta.
Lima.
Muy señor mío:
Confiado en la benévola acogida que presta en la revista de su cargo a las colaboraciones de carácter vernacular, me permito enviarle tres poemas de mi libro en preparación, rogándole se sirva Ud., si no tiene inconveniente, ordenar su publicación en dicha revista.
Como hasta la fecha no he tenido el honor de recibir respuesta a la carta que le dirigí el 15 de junio del presente año, sobre impresión de mi libro, ruégole encarecidamente se digne Ud. indicarme lo conveniente al respecto.
Suplicándole se sirva Ud. darme respuesta a la presente, robando algo de tiempo a sus recargadas ocupaciones intelectuales, en la lucha noble y desinteresada que viene desarrollando en pos de un elevado ideal cultural y social de la cual soy el más ferviente admirador me suscribo de Ud. muy aftmo. y S.S.
F. Zora Carvajal
Dirección: F. Zora Carvajal.- Tarata.- Vía Arica y Tacna.

Zora Carvajal, Fortunato

El primero de mayo en Jauja por Moisés Arroyo Posadas, 1929/05

Artículo de Moisés Arroyo Posadas titulado "El primero de mayo de Jauja" fechado en mayo de 1929.

Transcripción:

La celebración del Primero de Mayo en Jauja (Perú) no ha tenido los caracteres trágicos que mediante la estúpida provocación de la policía tuvo en Berlín, pero ha sido una revelación de la solidaridad del proletariado. Los trabajadores de Jauja se dieron cita para una unir sus dolores y sus anhelos en un solo y sobre todo para hacerse el firme propósito de asociarse solidariamente para luchar contra todos los malos de la llamada "civilización moderna" que no es sino la cultura capitalista, puesta ya en crisis en la última conflagración mundial.

Desde las primeras horas de la mañana del Primero y aún desde el día anterior la "Asociación Obrera" hizo circular los volantes de invitación para el mitin que debía realizarse a las dos p.m. por las calles de la ciudad. Hubo de desplegarse esfuerzos para conseguir el "permiso" de las autoridades locales, los que nos obstante se distinguieron por su incomprensión, pues durante la manifestación rodearon a los trabajadores de fuerzas de policía y el cura párroco y Alcalde Provincial se distinguió por su terquedad reaccionaria y su ignorancia.

A las 11 a.m. se realizó la sesión de renovación de la junta directiva, lo que señala a los trabajadores de Jauja un retraso en los métodos, pues casi todos los trabajadores de otras partes están sindicalizados. La nota proletaria la dio el compañero Nuñez quien pidió se rindiera homenaje, por breves momentos, a los caídos en Chicago en una fecha como la del primero. La sesión fue patrocinada por la "Asociación Obrera" y por el "Porvenir Obrero".

A la hora indicada y con la visible asistencia de grupo de campesinos se inició el desfile hacia uno de los teatros donde debía realizarse una actuación literaria. Ante numerosa concurrencia el compañero Luis Piana dio una conferencia sobre "Las mentiras de la civilización", empezando por hacer un estudio comparativo del progreso material y espiritual del mundo. Expresando que los progresos materiales no están en equilibrio con los progresos espirituales. Señaló el jesuitismo como una de la rémoras del progreso espiritual de los pueblos (No le faltó razón el doctor Piana, porque a los pocos días el cura-arzobispo Lisson, que tan admirablemente representa al clero inquisidor, retardatario y medieval, amenazó públicamente con el fuego eterno a sus carheros que se atrevieran a escuchar las conferencias del filósofo Jinarajadasa. Por supuesto todos rieron de la ocurrencia del frailecito y Jinarajadasa tuvo más público.)

