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Artemio Ocaña, José Carlos Mariátegui y F. Gulda

José Carlos Mariátegui sentado en medio de Artemio Ocaña y F. Gulda en las inmediaciones de la plaza de San Pedro, Vaticano, Roma, en la espera de la elección del nuevo papa Pío XI sucesor de Benedicto XV.
A su derecha: Artemio Ocaña
A su izquierda: F. Gulda.

Archivo José Carlos Mariátegui

Artículos de José Carlos Mariátegui

Esta serie corresponde a los artículos publicados por José Carlos Mariátegui en distintos medios de prensa, principalmente en revistas como Mundial y Variedades y que han sido conservador en su archivo personal.
La documentación disponible incluye artículos de carácter político, social, cultural no solo de Perú sino de también de América Latina y Europa, en donde se puede evidenciar el trabajo intelectual de Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Austria y la paz Europea

La llamarada súbitamente encendida en Viena, ha arrojado una luz demasiado inquietante sobre el panorama europeo que, -según las descripciones prolijas unas veces simplistas otras, de sus observadores- parecía ya reajustado por el trabajo de estabilización capitalista al cual están entregadas con alacre voluntad las naciones de Occidente desde que Alemania y Francia signaron el plan Daxes. Ahora resulta evidente que las bases de esa estabilización, destinada según sus empresarios a asegurar la pacífica reconstrucción de Occidente, son asaz movedizas y convencionales. Cualquiera de los problemas de la paz sin solución todavía, puede comprometerla irreparablemente. El problema de Austria, que acaba de hacerse presente, por ejemplo.
Este problema, a juicio de los optimistas, no había sido, ante todo, un problema económico, -nacido de la separación de Austria de los pueblos que antes habían compuesto juntos el Imperio de los Hapsburgos,- que la gestión sagaz del Caciller, Monseñor Seippel tenía prácticamente resulto con los créditos patrocinados por la Sociedad de las Naciones. Las dificultades subsistentes aún, se resolverían mediante convenios aduaneros con los Estados independizados, o por el gradual reactivamiento de la producción manufacturera.
En contraste completo con estas beatas conjeturas, los últimos sucesos de Viena demuestran que el proletariado austriaco no se siente demasiado distante de los días post-bélicos en que agitaba a las clases trabajadoras europeas un espíritu de violencia. Los teóricos de la democracia veían en esta violencia un mero fruto de la atmósfera material y moral dejada por la guerra. Es posible que en algunos casos episódicos haya sido acertado su diagnóstico; pero, en tesis general, hay que inclinarse que la violencia proletaria acusa factores más propios. La marejada de Viena no ha sido menos que ninguna de las que, sin obedecer a un plan de golpe de Estado, se produjeron en Europa, por estallido espontáneo, en los primeros años de la post-guerra.
El hecho de que su origen no haya sido un conflicto del trabajo sino una sentencia judicial estimada injusta, no atenúa en lo más mínimo el valor de este movimiento como síntoma del estado de ánimo del proletariado austriaco. Y, por otra parte, es imposible que a la creación de este estado de ánimo no concurran los resultados negativos de la obra que se creía más o menos cumplida por Monseñor Seippel en colaboración con los banqueros americanos y europeos. Todos los datos últimos de la economía austriaca denuncian la subsistencia de una crisis industrial a la cual no es fácil encontrar salida. Austria, pueblo principalmente industrial, carece de materias primas bastantes para la alimentación de su industria. Por la insuficiencia de su agricultura, tiene un fuerte déficit alimenticio. El desequilibrio entre la producción y el consumo mundiales, no le consiente esperar, de otro lado, un crecimiento salvador de su comercio extranjero. Estas cosas no las resuelven los créditos de la Sociedad de las Naciones.
Los días de Viena no son ya tan duros como aquellos de 1922 -y de julio precisamente- en que César Falcón y yo vimos caer hambrienta a una mujer en una acera del Ring. Pero el Estado austriaco continúa como entonces sin encontrar su equilibrio. La prueba, políticamente, en forma incontestable, el hecho de que el socialismo haya conservado integra, y tal vez acrecentada, su influencia sobre las masas. El gobierno de Monseñor Seippel ha tenido necesidad de la cooperación solícita del partido socialista para contener la insurrección. El próximo gobierno se constituirá, a lo que parece, con la participación de los socialistas.
El partido socialista que, con el partido cristiano-social encabezado por Monseñor Seippel, se divide la mayoría de los electores, tuvo en sus manos el poder de 1919 en 1920. Acomodó en ese período su político al mismo criterio reformista que la social democracia de Ebert y Scheidemann en Alemania. En su activo no se registra sino una alerta defensa y de las instituciones republicanas y un conjunto de leyes sociales y obreras. Del gobierno lo desalojaron los cristianos-sociales y los nacionalistas que ocupan el tercer puesto entre los partidos austriacos, aunque a buena distancia de los dos mayores. Pero, bajo el prudente gobierno de Monseñor Seippel, ha continuado influyendo, con una oposición más o menos colaboracionista, en la política gubernamental de este período. Y, si ahora se habla de su retorno al poder o de una segunda coalición con los cristianos-sociales, es porque la política de estos no ha sido capaz ni de realizar todo lo que prometió en el orden económico e internacional ni sustraer a las masas al dominio de los socialistas.
El socialismo austriaco no tiene, evidentemente, un criterio uniforme. Entre sus dos alas extremas, reformismo y comunismo -que forma un partido autónomo, pero que aplica a todas las luchas el método del frente único- no es probable ningún compromiso teórico. Parten de puntos de vista radicalmente opuestos. Otto Bauer, el famoso leader del partido austriaco, es uno de los teóricos máximos de la social-democracia. En esta posición, le ha tocado a lado de Kautsky y otros, sostener una polémica histórica con Lenin y Trotsky. El fracaso de la praxis social-democrática en Alemania, y en la misma Austria, después de la Revolución de 1918, no ha modificado la actitud de Bauer. No hay, pues, que sorprenderse de encontrarlo una vez más en abierto conflicto teórico y práctico con los comunistas de su país. Estos no constituyen un partido de importancia numérica, pero en cambio se mantienen estrechamente articulados con las masas obreras, de suerte que en cualquier momento propicio pueden ejercer sobre estas un influjo intensamente superior al que corresponde a su número.
Estos hechos eran, ciertamente, contrastable desde hace tiempo. Pero ha sido necesaria una llamarada formidable, políticamente visible a todos los pueblos de Occidente, para obligar a estos a considerarlos. El problema económico, político e internacional de Austria que, contra un tratado defendido tan celosamente por Italia y Francia, pugna por unirse a Alemania, [- ha recordado de pronto a los buenos y a los malos europeos lo artificial y deleznable de la paz y el orden de Europa].

