Viajes

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09.04.05

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  • COMERCIO INTERIOR

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  • OECD Macrothesaurus

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José Carlos en el Piccolo de Eden con amigos (I)

José Carlos Mariátegui en el restaurante Il Piccolo Eden en la ciudad de Nervi, Génova, Italia.
Lo acompañan, de izquierda a derecha: Maurice Benbassat estudiante de economía de la Universidad de Génova, quién compartió la pensión donde vivía Mariátegui, y el señor Navach (el del bigote). El cuarto personaje no ha sido identificado aún.

Archivo José Carlos Mariátegui

José Carlos en el Piccolo de Eden con amigos (II)

Otra vista de José Carlos Mariátegui en el restaurante Il Piccolo Eden en la ciudad de Nervi, Génova, Italia, con Maurice Benbassat estudiante de economía de la Universidad de Génova, quién compartió la pensión donde vivía Mariátegui, y el señor Navach (el del bigote) y un cuarto personaje no ha sido identificado aún además de dos personas del restaurante (mozo en traje blanco y dama de pelo rubio, ambos al centro).

Archivo José Carlos Mariátegui

Artemio Ocaña, José Carlos Mariátegui y F. Gulda

José Carlos Mariátegui sentado en medio de Artemio Ocaña y F. Gulda en las inmediaciones de la plaza de San Pedro, Vaticano, Roma, en la espera de la elección del nuevo papa Pío XI sucesor de Benedicto XV.
A su derecha: Artemio Ocaña
A su izquierda: F. Gulda.

Archivo José Carlos Mariátegui

Giro Cablegráfico

Giro cablegráfico realizado por Amalia La Chira Vda. de Mariátegui a su hijo José Carlos Mariátegui, a través del Banco Italiano por el monto de 1560 liras.
Fecha del giro: 27 de enero de 1920
El giro fue hecho mientras José Carlos Mariátegui se encontraba en Roma.

