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La juventud española contra Primo de Rivera

Otra vez, la juventud de las universidades españolas se encuentra en acérrimo conflicto con la dictadura del general Primo de Rivera. La agitación universitaria coincide esta vez con la crisis, definitiva al parecer, del gobierno que preside el Marqués de Estella que acaba de solicitar, según el cable, el sufragio de los capitanes generales del ejército, la armada y la policía para saber si debe retener el poder.
La huelga universitaria de hace cerca de un año movilizó contra Primo de Rivera, con la vehemencia que todos recuerdan, la opinión de los estudiantes. La dictadura se halló de pronto en incómoda lucha con la juventud del claustro, fallida totalmente la esperanza de enrolar fascísticamente a una parte de estas, con una etiqueta más o menos romántica, en los rangos de la Reacción. Unamuno, el gran maestro de Salamanca, saludó desde su destierro esta insurrección que la juventud española contra un régimen que solo por insensibilidad anacrónica o escepticismo precoz habría podido obtener la neutralidad o la resignación de esa juventud.
Los que se imaginan que el régimen de Primo de Rivera tenía las mismas posibilidades de duración que el régimen de Mussolini solo por reposar como este en la fuerza, negligían o ignoraban uno de los aspectos fundamentales del fascismo: el romántico alistamiento de grandes contingentes de la juventud italiana bajo las banderas de Mussolini al canto de “¡Giovinezza, giovinezza!”. El fascismo antes de ser una dictadura había sido un movimiento, un partido, una milicia. Sus “condottieri”, sus agitadores habían usado expertamente en la excitación de la juventud burguesa y pequeño-burguesa un lenguaje d’annunziano y futurista que imprimía al fascismo un tono estrictamente nacional y le otorgaba una tradición, aunque no fuese política sino literaria o sentimental, en el proceso histórico de Italia. Primo de Rivera y sus eventuales colaboradores, antes y después de su golpe de Estado, eran impotentes para un trabajo semejante.
Asistido por generales, nobles y bachilleres de muy mediocre inteligencia, Primo de Rivera no ha sabido maniobrar de su suerte de ganarse, por alguna vía indirecta al menos, cierto séquito en la juventud universitaria. La juventud no es, necesariamente, revolucionaria. El Dr. Marañón que en su último libro proclama como su primer deber la rebeldía, conviene sagazmente en que el ímpetu combativo de la juventud puede ponerse al servicio de una política reaccionaria. “Lo típico de la juventud -escribe- es la rebeldía, la noble dificultad con que acomoda el ritmo generoso de su vida que empieza, al ritmo mesurado del ambiente; pero se concibe un joven que se sienta henchido de esta juventud y que sea, por lo tanto biológicamente joven, y que se aplique su rebeldía a sostener una causa profundamente antigua. Los camelots du roi, que en Francia luchan bravamente por un ideal incompatible con el tono de nuestros tiempos, como en el de resucitar en su país una monarquía reaccionaria, son todo lo anticuados que se quiera, pero tan legítimamente jóvenes como los comunistas que propugnan la implantación de un estado social fantástico de puro remoto. Y en nuestra patria podrían citarse muchos casos, algunos bien recientes (juventudes carlistas, juventudes conservadoras, jóvenes de la Unión Patriótica, etc) de como una auténtica juventud biológica florecía en gentes que sostenía criterios que trascendían a moho de vetustez”. No es esta ocasión de criticar el juicio que este párrafo contiene sobre el comunismo. En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y humanista, que concede sin reservas al partido socialista de su patria, con un certificado de salud, un testimonio de simpatía y confianza, y que predica como un ideal de su tiempo la eugenesia. La palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único estado comunista del mundo -la URSS- le enseñe que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y por la necesidad de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos. Lo que viene a cuento subrayar es la negación de que la juventud emplee natural y espontáneamente su energía y su entusiasmo en una empresa revolucionaria.
La dictadura no ha sido apta ni aún para crearse un influyente equipo intelectual. El estado de espíritu de una buena parte de los intelectuales, como lo atestigua la conducta de “La Gaceta Literaria” y de don José Ortega y Gasset, le habría permitido asegurarse cierto activo consenso de la literatura y la cátedra, con solo esquivar conflictos demasiado estridentes con ciertos fueros de la inteligencia. Pero Primo de Rivera no ha tenido esta habilidad elemental. La insolvencia espiritual e ideológica de su régimen lo ha condenado a gestos de agravio y desacato contra toda institución liberal. Su actitud contra los estudiantes en 1926 le acarreó, entre otras, la renuncia del propio Ortega y Gasset.
La presencia de los más autorizados maestros en las filas de la oposición, ha ejercido igualmente un fuerte influjo anti-dictatorial. La juventud española ha seguido, sin duda, las lecciones políticas de Marañón, Jimenez de Asúa, Besteiro, etc. más atentamente que sus lecciones científicas. Hay épocas en que la preocupación política está por encima de todas las otras preocupaciones, por una exigencia que Marañón llamaría tal vez biológica.
¿A dónde va España? Se preguntan vigilantes críticos de la situación española. Si la huelga universitaria sirve para acelerar la descomposición de la dictadura, y con ella la de la monarquía, la generación estudiantil de 1930, en lucha con Primo de Rivera, entrará a los veinte años en la historia. Debut precoz que no significará ciertamente la inauguración de una política ni de un régimen de la “nueva generación”, como con facilidad latino-americana se ambicionaría en algún claustro de nuestro continente en parecidas circunstancias, sino el impulso desinteresado, instintivo de los jóvenes en una vasta, larga y difícil batalla.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Estudiantes y maestros

