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[Lista de Agentes de la Editorial Minerva]

Lista de Agentes de la Editorial Minerva:

  • Máximo Pecho - Jauja - 16 ejem.
  • Dionizio Mendoza - Chiclayo - 16 ejem.
  • Teodoro Bullón Salazar - Jauja - 16 ejem.
  • La Acción - Chincha - 16 ejem.
  • Librería Iberico - Cajamarca - 16 ejem.
  • Librería Nieri - Ica - 16 ejem.
  • Librería León Alvarado - 32 ejem.
  • Alcides Spelucin - Imprenta el Norte de Trujillo - 32 ejem.
  • Luis Carranza - Imprenta y Librería El Tiempo - Piura - 16 ejem.
  • Roberto La Torre - Revista "Kosko" - Cuzco - 32 ejem.
    Total: 208 ejem.

Imprenta y Editorial Minerva

Letra de Cambio, 6/5/1927

Letra de Cambio girada por Julio César Mariátegui por la cantidad de L.p 1.3.80 (Una libra peruana trescientos ochenta milésimos) a cargo de Lizardo Palacios con fecha 6 de mayo de 1927.
Incluye Apéndice a la Letras Nº 49035/6

Mariátegui La Chira, Julio César

Fondo José Carlos Mariátegui

  • PE PEAJCM JCM-F-03
  • Archief
  • 1894-1930

El fondo personal de José Carlos Mariátegui, pensador marxista latinoamericano más representativo del siglo XX en el Perú y Latinoamérica, está compuesto por sus documentos personales: 137 escritos, 15 conferencias, 534 documentos de su correspondencia personal, diversas credenciales como periodista y como participante en conferencias, 150 artículos publicados en revistas como Variedades y Mundial, 188 fotografías y demás tipologías documentales que se pueden apreciar en las series del fondo.
El fondo alberga actualmente 1,300 objetos documentales, de los cuales 1,051 pueden ser revisados en su catálogo digital. (archivo.mariategui.org). El catálogo se actualiza constantemente según se vayan ordenando las series y el tiempo que toma el proceso de digitalización.

José Carlos Mariátegui La Chira

Estudiantes y maestros

Los catedráticos inseguros de su solvencia intelectual, tienen un tema predilecto: el de la disciplina. Recuerdan el movimiento de reforma de 1919 como un motín. Ese movimiento no fue para ellos una protesta contra la vigencia de métodos arcaicos ni una denuncia del atraso científico e ideológico de la enseñanza universitaria, sino una violenta ruptura de la obediencia y acatamiento debidos por el alumnado a sus maestros. En todas las agitaciones estudiantiles sucesivas, estos catedráticos encuentran el rastro del espíritu de asonada y turbulencia de 1919. La Universidad -según su muy subjetivo criterio- no se puede reformar sin disciplina.
Pero el concepto de disciplina es un concepto que entiende y definen a su modo. El verdadero maestro no se preocupa casi de la disciplina. Los estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la Universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Solo los catedráticos mediocres, -y en particular los que no tienen sino un título convencional o hereditario- se inquietan tanto por la disciplina, suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece, inapelablemente, la jerarquía material o escrita.
No quiero hacer la defensa de la juventud universitaria -respecto de la cual, contra lo que pudiera creerse, me siento poco parcial y blando-, pero puedo aportar libremente a esa defensa mi testimonio, en lo que concierne a la cuestión de la disciplina, declarando que nunca he oído a los estudiantes juicios irrespetuoso sobre un profesor respetable de veras. (Las excepciones o discrepancias individuales no cuentan. Hablo de un juicio más o menos colectivo). Me consta también que, cuando formularon en 1919 la lista de catedráticos repudiados, -a pesar de que el ambiente exaltado y tumultuario de las asambleas no era el más a propósito para valoraciones mesuradas- los estudiantes cuidaron de no excederse en sus condenas. Las tachas tuvieron siempre el consenso mínimo de un 90 por ciento de los alumnos de la clase respectivas. En la mayoría de los casos, fueron votadas por unanimidad y aclamación. Los líderes de la Reforma se distinguían todos por una ponderación escrupulosa. No se proponían purgar a la Universidad de los mediocres, sino únicamente de los pésimos. La sanción que encontraron en el Gobierno y en el Congreso todas las tachas de entonces, evidencia que no eran contestables ni discutibles.
El tópico de la disciplina es, pues, un tópico barato y equívoco.
Y del mismo género son las críticas que, fácil e interesadamente, se pronuncian sobre la influencia que tienen en la crisis universitaria otros relajamientos o deficiencias del espíritu estudiantil.
Contra todo lo que capciosamente se insinúe o sostenga, la crisis de maestros, ocupa, jerárquicamente el primer plano. Sin maestros auténticos, sin rumbos austeros, sin direcciones altas, la juventud no puede andar bien encaminada. El estudiante de mentalidad y espíritu cortos y mediocres, mira en el profesor su dechado o su figurín. Con un profesor desprovisto de desinterés y de idealismo, el estudiante no puede aprender ni estimar una ni otra cosa. Antes bien, se acostumbra a desdeñarlas prematuramente como superfluas, inútiles y embarazantes.
Un maestro -o, mejor, un catedrático- en quien sus discípulos descubren una magra corteza de cultura profesional, y además, carece de autoridad y de aptitud para inculcarles y enseñarles extensión ni hondura en el estudio. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil, al allegamiento de una fortuna, y -si es posible, de paso- a la conquista de una cátedra, membrete de lujo, timbre de academia. La vida y la personalidad egoístas, burocráticas, apocadas, del profesor decorativo y afortunado influyen inevitablemente en la ambición, el horizonte y el programa del estudiante de tipo y medio. Profesores estériles tienen que producir discípulos estériles.
Sé bien que esto no inmuniza del todo a la juventud contra críticas ni reproches. La universidad no es, obligada y exclusivamente, su único ambiente moral y mental. Todas las inteligencias investigadoras, todos los espíritus curiosos, pueden -si lo quiere- ser fecundos por el pensamiento mundial, por la ciencia extranjera. Una de las características fisonómicas de nuestra época es, justamente, la circulación universal. Veloz y fluida de las ideas. La inteligencia trabaja, en esta época, sin limitaciones de frontera ni de distancia. No nos faltan, en fin, maestros latinoamericanos a quienes podamos útilmente dirigir nuestra atención. La juventud -sus propios movimientos lo comprueban y declaran- no vive falta de estímulos intelectuales ni de auspicios ideológicos. Nada la aísla de las grandes inquietudes humanas. ¿No han sido extra-universitarias las mayores figuras de la cultura peruana?
Los estudiantes, después de las honrosas jornadas de la Reforma, parecen haber recaído en el conformismo. Si alguna crítica merecen, no es por cierto la que mascullan, regañones e incomodados, los profesores que reclaman el establecimiento de una disciplina singular, fundada en el gregarismo y la obediencia pasivas.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Artemia G. de Falcón, 15/12/1919

San Sebastián, 15 de diciembre de 1919

Señora Doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Hace cuatro días estoy en España. Antes de llegar aquí tenía que ir a un pueblecito, cercano a la frontera, en el que debía ver a Pío Baroja, un gran hombre de España ciega amistad tiene que serme de mucha honra y provecho.

En casa de Pío Baroja, cariñosamente recibido por él, por […] pasé veinticuatro horas. Me obligaron a comer en su mesa y a dormir en su casa. Este pequeño instante de vida de hogar me ha hecho mucho bien. Ya estoy nuevamente cansado del trato frío, comercial es insincero de los hoteleros y criados.

Mañana a las cuatro y cincuenta me voy a Madrid. Estaré allí pasado mañana temprano. Tengo vehemente ansiedad por llegar, pues espero encontrar amplias y puntuales noticias de casa. Hace mes y medio que no sé nada de ustedes.

Ya te he dicho como está la vida en París. Aquí parece que no es muy buena; pero, desde luego se la pasa mejor que en la Francia. El país es de una incomprensible belleza natural. Este gran balneario donde estoy es una ciudad extraordinariamente bella y suntuosa. Aunque un poco triste por estar fuera de temporada, comprendo que aquí debe vivirse muy a gusto y con muchas regalías.

En París he comprado algunas cositas para ti, para mis hermanos. No se las he mandado todavía, porque me han parecido muy pocas. Espero comprar algo más en Madrid y mandárselas juntamente.

Hasta pasado mañana. Contestaré a todas tus cartas con una sola carta, muy larga, lo más larga posible.

Besa, de mayor a menor, a todos mis hermanos y saluda cariñosamente a Juan y a Del Águila.
Tú recibe muchos abrazos y más besos de tu hijo.

César

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 16/1/1920

Madrid, 16 de enero de 1920

Señora Dona Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Desde mi llegada a Madrid, el veinte de diciembre último, no recibo noticias tuyas. Lo atribuyo a tu falta de conocimiento preciso de los itinerarios de correos. Pero aunque los justifico, el retraso me causa mucha tristeza.

Quisiera recibir carta tuya todas las semanas. Ya se que esto es casi imposible, y por esto, me resigno a la espera. Sin embargo, te suplico que hagas más frecuentes tus cartas. Puedes escribirme cada ocho o quince días. De este modo yo las recibiría con el mismo intervalo.

Seguramente ha llegado ya a ti mi primera carta de esta ciudad. En ella te hablaba del ataque de fiebre que sufría al llegar. Ya esto pasó completamente. Ahora estoy muy bien y me dedico a trabajar con alivio.

La vida en Madrid es muy agradable. Se vive, en verdad, casi nocturnamente. Todo se hace tarde. La gente se levanta a las diez, almuerza a las dos de la tarde, cenan a las nueve de la noche, va al teatro a las diez y media y se acuesta a las dos o tres de la madrugada. Este en el sistema de vida consciente.

La vida comercial se realiza en la misma forma. No hay hasta las diez de la mañana ninguna oficina o tienda abierta y todas se cierran de una y media a cuatro de la tarde.

Actualmente escribo un libro que debe publicarse, si no falla mis cálculos, en marzo o abril. Creo que lo acabaré en este mes. Solo espero, porque necesito incluirlo en el cuento "Mi hermana Jacoba" que tantas veces te he reclamado y que no dudo que lo recibiré en estos días.

Me interesa nuevamente conocer el resultado de tus gestiones en el ministerio para el cobro de asignación. Esto es lo que más me preocupa en los días presentes. Creo, no obstante, que te habrán pagado con puntualidad.

Ansío también conocer el arreglo con Ruíz Prado. Por desconocerlo no he podido hasta hoy normalizar el envío de mi correspondencia a "El Tiempo".

Sobretodo me entristece la falta de noticias tuyas. No te extrañe, por esto, que insista en replicarte mayor regularidad.

A tu, a mis hermanos, a Juan, a todos, en fin, lo de casa les deseo cordialmente muchas felicidades.

Para mis hermanos les envío un recuerdo cariñoso, un saludo a Juan, y para ti, madre […] un abrazo y muchos besos

Tu hijo
César

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 30/3/1920

A doña Artemia G de Falcón

Mi madre en Lima

Querida madre:

Acabo de recibir tu carta del 25 de febrero. Me parece que no es esta la única que me has escrito desde el veintiseis de enero y que muy pronto, dentro de dos o tres días, por otro correo, voy a recibir más cartas tuyas, De todas maneras, las reciba o no, me apresuro a contestarte la que acabo de leer.

No debe preocuparte la falta de cartas mías en los correos que llegan a Lima, porque ellos pertenecen a un servicio distinto al de Europa. Los vapores que llevan la correspondencia extranjera al Perú no van sino hasta Colón y algunos, muy raros, hasta Nueva York, Y mis cartas van en los vapores que corren entre Europa o Francia y Colón. Como la coincidencia de la llegada de un vapor a Europa a Colón y la salida de otro para el Callao no es muy frecuente, muchas cartas tienen, por fuerza, que quedar detenidas y retrasarse quince o veinte días. No debes mortificarte por esto. A mí me ocurre lo mismo generalmente recibo juntas tres o cuatros cartas tuyas, escritas, a veces, en fechas distantes.

En la carta que acabo de recibir no encuentro, como en las anteriores, saludos particulares de Alicia. Además, está por escrito que las otras. Todo esto, y las noticias que contiene, me asegura que no ha sido escrita por Alicia y que tú estás muy enfadada con ella.

Comprendo perfectamente tu aflicción y tu enfado. Pero no debes suponer que ninguna de mis hermanas, ni Alicia de la que tan tristemente te quejas, te quieren menos que yo. Es que no son tan reflexivas. No comprenden tu estado de ánimo y la obligación que tienen de contemplarte y cuidarte con más solicitudes y con mayor ternura. Yo les voy a escribir a todas, recomendándoles que se porten mejor. Perdónalas y cree que se compondrán.

Supongo que ya habrás recibido la carta para Casterot y este te habrá atendido debidamente. Notíciame el resultado de esta gestión.

Me parece bien que hayas escogido una casa situada en un barrio sano. Las protestas de las muchachas no son sino eso, protestas de muchachas. Ya se acostumbrarán o si en realidad está en un lugar apartado, pueden buscar diligentemente otra casa que reúna mejores condiciones.

Tu silencio me hace creer que en el Ministerio te han atendido. Esto me alegra. Yo le he escrito a Villanueva recomendándole el pago de tu asignación.

Del Águila no me ha escrito ¿Qué hace?

Te agradezco el recuerdo de mi cumpleaños. Aún está distante. Yo también recuerdo el tuyo y te mandaré un regalito. Entiéndelo bien. Otros les mandaré a las chicas. Que lo entiendan bien.

Besos para todos y para ti un beso y un abrazo de todo corazón.
César

Madrid, mayo, el 30 del 1920

P.D. Dime el número de la casa.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 14/7/1920

A mi madre Doña Artemia G de Falcón en Lima

Querida madre:

Tus dos últimas cartas, del treinta y uno de marzo y diecisiete de junio, me han puesto muy triste. Ellas me han hecho comprender que aun no has conseguido vivir tranquilamente, sobretodo por la mala conducta de mis hermanas.