José Carlos Mariátegui La Chira

Austria, caso pirandelliano

A propósito de la escaramuza polémica entre Italia y Alemania sobre la frontera del Breunero, no se ha nombrado casi a Austria. Pero de toda suerte ese último incidente de la política europea, nos invita a dirigir la mirada a la escena austriaca. El diálogo Mussolini-Stresseman sugiere necesariamente a los espectadores lejanos del episodio una pregunta: ¿Por qué se habla de la frontera ítalo-austriaca como si fuese una frontera ítalo-alemana? Para explicarse esta compleja cuestión es indispensable saber hasta que punto Austria existe como Estado autónomo e independiente.
El Estado Austriaco aparece, en la Europa post-bélica, como el más paradójico de los Estados. Es un Estado que subsiste a pesar suyo. Es un Estado que vive porque los demás lo obligan a vivir. Si se nos consiente aplicar a los dramas de las naciones el léxico inventado para los dramas de los individuos, diremos que el caso de Austria se presenta como un caso pirandelliano.
Austria no quería ser un Estado libre. Su independencia, su autonomía, representan un acto de fuerza de las grandes potencias del mundo. Cuando la victoria aliada produjo la disolución del imperio astro-húngaro. Austria que después de haberse sentido por mucho tiempo desmesuradamente grande, se sentía por primera vez insólitamente pequeña, no supo adaptarse a su nueva situación. Quiso suicidarse como nación. Expresó su deseo de entrar a formar parte del Imperio alemán. Pero entonces las potencias le negaron el derecho de desaparecer y en previsión de que Austria insistiera más tarde en su deseo, decidieron tomar todas las medidas posibles para garantizarle su autonomía.
El famoso principio wilsoniano de la libre determinación de los pueblos sufrió aquí, precisamente, el más artero golpe. El más artero y el más burlesco. Wilson había prometido a los pueblos el derecho de disponer de si mismos. Los artífices del tratado de paz quisieron, sin duda, poner en la formulación de este principio una punta de ironía. La independencia de un Estado no debía ser solo un derecho; debía ser una obligación.
El tratado de paz prohíbe prácticamente a Austria la fusión con Alemania. Establece que, en cualquier caso, esta fusión requiere para ser sacionada el voto unánime del Consejo de la Sociedad de Naciones.
Ahora bien, de este consejo forman parte Francia e Italia, dos potencias naturalmente adversas a la unión de Alemania y Austria. Las dos vigilan, en la Sociedad de las Naciones, contra toda posible tentativa de incorporación de Austria en el Reich.
A Francia, como es bien sabido, la desvela demasiado la pesadilla del problema alemán. Para muchos de sus estadistas la única solución lógica de este problema es la balkanización de Alemania. Bajo el gobierno del bloque nacional Francia ha trabajado ineficaz pero pacientemente por suscitar en Alemania un movimiento separatista. Ha subsidiado elementos secesionistas de diversas calidades, empeñada en hace prosperar un separatismo bávaro o un separatismo rhenano. La autonomía de Baviera, sobre todo, parecía uno de los objetivos del poincarismo. El imperialismo francés soñaba como cerrar el paso a la anexión de Austria al Reich mediante la constitución de un Estado compuesto por Baviera y Austria. Se tenía en vista el vínculo geográfico y el vínculo religioso. (Baviera y Austria son católicas mientras Prusia es protestante. I aún étnicamente Austria se identifica más con Baviera que con Prusia). Pero se olvidaba que su economía y su educación industriales habían generado un cambio, en el pueblo austriaco, una tendencia a confundirse y consustanciarse con la Alemania manufacturera y siderúrgica, más bien que con la Alemania rural. En todo caso, para que el proyecto del Estado bávaro-austriaco prosperase hacía falta que prendiese, previamente en Baviera. I esta esperanza, como es notorio, ha tramontado antes que el poincarismo. [Para Francia, por consiguiente, como un anexo] o una secuela del problema alemán, existe un problema austriaco. “Basta hachar una mirada sobre el mapa -escribe Marcel Duan en un libro sobre Austria- para comprender toda la importancia del problema austriaco, llave de la mayor parte de las cuestiones políticas que interesan a la Europa Central. Libre y abierta a la influencia de las grandes potencias occidentales, el Austria asegura sus comunicaciones con sus aliados y clientes del cercano Oriente danubiano y balkánico; abandonada por nosotros a las sugestiones de Berlín, se halla en grado de aislarlos de nuestros amigos eslavos. Corredor abierto a nuestra expansión o muro erguido contra ella. El Austria confirma o amenaza la seguridad de nuestra victoria y aún la de la paz europea”.
Italia a su vez no puede pensar, sin inquietud y sin sobre salto, en la posibilidad de que resurja, más allá de Breunero, un Austria poderosa. El propósito de restauración de los Hapsburgo en Hungría tuvieron su más obstinado enemigo en la diplomacia italiana, preocupada por la probabilidad de que esa restauración produjese a la larga la reconstitución de un Estado austro-húngaro.
Pero, teórica y prácticamente, ninguna de las precauciones del tratado de Paz y de sus ejecutores logra separar a Austria de Alemania. I, es por esto, cuando se trata de las minorías nacionales encerradas dentro de los nuevos límites de Italia, no es Austria sino Alemania la que reivindica sus derechos o apadrina sus aspiraciones. Austria, en su último análisis, no es sino un Estado alemán temporalmente separado del Reich.
La política de los dos partidos que, desde la caída de los Hapsburgo, comparten la responsabilidad del poder de Austria, se encuentran estrechamente conectada con la de los partidos alemanes del mismo ideario y la misma estructura. El partido social cristiano, que tiene Monseñor Seipel su político más representativo, se mueve evidentemente en igual dirección que el centro católico alemán. I entre el socialismo alemán y el socialismo austriaco la conexión y la solidaridad son, como es natural, más señaladas todavía. Otto Bauer, por no citar sino un nombre es una figura común, por lo menos en el terreno de la polémica socialista, a las dos social-democracia germanas. I el partido socialista austriaco, de otro lado, es el que más significadamente tiene en Austria a la unión política con Alemania.
Concurre aumentar lo paradójico del caso austriaco el hecho de que este Estado funciona, presentemente, más o menos como una dependencia de la Sociedad de las Naciones. Destinado por la raza y la lengua a vivir bajo la influencia política y sentimental de Alemania, el Estado austriaco se halla, financieramente, bajo la tutela de la Sociedad de las Naciones o sea, hasta ahora, de los enemigos de Alemania.
El Austria contemporánea, es lo que no quisiera ser. Aquí reside el pirandellismo de su drama. Los seis personajes en busca de autor, afirman exasperadamente, en la farsa pirandelliana, su voluntad de ser. Austria guarda en el fondo de su alma, su voluntad, más pirandelliana si se quiere de no ser. Pero el drama, hasta donde cabe un parecido entre individuos y naciones, es sustancialmente el mismo.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Balance General del mes de Octubre

Balance General de la Sociedad Editora Amauta al 31 de Octubre de 1929.
Se muestra los activos y pasivos de la Sociedad en la moneda oficial de ese año que era la libra peruana.
Gerente de la Sociedad: Ricardo Martinez de la Torres
Contador: Carlos Heck

Balance General-Noviembre

Balance General de la Sociedad Editora Amauta al 30 de Noviembre de 1929.
Se muestra los activos y pasivos de la Sociedad en la moneda oficial de ese año que era la libra peruana.
No presenta el nombre del gerente ni del contador

Sociedad Editora Amauta

[Banda de Música] - Dibujo de José Sabogal

Dibujo a tinta realizado por José Sabogal se publicó en la revista Amauta en 1929 bajo la denominación de "Mate".
Al reverso de la imagen se observa un dibujo no acabado.