Como una de las tantas mentiras de la civilización burguesa señaló el doctor Piana, la guerra, condenando, acertadamente, la actitud de algunos sociólogos que sostienen que la guerra es buena: "la guerra es un rezago del hombre antropófago"; "la guerra es la mejor higiene de la humanidad" e hizo una reseña irónica de las llamadas "Conferencias del Desarme" y de la "Sociedad de la Naciones", donde los intereses capitalistas, manejan a su antojo a los títeres con disfraz de delegados o diplomáticos. Luego señaló la complicidad de la prensa capitalista mundial con las farsas pacifistas y las alarmas patrioteras. "Tras de los diplomáticos que, en secretos conciliábulos, preparan las guerras-dijo- están los industriales de cañones y armas de fuego; don dinero les mueve a todos; la guerra solo tiene su explicación en el deseo del lucro, esos diplomáticos, "gobernantes", son peores que los antropófagos antiguos.

[...]

Arroyo Posada, Moisés

Poema "Voz proletaria" por Carlos Arbulú Miranda, 1928

Poema titulado "Voz proletaria" de Carlos Arbulú Miranda fechado en 1928.

Transcripción:

Voz Proletaria

se están desatando a filas
de las bocas
las palabras violentas

en el jadeo estridente de las vidas
espolvorean su dolor todas las hambres
y hay un rechinamiento de voces
como goznes lacerantes de entraña

el obrero es un motor ruidoso de pobrezas

en el yunque de su frente
martillean como mazos todos los cansancios
y estalla el músculo 12 horas de trabajo
en la usina que se nutre de carnes proletarias

Marx esta espoleando ahora las miradas famélica

desde un rincón del tiempo
viene aguda la palabra nueva
a recoger miserias
y limpian el sudor de las expoliaciones

las fábricas frenetizan ya el grito luminoso de la justicia

todas las calles se hinchan de voces
al paso rojo de las multitudes

en las plazuelas se enarbolan canciones broncas
y hay un estrangulamiento de odios
bajo el huracán desatado de la victoria

la voz obrera herida de silencio
ha roto las amarras de la explotación

mañana amigos
saltará el Comunismo en manos de la Revolución

Carlos Arbulú Miranda

Chiclayo 1928.

Arbulú Miranda, Carlos

"A propósito de la encuesta de Monde sobre literatura proletaria" por Xavier Abril, [1928]

Texto del escritor Xavier Abril sobre una encuesta enviada por la revista Monde, sobre la literatura proletaria.

Transcripción:

La muerte de Zola parece que va a tener una última crisis por la "enquette" formulada por MONDE, sobre una posible literatura proletaria.

el pensamiento occidental puede ser técnica y ortodoxamente el más capacitado para enfocar el debate, pero en cambio, está muy lejos de poder orientarlo, para lo cual creo en la necesidad genial del proletariado. No podrán ser los escritores burgueses de Francia los que den con el espíritu matinal del pueblo. Creo también que para la orientación de este debate, el elemento "literario" francés (Jean Cocteau, pero no los surrealistas) servirá de traición a la causa proletaria.

En las primeras respuestas ya se puede entrever que a tan grande y trascendental debate, quiere arribar algo del ya cansado "esprit francés" en las notas de Jean Cocteau. Con Luc Durtain estoy de acuerdo cuando dice, que hay en el alma y el universo bastantes otras cosas que la cuestión social. De acuerdo. Pero es que esos otros fenómenos angustiosos y a menudo estéticos en Rimbaud y Lautremont, no nacen de la cuestión económica , social? La vida es al ado de toda divagación humorística, esencialmente social, humana. Negar con sutilezas la posibilidad de una literatura proletaria es tan mediocre como negar la literatura erótica que todos los años rejuvenece Francia al frente burgués del mundo.

Por otra parte, yo creo, que el debate de "MONDE" no debió de abrirse para la comprensión de las aristocracias mentales, sino para las conciencias sociales del proletariado. ¿Hasta cuando el pueblo va a tener tutores? Es precisamente en este debate que han debido desaparecer las figuras más venerables del pensamiento europeo. Por lo menos, pienso que se han debido renovar valientemente.

Romain Rolland o Miguel de Unamuno podrían acaso mirar con desagrado el curso de la polémica en voz y diligencia del pueblo? Yo creo que sobre todas las argucias literarias y estéticas de Jean Cocteau, que al pueblo no se le debe traicionar. (1)

(1) El debate sobre un posible literatura del proletariado queda clausurado después del desastre constatado en la obra de Emilio Zolá.

