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Ruíz Bravo, Pedro
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Carta a Pedro Ruíz Bravo, 9/6/1923

Lima, 9 de junio de 1923
Señor don Pedro Ruiz Bravo.
Antofagasta.
Mi querido don Pedro:
Con fecha 23 del mes último le he escrito la siguiente carta expedida varios días después:
“Desde hace dos meses, más o menos, me tiene Ud. de nuevo en Lima. Como a Ud. seguramente bien se le alcanza, durante los tres años y medio de mi ausencia no he hecho otra cosa que prepararme para el regreso acrecentando mi cultura y mi experiencia periodísticas y políticas. Y he venido, por consiguiente, para reanudar, con mayor capacidad y más segura orientación que antes, mi actividad periodística.
“Piensan todos que la situación política es complicada y difícil. Y yo no lo pongo en duda. Pero a mí, precisamente, me atraen las situaciones difíciles y complicadas.
“Tengo el proyecto de publicar un diario y tengo, sobre todo, los capitalistas necesarios para esta empresa. Pero encuentro preferible por varias razones —ahorro de tiempo, de esfuerzo, etc.— adquirir un diario existente. Y pienso que a Ud. tal vez le convenga enajenar sus derechos en El Tiempo y que, en este caso, Ud. y la empresa que represento podrían entenderse y hacer un buen negocio.
“Naturalmente, Ud. no podría ceder la propiedad de El Tiempo sin la seguridad de que la política del periódico no perdería ni comprometería su independencia. Pero a este respecto podría Ud. estar tranquilo porque yo puedo darle la seguridad de que la independencia de El Tiempo no sólo sería mantenida sino señaladamente acentuada. Esta sería, justamente, para nosotros la base esencial del negocio.
“Lo invito, pues, a considerar mi proposición y a decirme luego si estaría Ud. dispuesto a transferir sus derechos en El Tiempo y cuáles serían sus condiciones.
“Yo, por mi parte, puedo informar a Ud. con toda amplitud acerca de nuestra empresa.
“Lamento que nos separen tantas millas de distancia y que no podamos charlar largo y tendido, inmediatamente, de ésta y otras cosas.
“Y, en tanto, con mis mejores votos por su bienestar y el de los suyos, me complazco en enviarle mi más cordial y amistoso apretón de manos.”
Su antiguo compañero y amigo.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Pedro Ruíz Bravo, 25/6/1918

Ciudad, 25 de junio de 1918
Señor don Pedro Ruiz Bravo, director de El Tiempo
Pte.
Muy señor mío:
El comportamiento un tanto reticente y otro tanto desleal de Ud. ante la agresión de que he sido objeto en las oficinas de El Tiempo, violadas y vejadas por el tumultuoso grupo de oficiales del ejército que la perpetró, me hace sentir el deber imperioso de apartarme de este diario al cual me trajeron, con la complicidad dolorosa de mi abulia y mi inquietud, solicitaciones de usted.
Habría tenido Ud. derecho para mostrarse solidario con un redactor a quien no debiera Ud. cooperación tan intensa, perseverante y abnegada como la mía. Cooperación, señor Ruiz Bravo, que para mí no ha representado sino la esterilización baldía de dos años de mi juventud y mi contaminación con pecados, huachaferías y errores cuya repulsa he tenido que sepultar en el fondo de mi alma.
Pero conmigo, señor Ruiz Bravo, no ha tenido usted jamás derecho para portarse inconsecuentemente. Usted no necesita que yo se lo diga por qué. Mejor se lo dirá siempre su consciencia.
Advierta Ud. que no me quejo contra El Tiempo. Sólo me quejo contra Ud. Si me quejase contra El Tiempo mis reproches caerían injustamente sobre mis muy queridos, buenos e inteligentes compañeros que siempre me han rodeado con un cariño, una simpatía y un aliento que yo jamás sabré merecer bien.
Y sepa Ud. finalmente que me retiro de El Tiempo afligido por la amargura de desgarrar un compañerismo y una camaradería dueños de todas las devociones de mi corazón.
Sírvase Usted dar hospitalidad en las columnas de su diario a esta carta cuya publicación creo indispensable por varios motivos.
Su atto y S.S.