Banco Italiano

Waldo Frank en Lima

Contra mi hábito, quiero comenzar este artículo con una nota de intención autobiográfica. Hace más de cuatro años que escribí mi primera presurosa impresión sobre Waldo Frank. No había leído hasta entonces sino dos de sus libros, “Nuestra América” y “Rahab” y algunos artículos. Este eco sudamericano de su obra, no habría sido advertido por Frank sin la mediación acuciosa de un escritor desaparecido: Adalberto Varallanos. Frank recibió en New York con unas líneas de Varallanos el número del “Boletín Bibliográfico de la Universidad” en que se publicó mi artículo y me dirigió cordiales palabras de reconocimiento. Empezó así nuestra relación. De entonces a hoy, los títulos de Frank a mi admiración se han agrandado. He leído con interés excepcional cuanto de él ha llegado a mis manos. Pero lo que más ha aproximado a él es cierta semejanza de trayectoria y de experiencia. La razón íntima, personal, de mi simpatía por Waldo Frank reside en que, en parte, hemos hechos el mismo camino. En este artículo que es, en parte, mi bienvenida, no hablaré de nuestras discrepancias. Su tema más espontáneo y sincero es esta afinidad. Diré de qué modo Waldo Frank es para mí un hermano mayor.
Como él, yo no me sentí americano sino en Europa. Por los caminos de Europa, encontré el país de América que yo había dejado y en el que había vivido casi extraño y ausente. Europa me reveló hasta qué punto pertenecía yo a un mundo primitivo y caótico; y al mismo tiempo me impuso, me esclareció el deber de una tarea americana. Pero de esto, algún tiempo después de mi regreso yo tenía una consciencia clara, una noción nítida. Sabía que Europa me había restituido, cuando parecía haberme conquistado enteramente, al Perú y América; mas no me había detenido a analizar el proceso de esta reintegración. Fue al leer en agosto de 1926 en “Europe” las bellas páginas en que Waldo Frank explicaba la función de su experiencia europea en su descubrimiento del Nuevo Mundo que medité en mi propio caso.
La adolescencia de Waldo Frank transcurrió en New York en una encantada nostalgia de Europa. La madre del futuro escritor amaba la música. Beethoven, Wagner, Schubert, Wolf, etc eran los genios familiares de sus veladas. De esta versión musical del mundo que presentía y amaba, nace tal vez en Frank el gusto de concebir y sentir su obra como una sinfonía. La biblioteca paterna era otra escala de esta evasión. Frank adolescente interrogaba a los filósofos de Alemania y Atenas con más curiosidad que a los poetas de Inglaterra. Cuando, muy joven aún, niño todavía, visitó Europa, todos sus paisajes le eran familiares. La oposición de un hermano mayor frustró su esperanza de estudiar en Heidelberg y lo condenó a los cursos y al clima de Yale. Más tarde, emancipado por el periodismo, Frank encontró, finalmente, en París todo lo que Europa podía ofrecerle. No solo se sintió satisfecho sino colmado. París, “ciudad enorme, llena de gentes dichosas, de árboles y de jardines; ciudad indulgente a todos los humores, a todas las libertades”. Para el periodista norte-americano que cambiaba sus dólares en francos, la vida en París era plácida y confortable. Para el joven artista de cultura cosmopolita, París era la metrópolis refinada donde hallaban satisfacción todas sus aficiones artísticas.
Pero la savia de América estaba intacta en Waldo Frank. A su fuerza creadora, a su equilibrio sentimental, no bastaba el goce fácil de Europa. “Yo era feliz-escribía Frank en esa confesión, en la que estaban ya los motivos de su primera conferencia de Lima-, no era necesario. Me nutría de lo que otros, en el curso de los siglos, habían creado. Vivía en parásito; este es al menos el efecto que yo me hacía”. En esta frase profunda, exacta, terriblemente cierta: “yo no era necesario”, Frank expresa el sentimiento íntimo del emigrado al que Europa no puede retener. El hombre ha menester, para el empleo gozoso de su energía, para alcanzar su plenitud, de sentirse necesario. El americano al que no sean suficientes espiritualmente el refinamiento y la cultura de Europa, se reconocerá, en París, Berlín, Roma, extraño, diverso, inacabado. Cuanto más intensamente posea a Europa, cuanto más sutilmente la asimile, más imperiosamente sentirá su deber, su destino, su vocación de cumplir en el caos, en la germinación del Nuevo Mundo, la faena que los europeos de la Antigüedad, del Medioevo, del Renacimiento, de la Modernidad nos invitan y nos enseñan a realizar. Europa misma rechaza al creador extranjero al disciplinarlo y aleccionarlo para su trabajo. Hoy, decadente y fatigada, es todavía asaz rigurosa para exigir de cada extraño su propia tarea. La hastían las rapsodias de su pensamiento y de su arte. Quiere de nosotros, ante todo, la expresión de nosotros mismos.
De regreso a los veintitres años a New York, Waldo Frank inició, bajo el influjo fecundo de estas experiencias, su verdadera obra. “De todo corazón -dice. Me entregué a la tarea de hacerme un sitio en un mundo que parecía marchar muy bien sin mi”. Cuando, años después, tornó a Europa, ya América había nacido en él. Era ya bastante fuerte para las audaces jornadas de su viaje de España. Europa saludaba en él al autor de “Nuestra América”, al poeta de “Salvos”, al novelista de “Rahab”, “City Block”, etc. Estaba enamorado de una empresa difícil, pensando en la cual exclamaba con magnífico entusiasmo: “¡Podemos fracasar, pero tal vez acertaremos!”. Al embarcarse para New York, Europa quedaba esta vez detrás de él”.
No es posible entender todo el valor de esta experiencia, sino al que, parcial o totalmente, la ha hecho. Europa para el americano, -como para el asiático- no es solo un peligro de desnacionalización y de desarraigamiento; es también la mejor posibilidad de recuperación y descubrimiento del propio mundo y del propio destino. El emigrado no es siempre un posible “deraciné”. Por mucho tiempo, el descubrimiento del Nuevo Mundo es un viaje para el cual habrá que partir de un puerto del Viejo continente. Waldo Frank tiene el impulso, la vitalidad del norte-americano; pero en Europa ha hecho, como lo digo de mi mismo en el prefacio de mi libro sobre el Perú, su mejor aprendizaje. Su sensibilidad, su cultura, no serían tan refinadamente modernas si no fuesen europeas. ¿Acaso Walt Withman y Edgard Poe no era más comprendidos en París que en New York, cuando Frank se preguntaba, en su juventud, quienes eran los “representative men” de Estados Unidos? El unanimismo francés frecuentaba amorosamente la escuela de Walt Withman, en una época en que Norte-América tenía aún que ganar, que conquistar a su gran poeta.
En la formación de Frank, mi experiencia me ayuda a apreciar un elemento: su estación de periodista. El periodismo puede ser un saludable entrenamiento para el pensador y el artista. Ya ha dicho alguien que más de uno de esos novelistas o poetas, que miran al escritor de periódicos con la misma fatuidad con que el teatro miraba antes al cine, negándole calidad artística, fracasarían lamentablemente en un reportaje. Para un artista que sepa emanciparse de él a tiempo, el periodismo es un estadio y un laboratorio, en el que desarrollará facultades críticas que, de otra suerte, permanecerían tal vez embotadas. El periodismo es una prueba de velocidad. Terminaré esta impresión desordenada y subjetiva, con una interrogación de periodista: ¿Del mismo modo que solo un judío, Disraelí llegó a sentir en toda su magnificencia, con lujo y fantasía de oriental, el rol imperial de Inglaterra, en la época victoriana, no estará reservada a un judío, antes que a un puritano, la ambiciosa empresa de formular la esperanza y el ideal de América, en esta edad cosmopolita?
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Victoria Ferrer, 18/3/1920

