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En torno a las elecciones inglesas – factores del proceso político de la Gran Bretaña [Recorte de prensa]

En torno a las elecciones inglesas – factores del proceso político de la Gran Bretaña

Reanudemos la indagación de los factores históricos de la actual situación política británica. Las elecciones próximas, con las cuales esa situación entrará en una nueva etapa, hacen de la Gran Bretaña el centro de la atención mundial. El escrutinio influirá en los destinos europeos, vale decir en los destinos mundiales. Una mayoría conservadora reforzaría y prolongaría, probablemente, la era de temporal estabilización capitalista que ha seguido a la agitación revolucionaria de los primeros años de post-guerra. Una mayoría laborista, a pesar acaso de algunos líderes del laborismo, aceleraría el curso de este período, apresurando una segunda etapa revolucionaria. La imposibilidad de cualquier mayoría, -laborista, conservadora o liberal- restablecería, como una fatalidad, a la que cada vez resulta más penoso adaptarse, la fórmula forzosa de los ministerios de coalición, como la consiguiente agudización de la crisis del parlamento.

Desde que los Estados Unidos han alcanzado la plenitud de su desarrollo económico, la historia del imperio británico ha dejado de ofrecérsenos como el máximo experimento capitalista. La revolución liberal no liquidó en Inglaterra la monarquía ni otras instituciones del régimen aristocrático. Su carácter esencialmente industrial y urbano, le permitió una gran largueza con la nobleza terrateniente. La economía capitalista creció cómodamente, sin necesidad de sacrificar la decoración capitalista, el cuadro monárquico del Imperio. Para el primer imperio capitalista, dueño de inmensas colonias, dominador de los mares, la economía agraria pasaba a un plano secundario. Su producción industrial, su poder financiero, sus empresas transoceánicas y coloniales, lo colocaban en aptitud de abastecerse ventajosamente en los más distantes mercados de los productos agrícolas necesarios para su consumo. La Gran Bretaña podía costearse, sin ningún esfuerzo excesivo el lujo de mantener una aristocracia refinada, con sus caballos, perros, parques y cotos. Esto, bajo cierto aspecto, admite ser definido como un rasgo general de la sociedad burguesa que, ni aún en los países de más avanzado republicanismo, ha logrado emanciparse de la imitación de los arquetipos y del estilo aristocrático. El “burgués gentilhombre” es actual hasta ahora. La última aspiración de la burguesía, consumada su obra, es parecerse o asimilarse a la aristocracia que desplazó y sucedió. El propio capitalismo yanqui que se ha desenvuelto en un clima tan indemne de supersticiones y privilegios, y que ha producido en sus tipos de capitanes de empresa una jerarquía tan original de jefes, no ha estado libre de esta imitación, ni ha resistido a la sugestión de los títulos y los castillos de la decaída nobleza europea. El noble se sentía y sabía la culminación de una cultura, de un orden; el burgués no. Y acaso, por esto, el burgués ha conservado un respeto subconsciente por la corte, el ocio, el gusto y el protocolo aristocráticos.

Y no hay en esto solo una cuestión psicológica social y política. La conciliación de la economía capitalista y consecuencias económicas: Inglaterra la política democrática con la tradición monárquica, tiene hoy concretas se encuentra en la necesidad de afrontar un problema agrario, que Estados Unidos ignora, que Francia resolvió con su revolución. El lujo de sus tierras improductivas está en estridente contraste con la economía de una época de depresión industrial y dos millones de desocupados. Estos dos millones de desocupados, cuya miseria pesa sobre el presupuesto y el consumo domésticos de la Gran Bretaña, pertenecen a una población esencialmente industrial y urbana. Los oficios y las costumbres citadinas de esta gente, estorban la empresa de emplearla en los más prósperos dominios británicos: Canadá, Australia, donde el obrero y el empleado inmigrantes tendría que transformarse en labriegos.
El empirismo y el conservantismo, el hábito de regirse por los hechos, con prescindencia y aún con desdén de las teorías, han permitido a la Gran Bretaña cierta insensibilidad respecto a las incompatibilidades entre las instituciones y privilegios nobiliarios, respetados por su evolución, y las consecuencias de su economía liberal y capitalista. Pero esa insensibilidad, esta negligencia que en tiempos de pingüe prosperidad capitalista y de incontrastable hegemonía mundial, ha podido ser un lujo y un capricho británicos, en tiempos de desocupación y de concurrencia, a la vez que devienen onerosas con exceso, engendran contradicciones que, amenazan seriamente el ritmo del evolucionismo inglés.