José Carlos Mariátegui La Chira

Reproducción fotográfica Colaboradores del diario El Tiempo

La fotografía fue tomada con ocasión de haberse realizado una fiesta en honor a Carlos Guzmán y Vera por los éxitos teatrales que había obtenido con la obras suyas estrenadas en aquellos días. En el grupo se observa a los redactores-fundadores del diario El Tiempo.
A la derecha de Guzmán y Vera (sentados), el director del periódico Sr. Pedro Ruiz Bravo.
A la izquierda los señores Luis Ulloa, Emilio de Armero, Angel Origgi Galli y José Carlos Mariátegui.
Abajo, Oswaldo Santillana, Carlos Franco y Humberto del Águila.
Arriba, (de pie) César Falcón, César Alzamora, Antenor Fernández, Emilio Cueva, Ladislao Meza, Señorita Francis, José Ruete García y Moisés Vargas Marzal

Carta a Artemia G. de Falcón, 27/11/1919

París, 27 de noviembre de 1919

Querida madre:

Desde el viernes último estoy en París. Llegué a las once y media de la noche. Tomé un cuarto en un hotel vecino a la estación, me acosté enseguida.

He llegado a París después de navegar once días en el Atlántico. El sexto y séptimo días nos tocó un mar tempestuoso; pero a bordo de nuestro buque el "Sajonia", no ocurrió nada particular, como no sea el mareo de unas cuantos pasajeros. En general la navegación fue buena, salvo las molestias que nos ocasionaron varios migrantes italianos, turcos, griegos y moros, enriquecidos en Nueva York, que regresaban a sus patrias. Toda esta gente ha podido reunir en Estados Unidos muchos miles de dólares, pero no ha logrado alcanzar el más […] grado de educación.

París está en crisis. Todo, hasta lo más insignificante, cuesta cientos de francos. Por un terno piden trescientos francos, por un par de zapatos cien y así por lo demás. Los artículos para mujeres están caros como los de los hombres.

Hay una gran escasez de carbón. Todos los cafés y restaurantes se cierran a las doce de la noche. Después de esta hora no hay donde tomar ni una taza de té.

Sin embargo, en la ciudad hay una alegría desbordante. Cientos de muchachos, empleados y obreristas, pasan todas las tardes por los boulevares cantando entusiasmadamente. Aquí no se puede estar triste. Hasta quien insulta lo hace con alegría.

Mañana voy a recorrer las tiendas para adquirir algunos regalos para ti y mis hermanos. No sé todavía lo que pueda comprarles. He visto los apuntes de ustedes y para comprar sus encargaos necesitaría dos mil francos. Pero no se entristezcan. Hoy les mandaré un regalito insignificante. Pero más tarde, de Madrid, les enviaré otros de más importancia.

Supongo que a la fecha ya habrás arreglado con Ruiz Bravo y me habrás escrito a Madrid dándome informes cabales del arreglo. Tú no puedes olvidar que este punto me interesa grandemente.

No puedes imaginarte la ansiedad que tengo por llegar a España para recibir carta tuya. Aunque el cálculo de la distancia y los itinerarios de los correos me dicen que solo puedo encontrar una o dos, me hago la ilusión que son más y me desespero por leerlas.

La semana entrante, posiblemente el lunes, partiré para Madrid. Podría llegar en un día, pero tengo que detenerme en un pueblo del camino para visitar a Pío Baroja. De todos modos, el miércoles o jueves estaré allí y no me moveré de Madrid en menos de dos meses.

Abraza cariñosamente a todos mis hermanos, saluda a Juan y a Del Águila, y tú recibe un beso y un abrazo cordiales de tu hijo.

César

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 3/2/1920

Querida Madre:

Acabo de recibir tus cartas del 21, 26 y 30 de noviembre y del 20 de diciembre, asó como las adjuntas de mis hermanos. No he querido aplazar por más de una mi respuesta, y en el acto he cogido la pluma para escribirte.

La noticia de la muerte de Juan me ha llenado de tristeza. No podría esperarla jamás. Creía que ya se encontrase restablecido y , por eso, en mis cartas anteriores te he encargado saludos para él.