Sabogal, José

Bernard Shaw

Bernard Shaw

Su jubileo ha encontrado a Bernard Shaw en su ingénita actitud de protesta. No ha tenido Shaw en su máximo aniversario honores oficiales como en su patria los ha tenido en menor ocasión el futurista e iconoclasta Filipo Tomaso Marinetti. A su diestra no se ha sentado en el banquete de sus amigos el jefe del gobierno, Mr. Baldwin, sino un viejo camarada de la Fabian Society, Ramsay Mac Donald. El gobierno inglés se ha limitado a impedir la trasmisión radiofónica del discurso del glorioso dramaturgo.
Esta es quizá la más honrosa consagración a que podía aspirar un hombre genial al que la gloria no ha domesticado. Hasta en su jubileo Shaw tenía que ser un revolucionario, un heterodoxo. Bernard Shaw, es uno de los pocos escritores que da la sensación de superar su época. De él no se podrá decir como de Renán que “ne depasse pas la doute”. Shaw es un escéptico del escepticismo. Toda la experiencia, todo el conocimiento de su época están en su obra, pero en ella están también el anhelo y el ansia de una fe, de una revelación nueva. Shaw se ha alimentado de media centuria de cientificismo y de positivismo. Y sin embargo ningún escritor de su tiempo siente tan hondamente como él la limitación del siglo XIX. Pero este siglo XIX no es para Bernard Shaw, como para León Daudet, estúpido por revolucionario ni por romántico, sino por burgués y materialista. Bernard Shaw, aprecia y admira precisamente todo lo que en él ha habido de romántico y de revolucionario. Aprecia y admira a Marx, por ejemplo, que no es la tesis sino la antítesis de ese siglo de capitalismo.
Shaw más bien que un escéptico es un relativista. Su relativismo representa precisamente su rasgo más peculiar de pensador y dramaturgo del Novecientos. La actitud relativista es tan cabal en Bernard Shaw que cuando se divulgó la teoría de Einstein lo único que le asombró fue que se considerase como un descubrimiento. A Archibald Henderson le ha dicho que halló “que Einstein podía ser calificado más justamente de refutador de la relatividad que descubridor de ella”.
Medio siglo de positivismo y de cientificismo ochentista impide a Bernard Shaw pertenecer íntegramente al siglo veinte. A los setenta años Shaw compendia y resume primero toda la filosofía occidental y, luego la traspasa, la desborda. Anti-racionalista a fuerza de racionalismo, físico a fuerza de materialismo, Shaw conoce toda la meta del pensamiento contemporáneo. A pesar del handicap que le imponen sus setenta años, las ha dejado ya atrás. Sus coetáneos le han dado fama de hombre paradójico. Pero esta fama yo no sé por qué me parece un interesado esfuerzo por descalificar la seriedad de su pensamiento. Para no dar excesiva importancia a su sátira y a su ataque, la burguesía se empeña en convencernos de que Bernard Shaw es ante todo un humorista. Así después de haber asistido a la representación de una comedia de Shaw, la conciencia de un burgués no siente ningún remordimiento.
Mas un minuto de honesta reflexión en la obra de Shaw, basta para descubrir que a este hombre le preocupa la verdad y no el chiste. La risa, la ironía, atributos de la civilización, no constituyen lo fundamental sino lo ornamental en su obra. Shaw no quiere hacernos reír sino hacernos pensar. Él, por su parte, ha pensado siempre. Su obra no nos permite dudarlo.
Esta obra se presenta tan cargada de humor y de sátira porque no ha podido ser apologética sino polémica. Pero no es polémica exclusivamente, porque Shaw tenga un temperamento de polemista. La preferencia de Shaw por el teatro nos revela, en parte, que este es su pensamiento. Shaw no ama la novela; ama en cambio, el teatro. Y en el teatro debe sentirse bien todo temperamento polémico, porque el teatro dramatiza el pensamiento. El teatro es contradicción, conflicto, contraste. La potencia creadora del polemista depende de estas cosas. Shaw ha superado a su época por haberla siempre contrastado. Todo esto es cierto. Mas en la obra de Shaw se descubre el deseo, el ideal de llegar a ser apologética. Shaw, piensa que “el arte no ha sido nunca grande cuando no ha facilitado una iconografía para una religión viva”.
Su tesis sobre el teatro moderno reposa íntegramente sobre este concepto. Shaw denuncia lo feble, lo vacío del teatro moderno, no desprovisto de dramaturgos brillantes y geniales como Ibsen y Strindberg; pero sí de dramaturgos religiosos capaces de realizar en esta época lo que los griegos realizaron en la suya. A esta conclusión le ha conducido su experiencia dramática propia: “Yo escogí, dice, como asuntos, el propietarismo de los barrios bajos, el amor libre doctrinario (seudo-ibsenismo) la prostitución, el militarismo, el matrimonio, la historia, la política corriente, el cristianismo natural, el carácter nacional e individual, las paradojas de la sociedad convencional, la caza de marido, las cuestiones de conciencia, los engaños e imposturas profesionales, todo ello elaborado en una serie de comedias de costumbres a la manera clásica que entonces estaba muy fuera de moda, siendo de rigor en el teatro los ardides “mecánicos” de las construcciones parisinas. Pero esto aunque me ocupó y me conquistó un lugar en mi profesión no me constituyó en iconógrafo de la religión de mi tiempo para completar así mi función natural como artista. Yo me daba perfecta cuenta de todo eso, pues he sabido siempre que la civilización necesita una religión, a todo trance, como cuestión de vida o muerte”.
La ambición de Shaw es la de un artista que se sabe genial y sumo: crear los símbolos del nuevo espíritu religioso. La evolución creadora es a su juicio, una nueva religión. “Es en efecto -escribe- la religión del siglo XX, surgida nuevamente de las cenizas del seudocristianismo, del mero escepticismo y de las desalmadas afirmaciones y ciegas negaciones de los mecanicistas y neo-darwinistas. Pero no puede llegar a ser una religión popular hasta que no tenga sus leyendas, sus parábolas, sus milagros”. De esta alta ambición han nacido dos de sus más sustanciosas obras: “Hombre y Super-hombre”, en 1901, y “Volviendo a Matusalen”, en 1902. Pero el genio de Shaw vive un drama tremendo. Su lúcida conciencia de un arte religioso, no le basta para realizar este arte. Sus leyendas demasiado intelectuales, no puedes ser populares, no me parece que logren expresar los mitos de una nueva edad. Hay en su obra una distancia fatal entre la intención y el éxito. El intelectual, el artista, en este periodo histórico no tiene casi más posibilidad que la protesta. Un nuevo agónico, crepuscular, no puede producir una mitografía nueva.

José Carlos Mariátegui La Chira

Bernard Shaw y Juana de Arco

La “Santa Juana” de Bernard Shaw me parece interesante, ante todo, como documento del relativismo contemporáneo. El teatro de Pirandello se clasifica también como teatro relativista. Pero su relativismo es filosófico y psicológico. Es además, un relativismo espontáneo y subconsciente de artista. El dramaturgo inglés, en cambio, lleva al teatro, conscientemente, el relativismo histórico. Pirandello trata, en su teatro y en sus novelas, los problemas de la personalidad humana. Shaw trata, en “Santa Juana”, un problema de la historia universal.
El drama de Bernard Shaw, y, más que el drama, el prólogo que lo precede en el libro, no se propone rehabilitar a Juana de Arco sino, más bien, a sus jueces. Juana de Arco está rehabilitada ya. La Iglesia -en el nombre de cuyo dogma un tribunal eclesiástico la condenó a la hoguera- la ha canonizado solemnemente hace cinco años. La Doncella, declarada hereje y bruja en 1431, es desde 1920 una de las santas del calendario cristiano.
Bernard Shaw reconoce a Juana de Arco como “un genio y una santa”. Está absolutamente persuadido de que representó en su época un ideal superior. Pero no por esto pone en duda la razón de sus jueces y de sus verdugos. Su “Santa Juana” es una defensa del obispo de Beauvais, monseñor de Cauchon, presidente del tribunal que condenó a la Doncella. Shaw se empeña en demostrarnos que monseñor Cauchon luchó con denuedo, dentro de su prudencia, por salvar a Juana de Arco y que no se decidió a mandarla a la hoguera sino cuando la oyó ratificarse, inequívoca y categóricamente, en su herejía.
Y, si justifica la sentencia, no justifica menos a Bernard Shaw la canonización. “No es posible -explica- que una persona sea excomulgada por herética y más tarde canonizada por santa”.
No hay cosa que un relativista no se sienta dispuesto a comprender y tolerar. El relativismo es fundamentalmente un principio o una escuela de tolerancia. Ser relativista significa comprender y tolerar todos los puntos de vista. El riesgo cierto del relativismo está en la posibilidad de adoptar todos los puntos de vista ajenos hasta renunciar al derecho de tener un punto de vista propio. El relativista puro - ¿será abusar de la paradoja hablar de un relativista absoluto? - es ubicuo. Está siempre en todas partes; no está nunca en ninguna. Su posición en el debate histórico es más o menos la misma del liberal puro en el debate político. (El liberalismo absoluto quiere el Estado agnóstico. El Estado neutral ante todos los dogmas y todas las herejías. Poco le importa que la neutralidad frente a las doctrinas más opuestas equivalga a la abdicación de su propia doctrina). Esto nos define la filosofía relativista como una consecuencia extrema y lógica del pensamiento liberal.
La actitud de Bernard Shaw ilustra, precisa y nítidamente, el parentesco del relativismo y el liberalismo. En Bernard Shaw se juntan el protestante, el liberal, el relativista, el evolucionista y el inglés. Cinco calidades en apariencia distintas; pero que en la historia se reducen a una sola calidad verdadera. El mismo Bernard Shaw nos lo enseña en los discursos de sus dramatis personae. Monseñor Cauchon, según su “Santa Juana”, le sostenía a Warwick en 1431 la tesis de que todos los ingleses eran herejes. Y, en seis siglos, los ingleses han cambiado poco. Darwin, en este tiempo, ha descubierto la ley de la evolución que, en último análisis, resulta la ley de la herejía. Los ingleses, por ende, no se llaman ya herejes sino revolucionistas. Su herejía de hace seis siglos -el protestantismo- es ahora un dogma. Pero en Shaw, el hereje está más vivo que en el resto de los ingleses. Shaw, por ejemplo, milita en el socialismo. Mas su socialismo de fabiano -como lo demuestran sus últimas posturas- no lo presenta como un creyente de la revolución sino como un hereje frente al Estado burgués. El célebre dramaturgo sigue siendo, en el fondo, un liberal. Y, además, un protestante.
¿No es, acaso, su “Santa Juana”, entre otras cosas, ¿un esfuerzo por anexar la Doncella a la Reforma? Shaw escribe en el prólogo que Juana de Arco, “aunque fue una católica devotísima y proyectó una cruzada contra los husitas, es, en realidad, uno de los primeros mártires del protestantismo”. Y en el drama aflora, reiteradamente, la misma tesis.
Pero si, como protestante, Bernard Shaw cataloga a Juana de Arco entre los precursores de la Reforma, como relativista reacciona contra la incapacidad de los racionalistas, los protestantes y los anti-clericales para entender y estimar la Edad Media. Shaw considera a la Edad Media “una alta civilización europea basada en la fe católica”. No es posible de otro modo acercarse a la Doncella. Shaw lo sabe y lo siente. Y lo declara, más explícitamente aún, en otra parte del prólogo, cuando revisa los apriorismos que enturbian y deforman la visión de los que pretenden escrutar la figura de Juana de Arco con las gafas astigmáticas de sus supersticiones y del siglo diecinueve: “Si un historiador es anti-feminista y no cree a las mujeres aptas para ser genios en los tradicionales empleos masculinos, no podrá admitir como genio a Juana, que tanto sobresalió en el arte de la guerra y la política. Si es racionalista hasta el punto de negar a los santos y sostener que las ideas nuevas solo pueden nacer por el raciocinio consciente, nuca dará con el verdadero retrato de Juana. El biógrafo ideal de ésta debe estar libre de los prejuicios y las tendencias del siglo diecinueve; debe comprender la Edad Media y la Iglesia Católica Romana, así como el Santo Imperio Romano, mucho más íntimamente de lo que nunca lo hicieron nuestros historiadores nacionalistas y protestantes, y tiene además, que ser capaz de desechar las parcialidades sexuales y sus escuelas fantásticas y de considerar a la mujer como a la hembra de la especie humana y no como a un ser de diferente especie biológica, con encantos específicos e imbecilidades también específicas”.
Esta eficaz y aguda receta no le sirve, sin embargo, a Bernard Shaw para ofrecernos, en su drama, una imagen cabal de Juana de Arco. En su drama, Shaw, mas que de explicarnos a Juana, se preocupa de verdad, de explicarnos su tesis relativista. No asistimos, en “Santa Juana” al drama de la Doncella tan auténtica e intensamente como al drama de Cauchon, su inquisidor. La pieza de Bernard Shaw deja la impresión de que el drama de la Doncella no puede ser escrito por un relativista sino por un creyente. Shaw, a pesar de sus pullas contra el cientificismo y el positivismo del siglo diecinueve, es demasiado racionalista para mirar a Juana con otro lente que el de su raciocino. Su raciocino pretende descubrirnos, en el prólogo, el mecanismo del milagro. Pero, visto por dentro, analítica y fríamente, el milagro cesa de ser un milagro. Mejor dicho, el milagro, como milagro, se queda afuera.
Shaw percibe, con su penetrante en inteligente mirada, los obstáculos que impidieron a Anatole France, anti-clerical y escéptico, aproximarse a Juana de Arco. “En su libro -observa- se notan antipatías. El autor no es enemigo de Juana, pero es anti-clerical, anti-místico y fundamentalmente incapaz de creer que haya podido existir persona alguna como la Juana verdadera”. Pero la Juana verdadera no está tampoco íntegra, completa, en la “crónica dramática” de Shaw. Bernard Shaw, no obstante, su sagacidad crítica, no nos da todo el personaje; y, por tanto, no nos da todo el símbolo.
Define Shaw a Juana de Arco como “uno de los primeros apóstoles del nacionalismo”. Pero se olvida de remarcar, al pie de esta definición, que la idea de la Nación, hace seis siglos, era una idea revolucionaria. Como un escritor internacionalista lo ha proclamado, la idea de la Nación es, en determinadas épocas y circunstancias históricas, la encarnación del espíritu de la libertad. En nuestra época, el nacionalismo, reaccionario en Francia, es revolucionario en Turquía, en la India, en la China, en Marruecos, donde combaten contra el imperialismo y el capitalismo extranjeros. El nacionalismo de Juana de Arco no tiene nada que ver con el nacionalismo orleanista y monárquico de “L’Action Francaise”, que tan enfáticamente se apropia de la gloria y del genio de la Doncella. Charles Maurras, Leon Daudet y sus “camelots du roi”, si hubiesen existido hace seis siglos, habrían estado al lado de los que quemaron a la Santa después de declararla hereje y bruja. Habrían formado parte del séquito del imbécil y desleal Carlos VII o de la comparsería del tribunal de la inquisición. En Ruán, como Bernard Shaw lo siente, se quemó viva a una mujer genial que fue al mismo tiempo, una santa, una hereje y una revolucionaria. En nuestra época la razón de Estado no la habría tratado con más justicia. Y Bernard Shaw, no habría estado tal vez entre los firmantes de su condena; pero probablemente tampoco habría estado entre los prosélitos de su fe y su doctrina.

