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Carta de Francisco García Calderón, 13/7/1929

París, 13 de julio de 1929
Estimado compañero:
Mucho le agradezco el envío de su libro que ha interesado vivamente.
Estoy casi siempre de acuerdo con Ud cuando estudia los diversos aspectos del problema indígena y ofrece soluciones. Me separo en otros puntos, como Ud. ha de suponerlo, sobre todo en lo que se refiere a la implantación del marxismo como panacea en un país como el nuestro sin capitalismo, sin industrias, de organización semi feudal.
Me parece muy importante el esfuerzo que ha realizado Ud. En el se patentizan altas cualidades de pensador y de escritor.
Le saluda su affmo compañero y S.S
Francisco García Calderón

García Calderón, Francisco

Carta del Touring Club Italiano, 6/2/1925

Milano, 6 febbraio 1925
Il.mo Señor José Carlos Mariátegui
Casilla de Correo 2107
Lima
Le agradezco vivamente su muy cortés del 1º diciembre y hago votos por un pronto y completo restablecimiento de su salud. Me parece que la propuesta que Ud. nos hace sea verdaderamente interesante y que se pueda evitar de recurrir a la intervención del distinguido señor Camacho. Para nosotros sería suficiente que Ud nos pudiera enviar como promete, cada dos meses, un artículo respecto a algún particular menos conocido de la vida económica, del paisaje, del arte del Perú eventualmente solicitar de alguna otra persona, colaboraciones que llegaran a nosotros por trámite suyo.
Eso le expresa a Ud que no deseamos mas, también porque el espacio disponible no es mucho y las Repúblicas de Sud y Centro América son numerosas, de manera que no nos sería publicar mas de un artículo cada mes respecto a argumentos peruanos.
De acuerdo por la retribución a que Ud alude. Nos permitimos informar a Ud. que a un distinguido joven que fue colaborar en nuestra Revista, el señor Humberto Solaro, que hace tiempo se fue al Perú, lo hemos encargado de enviarnos algún artículo: sería muy oportuno que Ud lo viera, para saber que el lo que entiende hacer y evitar así interferencias. Su dirección es: Calle Mercaderes 438 (cuchillería Juan Bet) Lima.
Le recomiendo mucho que los artículos ilustren argumentos muy particulares. Preferimos en efecto a los escritos de carácter general, aquellos que ilustran un particular aspecto y especialmente los que se ocupan de actividades económicas dado que en el Perú sucede casi lo que los italianos lamentan por su propio país todos conocen en efecto la tierras de los Incas, todos elogian los monumentos del Cuzco, pero bien pocos conocen las minas, las industrias, los ferrocarriles, los comercios que aseguran la prosperidad de ese país. Lo que no quita que también de arte se pueda hablar, pero precisamente se desearía que también en este campo, como nosotros hacemos por Italia, se tratará respecto a algo poco conocido, como por ejemplo ilustrar los particulares de algún grupo de ruinas o aquella civilización sucesiva a la conquista que es de tan grande interés y tan poco o mal conocida.
Por lo demás, dado que cuanto nosotros le pedimos no tiene carácter de recíproco empeño, nos será ciertamente posible en adelante, fijar siempre mejor las líneas de esta importante colaboración.
Renovando nuestro agradecimiento, quiera aceptar con nuestro vivos augurios, las expresiones de nuestra distinguida consideración.
El V. Presidente
[Firma no Descifrada]

Touring Club Italiano

Lo nacional y lo exótico

Lo nacional y lo exótico

Frecuentemente se oyen voces de alerta contra la asimilación de ideas extranjeras. Estas voces denuncian el peligro de que se difunda en el país una ideología inadecuada a la realidad nacional. Y no son una protesta de las supersticiones y de los prejuicios del difamado vulgo. En muchos casos, estas voces parten del estrato intelectual.

Podrían acusar una mera tendencia proteccionista dirigida a defender los productos de la inteligencia nacional de la concurrencia extranjera. Pero los adversarios de la ideología exótica solo rechazan las importaciones contrarias al interés conservador. Las importaciones útiles a ese interés no les parecen nunca malas, cualquiera que sea su procedencia. Se trata, pues, de una simple actitud reaccionaria, disfrazada de nacionalismo.

La tesis en cuestión se apoya en algunos frágiles lugares comunes. Más que una tesis es un dogma. Sus sostenedores demuestran, en verdad, muy poca imaginación. Demuestran, además, muy exiguo conocimiento de la realidad nacional. Quieren que se legisle para el Perú, que se piense y se escriba, para los peruanos y que se resuelva nacionalmente los problemas de la peruanidad anhelos que suponen amenazados por las filtraciones del pensamiento europeo. Pero todas estas afirmaciones son demasiado vagas y genéricas. No demarcan el límite de lo nacional y lo exótico. Invocan abstractamente una peruanidad que no intenta, antes, definir.

Esa peruanidad, confusamente insinuada, es un mito, es una ficción. La realidad nacional está menos desconectada, es menos independiente de Europa de lo que suponen nuestros nacionalistas. El Perú contemporáneo se mueve dentro de la órbita de la civilización occidental. La mistificada realidad nacional no es sino un segmento, una parcela de la vasta realidad mundial. Todo lo que el Perú contemporáneo estima lo ha recibido de esa civilización que no sé si los nacionalistas a ultranza calificarán también de exótica. ¿Existe hoy una ciencia, una filosofía, una democracia, un arte, existen máquinas, instituciones, leyes, genuina y característicamente peruanos? ¿El idioma que hablamos y que escribimos, el idioma siquiera, es acaso un reducto de la gente peruana?
El Perú es todavía una nacionalidad en formación. Lo están construyendo sobre los inertes estratos indígenas, los aluviones de la civilización occidental. La conquista española aniquiló la cultura incaica. Destruyó el Perú. Frustró la única peruanidad que ha existido.