Los catedráticos inseguros de su solvencia intelectual, tienen un tema predilecto: el de la disciplina. Recuerdan el movimiento de reforma de 1919 como un motín. Ese movimiento no fue para ellos una protesta contra la vigencia de métodos arcaicos ni una denuncia del atraso científico e ideológico de la enseñanza universitaria, sino una violenta ruptura de la obediencia y acatamiento debidos por el alumnado a sus maestros. En todas las agitaciones estudiantiles sucesivas, estos catedráticos encuentran el rastro del espíritu de asonada y turbulencia de 1919. La Universidad -según su muy subjetivo criterio- no se puede reformar sin disciplina.
Pero el concepto de disciplina es un concepto que entiende y definen a su modo. El verdadero maestro no se preocupa casi de la disciplina. Los estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la Universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Solo los catedráticos mediocres, -y en particular los que no tienen sino un título convencional o hereditario- se inquietan tanto por la disciplina, suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece, inapelablemente, la jerarquía material o escrita.
No quiero hacer la defensa de la juventud universitaria -respecto de la cual, contra lo que pudiera creerse, me siento poco parcial y blando-, pero puedo aportar libremente a esa defensa mi testimonio, en lo que concierne a la cuestión de la disciplina, declarando que nunca he oído a los estudiantes juicios irrespetuoso sobre un profesor respetable de veras. (Las excepciones o discrepancias individuales no cuentan. Hablo de un juicio más o menos colectivo). Me consta también que, cuando formularon en 1919 la lista de catedráticos repudiados, -a pesar de que el ambiente exaltado y tumultuario de las asambleas no era el más a propósito para valoraciones mesuradas- los estudiantes cuidaron de no excederse en sus condenas. Las tachas tuvieron siempre el consenso mínimo de un 90 por ciento de los alumnos de la clase respectivas. En la mayoría de los casos, fueron votadas por unanimidad y aclamación. Los líderes de la Reforma se distinguían todos por una ponderación escrupulosa. No se proponían purgar a la Universidad de los mediocres, sino únicamente de los pésimos. La sanción que encontraron en el Gobierno y en el Congreso todas las tachas de entonces, evidencia que no eran contestables ni discutibles.
El tópico de la disciplina es, pues, un tópico barato y equívoco.
Y del mismo género son las críticas que, fácil e interesadamente, se pronuncian sobre la influencia que tienen en la crisis universitaria otros relajamientos o deficiencias del espíritu estudiantil.
Contra todo lo que capciosamente se insinúe o sostenga, la crisis de maestros, ocupa, jerárquicamente el primer plano. Sin maestros auténticos, sin rumbos austeros, sin direcciones altas, la juventud no puede andar bien encaminada. El estudiante de mentalidad y espíritu cortos y mediocres, mira en el profesor su dechado o su figurín. Con un profesor desprovisto de desinterés y de idealismo, el estudiante no puede aprender ni estimar una ni otra cosa. Antes bien, se acostumbra a desdeñarlas prematuramente como superfluas, inútiles y embarazantes.
Un maestro -o, mejor, un catedrático- en quien sus discípulos descubren una magra corteza de cultura profesional, y además, carece de autoridad y de aptitud para inculcarles y enseñarles extensión ni hondura en el estudio. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil, al allegamiento de una fortuna, y -si es posible, de paso- a la conquista de una cátedra, membrete de lujo, timbre de academia. La vida y la personalidad egoístas, burocráticas, apocadas, del profesor decorativo y afortunado influyen inevitablemente en la ambición, el horizonte y el programa del estudiante de tipo y medio. Profesores estériles tienen que producir discípulos estériles.
Sé bien que esto no inmuniza del todo a la juventud contra críticas ni reproches. La universidad no es, obligada y exclusivamente, su único ambiente moral y mental. Todas las inteligencias investigadoras, todos los espíritus curiosos, pueden -si lo quiere- ser fecundos por el pensamiento mundial, por la ciencia extranjera. Una de las características fisonómicas de nuestra época es, justamente, la circulación universal. Veloz y fluida de las ideas. La inteligencia trabaja, en esta época, sin limitaciones de frontera ni de distancia. No nos faltan, en fin, maestros latinoamericanos a quienes podamos útilmente dirigir nuestra atención. La juventud -sus propios movimientos lo comprueban y declaran- no vive falta de estímulos intelectuales ni de auspicios ideológicos. Nada la aísla de las grandes inquietudes humanas. ¿No han sido extra-universitarias las mayores figuras de la cultura peruana?
Los estudiantes, después de las honrosas jornadas de la Reforma, parecen haber recaído en el conformismo. Si alguna crítica merecen, no es por cierto la que mascullan, regañones e incomodados, los profesores que reclaman el establecimiento de una disciplina singular, fundada en el gregarismo y la obediencia pasivas.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Enrique Cornejo Koster, 28/5/1926