José Carlos Mariátegui La Chira

Blaise Cendrars

En 1824, Johan Auguste Suter, suizo alemán, hijo de un fabricante de papel de Basilea, deja su patria, mujer y sus hijos arruinado y deshonrado por una quiebra. A pie cruza la frontera y llega a París. En el camino, desbalija a dos compañeros de viaje; en París estafa con una letra de crédito falsa a un cliente de su padre. Luego, en Havre se embarca para New York.
Cendrars, explicándonos el New York de 1834, nos da en una sola página de prosa rápida, sumaria, precisa, escueta, una íntegra fase de la formación de los Estados Unidos.
“El puerto de New York”
“Es ahí donde desembarcan todos los náufragos del viejo mundo. Los náufragos, los desgraciados, los descontentos, los insumisos. Aquellos que han tenido reveses de fortuna; aquellos que han arriesgado todo sobre una sola carta; aquellos a quienes una pasión romántica ha trastornado. Los primeros socialistas alemanes, los primero místicos rusos. Los ideólogos que las policías de Europa persiguen; los que la reacción arroja. Los pequeños artesanos, primeras víctimas de la gran industria de la formación. Los falansterianos franceses, los carhonarios, los últimos discípulos de Saint Martín, el filósofo desconocido, y de los Escoceses. Espíritus generosos, cabezas cascadas. Bandidos de Calabria, patriotas helenos. Los campesinos de Irlanda y de Escandinavia. Individuos y pueblos, víctimas de las guerras napoleónicas y sacrificados por los Congresos Diplomáticos. Los carlistas, los polacos, los partidarios de Hungría. Los iluminados de todas las revoluciones de 1830 y los últimos liberales que abandonan su patria para unirse a la gran República, obreros, soldados, comerciantes, banqueros de todos los países, hasta sudamericanos, cómplices de Bolivar. Desde la Revolución francesa, desde la declaración de la independencia, en pleno crecimiento, en pleno desarrollo, no ha visto jamás New York sus muelles tan continuamente invadidos. Los inmigrantes desembarcaban día y noche y en cada barco, en cada cargamento humano, hay por lo menos un representante de la fuerte raza de los aventureros”.
Suter pertenece a esta raza. Cendrars nos relata así su entrada en New York. Johan Auguste Suter desembarca el 7 de julio, en martes. Ha hecho un voto. Salta a tierra, atropella a los soldados de la milicia, abraza de una mirada el inmenso horizonte marítimo, descorcha y vacía una botella de vino del Rhin, lanza la botella vacía entre la tripulación negra de un velero. Después, rompe a reír y entra corriendo en la gran ciudad desconocida como alguien que tiene prisa y a quien se espera”.
New York no retiene por mucho tiempo a Suter. Suter se siente atraído por el Oeste. Parte de nuevo hacia lo desconocido. En Honolulu forma la Suter’s Pacific Trade Co. Tiene un plan vasto. Con mano de obra de Canaca explotará las tierras de California. No las conoce aún; pero sabe que va a tomar posesión de ellas. Sus socios de Honolulu lo abastecerán de indígenas de las Islas. El plan se cumple puntual y magníficamente. Suter se instala con sus canacos en California. Funde una descomunal colonia agrícola: la Nueva Helvecia. Sus posesiones, sus riquezas crecen prodigiosamente. El “pionnier” suizo deviene uno de los hombres más ricos de la tierra. Pero una catástrofe sobreviene: el descubrimiento del oro. Un obrero de Suter encuentra en sus dominios las primeras pepitas. La noticia se expande. Empieza el éxodo hacia las minas de oro. Suter ve partir a sus empleados, a sus obreros. La colonia se disgrega. Invaden el país los buscadores de oro. En diez años, San Francisco se convierte en una de las más grandes urbes del mundo. Los inmigrantes se reparten las tierras de Suter. Se instalan en sus posesiones. El gran “pionnier” se cruza de brazos. Podía luchas: pero desdeñosamente prefiere no participar en esta batalla de lavadores de oro y destiladores de alcohol, en el cual se mezclan aventureros y bandidos de las más torpes y sucias especies. El oro lo ha arruinado. Suter se retira decepcionado a uno de sus dominios. Mas la voluntad de trabajo y de potencia renace de pronto en él. Sus viñas, sus huertas, sus establos, sus eras, etc., vuelven a darle una fortuna. San Francisco tiene buen apetito. Y Suter le vende caro los frutos de sus alquerías. Pero no está contento. No olvida el golpe; no perdona el oro. Y el demonio le aconseja la más absurda aventura. Suter presenta a los tribunales una demanda por daños y perjuicios. Reivindica la propiedad del suelo sobre el cual se ha edificado San Francisco, Sacramento, Riovista y otras ciudades, reclamando doscientos millones de dólares de indemnización por el despojo. Enjuicia a 17.221 particulares que se han establecido abusivamente en sus plantaciones. Reclama veinticinco millones de dólares del Estado de California por haberse apropiado de sus rutas, canales, puentes, exclusas y molinos; y cincuenta millones de dólares del gobierno de Washington por no haber sabido mantener el orden en la época del descubrimiento del oro. Y sostiene su derecho a una parte del oro extraído desde el principio de la explotación. El fantástico proceso consume todas las utilidades de Suter. Suter tiene a su servicio un ejército de abogados, de peritos y de escribanos. Los municipios y los particulares enjuiciados tienen a su servicio otro ejército. “Es un nuevo rush, una mina inesperada, y todo el mundo quiere vivir del pleito Suter”. San Francisco odia al “pionnier” testarudo y amenazador. Y, cuando el honesto y puritano juez Thompson falla a favor de Suter, la ciudad se amotina. Las plantaciones, los establos, los molinos, las fábricas de Suter son devastados, arrasados, incendiados. Suter, esta vez, pierde todo. Mas ni aún este golpe lo decide renunciar a su proceso. Lo continúa en Washington. En Washington envejece y enloquece. Y muere en las gradas del Palacio del Congreso aguardando y reclamando, obstinadamente, justicia.
Tal la maravillosa historia de Johan August Suter. Su argumento parece una gran paradoja. Pero, en verdad, Cendrars ha escrito, al mismo tiempo que una novela de aventuras, una sátira sobre el destino maldito del oro. El oro del Rhin y el oro de California se equivalen. Cendrars no lo dice: pero lo dice su novela. Lo dice la maravillosa historia de Johan August Suter, arruinado por el descubrimiento neto de las minas de California.
La técnica de “El oro” es, más bien que la de una novela, la de un film. Cendrars nos ofrece la historia de Suter en setenta y cuatro cuadros cinematográficos. Ningún cuadro sobra. Ningún cuadro aburre. Ningún cuadro es pálido o confuso. El lector se olvida, poco a poco, de que tiene en las manos un libro. En vez de las letras y de las palabras, dispuestas en rangos, empieza a ver las figuras y el paisaje. El paisaje que, en Blaise Cendrars, es sólo un decorado esquemático.