Los españoles extirparon del suelo y de la raza todos los elementos vivos de la cultura indígena. Reemplazaron la religión incásica con la religión católica romana. De la cultura incásica no dejaron sino vestigios muertos. Los descendientes de los conquistadores y los colonizadores constituyeron el cimiento del Perú actual. La independencia fue realizada por esta población criolla. La idea de la libertad no brotó espontáneamente de nuestro suelo; su germen nos vino de fuera. Un acontecimiento europeo, la revolución francesa, engendró la independencia americana. Las raíces de la gesta libertadora se alimentaron de la ideología de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Un artificio histórico clasifica a Tupac Amaru como un precursor de la independencia peruana. La revolución de Tupac-Amaru la hicieron los indígenas; la revolución de la independencia la hicieron los criollos. Entre ambos acontecimientos no hubo consanguineidad espiritual ni ideológica. A Europa, de otro lado, no le debimos solo la doctrina de nuestra revolución, sino también la posibilidad de actuarla. Conflagrada y sacudida, España no pudo, primero, oponerse válidamente a la libertad de sus colonias. No pudo, más tarde, intentar su reconquista. Los Estados Unidos declararon su solidaridad con la libertad de la América española. Acontecimientos extranjeros en suma, siguieron influyendo en los destinos hispano-americanos. Antes y después de la revolución emancipadora, no faltó gente que creía que el Perú no estaba preparado para la independencia. Sin duda, encontraban exóticas la libertad y la democracia. Pero la historia no le da razón a esa gente negativa y escéptica, sino a la gente afirmativa, romántica, heroica, que pensó que son aptos para la libertad todos los pueblos que saben adquirirla.

La independencia aceleró la asimilación de la cultura europea. El desarrollo del país ha dependido directamente de este proceso de asimilación. El industrialismo, el maquinismo, todos los resortes materiales del progreso nos han llegado de fuera. Hemos tomado de Europa y Estados Unidos todo lo que hemos podido. Cuando se ha debilitado nuestro contacto con el extranjero, la vida nacional se ha deprimido. El Perú ha quedado así insertado dentro del organismo de la civilización occidental.
Una rápida excursión por la historia peruana nos entera de todos los elementos extranjeros que se mezclan y combinan en nuestra formación nacional. Contrastándolos, identificándolos, no es posible insistir en aserciones arbitrarias sobre la peruanidad. No es dable hablar de ideas políticas nacionales.

Tenemos el deber de no ignorar la realidad nacional; pero tenemos también el deber de no ignorar la realidad mundial. El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria. Los pueblos con más aptitud para el progreso son siempre aquellos con más aptitud para aceptar las consecuencias de su civilización y de su época. ¿Qué se pensaría de un hombre que rechazase, en el nombre de la peruanidad el aeroplano, el radium, el linotipo, considerándolos exóticos? Lo mismo se debe pensar del hombre que asume esa actitud ante las nuevas ideas y los nuevos hechos humanos.

Los viejos pueblos orientales a pesar de las raíces milenarias de sus instituciones, no se clausuran, no se aíslan. No se sienten independientes de la historia europea. Turquía, por ejemplo, no ha buscado su renovación en sus tradiciones islámicas, sino en las corrientes de la ideología occidental. Mustafá Kemal ha agredido las tradiciones. Ha despedido de Turquía al kalifa y a sus mujeres. Ha creado una república de tipo europeo. Este orientamiento revolucionario e iconoclasta no marca, naturalmente, un período de decadencia sino un período de renacimiento nacional. La nueva Turquía, la herética Turquía de Kemal ha sabido imponerse, con las armas y el espíritu, al respeto de Europa. La ortodoxa Turquía, la tradicionalista Turquía de los sultanes sufría, en cambio, casi sin protesta, todos los vejámenes y todas las expoliaciones de los occidentales. Presentemente Turquía no repudia la teoría ni la técnica de Europa; pero repele los ataques de los europeos a su libertad. Su tendencia a occidentalizarse no es una capitulación de su nacionalismo.

Así se comportan antiguas naciones poseedoras de formas políticas, sociales y religiosas propias y fisonómicas. ¿Cómo podrá, por consiguiente el Perú, que no ha cumplido aún su proceso de formación nacional, aislarse de las ideas y las emociones europeas? Un pueblo con voluntad de renovación y de crecimiento no puede clausurarse. Las relaciones internacionales de la Inteligencia tienen que ser, por fuerza, libre-cambistas. Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica. La propagación de una idea no es culpa ni es mérito de sus asertores; es culpa o es mérito de la historia. No es romántico pretender adaptar el Perú a una realidad nueva. Más romántico es querer negar esa realidad acusándola de concomitancias con la realidad extranjera. Un sociólogo ilustre dijo una vez que en estos pueblos sud-americanos falta “atmósfera de ideas”. Sería insensato enrarecer más esa atmósfera con la persecución de las ideas que, actualmente, están fecundando la historia humana. Y si místicamente, gandhianamente, deseamos separarnos y desvincularnos de la “satánica civilización europea”, como Gandhi la llama, debemos clausurar nuestros confines no solo a sus teorías sino también a sus máquinas para volver a las costumbres y a los ritos incásicos. Ningún nacionalista criollo aceptaría, seguramente esta extrema consecuencia de su jingoismo. Porque aquí el nacionalismo no brota de la tierra, no brota de la raza. El nacionalismo a ultranza es la única idea efectivamente exótica y forastera que aquí se propugna. Y que, por forastera y exótica, tiene muy poca chance de difundirse en el conglomerado nacional.

José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de César Falcón, 28/7/1926

26, Bellevue Road,
West Ealing,
London, W. 13.

28 de julio de 1926

Querido José Carlos:

