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Dedicatoria de Emilio Matteis

Dedicatoria de Emilio Matteis:
Al amigo y escritor José Carlos Mariátegui, con toda la estimación y el aprecio de
Emilio de Matteis
Génova, 4/4/1930

Matteis, Emilio

Carta de José María de Acosta, 26/5/1926

Madrid, 26 de mayo de 1926
Sr. D. José Carlos Mariátegui
Mi distinguido compañero:
He recibido su notable obra La Escena Contemporánea, que me propongo leer con la atención que V. merece. Gracias mil por tan valioso envío. Correspondiendo a esta gentileza por el correo de hoy tengo el gusto de mandarle mi novela última Las pequeñas causas.
He recibido también el primer número de Libros y revistas y reconocido a esta atención, he dedicado a tan interesante publicación una nota en mi sección ‘La literatura española en el extranjero’, del gran diario español ABC. Juntamente con mi novela, en el mismo paquete, va este número del ABC y algún otro. En mi sección doy frecuentes notas sobre literatura hispanoamericana, especialmente sobre libros de investigación y crítica literaria, de crónicas de viajes por España y de los que de cualquier modo se relacionan en algo con la literatura española. Si publica algún libro de cualquiera de estos géneros, tendré mucho placer en dedicarle una afectuosa nota.
Hace unos meses le escribí rogándole me enviara su ficha bio-bibliográfica con destino a una obra que tengo en preparación y de la cual le incluyo un prospecto. Supongo que recibiría mi carta y atribuyo el que no me haya contestado a que no haya hecho labor de crítica literaria. Si es así, nada tengo que objetar, pero si tiene trabajos de esta índole, le agradeceré me la envíe para incluirlo con conocimiento de causa en dicha obra.
Si en algo le puedo ser útil por aquí, disponga incondicionalmente de mí.
Su afmo. compañero
José Mª de Acosta
De la Argentina me han enviado más de 70 fichas bio-bibliográficas. De Chile y de otras repúblicas americanas, muchas.

Acosta, José María de

Carta de Luis Jiménez de Asúa, 12/6/1926

Madrid, 12 de junio de 1926
Señor Dr. José Carlos Mariátegui
Mi muy querido amigo:
He recibido y le leído con el mayor interés su libro La Escena Contemporánea en el que recopila U. artículos del más vivo interés.
Gracias mil por el generoso envío de su gran amigo.
Luis Jiménez de Asúa