Roma, 18 de marzo de 1920
Victoria:
No me ha venido ninguna nueva tuya. Te escribo hoy para enviarte otra remesa destinada a resarcirte un poco de tus últimas estrecheces. Habría querido indemnizarte mejor; pero no me ha sido posible. La vida aquí es demasiado cara para los extranjeros. Y más para los extranjeros que, como yo, tienen que satisfacer, junto con las necesidades de la vida física, las necesidades no menos imperiosas de la vida intelectual.
Conforme a tu deseo, he escrito a Santillana. Aguardo su respuesta. No creo que tenga inconveniente para aceptar su designación.
Me interesa saber si te han llegado oportuna y prontamente mis anteriores remesas y mis varias cartas. Por mis simples cartas me preocupo menos naturalmente. Sé que no te pueden ser gratas y queridas como te habían sido en otros tiempos. Pero siempre me disgustaría que alguna de ellas se hubiera extraviado o rezagado.
El cheque es por doce libras esterlinas (Twelve pounds sterlings). Girado en la misma forma que los precedentes.
Dame muchas noticias de María Gloria. (¿Porqué no María Gloria en vez de Gloria María?). Dame también noticias de tu salud que anhelo hayas recuperado plenamente.
Cuida de acusarme recibo de todas mis cartas indicándome, por supuesto, sus fechas.
Saluda a los tuyos expresándoles mi buen recuerdo.
Con muchos besos para la bambina y uno para ti —si tú gustas— se despide de ti hasta la próxima, muy afectuosamente
José Carlos
P.D. Con la anterior te remití unas postales. Que Beatricita, a quien renovarás mis recuerdos, excuse la molestia de cobrar el cheque.
Vale.