Varias veces he cogido la pluma para contestar a tu carta última - el pudor me impide consignar la fecha - y otras tantas me he detenido esperando una respuesta o el éxito de una gestión para modificar el sentido de mi carta. Porque en todo instante he tenido el propósito de escribirte una carta concreta, elusiva lo más posible de la retórica y de las vaguedades y generalidades características hasta ahora de nuestro diálogo. Por esto no atiendo tu invitación para exponerte mis puntos de vista sobre la política peruana y sobre la doctrina de nuestro grupo, partido o generación , según dicen ahora en todos los países hispánicos, dando a entender un número de hombres completamente escindidos de sus antecesores, como si los hombres nacieran como los hongos y no recibieran de sus mayores la vida, el corazón y casi toda el alma. Pero esto es polémico. O, mejor dicho, defectivo. Es un defecto y yo he cuidado de apuntar los defectos comunes para agrupar a los hombres. Porque el carácter, la personalidad del hombres son sus defectos, sus vicios. En las virtudes todos son iguales, pues todas las virtudes están en los diez mandamientos y nadie ha inventado otras.
Uno de nuestros defectos es la ingenuidad. yo recibo todos los días una copiosa correspondencia de España y América y estoy verdaderamente asombrado de la ingenuidad, de la simpleza de nuestros hombres, Cada cual me habla con entusiasmo desbordante de una idea, de una doctrina, de una teoría política. En ninguna parte del mundo se definen tantos los aspectos de las ideas - no las ideas profundas - como en nuestros países.
Pero mientras nosotros nos emborrachamos y soñamos con la transmutación física de nuestras sombras mentales, los países, los nuestros, siguen su proceso histórico independiente e indiferente a nuestra retórica. Y también, aunque de otro modo, puede hacerse doctrina sobre ellos. Este es mi intento. Pero es necesario cogerlos, tenderse sobre ellos y analizarlos nervios por nervio, músculo por músculo, entraña por entraña. ¡Ah! Pero no con el propósito de sacarle al análisis una consecuencia grata a nuestro gusto. Todo lo contrario. Sacar la consecuencia exacta, sea o no de nuestro agrado y se acuerde o no con nuestra doctrina. Nuestra doctrina y nuestro gusto, después de todo, no nos los hemos creado, inventado nosotros mismo. Los hemos cogido en otras partes, fuera de nosotros y aquí está precisamente la razón de su inutilidad.
Porque si para algo sirve el desquiciamiento actual del mundo es para ver el fondo verdadero de todas las doctrinas y de todas la filosofías. El mundo se ha librado de todas las armazones artificiosas de la mente. En este sentido ésta es una época de libertad. Ya nadie cree en la política ideológica ni en las ideas importadas. Como todo el mundo tiene por delante y desnudo el problema de la vida, las doctrinas no sirven para nada.
Nosotros debemos hacer lo mismo. Fuera las doctrinas tomadas, casi siempre, en dos o tres libritos mediocres, y vamos a enfrentarnos resueltamente con nuestros países y con nosotros mismo. Vamos a ver la realidad sin cristales de colores. A la simple luz del sol.
Lo primero es vernos a nosotros. Somos, políticamente, las fracciones de un gran imperio, repartidas implícitamente en zonas de influencia y paulatina y seguramente conquistadas. Mientras continuemos fraccionados la conquista será más fácil y segura. La más próspera y orgullosa de nuestras facciones independientes, la Argentina, es , en realidad, una colonia inglesa. Y a quien te hable de la epopeya de la independencia y de San Martín, Bolívar y demás héroes, invítale a venir a los archivos del Foreign Office y enterarse allí quién fue el promotor, sostenedor y alentador de la campaña y cuáles sus fines. Sobre esto puede hablarse mucho y yo pienso decir algo muy pronto.
Ahora lo pertinente es sacar enseguida la consecuencia del hecho. Es decir: afirmar, o, mejor, ver la necesidad de restablecer nuestra unidad nacional. Aquí debo precisarte bien mi pensamiento. Yo entiendo y veo nuestra nacionalidad hispánica y no veo, ni hay desde mi punto de vista, otra. Porque yo le llamo nacionalidad a un tipo característico de cultura, de formación espiritual. En nuestros países no ha habido jamás, y posiblemente no habrá nunca, una norma formativa de los hombres, --una norma de civilización-- distinta de la hispánica. Tú estás incurriendo en el disparate de hablar del incaísmo e indianismo. Pero seguramente no has meditado diez minutos sobre ello. Si lo hubieras hecho te habrías dado cuenta del disparate. El incaísmo o indianismo no es otra cultura ni otra cosa, sino la barbarie clara y definida. Entre el instinto de Atahualpa, adorador del Sol, y los Evangelios del fraileValverde, no hubo dos filosofías, dos concepciones distintas de la vida, sino, sencillamente, treinta siglos de civilización .
Nosotros provenimos, --étnicamente en mucha parte y espiritualmente todo-- de los hombres del Evangelio, y por eso somos civilizados y tenemos una filiación espiritual propia, distinta de la germana, de la anglo-sajona, de la italiana, de la china, de la hindú, de la egipcia. Somos, en suma, hispánicos y nada más. Si no lo fuéramos seríamos, entonces sí, incásicos. Pero también zulús, centroafricanos, salvajes. Los indios actuales del Perú lo son poco menos. Forman una raza primitiva incipientemente asimilada a la civilización hispánica, a la nuestra, y acabarán de asimilarse si nosotros los sabemos conducir o se asimilarán a la civilización anglosajona cuan­ do los anglosajones dominen nuestras tierras y, naturalmente, al servicio de ellos, acabarán con nosotros.
Luego, el primer acto, a mi juicio, es reconstruir nuestra nacionalidad, la gran nacionalidad de 1800, si ya no es posible, o si no es posible todavía, políticamente, espiritualmente. Pero enseguida después de este enunciado se imponen otros con tanta o más fuerza: los problemas de cada uno en su pedazo de tierra particular. Aquí es donde tú y yo debemos hablar del Perú. Mas si nos ponemos a hablar de los problemas del Perú, y sólo a hablar, perderemos el tiempo. Entre otras razones, porque los problemas del Perú son desconocidos todavía. Lo mejor es ponernos a estudiarlos, a descubrirlos, a sacarlos a luz.
En cuanto yo he logrado el convencimiento de todo esto, me he puesto en acción y si he retardado esta carta ha sido esperando el momento de poder enviarte, no un plan de debate y polémica, sino un plan de trabajo. He aquí el plan organizado: ya de perfecto acuerdo con Macchiavello.
Vamos a publicar un semanario hispanoamericano, es decir, de todos nuestros países. Pero no un semanario como un fin en él mismo, sino como un medio, como un instrumento para lograr nuestra organización política. No podrá, pues, ser una cesta lírica. Será, más bien, un nexo. Para conseguirlo hemos ideado una organización especial. El semanario será redactado directamente desde cada país y su redacción deberá corresponder al sentimiento y al anhelo de un grupo, afiliado, claro es, sinceramente a unos cuantos principios doctrinales nuestros.
El semanario tendrá un corresponsal en cada país, quien dirigirá la sección de su país, escogerá los colaboradores dentro del país y conducirá, en fin, la política del periódico en el país. Pero aquí otro punto condicional. Queremos evitar inexorablemente la retórica. El semanario deberá publicar informaciones precisas de la vida en cada país y las colaboraciones deben ser estudios técnicos y directos de los problemas. A ti no necesito decírtelo. Pero a nuestros demás compañeros se lo explicaré muy claramente.
Poco a poco, siguiendo el desarrollo del periódico, debemos ir ampliando la organización hasta convertirla en un verdadero núcleo internacional. Por lo pronto vamos a dar el primer paso. Tú, naturalmente, te encargarás del Perú. Mientras no pueda, por falta de libertad, editarse en Madrid - punto geográfica y espiritualmente equidistante para todo el mundo hispánico-- se editará en París. Pero debemos hacerle antes una gran propaganda. Es necesario destacar desde el primer instante su singularidad. Ahora están imprimiéndose las circulares con la declaración de principios, anuncio, propaganda, etc. Se llamará, probablemente, "Política Nuestra" y todo en él debe ser nuestro, exclusivamente nuestro. Por ningún motivo debemos caer en la estupidez de la imparcialidad y en el "vengan todos a decir su palabra". No. En él no debe decirse sino nuestra palabra.
Yo estoy en comunicación con los amigos en los países de España y América. Pero no tengo idea de quiénes podrían servirnos en el Ecuador y Bolivia. ¿Puedes indicarme a alguien? Dímelo enseguida para escribirles y, si se trata de amigos tuyos, escríbeles también.
Esto por ahora, Lo demás te lo iré diciendo en cartas sucesivas y frecuentes.
Otras cosas: ya he escrito a Madrid, hace mucho tiempo, para el envío de los ejemplares de Plantel de Inválidos. También escribí pidiéndole a Caro los originales de una novela para enviártelos. Pero no me los ha devuelto y ya hemos cambiado varias cartas. Si no logro esto, porque este editor me está haciendo desde hace dos años el juego del perro del hortelano, te enviaré otra cosa literaria.
Mi hijo nació hace dos meses. Se llama Mayo y está encantado de haber nacido. Ya verá él como es esto...
Alguien me ha dado muy buenas noticias de tu salud y yo he tenido mucho gusto. Mi mujer me encarga saludarte especialmente en su nombre y se une a mí en enviarle cariñosos recuerdos a todos los tuyos. Te abraza fraternalmente.
César
¿Se ha publicado un artículo mío sobre tu libro? lo envié en el mes de febrero por conducto de mi madre.