Tu no puedes imaginarte como nos hace sufrir una noticias semejante cuando estamos solo, en una ciudad extraña, rodeados de personas indiferentes, incapaces de solidarizarse ni con el más pequeño de nuestros dolores. Por esto he sufrido doblemente. Tú sabes que, a fuerza de quererlo, lo consideraba como un hermano.

Tanto como esa noticia me ha afligido la de tus padecimientos. Me habría gustado conocer la primera para saber, al mismo tiempo, que habías sufrido mucho. Se que una desgracia, por pequeña que sea, no puede pasar junto a ti sin arrancarte lágrimas. Pero, ya pasado el triste suceso, es necesario que te sobrepongas y que trates de cuidarte lo mejor posible, tanto por ti como por nosotros. Ya ves que te lo pido también por nosotros, por mis hermanos y por mí mismo que no aceptaría permanecer aquí un mes más, aunque en Lima me esperasen momentos desagradables de lucha y de pobreza, si supiese que mi ausencia te hace sufrir.

Tu sabes que nunca he hecho nada contra tu voluntad y que siempre me he preocupado, sobre todo, tu tranquilidad y tu bienestar, aunque la suerte, desgraciadamente, no me haya permitido nunca proporcionártelos en la amplitud de mi deseo. Hoy sigo queriendo proceder en la misma forma. Si tu quieres que vuelva, dímelo y renunciaré enseguida y volveré junto a ti. En mi voluntad manda más tu deseo que el mío propio.

Con gran sentimiento me he enterado de tus estreceches económicas. No necesitabas puntualizármelas. Tenía por fuerza que darme cuenta de tu situación.

La distancia que nos separa me imposibilita para atender inmediatamente a tus demandas. Comprendiéndolo así, te dejé asegurada la pensión en esa y cuyo primer cobro habrás efectuado ya. No conté, irme pesa en el alma, con una desgracia tan grande como la que acaba de ocurrirnos. Créeme que ahora me parece que he derrochado estúpidamente hasta el dinero que he gastado en comer. Tú sabes que te lo habría dado todo.

Las circunstancia me fuerzan a resignarme. Tu también, cuya situación tiene que haber […] a la fecha, debes olvidar los sufrimientos pasados y preocuparte ahora solo de vivir lo mejor posible.

En el ministerio debes cobrar, mensualmente, veinticinco libras. No sé cuanto te pagará Ruíz Braco, pero supongo que, en ningún caso ser menos de cinco libras mensuales. Todo esto hace un total de treinta libra que debes recibir, con seguridad, todo los meses.

Te suplico que de esta suma le entregues a Del Aguila, para que satisfaga un favor que he pedido, cuatro libras mensuales. Tres repártecelas a mis hermanos y el saldo, los veintitrés restantes, gástalas en la casa. No creo, por supuesto, que con tal cantidad puedan vivir espléndidamente, mas te doy todo lo que tengo. Sin embargo, si aun es demasiado pequeña esa renta, dímelo y yo, de mi pensión, aunque es bien exigua pues solo me quedo con veinte libra, te mandaré algo más.

Espero, por otra parte, poder cobrar también los artículos que mando a "El Comercio". Voy a escribirle en este sentido y lo que me den haré que te lo entreguen a tu por intermedio de Del Águila. Si consigo esto y Ruíz Bravo te paga más de cinco libras, solo te pido que en lugar de cuatro le des cinco libras todos los meses a Del Águila.

Si mis hermanos, Alicia, Antonieta y Teresa principalmente pueden mandarme todos los meses, por un giro, la cantidad que les corresponda en las tres libras, […] claramente lo que quieren que les compre aquí. Yo lo haré con mucho gusto y con toda puntualidad y llegaré hasta poner, si faltasen, algunas pesetas, no muchos desde luego.

De tu pequeña renta puede dedicar una y media o dos libras a pagar una criada de servir o una cocinera, satisfaciendo hoy el justo, muy justo y cariñoso deseo de Alicia.

De tal manera me parece a mí que puedes organizar modestamente tu casa y vivir tranquila. Por supuesto, cuento para proponértelo con que tú lo que quieras así. En todo caso debes proceder como te parezca más conveniente, que a mí siempre me parecerá bien.