Buenos Aires, 28 de mayo de 1926
Sr. José Carlos Mariátegui. Lima.
Querido amigo:
Seguramente, ha de causarle sorpresa el recibir carta mía después de un lapso de tiempo demasiado largo. Lo cierto es que soy demasiado perezoso para escribir.
Ud. encarga a Herrera me diga me ocupe de la cuestión universitaria, pensé y tuve la mejor voluntad del mundo para abordar el tema, pedí informes a los escasos antiguos líderes universitarios que actuaron los años de la Reforma, me remitieron tal cantidad, de libros, folletos, periódicos, memorias, que me asustaron, con el material tenía no para un artículo sino para un libro, quise trabajar pero me convencí que no estoy hecho para la labor de historiador y roedor de papeles. En cuanto al actual espíritu universitario argentino, es mejor no ocuparse, pues es enormemente burgués, egoísta y reaccionario, en veces se viste con un trajecito revolucionario.
Su libro ha causado por estas tierras muy buena impresión, y refiriéndome a ello, voy a comunicarle algo así como una anécdota:
El ejemplar que tuvo Ud. la gentileza de mandarme, lo presté a Del Mazo y éste lo hizo llegar por intermedio de un amigo a la embajada italiana, a los fascistas diplomáticos lo primero que les llamó profundamente la atención fue que el autor fuera un latinoamericano, no querían creerlo, cuando se convencieron uno de los que habían leído dijo refiriéndose a los artículos sobre el fascismo que era de lo mejor que había leído y que en ellos había encontrado argumentos para defender la tesis fascista, que ni los mismos ideólogos y apologistas del fascismo habían empleado.
Qué dice la A.P.R.A. Se ha organizado algo o siguen aún los muchachos en el período romántico. Aquí se ha organizado la liga anti imperialista y se fundará pronto la U. P. José Ingenieros. Estamos por ahora trabajando en este [...]
Muchos saludos a su señora y Ud. reciba un afectuoso abrazo del compañero:
Enrique Cornejo Koster