José Carlos Mariátegui La Chira

Tarjeta Postal de Eleonora

Barga (Lucca), 8 de octubre de 1920
Gentil.mo Signore
José Carlos Mariátegui
Hotel Pension Centrale
Nervi
(Genova)
Gentil.mo Sig. Mariátegui,
ho ricevuto la Sua cartolina della quale La ringrazio e mi fanno piacere le Sue buone notizie. Andrá presto a Parigi col dottore? Fabel tempo a Nervi? Vedesse Barga com’è mal ridotta dopo il terremoto! Fa pena andare in paese e vedere tutte le case appuntellate ed alcune mezze diroccate. Anche nella nostra ci sono giá i muratori. Ossequi al Sig. Bentassat e a Lei infiniti saluti
Eleonora [más un apellido no descifrado]

Eleonora

Tarjeta Postal de P. Carpio O. P, 19/5/1920

Torcello (Venezia), 19 de mayo de 1920
Sr. Carlos Mariátegui
29 Corso d’Italia
Roma
Estimadísimo amigo:
He venido a este saccello con due confratelli ¡y en góndola! Recibí ayer su expresso a Bologna.
Recordándolo siempre, le mando mis recuerdos y saludos afectuosos con sincero deseo de todo bien.
Su afmo.
P. Carpio O.P.

Carpio O.P, P.

Tarjeta Postal de P. Carpio O. P, 11/5/1920

Bologna, 11 de mayo de 1920
Sr. José Carlos Mariátegui
Corso d’Italia N. 29
Int. 4°
Roma
Sig. José Carlos Mariátegui
Estimadísimo amigo:
Ayer dejé por fin y no con poca pena la bella ciudad de Dante y Beatriz como dicen algunos, aunque para mí también se la podría llamar muy bien la ciudad de Fr. Angélico y de Savonarola. Aquí llegué a las 6 1/2 p.m., e inmediatamente me llegué a venerar la tumba ilustre del amoroso drudo della fe cristiana, como dijo l’Alighieri, de mi gran P. Santo Domingo. Hoy he dicho la misa ante sus inmortales despojos haciendo especial recuerdo de todos mis amigos y conocidos; al hacer esto yo siento mucha satisfacción, y me parece cumplir con un grave deber. Mañana es la fiesta de otra gran santitá de Bolonia, dominica, luego fiesta de una Madonna muy amada de los bologneses. Después partiré. Le saluda muy afectuosamente el
P. Carpio O.P.

Carpio O.P, P.

Tarjeta Postal de P. Carpio O. P, 28/5/1929

Milán, 28 de mayo de 1920
Sr.
José Carlos Mariátegui
29 Corso d’ltalia
Roma
Muy recordado amigo:
Aún me tiene Ud. en Italia, y en Milán, de donde le envío la presente con mi más atento saludo. Creo haberle avisado cómo los huelguistas della posta, me hicieron perder el vapor, pues no supe precisamente, a causa de ellos, la fecha fija della partenza. Últimamente, la huelga de Verona, me detuvo tres días en Vicenza. En fin, paciencia... y q. U. se conserve bien, su afmo. P. Carpio O.P.

Carpio O.P, P.

Tarjeta Postal de Moranteu, 15/9/1921

Sr.
José Carlos Mariátegui
Legazione del Perú
Roma-Italia
Envío de P. Moranteu
París 15-IX/921
Mi apreciado amigo:
Lo saludo como siempre deseándoles tanto (…) lo mismo q. a su recordada señora. Yo por ahora pienso decididamente quedarme en París, cerrar los vientos que corren.
Creo así como una vez tuve la firme resolución de venirme fuere como fuere, ahora tengo la misma resolución para decir que me (…) al menos un año, pasado el cual iré a EEUU.
Acabo de saber que las postales se franquean con 35 (…) me excusarán si las anteriores han ido mutiladas.