Lo importante es tu tranquilidad. Quiero que estés alegre y contenta y que tus próximas cartas no me cuenten tantos sufrimientos como las que acabo de recibir.

Osores, según me he enterado en los periódicos de Lima, ha salido del ministerio a fines de enero. Espero que antes te haya concedido la beca a Humberto. Si no ha sido así escríbemelo para ver que gestiones puedo hacer por conseguirla.

Yo paso buenos días en Madrid. Es una ciudad alegre y hermosa. Ya tengo algunos amigos y con ellos, personas muy inteligentes y de gran renombre, estoy en las tarde y en las noches.

Ahora me dedico a trabajar. Estoy escribiendo, como te dije en carta anterior un libro y voy a escribir algunos artículos para los periódicos. Todo esto, como tú comprenderás, me reporta una gran reputación, pero ningún dinero. Y yo no sé hasta cual de las dos cosas debemos preferir.

Tus cartas me llegan con mucho retraso. Ponles esta dirección a ver si llegan con más prontitud.

César Falcón
Consulado General del Perú
Madrid España
Vía Panamá- Nueva York

Puede ser que por esta vía consiga recibirlas siquiera en un mes.

Si Jorgito, a quien te encargo besar especialmente, necesita respirar aire marino, me parece que mejor sería que te fueses a vivir a un balneario próximo a Lima. Tú resolverás.

Abraza en mi nombre a todos mis hermanos, saluda a Del Águila y agradécele por mí los bondadosos servicios que te presta y tú recibe un beso y un abrazo de tu hijo.

César.

Madrid, 3 febrero de 1920.

P.D ¿Te has encargado de mandarme el cuento "Mi hermana Jacoba"? Dile a Alicia que me escriba en papel de carta y fino, como el que yo uso.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 15/12/1919

San Sebastián, 15 de diciembre de 1919

Señora Doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Hace cuatro días estoy en España. Antes de llegar aquí tenía que ir a un pueblecito, cercano a la frontera, en el que debía ver a Pío Baroja, un gran hombre de España ciega amistad tiene que serme de mucha honra y provecho.

En casa de Pío Baroja, cariñosamente recibido por él, por […] pasé veinticuatro horas. Me obligaron a comer en su mesa y a dormir en su casa. Este pequeño instante de vida de hogar me ha hecho mucho bien. Ya estoy nuevamente cansado del trato frío, comercial es insincero de los hoteleros y criados.

Mañana a las cuatro y cincuenta me voy a Madrid. Estaré allí pasado mañana temprano. Tengo vehemente ansiedad por llegar, pues espero encontrar amplias y puntuales noticias de casa. Hace mes y medio que no sé nada de ustedes.

Ya te he dicho como está la vida en París. Aquí parece que no es muy buena; pero, desde luego se la pasa mejor que en la Francia. El país es de una incomprensible belleza natural. Este gran balneario donde estoy es una ciudad extraordinariamente bella y suntuosa. Aunque un poco triste por estar fuera de temporada, comprendo que aquí debe vivirse muy a gusto y con muchas regalías.

En París he comprado algunas cositas para ti, para mis hermanos. No se las he mandado todavía, porque me han parecido muy pocas. Espero comprar algo más en Madrid y mandárselas juntamente.

Hasta pasado mañana. Contestaré a todas tus cartas con una sola carta, muy larga, lo más larga posible.

Besa, de mayor a menor, a todos mis hermanos y saluda cariñosamente a Juan y a Del Águila.
Tú recibe muchos abrazos y más besos de tu hijo.

César

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 16/1/1920

Madrid, 16 de enero de 1920

Señora Dona Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Desde mi llegada a Madrid, el veinte de diciembre último, no recibo noticias tuyas. Lo atribuyo a tu falta de conocimiento preciso de los itinerarios de correos. Pero aunque los justifico, el retraso me causa mucha tristeza.

Quisiera recibir carta tuya todas las semanas. Ya se que esto es casi imposible, y por esto, me resigno a la espera. Sin embargo, te suplico que hagas más frecuentes tus cartas. Puedes escribirme cada ocho o quince días. De este modo yo las recibiría con el mismo intervalo.

Seguramente ha llegado ya a ti mi primera carta de esta ciudad. En ella te hablaba del ataque de fiebre que sufría al llegar. Ya esto pasó completamente. Ahora estoy muy bien y me dedico a trabajar con alivio.