Falcón, César

Carta de César Falcón, 27/10/1926

26, Bellevue Road,
West Ealing,
London, W.13.
27 de octubre de 1926
Querido José Carlos:
Acabo de recibir el primer número de "Amauta". Inmediatamente me he puesto H su lectura y voy a trasmitirle enseguida mi impresión. Me parece, en primer lugar, un número excesivamente literario. Pero esto me lo explico como una necesidad de primer número y de combinarse con el ambiente. En Lima hay sin duda muchas dificultades para lanzar un periódico político. Es indispensable disfrazarlo un poco. Sin embargo, la táctica debe estar muy vigilada para no incurrir en demasiado literatismo, Gabriela Mistral, uno de nuestros líricos más puros como tú sabes, me hacía notar en Madrid la necesidad de luchar sin tregua y sin piedad contra el soneto. Te incluyo en el compromiso.
Tu artículo de presentación está muy bien, menos la última frase. Este es, a mi juicio, un serio reparo. No, por Dios, José Carlos! No incurramos nunca más en este infantilismo estúpido de la pedantería. Si "Amauta" es un periódico histórico se verá en el transcurso de vida, de su pensamiento y, sobre todo, de sus realizaciones. Eso de decirlo con un empaque de adolescente, para epatar a los burgueses sin burgo de Lima, es volver a los antiguos e incorregibles pecados limeños. Nuestro deber, nuestro primer e inalienable deber hoy es darle al Perú y a la América y a todos nuestros países la sensación de la seriedad, la madurez y la exactitud de nuestros pensamientos y propósitos. Ni en el Perú ni en parte ninguna donde se hable español hace falta ahora una desaforada revista de estudiantes. En todas hace falta, en cambio, un órgano severo de nuevas intenciones. Tú puedes advertir la justeza de mi observación en cuanto te asomes un rato al sentimiento de la gente responsable. Mientras no logremos ganarnos, en favor o en contra es lo de menos, el respeto de ésta, tendremos siempre el dato del fracaso de nuestros esfuerzos.
Y una vez enfocado el asunto seriamente, dignamente, con circunspección, yo no estoy de acuerdo ni quiero estarlo con la tendencia indigenista, o, mejor dicho, incaísta del periódico y, muchísimo menos, con el artículo de Valcárcel. Este hombre aparte de escribir con lamentable gusto, está mal del cráneo. ¿Qué concepto tiene este posante de Ollaitaitambo de las culturas, de las civilizaciones y del desarrollo de la Humanidad; de la formación y evolución de los pueblos, y de la enormidad y vastedad de los problemas congruentes al desarrollo de una raza y su predominio en un pedazo de la Tierra? Este cuzqueño feliz se cree, sin duda, en su bienaventuranza, capaz de imponerse al formidable conjunto de nuestra civilización con sólo cambiar antojadizamente la escritura de los sonidos quechuas. No, José Carlos; otra vez mi protesta. Contra todas estas ridiculeces y sandeces de la ignorancia peruana es precisamente nuestra misión.
Los indios constituyen un profundo y doloroso problema nacional. Uno de los problemas más arduos del país. Un problema de educación, de economía, de muchas cosas. Esto es necesario decirlo, y sobre todo, estudiarlo. Pero hablar del incaísmo como de una civilización, una cultura y una posibilidad de resurgimiento histórico, como quien hablase de los hindúes y de los chinos, es un infantilismo o una necedad. En todo caso, es cómico. Así no se consigue sino perder el tiempo. Nosotros, tú, yo y los Pérez, Femández, Trampolini o Smith o Mayer de nuestro grupo, no somos quechuas ni nos parecemos a ellos, entre otras razones, porque entre nosotros y los quechuas hay, desgraciadamente, diez siglos de progreso humano. Y entre nosotros y la civilización y la cultura occidentales, siglo y medio de atraso. Este es un hecho visible; no una frase. Y sobre este hecho es indispensable organizar nuestro estudio y nuestro esfuerzo.
Yo te doy a mandar dentro de unos días un ensayo sobre este tema.
Tampoco estoy conforme con esa propaganda de las generaciones. En el Perú no hay ni ha habido nunca generaciones, sino degeneraciones. Eso de creerse uno,sin vinculación, deudas,compromisos obligaciones con el pasado y el futuro es el signo del universitarismo analfabeto. Pero ya te hablé de eso en una carta anterior.
Por lo demás, el periódico me parece muy bien. Sólo me parece indispensable darle un poco más de seriedad y un poco menos de verso. No habría querido ver mi artículo sobre España, porque éste no fue sino un grito de protesta y de solidaridad con mis amigos de España. Pero esto es un detalle.
Mi hijo sigue gordo, feliz y encantado de haber nacido. El, mi mujer y yo te enviamos a ti y a los tuyos todo nuestro cariño. Te abraza fraternal­ mente
César
Todavía no he logrado recuperar los originales de la novela. Esto me tiene verdaderamente in­ dignado. Escríbeme pronto, enseguida.