Moranteu

Tarjeta Postal de P. Carpio O. P, 17/5/1920

Venezia, 17 de mayo de 1920
Sr.
José Carlos Mariátegui
N. 29 Corso d’Italia
Roma
Muy querido amigo:
Eccomi già due giorni ospite della magica Venezia! Peccato che qui non si parli il vero e clasico italiano, come a Firenze. Perche Venezia essendo cittá prettamente e caldamente italianissima, meritava di parlare nella dolce favella di Dante e Domenico Cavalca. Gradisca questo piccolo ricordo di S. Marco, dove ho pregato colla mente e col cuore per tutti i miei cari.
P.R. Carpio O.P.

Carpio O.P, P.

Tarjeta Postal de Armando Bazán,8/9/1928

París, 8 de setiembre de 1928
Señor
J. Carlos Mariátegui
Lima-
Pérou
Ap. 2107
Querido José Carlos:
Estoy de nuevo en París después de haber pasado algunos días en compañía de Vallejo. Del sitio donde estuve le escribí una carta y creo que él hizo lo mismo.
Acabo de ver Amauta. En ella viene todo el Perú que amamos tanto. Entonces uno piensa en lo que la palabra ‘patria’ quiere decir. Recibo su espíritu, mi más grande y caro amigo. Me conforta, me alienta, y quiero vencer a todo costo. Gracias hermano irremplazable.
Recuerdos para todos. Sandrito y su hermano son unos ingratos. Les escribí muchas postales. No me las contestaron.
Carmen Saco está aún en París —Como siempre encantada de las avenidas---

Bazán, Armando

Carta a Artemia G. de Falcón, 15/12/1919

San Sebastián, 15 de diciembre de 1919

Señora Doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Hace cuatro días estoy en España. Antes de llegar aquí tenía que ir a un pueblecito, cercano a la frontera, en el que debía ver a Pío Baroja, un gran hombre de España ciega amistad tiene que serme de mucha honra y provecho.

En casa de Pío Baroja, cariñosamente recibido por él, por […] pasé veinticuatro horas. Me obligaron a comer en su mesa y a dormir en su casa. Este pequeño instante de vida de hogar me ha hecho mucho bien. Ya estoy nuevamente cansado del trato frío, comercial es insincero de los hoteleros y criados.

Mañana a las cuatro y cincuenta me voy a Madrid. Estaré allí pasado mañana temprano. Tengo vehemente ansiedad por llegar, pues espero encontrar amplias y puntuales noticias de casa. Hace mes y medio que no sé nada de ustedes.

Ya te he dicho como está la vida en París. Aquí parece que no es muy buena; pero, desde luego se la pasa mejor que en la Francia. El país es de una incomprensible belleza natural. Este gran balneario donde estoy es una ciudad extraordinariamente bella y suntuosa. Aunque un poco triste por estar fuera de temporada, comprendo que aquí debe vivirse muy a gusto y con muchas regalías.

En París he comprado algunas cositas para ti, para mis hermanos. No se las he mandado todavía, porque me han parecido muy pocas. Espero comprar algo más en Madrid y mandárselas juntamente.

Hasta pasado mañana. Contestaré a todas tus cartas con una sola carta, muy larga, lo más larga posible.

Besa, de mayor a menor, a todos mis hermanos y saluda cariñosamente a Juan y a Del Águila.
Tú recibe muchos abrazos y más besos de tu hijo.

César

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 24/05/1920

A dona Artemia G. de Falcón

Mi madre, en Lima

Querida madre

Contesto tu carta del siete de abril.

Esta es una de las pocas que me ha traído amplias noticias de ustedes. Sé por ella cuántas molestias te ha ocasionado el matricular a mis hermanos. Aunque tú no me dices que lo hayas conseguido, supongo, dada la fecha en que te escribo, que ya están matriculados.

No creas que tales contratiempos me ha sorprendido. Los esperaba. Osores debió darme la beca, como me la ofreció. Si no pudo o no quiso, todas las gestiones posteriores tenían por fuerza que ser muy […] y muy poco fructuosas.