Xavier Abril.

Abril de Vivero, Xavier

Poema "una por otra" de Nicanor de la Fuente, [1928]

Poema de Nicanor de la Fuente titulado "Una por otra".

Transcripción:

Una por otra

hasta donde compañero colgado de ese tango
si son anuncios de zapatería las pisadas
que vienen amacandose en las veredas de la noche

el baile nos horrorizaba y hacía enrojecer los licores

los senos tiraban bofetadas en el cumpleaños sensual
de los dedos inexpertos
y en el escándalo de la puerta de calle
se descalzaba la alta noche con un tufo de tango
en el aliento

hasta donde compañero si apenas el domingo
fue en tu corbata nueva una fiesta de besos
hasta las que tuviste que llegar rasgando interjecciones
en la exótica guitarra de tu tos

hasta tener muchos cansancios que doblar
como las servilletas usadas de los hoteles

nicanor a. delafuente

chiclayo-perú

Fuente, Nicanor A. de la (Nixa)

Carta a Nicanor A. de la Fuente (Nixa), 30/1/1928

[Transcripción Literal]
Lima 30 de enero de 1928
Sr. Nicanor A. de la Fuente
Chiclayo.
Muy estimado compañero:
Contesto su apreciada carta del 16 de enero que me informa de la solicitud con que se ocupa Ud. en el encargo de Amauta. Espero que la reanudación nos permita conseguir en Chiclayo el número de accionistas que calculamos al principio, cuando remitimos a Ud. y a C. Arbulú Miranda, en total, doce recibos por la primera cuota.
Dos de sus poemas aparecen en el No. en prensa, que estará listo mañana. El tercero saldrá en el No. siguiente. Aunque, poeta por excelencia, creo que no nos debe Ud. enviar sólo versos. Entiendo que escribe Ud. también cuentos y los reclamo para Amauta.
No he recibido el No. de Albores. No obstante mi exceso de trabajo, les mandaré alguna breve colaboración, apenas disponga de tiempo.
De Carlos Arbulú M. no tengo noticias desde hace mucho tiempo. La administración ha recibido últimamente nuevos ejemplares devueltos por él. Dígale que debe fijar una cifra más aproximada de la cantidad de ejemplares que puede absorber esa agencia para que no continuemos con estos viajes de ida y vuelta de la revista. Me explico que en el primer momento su optimismo agrandase las expectativas de Amauta; pero ya es tiempo de establecer una base más precisa.
Con saludos de Bazán y otros compañeros, lo abraza cordialmente su afmo. amigo
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Poema "Véspera" de José María Eguren, 1927

Poema manuscrito "Véspera" de José María Eguren publicado en el número 8 de la revista Amauta.

Transcripción:

Al acantilado
las aves regresan,
con celeste geometría.
La bruma
empantalla los faroles del mar,
sueñan las brisas,
y en el silencio
aletean
las obscuras causas
Las aves tremen
cuando cae el lucero
en el flabel del mar monótono.
Por lejanía
dulces bateleras,
puertos morados;
y en la penumbra de la noche
canta Amara, la que extingue la vida.

Eguren, José María

Poema de Armando Bazán, 1927

Poema enviado por Armando Bazán para el Concurso Poético de Vanguardia de 1927.

Transcripción:

Árbol, obrero de la luz y la sombra:
en el viento y la intemperie
se arruga tu corteza
como nuestras manos en los trajines
de las fábricas

Pero te (...) las albas
con sus aguas rosadas
Y es una fiesta verde tu alegría

Tus ramas son manos llenas de frutas
desde que amanece
principias a dar.

Fabricante genial
con agua y aire
desde la entraña de la tierra
suben para vestirte
los colores

Para nuestra fatiga del trabajo
no hay mejor tienda que tu sombra

Árbol, firme y potente
cuando llega la tempestad
estas en pie:
Suenan metrallas de truenos
refulgen espadas de relámpagos
y la lluvia ce como el plomo sobre ti.