José Carlos Mariátegui La Chira

[Boleta a favor de Nebiolo & C. Torino]

Boleta a favor de Nebiolo & C. Torino por concepto de pago de la totalidad de los productos adquiridos por la Imprenta y Editorial Minerva: Export 6, Guillotina, Gastos de Transporte, Intereses, Letras.
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Boletas y Facturas

La subserie presenta documentos referidos a los pagos realizados por la Imprenta así como también boletas de compra y recibos de cargo.

Imprenta y Editorial Minerva

Breve epílogo

(...) anexos al ocaso del positivismo, ha continuado en el Occidente pre-bélico y post-bélico su acción revolucionaria. Einstein ha suministrado a la especulación filosófica, con sus descubrimientos de física y matemáticas, un material tan rico y vasto como imprevisto. Freud ha extraído de las investigaciones clínicas sobre el tratamiento de la histeria, una teoría genial, cuya sospecha flotaba ya en la atmósfera de la época, como lo demuestra, más que su rápida propagación, la presencia precursora de una intención psicoanalítica, de clara filiación freudiana, en la obra de Pirandello. En los dos polos de la historia contemporánea -Estados Unidos y la URSS- se encuentra la misma fervorosa aplicación y valorización de la ciencia. Pero, ni en la sede del capitalismo ni en la del socialismo la ciencia pretende dictar leyes a la política, ni a la literatura, ni al arte. Y en esto nos hemos distanciado provechosamente del “cientificismo” ochocentista.
Y no ha sido menos trascendente, en estos cinco lustros, la revolución literaria y artística. Se ha reivindicado, contra la chata ortodoxia realista, los fueros de la imaginación creadora, con ventajas asombrosas para el descubrimiento de la realidad. Porque con los derechos de la fantasía y la fantasía, se ha averiguado sin fines, que es decir sin límites.
Y, en todo esto, estamos solo en el umbral del 900. O del evo que esta cifra intenta celarnos. Porque los siglos, en la historia, son la más subalterna y convencional de las mediciones.

José Carlos Mariátegui La Chira

Cablegrama de All America Cables, Inc., 23/11/1929

23 de noviembre de 1929.
Señor.
Mariátegui.- Washington Izquierda 544 .- Lima .-
Muy señor nuestro:
Sírvase tomar nota, que su cablegrama fecha de ayer, dirigido a "Waldo Frank Universidad Santiago" queda sin entregarse por haber salido de esa ciudad el destinatario, lo que ponemos en su conocimiento.
De Ud. Attos, SS.SS
All America Cables, INC
MMC

All America Cables, Inc

Cablegrama de Jaime L. Morenza, 11/7/1928

Montevideo, 11 de julio de 1928
LCO Mariátegui Sagástegui 669 Lima
Invocado deseo suyo trasladarse Montevideo hacense trabajos tal sentido desearía saber si todo ellos está autorizado por Ud.
Morenza

Morenza, Jaime L.