Posiblemente en el mes de agosto iré unos días a París. En posible que allí vea a Osores. Entonces me dirá por qué no decretó la beca. Ya sé que sus explicaciones de nada nos servirán para la educación de Humberto y Jorge, pero si de mucho para procedimientos personales futuros.

Te quejas con mucha insistencia de la nueva casa. No me parece que estés obligada a vivir en ella. Puedes aprovechar el tiempo y buscar otra con calma y detención. Yo no puedo decirte desde aquí hasta donde te convenga alquilar la de Carrozo. Tú debes resolverlo en conformidad con la […] que tienes. Pero, si no está, puedes conseguir otra igualmente cómoda.

Están bien empleados los artículos. Efectivamente no habiéndose publicado en "El Tiempo", perdieron su valor. En cuanto a los de "El Comercio", supongo que entre Valle y Del Águila hayan conseguido de la buena voluntad de los Miró Quesada —no tengo motivo para suponerla mala— una pequeña retribución. Cualquiera que ella sea es bastante. La publicación de ellos es la que más me interesa.

Dile a Del Águila que me escriba. Hace tres meses que no tengo carta suya.

Esfuérzate por darle a Del Águila el dinero que te he pedido.

No importa que no hayas podido apoyarme nada este año. Me basta con que me hasta recordado.

Abrazo y besos para todos mis hermanos.
Te abrazo y te besa tu hijo

César.

Madrid, el 24 de mayo de 1920

P.D. Mándame lo artículos publicados en el Correo del Perú.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 10/12/1920

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

En estos últimos días me han llegado dos cartas tuyas, una del siete y otra del veintisiete de octubre. También he recibido un retrato tuyo y otro de tu padre. Me explico el retardo por la distancia que han tenido que atravesar y las estaciones que han hecho hasta llegar a mí.

Tan pronto como reciba el retrato de tu madre mandaré hacer las ampliaciones. Te lo prometo formalmente. Quiero que la hagan aquí, en Italia, donde se hacen verdaderos prodigios fotográficos. Si el retrato de tu madre me llega antes de mi regreso a España, yo mismo contrataré las ampliaciones. En caso que las reciba en España, se lo mandaré a Mariátegui para que él lo entregue al fotógrafo con quien yo haya anticipadamente hablado.

Me ha causado mucha pena que hasta el veintisiete de octubre no te habían pagado la mensualidad de setiembre. Constantemente pienso en la manera de conseguir que te paguen con regularidad, pero no lo encuentro. Tú sabes bien que esto es imposible en las oficinas del gobierno. Ahora se habla en Europa de una contrato hecho con una casa inglesa para que le pague a todos los empleados peruanos en el punto donde se encuentren. No sé si ya estaré comprendido entre ellos ni si el contrato se llevará a efecto. Si me trasladan el pago a España, pediré que me paguen todo mi sueldo directamente y te pasaré tu pensión con toda puntualidad. Esto me parece lo más seguro. Por lo demás, creo que toda gestión que haga a la distancia será completamente inútil.

En estos días voy a ver a Osores. Le pediré una carta de recomendación para Perez Figuerola, con la cual es posible que consigas la beca para uno de mis hermanos.

Me imagino cuanto te hará sufrir la madre de Del Águila. tiene que ser una mujer exigente y muy […], incapaz de armonizar su vida con las de otras personas extrañas. Debes dejarla vivir lo más independiente posible. Como sería una maldad negarle alojamiento, procura cuanto puedas que viva en la casa como si habitase en otra distinta. De este modo te cansará menos molestias.

Mucho también me ha afligido saber que te encuentras nuevamente en trances de litigios judiciales. No te apenes por eso. Tú paga hasta donde te alcance tu renta. ¿Qué puedes hacer si no tienes más, si la irregularidad con que te pagan desequilibra tu presupuesto?