Alicia también me ha escrito. De la carta de ella, tanto como de las tuyas, colijo que el principal motivo de desavenencia entre ustedes es la casa. Ya te he dicho, a este respecto, cual es mi opinión. Parece que las chicas incapaces de aun de apreciar la vida de manera menos superficial, le dan mucho importancia al aspecto de la casa, a otras cosas superfluas. Tú que las conoces mejor que yo, […] con su deseo. Si no les gusta la casa, que ellas mismas te busquen otra y múdate. Haz, si puedes, un sacrificio para mudarte. Hazlo, pero a condición de que ellas comprendan por su parte lo obligadas que están a respetarte, a quererte y a cuidarte incondicionalmente. Ya están grandes y deben saberlo. La mudanza solo puede ser una complacencia tuya, justificada por la incomprensión de ellas.

Yo creo que has exagerado un poco tus quejas. Lo creo, en primer lugar, porque nunca podría conformarme con la idea de que tú, tan serena y tan cariñosa y tan abnegada, sufrías por causa de mis hermanas. Ocurre, como ya te he dicho, que son todavía muy muchachas y un poco engreídas. Pero, en el fondo, te quieren y te quieren mucho. Ellas mismas te lo dirán. Te lo dirán cuando tú —te lo pido yo— les hagas leer esta carta. Desde entonces —tú lo verás— […] un poco los enfrentamientos y serán más solicitas contigo.

Me entero por otra parte, que pasas los días muy triste, muy abatida. Esto me parece muy mal. Nada puede perjudicarte más que enojarte […]. Procura distraerte. Suprimir de tu espíritu la mayor cantidad posible de preocupaciones. Pasea y visita. Mucho te propicia una vida más apacible, grata, la seguridad aunque sea momentánea, de tu renta. No debes permitir que te aflijan hoy, sin los mismos motivos, los sin sabores de tus días pasados.

No me sorprende el retraso con que llegan a tu mis cartas. Muchas tuyas las he recibido después de mes y medio. Actualmente el servicio postal, como todos los servicios públicas, está realizándose con igual arbitrariedad en todos los países. Cartas de Francia o de Italia, que en tiempos normales tardan dos y tres días en llegar aquí, me llegan ahora con ocho y diez de tardanza. Tú, como yo, debemos tener paciencia.

Supongo que ya está en casa la madre de Del Águila, y supongo también que te será grata su compañía. A propósito, me parece que la estancia de esta señora en la casa es un motivo más para mudarse a otra que sea tenga mayores comodidades.

Salúdala en mi nombre. ¿Cómo sigue Jorge, Antonieta y Del Águila? Me alegro mucho de la mejoría de Alicia.

Para atender a los encargos y peticiones de todos ustedes no me bastarían tres mil pesetas. Es decir, mas de mi renta de seis meses. Hasta hoy, ahorrando lo más posible he logrado reunir unas cuantas cosas. No se las he mandado antes porque quiere que cada uno reciba su regalo al mismo tiempo. Todavía me faltan comprar algunas cositas, pero las tendré muy pronto. El próximo correo les llevará el "voluminoso" contigente.

Dime si lees "El Comercio". Si lo lees mándame, recortados, todos los artículos míos.

Saluda cariñosamente a todos mis hermanos y a Del Águila.
Te abraza
César

Madrid, el 14 de julio de 1920.

P.D. Saluda a la señora Mariátegui. El baúl de José Carlos, junto con el mío, se perdió en París y ha aparecido en Triste. Ambos han hecho una escabrosa peregrinación por Europa. No te he dicho nada hasta hoy por no mortificarte. Ya no hay motivo para que no lo sepas. Ya han vuelto a nuestro poder.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 8/1920

A mi madre Doña Artemia G de Falcón en Lima

Querida madre:

He recibido tu carta del veintidos de junio. La contesto enseguida para que nuestra correspondencia se establezca regularmente.

Durante los últimos meses, junio y julio, he trabajado mucho. Ya te he dicho que tenía compromiso de entregar un libro. Ya lo he entregado. Ahora espero tu publicación.

El calor de Madrid en estos días es abrasador. Todo el que ha podido se ha marchado a las playas. Yo he debido irme también a un balneario., pero me han retenido aquí distintas ocupaciones urgentes.

Probablemente, a fin de mes, iré a Barcelona. Tengo el propósito de pasar allí algunos días.

Tú última carta ha aumentado mi ansiedad por saber que ha ocurrido a la madre Del Águila y como sigue. Espero que la próxima tuya. ya que Del Águila no me escribe hace meses, me des amplias noticias.

Dime como pasan los días que ocurre en Lima, si te paseas mucho, todo, en fin, lo que sea digno de contarse. Tus cartas son exageradamente parcas. No me dejan entrever la vida que hacen ustedes.

Supongo a Humberto y a Jorge muy adelantos en sus estudios.

¿Por qué no me escribe Alicia? Ya ni siquiera te sirve de amanuense.

Espero recibir mi baúl estos días. Si no llega, cuando vaya a Barcelona, iré a París a reclamarlo personalmente.

Muchos besos y abrazos paras mis hermanos y saludos para Del Águila y su madre.

Te abraza con el corazón
César

Madrid, el [2] de agosto de 1920.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 2/11/1920

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

Hace pocos días he recibido tu carta del veinte de setiembre. Sigue como verás, la irregularidad en el servicio de correos. Unas veces se demoran las cartas un mes en llegar a mis manos y otras hasta mes y medio.

No es por falta de tiempo que te escribo una carta mensual. Para escribirte a ti nunca puede faltarme el tiempo ni puede tener ocupación alguna que me lo impida. Es sencillamente por la inutilidad de hacerlo repetidamente. Como los correos son mensuales mis cartas te llegarían todas a la vez. Por eso prefiero escribirte una sola. Si tú lo quieres, claro es, aunque las recibas juntas o retrasadas, te escribiré cuantas veces los desees.

Estoy en París. He venido a recoger mi equipaje. Ya lo tengo en mi poder. Algunas cosas, como te será fácil suponerlo, se han perdido. Se las han robado mejor dicho. Pero con lo recuperado estoy satisfecho. Algo es algo. Ya me había resignado a perder todo.

No olvido tu encargo del servicio de té. De aquí o de Madrid te lo mandaré en cuanto tenga dinero. Tú sabes que solo la falta de dinero puede impedirme cumplir inmediatamente [con] todos tus pedidos.

De Del Águila no tengo las noticias que tú me das. Hace un momento he visto su última carta. Es del mes de enero. Desde esta fecha no me ha escrito ni una línea. No me parece una cosa rara.

Ya te he dicho en mi carta anterior mi opinión sobre los propósitos de Humberto. Creo que debe educarse antes de aprender a trabajar. Todavía está muy niño para elegir profesión. Y más aún para dedicarse a las cosas estrafalarias que se le ocurren. Ya llegará el momento en que deba dedicarse al trabajo y entonces, acaso por su propia elección, tal vez se emplee en oficio menos elevado que el que ahora se le ha ocurrido.

Todavía espero lo retratos. ¿Por qué no me los has mandado? Creo que me los mandarás pronto. A mi vez te mandaré los que pienso hacerme.

Muchos besos y abrazos para todos mis hermanos. Te recuerda con el corazón tu hijo.

César

París, 2 de noviembre de 1920

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 17/11/1920

A la señora Doña Artemia G. de Falcón

en Lima

Querida madre:

Con algún retardo por causa de mi viaje he recibido tu última carta. También por igual motivo respondo a ella un poco tarde.

De París, aprovechando la proximidad de ambos países, he venido a dar una vuelta por Italia. Estaré aquí un mes. Veré muchas cosas bellas y escribiré artículos para un periódico de Madrid. Luego, tornaré a España la vía de Alemania.

De este viaje, como tu comprenderás, no es necesario que se enteren en Lima. No lo digas a nadie.

Aprovecharé mi estancia en este país para mandarte un regalo bonito. Supongo que ya habrán recibido mis hermanos los suyos. Solo falta el tuyo. Y este, como para ti, tiene que ser minuciosamente escogido.

Sigue escribiéndome al Consulado del París. De aquí me mandarán tus cartas.

Abrazo para todos mis hermanos. Para ti uno fuerte, muy fuerte, con todo mi cariño.
César.

Roma, 17 de noviembre de 1920.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 23/2/1921

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

He recibido tu carta del treinta de diciembre y del veintitrés de enero. Te pongo escritas las fechas para que no dudes que las he recibido.

Desde hace varios días estoy nuevamente en Madrid. Hice un viaje rápido de regreso. Quería volver lo más pronto porque tenía que arreglar aquí algunos asuntos, entre otros el del famoso libro que aun no se ha publicado por las muchas dificultades con que tropieza la casa editora. Hace seis o siete meses que tienen en su poder los originales. Ayer me han dicho que, probablemente, dentro de muy poco podrá imprimirse. Así lo espero.

Apena salga, caro es, te lo mandaré.

Estoy trabajando mucho. Escribo cautivamente en "El Liberal". Además preparo otros libros para evitarlos en cuanto aparezca el que tengo entregado.

Me han sorprendido las noticias que me das sobre nuestros pagos. No sabía una palabra. Todo lo que se ha dicho acá ha quedado, al fin, sin efecto. Por esto, me parece que los nuevos propósitos tendrán el mismo resultado.

El Consulado de Barcelona me paga puntualmente y no me ha dicho que tenga ninguna orden al respecto. Yo, mientras no me suspendan el pago, no hago ninguna gestión. Creo que esto mismo debe hacer tú, a menos que los informes que te han dado sean más serios y autorizados de la que las supongo. Como tu sabes que allí casi todo se queda en nada, mejor para evitarte molestias, no hagas ninguna petición hasta que dejen de pagarte.

En estos días tengo que recibí dinero de "El Liberal" y lo aprovecharé para compara algunas de las cosas que me has pedido. Procuraré que te lleguen para el 27 de abril. Comprenderás que no puedo mandarte todas los pedidos, entre otras cosas porque necesitaría un barco especial para enviarlas.

Felicita a Alicia y a Teresa por sus cumpleaños y a Jorge y a Humberto por sus exámenes.

Muchos abrazos par todos. Para ti uno especial con todo mi cariño.
César

Madrid, 23 de febrero de 1921.

P.D. Los regalos fueron a fines de octubre. Si no los han recibido todavía, averigüen en la sección encomiendas del correo. Avísame.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 25/9/1921

A Doña Artemia G. de Falcón

En Lima

Querida madre:

Te supongo libre de todas las calamidades que te han agobiado en los días del centenario. Me ha dado mucha pena que no hayas podido distraerte un poco. No debes descuidarte de ti misma. Procura alejarte los sufrimientos, distráete, paséate. Ya es tiempo de librarnos de las desgracias o, si insisten en caer sobre nosotros, volverlas la espalda.

Me complace la solicitud con que te atiende Saco —salúdalo en mi nombre— Tú, al fin, has tenido más suerte que yo. Hace tres meses y medio que no recibo un céntimo del consulado en Barcelona. Me dicen, y es cierto, que han desaparecido las entradas. Barcelona atraviesa actualmente una intensa crisis industrial. Se han suspendido las exportaciones para América y, naturalmente, no puede tener entradas el consulado del Perú. Yo pienso enviarte una solicitud dirigida al ministerio pidiéndole que todo mi sueldo te lo paguen allá. En una de mis cartas anteriores te indiqué la forma en que tú debías enviarme la cantidad que me corresponde. Te la repetiré cuando te envíe la solicitud. Espero que me comuniquen de Barcelona el resultado de una gestión que, según me dicen en carta reciente, han hecho a Lima con la esperanza de que les remitan fondos o les ordenen otras enviar a Londres el pago de todas las obligaciones.

Pero, como ya te lo he dicho, no te preocupes por mi situación actual, Yo gano lo suficiente para vivir. Te lo pruebo el mismo hecho de vivir. Si estuviese atenido al sueldo ya me habría muerto de hambre.

Dile a Alicia que me escriba. Ya no puedo mirarla hoy de un modo distinto que antes porque no soy un canalla. Para mí, hoy como ayer, es mi hermana y la quiero igual. Yo, con respecto a lo que le ha ocurrido, espero conocer su pensamiento y su respuesta a mis cartas anteriores.

Dentro de pocos días —ya te lo he dicho también— haré un viaje a Rusia. No sé todavía cuánto tiempo estaré allí. Posiblemente mes y medio o dos meses. Tus cartas no podrían llegarme sino con grandes dificultades. Por esto, hemos acordado con Mariátegui que tú le escribas a él para que me trasmita, por intermedio de la delegación de Rusia en Roma, todo lo que tú le digas. Naturalmente, le darás solo las noticas que no tengan un carácter de absoluta intimidad.

Antes de partir te escribiré nuevamente enviándote la dirección precisa de Mariátegui y el retrato que me he hecho aquí. Y apenas regrese te lo avisaré también para que continúes escribiéndome a Madrid. Nuestra comunicación, de todo modos, no se interrumpirán un solo instante.

He recibido el retrato de mi padre. Espero tener el tuyo para hacer las ampliaciones y enviártelas.

Ya tengo el reloj. Solo espero recibir el juego de té para remitírtelo en un solo paquete. Mariátegui me dice que lo ha comprado ya, pero todavía no me lo ha remitido a Madrid. Espero que lo haga en estos días.

espero que Jorge, y todos, estén ya definitivamente sanos y libres de nuevas recaídas. Dale muchos besos por mí [a] todos mis hermanos y tú recibe mi abrazo y mi beso mejores.

César

Berlín: 25-IX-1921

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 3/12/1921

A Doña Artemia G. de Falcón

En Lima

Querida madre:

Contesto inmediatamente a tu carta del dieciocho de octubre que he recibido al mismo tiempo que otra de Alicia del veinticuatro. Te contesté un poco precipitadamente, porque estoy preparando mi regreso a España. Mi viaje a Rusia se ha aplazado hasta mayo o junio próximo. Ahora tengo que volver a Madrid. Voy rápidamente. Me detendré apenas una semana, o menos, en París.