Falcón, César

Carta de Miguel de Unamuno, 28/11/1926

Hendaya, 28 de noviembre de 1926
Sr. D. José Carlos Mariátegui
Lima
He recibido y leído, mi buen amigo ––creo poder desde luego llamarle así, y es un consuelo–– los dos primeros números de Amauta. Ante todo, y para despacharlo pronto, lo que individual y también personalmente, a mí se refiere. A Juan Parra del Riego las gracias por la Marcha que me dedica. Y en nombre de mi pobre España, que es ––lo sé–– la de ustedes. Y cuando él me viene gritando “¡alegría!”––no la hay más honda que la nacida de las entrañas de la desesperación honrada–– y recordando a Don Quijote y al padre–padre, sí, y no sólo Hijo–Jesús, preparo una nueva acción escrita ––no quiero llamarla libro— sobre el misterio cristiano de Don Quijote. A usted, por lo que dice de mi L’agonie du christianisme ¿qué le he de decir? No es cosa de que nos pongamos a discutir. Acabaríamos en que ambos tenemos verdad, que es mucho mejor que tener razón. Sí, en Marx había un profeta; no era un profesor (Y vea usted como estos dos términos, profesor y profeta, latino el uno y el otro griego, que etimológicamente son parientes, han venido a significar cosas tan distintas y hasta opuestas. Mucho de mi vida íntima ha sido una lucha contra el oficio oficial, contra la profesorería académica) ¡Qué bien está lo de César Falcón sobre la dictadura española! ¡Qué justo, qué preciso, qué claro, qué concreto! Esa es la verdad. Pero más que dictadura, tiranía y tiranía pretoriana, que es la peor. Más aún así y todo, con tiranía, no ya dictadura, volvería yo a mi patria si los tiranuelos fueran personas honradas, que no lo son. El primero de ellos, el M. Anido —pues el trío es: M. Anido = Borbón Habsburgo = Primo de Rivera y en este orden; Primo el pelele que tapa a los otros que le tiran de los hilos— es un loco, pero con locura moral ––o inmoral si se quiere. Y lo que quiero hacer constar que en mi caso ––porque constituyo un caso— no se trata de pleito individual, que como a individuo aislado me toque, sino de algo personal y la persona es lo representativo y social, lo humano común. Al defenderme atacando, defiendo el alma eterna y universal de mi pueblo; a toda una iglesia civil libre. Ni me importa que alguien encuentre ridícula mi posición. Aprendí en mi Señor Don Quijote lo que vale la pasión de la risa y que no se pierde ni el dar al aire zapatetas en camisa o medio desnudo.
Lo que está agonizando en España viene de lejos. Con la muerte del príncipe Don Juan ––¡en Salamanca!–– único hijo varón de los Reyes Católicos, a fines del siglo XV, cuando se descubrió América, desapareció la posibilidad de una dinastía española, indígena, castellano-aragonesa. Carlos I. ––V. de Alemania— hijo del Hermoso de Borgoña, un Habsburgo, y de la Loca de Castilla, llegó a ésta sin saber apenas castellano, rodeado de flamencos, y trayendo la política habsburgiana, la hegemonía de la Casa de Austria en Europa y la Contra— Reforma. La América, que se acababa de descubrir, no era sino una mina de donde sacar recursos, oro, ya que no hombres para esa fatídica política. Y así de espaldas a América ––y a África–– vertióse la sangre española en Italia, Francia, Países Bajos por asegurar la hegemonía habsburgiana y contra los reformados. Y así siguieron los Felipe II, III y IV y Carlos II, que nunca se españolizaron. Y le siguieron los Borbones, tan extranjeros en España como los Austrias. Y hoy sufrimos a un Borbón-Habsburgo, más Habsburgo que Borbón y tan Carlos II como Fernando VII. ¿Y el pueblo?— se dirá. Mi amor a la verdad, que es la justicia, y en mi amor a la verdad, mi amor casi desesperado a mi pueblo me obliga a confesar, a profesar ––pero como profeta y no como profesor–– que el pueblo fue seducido y arrastrado por Habsburgos y Borbones y que se le hizo creer que continuaba la cruzada de la reconquista. Y lo digo por patriotismo, por aquel ardiente y desesperado patriotismo que a mi inolvidable Guerra Junqueiro, le hizo al final de su magnífico evangelio Patria crucificar al pueblo portugués con este inri: “Portugal, rey de Oriente”. Sí, la terrible envidia frailuna y castrense ––conventos y cuarteles son ciénagas de envidia misológica–– la que creó la Inquisición es la que alentaba en no pocos conquistadores, más sanson-carrasqueños que quijotescos. Sí, sí, mi pueblo, el pueblo de mis entrañas, tiene que expiar sus pecados. No ha sabido resistir a esa infame cruzada de Marruecos y al “¡guerra, guerra al infiel marroquí!”. Y por fin le han puesto encima, como enseña de baldón, ese Primo de Rivera, que por terrible contraste se llama.. . Pero no, en la escuela le conocían por Miguelón, luego Miguelito, ¿mas Miguel? Miguel, ¡no! Porque vea usted; Miguel es uno de los tres o cuatro nombres cristianos que tienen por patrono no a hombre que fue de carne y hueso, sino a espíritu puro; Miguel es nombre arcangélico. Y luego, vea los cuatro Migueles de la España eterna y universal: Miguel de Cervantes, soldado, que vuelto manco en Lepanto, de su manquera sacó a Don Quijote, como Iñigo de Loyola, soldado, vuelto cojo en Pamplona, de su cojera sacó la Compañía de Jesús. Miguel de Legazpi, escribano vasco ––¡de los míos!–– en Méjico, que con la pluma, sin derramar una gota de sangre, políticamente, ganó para la corona de los Habsburgos de España las Islas Filipinas, esas islas en que siglos después, en tiempos de D. Fernando Primo de Rivera, primer marqués de Estrella y grandísimo ladrón, su sobrino Miguelón ––Miguelito–– que le heredó marquesado y ladronería intervino en el pacto de Biacuabató. Y a propósito el crimen mayor de la España de la Regencia y de la Regencia habsburgiana de España, fue el asesinato del noble Rizal, el indio, y espero que un día el pueblo español contrito haga elevar por suscripción en Manila un monumento expiatorio a la memoria de Rizal como los calvinistas han hecho elevar en Ginebra uno a la memoria de Miguel Servet. Nuestro tercer Miguel, mártir de la libertad de conciencia, a quien Calvino, al hacerlo quemar, le ahorró el que acaso hubiera sido quemado, si lo cogen, por sus compatriotas. Y el cuarto, Miguel de Molinos, héroe también de la pluma, como los otros tres, el que enseñó la doctrina de auto–disciplina, de heroica obediencia a sí misma, de vigoroso individualismo anti-jesuítico. Y junto a Cervantes, Legazpi, Servet y Molinos, ¿le vamos a llamar Miguel a ese fantoche hueco? ¡claro que no, hombre! Mas sus días de tapar la tiranía están contados. El muy mentecato no hace sino pedir merced. Entrevé todo lo perverso de su fatuidad. Y detrás de él tiembla su Maese Pedro; su amo, el que le maneja, ese tenebroso M. Anido, símbolo de la barbarie jesuítico-pretoriana. Y también tiembla, no sé porqué, esa cuitada burguesía que por miedo cerval al incendio bolchevique ––¡el espantajo!–– ha entregado su casa y sus bienes a los bomberos para que se la desvalijen y destrocen.
Pero basta, que el seguir esto sería el cuento de nunca acabar. Gracias, amigo mío, y adentro con Amauta.
Le desea a ésta, vida fecunda aunque sea corta ––Revista que envejece, degenera–– y a su Perú justicia en la libertad.
Miguel de Unamuno