Para todo lo que se te ofrezca en estas cuestiones judiciales ve a un muchacho Leonardo Campos, muy amigo mío. Trabaja en el estudio de […], en la calle de Santa María. es un hombre muy enterado del asunto. Seguramente te atenderá con solicitud. Háblale en mi nombre. Dile que no le he escrito hasta ahora por desconocer su dirección.

Quisiera escribirle a Alicia y a Teresa una carta especial, pero me da mucha pena decirles que tú te quejas de ellas dolorosamente y recomendarles o pedirles que sean más buenas contigo. Me parece que ellas no necesitan que yo se los pida. Ellas saben como yo cuanto cariño, cuánto dolor te debemos todos. Nunca me he sentido más triste que al leer tu carta. Jamás esperé que mis hermanas te hicieran decir que prefieres morirte a vivir con ellas. Seguramente tú lo has dicho como una frase, sin darle a las palabras su verdadero sentido. Pero a mí me han hecho mucho daño. Tanto como seguramente le harían a Alicia o a Teresa si las […].

Yo espero que no te darán motivos para repetirme tales palabras. Léeles este pedazo de la carta. Estoy seguro que ellas mismas, con su comportamiento, te harán desmentirme lo que me has dicho.

En cuanto a lo que quiere aprender Humberto, yo no puedo decir nada. Tú debes resolverlo de momento con él. Me parece, sin embargo, por las cartas que te escribe, que aun está muy atrasado en su educación corriente.

Ahora estoy pasando más días en Roma. Dentro de poco iré a otras ciudades italianas. A España regresaré en los primeros días del mes próximo.

Durante mi viaje por Italia escribo artículos para "El Liberal" de Madrid. Ya he publicado algunos. Según el arreglo que he hecho, el valor de este trabajo me lo pagarán cuando regrese a Madrid. Pienso utilizar parte considerable del dinero que reciba en hacerte un regalo.

No olvido que te debo varios. Muchos abrazos para todos mis hermanos. Para ti uno especial, con todo mi corazón.
César.

Roma, 10 de diciembre de 1920.

Falcón, César

Carta a Artemia G de Falcón, 10/1/1921

A Doña Artemia G de Falcón

en Lima

Querida madre:

Acabo de recibir tus cartas del veintiseis de noviembre y del dos de diciembre.

Me alegro, aunque lo siento por él, que Del Águila y su madre se marchado de la casa. Creo que sola estarás más tranquila. Del propio Del Águila, su hubiera vivido solo, creo que habría conseguido fácilmente un mejor comportamiento. Viviendo con la madre era imposible. Me alegro, te repito, que no tengas ya esos motivos del disgusto.

He recibido los retratos de tus padres y el tuyo. Ya te he dicho que los están haciendo las ampliaciones. Te los mandaré en cuantos los terminen.

Quisiera que me mandases uno tuyo, actual, y otros de mi padre para mandarlas ampliar también. Si puedes, mándamelos todos.

En cuanto regrese a Roma compraré un juego de té de mayólica —son los más bonitos que he visto— y te los mandaré convenientemente embalado para que no se rompa. Allí irá la pelota para Humberto. Espero que mis hermanas hayan recibido ya lo que los mandé de Madrid.

Para los demás, espera mi regreso a Madrid. Es cuestión de pocos días el regreso. En los primeros del mes entrante.

Dime que resultado ha obtenido la carta de Osores.

He pasado seis días en esta ciudad a la que he venido para asistir al Congreso Socialista. Es una ciudad muy clara, luminosa y tiene un bellísimo paseo a la ribera del Mar Mediterráneo.

Mañana me voy a Milán por Génova. En Milán pasará unos días antes de regresar a Roma.

No te olvides de informarme que has resuelto en el asunto de Alicia del que tan largamente te hablé en mi carta anterior.

Muchos abrazos para todos mis hermanos. Para ti uno muy especial. y muy cariñoso.
César.

Livorno, 18 de enero de 1921.

Falcón, César

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