En mis cartas anteriores he contestado anticipadamente a cuanto me dices en tu última. No se me ocurre otra manera de contrarrestar la informalidad de los pagos ministeriales y asegurar el bienestar de todos que lo que he propuesto a mis hermanas. Trabajando todos podemos conseguir independizarnos del gobierno y vivir más tranquilos y seguros.

Ahora se me ocurre la idea de ahorrar, si mis hermanas me ayudan, mis sueldos para dentro de un plazo mas o menos corto, reunirnos todos en España. Yo he pensado muchas veces la manera de conseguirlo. Pero siempre se me ha presentado invencible la dificultad de conseguir el dinero para los pasajes de ustedes. Más, con un esfuerzo de todos, nos será fácil lograrlo. Todo depende de que mis hermanas acepten contribuir estusiastamente en la forma indicada. Un solo año, el próximo, de perseverancia bastaría para cumplir el propósito. Después, juntos todos en España, pasaríamos a arreglar nuestras vidas en mejores condiciones.

Dile esto Alicia, mientras yo, con más reposo, contesto extensamente a su carta. La idea se me ha ocurrido al recibir su respuesta a mi ofrecimiento que, desde luego, mantengo invariable. Es solo una ampliación de él. Y siento no haber pensado así antes.

Me parece muy atinada tu proposición sobre la manera de cobrar mis sueldos. Si, esperando mi respuesta, no has presentado la solicitud que te envié, has que te hagan otra, […] como me dices la asignación, imitando mi forma y preséntala. De este modo ganaremos tiempo. Yo no tengo esperanza ninguna de recibir un céntimo de Barcelona. Hace pocos días he recibido una nueva carta anunciándome que todavía no han mejorado las entradas.

Creo, sin embargo, que todo mi sueldo podrían seguir pagándotelo en la misma forma que hasta hoy, puesto yo no desempeño cargo diplomático ninguno ni figuro como empleado de esta categoría.

De Madrid, en donde estaré dentro de quince y veinte días, te escribiré más largamente.

Muchos recuerdos para todos mis hermanos y un beso y un abrazo muy cariñoso para ti.

César

Berlin: 3-XII-1921

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 22/4/1922

Señora Artemia G. de Falcón

Lima

Mi querida mamá:

Preséntate con esta carta en el Ministerio de RR.EE. para aclarar todo lo que al pago de mis sueldos se refiere.

Me estaban debiendo desde el mes de junio del año pasado, pues el último sueldo que cobré fue el de mayo, hasta el mes de febrero del presente, o sea nueve meses. Por Londres me pagaron nada más que ciento veinte libras, o sea, seis meses de sueldo, de modo que me adeudan tres meses.

Yo creo que con esta explicación, el Ministerio no tendrá inconveniente alguno en hacer que se te pague allá.

Un fuerte abrazo

César Falcón

Madrid: 22 de abril de 1922

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 7/8/1922

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Mi querida madre:

Al mismo tiempo, y con gran retardo he recibido tus dos últimas cartas del mes de junio —el 6 y el 19—. De Madrid me las mandaron a París, cuando yo estaba en Berlín. La Legación de Perú me los remitió a esta última ciudad, pero yo salí antes de que llegaran. He tenido después que esperarlas ocho días en París. Esta ha sido la causa del retardo.

Les agradezco mucho, a ti y a Alicia, el envío de Variedades. Ya tenía noticias de las publicaciones. Pero no había logrado encontrar los números.

No sabía que Salomón te hubiera hecho pagar mis últimos sueldos. Ni siquiera sé hasta qué fecha ha durado mi destino. Creo, que por los datos que me das, que ha sido hasta el mes de febrero. En este caso si estoy pagado en realidad completamente. Porque las ciento veinte libras que me mandaron en marzo correspondían a mi asignación de veinte libras mensuales desde el siete de julio hasta el siete de diciembre de 1921. Pero si mi puesto ha durado hasta marzo o abril o mayo, como los de otros, me deben todavía los sueldos correspondientes. Averigua en que fecha cancelaron mi nombramiento. Y si hay lugar, haz las reclamaciones del caso, aprovechándote de las cartas que escribí hace poco a Salomón y a Elguera.

Me doy cuenta de las contrariedades que tienes que haber sufrido hasta conseguir el grado de mis hermanas y después sus destinos. Tengo la esperanza de que a la fecha ya las hayas conseguido. La tengo, sobretodo, porque me he enterado que Barros ya no es Ministro de Instrucción. Me han dicho que lo ha remplazado Curletti. Este te habrá servido mejor. Es, por lo menos, amigo mío, siempre me ha manifestado mucho cariño.

Si necesitas alguna nueva influencia, habla con Jorge Guillermo Leguía, que está en la Secretaría del Presidente. También es mi amigo. O lo era. Háblale en mi nombre. Él es quien ha conseguido la reposición de Mariátegui: la madre de José Carlos, por mediación de él, habló con el presidente y así consiguió que lo mantuvieran en el puesto.

Osores se embarcará uno de estos días. Lo han nombrado ministro en el Ecuador. Pero estará en Lima algún tiempo.

Dime cual ha sido el resultado de la reclamación del banco y de tu entrevista con Miró Quesada. Yo seguiré mandando artículos hasta saber con seguridad cuantos debo mandar mensualmente.

Mariátegui, a pesar de la reposición, marchará al Perú en octubre. No lo sientas por más puede servirte a ti allá que en Europa a mí. Aquí solo nos hemos con intervalos, a veces, hasta de un año. Allá, en cambio, puede serte muy útil. No creas que es como Del Águila. Por el contrario, se interesará mucho todo lo que le solicites. Y, además, está en mejores condiciones que Del Águila para servirte en las cosas importantes.

Yo estoy trabajando con bastante empeño. Quiero ver si consigo en estos meses alguna ganancia extraordinaria, pues lo que gano me alcanza muy estrechamente para vivir. Si la consigo, claro está la partiré contigo.

Saluda especialmente a Antonieta. Dile que siento mucho su enfermedad y que espero que ya esté buena.

¿Cómo siguen los estudios de Humberto y de Jorge?

Muchos cariñosos recuerdos para todos mis hermanos y un abrazo y un beso para ti de
César.

Hendaya: 7.VIII. 1922

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 22/91922

Trafalgar, 36

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

Yo también, como tú, tuve una desagradable sorpresa cuando leí la primera noticia de la enfermedad de Jorge. Tus explicaciones posteriores me tranquilizaron. Espero que a la fecha este completamente curado.

Estoy esperando impaciente la contestación de Miró Quesada. En estos días le he mandado otros artículos. Quiero saber que me contesta normalizar mi colaboración y escribir puntualmente. Supongo que, aunque poco, aceptará pagarme algo mensual. Ha sido una lástima que no haya podido hablar con él. Personalmente habrías podido conseguir más. O, tal vez, lo mismo. Pero no nos habría quedado la duda.

Ya he recibido el pasaporte para ir a Rusia. Debía haber partido en estos días. Pero el director de El Liberal, que irá conmigo, no puede salir todavía de Madrid. Creo que partiremos en los primeros días del mes próximo. Te escribiré antes de marchar con toda clase de detalles.

Estaremos entre Moscú y Petrogrado dos meses. El frío nos impedirá estar más tiempo. El mes de diciembre es muy recio en Rusia. U enero, claro es, no se puede resistir.

Me equivoqué en aquella carta en la que te decía que el nuevo ministro de instrucción era Curletti. Después me he enterado mejor. Ya sé que es Ego Aguirre. Me parece, de todos modos, que te servirá mejor que Barros.

Supongo que Teresa estará ya destinada. Ansío conocer donde como y en que condiciones.

Me parece muy bien tu proyecto para venir a reunirte conmigo. Solo que debemos esperar que yo regrese de Rusia para ponernos de acuerdo sobre la manera de realizar el viaje. Mariátegui irá en el próximo mes de octubre, no en enero. Yo lo veré ante de que me embarque. En cuanto llegue a Lima irá a verte y te llevará noticias mías.

En estos días estoy trabajando mucho. Quiero ver si puedo conseguir que me estrenen una comedia. Esto me conviene mucho, porque el teatro es lo único que aquí me permite ganar algo. Por eso mismo, es muy difícil estrenar. Si lo consigo y tengo éxito, podré obtener algún dinero para fin de año.

Muchos saludos para mis hermanos y un abrazo y un beso muy cariñosos para ti de tu hijo.

César

Madrid: 22-IX-1922

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 21/12/1922

Trafalgar, 36

Querida madre:

No tienes que agradecerme ningún esfuerzo que haga para ayudarte. Esta es mi obligación. Lo único que siento es no poder hacerlo en la medida que yo quisiera.

Siento mucho las contrariedades que afligen a Jorge. Tu carta, sin embargo, me ha consolado, por que me deja entender que ya está completamente bien.

Me parece buenas tus decisiones respecto a Humberto. En realidad, ya es casi un hombre. Y la mejor manera de formarse es trabajar. El trabajo le enseñará muchas cosas como a mí, y le estimulará a seguir estudiando. Yo no creo que una carta mía a […], de quien como tu sabes soy muy amigo, pueda tener eficacia. Estamos muy distantes. Pero le recomendaré a Mariátegui que hable personalmente con él en mi nombre y se empeñe hasta conseguir que destine a Humberto. Esto y lo de El Comercio se lo recomendaré, de modo muy especial. Y estoy seguro que Mariátegui lo hará en cuanto llegue. Ya está muy próximo a marcharse. No lo ha hecho todavía, porque aún no le han enviado sus pasajes. Es cuestión de pocos días.

Te repito lo que te he dicho antes. Con la ayuda de Mariátegui conseguirás, sino lo has conseguido ya, colocar a Teresa y a Humberto y alguna cosa de El Comercio. Así podrás esperar tranquilamente a reunirnos aquí.

Mi situación es la misma. Estoy gestionando el estreno de una comedia. Si lo consigo, creo que mejoraré económicamente y , claro es, te haré participar enseguida de mis ganancias. El asunto de El Liberal no se ha resuelto todavía definitivamente. Pero yo no temo por mí.

Cuando puedas, mándame algunos periódicos. No me entero de lo que pasa ahí.

Supongo que mi carta anterior te habrá informado respecto a […] no olvides que es un farsante.

A ti, a todos mis hermanos les deseo sinceramente muchas felicidades en el próximo año. Y como esta carta llegará en vísperas del cumpleaños de Alicia, la felicita anticipadamente.

Muchos besos y abrazos de tu hijo.

César

Madrid: 31.XII.1922

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 14/2/1923

Trafalgar, 36

Querida madre:

Por haber estado fuera de Madrid he recibido un poco retrasada tu última carta. Tuve que marchar unos días a Alemania a ver la ocupación de la […] del Ruhr. Allí encontré a Mariátegui. Estuvimos juntos varios días y lo dejé en momentos […] de marcharse. Seguramente ya estará en Lima, te habrá ido a ver y te habrá dicho cuanto con él le he mandado decir. Te repito ahora lo de otras veces, aprovéchalo para todo lo que necesites. Él me ha ofrecido atenderte y lo hará. Sobretodo, te ayudará mucho a conseguir destinos para Teresa y Humberto y me gestionará la colaboración en "El Comercio". Recuérdaselo.

Yo estoy trabajando mucho. Mientras estaba fuera, Moya, el director de "El Liberal", dimitió su cargo. Esto me ha afligido a mí y a varios redactores a salir del periódico. Ahora nos ocupamos en organizar un nuevo diario. Hasta ahora las gestiones van muy bien. Pero tenemos que esperar acaso un mes. Entretanto, para proporcionarme algún dinero y enviártelo a ti, he pedido mis pasajes al gobierno. Me ha parecido una tontería dejarlos perder cuando tengo derechos a ellos y, en esta oportunidad, pueden servirme de mucho. Tan pronto los reciba te haré un giro cablegráfico. Si lo recibes antes de esta carta, aquí tienes la explicación.

Naturalmente, yo no pienso, como tú lo comprenderás, regresar ahora. La vida allá me sería muy difícil. Aquí, en cambio, aunque pase algunas dificultades transitorias, puedo conseguir más fácilmente la manera de vivir. Es posible que Mariátegui no conozca este propósito mío. La última carta que le escribí a Berlín no pudo recibirla. Dile tu esto. Y dile también, si todavía no ha recibido mi giro, que pregunte en el ministerio por mis pasajes y que, en todo caso de que aun no hayan dado la orden de entregármelos, hable con Salomón para que la de telegráficamente, el cónsul en Hamburgo o en Génova. Yo no sé lo escribo directamente por temor a que abran la carta en el correo y se enteres. Me limitaré a decirle que hable contigo.

No me sorprende la nueva actitud de Salomón. Lo sorprendente es que antes se hubiera portado bien contigo. Pero no hagas caso. Es necesario que acostumbres a buscar nuestros recursos de vida fuera del repugnante ambiente del gobierno. Yo estuve esperando recibir el dinero de mis pasajes para escribirle al propio Salomón diciéndole, como no le ha dicho nadie, todas las cosas que se merece. Ya verá él como no es tan sencillo tratarte mal a ti. No lo he hecho apenas recibí tu carta, porque se habría vengado de mí no enviándome el dinero de los pasajes.

Ten la seguridad de que Mariátegui te servirá como si fuera yo mismo. Háblale con todo franqueza y, te lo digo otra vez, recurre a él para todo lo que necesites. La contrariedad de "El Liberal" ha trastornado un poco mis planes. Pero muy pronto los pondré otra vez en marcha y ya hasta realizarlos completamente.

Muchos saludos para todos mis hermanos y un abrazo y un beso muy cariñoso para ti de tu hijo.

César.

Madrid: 14-II-1923

Saludos especiales para Alicia por su cumpleaños.
Escríbeme enseguida.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 1/3/1923

Trafalgar, 36

Querida madre:

Con retardo he recibido tu carta del dieciocho de enero. Una mía de hace poco debe haber coincidido en la llegada de Mariátegui. Hasta ahora no tengo ninguna nueva noticia de él —la última suya es [...] de Europa— ni mi solicitud de pasajes. Ambas las espero de un momento a otro.