Unamuno, Miguel de

Carta de Palmiro Macchiavello, 14/4/1927

Génova, 14 de abril de 1927
Mi querido Mariátegui:
Acabo de recibir la suya del 5 de Marzo.
Le concedo desde luego, sobrada razón para quejarse de mí. Y no per tagliar corto sino por la vergüenza que me produce tan involuntario silencio, en vez de disculpas prefiero enviarle mi arrepentimiento bien sentido con igual demanda de perdón. Y todo esto, naturalmente, acompañado de formal promesa de enmienda para el futuro.
Debo acusarme, asimismo, de no haberle mandado una sola traducción en los cuatro últimos meses. Pero crea usted que tampoco aquí llevo mayor culpa... Desde mediados de Diciembre no he tenido tregua. Molestias y trabajo se han dado el más riguroso turno contra mi persona. Primero fue la epidemia de gripe, que hizo víctima a toda la familia y se convirtió la casa en un hospital durante dos meses. Y seguido vino el movimiento de fin de año, esta vez más duro porque, deseando pedir licencia, era preciso salir cuanto antes de la memoria consular y del trabajo especial que nos encomienda una flamante disposición ministerial. Afortunadamente, todo ello ha marchado ya para Lima. Su citada me coge justo en vías de elevar ese pedido de licencia el cual, casi seguro, saldrá a las patas de la presente (No sé porqué, en todas mis cartas cae siempre a tono eso de patas. Comprendo que se trata de una coincidencia, al menos tal es mi speranziella; pero la cosa no deja de inquietarme, lo confieso. Y tanto que estoy decidido a leerme todos esos folletos, estudios, ensayos y libros escritos a la sombra según parece por algunos de los sabihondos de nuestra tierra que si bien la distancia con Europa no les ha permitido hacer llegar su fama hasta acá, no por ello dejaron de escribir desde el banco mismo de la escuela... Puede que en alguna de esas publicaciones halle, encuentre, trovi o me tope con un argomento del genere).
César ha recibido sin retardo sus dos últimas cartas. Le he escrito instándole a que conteste rápidamente. Pero mi apremio no es justificado. En efecto, yo le sé muy atareado ahora con el nuevo encargo de El Sol, por cuya cuenta acaba de inaugurar un servicio cablegráfico diario. Además, andamos en grandes andanzas con lo de Historia Nueva. Es muy probable que dentro de dos meses aparezca el primer libro de la Empresa, que será una obra de Unamuno. Se ha debido principiar por aquí a causa de la imposibilidad material de comenzar con el semanario. Ya le enteraré de lo que vayamos haciendo.
Celebro su nuevo proyecto sobre Amauta (que, entre paréntesis sia detto no me llega desde el tercer número; precisamente le pido a César en mi carta de hoy que me preste los suyos). Encuentro magnífico lo de la Sociedad Editora; y en prueba de ello me suscribo desde ahora con 4 acciones, cuyo importe íntegro hallará usted en un cheque anexo. Le doy la facultad, desde luego, por si lo hallase usted conveniente, de suscribir esa suma para 8 acciones; en este caso yo efectuaré los pagos que me correspondan a medida que usted lo indique, hasta cubrir el total.
He seguido con gran atención sus artículos en Mundial, gozando como un energúmeno con la respuesta a Sánchez. No tengo el gusto de conocer personalmente a éste, que, a través de sus escritos, me ha parecido siempre interesante. Pero, quand même, y aun precisamente por esto, le cae de perlas aquello de tenerse que ‘desabrochar’. Antes que posturas, declaraciones; aquí no es cuestión de orden. Es muy cómodo dictar cátedra, especialmente cuando no ha sido preciso decir previamente de qué lado se queda. Y si nada importa que un cualquiera lo haga, tratándose de un hombre como Sánchez es una necesidad y un bien partir por aquí. Por eso me ha agradado la forma en que usted lo ha situado.
No tengo nuevas que transmitirle de acá. Como no sea una carta recibida en estos días de Haya, quejándose de juicios u opiniones mías sobre su programa e ideas. Con la referida carta me manda una serie de publicaciones... pa que m’entere, un matalotaje de robba de lo que ha publicado últimamente. En verdad, se trata de una conversación con un primo de él. Ignoro lo que habrá entendido Haya o lo que le habrán hecho entender. Por mi parte recuerdo esto, que es lo único que puedo haber dicho porque es lo único que siento: para mí, además de estar padeciendo aún de super-rusismo, Haya quiere ser un Lenin spinto, Lenin a su modo tal vez, pero spintissimo. Nada que le coloque fuera de la posición de centro absoluto de todo; muy amigos, muy compañeros los que le obedecen ciegamente, o que simplemente le obedecen; el resto, si no ha de estar bajo de él, debe desaparecer y le combate. Su programa, repito, no lo conozco, pero me basta saber del latinoamericanismo en nombre del cual actúa para quedar poco entusiasta. Aquí está todo. Recuerdo haber dicho lo primero, y así se lo declararé; lo segundo, en cambio, es una impresión que no he transmitido a nadie, como tampoco he transmitido ni expresado en forma alguna la de la palabrería hueca y desordenada que me produjo esa colaboración aparecida en Amauta.
Pronto le escribiré de nuevo. Estoy en tratos con la casa Vallecchi para una cosa interesante: la publicación anual de una obra peruana, traducida, por cuenta de este editor; aún no estamos de acuerdo sobre las condiciones; él trata de obtener una promesa de compra, aunque sea por un número reducido de ejemplares, y yo de sacar la cosa adelante por el solo ofrecimiento de apoyar la difusión en el Perú, para lo cual he dado el nombre y dirección de usted. Insisto en mi fórmula que parece una tontería, porque sé que Vallecchi cuenta con apoyos del gobierno italiano para emprender esta clase de propaganda enderezada a estrechar las relaciones con Latinoamérica...
Muchos saludos para su mujer y caricias para los niños, también de parte de los míos.
Ud. reciba un abrazo fraterno
Palmiro
Anexo: 1 cheque por L. 14.