Árbol firme y potente
para la tempestad
y estás en pie

El burgués (...) los árboles
en las avenidas
como a los obreros en los mitines

Claridad, Claridad!
día nuestro de campo y claridad
Como las hojas en el árbol
estamos juntos compañeros
el mismo viento de entusiasmo
se agita en nuestras esperanzas

Este es el canto vigoroso,
Canto del árbol y el obrero:
crezcan los árboles fecundos
y arriba los pobres del mundo
de pie los esclavos sin país.

Y saludamos a los hombres
que abrieron camino en el mundo:
la misma espada de Cristo
en la espada de Lenin.

Día del árbol y el obrero
día de la revolución

Nuestros gritos
flamean en el aire
como banderas de colores
y vuelan en el viento
hasta la tumba de Lenin

Armando Bazán

Bazán, Armando

Poemas ganadores del Concurso Poético de Vanguardia, 1927

Una carpeta con los poemas ganadores del Concurso Poético de Vanguardia de 1927, entre ellos los de: Magda Portal, Armando Bazán, Serafín Delmar, Cristóbal Meza y Julián Petrovick
El concurso se desarrolló en el marco de la Fiesta de la Planta y tuvo como jurado a Jorge Basadre, José Carlos Mariátegui y Arturo Sabroso.

José Carlos Mariátegui La Chira

Poema de Magda Portal, 1927

Poema enviado por Magda Portal para el Concurso Poético de Vanguardia de 1927.

Transcripción:

POEMA AL ÁRBOL

Arbol - alegría de la Tierra
en tus brazos el alba despierta
navidad de los hombres fuertes

Arbol - manojo de mensajes
en tus ramas se enredan
los pensamientos del mundo -

como los hombres
para soñar echas tus ramas bien altas
el viento te escarmena las ideas
i es mas fresca tu sombra al otro día -

Soldado de vanguardia
apostado a orillas del camino
guardando las espaldas de la ciudad
donde luchan los hombres
allí recoges su alarido
desdoblado como la ancha cretona del cielo -

Arbol - último amigo del viajero
que ve de lejos tu pañuelo verde

Todos los horizontes
te miden la silueta
erguida como un faro
entre el mar i la tierra
como si fuera un árbol el que nos dijera
alargando sus ramas:
"por aquí se abren
los caminos-el mundo es redondo"-

Todo esto eres árbol i más - el anhelo
del hombre tendido en tensión hacia arriba
tronco musculado i nervioso gritando
en los cabellos desparramados de tus
ramas el canto eterno de la LIBERTAD

Magda Portal

Portal, Magda

Poema de Cristobal Meza, 1927

Poema enviado por Cristóbal Meza para el Concurso Poético de Vanguardia de 1927.

Transcripción:

La Canción del Árbol

Cantemos al grito del mundo en la canción del árbol
en la canción del cielo o del viento o del mar...

bajo el paisaje libre dando los himnos nuevos
junto a los sembradores florecerán

En sonrisa de surco flamante
llegará
luz de auroras sedientas
de un nuevo alumbrar

Cantemos en tanto la canción del árbol
la canción del cielo o del viento o del mar

Como
b
a
n
d
e
r
a

plantemos recia esperanza
frente a cualquier barricada
para esperar

la víspera de las denunciaciones
que amanecerá

Mientras se tienda al grito rojo
sobre lo laaaaaaaaaaargo de los mares
de Humanidad a Humanidad

II

Árbol civil de rubios parques o de las urbes del azar
a ti no volarán en su alegría
toda las aves como notas de colores
bajo el paisaje musical

Hermano de aquel de las llamadas
o del clavado frente a cualquier mar
de aquel que firma en su silencio
... una espiral...
de aves pa-sa-je-ras

O del otro cansada de esperar
de pie sobre escombros amargos
con los brazos tendidos a protestar!

Cuantas veces tu sombra anidó el cansancio
del hampa o del "bandido" caídos como flores
para otra marsellesa final

Sobre la verde música de tu ramaje
se amarrarán señales
como banderas encendidas
de lejano flamear

Mientras se tienda el grito nuevo
sobre lo laaaaargo delos pueblos
de Humanidad a Humanidad

  1. Cristóbal Meza

Meza, Cristobal

Poema de Serafín Delmar, 1927

Poema enviado por Serafín Delmar para el Concurso Poético de Vanguardia de 1927.

Transcripción:

Himno al árbol

árbol
soledad del hombre - niño aun he visto
irse las estrellas a la llegada del alba - los
pájaros gritaban de alegría - libres i cara al sol rasgaban su canto en las ramas abiertas
que miden el cielo

árbol
garúa de música - paisaje de la luna
esperanza siempre arriba
como la de este hombre que canta

pájaros - única banderas de libertad que bate
la tierra - embanderando los arboles rubrican
en el espacio su violín

árbol campesino dulce i fraterno como caña de
choclo - en la ciudad es centinela que custodia
la miseria - ríe - pero nunca llora como el
viejo pampero de mi pueblo que me decía:
amigo mío -no hay mejor hermano que un
árbol que crece a nuestros ojos - cuantas tardes
su sombra tibia acarició el sudor ácido de mi
cuerpo - cuando iba al trabajo en las mañanas
de huevo tocaba las nubes - yo miraba con mis
ojos azorados día i noche - día i noche -tanto-
que las virutas de la voluntad levantaron
mástiles donde nació un hombre con la moneda
del infinito entre las manos

hombres proletarios! oíd bien el mensaje de
la tierra - el árbol es palabra fértil -
andarivel de los astros
fuerza i energía
ascensor de los hombres a la mas alta ciudad

árbol amigo
con alma de nino
las chimeneas de la urbe
te saludan con velas de humo
i los hombres siembran corazones

para que nazca la libertad
desde tus raíces profundas

no hay mas hombre que dios
ni mas dios que el hombre
esperanza universal

la miseria duele como debe
doler el crepúsculo a la noche

de pie - con un grito en la mano
brinquemos el límite - al otro lado
esta la urbe tatuada de alegría
libertadora

cementerio desbastado de los siglos
mas fuerte se impone la vida i salta
izando en el índice de la justicia:
NOSOTROS
los miserables affiches del
hambre

el corazón oprimido revienta una lágrima
de alegría i los sentidos se clavan mas
fuerte que nunca en el símbolo rojo de la
fraternidad.

hombres bronceados! levantemos las manos
júbilo de calendario nuestro
navidad del árbol que plantamos
internacional
o seno erecto de la tierra
siempre arriba como el gesto de los andes

yo he visto desfilar 5,000 automóviles
cargados de huérfanos - i en los balcones
decorados de risas aplaudir frenéticamente
árboles - campanarios verdes
esos niños miraban con la angustia de mis ojos

en marcha corazones bronceados de américa
frente al mundo nuestras caras se iluminan
de alegría i crecer con el árbol - vigía del
horizonte - libre de toda herencia como este
canto que rueda amanecido por tus pies

Serafín Delmar

1.1.1927

Delmar, Serafín

Poema de Julian Petrovick, [1927]

Poema enviado por Julián Petrovich para el Concurso Poético de Vanguardia de 1927.

Transcripción:

POEMA

Ya está grabada la cara del mundo
por las manos aceradas del obrero,
la humanidad se cierne en todas
las almas proletarias.

Los alambres se han tendido desde Rusia
atravesando por los sentidos.
LENIN - Cerebro de la acción,
desde la China a México i el Perú los
brazos jubilosos apretarán las latitudes.
Bravo camaradas! Aquí estamos riéndonos
de alegría como los árboles al amanecer,
nuevos, con la novedad roja de nuestro
entusiasmo al ver que 600.000.000
revolucionarios desparraman la semilla
de un árbol donde se ahorcara la injusticia
burguesa.

No importa
la misma cruz de Cristo
servirá para los Hombres que digan su palabra,
así el árbol que presta su sombra al hombre
es derribado por el mismo.

Árbol - Puño abierto
lanzador de VOLUNTAD
Los obreros por primera vez restregamos
nuestra cobardía en este siglo.
Amanecida la REVOLUCIÓN
el brote que defiende la miseria
hará reír al dolor - este compañero que nos
da el encuentro en cada esquina,
no nos acordemos - bebamos un poco de cielo
ya que es lo único que poseemos para
cantar al árbol otra mejor canción que la
de los pájaros.

Julián Petrovick

Huancayo-Perú

Petrovick, Julián

Carta de Carlos Alberto Butrón, 3/2/1930

Lima, febrero 3 de 1930
Señor
José Carlos Mariátegui
Ciudad,
Maestro
Sin duda alguna ha llegado a sus manos un ensayo teatral firmado por Butrón. Es mío y en el séptimo aborto proveniente de mis amoríos con el teatro.
No habiendo sido presentado a Ud. ni por Jorge Nuñez ni por Mendoza, debido a la falta de oportunidad, es que opté por remitirle el ensayo por medio de los señores encargados de la Imprenta en que se edita "Amauta".
Como habrá notado le falta la página en que debía ir el título. Le he llamado: "UN OCASO...UN AMANECER..." queriendo significar así a una edad histórica que se va y otra que llega.
Deseo saber si Ud. encuentra aptitudes escénicas en quien está dedicado al estudio de Derecho y si vale la pena que pierda tiempo en hacer ensayos.
Yo creo haber conseguido, en algo, expresa la inquietud que nos conmueve a muchos muchachos el anhelo de un sueño que para mí es ya un amanecer. Todo quisiera renovar, hasta la técnica de la escena: cada suceso tiene un escenario; cada uno de nosotros somos un "otro" en cada momento; he aquí, porqué habrá encontrado ciertas rarezas en mi ensayo.
Reconozco en Ud. al mentor, al mentor, al sembrador de la Revolución en el Perú; pero me parece que voy a ser yo el látigo con que el Mesías arroje del templo a los mercaderes; ambición? NO. Es el deseo desesperado de acabar con los dolores que afligen a los que no tienen la fuerza para imponer la Justicia. Estas cosas no las diría, por supuesto, aquí en Lima, en la calle.
Con todo respeto le saludo.
Carlos Alberto Beltrán

Butrón, Carlos Alberto

Carta de Jaime Torres Bodet, 21/5/1927

México, D.F., 21 de mayo de 1927
Sr. José Carlos Mariátegui.
Director de la Revista Amauta.
Sagástegui 669.
Lima, Perú.
Muy señor mío:
Al recibir su carta del 27 de abril último me apresuré a releer —con el detenimiento que su solicitud reclamaba— el artículo mío que con el título de “Iberoamericanismo Utilitario” publicó Revista de Revistas en su edición No. 880 y crea usted que deploro no haber encontrado en él una frase equivocada o simplemente una violencia indebida de tono que me dieran la oportunidad, muy grata, de emprender la rectificación que usted pide ya que rectificarme es mi ocupación favorita.
Pero es el caso que, en el artículo de que hablamos, no hice responsable a Amauta de las opiniones de Hidalgo denigrantes para México que usted llama amablemente boutades y sólo cito a Amauta como el lugar en que las había recogido, obligándome a ello una elemental honradez de escritor. Si la opinión de usted y de sus compañeros de redacción no coincide con la de Hidalgo— y usted me lo asegura— no me quedará sino felicitar a usted y a ellos por su buen sentido. Pero de esta felicitación a la rectificación que quiere media una distancia que sólo la deferencia pudiera invitarme a recorrer.
El hecho de que el artículo de Hidalgo haya aparecido en la sección de ‘Libros y Revistas’ de Amauta, no salva a esa revista de la peligrosa responsabilidad de haberlo amparado, porque si bien la hospitalidad tiene sus deberes, también tiene sus derechos de selección muy claros y usted no parece haberlos ejercitado con la precisión que sus sentimientos iberoamericanos hubieran exigido. Por otra parte, decir —como usted agrega— que el “rincón bibliográfico” de Amauta no es Amauta misma, es hacer poco favor a la mentalidad del personal que está encargado de enriquecerlo.
Como usted ve, no he incurrido en ningún error de ligereza al creer a Amauta de acuerdo con la opinión de Hidalgo y si alguien está obligado a aclarar el criterio iberoamericano de esa revista —si alguno tiene— es usted mismo o quien de ello se encargue en la publicación que dirige.
De usted atento y seguro servidor.
J. Torres Bodet

Torres Bodet, Jaime

Tarjeta Postal a Alfonso De Silva, 28/2/1927

Lima, 28 de febrero de 1927
Querido Silva:
Cuando le envié un ejemplar del número de Amauta en que se publicaba su lied, le escribí algunas líneas pidiéndole nueva colaboración.— He sabido últimamente que ha estado Ud. delicado de salud. Querría que la noticia no fuera cierta. En todo caso, formulo votos porque esté Ud. ya bien. Yo he seguido sufriendo constantes fallas en mi salud. Pero, afortunadamente, me restablezco ahora.
Envíeme para Amauta versos o música. Le mando la revista regularmente a la Legación.
Cordialmente suyo
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Jaime L. Morenza, 22/11/1928

Montevideo, 22 de noviembre de 1928
Señor José Carlos Mariátegui,
Revista Amauta.
Lima (Perú)
Estimado amigo y compañero:
Ahí le mando unos poemas de Juana de Ibarbourou. Hace tiempo que los tengo en mi poder. Los retuve esperando una semblanza sobre ella, prometida por el amigo Ferreiro. Como demora en dármela se los mando solos.
Le mando también unas líneas mías. No sé hasta qué punto podrán interesar a los lectores de Amauta. Eso, usted lo verá. Por tanto queda en libertad de hacer con ellas lo que quiera. Si le parecen bien las publica; en caso contrario las tira tranquilamente al canasto.
Muy bien el nuevo formato de Amauta. Y magnífico el estudio que usted viene publicando sobre el libro del trampista belga. Creo que su trabajo ha de ser de efectos muy saludables. El libro que comenta es un libro peligroso. Su peligrosidad no estriba tanto en lo que dice— que ya se ha dicho muchas veces—, sino en el tono y en la oportunidad con que lo hace. Atravesamos por una era de confusión intelectual enorme. Hoy los matices accesorios de ciertas fórmulas, tienen más eficacia proselitista que el sentido esencial de las mismas. En el libro de de Man se da este fenómeno. Yo no veo en él otra cosa que el esfuerzo de un renegado para justificar su actitud: es el social-patriota cohonestando, con una argumentación aparentemente científica, y, en rigor, atrozmente metafísica, su traición al socialismo. Pero comprendo que no a todos le pasará lo mismo. Por eso me parece bien su análisis crítico. Es una labor de higiene intelectual que yo admiro y aplaudo. Con ella hace usted un gran bien a la juventud y a las ideas de Marx.
Hace unos días vi a Blanca Luz. Hablamos de usted. Lo estima enormemente. Yo sabía que ella se encontraba en una situación material delicada. Ello me indujo a mentirle. Fue una mentira piadosa. Le dije que usted me había indicado que le diera algunos pesos a cuenta de la liquidación de los números que recibo de Amauta. Con ese pretexto le entregué diez pesos oro. Si llega a escribirle a usted sostenga, o destruya la mentira. Yo hice eso, porque me pareció indelicado ofrecerle dinero sin más pretexto que el de la necesidad. Sobre todo tratándose de una necesidad que ella sobrelleva valientemente y a veces trata de ocultar.
Sin otro motivo, lo saluda con la consideración intelectual y amistosa de siempre su devoto.
Jaime L. Morenza

s/c. Ituzaingó, 1288 - Montevideo
NOTA.- Dígale al administrador de Amauta que me envíe liquidación para girarle importe. Adviértale que yo no acepto comisión.
Vale

Morenza, Jaime L.

José Carlos Mariátegui junto a compañeros y amigos

José Carlos Mariátegui junto a compañeros y amigos a la salida de un evento.

Según Orlanda Granda, en la foto se puede apreciar al extremo izquierdo, junto a José Carlos Mariátegui, al escritor Martín Adán y al extremo derecho el poeta Enrique Peña Barrenechea.

Revista Mundial

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