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José Carlos Mariátegui La Chira Cultura Espanhol
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Tercera Etapa 1919-1923

Reúne las fotografías de José Carlos Mariátegui en los años que fue enviado como corresponsal a Europa, durante el gobierno de Augusto B. Leguía. Durante su permanencia en Europa sigue con atención los movimientos sociales, intelectuales y artísticos de la época y establece una diversa y amplísima red de contactos internacionales que le permitió deducir las nuevas tendencias en torno al trabajo editorial instaurado como un medio de diálogo para el pensamiento y la acción política, el cual influyó en su posición ideológica, alejada del dogmatismo y del sectarismo existente.

Reproducción fotográfica de José Carlos Mariátegui con Daniel Hernández Morillo

Posible almuerzo de periodistas vinculado al anuncio de la fundación de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
José Carlos Mariátegui, al extremo izquierdo parado.
Otros identificados en la fotografía: Clemente Palma, Daniel Hernández Morillo (primer director de la Escuela Nacional de Bellas Artes), Clovis (Luis Varela y Orbegozo), Luis Ugarte, Artemio Ocaña (sentado sobre murete, debajo de Hernández).
Lima, 23 de setiembre 1918.

Hernández Murillo, Daniel

José Carlos Mariátegui con Pedro López Aliaga con ocasión de la exposición italiana

De izquierda a derecha:

  • Ladislao Meza, José Carlos Mariátegui, Emilia Astete, Pedro López Aliaga y Ricardo Vegas García en el patio de la casa de Pedro López G., con ocasión de la exposición italiana.
    Al reverso de la fotografía se lee:
    Con todo mi afecto entrego este recuerdo de familia al querido camarada Ricardo Martínez de la Torre.
    Lima, 21/1/1942
    César López Aliaga

Empresa Editora Peruana S. A.

Mariátegui en la Inauguración de la exposición italiana en el local de la Sociedad Filarmónica

José Carlos Mariátegui en la inauguración de la exposición de pintura y escultura italiana en el local de la Sociedad Filarmónica, realizada el 10 de mayo de 1923.
De izquierda a derecha: Augusto B. Leguía (Presidente del Perú), Sr. R. Agnolli (Embajador de Italia), el Sr. Benjamín Huamán de los Heros (Ministros de Guerra del Perú), José Carlos Mariátegui y el Sr. Federico Gerdes (músico)

Revista Variedades

Folleto del libro "Levante" de Blanca Luz Brum

Folleto sobre la publicación del libro Levante de Blanca Luz Brum. En su interior se puede apreciar opiniones de José Carlos Mariátegui, Zum Felde, Óscar Miró Quesada, José M. Eguren, Antonio G. Garland y Armando Bazán.

Autor Desconocido

Cuarta Etapa 1923-1930

Reúne las fotografías de José Carlos Mariátegui a su regreso al Perú en 1923, en el que trae consigo diversos proyectos políticos, sociales y culturales, abocándose a un editorialismo programático.
A finales de 1923 se anuncia la próxima aparición de Vanguardia: revista semanal de renovación ideológica, proyecto desarrollado por Mariátegui en conjunto con Félix del Valle que finalmente no pudo ser concretado. Para marzo de 1924, Mariátegui asume la dirección, de forma interina, de la revista Claridad: órgano de la federación obrera local de Lima y de la juventud libre, fundada por Víctor Raúl Haya de la Torre y en 1925, funda junto con su hermano Julio César, la Imprenta y Editorial Minerva que tenía como finalidad articular una red cultural que nutra al mundo hispano-parlante de publicaciones del pensamiento universal.
En septiembre de 1926, funda la revista Amauta. Asimismo, siguiendo con su proyecto editorialista funda en noviembre de 1928 Labor: quincenario de información e ideas donde aplicó los aprendizajes de Amauta, y desarrolló un modelo de distribución que le permitió al quincenario llegar a las clases trabajadoras en varias ciudades y pueblos del país.

Archivo José Carlos Mariátegui

Carta de Miguel Ángel Urquieta a Enrique Bustamante Ballivián, 8/4/1928

8 de abril de 1928

Señor don
Enrique Bustamente y Ballivián

Distinguido amigo:

En una interview que le ha hecho EL DIARIO, llama usted a José Carlos Mariátegui "el Cristo, el apóstol de la juventud peruana". Conozco de sobra la serenidad mental de usted y su integridad de hombre de letras, para que tal certera apreciación me cause sorpresa alguna. Me produce, sí, complacencia, y de las mas intensas y cordiales.