"Caliban Parle", por Jean Guehenno

He aquí otro libro que da fe de la insuficiencia de todos los vaniloquios del “idealismo” novecentista para descartar de las tareas del pensamiento y la literatura la preocupación de lo temporal y de lo histórico. La inteligencia ha inventado en los últimos años una serie de maneras de eludir o ignorar el problema de la revolución. Ninguna le sirve al intelectual rigurosamente fiel a los deberes del espíritu para discurrir y meditar como si el socialismo y el proletariado no existieran. En esto se reconoce una de las pruebas de la inutilidad de todo intento de restauración del principio de la inteligencia pura o ahistórica.
Jean Guéhenno es un escritor que procede del proletariado y que no reniega de su origen; pero que, en la imposibilidad de encontrar una respuesta a sus interrogaciones en la filosofía clarista del obrero, busca en el arsenal de la más moderna y exigente cultura las razones de una convicción revolucionaria o, por lo menos, no-conformista. “Caliban parle” es una requisitoria contra la hipocresía intelectual y contra los compromisos del pensamiento, cuyos ecos se confunden hoy un poco con los de “Morte de la penseé bourgeoise” de Emmanuel Berl.
Guehenne, humorista, se rebela contra el juego de una compósita legión de intelectuales y artistas que, en el nombre de un refinado novecentismo, querrían sacrificar la humanidad a las humanidades. El crítico y el hombre están demasiado vigilantes y vivos en él. Le es imposible no entender y denunciar el cinismo de este pensamiento de Barrés: “Que los pobres tengan el sentimiento de su impotencia he ahí una condición primaria de la paz social”. El fariseismo del intelectual ante el proletariado, empuja a Guehenno, deferente y atento, pero no por esto menos nauseado, a tomar abiertamente el partido de Calibán. En la clase que lucha por un orden nuevo, están todos los valores morales de la civilización. Al innoble razonamiento de Barrés, opone este juicio ciertamente más filosófico y verdadero: “Le rebelión es la nobleza del pobre”. Guehenno presta estas palabras a Calibán: “En un mundo de egoísmo y de lucro, me ocurre ser la sola potencia desinteresada. Se ha visto a los míos renunciar al éxito, a las sinecuras, a los puestos, fuertes y puros. Algunos que se vendieron fueron pagados a alto precio: obtuvieron los primeros cargos en los Estados. Pero la masa de los Calibanes fue apenas quebrantada por esto. Continúa diciendo no a un mundo en el cual no reconoce la belleza de sus sueños. Y toda nobleza viene a Europa de este movimiento que pone en ella los gestos de la Calibán, las multitudes obreras que, en el instante en que reclaman pan piensan todavía en organizar el mundo”. “Entre la Bolsa de Trabajo y el Instituto, quién sabe, después de todo, dónde se hace el menester más humano? Si los secretarios de sindicatos y sabios de academias consintieran un instante en mirarse, no se despreciarían tanto. Yo los veo a unos aplicados al trabajo de deshacer y desatar, un hilo después de otro, la red que la obstinada fatalidad no cesa de tejer alrededor nuestro, vencer esas leyes de bronce a las que nos somete la pesada economía del mundo. En el más fatal de los siglos, buscan los medios de tornarse amor de las cosas, nuestras duras dominadoras, e intentan, con un maravilloso coraje, restituir al corazón y a la razón la supervigilancia y el control del universo”. “Nuestro verdadero mérito al fin del último siglo habrá sido el organizar la insumisión y la batalla”.
El autor de “Calibán Parle” no se ha formado en esta lucha. A la meditación del sentido moral y humano de las reivindicaciones de las masas, ha llegado por la vía cara a M. Julien Benda, por la vía del “clero”. Su libro de nada está tan distante como de ser el resultado de una crítica de inspiración marxista. Guehenno es un intelectual puro, en el sentido de que no obedece sino a la lógica de su especulación. No proviene de ningún equipo marxista ni de ninguna Casa del Pueblo. Ha hecho su aprendizaje de pensador, meditando a autores tan diversos como Michelet, Taine, Renán, Proudhon, Jaurés, Barrés, Peguy, etc. En el segundo capítulo de su libro, al hablar de la “difícil fidelidad”. Guehenno expone su propio drama. El obrero que se transforma en un intelectual, pierde su fe, su sentimiento de clase. Usando el término de Barrés podría decirse que “de deracine”, se desarraiga. “El espíritu engaña, la belleza seduce, la felicidad descasta. Y yo sentía una suerte de felicidad. Era un blando abandono, animación todavía, pero en la paz; después de meses de tensión apasionada, una embriaguez indulgente. No se lee impunemente los libros. La única luz que me guiaba, antes de que los hubiese leído, no se dejaba ver ya en el juego de sus mil pequeñas flamas. Yo adoraba antes un solo ídolo: los dioses se habían multiplicado. La cultura tiene a veces al principio este efecto de destruir el carácter. Nos hace parecer a esos actores que, a fuerza de ensayar todas las transformaciones, terminan por perder toda personalidad”. Así habla Calibán o mejor, así habla Guehenno después de un largo trato con las ideas. Guehenno ha descubierto el pragmatismo de las ideas, la servidumbre del pensamiento. “La cultura -tal como la conciben los “pedantes autoritarios” con quienes polemiza- no tiene otro objeto que es de hacer jefes y el de justificarlos a la vez. A la ciencia que determinaba lo que debe ser y que descubría mundos más generosos, ellos no le demandan más que legitimar lo que es. Una extraña y monstruosa connivencia asocia la cultura así sofisticada y la autoridad social el saber y la riqueza, y es la característica más eminente de lo que ellos llaman civilización”. No es distinto, fundamentalmente, el lenguaje de los marxistas. Pero lo que confiere especial valor al testimonio de Guehenno es, precisamente, su no marxismo. Todas sus meditaciones, revelan una rigurosa preocupación de no traicionar al Espíritu, de no emplear sino razonamientos de humanista. Las páginas más eficaces de su libro son, acaso, aquellas en que denuncia el bizantinismo y el diletantismo de la Ciencia y del Arte de la decadencia. Guehenno conoce de cerca a esta gente y podría describirnos minuciosamente a cada uno de sus especímenes. ¿Cuál es la imagen más exacta que de ellos nos ofrece? “Me los represento siempre -dice- en una cámara rodeada de espejos. Cada uno mira delante de su innumerable imagen un drama patético, se pone sucesivamente las máscaras del cínico, del epicúreo, del estoico, y declama a veces con florido lenguaje. Viene el aburrimiento y el drama se interrumpe por el tiempo necesario para hacer una nueva provisión de máscaras y de imágenes”. ¿En qué época de la historia, se encuentra a la “inteligencia” y al “espíritu” entregados al mismo juego banal y elegante? La respuesta de Guehenno coincide con la de otros pensadores sagaces: “Graeculi esurientes”. Es así como pequeños griegos hambrientos, que habían tenido la misión de mezclar el espíritu a la pesada masa romana, se cansaron un día. No escucharon más al genio liberador que largo tiempo les había hablado. Tenían hambre y no se preocuparon, para comer y vivir, más que de divertir a sus amos y de fortificar laboriosamente los prejuicios que aseguraban su dominación. El espíritu carecía de coraje y la sabiduría de atención. Entonces hombres innumerables de quienes nunca se hubiera pensado que tenían también un alma destruyeron este mundo fútil. La ciudad que la razón caduca les negaba, se derrumbó. Ellos buscaron en una fe nueva la comunión humana”.
Testimonio de intelectual, requisitoria de humanista, el hermoso libro de Jean Guehenno convida a la más actuales y fecundas reflexiones. Es un enérgico estimulante del juicio histórico, del examen de consciencia de una generación que oscila entre la desesperanza y la traición.

José Carlos Mariátegui La Chira

Camino al Bosque de Matamula

En el camino al bosque de Matamula.
De izquierda a derecha: Miguel Adler, Jorge del Prado, José Carlos Mariátegui, Noemí Milstein, Blanca del Prado, Ricardo Flórez.

Malanca, José

Camino al Bosque de Matamula (II)

Grupo de amigos de José Carlos Mariátegui caminando por la Av. Country (Hoy Av. Salaverry) con dirección al bosque de Matamula.
De izquierda a derecha: Jorge del Prado, Blanco del Prado, José Malanca, Ricardo Martínez de la Torre, Noemí Milstein, Miguel Adler y Ricardo Flórez.

Malanca, José

Campo Deportivo en Vitarte

Fotografía del Campo deportivo donde se desarrolló la partida de Foot-ball durante el agasajo de la Fiesta de la Planta en Vitarte el 30 de enero de 1927.
Al reverso de la imagen con letra de Mariátegui: 18 cent. ancho.

Revista Amauta

Cargo por pago de Servicio, 26/3/1930

Recibí del Sr. José Carlos Mariátegui , la suma de diecisiete soles, ochenta y dos centavos importe de varios grabados, cuyas dimensiones se indican.
Fecha: 26 de marzo de 1930.

Martínez, Sergio

Carolita

1 fotografía del óleo "Carolita" realizado por Emilio Pettoruti en 1925.
Al reverso de la imagen con letra de Pettoruti: "Carolita" (retrato) por Pettoruti
y con letra de José Carlos Mariátegui: grano fino 10 cent ancho

Pettoruti, Emilio

Carta a Joaquín Edwards Bello, 27/12/1929

Lima, 27 de diciembre de 1929
Estimado amigo y compañero:
No he tenido más noticia de Ud. después del envío de la penúltima edición de El Roto que unas líneas de afectuoso recuerdo al margen de un recorte de la "La Nación". Hace pocas semanas, remitiéndole "Poesías" de Eguren y los últimos números de "Amauta" reclamaba sus noticias. Pero después he sabido por Concha Romero de Jame que los envíos a "La Nación corren el riesgo de todas las redacciones y que no había llegado jamás a sus manos, por ejemplo, el ejemplar de "7 ensayos de interpretación de la realidad peruana" que le dediqué.
Repito hoy el envío de mis "7 ensayos" y le ruego que, al acusarme recibo de estas líneas y el volumen, me haga saber si ha recibido también el libro de Eguren.
Esta carta tiene las más gentil portadora: Blanca del Prado, joven y admirable poetisa del grupo de "Amauta". Blanca del Prado no tiene aún relaciones intelectuales fuera del Perú. Se ha hecho conocer y estimar aquí mismo hace muy poco. Pero tiene dotes para imponerse. La mueve en su viaje el más simpático espíritu de aventura y de liberación. No se concibe el crecimiento, la formación libre de un artista dentro de un viajo y rígido hogar católico limeño o arequipeño. Blanca necesita romper algunas trabas para afirmar su personalidad.
La recomiendo vivamente a su amistad. Tiene todo el afecto de "Amauta". donde a Ud. se le recuerda siempre con gran aprecio.
Tengo el proyecto de establecerme en Buenos Aires por algún tiempo. He recibido la invitación de "La Vida Literaria" en días que estaba en Lima Waldo Frank quien me ha animado mucho a este viaje. En Buenos Aires puedo resolver el problema de movilidad: la ortopedia está ahí, según me dicen todos, muy perfeccionada. Y necesito, además, respirar finalmente la atmósfera de un país libre. En el Perú sostengo desde hace cinco años una lucha muy difícil. Hace algunas semanas he estado preso en mi casa con todo los míos. La policía ocupó mi casa y se apoderó de todos los papeles, hasta de los recortes de los artículos publicados. A los tres días me dejaron en libertad.
Y días después me restituyeron mis papeles, con protestas de consideración. Pero la verdad que carezco de garantías. Y que estoy cansado ya de mi inmovilidad. No creo que a nuestra edad se puedan pasa más de cinco años sedentarios.
Aunque es grande mi interés de visitar el sur del Perú, haré el viaje a Buenos Aires por Chile. Quiero pasar por Valparaiso y Santiago y estrechar la mano de algunos amigos, entre los que Ud. es el primero.
Escríbame bajo sobre dirigido a Guillermina M. de Cavero, Sagástegui 663 altos, Lima.
Y reciba el mejor abrazo de su devotísimo amigo y compañero.
José Carlos Mariátegui
A Joaquín Edwards Bello
Santiago.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Abelardo Hurtado de Mendoza, 10/5/1927

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original)
Lima, 10 de mayo de 1927
Sr. Abelardo Hurtado de Mendoza
Morococha
Muy señor mío:
La exposición que publicamos en el No. 8 de "Amauta" respecto a la situación financiera y el programa administrativo de la revista, lo informará a Ud. de la organización, a la fecha bastante avanzada, de la Sociedad Editora "Amauta". Sobre esta ampliación de las bases económicas de "Amauta", que entra resueltamente en un periodo de estabilización y desarrollo, llamamos la atención de Ud. seguros de su cooperación entusiasta.
Si es posible colocar entre los amigos y simpatizantes de su población a algunas acciones, encargamos a Ud. la gestión respectiva. El valor de la acción es de Lp. 5.0.00 pagaderas así: el 50% al suscribir la acción y el resto en cinco armadas mensuales. Los pedidos deben ser dirigidos a Josep Carlos Mariátegui, organizador de la Sociedad.
Debiendo la Sociedad asumir la administración de la revista desde el No. 9, nos urge praticar a la brevedad posible la liquidación de las cuentas de "Amauta" hasta el No.8, a cargo de José Carlos Mariátegui. Para esto contamos con el concurso de nuestros agentes.
Su debe hasta el No. 7 asciende ala suma de Lp. 4.0.00, cantidad que rogamos a Ud. nos la remita por giro postal o por un cheque comprado a cualquier comerciante de la localidad. Si tuviera Ud. números sobrantes, le rogamos cargarlos a la cuenta del No. 8que le hemos expedido por correo pasado.
Con los más cordiales sentimientos, me es muy grato suscribirme de Ud. atte. y S.
Administrador

Sociedad Editora Amauta

Carta a Abelardo Hurtado de Mendoza, 11/7/1927

Lima, 11 de julio de 1927
Sr. Abelardo Hurtado de Mendoza,
Morococha
Muy señor nuestro:
Hemos esperado su visita después de su llamada por teléfono a José Carlos Mariátegui. No habiéndola recibido, suponemos que algún motivo urgente debe haberle obligado a partir para Morococha, sin cumplir este deseo. Nos apresuramos por esto a decirle, en respuesta a lo que nos trasmiten de la librería Minerva, que no hemos recibido de Ud. más remesa que la que aparece abonada en la cuenta que le hemos remitido; que tampoco hemos recibido la suma de Lp. 2 que nos comunicó Ud. haber cobrado a Pajuelo; y que en el correo nos informan que toda nuestra correspondencia llega a su destino. Le rogamos pues enviarnos los comprobantes de los certificados para formular, si ha habido pérdida postal, la debida reclamación. Si nos ha hecho Ud. el envío por medio de algún viajero, su comisionado no ha cumplido su encargo.
Lo que le ha ocurrido Ud. al tratar de visitar a Mariátegui, nos ha sorprendido ingratamente. Es algo verdaderamente excepcional. Mariátegui está en completa libertad y a su casa donde funciona la administración de Amauta, se entra y sale libremente.
En espera de su respuesta y con attas. consideraciones, nos repetimos de Ud. como Ss. Ss.
Administrador

Martínez de la Torre, Ricardo

Carta a Abelardo Hurtado de Mendoza, 22/4/1927

Lima, 22 de abril de 1927
Sr. Abelardo Hurtado de Mendoza
Morococha
Muy señor mío:
Acuso recibo de su carta de 29 de marzo, en la que nos anuncia un giro postal para el 2 de abril. Como hasta ahora no lo hemos recibido ó sea en el transcurso de veinte días, nos vemos obligados a manifestárselo.
Solicitamos de Ud. que, a la brevedad posible, nos mande la lista de suscriptores que nos ha ofrecido.
La editorial Minerva está organizando una Oficina del Libro que entrará en funciones el mes próximo y que podrá servirlo enseguida atendiendo cualquier pedido, pues a esta oficina bibliográfica se han adherido todas las principales librerías de la capital.
La reimpresión del primer número se hará seguramente dentro de 2 o 3 meses.
Cualquier sugestión de Ud. sobre los medios de propaganda que convengan a la mayor circulación de la revista en su sector , será atentamente acogida por esta administración.
En espera de su pronta respuesta, me repito de Ud. S.S
Administrador.

Martínez de la Torre, Ricardo

Carta a Abelardo Hurtado de Mendoza, 7/3/1927

[Transcripción literal]
Lima, 7 de marzo de 1927
Sr. Abelardo Hurtado de Mendoza
Morococha
Muy señor mío:
Acusamos recibo de su carta de 17 de febrero de la tenemos debida nota.
Anotamos en su cuenta con "Amauta" $12.80 en pago de cuatro suscriciones por el pte. año descontada la comisión de 20%.
Suponemos que con el restablecimiento del servicio de correos ya están en su poder las 10 colecciones que nos pide.
Celebramos el que haya podido arreglar con José Pajuelo la forma de arreglar la deuda que tiene dicho señor con "Amauta", y con la Editorial "Minerva". Es conveniente se entreviste con los 19 suscritores que nos dice que hay por cobrar y le cobre, pues seguramente han estado recibiendo la revista.
Agradeciendo su cooperación a la labor de cultura en que estamos empeñados me es grato repetirme de Ud. atte. y S.S.
Administrador

Sociedad Editora Amauta

Carta a Alejandro Edilio Borges, 31/1/1928

Lima, 31 de enero de 1928
Sr.
A. Edilio Borges
Maracaibo
Muy señor nuestro:
Por no haber recibido respuesta de Ud. a nuestra última, no nos ha sido posible enviarle el No. 10 (especial doble, con el cual ha reanudado "Amauta" su publicación regular. con la carta referida y con fecha 15 de junio le acompañamos su cuenta de la que le adjuntamos ahora copia, encareciéndole su cancelación.
Como ya le hemos informado, a la vez que nuestra revista, mejorada por la colaboración de notables escritores y artistas del Continente, podemos servirle nuestras ediciones y las de la Editorial Minerva. De dos obras, les hemos enviado hace algunos meses nuestras. El anuncio de los libros publicados y en prensa lo encontrará Ud. en la revista.
Esperando sus órdenes me es muy grata repertirnos de Ud. muy atentamente.
Administrador

Sociedad Editora Amauta

Carta a Ana Chiappe de Mariátegui, 6/7/1925

Chosica, 6 de julio de 1925
Anita mia,
ho passato la domenica in buona compagnia, ma siccome non c’eri te, siccome non c’erano i bimbi m’a sembrato di essere un pó solo. Posada mi consegno la tua lettera. Giulio mi disse che te trovavi bene.
Attendo questo giovedi, che mi sembra un po lontano quantunque sia cosi vicino. Per sentirmi non tanto solo fino giovedi ti scrivo queste righe. Cosi mi pare di essere un po con te. Mi pare che dialoghiamo, che te sono vicino e che anche tu almeno in pensiero sei presso di me.
Sceglie un regalo per il piccino. E baccialo per me finche un pó piu tardi lo bacci io stesso il suo giorno. Non esere avara con lui. Non essere stirchia.
Te curi? Spero di vederti meno magra. Altrimenti, lo sai, non ti permettero di lavorare.
Se puoi, portami un livro che si trova tra i livri grossi: un livro grigio che si titola “Ideas para una nueva concepción biológica del mundo”. Portami anche un pó di buste. E niente altro.
Non mancare, non mancarmi il giovedi. E la festa di Sigfrido; é anche una festa nostra. Piú loro crescono, piú loro fioriscono, piú sento che i giorni della nascita di Sandro e Sigfrido sono stati due giorni di festa della mia vita. M’hanno fatto amare in te, doppo della sposa, la madre, la donna feconda, sorgente di vita, di bellezza e di grazia divina.
Ti baccia con amore il tuo.
José

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Ángela Ramos, 5/5/1929

Lima, 5 de mayo de 1929
Querida y grande amiga:
Aunque no hagan falta mis palabras para que Ud. sepa mi reconocimiento, quiero que nuestro común amigo Adler le lleve estas líneas de gratitud por su generoso y excesivo testimonio de amistad y simpatía. Sólo un alma femenina como la de Ud. puede poner tanta generosidad y ardimiento en sus gestos.
No emplearé para protestar amicalmente de su iniciativa, palabras rituales de modestia. Pero sí puedo decirle con sinceridad que no creo haber hecho aún lo bastante para merecer un homenaje como éste. Me tranquiliza la idea de que hay en esta actitud, ante todo, simpatía y aliento a una obra que, como obra ideológica renovadora, es mucho más que un esfuerzo personal. Gracias, querida Ángela. Adler le dirá lo que no expresa este rápido y reconocido mensaje. Saludos afectuosos a Felipe y mil cariños a sus niñas.
Anita se asocia profundamente a mis sentimientos y yo espero que pronto me sea dado estrechar personalmente su noble mano amiga.
Su devotísimo compañero
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Anna Chiappe de Mariátegui, 19/6/1925

Chosica, Quinta Pesce, 19 de junio de 1925
Carissima,
Come forse ti avrá giá detto Antonio il viaggio fu buono. La prima impresione della casa é anche buona. Ci sono anche bambini. Una bimba un pó piú grande del nostro gordito s’é fatta subito mia amica. Il clima é straordinario. Immediatamente si sente il cambio. Oggi comincieró i bagni di sole. Non trascurare la tua salute, te prego. Prende molto late e mangia bene.
Domani, cuando riscuoterai a Mundial e Variedades, vuota la casella postale. Cuando verrai mi porterai i giornali e riviste. Se arrivano i libri farai come t’ho detto.
Compra una spugna di gomma che mi ci vuole. Credo che ci sono da Colville. Compra anche le pile per il campanello.
Bacci a Sandrino e Sigfredo. E per te tutti i pensieri del tuo
José Carlos
Saluti di mama chi ricorda molto tutto il giorno ai bambini

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Antonieta, Humberto, Teresa, Jorge y Juan Falcón; Sin Fecha

Querida Antonieta:

Tu carta me agradó sobretodo por el saludo delicioso de su sinceridad y cariño.
Escríbeme con más frecuencia.

Querida Teresa:
Te agradezco con toda el alma las flores que me has mandado. Las recibí como un dulce y cariñoso recuerdo tuyo.

Humberto:
Escríbeme siempre y no importa que no te conteste, no lo hago como quisiera porque estoy muy ocupado. No te preocupes de la letra. Me he comprado una buena luna de aumento.

Jorgito:
Por ahora te mando muchos besos. Las propinas irán cuando se pueda.

Para Juan :
Mucho gusto tuve al leer tu carta, en la que se rebelan tus buenos propósitos de no desatender a nuestra casa y de formalidad en el trabajo. Estas intenciones no han parecido sin deseo. Confío en que sabrás cumplir tus promesas.
Te devuelvo con el mismo cariño las frases de salud que me envías.

Próximamente, te escribiré con mas detenimiento.

Para todos mis hermanos un cariñoso abrazo y para Juan un saludo muy efusivo.

César

Falcón, César

Carta a Artemia de Falcón, 27/05/1910

Barbadillo, 27 de mayo de 1910

Sra.
Artemia G. vda de Falcón
Pte
Querida mamá:

Me exiguo que te conteste tus cartas, que me mandaste el otro día con Juan, respecto a todo lo que me dices no te puedo contestar porque te escribo muy de prisa.
En cuanto a la parte principal de tus encargos te puede contestar que no sé si podré mandarte lo que me pides, pues he recibido veinticinco soles como te consta y todavía no se ha acabado el segundo mes y ya debo en el cambio de comida treinta y cinco soles así es que de los ochenta soles, si es verdad que son cuarenta al mes, pues todavía no he arreglado con xxxx, solo me tocaría de quince a veinte a soles, sin embargo yo le voy a pedir el 31 los treinta soles que me pides y si no me da, te mando lo que me de y te escribo autorizándote para que vendas el caballito.

De todas maneras espérate hasta el 2 esto es hasta el jueves.

Si has arreglado algo de "La Prensa" mándame decir inmediatamente para cancelar todas mis cuentas y vender el caballo para que te mudes.
¡Cuidado como te sala la criada respondona con la mundanza!
Dale muchos saludos a todos mis hermanos y en especial a Jorge, a Humberto dile que estoy muy pobre, que en cuanto tenga le daré lo que me pide.
Recibe un fuerte abrazo de ... tu hijo

César Falcón Garfias

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 03-05/1920

A dona Artemia G. de Falcón

Mi madre, en Lima

Querida madre

He recibido tu carta del treinta de marzo. Ya te contesté la anterior; pero no sería extraño que recibieses las dos juntas. ¡Hoy anda al correo!

Cada una de tus cartas me alegra y, al mismo tiempo, me entristece. Lo primero al recibirla y al leerla lo segundo. Cuando acepté venir a Europa lo hice pensando, sobretodo, en que había conseguido proporcionarte un tiempo de tranquilidad y bienestar. No sospeché que pudieras continuar sufriendo las estrecheces que me relatas en tus cartas. Ahora, al saberlo, casi me pesa el haber salido de Lima, porque no me basta con el provecho que yo he recibido. Mi anhelo ha sido siempre, lo es y lo será, que antes que yo sean felices tú y mis hermanos.

Aun quiero ser optimista. Espero que las nuevas mesadas te hagan permitido normalizar tus gastos, que a la fecha vivas con más comodidad.

Yo vivo también estrechamente. Hasta ahora, por fortuna, me pagan con puntualidad. El cónsul de Barcelona es amigo mío y se apresura a remitirme mi sueldo apenas le mando mi recibo. Pero es muy poca la cantidad de dinero que recibo y por ello no puedo vivir mejor.

Para remediar un tanto está pobreza estoy tratando de ganar dinero aquí. Será muy fácil si quisiera conseguir lo suficiente para crece. Mas mi propósito es no solicitar una situación secundaria y mezquina. Y, claro es, de pronto y en el momento que quiera no puedo encontrar lo que a mí me conviene.

Muy pronto se publicará un libro mío. No creo que me rinda ni mucho ni poco dinero. Pero después de su publicación podré dedicar mayor tiempo a escrebir en los periódicos y otros libros, que escribiré enseguida, me proporcionarán mayor utilidad.

La falta de dinero me ha impedido enviarles todos los regalos que hubiera querido. Algo les mandaré, sin embargo los abrigos a los chicos, aunque no sé cuando, porque están muy caros.

En "El Comercio" he leído la noticia de la muerte de […] Garfias. Fue, según parece, el veinticinco de marzo. Tu carta del 30 no me dice nada. ¿Es que no lo sabías?

Dile a Del Águila que me escriba y salúdalo.

Muchos besos para mis hermanos y un abrazo de todo corazón para ti.

César

Madrid, mayo, el 3 de 1920

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 1/02/1915[1916]

Huánuco, 1 de febrero de 1915 [1916]

Sra. Doña Artemia G. vda de Falcón
Lima

Querida madre:

Mucho, muchísimo, siento no poder remitirte hoy tu mensualidad. Un inconveniente de última hora me relega a proteger el envío hasta el próximo correo. El administrador de correos se ha negado a darme los giros hasta mañana, diciéndome que solo puede darlos hasta las cinco de la tarde de la víspera de la salida del correo. Por esta circunstancia, me veo precisado a no mandarte nada hoy, con hondo sentimiento. En el correo del viernes te lo enviaré, sin falta. Ten paciencia. Es cuestión de tres días más.

El domingo recibí dos cartas tuyas. Tu pobreza me entristece profundamente, y más todavía, porque me encuentro en la desesperante imposibilidad de remediarla como quisiera. Las mismas penurias que te afligen, sufro yo. Mi estrechez monetaria es, según vas las cosas, irremediable. De nada me ha servido el aumento de sueldo, pues, aquí como allá, no me faltan días en las que no
tengo un centavo, y, lo que es peor, aun no me es dado atenderte con la holgura indispensable. Siempre lo mismo, lo mismo, y a decir verdad, sin esperanza, mientras permanezca aquí, de mejorar. No obstante, yo tengo la ilusión de que pronto me vendrán épocas mejores.

Todavía no tenemos determinado el viaje a las provincias. Solo eso puedo decirte, un proyecto, pero un proyecto con muchas probabilidades de realizarlo. Los preparativos se llevan a cabo en constante actividad. A la fecha, salvo pequeños asuntos de última hora, solo me falta montar. Como te lo he ofrecido, te avisaré mi partida oportunamente.

Cabe decir, espero arreglar mi viaje a Lima a mi regreso de las provincias. Confío en que todo me saldrá bien.

Pronto contestaré las cartas que debo. Que no desesperen los interesadas.

Saluda muy cariñosamente a todas mis hermanas, a Juan y a [] y recibe un fuerte abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

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