Cornejo Koster, Enrique

Carta de Jorge E. Nuñez Valdivia, 30/01/1927

Catari, 30 de enero de 1927
Querido compañero José Carlos Mariátegui
Lima
Un hecho de importancia para el feliz éxito del ideal que perseguimos motiva esta comunicación. El día de ayer ha sido conducido a la isla de San Lorenzo el buen compañero Carlos Manuel Cox. ¿La causa? Todos la conocemos. ¿Lo particular? Un estudio de índole revolucionaria leído en la actuación universitaria del sábado 22 de los corrientes. El profesor cuzqueño compañero Luis E. Valcárcel ofreció a los estudiantes y obreros de esta ciudad una charla interesante sobre “El problema indígena”. No sé si Ud. conoce ya el texto de dicha conferencia. Me comprometo a remitírselo, si aún no lo ha leído. Presentó a Valcárcel, Carlos Manuel Cox. Hombre nuevo, forjador incansable del Perú Nuevo, expuso valientemente sus puntos de vista —mejor, los puntos de vista de la vanguardia,— en relación a los Temas de Nuestro Tiempo. Nos habló de la cruzada ideológica del presente, de los imperialismos y temas diversos sobre los anhelos de los estudiantes revolucionarios. Tal estudio será publicado en Pucha. Las ideas de Cox chocaron violentamente con el fariseísmo de nuestros políticos y el jesuitismo de nuestras gentes ‘cultas’. Le dio la noticia a la policía. Los esbirros de Leguía aprisionaron a Cox, quien marchó al destierro.
Supongo que Uds. sepan ya tal nuevo atentado a la nueva peruanidad. Yo me uno a la protesta de los estudiantes honrados de Lima y a la de los amigos de Amauta. El caso actual de Cox es para mí muy significativo. La casualidad me hizo ser amigo suyo. Charlas sucesivas me revelaron al sincero. Por eso siento su separación. Qué difícil es, amigo Mariátegui, realizar nuestra ideología. Una es nuestra conducta y otro nuestro pensar. En Cox se ofrecía un caso de sinceridad intelectual. Se dolía de que yo aconsejara a la juventud su secesión de la obra de González Prada. Siempre he sostenido que González Prada fue un intelectual muy honrado. Lo que recalco es que el apóstol no fue de acción. Además su ideario bélico resulta ridículo para los pacifistas de hoy. Es tema superado el hablar y pensar sobre la conducta y la idea en los prosélitos de Prada. Pocos, poquísimos, poseen esa santa sinceridad. Se es burgués, o se es revolucionario. No hay término medio. Y se es revolucionario en cada uno de los estados de nuestra vida, en cada instante de nuestra conducta. En el hogar, en la calle, en donde nos encontremos, siempre el hombre nuevo debe mantenerse puro, perennemente libre. Por eso apreciaba a Cox.
Cuénteme amigo Mariátegui entre los protestantes y consigne mi nombre, con todas sus letras, en el mensaje que dirijan a los compañeros de América. Cada deportación de ciudadano de nuestro mundo, facilita la difusión del ideario que profesamos. Le ruego por eso, querido camarada Mariátegui, enviarme volantes para hacerlos circular en esta ciudad. En muchos espíritus sinceros —pero no conocidos—, tendrá eco la protesta. En Arequipa es imposible la impresión de volantes, por la rígida censura. Por esta razón no he redactado uno. Pero cumplo amigo Mariátegui, con expresarle, en su calidad de representante de la vanguardia en el Perú —es ésta opinión surgida en vista de su ideología y conducta social—, mi adhesión al movimiento que inicie la juventud radicada en Lima.
No se olvide querido amigo, de enviarme una nómina de camaradas y conocidos suyos que puedan ayudarme en la tarea de organización del Seminario de Cultura Peruana (estudiaremos el problema agrario, cuya revisión es anterior al análisis integral del problema indígena. Ambas cuestiones se complementan. En nuestro ideario no pueden escindirse. Pero al examinar los factores ‘naturaleza’, ‘raza’, ‘cultura’ en nuestro máximo problema, necesitamos revisar el agrarismo peruano). Este anhelo mío de incitar a los jóvenes estudiosos (condiciones que exijo: observaciones personales; sinceridad, mucha sinceridad; pertenecer en cuerpo y espíritu a la nueva legión revolucionaria) explican mejor mi nacionalismo. Una juventud q’ desea criticar su agrarismo es a la vez nacionalista y humanista. Los términos no se contraponen. Es posible, entonces, comprender mi ideología nacionalista. No es reaccionaria, ni decadentista. El nuevo espíritu guía mi conducta. No sé si sea renegado, pero es el caso que nunca he dicho, que mi patria es el Perú. Hablo del Perú, como puedo hablar de Chile, de Bolivia, o Francia. Estoy listo a las nuevas corrientes (nuevas en espíritu, en esencia, en estructura; no sólo en la forma, lo aparente, lo visible) que nos vienen de fuera. El término extranjero lo aplico no a lo que dice relación de hombres, hechos, cosas e ideas de pueblos que no son el Perú, sino que —justificado desplazamiento—, es extranjero lo burgués, lo flamenco, lo antiproletario. Es un mundo contrapuesto a otro mundo. Está en nosotros decidir el triunfo final.
Comuníqueme con sus amigos del sector revolucionario. Juntos laboraremos por crear su “Nuevo Perú en un Mundo Nuevo”.
Salude de mi parte a la vanguardia de Lima.
Muy cordialmente de Ud.
Jorge E. Núñez Valdivia
Ap. 229 Arequipa - Perú.