Macchiavello Gonzales, Palmiro

Carta de Eudocio Ravines, 24/6/1929

24 de junio de 1929
Mi querido José Carlos:
He recibido sus cartas, los documentos que me incluye, así como la que me escribe —muy lacónica— nuestro M. de la T. —Constato que estamos unánimes en mantener idénticos puntos de vista, en lo que se refiere a las líneas fundamentales; la carta de nuestro amigo el gringo gordo que me llega también, me confirma en este pensamiento y me hace ver con más claridad la orientación que Uds. dan al movimiento, que es absolutamente la mía y la de los compañeros que me acompañan aquí. —No hay que pensar, por ahora, sino en la gran responsabilidad y en la severa etapa de trabajo que tenemos delante.—
Frente a una serie de datos que poseo sobre nuestras cuestiones en América, no puedo sino expresarle mi más hondo optimismo. Su permanencia en el país es indispensable, hoy más que nunca. Necesitamos orientadores, hombres que a su capacidad de conocimiento de los problemas y la teoría, unan una constancia infatigable. Lo más difícil era iniciar la nueva etapa: en el Perú está iniciada: el manifiesto del 1° de Mayo lo estimo como el primer síntoma, como el primer documento de su iniciación. Sus términos generales plantean la cuestión inmediata en un terreno pragmático. La algazara grandilocuente, inflada, de los manifiestos de otra hora, se acalla. Hay en ese documento eso que nos falta tanto, un sentimiento exacto de la medida de los hechos y los hombres; hay más parquedad, más seriedad y una fuerza maciza en la autocrítica, sin descender, al hacerla, al plano —tan caro para nosotros latino-americanos— del ataque, la pelea y la discordia.—Esto es un gran paso, el primero de un movimiento que se incorpora seria y conscientemente en la historia política del Perú.—
La tarea que Ud. tiene delante, es enorme; la que corresponde a todos y cada uno de los camaradas no es menor. Va a ser necesario un esfuerzo grandioso: Uds. tienen el deber de desplegarlo. Mi opinión es que la tarea inmediata es la de la preparación de los cuadros. Preparación ideológica, teórica y práctica de los hombres que van a dirigir más tarde los sindicatos por su nuevo camino, de los que van a dirigir la C. G. T. y de los que van a tener a su cargo la preparación y la formación de los núcleos de la acción política.— Muchas de las deficiencias, vacilaciones, bellaquerías de nuestra clase, son, en mi opinión, el resultado de la ignorancia de nuestros compañeros, de la falta de comprensión de la masa de sus verdaderas tareas, de las finalidades de nuestra lucha, de los acontecimientos que se desarrollan a través del mundo, en el terreno de clase. Entramos en un período científico de organización: este período no puede basarse sino sobre la educación de las masas y, por el momento, de los hombres que van a ser los preparadores y los orientadores de la masa.—Ud. comprende que no es posible dejar a los camaradas abandonados a sus propias fuerzas.
Aquí quiero, hablándole francamente, hacerle un ligero reproche, que se refiere al pasado: Ud., después de su arribo al Perú, tuvo la oportunidad de convertirse en orientador y director de una serie de muchachos desorientados, con una magnífica voluntad, pero con una más magnífica ignorancia de las cosas sociales: entre éstos estaba yo. No se imagina Ud., mi caro amigo, cuánto he sufrido para orientarme. Yo no podía tener una fe profunda sino a través de un conocimiento profundo. Sentía a cada instante que la fe sentimental, la fe juvenil, fe de ‘nueva generación’ se me iba sin remedio, se me escapaba por todos los poros. Su intervención en este momento de ansiedad hubiera sido de un valor enorme para mí y, estoy seguro, para otros. No sé por qué causas Ud. limitaba demasiado su acción y parecía como querer inhibirse frente a una influencia más o menos profunda sobre los agitados. Le expreso esta cosa, que es un recuerdo banal, para que Ud. tome verdaderamente en serio su papel de orientador y educador. Fundamentalmente Ud. no superestima la importancia de las pequeñas burguesías urbanas, en lo cual estamos concordes, pero su propaganda toca, sin que Ud. lo quiera deliberadamente, estoy seguro, con mayor intensidad las capas pequeño-burguesas que las masas proletarias. Me parece que los esfuerzos de todos deben ir fundamentalmente a realizar la educación del proletariado, dentro del terreno de clase, sin despreocuparse por esto de la tarea en la que Ud. está empeñado y cuyo realismo de concepción está confirmado por los hechos.—
Mi más grande aspiración es salir y reunirme con Uds. para ayudarlos en el trabajo y en la acción: pero, mi caro amigo, tengo que romper una muralla. Yo creo, con Ud., que mi ingreso al país es cosa factible dentro de las actuales circunstancias y confío en un éxito de las gestiones que se hicieran... pero viene l otro problema, que es el que me tiene inmóvil. Un desplazamiento de tercera clase, con mi mujer, me costaría más de cincuenta libras... y como Ud. comprenderá no tengo ni una. Mi pobreza llega a límites que sólo yo conozco; me muevo dentro de condiciones sumamente estrechas, tanto que el par de zapatos que llevo no se han desprendido de mis pies durante veintiún meses. Por otro lado, aquí en París, no tengo ya nada que hacer: he adquirido lo que necesitaba adquirir; si algún país me convendría, caso de tener dinero y ante la imposibilidad de entrar al Perú, sería EE.UU. por la inmensa documentación que ofrece para estudiar la realidad latino-americana y la realidad mundial. Por otro lado yo hago gestiones a fin de ir a la Urs. pero hasta hoy no he obtenido resultados.
He pensado en la probabilidad de un empréstito personal, el que pagaría por mensualidades una vez llegado allá. Pero es demasiado problemático: no creo que haya un filántropo capaz de arreglarse en esta cuestión de reparaciones, sin Plan Young y sin garantías hipotecarias. Más aún, en un momento en que mi posición ideológica me ha enajenado la voluntad de casi todos los amigos, que hasta aquél entonces se sintieron solidarios conmigo y que hubieran podido prestarme ayuda en este momento para realizar mi empresa.— En lo que a mi familia se refiere, no puedo contar sino con mi madre y hermanas y Ud. sabe que ellas sobrellevan una vida de duras privaciones. Nada es posible esperar por ese lado.—
Tal vez a Uds. les sería posible ayudarme en el sentido siguiente: una demanda de los obreros, o de Uds. —en fin esto es cuestión que les correspondería enfocar— a la Troisiéme, o a la ic. en el sentido de que se me facilite el desplazamiento. Al mismo tiempo, tan luego como esto se hubiere obtenido, las gestiones necesarias ante el gobierno para que se me consintiera el ingreso. Yo, por mi lado, haría gestiones parecidas. Le ruego me escriba sobre este particular, tan claramente como fuere posible. Yo estoy absolutamente decidido a abandonar París y a ir al Perú, dentro del menor plazo que fuere posible.—
Para remediar un tanto mi crisis personal, he hablado con Vallejo y Bazán sobre la posibilidad de enviar crónicas sobre política mundial, a Variedades o Mundial; ambos se muestran pesimistas y lo creen inútil. ¿Ud. no me podría aconsejar nada sobre el particular? ¿Cree que sería posible la aceptación de una colaboración más o menos permanente? Claro que ningún artículo significaría, de ninguna manera, la menor abdicación, la menor concesión de mi pensamiento de militante que combatirá sin cesar las posiciones y las tácticas de la Segunda.
Le solicito esto último en el caso de que lo primero no fuera posible de parte de Uds.—
Acabo de recibir una carta de uno de nuestros amigos que se halla en Montevideo. Le escribo ampliamente.— Asimismo escribo a Blanca Luz. Sé que C. A. Miró Q. llegará en breve a París. Manuel Seoane da la noticia, anunciando que tiene muchas cualidades “pero que es mariateguista”...
Por lo que se refiere a nuestros amigos apristas, todo vínculo está roto. Sus apreciaciones sobre H. que leo por primera vez en la copia que me adjunta Ud. son justas y quizás hasta benévolas. Conmigo, la táctica seguida— ha sido inversa: es él quien no ha contestado a mis cartas, la última de las cuales tiene fecha 22 de marzo ppdo.— En breve escribiremos una carta colectiva a todos los desterrados, historiando el desacuerdo, exhibiendo documentos y demostrando su verdadera raíz, de una manera objetiva. Pensamos hacer esto, porque la campaña epistolar que viene haciendo el jefe del Apra. —según las pruebas que tengo— es de mentira, de falsificación de los hechos y de un ataque primitivo, infantil y absurdo. Nos parece que es necesario presentar a los otros desterrados la faz que no conocen, para que así puedan juzgar libremente y tomar la posición que les sea conveniente. Le enviaré algunos ejemplares de dicha carta.—
Es probable que H. se encuentre ahora empeñado en ajetreos acerca de los laboristas: tal ha sido su plan desde hace mucho y es indudable que dadas sus relaciones con algunos círculos y con algunas gentes, no es difícil que pueda obtener el contacto que busca. En cuanto a los resultados de su labor en este sentido, no puedo augurar ni asegurar nada concreto. Este simple hecho le dirá a Ud. cuál es el camino por el que este señor se precipita, después de haber tocado todas las puertas, a fin de poder salir de su pedestal de ‘primer estudiante’, etc. para saltar al de héroe más o menos actualizado. La popularidad de Sandino no deja de entusiasmarlo, aunque él la busca menos efímera y con una derivación hacia aquélla de la que disfruta y usufructúa Irigoyen. —Por lo que a mi concepto sobre él, yo pienso que es un ‘soñador megalómano’, inteligente, audaz, ‘vivo’, conocedor de todas las triquiñuelas grandes y pequeñas del reclame, profundamente ignorante de todo lo que sea marxismo, ciencia social, etc. Su cultura, en esto es simple cultura de revista, de periódico. No hay nada serio, ni profundo. Sin embargo, no hay que subestimarlo por dos razones: la primera por la influencia —cuya magnitud desconozco— que ejerce entre los medios obreros y pequeño-burgueses revolucionarios del Perú y segundo, por sus cualidades latino-americanas de demagogo, más peligroso que Alessandri y que Irigoyen.— Tarde o temprano tendremos que librarle combate.— De lo que debe Ud. estar plenamente seguro —para su labor entre los sectores aún hayistas del Perú— es que no está, ni estará jamás con nosotros; estará en contra tanto como sus ambiciones y nuestra debilidad lo permitan. —Hay que considerarlo como enemigo.
Los camaradas aquí se han entusiasmado con sus noticias, y con las que nos han llegado por diversos conductos. Las crónicas de Montevideo y Buenos Aires contribuyen a acrecentar el fervor. La noticia de la constitución de la CGT nos ha dado un ánimo inmenso.
Hasta pronto; espero sus noticias. Por este correo van cartas para Julio, Jacinto y R.M.L.; ruégueles que me acusen recibo.—
Un fraternal abrazo de su amigo y camarada.
Eudocio Ravines