La vida en Madrid es muy agradable. Se vive, en verdad, casi nocturnamente. Todo se hace tarde. La gente se levanta a las diez, almuerza a las dos de la tarde, cenan a las nueve de la noche, va al teatro a las diez y media y se acuesta a las dos o tres de la madrugada. Este en el sistema de vida consciente.

La vida comercial se realiza en la misma forma. No hay hasta las diez de la mañana ninguna oficina o tienda abierta y todas se cierran de una y media a cuatro de la tarde.

Actualmente escribo un libro que debe publicarse, si no falla mis cálculos, en marzo o abril. Creo que lo acabaré en este mes. Solo espero, porque necesito incluirlo en el cuento "Mi hermana Jacoba" que tantas veces te he reclamado y que no dudo que lo recibiré en estos días.

Me interesa nuevamente conocer el resultado de tus gestiones en el ministerio para el cobro de asignación. Esto es lo que más me preocupa en los días presentes. Creo, no obstante, que te habrán pagado con puntualidad.

Ansío también conocer el arreglo con Ruíz Prado. Por desconocerlo no he podido hasta hoy normalizar el envío de mi correspondencia a "El Tiempo".

Sobretodo me entristece la falta de noticias tuyas. No te extrañe, por esto, que insista en replicarte mayor regularidad.

A tu, a mis hermanos, a Juan, a todos, en fin, lo de casa les deseo cordialmente muchas felicidades.

Para mis hermanos les envío un recuerdo cariñoso, un saludo a Juan, y para ti, madre […] un abrazo y muchos besos

Tu hijo
César

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 1/1/1920

Madrid, 1 de enero de 1920

Querida madre:

Apenas llegado a Madrid, hace doce días, recibí tu carta del cuatro de noviembre. Mi primera impresión fue de sorpresa. Había pensado tanto en las cartas tuyas que debía tener aquí que, olvidando la distancia, creía que serían una docena. Al encontrarme con solo una me pareció incomprensible. Pero después, considerando lo mejor, me he dado cuenta que no podría tener más.

Hubiese querido contestártela inmediatamente, pero momentos más tarde, a mi llegada casi enfermo con la gripe. Diez días he estado en cama. Solo ayer, a fuerza de cuidarme y medicarme me he levantado. Ya estoy bueno y ahora comienzo a vivir la vida madrileña.

Tu carta, por las noticias que contiene, me llenó de tristeza.Yo no sé qué estrella maligna gobierna en nuestra casa. Siempre he anhelado ser y hacer por conseguir un poco de felicidad para ustedes. Y hasta ahora no lo he logrado ni en una mínima parte.

Yo creo que nosotros, por muy pobrecitos que seamos, tenemos también derecho a un pedazo de la alegría del mundo. Si no lo hemos logrado hasta ahora, no ha sido por falta de esfuerzo y de fe. Siempre hemos vivido tristemente. Y lo cruel, lo doloroso, es que aún con respecto a mí que tanto he sufrido, sufro hoy una serie de insensatos o malvados que me consideran un audaz especulador de la dicha.

Pero es necesario no afligirse ni […]. Debemos sobreponernos a todas las contrariedades. Ya que no somos capaces de domar la felicidad, domemos el dolor.

Me hablas en tu carta de las molestias que te ocasiona la permanencia en la misma casa. Yo me las imagino claramente. No es posible que pueda vivirse a gusto en una casa sucia, oscura, sin aire, sin sol. Pero no te limites a lamentarte. Manda a todos los chicos y los grandes a buscar casa y múdate. Múdate a una casa amplia, limpia, en la que el sol entre por todas partes y en la que todos tengan su sitio propio y amplio. Será un poco difícil encontrarla, pero si te esfuerzas lo conseguirás.

Creo que cuando recibas esta ya te habrán pagado en el Ministerio y ya también habrás arreglado mi asunto con Ruíz Bravo. Así tiene que haber mejorado tu situación económica. Yo no puedo decirte desde ahora como puedes invertir mejor el dinero que recibas porque aun no se cuanto hayas recibido de "El Tiempo". Espero curiosamente noticias tuyas sobre este asunto.

Yo estoy luchando aquí para que me paguen. Espero de un momento a otro que llegue la orden al Consulado de Barcelona. No necesito decirte que, mientras esto ocurre, el dinero me viene muy estrecho.

Esperaba que me anunciases que Juan estaba ya completamente curado. Es una fatalidad la enfermedad. Infúndele ánimos. Dile que se esfuerce, que se sobreponga. Es muy joven y la juventud tiene recursos para vencer a todas las enfermedades. Confío en que la próxima me darás mejores noticias de él.

Ten presente al escribirme, que las cartas demoran mes y medio en venir.

¿Qué hubo del cuento: "Mi hermana Jacoba"?

Dile a Alicia y a Jorge que muy pronto les contestaré sus cartas. Ahora estoy un poquito fatigado.

Les deseo a todos los de la casa, y a ti en particular, y trabajaré sin descanso por procurárselos un feliz año nuevo.

Besa a mis hermanos, saluda a Juan y a Del Aguila, y recibe un beso y un abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 25/2/1920

A doña Artemia G de Falcón

Mi madre en Lima

Querida madre:

He recibido tu carta del dos de enero y otra posterior cuya fecha por no tenerla, no puedo previsarla. Me ha tranquilizado saber que la enfermedad de Jorge no es seria.

Casi no me ha sorprendido la actitud de Ruíz Bravo. Lo esperaba. como buen farsante ha esperado mi ausencia para negarse a cumplir un compromiso que claramente contrajo. En el primer momento quise escribirle, tratándole con dureza, pero pensándolo mejor, he resuelto no hacerlo en ningún sentido. Algún día, tal vez pronto, podré cobrársela.

Esta carta llegará a ti muy tarde para que esos artículos puedan publicarse. Sin embargo, que los vea Del Águila y si alguno no ha perdido sus actualidad que se lo lleve a Cisneros para que la publiquen en la "La Prensa", por supuesto sin cobrarlo. Hoy mismo le escribo al doctor Durand haber si consigo que me pague algo por los artículos que le mande a su periódico. Esto, desde luego, tardará mucho.

Creo, mas bien, que "El Comercio" me dará algo. […] a Del Águila para que vea a Valle a quien le he encargado gestionarme este asunto.

Siento lo que ha hecho Ruíz Bravo, porque destruye el presupuesto de entrada que te envié en mi carta anterior. Por suerte no te faltará dinero para comer. En lugar de cuatro libras que te pedí le dieras todos los meses a Del Águila, dale dos solamente. Así te quedarán siempre veintitrés libras mensuales. Las propinas para mis hermanos sácalas de los que de "El Comercio", si no da nada, yo veré la forma de mandarle algo.

Te mando una carta para Enrique […] Arroyo, secretario de la Dirección de Instrucción, quien es muy amigo mío y podrá servirte en cuanto quieras para matricular a Humberto en Guadalupe.

Le escribo también a Antenor Fernández, muchacho muy activo, pidiéndole que vaya a casa y te sirva en lo que necesites. A él puedes confiarles muchos ensayos. Es uno de los que conmigo en "El Tiempo" y en "La Razón.

Veo que no te has quedado corta al pedirme regalos. Todos ellos, tasados a la ligera, importan cuatro mil pesetas; es decir mil setecientos soles. Calcula hasta donde podré adquirirlos.

No obstante, haré un esfuerzo y el mes entrante procuraré mandarte un abrigo. Quiero que lo tengas para tu cumpleaños.

En estos días le voy a mandar unos regalitos preciosos.

Dime si te atienden debidamente en el Ministerio.

Diles a Jorge y a Humberto que es muy difícil mandar una bicicleta desde aquí. Cuando gane un poquito de dinero les daré para que la compren allá.

El ocho le escribí una carta a Alicia. Espero que ya la haya recibido.

Besa y abraza a todos mis hermanos, y tu, madre pedilona, recibe un abrazo muy fuerte de tu hijo.

César.