No olvides recomendar calurosamente a Mariátegui que gestiones del mejor modo posible con Salomón que den a Génova o a Hamburgo la orden de mis pasajes. Tengo un gran interés en ellos. Por mí y por ti. Lo que reciba pueda servirnos para aliviar nuestra situación. Dile, pues, a Mariátegui que proceda con la mayor prontitud.

Tan pronto como reciba ese dinero —ya te lo he dicho— te haré un giro cablegráfico. Esto será para tu el mejor indicio de que lo he recibido. Yo no me dirijo directamente a Salomón, porque mis gestiones tan distancia no serían tan eficaces como las de Mariátegui y, además, porque espero escribirle cuando los reciba, contestándole a sus impertinencias contigo.

En estos días he enviado tres artículos a El Comercio. Supongo que las publicarán y te los pagarán. Habla con Mariátegui en cuanto los veas publicados. Yo tengo mucha confianza en que Mariátegui logrará asegurarme una colaboración fija en ese periódico y, en consecuencia, podré dártela como una pequeña mesada.

No olvides informar detalladamente a Mariátegui de mis propósitos. Ahora estoy esperando la salida de un nuevo periódico que los ex redactores de El Liberal organizan activamente. Lo trabajo van bien. Si no se tuercen el diario saldrá a fines de este mes. Allí recuperaré mi perdido sueldo de El Liberal.

Este tiempo de espera me sostengo con algunos artículos que escribo para la revista España. Pero ansío recibir el dinero de los pasajes para cubrir cualquier emergencia.

A Mariátegui le escribiré detalladamente tan pronto como tenga su dirección exacta. Temo el secuestro de mis cartas en la lista de correos.

He sentido mucho la enfermedad de Jorge. Pero me ha tranquilizado la noticia de que ya está completamente restablecido. Abrázalo en mi nombre.

Yo también te deseo a ti a todos mis hermanos muchas felicidades este año. Y como esta carta llegara a ti en las proximidades de tu cumpleaños pienso adelantarte para ese día un abrazo y un beso muy cariñosos. Así conseguiré que sean los primeros.

Saludos cariñosos para mis hermanos y un beso muy cariñoso para ti de tu hijo.

César.

Madrid: I-III-1923

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 21/2/1924

Londres, 21 de febrero de 1924

Querida madre:

Te mando el segundo artículo de este mes. Ya verás que cumplo puntualmente mi ofrecimiento. Espero con impaciencia que salga el periódico de Mariátegui para normalizar mi colaboración en él y proporcionarte de esta manera un auxilio seguro y apreciable. Creo que habrá salido este mes.

Supongo que ya habrás recibido mi carta anterior y que conocerás el resultado de la recomendación para Thol. Dime enseguida cuál ha sido. El amigo que me la ha dado cree que Thol lo servirá en todo lo que sea posible. Pero tú sabes que no podemos tener demasiada confianza. Quiero saber el resultado para ver, en caso negativo, lo que puedo hacer desde aquí por colocar a Humberto.

¿Recibiste los dulces? Es posible que no te los hayan llevado por que los paquetes, el primero por los menos, fue con la dirección antigua. En este caso, reclámalos en el correo.

Yo sigo bien en Londres y seguiré aquí hasta julio por lo menos. El Sol quiere que me radique aquí, pero yo no sé todavía hasta donde puede convenirme. Lo más probable es que me regrese a España dentro de pocos meses.

Muchos saludos y recuerdos para todos mis hermanos y un beso y un abrazo muy cariñosos para ti.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 27/5/1924

27 - V - 1924

Querida madre:

Te agradezco mucho tu cariñoso recuerdo el día de mi santo. Y también pensé en ti y en todos mis hermanos ese día y estuve con vosotros un instante con mi pensamiento. Agradéceles también en mi nombre a mis hermanos sus recuerdos. Yo les escribiré separadamente uno de estos días.

Te mando los dos artículos del mes y un cheque por una libra. También te adjunto una carta Mariátegui.

No suponía que Thol no engañara lo mismo que todos los demás. En la carta adjunta le digo a Mariátegui que haga un esfuerzo para ver la manera de colocar a Humberto. Ya no sé a quién dirigirme. Supongo que Mariátegui se ocupará un poco en este asunto. Una de las cosas por las que quiero ir a Lima es precisamente para arreglar esto. Es posible que mis gestiones personales den el mismo resultado que las escritas. Pero tengo vivo deseo de intentarlas por lo menos.

Dime si has recibido el segundo paquete de dulce. Cuando regrese a Madrid el mes próximo te voy a enviar otros.

Saludos para mis hermanos y un beso y un abrazo para ti.

César

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 7/1/1916

Huánuco, 7 de enero de 1916

Sra. Doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Por dios nada nuevo tengo para contarte. La misma vida monótona sigo pasando, sin distracciones ni entretenimiento, ¡ni porque estos últimos fueron días de fiesta! Lo mismo, siempre igual [...]. En fin, abrigo la esperanza de desquitarme cuando llegue a Lima.

Espero que ustedes hayan pasado el año nuevo con alegría y regocijo. Solo me mortifica el no saber hasta ahora si has recibido los giros que te mandé. Me preocupa por la irregularidad que, según se dice, [...] en el correo para el pago de esta clase de documento. Tú me avisarás lo que haya sido.

¿Qué es de la vida Alicia? ¿Y la de Antonieta? Parece que se han olvidado de escribirme. Diles que no se preocupen de la ortografía. Esto es lo de menos. Anhelo vivamente aliviarme y salir del cúmulo de deudas que me abruma, para mandarles un regalito. No pierdan la esperanza. Ya retomaré los obsequios de la encomienda. Esperen, esperen... La paciencia gana al cielo.

No olvides andar la carta a Rueste García. Tengo especial interés en recibir la contestación lo más pronto posible.

Saluda muy cariñosamente a todos mis hermanos y a Juan y a [...], de quienes hace fecha no tengo noticia ninguna.

Si te resuelves a mudarte avísamelo anticipadamente, expresándome las buenas condiciones y comodidades de la casa.

Recibe un abrazo fuerte, muy fuerte, que te mando con el corazón tu hijo.
César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 11/01/1916

Huánuco, 11 de enero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:
Te escribo esta carta estremeciéndome de inquietud. Desde tu última del domingo 2 no he recibido ninguna carta tuya y esto me tiene hondamente afligido. El miércoles no me extrañó que no tuviera carta, porque casi nunca las recibo en estos días, pero el domingo último tuve una gran contrariedad al saber que tampoco en este correo me habías escrito. Consuela un tanto mi desasosiego, la esperanza de tener mañana noticias de ustedes. Si así no fuera... me entristece mucho el suponerlo siquiera. Confío plenamente en que vendrán, y te suplico, una vez por todas, que no dejes de escribirme, aunque solo sea por los correos de los domingos, ya que en ellos encuentro mayor comodidad.

Aparte de el no saber de ustedes, era causa también de mi inquietud el ignorar hasta ahora si has o no recibido el giro postal que te envié. Supongo en ratos, con dolor en el alma, que tu pobreza ha llegado hasta no tener para estampillas. No lo creo. Los giros te los tienen que haber pagado. Esta es mi ilusión y con ella me encariño ardientemente. Creer lo contrario, me costaría mucha tristeza.

Esta vez no tengo otro afán que el de pedirte que me escribas, que me escribas puntualmente. Por esto solo te digo: ¡escríbeme, escríbeme y escríbeme! ¡Cuidado con no hacerlo regularmente!.

yo estoy bien, en cuanto a salud de los demás, de lo que tú sabes... mejor no hablemos.

Saluda muy cariñosamente a todos mis hermanos y a Juan.

Recibe un abrazo muy tierno de su hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 14/01/1916

Huánuco, 14 de enero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Como lo esperaba y te lo anuncié en mi anterior al lamentar tu silencio, recibí carta tuya el miércoles último. He tenido un gusto inmerso. No olvides escribirme puntualmente, en lo sucesivo.

Mi ida en abril, depende de muchas circunstancias. Primeramente —esto es lo esencial— pienso pedir licencia, pretextando enfermedad, para lo cual espero conseguir de uno de mis amigos médicos de acá un certificado en tal sentido. Esto es primordial, porque así puede reclamar que me den pasajes de ida y vuelta, y me paguen mi sueldo. En otra forma no lo lograría. Depende también, de que haya terminado de pagar lo que debo a la tesorería, pues, solo en esta condición, podría pagarme el sueldo íntegro. Yo confío en salir de mis deudas en marzo, aunque, como no te ocultará, ellas van siendo mayores cada día, por las muchas necesidades que tengo que satisfacer. Si consigo estas cosas, mi ida es segura. En caso contrario, tendré que renunciar a verte hasta más tarde, con profundo dolor. Ni te mortifiques, sin embargo yo estoy casi seguro de conseguir todo esto.

No echaré en saco roto el pedido de Humbertito, a quien, por otra parte, como a todos mis hermanos, envío muchos cariños.

Me satisface la manera como has arreglado la cuestión de la casa. Yo la dejé encomendada a ti, y puesto que te conviene el arreglo hecho, bien hecho está. Tú eras la única interesada y a ti correspondía solucionar el asunto. Espero que te sea para tranquilidad.

Me alegro y mucho que hayas recibido los cuarenta soles que te mandé. En cuanto pueda te volveré a mandar dinero.

Mucho te agradezco el regalo que, según me anuncias, me enviarás próximamente.

Yo sigo pobre y ... pagado con excedo. Saludo a mis hermanos, a Juan también, y para ti, un fuerte abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 18/01/1916

Huánuco, 18 de enero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Como para restituirme de las faltas en los correos anteriores, por el último recibí dos cartas tuyas. Las he leído con mucho placer y me ha complacido mucho el que hayas encontrado pocas dificultades para cobrar los giros que te envié.

Yo estoy acá como antes: con salud y deudas. Esto va de mal en peor, y si un acontecimiento imprevisto no lo modifica, no se me ocurre la manera de remediarlo. Sin embargo, lucho ardientemente, amparándome en la esperanza de quedar en marzo sin un centavo de deuda. Hacia este fin tienden ahora todos mis esfuerzos. Espero conseguirlo.

Por el correo pasado le escribí a Alicia. Fue una carta dura y enérgica como convenía para castigar su indolencia de pedirme contestación a las tuyas ... ¡No faltaba más!.

La carta de Antonieta, salvo su ortografía, me hizo mucho bien. Le agradezco en el alma que se haga acordado de mí. ¡Ya era tiempo!

Teresita es las más consecuente. Me escribe con frecuencia y yo te estoy muy agradecido exprésale mi cariño. Igualmente a Humberto, que también me escribe, a su especial manera, con asiduidad.

A Jorgito abrázalo así mismo en mi nombre. Su silencio no me reciente. Conozco la causa. Ya me lo dirá todo cuando vaya.

En lo que haré a Juan, pienso contestarle su última carta por el correo próximo. Hoy no lo hago por falta de tiempo. Salúdalo.

Tu pobreza no me ha sorprendido. La conozco muy bien y mucho me aflige no poderla remediar en el día. Confío en tiempos mejores por venir.

El corazón de Jesús que me has mandado lo conservo sobre mi propio corazón. Es el más tierno recuerdo tuyo.

Meza no me ha contestado mi carta. Por esto no he vuelto a escribirle.

¿Qué es el de El Mosquito?

Recibe un fuerte abrazo de tu hijo
César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 21/01/1916

Huánuco, 21 de enero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Ya me he acostumbrado a no recibir carta tuya en los correos de los miércoles. Por esto no te digo y menos te reprocho el que en el último no haya tenido ninguna.

Ayer, jueves, fue un día de fiesta acá. Era el aniversario de San Sebastián, patrón del pueblo, y los lugareños se dieron a festejarlo. Fue una celebración a la usanza de aquí: sin entusiasmo popular ni diversiones de relieve. Dos castillos fuegos artificiales, quemados sucesivamente en las noches del miércoles en la del día del santo, constituyeron, como una exigua adorno de las plaza principal, todos los números del programa festejatorio.

Yo presencié tan atrayente espectáculo desde un balcón de la plaza, en casa de una familia amiga. Estoy gratamente impresionando de la fiesta. Créemelo. Hay motivo para estarlo comparadas las de San Sebastian con las realizadas en honor de la pascua y año nuevo, han sido excepcionales.

Hoy y pasadas las flamantes diversiones, he vuelto al trabajo, muy grande por cierto, de esta Secretaría, que ya me va cargando y así seguiré hasta que Dios.y el gobierno quieran. Esto, es una súbita determinación, que estimula la tristeza de no estar junto a ustedes y la ninguna expectativa que el cargo me ofrece, no provoca antes una salida anticipada. Mi situación económica me detiene. Estoy cada vez peor de dinero y sin esperanzas definidas. En fin... lo que sea sonará. Lo espero y callo.

Dame noticias detalladas de tu vida, de todo lo que te ocurra, de lo más mínimo. Para mí es un gran consuelo, porque, solidarizándome con sus más pequeños pesares y alegrías me acerca a ustedes, hasta hacerme olvidar la distancia que nos divide y discutir en el rostro el calor sano y agradable de nuestro hogar.

Saluda cariñosamente a todos mis hermanos, a Juan y recibe un fuente abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 1/02/1915[1916]

Huánuco, 1 de febrero de 1915 [1916]

Sra. Doña Artemia G. vda de Falcón
Lima

Querida madre:

Mucho, muchísimo, siento no poder remitirte hoy tu mensualidad. Un inconveniente de última hora me relega a proteger el envío hasta el próximo correo. El administrador de correos se ha negado a darme los giros hasta mañana, diciéndome que solo puede darlos hasta las cinco de la tarde de la víspera de la salida del correo. Por esta circunstancia, me veo precisado a no mandarte nada hoy, con hondo sentimiento. En el correo del viernes te lo enviaré, sin falta. Ten paciencia. Es cuestión de tres días más.