Usted y yo vamos por distintos caminos. Pero no paralelos, que no se juntarían nunca ni se cruzarían siquiera. Ni divergentes, que acabarían por separarse mas uno del otro, hasta perdernos recíprocamente de vista. Vamos por distintos caminos que acabaran, mas tarde o más pronto, por reunirse en un mismo punto de llegada. La peruanidad de usted y la peruanidad mía, ríos conducen a ambos al mismo anhelo de fuerte y recio nacionalismo, un nacionalismo integral que lo abarque todo, desde el armazón cultural de nuestra patria, hasta su estructura económica. Usted, como yo, sabe que lo primero que hace falta en nuestro Perú es el alma nacional. Un pueblo sin alma nacional, no es casi mas que un cadáver que tarda en podrirse porque está embalsamado en su propia inconsciencia, suerte de coma colectivo con atonía total. Usted, como yo, sabe que ante todo debe estar lo nuestro, lo nacionalmente nuestro. Después lo de los demás y lo que con los demás pueda unirnos por afinidad racial, por geografía, por tantos y tan complejos intereses diversos. Ese hispanoamericanismo que tan líricamente se propugna, solo puede ser viable y se concibe como suma de nacionalismos coexistentes. Individualmente definidos y vigo­rosos, con personalidad propia, inconfundible. Conjuntamente mas de­ finidos y fuertes todavía.

De aquí, poeta y amigo, que el brevísimo juicio de usted sobre José Carlos Mariátegui —la mas alta figura intelectual de este momento de Inquietud, premonitorio de una época verdaderamente nueva, pródromo de una renovación de cultura política y social—, tenga para mí un valor de excepción. El juicio de usted en labios o en pluma de otro, en pluma nuestra, por ejemplo, de los que hacemos piña con Mariátegui, carecería de fuerza justiciera, le faltaría serenidad. En usted, por el contrario, tiene el mérito extraordinario de ser absolutamente imparcial, espontáneo, frío, si se quiere, fallo ecuánime des­prendido de toda contemporización. Por venir de usted lo recojo y se lo agradezco. Cuanto se refiere a Mariátegui, atañe a todos los que con él estamos.

José Carlos Mariátegui es el apóstol del más puro peruanismo. El Cristo, como usted le llama, del nuevo evangelio nacional. Gracias por mí y por cuantos acompañamos a Mariátegui en esta sa­crificada lucha nacionalista que muy pocos comprenden y muchos interpretan mal cuando no calumnian. Ya era tiempo de que en el extranjero una voz como la de usted calificase a Mariátegui sin pasión, sin odio ni amor, simplemente serena, y justipreciase su obra con una sola frase que equivale a la mas completa definición de nuestro insigne idealista.

Mariátegui, al honrar a! Perú, nos honra a todos, incluso a los propios que no se lo reconocen. Que usa la tralla sobre espaldas mercaderes? Y que! Cristo usó el látigo. Que ama a los humildes y ampara a los desheredados? Sí. Cristo murió por ellos. Y yo puedo afirmar que Mariátegui se dejaría matar antes que arriar sus convicciones, flameantes como banderas al frente de nuestras juventudes de vanguardia. Equivocado o exacto, sólo sé que Mariátegui tiene un alto espíritu incorruptible, sincero hasta el heroísmo, y el coraje apostólico que solo se da en los predestinados.

A Mariátegui le anima la misma fe que a usted, la misma fe que a mí. Tiene el Perú los vicios, las taras raciales comunes a todos nuestros pueblos indioespañoles de educación deficiente y de voluntad embrionaria, engendrados por la codicia de España en la mansedumbre borrega de los autóctonos. Pero tiene también una inmensa, una prodigiosa cantera de virtudes, intacta casi, de la que es posible extraer los sillares para la gran nación del porvenir. Nada significan para el destino de un pueblo, pare la espiral de su evolución, tres siglos de colonia y cien años de vida emancipada, apenas dos círculos de su espiral.

Ya verá usted, poeta y amigo, cómo nuestros caminos tienden converger, cómo nuestra peruanidad, llena de fe, nos juntará a la larga, aunque por vías diferentes.

A tout seigneur, tout honneur, dicen los franceses. Usted, alto se­ñor de las letras, eleva y afirma su probidad intelectual al honrar gran Mariátegui, gran señor de la idea.

La estrecha la mano, desde la otra orilla, afectuosamente.

Miguel A. Urquieta

Urquieta, Miguel Ángel