Nuñez Valdivia, Jorge E.

Carta a Ricardo Vegas García y Manuel Seoane, 4/7/1919

Lima, 4 de julio de 1919
Señores Manuel A. Seoane y R. Vegas G., Secretarios del Comité Ejecutivo de los alumnos de la Facultad de Letras
Ciudad
Muy señores nuestros:
Agradecemos profundamente la comunicación que nos han dirigido ustedes transmitiéndonos el voto de aplauso a La Razón acordado unánimemente por el Comité Ejecutivo de los alumnos de la Facultad de Letras con motivo de la campaña iniciada por nuestro diario en favor de la reforma universitaria.
Los conceptos con que ustedes nos favorecen constituyen para nosotros un motivo de legítimo orgullo. El mayor honor que podíamos aspirar para La Razón, en armonía con su programa de periódico moderno y renovador, está conseguido con la vinculación de su nombre a un movimiento destinado a transformar la Universidad. Nuestra solidaridad de ideales con la juventud universitaria en un instante de la trascendencia del actual representa para nosotros una prueba de que nuestro periódico se inspira en el sentimiento de los hombres nuevos del país.
Reciban ustedes, junto con nuestro agradecimiento, nuestra felicitación por el entusiasmo y el fervor con que han acometido la noble y elevada empresa de la reforma universitaria.
De ustedes atentos y SS. SS.
José Carlos Mariátegui
César Falcón

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Abraham Valdez, 3/8/1929

3 [de] agosto de 1929

Querido compañero José Carlos Mariátegui:

En mi poder su cordial carta de 30 de junio. La carta adjunta para nuestro compañero Mario Nerval le fue entregado.

Sobre mis envíos, muy de acuerdo con sus determinación. Aún no compro el Nº 9 de "Labor".

Nerval, efectivamente me informó sobre el cause que se le ha impuesto al movimiento social en el Perú. Siempre me ha parecido más lógico y conveniente seguir ese camino. Que acá en Bolivia, lo secundamos. Felizmente la comunión de ideas y la colaboración entre los compañeros de nuestros "países", es efectivo.

Nos tiene Ud. viviendo horas intensas en la referente a la agitación universitaria de estos últimos días. V. Mendoza le informará ampliamente. A raíz de un enérgico acto de protesta que realizamos en el salón de la universidad, del decreto de huelga y manifestaciones públicas, por los sucesos luctuosos de Cochabamba, se nos persigue. Le escribo esta carta desde mi escondite. Me acaban de informar que se ha instaurado un juicio contra mí por "comunista y revolucionario". De este recurso quieren valerse para apresarme. Pero no les daré lugar.

El movimiento universitario reformista, al fin, se fisonomisa. […] a nuestra realidad. Siendo Bolivia, país poco trabajado en orientaciones sociales, este motivo momentáneo, nos sirve para impulsar nuestra ideología y nuestra acción. La masa universitaria, está unificado, y por primera vez emana una energía y pasión a una cuestión que le interesa y que tiene proyecciones.

La incomprensión y el miedo del gob. por […] manifiestan de rebeldía o de revoluciones —temo que mate— está favorable […]. Con todo seguiremos trabajando con la expresión de los demás países.

Navarro me escribe. Piensa viajar a BsAs. Disculpe que no le de mayores detalles de nuestro mov.

Lo saluda muy efusivamente su leal compañero.

Abraham Valdez

Valdez, Abraham