El domingo recibí dos cartas tuyas. Tu pobreza me entristece profundamente, y más todavía, porque me encuentro en la desesperante imposibilidad de remediarla como quisiera. Las mismas penurias que te afligen, sufro yo. Mi estrechez monetaria es, según vas las cosas, irremediable. De nada me ha servido el aumento de sueldo, pues, aquí como allá, no me faltan días en las que no
tengo un centavo, y, lo que es peor, aun no me es dado atenderte con la holgura indispensable. Siempre lo mismo, lo mismo, y a decir verdad, sin esperanza, mientras permanezca aquí, de mejorar. No obstante, yo tengo la ilusión de que pronto me vendrán épocas mejores.

Todavía no tenemos determinado el viaje a las provincias. Solo eso puedo decirte, un proyecto, pero un proyecto con muchas probabilidades de realizarlo. Los preparativos se llevan a cabo en constante actividad. A la fecha, salvo pequeños asuntos de última hora, solo me falta montar. Como te lo he ofrecido, te avisaré mi partida oportunamente.

Cabe decir, espero arreglar mi viaje a Lima a mi regreso de las provincias. Confío en que todo me saldrá bien.

Pronto contestaré las cartas que debo. Que no desesperen los interesadas.

Saluda muy cariñosamente a todas mis hermanas, a Juan y a [] y recibe un fuerte abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 19/2/1916

Huánuco, 19 de febrero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

El domingo ha sudo un gran día para mí por haber recibido carta de todos ustedes. Las he leído con verdadero cariño y, en estos momentos, solo me aflige el no poder contestar a todas.

Te mando un giro de treinta soles. Todos los esfuerzos que he hecho por remitirte uno de cincuenta, como era mi deseo, han resultado estériles. Este mismo que te mando me cuesta gran trabajo el haberlo conseguido. Espero a mediados de mes poder mandarte quince o veinte soles más. Ten un poquito de paciencia. Yo también estoy tan mal como tú. Figúrate: hoy al hacer mi cuenta en la tesorería resulta que debo ¡200! soles. Es decir, el sueldo de abril y mayo y más veinte soles. Por lo pronto, para remediar el déficit, he iniciado un sistema de lo mas […] economía. De esta manera, pienso componerme en dos meses siquiera.

Le agradezco a Juan el obsequio que me hace de las tarjetas. Bien las necesito. Si aun no las han hecho, me gustarían que fuesen en letra versalita y solo dijeran: Falcón. Es la forma que más me agrada.

En cuanto a los zapatos, yo la verdad, no puedo comprárselos porque no tengo dinero. Decirle que me los mande es engañarlo, pues no tengo pagárselo. Si pudiera con mucho gusto las compraría.

Haré todo esfuerzo por mandarle a Teresita la que me pide. No garantizo cuando. Mi situación no me permite asegurar nada.

Saluda muy cariñosamente a todos mis hermanos, a Juan y recibe un fuerte abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 22/2/1916

Huánuco, 22 de febrero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Te agradezco mucho el envío de los periódicos, aunque a la verdad, habría preferido que solo me hubieras mandado un número, pues no dejo de apreciar el sacrificio que habrás hecho para comprar la colección íntegra. Los estoy leyendo poco a poco y me divierten lo increíble.

No te engañas al juzgar mi situación. Es muy mala, pésima. Al punto de asustarme a mi propio. Por conseguir remediarla vivo hace fecha dentro de la más severa economía y torturado en veces por más de una privaciones.

En cuanto a la escasez de ropa tampoco estás errada. Muy poca y casi irreconocible es la que tengo. Felizmente, la pobreza […] tiempo me enseñó a disimular lo mejor posible la carencia de indumentaria, y hoy con lo aprendido y un poco de curiosidad, puedo ocultar algo, no mucho, mi acefalía vestuaria. Me aflige no más lo que esto no puede durar mucho y, entonces, incentiva la curiosidad y dineros habrán. Dicho la última palabra. Cuando esto suceda nos ocuparemos en remediarlo.

El viaje a las tierras de provincias ha quedado completamente sin efecto. Aquí ya no la aceptamos ni como posibilidad. Lo siento, porque he pedido un mes de ahorros, que mucho lo necesitaba . ¿Es o no estar de mala?

Con afectuoso saludos para todos los hermanos y para Juan, se despide abrazándote cariñosamente tu hijo.

César.

Nota: Hago lo posible por mandarte la mensualidad en el correo del martes veintinueve.
Vale.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 17/3/1916

Huánuco, 17 de marzo de 1916

Señora doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Ayer he recordado a Teresita con mucho cariño. La penuria monetaria en que me encuentro no me ha permitido hacerle un telegrama de felicitación, siquiera bésala en mi nombre.

El día por otra parte, se me presentó fatal. Lo primero que leí al entrar a mi oficina fue tu telegrama, anunciándome el nombramiento de mi reemplazo. No creas que me disgustó. He tenido una gran satisfacción. […] fecha que asociaba salir, mas que de esta tierra insulsa, del maldito puesto este, causa de muchos sin sabores para mí: una sola cosa me ha herido hondamente, el procedimiento que han empleado para sacarme. Yo nunca manifesté deseo de conservar destino tan antipático. Por el contrario, ya de anterior oportunidad hice renuncia de el y entonces se negaron a aceptarla con un jesuitismo y un engañoso afecto, que si antes pudo darme pena y decidirme a permanecer aquí, hoy me provoca nauseas. La vilesa de esta gente es inconcebible. Me han acechado en la sombra para asestarme el golpe certeramente. Yo nunca lo merecí. Eran muy dueños de quererme o no, pero estaban obligados a decírmelo. El puesto, a ti te hablo con el corazón en mis palabras, no me importa, lo respeto. Gustoso lo habría dejado en cualquier momento. [...] Solo he pedido consecuencia y lealtad para quien, como yo, siempre las tuvo para ellos. Si yo no tenía ningún problema para renunciar ¿Por qué han maniobrado a mi espalda sorpresivamente? Algunos detalles me delataron el juego con anticipación. No quise decir nada; no lo diré ahora tampoco. Es más digno desprecia a los que de tal manera proceden. Solo espero que comuniquen oficialmente mi destitución, para entregar el cargo y marcharme. Tal vez cuando esta se halle en tus manos, yo habré emprendido viaje. Cuanto antes mejor. Necesito salir de este ambiente de miseria, de bilis nauseabundo y emponzoñado, que en envenena mi espíritu.

Hasta este instante no tengo más notocia de mi separación que tu telegrama. Lo agradezco muy sinceramente. Tú, lo supongo, debes alegrarte también de mi salida de aquí. Puede que me sea salvador.

Tengo fundadas sospechas de que el Dr. Durand no ha tenido participación en este acto. Lo comprobaré en Lima. Por ahora, mi desprecio todo, altivo y grave, es para este imbécil del Prefecto, a quien por despreciarlo más, no diré una sílaba al respecto y de que ni siquiera me despediré al partir. Me daría asco estrechar la mano.

Perdona que te haya hablado con tan agrio tono. Era preciso que dijera a alguien mi indignación y a nadie como a ti madre mía, a quien puedo hablar sin temor y con franqueza. Mas te diré cuando llegue. Aquí por ahora, sonrío a todos y guardo muy bien de enseñar a mi conciencia.

Saluda con mucho cariño a mis hermanos y a Juan. Recibe un abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 31/10/1919

Nueva York, 31 de octubre de 1919

Querida madre:

Te escribo a las ocho días de haber llegado a Nueva York. Antes lo hubiera hecho, pero la falta de barcos, ocasionada por la huelga de los trabajadores de los muelles, había hecho que mi carta llegara a ti a la misma oportunidad.

Actualmente estoy preparando un viaje a Europa. Hasta hoy me detiene aquí la falta de vapores. Sin embargo, espero salir en dos o tres días más y llegar a París el catorce o quince de noviembre.

Hora por hora pienso en ti y en todos los de la casa. Me aflige no tener ninguna noticia de ustedes. Anhelo vivamente llegar cuanto antes a Madrid y encontrarme allí con cartas tuyas. Entretanto, me consuela la confianza de que tú y todos los de la casa se encuentren perfectamente bien.

Escríbeme constantemente. Cuéntame todo lo que ocurre en esa. De este modo me parecerá estar siempre al lado de ustedes y podré así consolarme de la soledad dolorosa de estas ciudades tan llenas de gente, tan luminosas y, para mí, tan vacías.

Hasta hoy viajo con mucha fortuna. Los ocho días de navegación de Colón a Nueva York los pasé sin ningún contratiempo. De igual manera espero viajar a Europa.

A Nueva York, a pesar de su grandeza la encuentro una ciudad sin gran interés. Aquí todo el mundo trabaja afanosamente. Hay siete millones de personas que no tienen otro anhelo ni otra ambición que las de ganar dinero. Y entre el bullicio babilónico de los que corren desenfrenadamente tras el otro, los que no hemos venido a ganar dinero ni sabemos inglés, nos sentimos completamente abandonados.

Nueva York, por otra parte, cobra muy caro la vida. Yo he podido instalarme con comodidad por haber tenido la suerte de encontrarme al desembarcar con un joven peruano, quien me ha orientado eficazmente.

Todos los días me encuentro en el consulado con muchos peruanos. Días pasados almorcé con Don Isaías de Piérola y estuve con él hasta las cinco de la tarde. Después nos hemos encontrado varias veces.

He buscado mucho algún objeto precioso para mandarles, pero aquí todo es muy caro. De París o de Madrid les haré obsequios.

Supongo que Del Aguila se habrá aclimatado ya a la casa. Me ofreció trasladarse a mi cuarto con todas sus cosas y bagajes, y no tengo motivo para dudar de su ofrecimiento.

Creo también que Juan estará completamente restablecido. Y creo más aún creo que no tendrá la insensatez —criminal en un hombre de su edad— de provocar una recaída.

Dale a cada uno de mis hermanos, desde la más grande hasta el más chico, un beso en mi nombre, saluda afectuosamente a Juan y a Del Aguila, y recibe tu un fuerte abrazo de tu

César

P.D. Te escribiré nuevamente antes de salir de Nueva York

Falcón, César

Carta de Alberto Salomon a Artemia G. de Falcón 23/7/1923

Alberto Salomón saludo atentamente a la señora Artemia de FaIcón y le es grato manifestarle que en el acuerdo de ayer se firmó la resolución que autoriza a la Legación en Londres a proporcionar dos pasajes de Europa al Callao o don Cesar Falcón y señora.
Lima, 13 de julio de 1923

A.S

Salomón Osorio, Alberto

El caso Pirandello

Lo que más me persuade del genio de Pirandello es la coincidencia del espíritu y de las proposiciones de su arte con la actitud intelectual y sentimental del mundo contemporáneo. Pirandello es un comprimido del mundo que saluda y admira en él a su primer dramaturgo. En la obra de Pirandello están todas las instituciones, todas las angustias, todas las sombras, todos los resplandores del “alma desencantada” de la civilización occidental. Y esto basta como prueba de su genialidad. El gran artista se caracteriza siempre por su aptitud espontánea para reflejar un estado de ánimo y de consciencia de la humanidad.
Pirandello pertenece a un mundo que, -como se ha dicho a propósito de la actual literatura francesa- anda “en busca de su yo perdido”. El escepticismo, el relativismo, el subjetivismo filosóficos de este mundo tiene, tal vez, en el arte de Pirandello su nota más exasperada y más patética. Y en Pirandello se encuentra los elementos esenciales de la filosofía y el arte de hoy. A tal punto que, incontestablemente, este escritor sexagenario y siciliano resulta, en verdad, mucho más moderno que el explosivo y futurista Marinetti y toda su escuela. Mientras el modernismo de Marinetti se contenta casi con descubrir, como motivos éticos, el automóvil, en transatlántico y el aeroplano, el modernismo de Pirandello consiste en su facultad de registrar las más íntimas corrientes y a las más profundas vibraciones de su época.
[Su relativismo] emparenta al arte de Pirandello con la filosofía de Vaihingher y la física de [Einstein. Su suprarrealismo -que en sus] obras no es una teoría ni una tendencia sino una inconsciente y magnífica realización- lo coloca [en el sector más nuevo de la literatura]. Y así, bajo otros diversos puntos de vista, su arte aparece naturalmente conectado con las más sustantivas expresiones del espíritu occidental contemporáneo.
Uno de los aspectos de Pirandello -que, sin duda, merece la atención de los estudios de psicología es, por ejemplo, el fondo freudista de su arte. En cuentos escritos con anterioridad a la lectura de Freud, el genial autor de “Ciascuno a suo modo” se complacía en extraer del oscuro juego de reacciones de la subconciencia los móviles y los impulsos de sus personajes. Las últimas obras de Pirandello –“Ciascuno a suo modo” verbi gratia- denuncian una influencia directa de Freud. Pero un freudismo intuitivo aparece en Pirandello en los cuentos que escribió mucho antes de devenir in literato célebre.
Y ya me refiero a sus cuentos quiero subrayas sus méritos de cuentista. Pirandello lo ha revelado al mundo su teatro. Pero, según el juicio de muchos autorizados críticos, es en sus cuentos donde Pirandello ha logrado sus más altas creaciones artísticas. “Más allá de las fronteras italianas -escribre Marziano Bernardi- el interés cada vez más vivo que suscita la obra de Pirandello, se dirige casi exclusivamente a su teatro. Yo desearía conocer el número de los que, entre los que en New York aplaudieron frenéticamente este año “Enrique IV” y “Seis personajes en busca de su autor” sabían que nuestro dramaturgo tiene en su activo, además de seis novelas y un volumen de crítica sobre el humorismo, alrededor de cuatrocientos cuentos escritos, y en parte publicados, desde 1890. Y es tal vez entre estos cuentos que conviene buscarlo que hay de mejor en el arte de Pirandello”.
No es de la misma opinión Adriano Tilgher, eminente crítico italiano que, como el mismo Bernardi lo remarca, “considera el paso de Pirandello del cuento y de la novela a la obra teatral como un progreso, por el hecho de que el autor ha conseguido asir en sus relaciones dramáticas motivos que, antes, yacían inertes en el conjunto de su obra artística”. Mas, de toda suerte, lo evidente es que en las novelas y cuentos de Pirandello no solo se halla, íntegramente, los más preciosos materiales de su teatro sino que se identifica, admirablemente realizadas, las ideas ejes de sus comedias. Se podría decir que Pirandello ha realizado muchas veces en el cuento lo que, más tarde, solo ha intentado en el teatro.
La edición completa de los cuentos de Pirandello ha sido emprendida hace más o menos tres años por la casa editorial R. Bemporad de Florencia. La serie dará veinticuatro tomos. (Pirandello la titula “Novelle per un anno”). He leído los cinco primeros. Y he sentido en ellos el mismo potente soplo, la misma onda inspiración que en “Vestire gil ignudi” o “Come prima, meglio de prima”, dos de las máximas obras teatrales de Pirandello. Como escribe en el estudio que ya he mencionado Marziano Bernardi, “nadie sabe como Pirandello, con tan magnífica limpidez, en diez líneas hace vivir a un hombre, en una página hacernos vivir una vida, en un solo cuento grabarnos en el espíritu su personalidad de artista imposible de confundir con ninguna otra”.
Ningún crítico habría acertado, sin embargo, hace diez años, a predecir [el] porvenir de éxito y de gloria que, a tan breve plazo, estaba reservado [al] novelista de “El difunto Matías Pascal”. En su hora, esta novela no pareció absolutamente destinada a preludiar la carrera de un literato genial. Eran aún los tiempos de la hegemonía del más chato naturalismo en la literatura europea y, por ende, también en la italiana. El argumento de la novela pirandelliana fue tachado de inverosímil. Tacha que, justamente, ha dado a Pirandello, después de largos años, la más gozosa de sus revanchas, la de publicar como apéndice [en] la última edición de su novela una “advertencia sobre los escrúpulos de la fantasía” al pie del cual copia un suelto de crónica del “Corriere della Sera” que da cuenta de un hecho absolutamente idéntico al que el gusto del público, extragado por los majares naturalistas, encontró inverosímil en “El difunto Matías Pascal”.
Pirandello, en este apéndice, se burla agudamente de los críticos literarios que “juzgando una novela, un cuento o una comedia condenan este o aquel personaje, esta o aquella presentación de hechos o de sentimientos, no en nombre del arte como sería justo, sino en nombre de un humanidad que parece que ellos conozcan a la perfección, como si realmente en abstracto existiese, fuera de la infinita variedad de hombres capaces de cometer todas las absurdidades que no tienen necesidad de parecer verosímiles porque son verdaderas”. Para ensañarse contra una crítica y un público indigestados de literatura pseudo-realista le sobra razón a este artista. El prejuicio de lo verosímil ha sido, por mucho tiempo, lo que más lo ha dañado en sus relaciones con el público.
Hoy es ya otra cosa. El público europeo ha perdido, poco a poco, el gusto del viejo naturalismo. Son todavía muchos los que reaccionan contra el arte de Pirandello. Pero no ya por lo inverosímil sino por lo inhumano o cerebral de sus personajes. Pirandello, como muy certeramente lo observa Homero M. Guglielmini- en el sustancioso ensayo “El teatro del disconformismo” publicado en la revista “Valoraciones de La Plata”- contraría, además, uno de los más arraigados hábitos del público: el de asistir en el teatro a un conflicto de caracteres y de tipos. “El arte del retrato, de la biografía, del tipo -escribe Guglielmini- ha sido sustituido ahora por un arte precisamente contrario promovido por el advenimiento de un sentido de la vida hasta hoy inédito. El lado variable e irreversible de las cosas, el aspecto fluyente de la vida -lo transitorio y concreto- cobran un relieve singular, bajo el cual queda inmersa aquella permanencia y perennidad gratas al pensar platónico”. El teatro de Pirandello niega el carácter. Niega su continuidad. Niega su coherencia. Pirandello, al revés de los dramaturgos pasados, nos presenta en sus piezas el no-carácter.
Ya no se dice que sus personajes son inverosímiles; pero sí que son personajes de excepción, sin humanidad. ¿De excepción? Bueno. Pero sin humanidad, no. En todo caso, explicando este aspecto de Pirandello con una paradoja, se podría decir que sus personajes son de una humanidad muy humana. Lo que sacude demasiado los nervios del expectador o del lector es lo exasperado, lo exacerbado de todas las cosas en Pirandello. Tampoco se acomoda la mentalidad del lector o del expectador al juego de Pirandello de oponer a la ficción de la realidad la realidad de la ficción.
Arte de una decadencia, arte de una disolución; pero arte vigoroso y original, el de Pirandello es, en el cuadro de la literatura contemporánea, el que más debate merece. Es la traducción artística más fiel y más potente del drama del “alma desencantada”.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Volviendo a Matusalen de Bernard Shaw.

Esta obra de Bernard Shaw traduce el alma fáustica de la civilización occidental. Es una obra que sabiamente filtra emociones y pensamientos peculiares de nuestro tiempo. “Volviendo a Matusalen” tiene un íntimo parentesco con la experiencia de Voronof. Sólo que entre la idea de “Volviendo a Matusalen” y el injerto de la glándula de mono existe, naturalmente, la distancia que separa a una concepción metafísica de una receta médica. Bernard Shaw nos propone la inmortalización; Voronof se conforma con la longevidad. Bernard Shaw cree que la prolongación de la vida se puede arribar mediante el trabajo de la voluntad y el pensamiento; Voronof nos dice que basta un artificio quirúrgico. Entre el pensamiento del dramaturgo y el procedimiento del cirujano hay una diferencia de categoría. Pero uno y otro expresan el mismo estado de alma.
Nunca la humanidad se mostró tan desesperadamente aferrada a la vida. El poema de Goethe simboliza todo el drama de a civilización occidental. El hombre moderno sufre un desesperado afán de conocer el pasado de prever el porvenir. La lúcida definición de este aspecto de la época constituye acaso el acierto esencial del libro de Spengler.
El problema de la vida domina la especulación filosófica y artística de la época. El relativismo contemporáneo parece destinado a revelarnos, entre otras relatividades, la relatividad de la muerte. El propio escepticismo, para ser absoluto, empieza a adoptar ante la ilusión de la muerte la misma actitud que ante las ilusiones de la vida. Pirandello, que no reconoce más realidad que la del espíritu, de la imaginación, no cree que los muertos estén efectivamente muertos. Para él no son sino simples desilusionados. Los que mueren, según el extraordinario dramaturgo de “Ciascuno a suo modo”, no son aquellos que dejamos, bajo tierra en el cementerio; somos, más bien, nosotros. Porque mientras ellos no mueren en nosotros, -que guardamos, en nuestra imagen del difunto amado u odiado, una parte de su realidad- nosotros morimos en ellos. I por consiguiente es el caso de preguntarse: ¿quiénes mueren?
Esto les parecerá a muchos puro humorismo metafórico. Pero sólo podemos negarnos a tomar en serio esta tesis de Pirandello por humorista; no por metafísica. Lo metafísico ha recuperado su antiguo rol en el mundo después del fracaso de la experiencia positivista. Todos sabemos que el propio positivismo cuando ahondó su especulación se tornó metafísico.
Tenemos hoy como consecuencia de esta reacción, una metapsíquica. Pero Bernard Shaw piensa que más falta nos hace una metabiología. “Volviendo a Matusalen” es una alegoría “metabiológica”. La biología es la ciencia que más apasiona hoy a los artistas y a los filósofos. I Bernard Shaw, que querría ser el iconógrafo de la religión de su tiempo, piensa que “toda religión debe ser primero y fundamentalmente una ciencia de metabiología”. Esto le parece indiscutible pues “ha visto el fetichismo de la Biblia, después de mantenerse en pie bajo las baterías nacionalistas de Hume, Voltaire, etc., derrumbarse ante la embestida de evolucionistas de mucho menos fuste, solamente porque la desacreditaron como documento biológico; así, que desde ese momento perdió todo su prestigio y la cristiandad literaria quedó sin fe”.
En la primera jornada o el primer episodio de su drama, Bernard Shaw nos ofrece una nueva interpretación de la leyenda del Edén. Adán y Eva sacrifican la inmortalidad por la creación. Su inmortalidad se sentía, además de estéril, incierta. La voluntad de crear los conduce al pecado. El pecado a la muerte. Pero a este precio adquieren el poder de crear. El poder de renovarse perennemente en muchos Adanes y muchas Evas. “Adán y Eva, -explica Franklin Barnabás en la segunda jornada del drama- se hallaron colocados entre dos terribles posibilidades. La una era la extinción del género humano por su muerte accidental. La otra era la posibilidad de vivir siempre. No pudieron aguantar ni una ni otra. Entonces decidieron que viviría una corta tanda de mil años, y durante ese tiempo dirigirían sus esfuerzos hacia la creación de una nueva pareja. Por consiguiente tuvieron que inventar el nacimiento natural y la muerte natural, que no son, después de todo, sino modos de perpetuar la vida sin imponer a ninguna criatura la terrible carga de la inmortalidad”.
¿Por qué parte Bernard Shaw del Génesis? “Volviendo a Matusalen” pretende ser el comienzo de una nueva Biblia. En el prólogo -que como ocurre en “Santa Juana” es más brillante que el drama- Bernard Shaw hace justicia sumaria del darwinismo. No condena a Darwin mismo sino a los darwinistas. El darwinismo -y de esto Darwin no es responsable- engendró un oportunismo, un materialismo que rebajó inverosímilmente los sueños y los ideales humanos. Shaw dennuncia con ironía colérica las consecuencias de la voluntaria abdicación del hombre de su esencia divina. La leyenda del Edén es para él un documento científico mucho más respetable que el “Origen de las Especies”. “El libro del Génesis -afirma Franklin Barnabas- es una parte de la Naturaleza como cualquier otra parte de la Naturaleza. El hecho de que el cuento del jardín del Edén ha pervivido y mantenido tensa la imaginación de los hombres durante siglos, mientras que centenares de historias mucho más inverosímiles y divertidas han pasado de moda y desaparecieron como las coplas populares del año pasado, es un hecho científico, y la Ciencia está obligada a explicarlo me dice Ud. que la ciencia no sabe nada de él. Entonces la ciencia es más ignorante que los niños de cualquier escuela de aldea”.
El segundo episodio pasa en nuestros días. Es en cierta forma el episodio de la post-guerra. Los hermanos Conrado y Franklin Barnabás exponen a dos políticos británicos, que el lector identifica inmediatamente, su teoría de que es necesario prolongar la vida humana hasta trescientos años. “No existe ya -dice Conrado- la más mínima duda de que lo problemas políticos y sociales originados por nuestra civilización, no pueden ser resueltos por seres efímeros que decaen y mueren en el preciso momento que empiezan a vislumbrar algunos destellos de la sabiduría y el conocimiento necesario para su propio gobierno”. Para que el milagro se opere no es preciso sino que es espíritu humano lo conciba primero y lo quiera después.
Los tres actos siguientes de “Volviendo a Matusalen” son una bizarra fantasía futurista. Nos transportan al mundo de las utopías de Wells. En el primero, “la cosa sucede”, Bernard Shaw nos presenta los dos especímenes inaugurales de longevidad tricentenaria. La utopía no ha tardado mucho en realizarse; se ha cumplido en dos conocidos nuestros, la camarera de Conrado y el novio de la hija de Franklin.
En el siguiente, el experimento alcanza todo su desarrollo. Hacia el año 3000 de nuestra era, Irlanda está habitada por una raza de hombres que viven trescientos años. La humanidad ha adquirido, en estos hombres, una sabiduría y una potencia superiores. Pero en el resto del planeta subsisten todavía hombres de vida corta. El contraste entre una y otra parte del género humanos brinda una gorda ocasión al humor de Shaw. Mas Shaw no la aprovecha sino medianamente.
En el último acto la obra culmina. Las nacionalidades han terminado. No hay sino una raza humana. El hombre ha vuelto a Matusalen. Pero, intelectual y espiritualmente, nada recuerda en él al hombre bíblico. Hasta fisiológicamente no es ya el mismo. La fatiga, el dolor, han sido vencidos. La humanidad es ovípara. La serpiente en la escena final, dice: “Estoy justificada. Pero yo escogí la sapiencia y el conocimiento del bien y el mal y ahora ya no hay mal y la sapiencia y el bien son una sola cosa”. Mas la evolución humana no ha acabado. Lilith, de quien nacieron Adán y Eva, lo constata en estas palabras: “Después de haber alcanzado millones de metas, están afanándose por llegar a la meta de la redención de la carne; al vórtice liberado de la materia al torbellino dentro de la pura fuerza. I, a pesar de que todo lo que han hecho no parece sino la primera hora de la obra infinita de la Creación, no quiero suprimirlos hasta que hayan pasado el último vado ese último río que corre entre la carne y el espíritu y liberado de su vida de la materia que siempre la ha burlado”.
Bernard Shaw adopta hasta cierto punto el concepto apengleriano de la historia. El progreso humano, en su utopía, no sigue una línea única y constante. Las culturas se suceden; las hegemonías se reemplazan. En el año 3000 la capital del Imperio Británico es Bagdad. De Londres no quedan ni si quiera ruinas. Pero, al margen o por encima de este accidentado proceso, la formación de un nuevo tipo humano ha seguido su curso.
I Shaw enmienda y completa, con una rectificación profunda, el esquema en que Spengler pretende encerrar la trayectoria de las culturas. El socialismo aparece siempre en la decadencia, en el Untergang. Pero no es un síntoma de la decadencia misma; es la última y única esperanza de salvación. Una cultura cuando naufraga, ha arribado a un punto en que el socialismo compendia todos sus recursos vitales. No le ha quedado sino aceptar el socialismo o aceptar la quiebra. El socialismo no es responsable que los hombres no sean entonces capaces de entender este dilema.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Maeztu y la dictadura

Aunque “es obvio que un Embajador no puede entrar en polémicas periodísticas, el señor Maeztu ha creído necesario responder al artículo en que yo examinaba el proceso y las razones de su adhesión a la dictadura de Primo de Rivera, porque que “puede y debe rectificar una inexactitud”. La inexactitud en que yo he incurrido, y que el Sr. Maeztu en una carta a don Joaquín García Monge, director de “Repertorio Americano”, califica de cronológica, se encontraría en el párrafo siguiente: “El reaccionario explícito e inequívoco no ha aparecido en Maeztu sino después de tres años de meditación jesuítica y de duda luterana. Para que el pensamiento de un intelectual formalmente liberal y orgánicamente conservador, haya recorrido el camino que separa la reforma de la reacción, han sido necesarios tres años de experiencia reaccionaria, planeada y cumplida de modo muy diverso del que habría sido grato especulador teórico. El hecho ha precedido a la teoría; la acción a la idea. Maeztu ha encontrado su camino mucho después de Primo de Rivera”. Son estas las palabras de mi artículo que Maeztu copia para contradecirlas. I su artículo se contrae a sostener que el “cambio central de sus ideas” o, mejor dicho, “la fijación de sus ideas fundamentales” data de 1912. Hasta entonces Maeztu había escrito indistintamente en periódicos liberales como el “Heraldo de Madrid” y conservadores como “La Correspondencia de España” y, consecuente con la fórmula favorita de los hombres del 98, “escuela y despensa”, no se había preocupado gran cosa del problema de derechas e izquierdas. Posición que correspondería en propiedad intelectual “formalmente liberal y orgánicamente conservador”, como yo me he permitido definir al señor Maeztu.
Mi ilustre contradictor no niega, precisamente, el cambio. Y ni siquiera lo atenúa. Lo que le importa es su cronología. Mi inexactitud no es de concepto sino de fecha. El “reaccionario explícito e inequívoco” no ha aparecido en Maeztu después de tres años de experiencia reaccionaria, sino mucho antes de la experiencia misma. ¿Cómo y cuándo? He aquí lo que Maeztu trata de explicarnos. La cronología de su conversión es la siguiente: En 1912, se regresó de Londres, se encontró con que un militar amigo suyo, persuadido por un libro de Mr. Norman Angell de que la guerra no es negocio, se había vuelto pacifista. Los libros de Mr. Norman Angell fueron, diversa y opuestamente, el camino de Damasco, de Maeztu y su amigo militar. El militar se desilusionó de la guerra y la fuerza; el escritor, por reacción, comenzó a apasionarse por ellas. I el día en que descubrió que la fuerza tiene que ser un valor en si misma, ese día, -son sus palabras- pudo advertir que “se había alejado definitivamente del sector de opinión que actualmente lo combate”. En 1916 publicó en inglés un libro, traducido en 1919 al castellano con el título de “La Crisis del Humanismo”, que contiene sustancialmente todo conforme a esta versión, psicológica e intelectualmente sincera sin duda alguna, a pesar de provenir de un Embajador, la conversión de Maeztu ha sido en gran parte causal. Sin la claudicación de un militar honesto y sedentario, capaz de interesarse por las ideas de un pacifista inglés, Maeztu no habría leído con atención los libros de Norman Angell. Y sin meditar en estos libros, no habría llegado, -al menos, tan pronto- a las opiniones expresadas en “La Crisis del Humanismo”. Se trata, en suma de una conversación totalmente causal, vital, pragmatista y polémica. En esto, Maeztu descubre la filiación íntimamente protestante y británica de su mente y su cultura. Y he aquí dos factores más serios de su cambio que el encuentro del militar pacifista y la lectura meditada de “La Gran Ilusión”. Más o menos lo mismo que al señor Maeztu, le sucedió a la Gran Bretaña en el siglo pasado. La gran Bretaña era pacifista en la época del apogeo de las ideas libre-cambistas y manchesterrianas. Gladstone, liberal, acabó practicando, sin embargo, una política imperialista. I Chamberlain, anti-imperialista de origen y escuela, se transformó como Ministro de Colonias, en apóstol del imperialismo. Terminado el periodo de revolución liberal -y, por ende, de emancipación política de los pueblos- liquidados o reducidos a modestos límites los imperios feudales, Inglaterra advirtió que su interés había dejado de ser anti-imperialista. La concurrencia de nuevos imperios capitalistas como Alemania, la obligaba a asegurarse la mejor parte en la distribución de las colonias. El capitalismo británico se tornó agresivo, conquistador y guerrero, hasta precipitar la guerra mundial en la forma que todos sabemos. El señor Maeztu, que formal o teóricamente había permanecido hasta 1912 fiel a una filosofía más o menos liberal, humanista y rousseauniana, estaba ya espiritual y aún racionalmente demasiado impregnado del nuevo clima y del nuevo sentimiento del capitalismo británico. El militar pacifista y Normal Angell son menos responsables de lo que el señor Maeztu cree.
En “La Crisis del Humanismo”, el señor Maeztu no se revelaba solo contra las ideas políticas, sociales y filosóficas que se habían engendrado al impulso del movimiento romántico iniciado por Rousseau. Sus iros, según él mismo, iban más lejos. “El culpable del romanticismo era el humanismo, el subjetivismo de los siglos anteriores y del Renacimiento, por el que el hombre había tratado de convertirse en la medida de todas las cosas, del bien y del mal, de la verdad y de la falsedad”. Más o menos así razonan también los ideólogos fascistas. Su condena no se detiene en el demo liberalismo-burgués; alcanza al Renacimiento, a la Reforma y al protestantismo, después de hacer justicia sumaria de la Enciclopedia, Rousseau y la Revolución Francesa. Pero el señor Maeztu, inveterado y recalcitrante admirador de las creaciones del genio anglo-sajón, -y, por consiguiente, del capitalismo y el industrialismo, de la grandeza y del poder de Inglaterra y Estados Unidos- no puede asumir esta actitud, sin contradicción flagrantes con algunas de sus opiniones más caras. Al señor Maeztu le debemos sagaces críticas del ideal de Rodó, inteligentes interpretaciones del espíritu puritano y de su influencia en el fenómeno yanqui. No puede arribar, por consiguiente, a las mismas conclusiones que un neo-tomista francés o un nacionalista católico italiano. Condenando “el humanismo, el subjetivismo de los siglos anteriores y del Renacimiento”, el señor Maeztu condena la Reforma, el protestantismo y el liberalismo, esto es los elementos religiosos, filosóficos y políticos de los cuales se ha nutrido la civilización capitalista fruto de un régimen de libre concurrencia. La Reforma representó la ruptura entre el mundo medioeval y el mundo moderno. ¿Y qué es, en último análisis, el protestantismo, sino ese subjetivismo, o mejor, ese individualismo que el señor Maeztu repudia?
En el terreno de la doctrina y de la historia, se le podrían dirigir al señor Maeztu muchas interrogaciones embarazantes. Pero esto no cabe dentro de los límites forzosos de mi dúplica. El señor Maeztu ha rectificado una “inexactitud cronológica”. Y a esta rectificación debo contraerme, sosteniendo que la inexactitud no existe. Es una inexactitud subjetiva, que tiene realidad y valor solo para el señor Maeztu. Pero objetiva, históricamente, no tiene realidad ni valor. Yo no he dicho que todas las ideas actuales del señor Maeztu sean posteriores a tres años de dictadura española. He dicho solo que el reaccionario explícito e inequívoco no ha aparecido en él sino después de esos tres años. Poco importa que en “La Crisis del Humanismo”, estuviese ya, en esencia, toda la filosofía actual de su autor. ¿No he definido acaso al Maeztu de ayer como un intelectual formalmente liberal y orgánicamente conservador? Maeztu había adquirido, antes de “La Crisis del Humanismo”, un concepto, que el llamará, realista, de la fuerza. Pero esto no fijaba todavía totalmente su posición política. Hace solo cuatro años, en artículos de “El Sol”, de los cuales recordaré precisamente uno titulado “Reforma y Reacción”, atribuía toda la responsabilidad del momento reaccionario que atravesaba Europa, a la agitación revolucionaria que lo había antecedido. Hasta entonces no había abandonado aún del todo, ideológicamente, el campo de la Reforma. Esto es lo que he afirmado. Y en esto insisto.
Me explico que a un hombre inteligente y culto como el señor Maeztu, con el orgullo y también la vanidad peculiar del hombre de ideas, le moleste llegar en retardo respecto a Primo de Rivera, por quien no puede sentir excesiva estimación. Pero el hecho es así, cualesquiera que sean las atenuantes que se admitan. I mi tesis que el destino del intelectual, -salvo todas las excepciones que confirman la regla- es el de seguir el curso de los hechos, más bien que el de precederlos y anticiparlos.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Rusia en Ginebra

Sin la presencia de Rusia, la conferencia preliminar del desarme, que acaba de celebrarse en Ginebra, habría transcurrido más o menos monótonamente. Un magnífico discurso de Paul Boncour habría acaparado, como tantas otras veces, los mejores aplausos, conmoviendo hasta lágrimas a esos suizos perfectos, demócratas ortodoxos, de quietas y azules perspectivas lacustres, nutridos de excelentes ideales y sanos lacticinios, que constituyen por antonomasia la barra más pura de todas las grandes asambleas de la paz. Discurso lleno de mesura francesa, de claridad latina y de idealismo internacional, pulcra y sabiamente dosificado.
Pero con Rusia la asamblea no podía tener ya este tranquilo curso. Rusia trastorna todos los itinerarios. La burguesía occidental emplea en su propaganda anti-soviética dos tesis que se contradicen y que, en consecuencia, se anulan y destruyen entre sí. Según la primera, Rusia representa el caos, la locura, el hambre, la utopía, el amor libre, el comunismo y al tifus exantemático. Según la otra, la revolución ha fracasado, el Estado ha vuelto al capitalismo. Stalin es un reaccionario, la “nep” ha cancelado al socialismo y no queda ya nada en el Kremlin que recuerde ni la doctrina de Marx ni la praxis de Lenin. Cuando un burgués de alta inteligencia y gran corazón como George Duhamel visita Rusia, desmiente el caos, la locura, el hambre, etc y encuentra viva aún la revolución. Pero el mejor desmentido y la más resonante ratificación le tocan siempre a la propia Rusia soviétista, cada vez que la Europa capitalista la convida a discutir un tema de reconstrucción mundial y a confrontar las ideas bolcheviques -supuestas bárbaras y asiáticas- con las ideas reformistas- occidentales, modernas y civiles. En la Conferencia Económica, Rusia propuso al Occidente, como base de cooperación estable y efectiva, el principio de la legítima coexistencia de Estados de economía socialista y Estados de economía capitalista. Y, ahora, en la Conferencia Preliminar de Desarme, Litvinov y Lunacharsky sostienen la doctrina del desarme radical, contra los propugnadores del desarme homeopático: limitación de armamentos, difícil equilibrio, paz armada; sistema que, asegurando y garantizando ante todo el poder de los grandes imperios, mantienen el peligro bélico. En ambas ocasiones, la palabra de los delegados rusos han hablado como los embajadores de un nuevo orden social. La Revolución se ha mostrado alerta y activa, a pesar de la tendencia europea a la estabilización.
Boncour ha opuesto al espíritu de Moscú, el espíritu de Locarno. Los pactos de seguridad son, a su juicio, el camino más seguro del desarme y, por tanto, de la paz. Pero únicamente pueden suscribir de buen grado esta teoría los países como Francia, interesados en que se ratifique el actual reparto territorial. Alemania aspira a la revisión del tratado de Versalles. No aceptará ningún pacto con Polonia, por su parte, pretende que Alemania reconozca solemnemente sus fronteras del Este. Italia codicia mandatos territoriales. El dux del fascismo no disimula su política imperialista.
Estos factores desahucian, por ahora, la esperanza de Paul Boncour, cuya elocuente prédica pacifista traduce, de otro lado, con demasiada nitidez, los intereses de la política francesa. De suerte que si el Occidente capitalista no puede aceptar, en cuanto al desarme, la doctrina revolucionaria, tampoco puede actuar, efectivamente, la doctrina reformista. El reciente fracaso de las negociaciones entre Inglaterra, Estados Unidos y el Japón para la limitación de los armamentos navales, no permite excesivas ilusiones respecto a la próxima conferencia de desarme.
No es posible, sin embargo, desconocer la significación de que en una solemne asamblea, en la que participan los mayores Estados del mundo, se discuta un tema que hasta hace muy poco parecía del domino exclusivo de utopistas y pacifistas privados y se escuchen proposiciones como las de la Rusia sovietista. Este hecho indica, contra todos los signos reaccionarios, que se avanza, aunque sea lenta y penosamente, hacia ideales de paz y solidaridad que aún los Estados que menos lo aprecian, se ven forzados a saludar con respeto.
Los Soviets han mandado a Ginebra a dos de sus hombres de espíritu más occidental y de cultura más europea. Litvinov, miembro del Consejo de Negocios Extranjeros, que reemplaza a Tchicherin en este portafolio en todas sus ausencias, es uno de los más experimentados e inteligentes diplomáticos de la nueva Rusia. Lunacharsky, humanista erudito, que hasta la revolución residió en Europa occidental y que desde 1917 trabaja alacremente por afirmar el Estado ruso sobre un sólido cimiento de ciencia y de cultura, es también un hombre profundamente familiarizado con los tópicos y los hechos de Occidente. No es probable que Litvinov ni Lunatcharsky hayan sugerido a los asambleístas de Ginebra esa fatídica imagen de una Rusia oriental y bárbara con que se empeñan en asustar a la Europa burguesa algunos intelectuales fantasistas. No Litvinov ni Lunatcharsky, -aunque agentes viajeros de la revolución- tienen traza de enemigos de la civilización occidental, las calles de Ginebra y de Zurich guardan muchos recuerdos de la biografía de desterrado y estudiosa de Anatolio Lunatcharsky.
La ruptura anglo-rusa no ha bloqueado a los Soviets. La Sociedad de las Naciones sabe que su trabajo no puede prosperar sin la colaboración de Rusia, cuyo aislamiento, empujándola hacia el Asia, puede en cambio perjudicar a Europa mucho más que a Rusia misma. Este es el criterio que, a pesar del incidente Rakowsky, domina en el gobierno francés, obligado a inspirarse en los intereses de sus innumerables tenedores de deuda rusa.
He ahí las principales indicaciones de la conferencia preliminar del desarme. El desarme mismo, por el momento, no es sino un pretexto. Lo interesante es la palabra de cada nación en torno a este tema.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Últimas aventuras de la vida de don Ramón del Valle Inclán

Cierta vez bosquejé a algunos amigos en una plática íntima la “teoría de la barba biológica”. Mis proposiciones, aproximadamente, se resumían así: la barba decae, porque desaparecen sus razones biológicas, históricas. La barba tramonta porque es extraña a una civilización maquinista, industrial, urbana, cubista. La figura del hombre moderno no necesita esta decoración medioeval, inadecuada a sus gustos deportivos, a su movimiento, a su mecánica. La estética del hombre está, en el fondo, regida por las mismas leyes de la estética de los edificios. La necesidad, la utilidad, justifican y determinan sus elementos. La barba, en un hombre, debe ser como la columna, como la cariátide, en un palacio o un templo: debe ser necesaria. Está demás cuando no lo es. Hay personas que se dejan la barba porque creen que les sienta bien; otras, porque creen parecerse a sus antepasados. Estas barbas de carácter puramente hereditario o de origen exclusivamente estético, no son biológicas, no son arquitectónicas. Carecen de función vital. Es como si fueran postizas. Pero todas las reglas de nuestra edad, tienen excepciones. Un estado de pura civilización, no es posible sin muchas excepciones, vale decir sin variedad, sin diversidad. También en nuestra época nacen y crecen barbas biológicas.
La barba de don Ramón del Valle Inclán, aunque haya tenido un proceso mucho más ordenado, es de la misma estirpe. Tiene todos los atributos del buen espécimen de barba biológica. La barba de Valle Inclán es como su manquera. ¿Cómo habría podido Valle Inclán ser Valle Inclán sin su barba? (Entre los mitos de la Biblia el de la cabellera de Sansón me parece más eficaz que un tratado de biología). No es por acaso que el soneto de Rubén Darío comienza con el célebre verso: “Este gran don Ramón de las barbas de chivo”. El genio poético de Rubén Darío tenía que asir la personalidad de Valle Inclán por la barba, esto es por lo más vital de su figura.
Esta barba, que es uno de los más nobles ornamentos de España, uno de los más ultramodernos retintos y señeros atributos de su individualidad, ha comparecido hace poco ante un juez. Porque, muy donquijotesco, muy caballero, muy español como es, Valle Inclán está siempre dispuesto a romper una lanza por la justicia, contra los jueces y alguaciles. El haber gritado en un teatro contra una pieza mala, le ha validado un proceso. Un proceso que no ha sido sino un interrogatorio, en el cual Valle Inclán rehusó declarar su nombre, profesión y domicilio como cualquier anónimo. Era el juez el que debía decirle su nombre, porque mientras en la sala de la audiencia nadie ignoraba el de Valle Inclán, muy poco sabía sin duda el del magistrado que lo interrogaba. Valle Inclán declaró en su diálogo ser coronel-general de los ejércitos de España y se afirmó antidinástico.
Valle Inclán es tradicionalista, ultramoderno, por oposición a la España jesuíticamente constitucional, burocráticamente dinástica, falsamente liberal de don Alfonso XIII. Es o ha sido carlista; pero no a la manera de don Carlos ni de su líder Vásquez de la Mella. Ha sido carlista, por sentir el carlismo algo así como una reivindicación de caballero andante. En 1920, estaba hasta la médula con la Revolución Rusa, con Lenin, con Trotzky, con todos los grandes don quijotes de la época. De partir en guerra, lo habría hecho por los soviets, no por don Jaime. Y hoy mismo, interrogado sobre el porvenir del liberalismo por un diario español, ha respondido que un liberalismo iluminado debe hacerse socialista. El porvenir no será liberal sino socialista. Don Ramón no lo piensa como político sino como intelectual; lo siente como artista, lo intuye como hombre de genio. Este hombre de la España negra es el que más cerca está de una España nueva.
Los amigos y paisanos de Blasco Ibáñez andas quejosos de la manera desdeñosa y agresiva como Valle Inclán ha tratado la memoria de “Sangre y Arena”. Esta ha sido otra de las últimas aventuras de Valle Inclán. También, aunque no lo parezca, aventura, de viejo hidalgo, porque es muy de viejo hidalgo es guardar sus ojerizas y sus aversiones más allá de la muerte. La aversión de Valle Inclán a Blasco Ibáñez refleja un contraste profundo entre la España del ochocientos y la España inmortal y eterna. ¿Qué podía amar Valle Inclán en un Mediterráneo optimista, republicano, democrático, de gusto mesocrático y de ideales estandarizados, y sobre todo tan exentos de pasión y tan incapaz de tragedia?
La crítica nueva hará justicia a este gran don Ramón, pendenciero, arbitrario y quijotesco. Waldo Frank, en su magnífico libro “España Virgen”, -que tan justicieramente [pasa] por alto otro valores adjetivos, otros signos secundarios de la literatura española- destacan el carácter singularmente representativo, profundamente español, de Valle Inclán.

José Carlos Mariátegui La Chira

Giovanni Giolitti

Los días que corren no son propicios para una equitativa valoración de Giolitti. El fascismo no puede mostrarse demasiado indulgente con el político que más conspicua y específicamente representa la Italia liberal, positivista, tendera, burocrática de los últimos lustros pre-bélicos. El anti-fascismo, aunque grato a la firmeza con que Giolitti votó en el Parlamento contra la política anti-liberal del fascismo, no puede perdonar al estadista piamontés su parte en los errores tácticos que consintieron la marcha sobre Roma y la abdicación y desmoronamiento del Estado liberal. La apología de Francesco Crispi y de los hombres de la antigua derecha, se acomoda al gusto y al interés de la dictadura fascista mucho más que el reconocimiento de la bemerencias de Giolitti, que debió su fortuna política a la derrota del método crispiano.
Nunca se ha despotricado tanto en Italia contra la democracia sanchopancesca, utilitaria, negociante, giolittiana en una palabra de la “monarquía socialista” como desde que Mussolini, en la necesidad de sofocar toda protesta contra su régimen, anunció su intención de reemplazar definitiva y formalmente al viejo Estado liberal por el Estado fascista. Giolitti ha escuchado sin inmutarse, en sus postreros años, las más exorbitantes y estruendosas requisitorias contra su sentido prudente, realista, práctico, administrativo de la política.
La Italia de Victorio Veneto, que el fascismo siente espiritual e históricamente tan suya, debe a la obra giolittiana, ordenadora y parsimoniosa, los elementos fundamentales de su costosa victoria. En largos años de administración, que sacrificó los tópicos clásicos del Risorgimento a los hechos prosaicos de un trabajo de crecimiento y equilibrio capitalistas Giolitti, el neutralista, preparó a Italia para la guerra, capacitándola para ascender del desastre de Adua al triunfo de Vittorio Veneto.
El rencor de la Italia d’annunziana, retórica, militarista, contra el sobrio y parco estadista piamontés, se ha tomado la más exultante y completa revancha con el régimen fascista. Sería fácil, sin embargo, probar que el fascismo debe su persistencia y estabilización, más que a sus medidas de violencia, a su método oportunista, a su estrategia social, a una praxis, en suma, heredada del giolittismo, con la diferencia de que este prescindía de la declamación idealista y asignaba a su función fines más modestos e inmediatos,
Giolitti era la antítesis del político programático y doctrinario. Profesaba, sin duda, íntimamente un ideal, que ahora se destaca más netamente que nunca como el resorte espiritual de su obra; el ideal de hacer de Italia un estado moderno, apto para superar definitivamente una pesada tradición clerical, comunal, güelfa, anti-unitario, surgido de las luchas del Risorgimento, Giolitti comprendió que era necesario abandonar el dogmatismo y la intransigencia de Crispi y licenciar definitivamente una buena parte de las frases e ideas del Risorgimento mismo. La política del Estado, en la medida en que podía ser reformadora y progresista, en el orden político, tenía que apoyarse en las masas obreras, cada vez más ganadas al socialismo. El ideario liberal significaba un constante fermento de tendencias e impulsos republicanos. Giolitti, liquidó la cuestión institucional acordando a las masas el derecho de huelga, el sufragio universal el mejoramiento económico. Críticos liberales como Mario Missiroli no le han ahorrado invectivas por su empirismo oportunista, exento al parecer de toda convicción doctrinal. Pero precisamente Missiroli, que acusaba a Giolitti de haber destruido el patrimonio ideal del Risorgimento con su política transformista y compromiso, ha acabado por reconocer, el fondo voluntarista e ideal de la política giolittiana. La experiencia de la crisis post-bélica, lo obligó a admitir que “la política giolittiana era la sola conveniente a un pueblo incapaz de superar y las contradicciones de su historia milenaria”. “Fue después de la catástrofe del socialismo y de la democracia -escribe Missiroli- cuando comprendí la ineluctabilidad de la política giolittiana y la grandeza de Giolitti. Fue entonces cuando intuí su profundo pesimismo, su patriotismo ascético, su infalible sentido de la historia. No se comprende la política de Giolitti sin el subsidio de una filosofía de la historia, que parece confluir con su obra en virtud de una milagrosa adivinación. Es una cuestión de la más alta psicología moral saber como haya conseguido creer y obrar, no obstante sus íntimos convencimientos sobre la historia, la naturaleza, las costumbres de los italianos. La grandeza de Giolitti consiste en haber sabido gobernar, según los modos de la civilización occidental, un pueblo que había permanecido extraño a las formaciones espirituales de la modernidad y en el haberlo elevado, merced de una obra exclusivamente personal por encima de su propia consciencia moral y de sus hábitos atrasados”.
Piero Gobetti no anda muy lejos de Missiroli cuando define a Giolitti como “la sublimación más rara y casi única de la ordinaria administración”. Giolitti, realmente, resolvía la política en la administración; pero sin perder de vista los fines superiores del Estado liberal. Incorporando a las masas en la vida política, como partido de clase, opuso a las inclinaciones conservadoras de la burguesía el contrapeso indispensable para que no condujesen al Estado al renegamiento gradual de los principios del liberalismo. El socialismo le permitió salvar al Estado de la reacción ultramontana. La función del socialismo, como Missiroli también lo acepta en el prefacio de su segunda edición de “La Monarquía Socialista”, que rectifica en parte las aserciones originales de la obra, fue eminentemente liberal en el período giolittiano.
Pero esta política solo podía desenvolverse libremente en la época en que las masas se acomodaban con facilidad a una acción reformista. Desde que la guerra abrió un período revolucionario, el socialismo se tornó amenazados e inquietante. Giolitti, siguiendo su estrategia equilibrista de contrapesos y antinomias, pensó que podía servirse de las brigadas fascistas para volver a la razón a los socialistas. Luego, sería fácil reducir al orden a los “fasci di combatimento”. Su último gran servicio a la burguesía y al orden fue su actitud contemporizadora ante la ocupación de las fábricas. La resistencia del gobierno a la reivindicación obrera del control de las fábricas, habría provocado probablemente la revolución. Giolitti prefirió ceder a la demanda de las masas, quitándoles de este modo el móvil concreto que las impulsaba a la lucha. Pero erró, en cambio, en su cálculo cuando disolvió a la cámara en 1921, con la esperanza de asegurarse, con el concurso de la violencia fascista, una mayoría manejable. Este error franqueó el camino del poder. Mussolini le debe toda su fortuna política. Si el Ministro “de la mala vida” como le llamaban algunos por su concomitancias con la plutocracia sententrional y las oligarquías y caciquizmos meridionales, hubiese acertado en su maniobra electoral, la conquista de Roma por el fascismo habría quedado conjurada. Giolitti no se daba cuenta de la naturaleza extraordinaria, excepcional, de los nuevos tiempos. Con su calma y su socarronería piamontesas, creía que todas las efervescencias y exuberancias post-bélicas acabarían por apaciguarse y desvanecerse. Presentía más próxima de lo que en verdad estaba la estabilización. Este error histórico, esta falla política, han puesto a dura prueba su fatigosa obra de parlamentario y gobernante; y le han restado, en su última hora la satisfacción de verse continuado.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Breve epílogo

(...) anexos al ocaso del positivismo, ha continuado en el Occidente pre-bélico y post-bélico su acción revolucionaria. Einstein ha suministrado a la especulación filosófica, con sus descubrimientos de física y matemáticas, un material tan rico y vasto como imprevisto. Freud ha extraído de las investigaciones clínicas sobre el tratamiento de la histeria, una teoría genial, cuya sospecha flotaba ya en la atmósfera de la época, como lo demuestra, más que su rápida propagación, la presencia precursora de una intención psicoanalítica, de clara filiación freudiana, en la obra de Pirandello. En los dos polos de la historia contemporánea -Estados Unidos y la URSS- se encuentra la misma fervorosa aplicación y valorización de la ciencia. Pero, ni en la sede del capitalismo ni en la del socialismo la ciencia pretende dictar leyes a la política, ni a la literatura, ni al arte. Y en esto nos hemos distanciado provechosamente del “cientificismo” ochocentista.
Y no ha sido menos trascendente, en estos cinco lustros, la revolución literaria y artística. Se ha reivindicado, contra la chata ortodoxia realista, los fueros de la imaginación creadora, con ventajas asombrosas para el descubrimiento de la realidad. Porque con los derechos de la fantasía y la fantasía, se ha averiguado sin fines, que es decir sin límites.
Y, en todo esto, estamos solo en el umbral del 900. O del evo que esta cifra intenta celarnos. Porque los siglos, en la historia, son la más subalterna y convencional de las mediciones.

José Carlos Mariátegui La Chira

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