Madrid, febrero el 25 de 1920

Falcón, César

Carta de Abraham Valdelomar, [06/1918]

[junio de 1918]
Mi querido José Carlos:
Es usted el único producto biológico que recibe cartas mías. Mi viaje, como habrá Ud visto por los periódicos ha sido más glorioso que el de Bolívar el año 23. Tengo un par de maletas llenas de coronas de laurel con cinta peruana. No sabe Ud lo fastidioso que es guardar coronas de laurel con cinta peruana. La corona de laurel con cinta peruana es la suprema síntesis de la admiración en estos pueblos. Mis cinco conferencias de Trujillo me produjeron alrededor de cinco mil soles, pero los he botado con la misma facilidad. Hice llorar al público en mi primera; y en mi segunda conferencia los llegué a sugestionar tanto que se levantaron de sus asientos y escucharon de pie y asombrados mi voz “pastosa y apostolizante”, al decir de La Industria.
Sigo siendo feliz! ¡Oh, José Carlos, tú lo sabes! ¡Tan feliz! Dios que es amigo personal mío, me ayuda y protege y el Ángel de la Guarda me tiene una gran estimación. Te mando algunos periódicos. Habla del triunfo de mi gira en tu periódico. Cossío te puede contar la verdad. Lo emplazo al ronco, esmirriado y buen César a que me desmienta. Abraza a Carlos Guzmán, a Ruiz Bravo, a César Nepomuceno Falcón. Y en cuanto al cholito ese de Fernández: que es un farsante, que me ha tomado el pelo y que él y Criado y Tejada se vayan al Pardo.
Te recomiendo con todo interés, al portador, Alberto Mejía, un excelente muchacho, buen pianista. Protégelo y dale la lata. Se ha portado bien conmigo y eso te ha de bastar para quererlo y atenderlo.
Te abrazo con toda mi alma, cojito genial,

Abraham

El viernes sigo a Cajamarca. Haz anunciar a todos los diarios del norte que representes, mi viaje. Búscate al corresponsal de Cajamarca y hazle anunciar mi viaje.

Valdelomar, Abraham

Carta de Artemio Ocaña, 24/9/1922

Lima, 24 de setiembre de 1922
Señor J. C. Mariátegui
Querido amigo:
Hace algún tiempo que no tengo noticias de Ud. por consiguiente tampoco de Anita ni del piccolo Sandro Tiziano; ansío vivamente que todos Uds gocen de perfecta salud por esas tedescas ciudades que hoy visitan. Yo estoy bien de salud y con muchas perspectivas de mejorar mi situación económica, pues, tengo algunos proyectos a la vista, y creo que algunos de ellos , será una realidad en breve tiempo. Para entonces podré cancelar en parte la deuda que tengo contraída con Uds.; digo en parte, porque humanamente me sería imposible pagar aquella inmensa deuda de gratitud que debo a Uds., mis buenos y nunca olvidados amigos generosos.
Le he escrito varias cartas y hasta la fecha no tengo todavía respuesta. Tan solo he recibido algunas postales de diferentes ciudades tedescas.
Supongo que ya estará Ud. batiéndose con el alemán; lo mismo que mi comadre Anita.
Yo todavía siento la nostalgia de Europa y no pierdo la esperanza de regresar, pero regresar con mi dinero, porque con el del gobierno ya sé por experiencia cuánto se sufre.
Lima la misma, con sus chismes e intrigas de comadre.
El gobierno siempre firme, todas las pequeñas tentativas revolucionarias, se estrellan contra la roca inamovible que hoy representa el Gobierno de Leguía. El país ha progresado bastante en estos dos últimos años y hay grandes proyectos ferroviarios que en época no lejana dará un enorme impulso al progreso del país.
Sé que ayer ha llegado el Dr. Osores con su familia.
Don Pedro no ha cambiado nada es el mismo de siempre con las mismas costumbres y mañas de toda la vida. Es el mismo niño Goyito: flojo, renegón y conchudo. De regreso con genio y figura hasta la sepultura.
Cabral y señora me encargan se saludarlo; ya tienen una encantadora muñequita, se llama Pilar.
Querido Mariátegui, soy de Ud. como siempre su constante amigo y admirador.
Sin más por el momento se despide su atto y S?S
[Firma de Artemio Ocaña]
P.D. Mis más cariñosos recuerdos para mi comadre Anita y para el Piccolo Sandro.

Ocaña, Artemio