La concentración industrial y urbana aseguran la preponderancia final del partido laborista. El socialismo no conoce casi en la Gran Bretaña el problema de la difícil conquista de un campesino de rol decisivo en la lucha social. Las bases políticas y económicas de la nación son sus ciudades y sus industrias. La política agraria del socialismo no ha menester, como en Francia y Alemania, de complicadas concesiones a una gran masa de pequeños propietarios, ligados fuertemente al orden establecido. Dirigida contra los landlords es, más bien, una válida arma de ataque contra los intereses de la clase conservadora.

La marcha al socialismo está asegurada por las condiciones objetivas del país. Lo que falta al movimiento socialista inglés es, fundamentalmente, ese racionalismo, que los revisionistas encuentras exorbitante en otros partidos socialistas europeos. El proletariado inglés está dirigido por pedagogos y funcionarios, obedientes a un evolucionismo, a un pragmatismo, de fondo rigurosamente burgués. El crecimiento del poder político del laborismo ha ido mucho más a prisa que la esperanza y la adaptación de sus parlamentarios. No en balde, estos parlamentarios se hallan todavía bajo el influjo de la atmósfera intelectual y espiritual de un gran imperio capitalista. La aristocracia obrera de Inglaterra, por razones peculiares de la historia inglesa, es la más enfeudada mentalmente a la burguesía y a su tradición. Se siente obligada a luchar contra la burguesía con la misma moderación con que esta se comportara, -Cronwell y su política exceptuadas- con la aristocracia y sus privilegios. Los neo-revisionistas no parecen propensos a nada como a regocijarse de que así ocurra. “La social-democracia alemana -escribe Henri de Man- se consideró en sus comienzos como encarnación de las doctrinas revolucionarias y teológicas del marxismo intransigente; como consecuencia, la tendencia creciente de su política hacia un oportunismo conservador de Estado aparece ante sus elementos jóvenes y extremistas como una renunciación gradual de la social-democracia a sus fines tradicionales. Por el contrario, el partido obrero británico, el Labour Party, es el tipo del movimiento de mentalidad “causal”, refractario por esencia a formular objetivos remotos en forma de una teología a priori. Solo movido por la experiencia es como se ha desenvuelto llegando desde una representación muy moderada de intereses profesionales hasta constituir un partido socialista. Parece, pues, que el progreso del movimiento alemán aleja a este de su finalidad, mientras que el del inglés lo aproxima a la suya. La consecuencia práctica de esta diferencia es que el grado de desarrollo correspondiente a una tendencia progresiva en la vida intelectual del socialismo inglés contrasta con una tendencia regresiva en la vida intelectual de la social-democracia alemana. El movimiento inglés, cuyos fines impulsan, por decirlo así, día por día la experiencia de una lucha por objetivos inmediatos, pero justificados por móviles éticos, anima de este modo todo objetivo parcial y ensancha la acción de ese impulso en la medida en que este extiende el campo de su práctica reformista. De ahí que el partido obrero británico, pese a su mentalidad fundamentalmente oportunista y empírica, ejerza una atracción creciente entre los elementos más accesibles a los móviles éticos y absolutos: la juventud y los intelectuales en primer término.

Fácil es demostrar que esta presunta ventaja queda ampliamente desmentida por la relación entre el poder objetivo y los factores subjetivos de la acción laborista. El Labour Party se ha desarrollado en número con mayor rapidez que en espíritu y mentalidad. Y, por esto mismo, su caso es muy interesante. En Inglaterra nadie podrá acusar al socialismo de romanticismo revolucionario. Por consiguiente, si ahí se llega al gobierno socialista, será indudablemente no porque se lo hayan propuesto, forzando la historia, los teorizantes y los políticos del socialismo, sino porque el curso mismo de los acontecimientos ha hecho violencia sobre ellos.

José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira