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Tarjeta Postal a Modesto Antonio Cavero, 24/2/1920

Roma, 24 de febrero de 1920.
Señor capitán
Modesto Antonio Cavero
Andahuaylas - Perú
Mi querido Antonio:
Por medio de esta postal le mando un cariñoso y fraternal abrazo con mil votos porque su cumpleaños sea el principio de muchas felicidades para vos y todos los suyos que son también los míos.
Muy afectuosamente me despido hasta pronto.
José

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 6/3/1920

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
Roma, 6 de marzo 1920
Tu carta me ha llegado con mucho retardo. Antes de ser depositada en la estafeta ha tenido que sufrir una larga tramitación burocrática. Sólo después de haber recorrido todas las oficinas postales ha arribado a una donde un sello me ha calificado así: “Sconosciuto dal portalettere”.
Yo la esperaba. Sabía que tú me escribirías. Que no podías dejar de escribirme. Y, al recoger mi correspondencia, unas veces del consulado, otras veces del apartado de la legación, otras veces de la estafeta, buscaba siempre tu grato sobre de anónimo femenino. Perdóname el calificativo. Pero desde que recibí tu primera carta, guardo de tus sobres la impresión de unos sobres de anónimo. De anónimo amable y bien hecho; pero anónimo siempre. ¿Me lo perdonas?
Me dices: "Tu letra está cansada. No es la misma de años atrás". Es muy cierto. No solo la letra está cansada en mí. También están cansadas la juventud, el alma, la voz, la sonrisa, la mirada, la frase, todo, todo. La adolescente y lírica fé de mis años pasados, - de cuando yo era Juan Croniqueur, de cuando yo era un “niño talentoso y malcriado" como, más o menos, me dijo una vez Clemente Palma en su “Crónica”—, me ha abandonado.
Tú sabes que no todos han sido conmigo, igual que tú, generosos y comprensivos. Me han agredido tanto que he tenido que vivir siempre en son de combate. Se ha aprovechado los menores pretextos para soliviantar contra mí la ciudad. He salido de una asechanza para caer en otra. Escándalo tras escándalo. Escándalo de Norka Rouskaya, escándalo de los militares, etc., etc. Cierto que yo no he sido prudente jamás. Pero es que no he podido, no puedo, ni podré serlo. Un hombre todo sinceridad no puede ser prudente. No puede ocultar su abominación de la estupidez, ni su pasión por la belleza, la verdad y el talento.
La agresividad que yo he despertado generalmente me envanece a ratos. (Contigo no debo ser falsamente modesto). Ves que si no valiese algo, si fuese un mediocre como los demás, no sería posible que suscitase sórdidas hostilidades. Mas que yo las ha suscitado contemporáneamente Abraham Valdelomar, mi amado amigo, el más brillante talento literario del Perú de hoy y del Perú de ayer. En el Perú es necesario ser absolutamente mediocre para no ser detestado. El talento causa miedo y, por ende, reacción.
Pero no vale la pena hablar de estas cosas cuando se está tan lejos de Lima y, sobre todo, cuando, en los momentos sentimentales, se le extraña amorosamente. Porque mi querida Ruth, yo soy lo bastante romántico, a pesar de mis excepticismos, para extrañar amorosamente mi ciudad. No te miento. En el fondo soy un alma sencilla fiel a sus afectos y menesterosa de ternura.
¿Qué quieres que te cuente de mi vida actual? ¿Que leo y estudio? Esto carece de importancia. ¿Que Roma es hospitalaria y buena conmigo? Esto carece de importancia también.
Hasta ahora mi sensación más plácida es esta: la sensación de la libertad. En New York, en París, en Roma, se siente uno libre, totalmente libre, ilimitadamente libre. No hay quien espíe, no hay quien vigile, no hay quien controle, no hay quien envidie, no hay quien aceche. Y el desconocido es más libre que todos. La ciudad lo acoge sin prevención, sin prejuicio, sin reticencia. ¡Es muy interesante, Ruth, ser un desconocido!
Leo en tu carta: “Ya nada te falta”. Y yo, en el mismo instante, siento que me falta todo. Si Ruth, no me falta nada y me falta todo. He hecho una vida febril, intensa, vertiginosa, he recorrido la escala de todas las emociones, he conocido lo desconocido; y, sin embargo, me falta todo.
Tu lealtad, tu dulzura, tu solicitud conmigo me hacen mucho bien. Te los agradezco con todo el corazón. Nuestra amistad rara, secreta y desinteresada es, como tú dices, una amistad única. Es y será una amistad única en nuestras vidas y en el mundo.
Otra carta mía te llevará algunas impresiones. Te hará conocer también algunos versos míos. A condición de que los conozcas tú sola. Me traicionarías si los hicieras conocer a otras personas. ¿No es verdad?
Ahora debo recibir a mi profesor de italiano. Son las 3 y 25 p.m. Dentro de cinco minutos llegará. Tal vez antes de cinco minutos. Hoy su visita, su lección y su italiano serán inoportunos para mí. Serán detestables, serán fastidiosos, serán mortales. La tarde es de primavera. Mi estancia está llena de sol. Llega hasta ella, no sé de dónde, una música de piano, una música apasionada y sentimental como el alma de este pueblo. Yo quisiera escribirte esta tarde, largamente, interminablemente, como si en este rincón de Roma, tú y yo conversáramos solos y silenciosos. Otra vez será. Pero otra vez no habrá esta tarde de primavera, ni habrá esta sol, ni habrá esta música. ¡Ni habrá la inminencia del profesor de italiano!
Tuyo.
José Carlos
P.D. Mi dirección es: Legación del Perú. La demora de tu carta se debe a su falta de dirección. Para que una “lettera” sea depositada en la estafeta debe estar dirigida así: "Fermo posta", o “Poste restante”. Lo que equivale a nuestro español “Lista de Correos”. Pero el español, la sonora lengua de Cervantes y Gastón Roger, es completamente ignorado en los correos de Italia. Escríbeme bastante. No es una exigencia, es un ruego. Cuéntame algo interesante de la vida limeña. ¿Debo dirigirme siempre a Ruth? ¿0 debo dirigirme a Bertha? ¡Oh! He aquí al profesor. Lo precede el “cameriere” con su ritual anuncio en francés: “Monsieur, le professeur est ici”. El “camariere” no me cree capaz de entenderle dos palabras en italiano.
Adiós.
José Carlos

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Guillermina Mariátegui de Cavero, 10/3/1920

Roma, 10 de marzo de 1920
Señora
Guillermina M. de Cavero
Andahuaylas - Perú
Muy querida hermana:
No tengo ninguna nueva tuya; pero quiero que recibas un testimonio de mi constante recuerdo. Mamá te habrá comunicado cuanto le he encargado que te comuniques.
Con los mejores votos por tu felicidad te abraza tu hermano.
José

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Guillermina Mariátegui de Cavero, 16/5/1920

Roma, 16 de mayo de 1920
Sra.
Guillermina M. de Cavero
Andahuayalas - Perú
Acabo de asistir a la fiesta de Juana de Arco en la Basílica de San Pedro, para presenciar la cual han venido del extranjero muchos millares de peregrinos. Quiero que recibas un recuerdo de esta fiesta. Te abraza tu hermano.
José

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal de P. Carpio O. P, 17/5/1920

Venezia, 17 de mayo de 1920
Sr.
José Carlos Mariátegui
N. 29 Corso d’Italia
Roma
Muy querido amigo:
Eccomi già due giorni ospite della magica Venezia! Peccato che qui non si parli il vero e clasico italiano, come a Firenze. Perche Venezia essendo cittá prettamente e caldamente italianissima, meritava di parlare nella dolce favella di Dante e Domenico Cavalca. Gradisca questo piccolo ricordo di S. Marco, dove ho pregato colla mente e col cuore per tutti i miei cari.
P.R. Carpio O.P.

Carpio O.P, P.

Tarjeta Postal a Ricardo Martínez de la Torre, 19/5/1920

Roma, 19 de mayo de 1920
Caro Ricardo:
Gracias por tu amable carta del 7 de abril. No quiero aplazar su respuesta hasta que te escriba contándote mis impresiones de viaje en uno o más tomos, porque deseo que estas cuatro líneas te lleguen cuanto antes. Te mandaré algunos libros; pero en francés. España y su literatura y su pensamiento y sus panderetas y sus majas y sus toreros están mucho más leos que del Perú— que no te extrañe— de esta Italia bella por excelencia y por derecho divino. Aquí leo diariamente los periódicos de París y no encuentro nunca una revista española. Me dices que han hablado de mí después de mi partida. Quiero decir que a mis buenos y queridos paisanos no les ha bastado mi viaje a otro mundo para cesar de ocuparse de mi muy humilde persona. Cuéntame de Lima todo lo que puedas. Europa no me hace olvidar a mi simpática ciudad. Pronto te escribiré largo y tendido. A Juanita le escribí de Nueva York el 3 de noviembre, felicitándola por su santo. Sé intérprete de mi afectuoso y leal recuerdo ante todos los tuyos.
Te saluda muy cariñosamente
José Carlos Mariátegui
P.S. He aquí mi dirección: Legación del Perú, Casella Postale 268.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 30/6/1920

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
Florencia, 30 de junio 1920
Ruth:
A punto de partir de Roma, en viaje a esta ciudad de Dante y de los Médicis, recibí tu carta del 22 de mayo. Que, naturalmente, me parece que ha tardado mucho. Y que me obliga a reprochártelo. ¿Por qué te has hecho esperar tanto? ¿Es que te estás volviendo mala? ¿O es que te da pereza escribirle a un amigo que se halla tan lejos? En otros tiempos hubieras sido capaz de escribirme sin aguardar mi respuesta. Tú me observarás que siempre “a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
Perdóname el reproche. Apenas trazado me arrepiento de él con toda el alma. Y me arrepentiría más aún si no tuviera la certidumbre de que tú, gentilmente, no me lo tomarás en cuenta.
Gracias por tus noticias. Casi ninguna de ellas era nueva para mí. Pero yo no te he pedido noticias de Lima por las noticias en si mismas, sino por las noticias a través de tus cartas, de tu frase, de tu comentario o de tus puntos suspensivos.
Me preguntas qué hago por acá. Y yo mismo no lo sé exactamente. ¿Se sabe, acaso, alguna vez lo que se hace? ¿Y, sobre todo, se sabe, alguna vez, cómo calificar lo que se hace? Creo que nó. Mira. Yo. en primer lugar, estudio. Y en segundo lugar . . . ¿Qué hago yo en segundo lugar? Unas veces me aburro, lo cual, me dirás tú. no es bueno Otras veces, escribo, lo cual es peor que aburrirse. Y otras veces, no hago nada lo cual es peor aún que aburrirse y que escribir. Ahora hago algo diferente. Te escribo. Y esto no es escribir ni es, mucho menos, aburrirse. Todo lo contrario.
Me place Italia. La amo por su belleza inmensa, por su belleza extraordinaria, por su belleza única. No sólo es sugestiva la Italia del paisaje, la Italia de la rivera Liguria, la Italia del golfo de Salerno. Y no sólo es sugestiva la Italia del arte, la Italia de Miguel Angel, de Leonardo y de Rafael. También es sugestiva la Italia de la pasión. Como se ama en Italia, hasta la muerte, no se ama ya en ninguna parte del mundo. ¡Qué gente más pasional! Aquí son posibles todavía Romeo y Julieta, imposibles y absurdas en otro lugar del globo. Y aquí se comete a diario la heroica tontería de morir por amor. Como tú recordarás el Dante llamó a Italia país que solo la luz y el amor ha por confines. Y tenía razón. Sus confines, aunque poco geográficos y demasiado poéticos, son verdaderos.
Actualmente, me tienes entregado en alma y cuerpo a Florencia. ¡Qué ciudad tan llena de encantos! Aún viven en ella Donatello y Miguel Angel, Benvenuto Cellini y Juan de Bolonia, Lorenzo de Médicis y la duquesa de Urbino. De Florencia pasaré a algún punto de la campiña Toscana. El verano es insoportable en Roma. Y no lo es menos en Florencia. Hay que ir al campo en esta estación proterva. Además quiero sentirme durante algún tiempo donde no se hable sino italiano, el más puro y musical italiano. Roma es muy cosmopolita. Florencia no le va en zaga. Yo hablo ya italiano, pero, por supuesto, muy macarrónicamente. Después de mi próximo “séjour” en la Toscana espero hablarlo regularmente. Deseo, de otro lado, traducir al castellano algunos notables poetas italianos contemporáneos como Papini, Palazeschi, Marinetti. Salvoni, Ada Negri.
Soy de tu misma opinión acerca de “El Tiempo”. Al abominable Abate Faría no se le puede leer sin repugnancia unas veces y sin hilaridad otras. Yo permito que artículos míos aparezcan en promiscuidad con los de este loco analfabeto por razones que sería largo explicarte. La más breve de esas razones es que pagan mis artículos. Además a mis artículos yo no les he dado nunca importancia. No son para mi sino una distracción o un entrenamiento. Aparte de un modo de ganar dinero.
El periodismo peruano, en general es de una incipiencia escandalosa. Así los diarios como las revistas carecen de selección, de mesura, de sustancia, Por una parte están detestablemente escritas. Por otra parte son de una vaciedad máxima. Esto unido a su tropicalismo, á su exageración, á su huachafería. Imitamos a la Argentina, a la rastacuera Argentina, que imita a su vez a los Estados Unidos. Y los Estados Unidos no saben siquiera imitar a Europa. Cuando se está en Europa, habituada a la prensa de París o de Roma, la lectura de los periódicos peruanos produce una impresión pésima.
No te adjunto esta vez mis versos porque como soy tan desordenado, me olvidé de traerlos de Roma. Te irán pues, proximamente. Cuando regrese a la Ciudad Eterna.
Contéstame sin tardanza. Y en cualquier hora en que no te sea desagradable hacer de cuenta que charlas conmigo, escríbeme largamente, todo lo largamente que puedas que darás un gran placer. Y háblame siempre con mucha confianza, con absoluta confianza. Créeme que sabré siempre ser merecedor de ella.
Y créeme, asi mismo, que te recuerdo con devoción y que mi pensamiento va hacia ti con más frecuencia de lo que tu probablemente supones.
Tuyo
José Carlos.
Señorita Bertha Molina

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Ricardo Martínez de la Torre, 6/7/1920

Florencia, 6 de julio de 1920
Caro Ricardo:
Antes de partir de Florencia quiero enviarte un nuevo recuerdo que sea a la vez una impresión de viaje. Florencia es una de las ciudades donde he pasado días mejores tal vez por ser la ciudad donde he pasado días más cortos. Es, sin duda, una de los rincones mas encantadores del mundo. Mucho ha destruido el tiempo y mucho ha borrado el progreso - el bárbaro progreso - pero aun queda lo suficiente para que vengan aquí en peregrinación gentes de todos los climas. Te envío un paquete de periódicos ilustrados que contiene también varias fotografías para Juanita. Fotografías de arte ilustres que Florencia guarda.
Tuyo affmo.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Guillermina Mariátegui de Cavero, 19/7/1920

Vallombrosa, 19 de julio de 1920
Sra.
Guillermina M. de Cavero
Muy querida hermana:
He recibido tu carta del 22 de mayo. Y, al mismo tiempo, una del Ministro de Justicia comunicándome que ha concedido a Nino la beca de interno.
Esta noticia ha sido una compensación. Confío que así como Dios nos ha concedido esta gracia nos concederá también el remedio de tu situación.
Ojalá que mi carta al Ministro de Guerra haya sido útil. Lamento mucho la enfermedad de Amalita y espero que no haya sido de cuidado. - Sin mas que con sus mejores recuerdos para ti y las chicas y con sus fervientes votos por tu bienestar, se despide de ti hasta pronto tu hermano que bien te quiere.
José.

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Bertha Molina (Ruth), 3/8/1920

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
Florencia, 3 de agosto 1920
Mañana me marcho de Florencia. De ella te escribí hace un mes contestando tu carta. De ella te escribo ahora para que tengas una segunda carta que contestarme. Así se acortarán los plazos de nuestra correspondencia. ¿Que esta no es una carta? No me digas eso que sería una tinterillada femenina. ¿Acaso las cartas deben llenar siembre muchas hojas de papel? ¿Acaso no pueden caber, como esta, en el envés de una postal. Además, mira. Haz de cuenta que esta es la última de muchas hojas que yo dejo en blanco para que tú las llenes con tu fantasia y para que te digas en ellas muchas cosas inteligentes, bellas y armoniosas que yo no sabría decirte. Porque interpretándome como me imaginas me querrás mejor que interpretándome como soy. Ensáyalo. Y créeme que bien te recuerdo.
José Carlos.

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Modesto Antonio Cavero, 29/8/1920

Venecia, 29 de agosto de 1920
Señor
Modesto A. Cavero Mariátegui
Querido Nino.
Aunque tú eres un ingrato que no me escribes, yo no te olvido y, antes bien, te recuerdo con el cariño de siempre.
Y te envío un afectuoso abrazo.
José.

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal a Ricardo Martínez de la Torre, 5/9/1920

Venecia, 5 de setiembre de 1920
Señor
Ricardo Martínez de Latorre
Lima - Perú
Mi impresión de Venecia es brevísima: —Venecia es la ciudad más bella del mundo. —Como ves cabe en una postal y queda aún sitio para un abrazo.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 16/10/1920

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
Roma, 16 de octubre 1920
Acabo de regresar de mis andanzas por el norte de Italia. Roma me esperaba, amable y buena, con una carta tuya en la mano. Una carta que yo he leído antes de desembarazarme del sobretodo y del sombrero, sentado al pie de la cama en mi "chambre” de hotel, mientras el criado instalaba en un rincón mis fatigadas maletas.
Y he tenido la sensación de que tú me visitabas. De que a mi cuarto entraba la risa de una muchacha muy inquieta y muy limeña, que todo lo 'movía, que todo lo revolvía, que todo lo tocaba y que me hacía tantas preguntas que yo no podía contestárselas. Algo así como si un rayo de luz limeña llegase furtivamente a mi estancia.
Tus cartas me hacen casi siempre este efecto. Por esto te las agradezco mucho. Y te ruego que no me prives de ellas ni aún si te parece que las mías son demasiado desabridas, demasiado pobres de interés. Piensa que yo no soy capaz de producirte el placer que tú puedes producirme. Que lo que yo puedo escribirte no es posible que sea como lo que tú puedes escribirme. Yo me he vuelto un poco grave. En cambio tú eres una chiquilla. No eres una chiquilla frívola y egoísta; pero eres de todas maneras una chiquilla. Una chiquilla buena e inteligente (No te agrego que bonita porque si te dedico tres adjetivos vas a poner en duda la sinceridad de alguno de ellos. Y luego porque eso de bonita lo dejo para que te lo digan otros).
Mis cartas no son propiamente respuesta a las tuyas. No lo son sino en este sentido. En que una carta mía sigue a la recepción de una carta tuya. Pero por lo demas no. Yo no te hablo casi de las cosas de que tu me hablas. Y es que estamos tan distantes el uno del otro! Tu voz emplea dos meses en llegar hasta mí. Y la mía, que es menos joven, emplea, sin duda, mucho más. O, por lo menos, llega muy apagada, muy vaga, casi imperceptible ¡Este coloquio nuestro lucha con todas las dificultades físicas del tiempo y la distancia!
Pero esta vez voy a referirme a uno de tu párrafos. Aquel en que me dices que tienes mucha confianza en mi; pero que ... me ocultas algo. Y que no me lo contarás, eso que no. Probablemente a consecuencia de que tienes mucha confianza en mi ¿No es cierto? Si no fueses ilógica no serías mujer. Vamos. No me pongas curioso. Pruébame que te inspiro toda la confianza que me aseguras. Es necesario que la intimidad con que nos tratamos sea verdadera. No verdadera á medias sino verdadera absolutamente, totalmente, completamente.
¿Quieres hacer una cosa buena y razonable? Mándame tu retrato. Lo pondré sobre mi escritorio, absolutamente solo, para tener cuando te escribo la ilusión de que converso contigo. Tu me debes tu retrato desde hace mucho tiempo. Y no sé como te has dado maña para no satisfacer hasta la fecha tu deuda. Ustedes las mujeres son muy tramposas.
He visto que han exhumado en "El Tiempo", al pie de artículos que yo enviaba con un seudónimo nuevo, mi infantil y olvidado seudónimo de Juan Croniqueur, al cual renuncié formalmente en la revista "Nuestra Época" arrepintiéndome de todos los pecados que con el había cometido. Quiero dejar constancia ante tu de que soy completamente ajeno a la resurrección de dicho seudónimo y de que lo lamento desde lo más profundo de mi alma.
Escríbeme pronto. Mira que cada vez que recibo correspondencia lo primero que hago es ver ansiosamente si alguno de los sobres es el tuyo. Mira que siento predilección por tus cartas, y que mi predilección por tus cartas es también predilección por ti.
Tuyo affmo.
José Carlos.

P.D. La complicada y perversa posta se entretiene en robarme hoy una carta, mañana otra. Temeroso de que trate de turbar mis relaciones contigo, certificaré todas mis cartas para que se le haga mayor cargo de conciencia incautarse de ellas en el caso de que se le ocurra tan cruel idea. Vale

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Artemia G de Falcón, 17/11/1920

A la señora Doña Artemia G. de Falcón

en Lima

Querida madre:

Con algún retardo por causa de mi viaje he recibido tu última carta. También por igual motivo respondo a ella un poco tarde.

De París, aprovechando la proximidad de ambos países, he venido a dar una vuelta por Italia. Estaré aquí un mes. Veré muchas cosas bellas y escribiré artículos para un periódico de Madrid. Luego, tornaré a España la vía de Alemania.

De este viaje, como tu comprenderás, no es necesario que se enteren en Lima. No lo digas a nadie.

Aprovecharé mi estancia en este país para mandarte un regalo bonito. Supongo que ya habrán recibido mis hermanos los suyos. Solo falta el tuyo. Y este, como para ti, tiene que ser minuciosamente escogido.

Sigue escribiéndome al Consulado del París. De aquí me mandarán tus cartas.

Abrazo para todos mis hermanos. Para ti uno fuerte, muy fuerte, con todo mi cariño.
César.

Roma, 17 de noviembre de 1920.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 10/12/1920

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

En estos últimos días me han llegado dos cartas tuyas, una del siete y otra del veintisiete de octubre. También he recibido un retrato tuyo y otro de tu padre. Me explico el retardo por la distancia que han tenido que atravesar y las estaciones que han hecho hasta llegar a mí.

Tan pronto como reciba el retrato de tu madre mandaré hacer las ampliaciones. Te lo prometo formalmente. Quiero que la hagan aquí, en Italia, donde se hacen verdaderos prodigios fotográficos. Si el retrato de tu madre me llega antes de mi regreso a España, yo mismo contrataré las ampliaciones. En caso que las reciba en España, se lo mandaré a Mariátegui para que él lo entregue al fotógrafo con quien yo haya anticipadamente hablado.

Me ha causado mucha pena que hasta el veintisiete de octubre no te habían pagado la mensualidad de setiembre. Constantemente pienso en la manera de conseguir que te paguen con regularidad, pero no lo encuentro. Tú sabes bien que esto es imposible en las oficinas del gobierno. Ahora se habla en Europa de una contrato hecho con una casa inglesa para que le pague a todos los empleados peruanos en el punto donde se encuentren. No sé si ya estaré comprendido entre ellos ni si el contrato se llevará a efecto. Si me trasladan el pago a España, pediré que me paguen todo mi sueldo directamente y te pasaré tu pensión con toda puntualidad. Esto me parece lo más seguro. Por lo demás, creo que toda gestión que haga a la distancia será completamente inútil.

En estos días voy a ver a Osores. Le pediré una carta de recomendación para Perez Figuerola, con la cual es posible que consigas la beca para uno de mis hermanos.

Me imagino cuanto te hará sufrir la madre de Del Águila. tiene que ser una mujer exigente y muy […], incapaz de armonizar su vida con las de otras personas extrañas. Debes dejarla vivir lo más independiente posible. Como sería una maldad negarle alojamiento, procura cuanto puedas que viva en la casa como si habitase en otra distinta. De este modo te cansará menos molestias.

Mucho también me ha afligido saber que te encuentras nuevamente en trances de litigios judiciales. No te apenes por eso. Tú paga hasta donde te alcance tu renta. ¿Qué puedes hacer si no tienes más, si la irregularidad con que te pagan desequilibra tu presupuesto?

Para todo lo que se te ofrezca en estas cuestiones judiciales ve a un muchacho Leonardo Campos, muy amigo mío. Trabaja en el estudio de […], en la calle de Santa María. es un hombre muy enterado del asunto. Seguramente te atenderá con solicitud. Háblale en mi nombre. Dile que no le he escrito hasta ahora por desconocer su dirección.

Quisiera escribirle a Alicia y a Teresa una carta especial, pero me da mucha pena decirles que tú te quejas de ellas dolorosamente y recomendarles o pedirles que sean más buenas contigo. Me parece que ellas no necesitan que yo se los pida. Ellas saben como yo cuanto cariño, cuánto dolor te debemos todos. Nunca me he sentido más triste que al leer tu carta. Jamás esperé que mis hermanas te hicieran decir que prefieres morirte a vivir con ellas. Seguramente tú lo has dicho como una frase, sin darle a las palabras su verdadero sentido. Pero a mí me han hecho mucho daño. Tanto como seguramente le harían a Alicia o a Teresa si las […].

Yo espero que no te darán motivos para repetirme tales palabras. Léeles este pedazo de la carta. Estoy seguro que ellas mismas, con su comportamiento, te harán desmentirme lo que me has dicho.

En cuanto a lo que quiere aprender Humberto, yo no puedo decir nada. Tú debes resolverlo de momento con él. Me parece, sin embargo, por las cartas que te escribe, que aun está muy atrasado en su educación corriente.

Ahora estoy pasando más días en Roma. Dentro de poco iré a otras ciudades italianas. A España regresaré en los primeros días del mes próximo.

Durante mi viaje por Italia escribo artículos para "El Liberal" de Madrid. Ya he publicado algunos. Según el arreglo que he hecho, el valor de este trabajo me lo pagarán cuando regrese a Madrid. Pienso utilizar parte considerable del dinero que reciba en hacerte un regalo.

No olvido que te debo varios. Muchos abrazos para todos mis hermanos. Para ti uno especial, con todo mi corazón.
César.

Roma, 10 de diciembre de 1920.

Falcón, César

Carta a José María Eguren, 26/2/1920

Roma, 26 de febrero de 1920
Al poeta José María Eguren:
Mensaje leal y sincero de un admirador de su arte y de un amigo de su espíritu.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Victoria Ferrer, 24/1/1920

Roma, 24 de enero de 1920
Victoria:
La carta que te adjunto te advertirá que soy en posesión de la noticia de la venida al mundo de la señorita Gloria María a quien me apresuro a enviar, por intermedio tuyo, mi primer beso. Falcón, por su parte, se preocupó también de comunicarme desde España el mismo acontecimiento.
Confío en que te hayas restablecido prontamente y en que tu juventud haya salido victoriosa de todas las crisis, para que, durante mi ausencia, puedas amar y cuidar a Gloria María por ti y por mí a un mismo tiempo.
Te incluyo un giro por cincuenta soles que va a nombre de Beatricita porque creo que le será más fácil ir al banco y efectuar la cobranza. Ruega a Beatricita, a mi nombre, que me excuse la molestia que le cause.
De mi vida en Europa poco podría contarte interesante. Creo, en general, que no es el ausente quien debe dar noticias sino quien debe recibirlas. El ausente necesita más de la correspondencia de los que le quieren y recuerdan que éstos de la correspondencia de él. Él está solo, separado de todo aspecto íntimo y familiar, mientras que éstos continúan su misma vida, sin ningún cambio y sin ningún trastorno realmente sensibles.
No me explico porqué del Aguila no las visita frecuentemente. Supongo que esta actitud suya no haya durado mucho tiempo y la atribuyo, en todo caso, a su espíritu descuidado y negligente, no a disminución de su simpatía ni de su amistad.
Aguardo con interés noticias tuyas, sobre todo por lo que puedan hablarme de Gloria María, y me despido de ti con los mejores recuerdos hasta una próxima muy próxima.
José Carlos
P.D. El cheque es por seis libras esterlinas. No se puede girar en libras peruanas ni en cheque sobre Lima. A mí me pagan también en libras esterlinas. Es una letra sobre Londres que puede ser cambiada en cualquier banca. También la puede cambiar un comerciante. La libra esterlina vale menos que la libra peruana conforme al cambio actual. Esto, como tú comprenderás, es para mí, que recibo mi sueldo en libras esterlinas, lo mismo que todos los funcionarios y empleados de relaciones exteriores residentes en el extranjero, una pérdida mensual.
Esta es la única forma, según me dicen en el banco, que es uno de los principales de Italia, de enviar dinero a Lima.
No creo que sea una forma incómoda para ti porque una letra sobre Londres de un buen banco es pagadera a la vista en cualquier parte del mundo.
Vale.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Victoria Ferrer, 18/3/1920

Roma, 18 de marzo de 1920
Victoria:
No me ha venido ninguna nueva tuya. Te escribo hoy para enviarte otra remesa destinada a resarcirte un poco de tus últimas estrecheces. Habría querido indemnizarte mejor; pero no me ha sido posible. La vida aquí es demasiado cara para los extranjeros. Y más para los extranjeros que, como yo, tienen que satisfacer, junto con las necesidades de la vida física, las necesidades no menos imperiosas de la vida intelectual.
Conforme a tu deseo, he escrito a Santillana. Aguardo su respuesta. No creo que tenga inconveniente para aceptar su designación.
Me interesa saber si te han llegado oportuna y prontamente mis anteriores remesas y mis varias cartas. Por mis simples cartas me preocupo menos naturalmente. Sé que no te pueden ser gratas y queridas como te habían sido en otros tiempos. Pero siempre me disgustaría que alguna de ellas se hubiera extraviado o rezagado.
El cheque es por doce libras esterlinas (Twelve pounds sterlings). Girado en la misma forma que los precedentes.
Dame muchas noticias de María Gloria. (¿Porqué no María Gloria en vez de Gloria María?). Dame también noticias de tu salud que anhelo hayas recuperado plenamente.
Cuida de acusarme recibo de todas mis cartas indicándome, por supuesto, sus fechas.
Saluda a los tuyos expresándoles mi buen recuerdo.
Con muchos besos para la bambina y uno para ti —si tú gustas— se despide de ti hasta la próxima, muy afectuosamente
José Carlos
P.D. Con la anterior te remití unas postales. Que Beatricita, a quien renovarás mis recuerdos, excuse la molestia de cobrar el cheque.
Vale.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Artemia G de Falcón, 2/1/1921

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

Te escribo desde un pueblo bellísimo. Florencia es una de las ciudades más hermosas y más interesantes que conozco. Siento tener que marcharme pronto de ella. Pasaré unos días en Milán y Livorno para regresar a España a fines de mes.

Pensé hacerte un cablegrama de felicitación por el año nuevo, pero me ha faltado el dinero. Cada palabra cablegráfica cuesta una cantidad exhorbitante de libras. Y yo las tengo muy contadas.

Espero, sin embargo, que hayas iniciado afortunadamente el nuevo. Creo que este se nos presenta a todos, a ti, a mis hermanos y a mi con mejores augurios que el anterior.

Te adjunto una carta de Osores para el director de instrucción. Te la mando en lugar de la mía para […]. Llévala tu misma. Me parece que es la más eficaz para conseguir la beca de Humberto. Si esta no la consigue, ninguna otra podrá conseguirla.

Mucho cariños abrazos para mis hermanos. Un besos y un abrazo especiales para ti.

César.

Florencia, 2 de enero de 1921.

P.D Ya he mandado hacer las ampliaciones.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 10/1/1921

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

Acabo de recibir tus cartas del veintiseis de noviembre y del dos de diciembre.

Me alegro, aunque lo siento por él, que Del Águila y su madre se marchado de la casa. Creo que sola estarás más tranquila. Del propio Del Águila, su hubiera vivido solo, creo que habría conseguido fácilmente un mejor comportamiento. Viviendo con la madre era imposible. Me alegro, te repito, que no tengas ya esos motivos del disgusto.

He recibido los retratos de tus padres y el tuyo. Ya te he dicho que los están haciendo las ampliaciones. Te los mandaré en cuantos los terminen.

Quisiera que me mandases uno tuyo, actual, y otros de mi padre para mandarlas ampliar también. Si puedes, mándamelos todos.

En cuanto regrese a Roma compraré un juego de té de mayólica —son los más bonitos que he visto— y te los mandaré convenientemente embalado para que no se rompa. Allí irá la pelota para Humberto. Espero que mis hermanas hayan recibido ya lo que los mandé de Madrid.

Para los demás, espera mi regreso a Madrid. Es cuestión de pocos días el regreso. En los primeros del mes entrante.

Dime que resultado ha obtenido la carta de Osores.

He pasado seis días en esta ciudad a la que he venido para asistir al Congreso Socialista. Es una ciudad muy clara, luminosa y tiene un bellísimo paseo a la ribera del Mar Mediterráneo.

Mañana me voy a Milán por Génova. En Milán pasará unos días antes de regresar a Roma.

No te olvides de informarme que has resuelto en el asunto de Alicia del que tan largamente te hablé en mi carta anterior.

Muchos abrazos para todos mis hermanos. Para ti uno muy especial. y muy cariñoso.
César.

Livorno, 18 de enero de 1921.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 10/1/1921

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

He recibido dos cartas tuyas de mes de noviembre. Por ellas me entero que le han pagado con exagerado retraso la mensualidad de septiembre. Espero que a la fecha le hayan pagado todo lo que te adeudan y que hayas podido nivelar tus gastos. Algunas personas recién llegadas de Lima me han dicho que el gobierno tiene muy poco y que a esto se debe la demora en los pagos. No me extraña porque esto es un mal permanente del gobierno peruano.

Me preocupo de cumplir puntualmente todos tus encargos. El que te lo repita tantas veces puede parecerte una manera de disculparme. Pero no es así. Ocurre que la vida en Europa está excesivamente cara y mi renta es demasiado pequeña. Cada mes me propongo comprarte alguna de las cosas que me has pedido, pero luego, cuando recibo el sueldo, mis gastos resultan mayores de la cantidad en que los tenía presupuestados. Creo, sin embargo, que el mes próximo podré adquirirte algo. Te mandaré con mucho gusto la manta para María, aunque me parece que me va a ser difícil encontrarla. Aquí nadie usa semejante prenda.

Alicia y Teresa me han escrito conjuntamente contigo. Alicia me cuenta un asunto suyo y me pide que le de mi opinión. yo quiero dársela por intermedio de ti porque estoy seguro que tú sabrás transmitírsela con sagacidad y porque me parece que tú puedes tener la misma opinión que yo.

Creo que en una de tus cartas anteriores me dijiste que Alicia tenía un enamorado. Me pareció que era una cosa natural de toda chica y no le di importancia. Por esto no te he hablado de ello,. Pero ahora ella misma me lo cuenta y solicita mi opinión estoy obligado a dársela. A dársela con la sinceridad y el cariño con que me lo pedido.

A mí me parece que Alicia tiene mucho derecho, un derecho exclusivamente suyo, para querer a un hombre. Ya no es una chiquilla. Ninguno de nosotros puede obligarla a que renuncie a querer a quien ella quiera. No podemos, entre otras cosas, porque es imposible. Ella es única dueña de su cariño. Solo a ella le corresponde elegir y averiguar en su conciencia si está o no engañada. Nosotros no podemos hacer otra cosa que respetar sus decisiones.

Todos sus hermanos debemos considerarla una mujer consciente. Ella se queja de que Antonieta la hostiliza. Esto me parece demasiado injusto. Ni Antonieta ni yo tenemos derecho para obligarla con nuestros actos a que proceda en forma distinta a la que ella quiere. Por el contrario, si la queremos, debemos procurar que junto nosotros se sienta fraternalmente amparada y, al mismo tiempo, absolutamente libre.

Yo creo que un hombre que Alicia quiera, como me dice que quiere a su actual enamorado, puedes entrar en mi casa como amigo de ella y con la misma libertad que si fuera mío. No creo que en mi casa yo tenga mayores prerrogativas que una hermana mía. Tanto como yo, cualquiera de mis hermanas puede llevar a sus amigos. A un enamorado leal con mayor razón. Y así como yo me preocupo de que mis amigos que llevo a mi casa sean personas lealmente afectas a mí, creo que ellas tengan también la misma preocupación respecto a los suyos. En el caso presente, Alicia tiene ya la edad, la reflexión y el discernimiento necesarios para proceder de esta manera. Si ella nos dice que quiere a un hombre y nos los presenta estamos obligados a acogerlo amistosamente. Debemos esperar que sea ella misma, si se equivoca al apreciar la honradez de él, la que nos diga en qué momento debemos retirarle nuestra amistad.

Creo, en suma, que el enamorado de Alicia, su ella lo presenta lealmente, debe entrar en la casa como un amigo de todos. Cree que es solo con ella con quien debe trata esos menesteres de su casamiento. Y creo por último que debemos aceptar su resolución y ayudarla fraternalmente.

De este modo, solo ella es responsable ante su propia conciencia.

Yo opino así. Tengo la esperanza de que tu opinión coincida con la mía. Esto me convencería de que la mía es acertada.

Muchos abrazos para todos mis hermanos. Te envío a ti mi más querido recuerdo y mi mejor besos.

César.

Florencia, 10 de enero de 1921.

P.D. Por el correo anterior te mandé una carta de Osores para Perez Figuerola. Supongo que la habrás recibido ya y espero que sea eficaz.
Cuando regrese a Madrid, a fines de este mes, sabré si ha salido ya el libro de que te ha hablado Casterot. Ya lo entregué en el mes de julio. Saluda a Casterot en mi nombre.

Falcón, César

Tarjeta Postal de César Falcón, 12/8/1921

París, 12 de agosto de 1921
Para el señor don
José Carlos Mariátegui
Via Firenze 43, int. 9, escala sinistra
Roma - Italia
Querido José Carlos:
Te contesto rápidamente tu carta del 26 de julio, porque sólo permaneceré aquí pocas horas. Sigo a Berlín. De aquí te escribiré una larga carta apenas llegue. Saludos a Anita.
Te abraza.
César

Falcón, César

Tarjeta Postal de Moranteu, 7/9/1921

7 de setiembre de 1921
Signore
José Carlos Mariátegui
Legazione del Perú
Rome - Italie
Mon cher ami:
Ayer llegué a ésta a las 9 1/2 p.m. y desde esa hora comencé a parler le français, haciéndome comprender muy bien.
Saludos a su gentil señora y Ud. reciba un fuerte apretón de mano.
Moranteu

Con tinta negra:
Via Guattani
Villa Bertini

Moranteu

Tarjeta Postal a Francisco Beteta, 17/9/1921

Roma, 17 de setiembre de 1921
Mr. Francisco Beteta
299 W. 12 Street
New York
U.S.A.
Mi querido Beteta,
¿Por qué no me escribe? ¿Cómo están Ud. y los suyos? ¿No piensa Ud. venir a pasar una temporada en Italia? Tendría gran placer al verle. Me tiene Ud. siempre en Roma. He vagado por casi toda Italia, pero teniendo invariablemente a Roma como punto de partida. Le envío mi mejor abrazo.
Su affmo
Mariátegui
P.D. Recuerdos afectuosos a Toribio.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Emilio Pettoruti, 28/9/1921

Roma, 28 de setiembre de 1921
Caro Pettoruti,
me complazco en contestar su carta última, lamentando no poder hacerlo con la nueva de haberle conseguido ya casa. Me acaban de avisar que hay un estudio libre, pero advirtiéndome que es grande y caro. No tengo aún datos precisos. Espero tenerlos hoy o mañana.
¿Hasta qué cantidad podemos llegar con Bergamini? Dadas las dificultades para encontrar casa sería acertado, tal vez, to­mar su estudio si aceptara una reducción del precio. Bergamini no ha alquilado hasta ahora su estudio porque de una parte noso­tros, y de otra parte un pensionado centro-americano hemos mantenido en la expectativa de un contrato sobre la base de las cuatrocientas liras que él pide.
Es posible que el libro dedicado que han recibido para Ud. en el consulado argentino sea el que acaba de publicar Falcón quien actualmente viaja por Alemania.
Pasaré el invierno en Roma. Esto no excluye la probabili­dad de que en el curso de la estación haga uno que otro viaje de breve duración. Por ejemplo, no seria raro que el mes próximo fuese, por pocos días, a Milán.
Saludos de Anita. I el mejor apretón de manos de su muy affmo amigo y S.S.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de la Associazone Artistica Internazionale in Roma, 21/11/1921

Palazzo Patrizi - Via Margutta 54
Roma, 21 novembre 1921
Al Signor
José Carlos Mariátegui
Legazione del Perú
Ho l'nore di partecipare alla L,V, che quest Associazone, accogliendo favorevolmente la di Lei demanda, ha iscritto il suo nome nell'albo sociale: Socio Effectivo Amatore.
Coi sensi della maggiore osservanza
Il Presidente
Rafaello Ojetti

Ojetti, Raffaello

Carta a Emilio Pettoruti, 14/3/1922

Roma, 14 de Marzo de 1922.
Via della Scrofa N° 10 int. 5
Caro Pettoruti,
Contesto su atenta carta del 22 de febrero. No lo he hecho enseguida porque en ella me anunciaba Ud. que estaría ausente de Munich algunos días.
Sus datos me animan a efectuar su proyecto. Los tiempos no son buenos, de suerte que la economía de la vida es un fuerte atractivo para ir a Alemania.
Mi propósito es ir a Venecia en los primeros días de mayo para seguir de allí a Alemania. Por consiguiente podemos combinar de acuerdo nuestro respectivo itinerario de viaje. Podemos visitar juntos Viena.
Iré con mi chica y tendré presente, a este respecto, su advertencia sobre el pasaporte.
De Viena pasaría a Munich, a menos que el viaje por Praga a Berlín permitiese conocer fácilmente primero esta ciudad. En este caso antes de trasladarme a Munich pasaría algunos días en Berlín.
No deje de escribirme. I reciba el más cordial apretón de manos de su muy affmo amigo.
José Carlos Mariátegui
P.C.- Saludos de Anita.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Emilio Pettoruti, 25/3/1922

Roma, 25 de Marzo de 1922.
Caro Pettoruti,
Muchas gracias, otra vez, por sus informaciones que aumentan mi entusiasmo por pasar una temporada en Alemania y asociarme a Ud. en varias andanzas turísticas.
En mi anterior le hablaba del mes de mayo y no abril como el fijado en mi programa. I pienso ahora que la fecha exacta de mi partida será, más bien, el 1° de Junio. Este día podré ir a esperarlo a Venecia o a reunirme con Ud. en el lugar de Baviera donde proyecta veranear.
Hasta el mes próximo no me será posible garantizarle que ninguna eventualidad contrariará este programa. Por consiguiente no puedo pedirle con tanta anticipación que me preanote alojamiento en la pensión donde va Ud. a instalarse durante el verano. Pero como creo que, en el caso de que esta preanotación resulte indispensable tan anticipadamente, puede Ud. reservarme ya una habitación grande para dos personas. La fecha dependerá de que Ud. venga o no venga a Venecia en los primeros días de Junio. En caso de que venga Ud. la preanotación puede ser para el 5 o 6 de junio, la fecha en que calcule Ud. que nos será posible estar en Baviera. Y en caso de que no venga, puede ser para el propio 1° de junio.- I, de todas maneras, la preanotación tiene que ser condicional, esto es con cargo de confirmarla o desdecirla antes del 1° de mayo o sea un mes antes.- Me parece que el hotelero no exigirá un "engagement" a firme, más anticipado.
No he comprado marcos todavía porque he estado en espera de un dinero que aún no me ha sido pagado. Me alegro de esto. Porque resulta que el marco ha continuado bajando. Ahora sí me parece excelente negocio adquirirlo porque ha tocado un precio que creo el límite de su baja. Está a 6 liras el ciento.
De Falcón no tengo noticias desde hace más de un mes. Me escribió que vendría tal vez a Génova a la conferencia; pero no me ha confirmado posteriormente esta probabilidad, de suerte que no sé si vendrá o no.
¿Cuál es el idioma más útil en Alemania a falta de alemán? Es cierto que hay muchas dificultades para quedarse allá mucho tiempo?
Anita retorna sus saludos.
I yo le estrecho la mano con todo afecto y me repito su muy devoto amigo y S.S.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Artemia G de Falcón, 13/4/1922

A Doña Artemia G. de Falcón

En Lima

Querida madre:

Tan pronto como recibí el dinero de Londres te lo envié íntegro por giro cablegráfico. Espero que lo hayas recibido enseguida. Me han pagado ciento veinte libras peruanas que, al cambiarlas en inglesas se redujeron a noventa y cuatro. No sé cuántas te habrán llegado a ti, porque ningún banco de Madrid tenía la cotización de la moneda peruana. Por esto hice el giro en pesetas.

Parece que hay una gran confusión en los últimos pagos del gobierno. A mí, según la nota de la Legación en Londres, me pagan el último trimestre de 1921 y en enero y febrero de 1922. Pero la cantidad que me han enviado —120 libras— no corresponde ni a cinco meses de mi asignación en Barcelona ni a la tuya de Lima, ni al sueldo íntegro. En Barcelona me deben desde el 7 de junio de 1921 hasta el 7 de marzo de 1922, o sea, nueve meses que, a razón de veinte libras mensuales, hace una total de ciento noventa libras.

Por no saber cuánto te deben allá no puedo decirte la cantidad exacta de la que me adeuda el gobierno. Tú puedes conocerla sumando a tu deuda la mía de Barcelona. Y, naturalmente, haz la reclamación consiguiente. Habla con Elguera y con el ministro para que te enteres de lo que significa el pago de esas 120 libras y para conseguir que te paguen el saldo que, según mis cálculos, no será menor de cien libras más. SI es necesario presentar algún recurso, aprovecha los datos que te doy en esta, mándalo hacer de una persona que conozca los trámites y preséntala en mi nombre e infórmame del resultado.

Yo estoy en Génova, enviado por el "El Liberal", haciendo informaciones de la Conferencia. Estaré aquí todo el mes de abril y luego iré a París. Donde me detendré unos días antes de regresar a Madrid.

Hace una o dos semanas envié dos artículos a "El Comercio". Equivocadamente puse el nombre de Luis Miró Quesada en lugar del de Óscar. No creo que esto haya impedido que los reciba oportunamente. Uno de estos días le enviaré otro y le escribiré una carta asegurando la colaboración que te mandaré para que tu se la entregues personalmente y arregles con él. si entretanto se publica alguno, guárdalo hasta que reciba mi carta. Y cuando vayas a ver a Miró Quesada lleva los recortes de los que se hayan publicado.

Estoy trabajando mucho. ¿Trabajan también mis hermanas como hemos convenido? Me hago la ilusión de que a la fecha ya habremos logrado al fin organizar nuestra casa en mejor forma que hasta hoy.

Pronto marchará Osores al Perú. Yo lo veré aquí o en Roma y le recomendaré que te atienda. Él lo hará seguramente. Y, aunque no está muy bien con el gobierno, podrá, sin embargo, servirte de mucho. No te impedirá, por lo menos, los desaires de aquellos otros pequeños canallas.

Mariátegui es posible, si lo han destituido como a mí, que también se marche inmediatamente al Perú. Sería otra persona que te atendería con buena voluntad.

Muchos saludos a todos mis hermanos.
Y un abrazo muy cariñoso para ti.

César

Génova: 13.IV.1922

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 20/4/1922

A Doña Artemia G. de Falcón

En Lima

Querida madre:

Acabo de recibir tu carta de febrero —no tiene la fecha del día— el ejemplar de La Prensa y Mundial. Te agradezco que me hayas enviado estos últimos. Yo no [he] escrito especialmente para La Prensa el artículo que publica. Lo escribí y se publicó en El Liberal. De este periódico, o de algún otro, lo habrán citado.

No te empeñes en conseguir del gobierno nada para mí. Es inútil. Acaban de ordenar que todos los empleados cesantes regresen al Perú en el […] que saldrá el próximo diez de mayo. Yo, naturalmente, no voy. Ya conoces tu mis propósitos.

Hace dos días fui a Roma a hablar con Osores que regresará al Perú muy pronto. Le pedí que te atendiera con sus consejos y sus recomendaciones. Me ha ofrecido exclusivamente hacerlo. Creo que lo hará. Visítalo en cuanto llegue y pídele que te ayude, si no lo has conseguido todavía, a destinar a mis hermanas.

Mariátegui regresa también. Le diré que vaya a verte. Te servirá de mucho. Sírvete de él con mucha confianza. Cualquier gestión cerca del gobierno o de alguno de sus hombres puede hacértela él. No tendrás de este modo que sufrir los desaires de todos aquellos canallas.

No te preocupes por la deuda de Villanueva. No creo que hayas cometido la tontería de pagarle con el dinero que te envié de Madrid. Si te cobra dile que no tienes renta ninguna, que no puedes pagarle hasta que el gobierno no me cancele mis sueldos atrasados. Pero si te los pagan no le des un céntimo. Mariátegui te servirá para reclamar lo que me deben. Yo le diré que lo haga. Y estoy seguro que lo hará con mucho interés.

Me parece bien que Humberto siga estudiando Contabilidad. Pero advierto que, en cuanto a Ortografía, adelanta muy poco. O, si es mejor, no adelanta. Sus cartas siguen siendo casi ilegibles.

Estoy muy escaso de dinero. Voy a hacer, sin embargo, un esfuerzo para enviarte cualquier cosa con Mariátegui. Creo que te agradará recibir un regalo mío, por pequeño que sea.

Osores y Mariátegui estarán allá en el mes de junio y julio.

Muchos saludos a mis hermanos, en especial a Jorge y Antonieta cuyas mejorías deseo con todo el alma.

Te abraza y te besa cariñosamente.

César.

Génova: 20. IV. 1922

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 8/5/1922

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Mi querida madre:

Hace dos días ha partido Mariátegui para el Perú. Te mando con él un juego de té. Habría querido comprarte uno más fino, pero no he tenido dinero y, casi casi, ni tiempo para buscarlo.

La legación en Londres me ha escrito una carta y me ha hecho dos telegramas ,confiándome a embarcarme en el […]. Yo le [he] contestado diciéndole que me quedo en Europa. Tú conoces ya mis proyectos. Es necesario que todos trabajemos con fe para reunirnos lo más pronto posible en España. Con Mariátegui, que irá a verte a penas llegue, te digo cuánto pienso. Trátalo con confianza y sírvete de él sin escrúpulo para conseguir que te paguen en el Ministerio y para cuantas gestiones oficiales tengas que realizar.

También, como ya te lo he dicho, le he hablado a Osores para que te sirva en cuánto necesites. Me ha ofrecido hacerlo con la mejor voluntad.

Si te es posible, ofrécele a Mariátegui que vaya a vivir en casa con su mujer y su hijo. Él no ha querido ir desde primer momento, porque le parecía muy violento presentarse en casa sin conocerte bien. Pero lo aceptaría, tal vez, si se lo ofrecieras. A ti te serviría mucho tenerlo en casa. Porque lo tendrías cerca para todo lo que necesites, y además, unos a otros, podrías ayudarse recíprocamente.

Muchos saludos a todos mis hermanos. Y un abrazo muy cariñoso para ti.

César.

Génova: 8.V.1922

Falcón, César

Manuscrito de La intervención de Italia en la Guerra

[Transcripción Completa]
Yo no olvido durante mis lecciones que este curso es, ante todo, un curso popular, un curso de vulgarización. Trato de emplear siempre un lenguaje sencillo y claro y no un lenguaje complicado y técnico. Pero, con todo, al hablar de tópicos políticos, económicos, sociales no se puede prescindir de ciertos términos que tal vez no son comprensibles a todos. Yo uso lo menos que puedo la terminología técnica; pero en muchos casos tengo que usarla, aunque siempre con mucha parquedad. Mi deseo es que esta clase sea accesible no sólo a los iniciados en ciencias sociales y ciencias económicas sino a todos los trabajadores de espíritu atento y estudioso. Y, por eso, cuando uso un léxico oscuro, cuando uso términos poco usuales en el lenguaje vulgar, lo hago con mucha medida. Y trato de que estos períodos de mis lecciones resulten, en el peor de los casos, paréntesis pasajeros, cuya comprensión no sea indispensable para seguir y asimilar las ideas generales del curso. Esta advertencia me parece útil, de una parte para que los iniciados en ciencias sociales y económicas se expliquen por qué, en muchos casos, no recurro a una terminología técnica que consentiría mayor concisión en la exposición de las ideas y en el comentario de los fenómenos; y de otra parte, para que los no iniciados en estos estudios se expliquen por qué, no obstante mi voluntad, no puedo en muchos casos emplear un lenguaje popular y elemental.
A los no iniciados debo recomendarles también que éstas son clases y no discursos. Por fuerza tienen que parecer a veces un poco áridas.
En las anteriores conferencias, primero al examinar la mentalidad de ambos grupos beligerantes y, luego, al examinar la conducta de los partidos socialistas y organizaciones sindicales, hemos determinado el carácter de la guerra mundial.
Y hemos visto por qué sus más profundos comentadores la han llamado guerra absoluta. Guerra absoluta, esto es guerra de naciones, guerra de pueblos y no guerra de ejércitos. Adriano Tilgher llega a la siguiente conclusión: “La guerra absoluta ha sido vencida por aquellos gobiernos que han sabido conducirla con una mentalidad adecuada, dándole fines capaces de resultar mitos, estados de ánimo, pasiones y sentimientos populares. En este sentido nadie más que Wilson, con su predicación quáquero democrática ha contribuido a reforzar los pueblos de la Entente en la persuasión inconmovible de la justicia de su causa y en el propósito de continuar la guerra hasta la victoria final. Quien, en cambio, ha conducido la guerra absoluta con mentalidad de guerra diplomática o relativa o ha sido vencido (Rusia, Austria, Alemania) o ha corrido gran riesgo de serlo (Italia)”.
Esta conclusión de Adriano Tilgher define muy bien la significación principal de la intervención de los Estados Unidos, así como la fisonomía de la guerra italiana. Me ha parecido, por esto, oportuno, citarla al iniciar la clase de esta noche, en la cual nos ocuparemos, primeramente, de la intervención italiana y de la intervención norteamericana.
Italia intervino en la guerra, más en virtud de causas económicas que en virtud de causas diplomáticas y políticas. Su suelo no le permitía alimentar con sus propios productos agrícolas sino, escasamente, a dos tercios de su población.
Italia tenía que importar el trigo y otros artículos indispensables a un tercio de su población. Y tenía, al mismo tiempo, que exportar las manufacturas, las mercaderías, los productos de su trabajo y de su industria en proporción suficiente para pagar ese trigo y esos artículos alimenticios y materias primas que le faltaban. Por consiguiente, Italia estaba a merced, como está también hoy, de la potencia dueña del dominio de los mares. Sus importaciones y sus exportaciones, indispensables a su vida, dependían, en una palabra, de Inglaterra.
Italia carecía de libertad de acción. Su neutralidad era imposible. Italia no podía ser, como Suiza, como Holanda, una espectadora de la guerra. Su rol en la política europea era demasiado considerable para que, desencadenada una guerra continental, no la arrastrase. No habiéndose puesto al lado de los austro-húngaros, era inevitable para Italia ponerse al lado de los aliados. Italia era una verdadera prisionera de las naciones aliadas.
Estas circunstancias condujeron a Italia a la intervención. Las razones diplomáticas eran, comparativamente, de menor cuantía. Probablemente no habrían bastado para obligar a Italia a la intervención. Pero sirvieron, por supuesto, para que los elementos intervencionistas crearan una corriente de opinión favorable a la guerra. Los elementos intervencionistas eran en Italia de dos clases. Los unos se inspiraban en ideales nacionalistas y revanchistas y veían en la guerra ocasión de reincorporar a la nación italiana los territorios irredentos de Trento y Trieste. Veían, además, en la guerra, una aventura militar, fácil y gloriosa, destinada a engrandecer la posición de Italia en Europa y en el mundo. Los otros elementos intervencionistas se inspiraban en ideales democráticos, análogos a los que más tarde patrocinó Wilson, y veían en la guerra una cruzada contra el militarismo prusiano y por la libertad de los pueblos. El gobierno italiano tuvo en cuenta los ideales de los nacionalistas al concertar la intervención de Italia en la guerra.
Entre los aliados e Italia se suscribió el pacto secreto de Londres. Este pacto secreto, este célebre Pacto de Londres, publicado después por los bolcheviques, establecía la parte que tocaría a Italia en los frutos de la victoria. Este pacto, en suma, empequeñecía la entrada de Italia en la guerra. Italia no intervenía en la guerra en el nombre de un gran ideal, en el nombre de un gran mito, sino en el nombre de un interés nacional. Pero ésta era la verdad oculta de las cosas. La verdad oficial era otra. Conforme a la verdad oficial, Italia se batía por la libertad de los pueblos débiles, etc. En una palabra, para el uso interno se adoptaban las razones de los intervencionistas nacionalistas y revanchistas; para el uso externo se adoptaban las razones de los intervencionistas democráticos. Y se callaba la razón fundamental: la necesidad en que Italia se encontraba o se hallaba de intervenir en la contienda, en la imposibilidad material de permanecer neutral. Por eso dice Adriano Tilgher que, en un principio, la guerra italiana fue conducida con mentalidad de guerra relativa, de guerra diplomática. Las consecuencias de esta política se hicieron sentir muy pronto.
Durante la primera fase de la guerra italiana, hubo en Italia una fuerte corriente de opinión neutralista. No solamente eran adversos a la guerra los socialistas. También lo eran los giolittianos, Giolitti y sus partidiarios, o sea un numeroso grupo burgués. Justamente la existencia de este núcleo de opinión burguesa neutralista consintió a los socialistas actuar con mayor libertad, con mayor eficacia, dentro de un ambiente menos asfixiantemente bélico que los socialistas de los otros países beligerantes. Los socialistas aprovecharon de esta división del frente burgués para afirmar la voluntad pacifista del proletariado.
La ‘unión sagrada’, la fusión de todos los partidos en uno solo, el Partido de la Defensa Nacional, no era, pues, completa en Italia. El pueblo italiano no sentía unánimemente la guerra. Fueron estas causas políticas, estas causas psicológicas, más que toda causa militar, las que originaron la derrota de Caporetto, la retirada desastrosa de las tropas italianas ante la ofensiva austro-alemana. Y la prueba de esto lo tenemos en la segunda fase de la guerra italiana. La ‘unión sagrada’, la fusión de todos los partidos en uno solo, el Partido de la Defensa Nacional, no era, pues, completa en Italia. El pueblo italiano no sentía unánimemente la guerra. Fueron estas causas políticas, estas causas psicológicas, más que toda causa militar, las que originaron la derrota de Caporetto, la retirada desastrosa de las tropas italianas ante la ofensiva austro-húngara. Y la prueba de esto lo tenemos en la segunda fase de la guerra italiana. Después de Caporetto, hubo una reacción en la política, en la opinión italiana. El pueblo empezó a sentir de veras la necesidad de empeñar en la guerra todos sus recursos. Los neutralistas giolittianos se adhirieron a la ‘unión sagrada’. Y desde ese momento no fue ya sólo el ejército italiano, respaldado por un gobierno y una corriente de opinión intervencionista, quien combatió contra los austroalemanes. Fue casi todo el pueblo italiano. La guerra dejó de ser para Italia guerra relativa. Y empezó a ser guerra absoluta.
Comentadores superficiales que atribuyeron a la derrota de Caporetto causas exclusivamente militares, atribuyeron luego a la reacción italiana causas militares también. Dieron una importancia exagerada a las tropas y a los recursos militares enviados por Francia al frente italiano. Pero la historia objetiva y documentada de la guerra italiana nos enseña que estos refuerzos fueron, en verdad, muy limitados y estuvieron destinados, más que a robustecer numéricamente el ejército italiano, a robustecerlo moralmente. Resulta, en efecto, que Italia, en cambio de los refuerzos franceses recibidos, envió a Francia algunos refuerzos italianos. Hubo canje de tropas entre el frente italiano y el frente francés. Todo esto tuvo una importancia secundaria en la reorganización del frente italiano. La reacción italiana no fue una reacción militar; fue una reacción moral, una reacción política.
Mientras fue débil el frente político italiano, fue débil también el frente militar. Desde que empezó a ser fuerte el frente político, empezó a ser fuerte también el frente militar. Porque, así en este aspecto de la guerra mundial, como en todos sus otros grandes aspectos, los factores políticos, los factores morales, los factores psicológicos tuvieron mayor trascendencia que los factores militares.
La confirmación de esta tesis la encontraremos en el examen de la eficacia de la intervención americana. Los Estados Unidos aportaron a los aliados no sólo un valioso concurso moral y político. Los discursos y las proclamas de Wilson debilitaron el frente alemán más que los soldados norteamericanos y más que los materiales de guerra norte-americanos. Así lo acreditan los documentos de la derrota alemana. Así lo establecen varios libros autorizados, entre los cuales citaré, por ser uno de los más conocidos, el libro de Francisco Nitti "Europa sin paz". Los discursos y las proclamas de Wilson socavaron profundamente el frente austro-alemán. Wilson hablaba del pueblo alemán como de un pueblo hermano. Wilson decía: “Nosotros no hacemos la guerra contra el pueblo alemán, sino contra el militarismo prusiano”. Wilson prometía al pueblo alemán una paz sin anexiones ni indemnizaciones. Esta propaganda, que repercutió en todo el mundo, creando un gran volumen de opinión en favor de la causa
aliada, repercutió también en Alemania y Austria. El pueblo alemán sintió que la guerra no era ya una guerra de defensa nacional. Austria, naturalmente, fue conmovida mucho más que Alemania por la propaganda wilsoniana. La propaganda wilsoniana estimuló en Bohemia, en Hungría, en todos los pueblos incorporados por la fuerza al Imperio Austro-Húngaro, sus antiguos ideales de independencia nacional. Los efectos de este debilitamiento del frente político alemán y del frente político austríaco tenían que manifestarse, necesariamente, a renglón seguido del primer quebranto militar. Y así fue. Mientras el gobierno alemán y el gobierno austríaco pudieron mantener con vida la esperanza de la victoria, pudieron, también, conservar la adhesión de sus pueblos a la guerra. Apenas esa esperanza empezó a desaparecer las cosas cambiaron. El gobierno alemán y el gobierno austríaco perdieron el control de las masas, minadas por la propaganda wilsoniana.
La ofensiva de los italianos en el Piave encontró un ejército enemigo poco dispuesto a batirse hasta el sacrificio. Divisiones enteras de checo-eslavos capitularon. El frente austríaco se deshizo. Y este desastre militar y moral resonó inmediatamente en el frente alemán. El frente alemán estaba, no obstante la vigorosa ofensiva alemana, militarmente intacto. Pero el frente alemán estaba, en cambio, política y moralmente quebrantado y franqueado. Hay documentos que describen el estado de ánimo de Alemania en los días que precedieron a la capitulación. Entre esos documentos citaré las Memorias de Ludendorff, las Memorias de Hindenburg y las Memorias de Erzberger, el líder del centro católico alemán, asesinado por un nacionalista, por su adhesión a la revolución y a la República Alemana y a la paz de Versalles. Tanto Ludendorff como Hindenburg y como Erzberger nos enteran de que el Káiser,
considerando únicamente el aspecto militar de la situación, alentó hasta el último momento la esperanza de una reacción del ejercito alemán que permitiese obtener la paz en las mejores condiciones. El Káiser pensaba: "Nuestro frente militar no ha sido roto". Quienes lo rodeaban sabían que ese frente militar, inexpugnable aparentemente al enemigo, estaba ganado por su propaganda política. No había sido aún roto materialmente; pero sí invalidado moralmente. Este frente militar no estaba dispuesto a obedecer a sus generalísimos y a su gobierno. En las trincheras germinaba la revolución.
Hasta ahora los alemanes pangermanistas, los alemanes nacionalistas afirman orgullosamente: "Alemania no fue vencida militarmente". Es que esos pangermanistas, esos nacionalistas, tienen el viejo concepto de la guerra relativa, de la guerra militar, de la guerra diplomática. Ellos no ven del cuadro final de la guerra sino lo que el Káiser vio entonces: el frente militar alemán intacto. Su error es el mismo error de los comentadores superficiales que vieron en la derrota italiana de Caporetto únicamente las causas militares y que vieron, más tarde, en la reorganización del frente italiano, únicamente causas militares. Esos nacionalistas, esos pangermanistas, son impermeables al nuevo concepto de la guerra absoluta. Poco importa que la derrota de Alemania no fuese una derrota militar. En la guerra absoluta la derrota no puede ser una derrota militar sino una derrota al mismo tiempo política, moral, ideológica, porque en la guerra absoluta los factores militares están subordinados a los factores políticos, morales e ideológicos. En la guerra absoluta la derrota no se llama derrota militar, aunque no deje de serlo; se llama derrota, simplemente. Derrota sin adjetivo, porque su definición única es la derrota integral.
Los grandes críticos de la guerra mundial no son, por esto, críticos militares. No son los generalísimos de la victoria ni los generalísimos de la derrota. No son Foch ni Hindenburg, Díaz ni Ludendorff. Los grandes críticos de la guerra mundial, son filósofos, políticos, sociólogos. Por primera vez la victoria ha sido cuestión de estrategia ideológica y no de estrategia militar. Desde ese punto de vista, vasto y panorámico, puede decirse, pues, que el generalísimo de la victoria ha sido Wilson. Y este concepto resume el valor de la intervención de los Estados Unidos.
No haremos ahora el examen del programa wilsoniano; no haremos ahora la crítica de la gran ilusión de la Liga de las Naciones. De acuerdo con el programa de este curso, que agrupa los grandes aspectos de la crisis mundial, con cierta arbitrariedad cronológica, necesaria para la mejor apreciación panorámica, dejaremos estas cosas para la clase relativa a la paz de Versalles. Mi objeto en esta clase ha sido sólo el de fijar rápidamente el valor de la intervención de los Estados Unidos como factor de la victoria de los aliados. La ideología de la intervención americana, la ideología de Wilson, requiere examen aparte. Y este examen particular tiene que ser conectado con el examen de la paz de Versalles y de sus consecuencias económicas y políticas. Hoy dedicaremos los minutos que aún nos quedan al estudio de aquel otro trascendental fenómeno de la guerra: la revolución rusa y la derrota rusa. Echaremos una ojeada a los preliminares y a la fase social-democrática de la revolución rusa. Veremos cómo se llegó al gobierno de Kerensky.
En la conferencia anterior, al exponer la conducta de los partidos socialistas de los países beligerantea, dije cuál había sido la posición de los socialistas rusos frente a la conflagración. En Rusia, la mayoría del movimiento obrero y socialista fue contraria a la guerra. El grupo acaudillado por Plejanov no creía que la victoria robustecería el zarismo; pero la mayoría socialista y sindicalista comprendió que le tocaba combatir en dos frentes: contra el imperialismo alemán y contra el zarismo. Muchos socialistas rusos fueron fieles a la declaración del Congreso de Stuttgart que fijó así el deber de los socialistas ante una guerra: trabajar por la paz y aprovechar de las consecuencias económicas y políticas de la guerra para agitar al pueblo y apresurar la caída del régimen capitalista.
El gobierno zarista, es casi inútil decirlo, conducía la guerra con el criterio de guerra relativa, de guerra militar, de guerra diplomática. La guerra rusa no contaba con la adhesión sólida del pueblo ruso. El frente político interno era en Rusia menos fuerte que en ningún otro país beligerante. Rusia fue, sin duda, por estas razones, la primera vencida. Dentro de la burguesía rusa había elementos democráticos y pacifistas inconciliables con el zarismo. Y dentro de la corte del Zar había conspiradores germanófilos que complotaban en favor de Alemania. Todas estas circunstancias hacían inevitables la derrota y la revolución rusas.
Un interesante documento de los días que precedieron a la revolución es el libro de Mauricio Paleologue, "La Rusia de los Zares durante la Gran Guerra". Mauricio Paleologue era el embajador de Francia ante el Zar. Fue un explorador cercano de la caída del absolutismo ruso. Asistió a este espectáculo desde un palco de "avant scene".
Las páginas del libro de Mauricio Paleologue describen el ambiente oficial ruso del período de incubación revolucionaria. Los hombres del zarismo presintieron anticipadamente la crisis. La presintieron igualmente los representantes diplomáticos de las potencias aliadas. Y el empeño de unos y otros se dirigió no a conjurarla, porque habría sido vano intento, sino a encauzarla en la forma menos dañina a sus respectivos intereses. Los embajadores aliados en Petrogrado trataban con los miembros aliadófilos del régimen zarista y con los elementos aliadófilos de la democracia y de la social-democracia rusas. Paleologue nos cuenta cómo en su mesa comían Milukoff, el líder de los cadetes, y otros líderes de la democracia rusa. El régimen zarista carecía de autoridad moral y de capacidad política para manejar con acierto los negocios de la guerra. Cerca de la Zarina intrigaba una camarilla germanófila. La Zarina, de temperamento místico y fanático, era gobernada por el monje Rasputín, por aquella extraña figura, alrededor de la cual se tejieron tantas leyendas y se urdieron tantas fantasías. El ejército se hallaba en condiciones morales y materiales desastrosas. Sus servicios de aprovisionamiento, amunicionamiento, transporte, funcionaban caóticamente. El descontento se extendía entre los soldados. El Zar, personaje imbécil y medioeval, no permitía ni tampoco percibía la vecindad de la catástrofe. Dentro de esta situación se produjo el asesinato del monjeRasputín, favorito de la Zarina, papa negro del zarismo. El Zar ordenó la prisión del príncipe Dimitri, acusado del asesinato de Rasputín. Y comenzó entonces un conflicto entre el Zar y los personajes aliadófilos de la Corte que, avisadamente, presentían los peligros y las amenazas del porvenir. La nobleza demandó la libertad del príncipe Dimitri. El Zar se negó diciendo:‘Un asesinato es siempre un asesinato’. Eran días de gran inquietud para la aristocracia rusa, que arrojaba sobre la Zarina la responsabilidad de la situación. Algunos parientes del Zar se atrevieron a pedirle el alejamiento de la Zarina de la Corte. El Zar resolvió tomar una actitud medioevalmente caballeresca e hidalga. Pensó que todos se confabulaban contra la Zarina porque era extranjera y porque era mujer. Y resolvió cubrir las responsabilidades de la Zarina con su propia responsabilidad. La suerte del Imperio Ruso estaba en manos de este hombre insensato y enfermo. La Zarina, alucinada y delirante, dialogaba con el espíritu de Rasputín y recogía sus inspiraciones. El monje Rasputín, a través de la Zarina, inspiraba desde ultratumba al Zar de todas las Rusias. No había casi en Rusia quien no se diese cuenta de que una crisis política y social tenía necesariamente que explosionar de un momento a otro.
Vale la pena relatar una curiosa anécdota de la corte rusa. Paleologue, el embajador francés, y su secretario, estuvieron invitados a almorzar el 10 de enero de 1917, el año de la revolución, en el palacio de la gran duquesa María Pawlova. Paleologue y su secretario subieron la regia escala del palacio. Y al entrar en el gran salón no encontraron en él sino a una dama de honor de la gran duquesa: la señorita Olive. La señorita Olive, de pie ante la ventana del salón, contemplaba pensativamente el panorama del Neva, en el cual se destacaban la catedral de San Pedro y San Pablo y las murallas de la Fortaleza, la prisión del Estado. Paleologue interrumpió cortésmente a la señorita Olive: “Yo acabo de sorprender, si no vuestros pensamientos, al menos la dirección de vuestros pensamientos. Me parece que Ud. mira muy atentamente la prisión”. Ella respondió: “Sí; yo contemplaba la prisión. En días como éstos no puede uno guardarse de mirarla”. Y luego agregó, dirigiéndose al secretario: “Señor de Chambrun, cuando yo esté allá, enfrente, sobre la paja de los calabozos, ¿vendrá Ud. a verme?”. La joven dama de honor, probablemente lectora voluptuosa y espeluznada de la historia de la Revolución Francesa, preveía que a la nobleza rusa le estaba deparado el mismo destino de la nobleza francesa del siglo dieciocho y que ella como, en otros tiempos, otras bellas y elegantes y finas damas de honor, estaba destinada a una trágica y sombría residencia en un calabozo de alguna Bastilla tétrica. Los días de la autocracia rusa estaban contados. La aristocracia y la burguesía trabajaban porque la caída del zarismo no fuese también su caída. Los representantes aliados trabajaban porque la transición del régimen zarista a un régimen nuevo no trajese un período de anarquía y de desorden que invalidase a Rusia como potencia aliada. Indirectamente, la aristocracia divorciada del Zar, la burguesía y los embajadores aliados no hacían otra cosa que apresurar la revolución. Interesados en canalizar la revolución, en evitar sus desbordes y en limitar su magnitud, contribuían todos ellos a acrecentar los gérmenes revolucionarios. Y la revolución vino. El poder estuvo fugazmente en poder de un príncipe de la aristocracia aliadófila. Pero la acción popular hizo que pasara en seguida a manos de hombres más próximos a los ideales revolucionarios de las masas. Se construyó, a base de socialistas revolucionarios y de mencheviques, el gobierno de coalición de Kerensky. Kerensky era una figura anémica del revolucionarismo ruso. Miedoso de la revolución, temeroso de sus extremas consecuencias, no quiso que su gobierno fuera un gobierno exclusivamente obrero, exclusivamente proletario, exclusivamente socialista. Hizo, por eso, un gobierno de coalición de los Socialistas Revolucionarios y de los mencheviques con los kadetes y los liberales.
Dentro de este ambiente indeciso, dentro de esta situación vacilante, dentro de este régimen estructuralmente precario y provisional, fue germinada, poco a poco, la Revolución Bolchevique. En la próxima clase veremos cómo se preparó, cómo se produjo este gran acontecimiento, hacia el cual convergen las miradas del proletariado universal, que por encima de todas las divisiones y de todas las discrepancias de doctrina contempla, en la Revolución rusa, el primer paso de la humanidad hacia un régimen de fraternidad, de paz y de justicia.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La intervención de Italia en la Guerra

[Transcripción Completa]

Anteriores conferencias determinaron carácter guerra mundial. Hemos visto que sus más profundos comentadores la han llamado guerra absoluta. Guerra absoluta, guerra de naciones, no de ejércitos. Conclusión de Tilgher define muy bien [la] intervención [de] EE.UU., así como [la] fisonomía [de la] guerra italiana. Por esto es citada.

Italia intervino en virtud de causas económicas más que diplomáticas y políticas. Su suelo no le permitía alimentar [a la] población. Necesitaba exportación e importación. Estaba a merced de la potencia dueña de los mares. Sus importaciones y exportaciones dependían de Inglaterra. Carecía libertad acción. Neutralidad imposible. No podía ser, como Suiza expectadora. Su rol demasiado considerable para que la guerra no la arrastrase. No habiendo seguido a los alemanes, era inevitable que siguiese a los aliados. Verdadera prisionera.

Estas circunstancias condujeron Italia a la intervención. Razones diplomáticas no habrían bastado par a obligar a Italia. Dos clases de elementos intervencionistas. El gobierno italiano tuvo en cuenta ideales nacionalistas al concertar intervención.

Se suscribió el pacto de Londres. Italia entraba en la guerra en el nombre [de] interés nacional. La verdad oficial era otra. Para uso interno razones nacionalistas, para uso externo razones democráticos. Hallábase razón fundamental. Por esto Tilgher dice guerra conducida criterio guerra relativa. Consecuencias se dejaron sentir pronto.

Durante primera fase fuerte corriente neutralista. No solo neutralismo socialistas sino giolittianos. Neutralismo burgués consintió socialistas actuar [con] mayor libertad dentro ambiente menos bélico. La Union Sagrada no era completa. El pueblo italiano no sentía unánimemente la guerra. Estas causas originaron derrota Caporetto. Después reacción política opinión. El pueblo empezó a sentir la necesidad de empeñarse en la guerra. Fuerte ola nacionalismo dominó país. Desde ese momento combatió no solo el ejército sino todo el pueblo. La guerra empezó a ser absoluta.

Comentadores superficiales atribuyeron a Caporetto causas exclusivamente militares, a la reacción también. Importancia exagerada dada a los refuerzos franceses. Fue un canje de tropas. La reacción italiana fue moral, política. Mientras fue débil el frente politico, débil frente militar. Asi en este aspecto como en otros factores políticos psicológicos mayor trascendencia que militares.

La confirmación de esta tesis está en la eficacia de la intervención americana. EE.UU, aportaron no solo concurso material sino sobre todo moral y politico. Discursos Wilson debilitaron frente alemán más que tropas. Asi lo acreditan documentos, lo establecen libros autorizados. Wilson socavó resistencia austro-alemana. Hablaba del pueblo alemán como de un hermano. Esta propaganda, que repercutió en el mundo, repercutió también Alemania Austria. Pueblo alemán sintió guerra no era ya defensa nacional.

Austria más conmovida que Alemania. En Bohemia, Hungría, antiguos ideales [de] independencia nacional. Efectos este debilitamiento tenían que manifestarse al primer quebranto militar. Asi. Mientras pudieron mantener esperanza conservaron adhesión pueblos. Apenas desapareció esperanza todo cambió. Austro-alemanes perdieron control masas. Ofensiva Piave encontró ejército poco dispuesto sacrificio. Divisiones enteras capitularon. Este desastre resonó inmediatamente frente alemán. Estaba militarmente intacto. Pero política y moralmente quebrantado y flanqueado. Hay documentos que describen estado ánimo esos días. Ludendorf, Hidemburg, Erzerberger. Kaiser alentó esperanza ejercito alemán permitiese obtener paz mejor. Pensaba frente no había sido roto. Otros sabían frente, inexpugnable al enemigo, ganado por su propaganda. No había sido roto materialmente, pero invalidado moralmente. No estaba dispuesto a obedecer. En las trincheras germinaba la revolución.

Ahora pangermanistas dicen: "Alemania no fue vencida militarmente". Viejo concepto guerra relativa. Ven como el Kaiser: frente intacto. Su error es el mismo de los comentadores superficiales de Caporetto. Nacionalistas impermeables al nuevo concepto guerra absoluta. Poco importa derrota militar. En guerra absoluta derrota al mismo tiempo moral ideológica. Porque factores militares subordinados factores morales. No se llama derrota militar. Lo críticos de la guerra no son militares. Son filósofos, políticos, sociales. Por primera vez victoria ha sido cuestión de estrategia ideologica. Desde este punto de vista, Wilson generalísimo de la victoria.
Este concepto resume valor intervención americana.

Ahora no examen programa wilsoniano, critica gran ilusión Liga Naciones. De acuerdo programa, dejaremos estas cosas para paz Versalles. Fijar rápidamente valor intervención. Ideología requiere examen aparte. Conectado con examen Versalles y consecuencias.

Allora estudio otro trascendental fenomeno: revolución rusa. Fase social-democrática. Cómo llegó al gobierno Kerensky. Anterior conferencia posición socialistas rusas frente guerra. Plekanof. Otros muchos fieles congreso Stuttgart. Zarismo conducía la guerra con mentalidad guerra relativa. No contaba adhesión pueblo. Frente interno menos fuerte que otros beligerantes. Rusia, por esto, primera vencida. Dentro burguesía, elementos inconciliables con zarismo. Cortex, conspiradores germanófilos. Todas estas circunstancias hacían inevitable revolución y derrota.- "La Rusia de los Zares durante la gran guerra". Paleologue espectador cercano. Describe ambiente oficial periodo incubación revolucionaria. Presintiose crisis. Intento no conjurarla, sino encauzarla. Mesa Paleologue Milukouff. Zaris no carecía autoridad moral y capacidad, política para manejar negocios guerra. Cerca Zarina intrigas. Zarina, temperamento místico, fanático, gobernada Rasputin. Ejército en condiciones desastrosos. Descontento extendíase.

EI zar, medioeval e imbécil, no percibía la catástrofe vecina. Asesinato Rasputin. Conflicto con nobleza por prisión Dimitri. Dias de gran inquietud para aristocracia. Insinuaciones alejar Zarina. Zar tomó actitud caballeresca hidalga. Las suertes del imperio en manos hombre insensato enfermo. Zarina, alucinada, delirante, dialogaba con Rasputin. No había quien no se diese cuenta crisis tenia que explosionar.

Anécdota Olive. 10 Enero 1917. Palacio gran duquesa Maria Pavlowna. Vista San Pedro y San Pablo. Chambrun. Los días de la autocracia estaban contados. Burguesía, aristocracia aliados trabajaban porque caída zarismo no fuese suya. Indirectamente apresuraban revolución. Interesados canalizar revolución acrecentaban gérmenes revolucionarios. Revolución vino. Kerensky figura anémica. No quiso gobierno obrero, miedoso de la revolución misma.

Dentro de este ambiente indeciso, regimen precario, fue germinando revolución bolchevique. Próxima clase veremos como se produjo hacia el cual convergen miradas proletariado universal.

José Carlos Mariátegui La Chira

Los problemas económicos de la paz [Manuscrito]

[Transcripción Completa]

Los Problemas Económicos de la Paz

Nuestro tema de hoy, son los problemas económicos de la paz: reparaciones, déficits fiscales, deudas inter-aliadas, desocupación, cambio. Estos problemas son aspectos diversos de una misma cuestión: la decadencia del régimen capitalista apresurada por la guerra. La guerra ha destruido una cantidad ingente de riqueza social. Los gastos de la guerra se calculan en un billón trescientos
mil millones de francos oro. Además la guerra ha dejado otras herencias trágicas: millones de inválidos, millones de tuberculosos, millones de viudas y huérfanos, a los cuales los Estados europeos deben asistencia y protección; ciudades, territorios, fábricas y minas devastadas que los Estados europeos tienen que reconstruir.
A todas estas obligaciones económicas Europa podría hacer frente, aunque no sin grandes dificultades, si la guerra no hubiera disminuido exorbitantemente su capacidad de producción, su capacidad de trabajo. Pero la guerra ha causado la muerte de diez millones de hombres y la invalidez de otros tantos. El capital humano de Europa ha disminuido, pues, considerablemente. Europa dispone hoy de muchos millones menos de brazos productores que antes de la guerra. Además, en la Europa central la guerra ha causado la desnutrición, la sub-alimentación de la población trabajadora. Esta desnutrición, consecuencia de largas privaciones alimenticias, ha reducido la productividad, la vitalidad de la población de la Europa central. Un hombre enfermo o débil, produce menos, trabaja menos, que un hombre sano y vigoroso. Asimismo, un pueblo mal alimentado, extenuado por una serie de hambres y miserias, produce mucho menos, trabaja mucho menos que un pueblo bien nutrido. Europa se encuentra en la necesidad de producir más y de consumir menos que antes de la guerra para ahorrar anualmente la cantidad correspondiente al pago de las deudas dejadas por la guerra; y se encuentra, al mismo tiempo, en la imposibilidad de aumentar su producción y casi en la imposibilidad de disminuir su consumo. Porque las importaciones de Europa no son importaciones de artículos de lujo, de artículos industriales, sino importaciones de artículos alimenticios, carne, trigo, grasa indispensables a la nutrición de sus poblaciones, o de materias primas, metales, algodón, maderas indispensables a la actividad de sus fábricas y de sus industrias.
Para el aumento de la población existe, además, un obstáculo insuperable: el agravamiento de la lucha de clases, la intensificación de la guerra social. Las clases trabajadoras no quieren colaborar a la reconstrucción del régimen capitalista. Antes bien, una parte de ellas, la que marcha con la Tercera Internacional trata de conquistar definitivamente el poder y de poner fin al régimen capitalista. Luego, por razones políticas o por razones económicas, las huelgas, los obstruccionismos, los lock-out, se suceden aquí y allá. Y estas interrupciones completas o parciales del trabajo impiden no sólo el aumento de la producción sino también el mantenimiento de la producción normal. Los estadistas europeos que preconizan una política de reconstrucción económica de Europa tienden, por esto, a una tregua, a un tratado de paz entre el capitalismo y el proletariado. Quieren un entendimiento, un acuerdo, una transacción, más o menos duradera, entre el capital y el trabajo. Pero, ¿cuáles podrían ser las bases, las condiciones de esta transacción, de este acuerdo? Tendrían que ser, necesariamente, la ratificación y el desarrollo de las conquistas del proletariado: jornada de ocho horas, seguros sociales, etc.; la extirpación de las especulaciones que encarecen la vida; salarios altos en relación con el costo de ésta; control de las fábricas; la nacionalización de las minas y las florestas.
En una palabra, la colaboración del proletariado no podría ser adquirida sino mediante la aceptación del programa mínimo de las clases trabajadoras. A esta transacción se oponen los intereses de los grandes capitanes de la industria y de la banca, de los Stinnes, de los Tyissen, de los Loucheur, y, sobre todo, de la nube de especuladores que prospera a la sombra. Y se oponen también la voluntad de las masas maximalistas, adherentes a la Tercera Internacional, que aspiran a la destrucción final del régimen capitalista y rechazan, por consiguiente, la hipótesis de que el proletariado concurra y colabore a su restauración y a su convalecencia. Además, es dudoso que, simultáneamente, se pueda conseguir la reconstrucción de la riqueza social destruida y el mejoramiento del tenor de vida del proletariado. Es probable, más bien, que por mucho que la producción crezca, por mucho que las ganancias de Europa aumenten, no den lo bastante para atender al pago de las deudas y el bienestar de los trabajadores. El socialismo más que un régimen de producción es un régimen de distribución. Y los problemas actuales del capitalismo son problemas de producción más que problemas de distribución. ¿Cómo podrá, pues, el régimen capitalista aceptar y actuar el programa mínimo del proletariado? He ahí la dificultad sustancial de la situación, ante la cual se desconciertan todos los economistas.
Algunos estadistas europeos, Lloyd George, entre ellos, acarician una intención audaz, un plan atrevido. Piensan que no es posible salvar el régimen capitalista sino a condición de conceder un poco de bienestar a los trabajadores. Piensa que este poco de bienestar debe serles concedido, en parte a costa de los capitalistas. Pero que los sacrificios de los capitalistas no bastarán para mejorar considerablemente la vida de los trabajadores. Y que hay que buscar por consiguiente otros recursos. Estos recursos que no es posible encontrar en Europa, que no es posible encontrar en las naciones capitalistas, es posible a su juicio encontrarlos, en cambio, en África, en Asia, en América, en las naciones coloniales. ¿Quiénes insurgen, quiénes se rebelan contra el régimen capitalista? Los trabajadores, los proletarios de los pueblos pertenecientes a la civilización capitalista, a la civilización occidental. La guerra social, la lucha de clases, es aguda, es culminante en Europa, es menor en los Estados Unidos, es menor aún en Sudamérica; pero en los países correspondientes a otras civilizaciones no existe casi, o existe bajo otras formas atenuadas y elementales. Luego, se trata de reorganizar y ensanchar la explotación económica de los países coloniales, de los países incompletamente evolucionados, de los países primitivos de África, Asia, América, Oceanía y de la misma Europa. Se trata de esclavizar las poblaciones atrasadas a las poblaciones evolucionadas de la civilización occidental. Se trata de que el bracero de Oceanía, de América, de Asia o de África pague el mayor confort, el mayor bienestar, la mayor holgura del obrero europeo o americano. Se trata de que el bracero colonial produzca a bajo precio la materia prima que el obrero europeo transforma en manufactura y que consuma abundantemente esta manufactura. Se trata de que aquella parte menos civilizada de la humanidad trabaje para la parte más civilizada. Así se espera, no solucionar definitivamente la lucha social, porque la lucha social existirá mientras exista el salario, sino atenuar la lucha social, aplazar su crisis definitiva, postergar su último capítulo. Las generaciones humanas son egoístas. Y la actual generación capitalista se preocupa más de su propia suerte que de la suerte del régimen capitalista. Después de nosotros, el diluvio, se dicen a sí mismos. Pero su plan de reorganizar científicamente la explotación de los países coloniales, de transformarlos en sus solícitos proveedores de materias primas y en sus solícitos consumidores de artículos manufacturados, tropieza con una dificultad histórica. Esos países coloniales se agitan por conquistar su independencia nacional. El Oriente hindú se rebela contra el dominio europeo. El Egipto, la India, Persia, despiertan. La Rusia de los Soviets fomenta estas insurrecciones nacionalistas para atacar el capitalismo europeo en sus colonias. La independencia nacional de los países coloniales estorbaría su explotación metódica. Sin disponer de un protectorado o de un mandato sobre los países coloniales, Europa no puede imponerles, con entera facilidad, la entrega de sus materias primas o la absorción de sus manufacturas. Un país políticamente independiente puede ser
económicamente colonial. Estos países sudamericanos, por ejemplo, políticamente independientes, son económicamente coloniales. Nuestros hacendados, nuestros mineros son vasallos, son tributarios de los trusts capitalistas europeos.
Un algodonero nuestro, por ejemplo, no es en buena cuenta sino un yanacón de los grandes industriales ingleses o norteamericanos que gobiernan el mercado de algodón. Europa puede, pues, acordar a los países coloniales la soberanía política, sin que estos países se independicen, por esto, políticamente. Pero, actualmente Europa necesita perfeccionar en vasta escala la explotación económica de esas colonias. Y necesita, por tanto, manejarlas a su antojo, disponer de la mayor agilidad y libertad de acción sobre ellas. Reservo para la conferencia en que me ocuparé de los problemas coloniales y de las cuestiones de Oriente el examen detenido de este aspecto de la crisis mundial. Ahora no quiero sino señalar su vinculación con la crisis económica de Europa.
Veamos rápidamente en qué consisten cada uno de los problemas económicos de la paz. Principiemos por el problema de las reparaciones. ¿Qué son las reparaciones? Las reparaciones son las indemnizaciones que Alemania, en virtud del tratado de paz, debe pagar a los aliados. El tratado de paz de Versalles obliga a Alemania a pagar el costo de los territorios devastados de Francia, Bélgica e Italia, y el monto de las pensiones de los inválidos de guerra, de las viudas y de los huérfanos aliados. Cuando se firmó la paz, los aliados especialmente Francia, creían que Alemania podría pagar una indemnización fabulosa. Poco a poco, a medida que se conoció la verdadera situación de Alemania, la suma de la indemnización se fue reduciendo.
En 1919, Lord Cunliffe, hablaba de una anualidad de 28,000 millones de marcos de oro; en 1919 en setiembre, Mr. Klotz indicaba 18,000 millones; en abril de 1921 la Comisión de Reparaciones reclamaba poco más de 8,000 millones; en mayo de 1921, el acuerdo aliado fijaba 4,600 millones. Este acuerdo de Londres establece en 138 mil millones el total de la indemnización debida por Alemania a los aliados. Esta suma parecía entonces el mínimo que los aliados podían exigir. Posteriormente ha comprobado la experiencia que esa misma suma era exagerada. Actualmente se considera imposible que Alemania logre pagar una suma mayor de treinta o cuarenta mil millones de marcos oro.
Alemania ha ofrecido a los aliados como un máximum la cantidad de treinta mil millones. Pero Francia se ha negado a discutir siquiera estas propiedades o proposiciones que ha declarado irrisorias y temerarias. Con el pretexto del incumplimiento por Alemania, de las condiciones del acuerdo de Londres, Francia ha ocupado la región del Ruhr que es la más rica región industrial y
carbonífera de Alemania. El pretexto específico ha sido la impuntualidad y la deficiencia de las entregas del carbón que Alemania, conforme al Tratado, tiene la obligación de hacer a Francia. Ahora bien. Efectivamente Alemania había empezado a suministrar a Francia carbón, pero en cantidad menor de la que estaba forzada a consignarle.
Pero desde que Francia se ha instalado en el Ruhr ha extraído de esa región menos carbón todavía que el que Alemania le proporcionaba voluntariamente. Francia ha calificado siempre la ocupación del Rhur como la toma de una prenda productiva. Ha dicho: ¿qué hace un acreedor cuando su deudor no cumple con pagarle? Pone intervención en su negocio; le embarga uno de sus bienes para explotarlo hasta que la deuda quede cancelada.
Pero en este caso, el Ruhr es para Francia no sólo una prenda improductiva sino, por el contrario, gravosa. El mantenimiento de las tropas del ejército administrativo destacadas por Francia en el Ruhr para gobernar ésa, constituye un gasto formidable. Teóricamente el pago de ese gasto corresponde a Alemania; pero prácticamente Francia necesita extraer de su erario las cantidades precisas para satisfacerlo. Y es que, positivamente, los políticos que gobiernan actualmente Francia no quieren sinceramente que Alemania pague, sino que Alemania no pague, a fin de tener así un pretexto para desmembrarla y mutilarla.
Tienen la pesadilla de que Alemania resurja, de que Alemania se reconstruya, y aspiran a librarse de esta pesadilla aniquilándola. Pero, como ya he dicho y, he tenido la oportunidad de explicar, la ruina económica de Alemania causaría la ruina económica de la Europa continental.
El organismo económico de Europa es demasiado solidario para que pueda soportar al quebrantamiento de Alemania que es uno de los órganos más vitales. Vemos así que la guerra que trajo como consecuencia la caída del marco aleman ocasionó una depreciación del franco francés. Y este es un fenómeno claro. El crédito de Francia depende en parte de la solvencia de Alemania.
Para que el mecanismo de la producción europea recupere su ritmo normal es indispensable que Alemania recobre su funcionamiento tranquilo. Y la política de Francia respecto a Alemania tiende, contrariamente a esta necesidad, a desmenuzar a Alemania. Muchos banqueros, economistas y peritos aliados han comprobado la imposibilidad de que Alemania pague una indemnización exagerada. Sus argumentos son lógicos. Se podría sacar de Alemania una gran cantidad de dinero si se le devolviesen sus antiguos instrumentos de comercio; sus colonias, sus mercados extranjeros, su flota mercante; si se le consintiese incrementar infinitamente su producción industrial; si se le facilitase la venta de esta producción al extranjero. Y estas franquicias son imposibles. Imposibles porque a la industria de Inglaterra, de Francia y de Italia no les conviene esta competencia de la industria alemana. Imposible porque Francia no puede tolerar, por recibir de Alemania algunos o muchos millones de francos, que Alemania resurja más potente, más vigorosa que nunca.
Si las potencias vencedoras, si Francia, si Italia no consiguen nivelar su presupuesto ni pagar sus deudas, es absurdo suponer que una potencia vencida pueda no sólo regularizar sus finanzas sino además llenar los bolsillos de los vencedores. La imposibilidad de que Alemania pague está, pues, documentadamente demostrada. Sin embargo, Francia insiste en que Alemania debe pagar, y en que debe pagar millares de millones, porque así dispone de un pretexto para castigarla, para desmembrarla, para quitarle sus más
ricos territorios. La reorganización de Europa según los técnicos, no es posible sino a condición de que se inaugure una política de solidaridad, de colaboración entre los países europeos. De aquí la importancia del problema de las reparaciones que enemista y aleja a Alemania y a Francia, a las dos naciones más importantes de la Europa continental. El gobierno de Francia, cuando se le pone delante los peligros que constituye para el porvenir europeo este conflicto franco-alemán, responde que no es justo que Alemania sea exonerada de todo pago, mientras que Francia sigue obligada a pagar a EE.UU. sus deudas de guerra. Francia dice: que Inglaterra y EE.UU. nos perdonen nuestras deudas si quieren que seamos generosos y blandos con Alemania.
Llegamos así a otro problema económico de la paz. Al problema de las deudas interaliadas, íntimamente ligado al problema de las reparaciones.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia Los problemas económicos de la paz

[Trascripción completa]

Problemas económicos de la paz: reparaciones, déficits fiscales, deudas interaliadas, desocupación, cambio. Estos problemas son aspectos diversos de una misma cuestión: la decadencia del regimen capitalista apresurada por la guerra.

Riqueza social destruida por la guerra; deudas de guerra; reconstrucción de las ciudades devastadas; pensiones. A todas estas obligaciones, Europa podría hacer frente si la guerra no hubiese disminuido su capacidad de producción. Pero la guerra ha causado la muerte de diez millones, la invalidez de otros tantos, la subalimentación en la Europa central.

Europa necesita aumentar sus exportaciones y disminuir sus importaciones. Pero, mientras no puede aumentar, su producción, no puede disminuir sus importaciones que son de productos alimenticios y materias primas.

Para el aumento de la producción existe un obstáculo insuperable: el agravamiento de la lucha de clases. Las huelgas, los lock out, los obstruccionismos se suceden. Los estadistas reconstructores quieren una tregua. Pero la colaboración del proletariado no podría ser conseguida sino mediante la aceptación del programa mínimo del socialismo. A esto se oponen los intereses de los grandes industriales y los especuladores.

Además, la III Internacional aspira a la destrucción final del régimen capitalista. Y finalmente es dudoso que se pueda conseguir simultáneamente la restauración económica y el mejoramiento económico del proletariado. Algunos estadistas piensan, por esto, como en una salvación, en las colonias. Pero las colonias están agitadas e insurreccionadas .

Problema de las reparaciones: Cuando se firmó la paz, los aliados creían que Alemania podría pagar una indemnización fabulosa. Poco a poco, la cantidad se fue reduciendo. En 1919, Lord Cunliffe hablaba de una anualidad de 28.000 millones de marcos oro; en setiembre 1919, Klotz indicaba 18.000 millones; en abril de 1921 la comisión de reparaciones reclamaba poco más de 8.000 millones; en mayo de 1921 los aliados fijaban en Londres 4.600 millones. El total en 138.000 millones. Pero también esta suma era exagerada. Ha sido necesario acordar a Alemania una serie de moratorias. Actualmente se considera imposible que Alemania pueda pagar más de 40 o 50.000 millones.

La ocupación del Ruhr. El pretexto: la deficiencia de las entregas de carbón. Francia ha extraído, a causa de la resistencia pasiva, menos de lo que Alemania le consignaba voluntariamente. Y de otro lado hay el gasto del mantenimiento de las tropas y burocracia de la ocupación.

Los políticos que gobiernan. Francia vive bajo la acción de la pesadilla de la revancha alemana. Temen que Alemania resurja. Esto los induce a aniquilarla. Pero la ruina económica de Alemania seria la ruina de Europa. El crédito de Francia, por ejemplo, depende de la solvencia de Alemania. Para que Europa convalezca es necesario que Alemania recobre su actividad normal. Contrariamente a esta necesidad Francia tiende a desmenuzar a Alemania. Banqueros, economistas y técnicos han comprobado la imposibilidad de que Alemania pague un indemnización exagerada. Se podría sacar de ella una gran cantidad si se le devolviesen sus antiguos instrumentos de comercio. Pero esto es imposible porque a la industria aliada no le conviene la competencia de la industria alemana. Y porque Francia no puede tolerar que Alemania resurja potente. Los vencedores no consiguen nivelar su presupuesto y quieren que los vencidos los indemnicen largamente. La reorganización de Europa no es posible sino a condición de que se inaugure una política de solidaridad. De aquí la importancia del problema de las reparaciones que enemista a Francia y Alemania.

Las deudas interaliadas. Francia debe a Estados Unidos 3.634 millones de dólares y a Inglaterra 557 millones de libras. Inglaterra es acreedora de 1.800 millones de libras, Estados Unidos de 6.500 millones de dólares. Pero sin pagar estas deudas, Francia e Italia tienen un deficit de varios miles de millones.

Problema de los déficits. Los gastos militares, las pensiones, etc, impiden la redacción de los presupuestos. Los países viven en déficit que cubren con bonos de tesorería.

Problema del cambio. Para cubrir los bonos se ha hecho sucesivas emisiones de papel. El desnivel de la balanza comercial se ha unido a esto para ocasionar la depreciación. Esta depreciación ha empobrecido a los rentistas, a los tenedores de deudas del Estado, etc. Se han enriquecidos unos cuantos industriales. Una reacción en el cambio resulta temible, porque, de una parte, los empréstitos actuales del Estado resultarían triplicados. No se puede pensar sino en la conversión.

Subconsumo y el Problema de desocupación. Las industrias no consiguen absorber toda la mano de obra. Hay enormes masas de desocupados. El Estado se ve obligado a hacer obras del Estado o a subsidiarlos. El primer sistema encarece el costo de la mano de obra y molesta a los industriales. El segundo sistema origina un gasto improductivo que estimula la tendencia al ocio.

¿Qué soluciones ofrecen a estos problemas los reconstructores?.

El libro de Nitti "Europa sin paz" preconiza la reducción de la deuda alemana, la supresión de las deudas interaliadas, la reorganización de la Sociedad de las Naciones. Nitti describe vivamente la situación trágica de Europa.

Los libros de Keynes. En su primer libro Keynes recomienda los siguientes remedios: la reducción de la deuda de Alemania 1.500 millones de libras o sea a 30.000 millones de marcos en treinta anualidades; constitución de una unión libre-cambista bajo la protección de la Sociedad de las Naciones; condonación de las deudas inter-aliadas; empréstito internacional; la reanudación de relaciones con Rusia. En su segundo libro, Keynes considera mejorada la situación, pero igualmente grave en el fondo si no se arriba, finalmente, a las soluciones propuestas.

Caillaux hace una descripción de este pavoroso cuadro económico. Dice que los árbitros de la situación europea resultan los grandes capitanes de la industria en cuyas manos están la paz y la guerra. No propone un plan completo porque no es posible. No caben sino orientaciones generales. Los acontecimientos pueden superar toda previsión. Aproximación financiera y monetaria de los países de Europa; acuerdo industrial entre ellos. Parlamento profesional. Control de las industrias por los trabajadores.

Walther Rathenau. -Una reorganización de la industria es indispensable, por medio grandes trust que eviten la dispersión y el despilfarro del trabajo y del material. El Estado debe intervenir en estos trust dirigidos por representantes del Estado de los capitalistas y de los trabajadores. Parlamento profesional que corrija los defectos de la organización democrática actual. La plusvalía no es suficiente para asegurar el confort de todos; es además un ahorro necesario.

Pero todos estos hombres no dirigen sus respectivos países. Antes bien andan de capa caída.

José Carlos Mariátegui La Chira

Nitti

Nitti

Nitti, Keynes y Caillaux ocupan el primer rango entre los pionners y los fautores dela política de reconstrucción europea. Estos estadistas propugnan una política de solidaridad y de cooperación entre las naciones y de solidaridad y cooperación entre las clases. Patrocinan un programa de paz internacional y de paz social. Contra este programa insurgen las derechas que, en el orden internacional, tienen una orientación imperialista y conquistadora y, en el orden doméstico, una orientación reaccionaria y antisocialista. La aversión de las extremas derechas a la política bautizada con el nombre de "política de reconstrucción europea" es una aversión histérica, delirante y fanática. Sus clubs y sus logias secretas condenaron a muerte a Walther Rathenau que aportó una contribución original, rica e inteligente al estudio de los problemas de la paz.

La política de reconstrucción europea es la política de Lloyd George. Es la política de la transacción y del compromiso entre el orden viejo y el orden nuevo. Nitti, Keynes, Caillaux, son sus teóricos, sus ideólogos, sus catedráticos; Lloyd George es, más bien, su realizador. Los puntos de vista de Nitti, de Caillaux, de Keynes son panorámicos y generales; los puntos de vista de Lloyd George son contingentes y graduales. Pero unos y otros tienen la misma filiación y la misma tendencia.

El actual capítulo de la historia mundial es un capítulo reaccionario y guerrero. Sus protagonistas típicos, peculiares, característicos, son Mussolini, Poincaré y Primo de Rivera. Prevalecen, agudamente, las corrientes de la reacción y del nacionalismo. En Alemania se incuba un “putsch” pangermanista destinado a inaugurar una dictadura de los grupos de derecha. En todas partes, toma la ofensiva la idea conservadora. Los políticos de la reconstrucción saben que el instante no les es propicio. Pero confían en una conquista paulatina de la opinión. Y lanzan al asalto sus libros, sus periódicos, sus discursos. Su propaganda penetra, sobre todo, en los núcleos intelectuales, más sensibles a la ideología de la reforma que a la ideología de la revolución o de la reacción.

La figura de Nitti es, pues, una alta figura europea. Nitti no se inspira en una visión local sino en una visión europea de la política. La crisis italiana es enfocada por el pensamiento y la investigación de Nitti sólo como un sector, como una sección de la crisis mundial. Nitti escribe un día para el “Berliner Tageblatt” de Berlín y otro día para la United Press de New York. Polemiza con hombres de París, de Varsovia, de Moscou.

Nitti es un italiano meridional. Sin embargo, no es el suyo un temperamento tropical, frondoso, excesivo, como suelen serlos temperamentos meridionales. La dialéctica de Nitti es sobria, escueta, precisa. Acaso por esto no conmueve mucho al espíritu italiano, enamorado de un lenguaje retórico, teatral y ardiente. Nitti, como Lloyd George, es un relativista de la política. No lo atrae la reacción ni la revolución. No se adapta a una posición extremista. No es accesible al sectarismo de la derecha ni al sectarismo de la izquierda. Es un político frío, cerebral, risueño, que matiza sus discursos con notas de humorismo y de ironía. Es un político que “fa dello spirito” como dicen los italianos. Pertenece a esa categoría de políticos de nuestra época que han nacido sin fe en la ideología burguesa y sin fe en la ideología socialista y a quiénes, por tanto, no repugna ninguna transacción entre la idea nacionalista y la idea internacionalista, entre la idea individualista y la idea colectivista. Los conservadores puros, los conservadores rígidos, vituperan a estos estadistas eclécticos, permeables y dúctiles. Excecran su herética falta de fe en la infalibilidad y la eternidad de la sociedad burguesa. Los declaran inmorales, cínicos, derrotistas, renegados. Pero este último adjetivo, por ejemplo, es clamorosamente injusto. Esta generación de políticos relativistas no ha renegado nada por la sencilla razón de que nunca ha creído ortodoxamente nada. Es una generación estructuralmente adogmática y heterodoxa. Vive equidistante de las tradiciones del pasado y de las utopías del futuro. No es futurista ni pasadista, sino presentista, actualista. Ante las instituciones viejas y las instituciones venideras tiene una actitud agnóstica y pragmatista. Pero, recónditamente, esta generación tiene también una fe, un mito, una religión. La fe, el mito, la religión de la Civilización occidental. La raíz de su evolucionismo es esta devoción íntima. Es refractaria a la reacción porque teme que la reacción excite, estimule y enardezca el ímpetu destructivo de la revolución. Piensa que el mejor modo de combatir la revolución violenta es el de hacer la revolución pacífica. No se trata, para esta generación política, de conservar el orden viejo ni de crear el orden nuevo: se trata de salvar la Civilización, esta Civilización occidental, esta “abendlaendische Kultur” que, según Oswald Spengler, ha llegado a su plenitud y, por ende, a su decadencia. Gorki, justamente, ha clasificado a Nitti y a Nansen como a dos grandes espíritus de la Civilización europea. En Nitti se percibe, en efecto, a través de sus excepticismos y sus relativismos, una adhesión absoluta: su adhesión a la Cultura y al Progreso europeos. Antes que italiano, se siente europeo, se siente occidental, se siente blanco. Quiere, por eso, la solidaridad de las naciones europeas, de las naciones occidentales. No le inquieta la suerte de la Humanidad con mayúscula; le inquieta la suerte de la humanidad occidental, de la humanidad blanca. No acepta el imperialismo, de una nación europea sobre otra; pero sí acepta el imperialismo del mundo occidental sobre el mundo cafre, hindú, árabe o piel roja.

Sostiene Nitti, como todos los políticos de la “reconstrucción”, que no es posible que una potencia europea extorsione o ataque a otra sin daño para toda la economía europea, para toda la vitalidad europea. Los problemas de la paz han revelado la solidaridad, la unidad del organismo económico de Europa. Y la imposibilidad de la restauración de los vencedores a costa de la destrucción de los vencidos. , A los vencedores les está vedada, por primera vez en la historia del mundo, la voluptuosidad de la venganza. La reconstrucción europea no puede ser sino obra común y mancomunada de todas las grandes naciones de Occidente. En su libro “Europa senza pace”, Nitti recomienda las siguientes soluciones: reforma de la sociedad de las naciones sobre la base de la participación de los vencidos; revisión de los tratados de paz; abolición de la comisión de reparaciones; garantía militar a Francia; condonación recíproca de las deudas interaliadas, al menos en una proporción del ochenta por ciento; reducción de la indemnización alemana a cuarenta mil millones de francos oro; reconocimiento a Alemania de la cancelación de veinte mil millones como monto de sus pagos efectuados en oro, mercaderías, naves, etc. Pero las páginas críticas, polémicas, destructivas de Nitti son más sólidas y más brillantes que sus páginas constructivas. Nitti ha hecho con más vigor la descripción de la crisis europea que la teorización de sus remedios. Su exposición del caos, de la ruina europea es impresionantemente exacta y objetiva; su programa de reconstrucción es, en cambio, hipotético y subjetivo.

A Nitti le tocó el gobierno de Italia en una época agitada y nerviosa de tempestad revolucionaria y de ofensiva socialista. Las fuerzas proletarias estaban en Italia en su apogeo. Ciento cincuentaicinco diputados socialistas ingresaron en la cámara con el clavel rojo en la solapa y las estrofas de la Internacional en los labios. La Confederación General del Trabajo, que representaba a más de dos millones de trabajadores gremiados, atrajo a sus filas a los sindicatos de funcionarios y empleados del Estado. Italia parecía madura para la revolución. La política de Nitti, bajo la sugestión de este ambiente revolucionario, tuvo necesariamente una entonación y un gesto demagógicos. El Estado abandonó algunas de sus posiciones doctrinarias ante el empuje de la ofensiva revolucionaria.
Nitti dirigió sagazmente esta maniobra. Las derechas, soliviantadas y dramáticas, lo acusaron de debilidad y de derrotismo.
Lo denunciaron como un sabotador, como un desvalorizador de la autoridad del Estado. Lo invitaron a la represión inflexible de la agitación proletaria. Pero estas grimas, estas aprénsiones y estos gritos de las derechas no conmovieron a Nitti.

Avizor y diestro, comprendió que oponer a la revolución un dique granítico era provocar, talvez, una insurrección violenta. Y que era mejor abrir todas las válvulas del Estado al escape y al desahogo de los gases explosivos acumulados a causa de los dolores de la guerra y los desabrimientos de la paz. Obediente a este concepto, se negó a castigar las huelgas de ferroviarios y telegrafistas del Estado y a usar rígidamente las armas de la ley, de los tribunales y de los gendarmes. En medio del escándalo y la consternación de las derechas, tornó a Italia, amnistiado, el leader anarquista Enrique Malatesta. Y los delegados del partido socialista y de los sindicatos, con pasaportes regulares del gobierno, marcharon a Moscou para asistir al congreso de la Tercera Internacional. Nitti y la Monarquía flirteaban con el socialismo. El director de “La Nazione” de Florencia me decía en aquella época: “Nitti lascia andaré”. Ahora se advierte que, históricamente, Nitti salvó entonces a la burguesía italiana de los asaltos de la revolución. Su política transaccional, elástica, demagógica, estaba dictada e impuesta por las circunstancias históricas. Pero, en la política como en la guerra, la popularidad no corteja a los generalísimos de las grandes retiradas sino a los generalísimos de las grandes batallas. Cuando la ofensiva revolucionaria empezó a agotarse y la reacción a contraatacar, Nitti fue desalojado del gobierno por Giolitti. Con Giolitti la ola revolucionaria llegó a su plenitud en el episodio de la ocupación de las usinas metalúrgicas . Y entraron en acción Mussolini, las “camisas negras” y el fascismo. Las izquierdas, sin embargo, volvieron todavía a la ofensiva. Las elecciones de 1921, maIgrado las guerrillas fascistas, reabrieron el parlamento a ciento treintaiséis socialistas. Nitti, contra cuya candidatura se organizó una gran cruzada de las derechas, volvió también a la cámara. Varios diarios cayeron dentro de la órbita nittiana. Aparecieron en Roma “Il Paese” e “II Mondo”. Los socialistas, divorciados de los comunistas, estuvieron próximos a la colaboración ministerial. Se anunció la inminencia de una coalición social-democrática dirigida por De Nicola o por Nitti. Pero los socialistas, cisionados y vacilantes, se detuvieron en el umbral del gobierno. La reacción acometió resueltamente la Conquista del poder. Los fascistas marcharon sobre Roma y barrieron de un soplo el raquítico, pávido y medroso ministerio Facta. Y la dictadura de Mussolini dispersó a los grupos demócratas y liberales.

La burguesía italiana, después, se ha uniformado, oportunísticamente, de “camisa negra”. “El Paese” filo-socialista’ ha sido transformado en “II Nuovo Paese” fascista ultraísta. “Il Secolo XIX”, viejo reducto de la democracia, evacuado por Mario Missiroli y Guglielmo Ferrero, ha ingresado en la prensa fascista. Una parte de los populares ha abandonado a Don Sturzo para escoltar a los “fasci”. Y Andrea Torre, fundador del “Mondo” ha concluido por tratar con Mussolini. Pero Nitti no ha capitulado ante el fascismo. Menos oportunista, menos flexible que Lloyd George no se ha plegado a las pasiones actuales de la muchedumbre . Se ha retirado a su provincia, a la Basilicata, a su vida de estudioso, de- investigador y de catedrático. El instante no es favorable a los hombres de su tipo. Nitti no habla un lenguaje pasional sino un lenguaje intelectual. No es un leader tribunicio y tumultuario. Es un hombre de ciencia, de universidad y de academia. Y en esta época de neo-romanticismo, las muchedumbres no quieren estadistas sino caudillos. No quieren sagaces pensadores sino bizarros, míticos y taumatúrgicos capitanes.

El programa de reconstrucción europea propuesto por Nitti es típicamente -el programa de un economista. Nitti, saturado del
pensamiento de su siglo, tiende a la interpretación económica, materialista, de la historia. Algunos de sus críticos se duelen precisamente de su inclinación sistemática a considerar exclusivamente el aspecto económico de los fenómenos históricos y a descuidar su aspecto moral y psicológico. Nitti cree, fundadamente, que la solución de los problemas económicos de la paz resolvería la crisis. Y ejercita toda su influencia de estadista y de leader para conducir a Europa a esa solución. Pero, la dificultad que existe para que Europa acepte un programa de cooperación y asistencia internacionales, revela, probablemente, que las raíces de la crisis son más hondas e invisibles. El oscurecimiento del buen sentido occidental no es una causa de la crisis sino uno de sus síntomas, uno de sus efectos, una de sus expresiones. Los políticos de la “reconstrucción” se dirigen a la inteligencia de los pueblos. Más la inteligencia de los pueblos está nublada por las ráfagas misteriosas de la pasión.

Jose Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Marinetti y el futurismo

Marinetti y el futurismo

El futurismo no es,—como el cubismo, el expresionismo y el dadaísmo,—únicamente una escuela o una tendencia de arte de vanguardia. Es, «obre todo, un fenómeno interesante de la vida italiana. El futurismo no ha producido, como el cubismo, el expresionismo y el dadaísmo, un concepto o una forma definida o peculiar de creación artística. Ha adoptado, parcial o totalmente, conceptos o formas de movimientos afines. Mas que un esfuerzo de edificación de un arte nuevo ha representado un esfuerzo de destrucción del arte viejo. Pero ha aspirado a ser no sólo un movimiento de renovación artística sino también un movimiento de renovación política.
Ha intentado casi ser una filosofía. Y, en este aspecto, ha tenido raíces espirituales que se confunden o enlazan con las de otros fenómenos de la historia contemporánea de Italia.

Hace quince años del bautizo del futurismo. En febrero de 1909, Marinetti y otros artistas suscribieron y publicaron en París el primer manifiesto futurista. El futurismo aspiraba a ser un movimiento internacional. Nacía, por eso, en París. Pero estaba destinado a adquirir, poco a poco, una fisonomía y una esencia fundamentalmente italianas. Su “duce”, su animador, su caudillo era un artista de temperamento italianísimo: Marinetti, ejemplar típico de latino, de italiano, de meridional. Marinetti recorrió casi toda Europa. Dio conferencias en París, en Londres, en Petrognad. El futurismo, sin embargo, no llegó a aclimatarse duradera y vitalmente sino en Italia. Hubo un instante en que en los rangos del futurismo militaron los más sustanciosos artistas de la Italia actual: Papini, Govoni, Palazeschi, Folgore y otros. El futurismo no contenía entonces sino un afán de renovación.

Sus leaders quisieron que el futurismo se convirtiese en una doctrina, en un dogma. Los sucesivos manifiestos futuristas tendieron a definir esta doctrina, este dogma. En abril de 1909 apareció el famoso manifiesto contra el claro de luna. En abril de 1910 el manifiesto técnico de la pintura futurista, suscrito por Boccioni, Carrá, Russolo, Balita, Severini, y el manifiesto contra Venecia pasadista. En enero de 1911 el manifiesto de la música futurista por Balilla Pratella. En marzo de 1912 el manifiesto de la mujer futurista por Valentine de Saint Point. En abril de 1912 el manifiesto de la escultura futurista por Boccioni. En mayo el manifiesto de la literatura futurista por Marinetti. En pintura, los futuristas plantearon esta cuestión: que el movimiento y la luz destruyen la materialidad de los cuerpos. En música, iniciaron la tendencia a interpretar el alma musical de las muchedumbres, de las fábricas, de los trenes, de los transatlánticos. En literatura, inventaron las “palabras en libertad”. Las “palabras en libertad” son una literatura sin sintaxis y sin coherencia. Marinetti la definió como una obra de “imaginación sin hilos”.

En octubre de 1913 leader de los futuristas pasaron del arte a la política. Publicaron un programa político que no era, como los programas anteriores, un programa internacional sino un programa italiano. Este programa propugnaba una política extranjera “agresiva, astuta, cínica”. En el orden exterior, el futurismo se declaraba imperialista, conquistador guerrero. Aspiraba a una anacrónica restauración de la Roma Imperial. En el orden interno, se declaraba antisocialista y anti-clerical. Su programa, en suma, no era revolucionario sino reaccionario. No era futurista, sino pasadista. Concepción de literatos, se inspiraba sólo en razones estéticas.

Vinieron, luego, el manifiesto de la arquitectura futurista y el manifiesto del teatro sintético futurista. El futurismo completó así su programa ómnibus. No fue ya una tendencia sino un haz, un fajo de tendencías. Marinetti daba a todas estas tendencias un alma y una literatura comunes. Era Marinetti en esa época uno de los personajes más interesantes y originales del mundo occidental. Alguien lo llamó “la cafeína de Europa".

Marinetti fue en Italia uno de los más activos agentes bélicos. La literatura futurista aclamaba la guerra como la “única higiene del mundo”. Los futuristas excitaron a Italia a la conquista de Tripolitania. Soldado de esa empresa bélica, Marinetti extrajo de ella varios motivos y ritmos para sus poemas y sus libros. “Mafarka”, por ejemplo, es una novela de ostensible y cálida inspiración africana. Más tarde, Marinetti y sus secuaces se contaron entre los mayores agitadores del ataque a Austria.

La guerra dio a los futuristas una ocupación adecuada a sus gustos y aptitudes. La paz, en cambio, les fue hostil. Los sufrimientos de la guerra generaron una explosión de pacifismo. La tendencia imperialista y guerrera declinó en Italia. El partido socialista y el partido católico ganaron las elecciones e influyeron acentuadamente en los rumbos del poder. Al mismo tiempo inmigraron a Italia nuevos conceptos y formas artísticas francesas, alemanas, rusas. El futurismo cesó de monopolizar el arte de vanguardia. Carrá y otros divulgaron en la revista “Valori Plastici” las novísimas corrientes del arte ruso y del arte- alemán. Evolá fundó en Roma una capilla dadaísta. La casa de arte Bragaglia y su revista “¡Cronache di Attualifá”, alojaron las más selectas expresiones del arte europeo de vanguardia. Marinetti, nerviosamente dinámico, no desapareció ni un minuto de la escena. Organizó con uno de sus tenientes, el poeta Cangiullo, una temporada de teatro futurista. Disertó en París y en Roma sobre el tactilismo. Y no olvidó la política. El bolchevismo era la novedad del instante. Marinetti escribió “Mas allá del comunismo”. Sostuvo que la ideología futurista marchaba adelante de la ideología comunista. Y se adhirió al movimiento fascista.

El futurismo resulta uno de los ingredientes espirituales e históricos del fascismo. A propósito de D’Annunzio, dije que el fascismo es d’annunziano. El futurismo, a su vez, es una faz del d’annunzianismo. Mejor dicho, d’annunzianismo y marinettismo son aspectos solidarios del mismo fenómeno. Nada importa que D’Annunzio se presente como un enamorado de la forma clásica y Marinetti como su destructor. El temperamento de Marinetti es, como el temperamento de D’Annunzio un temperamento pagano, estetista, aristocrático, individualista. El paganismo de D’Annunzio se exaspera y extrema en Marinetti. Marinetti ha sido en Italia uno de los más sañudos adversarios del pensamiento cristiano. Arturo Labriola considera acertadamente a Marinetti como uno de los forjadores psicológicos del fascismo. Recuerda que Marinetti ha predicado a la juventud italiana el culto de la violencia, el desprecio de los sentimientos humanitarios, la adhesión a la guerra, etc.

Y el ambiente fascista, por eso, ha propiciado un retoñamiento del futurismo. La secta futurista se encuentra hoy en plena fecundidad. Marinetti vuelve a sonar bulliciosamente en Italia. Acaba de publicar un libro sobre “Futurismo y Fascismo”. Y en un artículo de su revista ‘“Noi” reafirma su filiación nietzchana y romántica. Preconiza el advenimiento pagano de una Artecracia. Sueña con una sociedad organizada y regida por artistas en vez de esta sociedad organizada y regida por políticos. Opone a la idea colectivista de la Igualdad la idea individualista de la Desigualdad. Arremete contra la Justicia, la Fraternidad, la Democracia.

Pero políticamente el futurismo ha sido absorvido por el fascismo. Dos escritores futuristas, Emilio Settimelli y Mario Garli, dirigen en Roma el diario “L’Impero”, extremístamente reaccionario y fascista. Settimelli dice en un artículo de “L’Impero” que “la monarquía absoluta es el régimen más perfecto”. El futurismo, ha renegado, sobre todo, sus antecedentes anticlericales e iconoclastas. Antes, el futurismo quería extirpar de Italia los museos y el Vaticano. Ahora, los compromisos del fascismo lo han hecho desistir de ese anhelo. El Fascismo se ha mancomunado con la Monarquía y con la Iglesia. Todas las fuerzas tradicionalistas, todas las fuerzas del pasado tienden necesaria e históricamente a confluir y juntarse. El futurismo se torna, así, paradójicamente pasadista. Bajo el gobierno de Mussolini y las camisas negras, su símbolo es el “fasciolitare” de la Roma Imperial.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Las elecciones italianas y la decadencia del liberalismo

La hora es de fiesta para los fautores y admiradores de Mussolini y las “camisas negras”. Los filofascistas de todos los climas y todas las latitudes recogen, exultantes, los ecos fragmentarios de las elecciones italianas que, exultante también, les trae el cable. Aclaman estruendosa y delirantemente la victoria del fascismo. El júbilo de los reaccionarios es natural y es lícito. No hay interés en contrastarlo. No hay interés en remarcarlo siquiera. Pero ocurre que en este coro filofascista se mezclan y confunden con los secuaces de la reacción muchos adherentes de la democracia. Una buena parte del centro se asocia al regocijo de la derecha. Y esta actitud sí es acreedora de atención y estudio. Sus raíces y sus orígenes son muy interesantes.

El liberalismo y la democracia han renegado, ante el fascismo, su teoría y su praxis. Su capitulación ha sido plena. Su apostasía ha sido total. El liberalismo y la democracia se han dejado desalojar, dominar y absorber por el fascismo. El fascismo, en sus métodos, en su programa y en su función, es esencialmente anti-democrático. Los extremistas del fascismo propugnan abiertamente el absolutismo y la dictadura. Mussolini se ha apoderado del poder mediante la violencia y ha anunciado su intención de conservarlo sin cuidarse de la voluntad del parlamento ni del sufragio. Y los partidos de la democracia, sin embargo, no le han negado ni le han regateado casi su adhesión. Se han entregado incondicional y rendidamente al dictador. La mayoría de la cámara extinta era liberal-democrática. Mussolini la tuvo, no obstante esto, a sus órdenes. Consiguió de ella los poderes extraordinarios que necesitaba para gobernar dictatorialmente, la sanción de los desmanes y desbordes de su política represora y reaccionaria y una ley electoral adecuada a la formación de un parlamento fascista. Y obtuvo del liberalismo y de la democracia la misma obediencia en todas partes. La prensa liberal, seducida o asustada por los fascistas, cayó, poco a poco, en la más categórica retractación de su ideario. Apenas si el “Corriere della Sera” de Milán, el “Mondo” de Roma y algún otro órgano del liberalismo opusieron alguna resistencia al régimen fascista.
La actitud de los liberales y demócratas de fuera de Italia coincide, pues, con la de los liberales y demócratas de dentro. El liberalismo y la democracia tienen el mismo gesto ante la fuerza y el bastón fascistas, tanto si sufren como si no sufren la coacción de sus amenazas y de sus golpes.

Las elecciones italianas, en verdad, significan, más que una derrota de la revolución, una derrota del liberalismo y la democracia. Constituyen una fecha de su decadencia, un instante de su tramonto. Marcan una rendición explícita de los liberales italianos al fascismo. Los partidos liberal-democráticos han concurrido a estas elecciones uncidos mansa y resignadamente al carro de la dictadura fascista. Orlando, después de algunas coqueterías y reservas, ha figurado en la lista de candidatos ministeriales. Una parte de los demócratas cristianos ha desertado de las filas de don Sturzo para enrolarse en las de Mussolini. Giolitti, con su solícita astucia, ha querido diferenciar su candidatura de las del fascismo, presentándose con sus amigos piamonteses en una lista independiente; pero ha hecho previas protestas de su confianza en el régimen fascista. La oposición liberal ha estado representada únicamente por Bonomi, leader de un pequeño grupo reformista y Amendola, uno de los tenientes de Nitti. Nitti se ha abstenido de intervenir en las elecciones.

La victoria fascista, aparece, pues, en primer lugar, como una consecuencia de la descomposición y la abdicación del liberalismo. Los liberales italianos no solo no han sabido ni han querido distinguirse en las elecciones de los fascistas sino que, como estos, se han uniformado de “camisa negra”. Su proselitismo, por consiguiente, se ha desbandado o se ha confundido con el del régimen fascista. La mayoría de aquellos electores antiguos y habituales clientes de la democracia se ha sentido inclinada a dar su voto al fascismo. El liberalismo se ha presentado esta vez a sus ojos como una doctrina exangüe, superada, vacilante.
Pero este no ha sido sino uno de los elementos de la victoria fascista. Otro elemento principal ha sido la nueva ley de elecciones. Las elecciones de 1919 y 1921 se efectuaron en Italia conforme al régimen proporcional. Este régimen asegura a cada partido en el parlamento una posición que refleja matemáticamente su posición en la masa electora. El fascismo lo consideró contrario a sus intereses. Y, en la nueva ley electoral, tornó Italia al antiguo sistema, que garantiza a la mayoría un predominio aplastante en el parlamento.

Las elecciones, además, se han realizado dentro de un ambiente preparado por varios años de coacción y de violencia. Antes de la “marcha a Roma” los fascistas destruyeron una gran parte de las cooperativas, periódicos, sindicatos y demás instrumentos de propaganda socialista. Inaugurada su dictadura, usaron y abusaron de todos los resortes del poder para sofocar esa propaganda. El fascismo, por ejemplo, ha puesto la libertad de la prensa en manos de sus prefectos. La libertad de opinión en general ha tenido los límites que le han fijado el bastón y el aceite de ricino abundantemente empleados por los fascistas contra sus adversarios. Mientras el fascismo ha movilizado para estas elecciones todas sus fuerzas legales y extra-legales, la oposición casi no ha dispuesto de medios de organización ni de propaganda.

Por consiguiente, tiene mucho valor el hecho de que, en este período de retirada y retroceso revolucionarios, los socialistas hayan conquistado sesentaicinco asientos en la cámara. (Veintiseis asientos han sido ganados por los socialistas unitarios, veintidós por los socialistas maximalistas y dieciseite por los comunistas.) Los tres partidos socialistas han alcanzado, en total, un millón cien mil votos. Trescientos mil de estos votos pertenecen a los comunistas que en la nueva cámara tienen uno o dos puestos más que en la vieja. Más disminuida que la representación socialista ha salido la representación católica. Los socialistas, en conjunto, eran 136 en la cámara vieja; son 65 en la cámara nueva. Los católicos eran 109 en la cámara vieja; en la cámara nueva no son sino 39. Y los grupos liberales-democráticos no incorporados en el bloque ministerial han conquistado una representación menor todavía. Además, tanto estos grupos como la democracia cristiana de don Sturzo, no son verdaderos partidos de oposición. En la democracia cristiana, solo la fracción de izquierda Mauri-Miglioli tiene un tinte acentuadamente anti-fascista.

Las fuerzas de la democracia y del liberalismo italianos resultan, así, plegadas y rendidas al fascismo. Pero el fascismo se encuentra sometido al trabajo de digerirlas y asimilarlas. Y la absorción de los liberales y demócratas no es para los fascistas una función fácil ni inocua. Los fascistas, que en sus días de ardimiento demagógico, proclamaban su propósito de desalojar radicalmente del gobierno a los políticos del antiguo régimen, no se atreven ahora a prescindir de su colaboración. Acontece, a este respecto, en Italia, algo de lo que acontece en España. La dictadura ha anunciado estruendosamente, en un principio, el ostracismo, la segregación definitiva de los viejos políticos; pero ha concluido, después, por recurrir a los más fosilizados y arcaicos de ellos. Los fascistas, en las elecciones recientes, no han querido ni han podido formular una lista de candidatos neta y exclusivamente fascista. Han tenido que incluir entre sus candidatos a muchos liberales, demócratas y católicos. La lista vencedora es una lista ministerial; pero no es íntegramente una lista fascista. Ciento veinte de los cuatrocientos diputados de la mayoría fascista no están afiliados al fascismo. A todos estos diputados el fascismo les ha impuesto sus tesis reaccionarias; pero no puede incorporarlos en su cortejo sin adquirir y sin contagiarse de algunos de sus hábitos mentales. La asimilación de la burocracia liberal y democrática modificará la estructura y la actitud del fascismo. Se advierte, desde hace algún tiempo, en el fascismo, la existencia de una tendencia acentuadamente revisionista. Esta tendencia ha sido, en los primeros momentos, excomulgada por el estado mayor fascista. Pero ha aparecido tácitamente amparada por el propio Mussolini. El caso de Massimo Rocca es el incidente más notorio de este proceso revisionista, Massimo Rocca, ex-anarquista, conspicuo teniente de Mussolini, publicó algunos artículos que preconizaban la vuelta a la legalidad y condenaban la persistencia en el fascismo de un humor beligerante y demagógico. El directorio fascista censuró y expulsó del fascismo a Massimo Rocca; pero bajo la presión de Mussolini tuvo que reconsiderar su acuerdo. La tendencia revisionista, posteriormente, se ha acentuado. El fascismo tiende cada día más a adaptarse a las formas que antes quiso romper. Y si hoy exulta es, en parte, porque siente que estas elecciones legalizan, regularizan su ascensión al poder. Se habla, actualmente, de que el fascismo va cediendo el puesto al mussolinismo. Y de que el actual gobierno de Italia es más mussolinista que fascista.

Este rumbo de la política fascista era fatal. El fascismo no es una doctrina; es un movimiento. Por más esfuerzos que ha hecho, no ha conseguido trazarse un programa ni una vía netamente fascistas. No hay ni puede haber un ideario fascista. Los fascistas, naturalmente, creen que el fascismo contiene no solo una nueva concepción política sino hasta una nueva concepción filosófica. (La marcha a Roma tiene para ellos una importancia cósmica.) Mas una opinión tan autorizada para el fascismo, como la de Benedetto Croce, se ha burlado exquisitamente de esa pretensión. Interrogado por un órgano fascista “Il Corriere Italiano”, Benedetto Croce ha declarado: “En verdad, no me parece que se haya presentado hasta aquí otra cosa que algunas vagas indicaciones de designios políticos y de constituciones nuevas. Lo que existe es más bien la fórmula genérica del Estado fascista y el deseo de llenarla con un contenido adecuado. Yo he oído hablar del pensamiento nuevo, de la nueva filosofía que estaría implícitamente contenida en el fascismo, Y bien, yo he tratado, por simple curiosidad intelectual, de deducir de los actos del fascismo la filosofía o la tendencia filosófica que, según se dice, deberían encerrar; y aunque yo tengo algún hábito y alguna habilidad en estos análisis y estas síntesis lógicas, en este arte de encontrar y formular principios, confieso que no he logrado mi objeto. Temó que esa filosofía no exista y que no exista porque no puede existir”.

La dictadura fascista, por ende, tendrá una fisonomía menos característicamente fascista cada día. Sostenida por la sólida mayoría parlamentaria que ha ganado en las elecciones últimas, adquirirá un perfil análogo al de otras dictaduras de esta Italia de la Unidad y de la dinastía de Saboya. Crispí, Pelloux, el propio Giolitti gobernaron Italia dictatorialmente. Sus dictaduras estuvieron desprovistas de todo gesto demagógico y se conformaron con un rol y un carácter burocráticos. Y bien, la dictadura de Mussolini, estruendosa, retórica, olímpica y d’annunziana en sus orígenes, como conviene en esta época tempestuosa, acabará por contentarse con las modestas proporciones de una dictadura burocrática. Perderá poco a poco su énfasis heroico y su acento épico. Empleará para conservar el poder los recursos y expedientes oportunistas de la vieja democracia. (Ya Mussolini ha invitado a colaborar en su gobierno a la Confederación General del Trabajo y a los leaders reformistas).

A las “camisas negras” les aguarda, en suma, la misma suerte que a las “camisas rojas” de Garibaldi. Dejarán de ser una prenda de moda aún entré los fascistas. Y su ocaso será, en verdad, el ocaso del fascismo. Porque este estrepitoso estremecimiento político no significa, realmente, para la “terza Italia” 'un cambio de doctrina sino apenas un cambio de camisa.

José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

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