Ravines, Eudocio

Carta a Romain Rolland, 20/7/1928

Lima, 20 de julio de 1928
Mr. Romain Rolland
Villeneuve.
Très admiré ami et maître:
Nous croyons que Amauta ne vous ai pas inconnue. Nous vous l’avons envoyée depuis sa parution et bien que vous recevez beaucoup de journaux, livres et revues que sans doute vous n’avez pas le temps de fauilleter, peut-être le message de la jeune Amerique Latine n’echappe pas à votre genereuse attention. Nous savons votre grand intérêd humain pour tout ce que appartient a un monde nouveaux.
Dans les pages de Amauta vous trouverez le temoignage de le respect que nous avons a votre pensée et a votre oeuvre. Nous voulons vous remercier specielment votre noble et honnête defense de la revolution russe qui reste por tous les revolutionnaires du monde nouveaux le plus grand experiment contemporaine. Toute notre espoir s’attache a cette revolution.
Si vous voulez adresser votre parole a l’Amerique Latine, nous serons très hereux si vous faite Amauta porteuse de votre message. Notre Amerique vous aime et vous admire beaucoup plus que vous y pensez. Toute une generation a eté eveillé en partie par votre Jean Cristophe et par votre proteste contre la guerre.
Veuillez bien agreer notre salutations et nous compter parmi vos amis les plus devoués.
Le porteur de cette lettre, Mr. Jean Otten, est un jeune etudiant suisse qui a vecu entre nous deux annés et demi. Il a accepté avec entousiasme l’idee de vous visiter a nomme de Amauta.roteste contre la guerre.
Veuillez bien agreer notre salutations et nous compter parmi vos amis les plus devoués.
Le porteur de cette lettre, Mr. Jean Otten, est un jeune etudiant suisse qui a vecu entre nous deux annés et demi. Il a accepté avec entousiasme l’idee de vous visiter a nomme de Amauta.

José Carlos Mariátegui La Chira