Jiménez de Asúa, Luis

Carta de Miguel de Unamuno, 28/11/1926

Hendaya, 28 de noviembre de 1926
Sr. D. José Carlos Mariátegui
Lima
He recibido y leído, mi buen amigo ––creo poder desde luego llamarle así, y es un consuelo–– los dos primeros números de Amauta. Ante todo, y para despacharlo pronto, lo que individual y también personalmente, a mí se refiere. A Juan Parra del Riego las gracias por la Marcha que me dedica. Y en nombre de mi pobre España, que es ––lo sé–– la de ustedes. Y cuando él me viene gritando “¡alegría!”––no la hay más honda que la nacida de las entrañas de la desesperación honrada–– y recordando a Don Quijote y al padre–padre, sí, y no sólo Hijo–Jesús, preparo una nueva acción escrita ––no quiero llamarla libro— sobre el misterio cristiano de Don Quijote. A usted, por lo que dice de mi L’agonie du christianisme ¿qué le he de decir? No es cosa de que nos pongamos a discutir. Acabaríamos en que ambos tenemos verdad, que es mucho mejor que tener razón. Sí, en Marx había un profeta; no era un profesor (Y vea usted como estos dos términos, profesor y profeta, latino el uno y el otro griego, que etimológicamente son parientes, han venido a significar cosas tan distintas y hasta opuestas. Mucho de mi vida íntima ha sido una lucha contra el oficio oficial, contra la profesorería académica) ¡Qué bien está lo de César Falcón sobre la dictadura española! ¡Qué justo, qué preciso, qué claro, qué concreto! Esa es la verdad. Pero más que dictadura, tiranía y tiranía pretoriana, que es la peor. Más aún así y todo, con tiranía, no ya dictadura, volvería yo a mi patria si los tiranuelos fueran personas honradas, que no lo son. El primero de ellos, el M. Anido —pues el trío es: M. Anido = Borbón Habsburgo = Primo de Rivera y en este orden; Primo el pelele que tapa a los otros que le tiran de los hilos— es un loco, pero con locura moral ––o inmoral si se quiere. Y lo que quiero hacer constar que en mi caso ––porque constituyo un caso— no se trata de pleito individual, que como a individuo aislado me toque, sino de algo personal y la persona es lo representativo y social, lo humano común. Al defenderme atacando, defiendo el alma eterna y universal de mi pueblo; a toda una iglesia civil libre. Ni me importa que alguien encuentre ridícula mi posición. Aprendí en mi Señor Don Quijote lo que vale la pasión de la risa y que no se pierde ni el dar al aire zapatetas en camisa o medio desnudo.
Lo que está agonizando en España viene de lejos. Con la muerte del príncipe Don Juan ––¡en Salamanca!–– único hijo varón de los Reyes Católicos, a fines del siglo XV, cuando se descubrió América, desapareció la posibilidad de una dinastía española, indígena, castellano-aragonesa. Carlos I. ––V. de Alemania— hijo del Hermoso de Borgoña, un Habsburgo, y de la Loca de Castilla, llegó a ésta sin saber apenas castellano, rodeado de flamencos, y trayendo la política habsburgiana, la hegemonía de la Casa de Austria en Europa y la Contra— Reforma. La América, que se acababa de descubrir, no era sino una mina de donde sacar recursos, oro, ya que no hombres para esa fatídica política. Y así de espaldas a América ––y a África–– vertióse la sangre española en Italia, Francia, Países Bajos por asegurar la hegemonía habsburgiana y contra los reformados. Y así siguieron los Felipe II, III y IV y Carlos II, que nunca se españolizaron. Y le siguieron los Borbones, tan extranjeros en España como los Austrias. Y hoy sufrimos a un Borbón-Habsburgo, más Habsburgo que Borbón y tan Carlos II como Fernando VII. ¿Y el pueblo?— se dirá. Mi amor a la verdad, que es la justicia, y en mi amor a la verdad, mi amor casi desesperado a mi pueblo me obliga a confesar, a profesar ––pero como profeta y no como profesor–– que el pueblo fue seducido y arrastrado por Habsburgos y Borbones y que se le hizo creer que continuaba la cruzada de la reconquista. Y lo digo por patriotismo, por aquel ardiente y desesperado patriotismo que a mi inolvidable Guerra Junqueiro, le hizo al final de su magnífico evangelio Patria crucificar al pueblo portugués con este inri: “Portugal, rey de Oriente”. Sí, la terrible envidia frailuna y castrense ––conventos y cuarteles son ciénagas de envidia misológica–– la que creó la Inquisición es la que alentaba en no pocos conquistadores, más sanson-carrasqueños que quijotescos. Sí, sí, mi pueblo, el pueblo de mis entrañas, tiene que expiar sus pecados. No ha sabido resistir a esa infame cruzada de Marruecos y al “¡guerra, guerra al infiel marroquí!”. Y por fin le han puesto encima, como enseña de baldón, ese Primo de Rivera, que por terrible contraste se llama.. . Pero no, en la escuela le conocían por Miguelón, luego Miguelito, ¿mas Miguel? Miguel, ¡no! Porque vea usted; Miguel es uno de los tres o cuatro nombres cristianos que tienen por patrono no a hombre que fue de carne y hueso, sino a espíritu puro; Miguel es nombre arcangélico. Y luego, vea los cuatro Migueles de la España eterna y universal: Miguel de Cervantes, soldado, que vuelto manco en Lepanto, de su manquera sacó a Don Quijote, como Iñigo de Loyola, soldado, vuelto cojo en Pamplona, de su cojera sacó la Compañía de Jesús. Miguel de Legazpi, escribano vasco ––¡de los míos!–– en Méjico, que con la pluma, sin derramar una gota de sangre, políticamente, ganó para la corona de los Habsburgos de España las Islas Filipinas, esas islas en que siglos después, en tiempos de D. Fernando Primo de Rivera, primer marqués de Estrella y grandísimo ladrón, su sobrino Miguelón ––Miguelito–– que le heredó marquesado y ladronería intervino en el pacto de Biacuabató. Y a propósito el crimen mayor de la España de la Regencia y de la Regencia habsburgiana de España, fue el asesinato del noble Rizal, el indio, y espero que un día el pueblo español contrito haga elevar por suscripción en Manila un monumento expiatorio a la memoria de Rizal como los calvinistas han hecho elevar en Ginebra uno a la memoria de Miguel Servet. Nuestro tercer Miguel, mártir de la libertad de conciencia, a quien Calvino, al hacerlo quemar, le ahorró el que acaso hubiera sido quemado, si lo cogen, por sus compatriotas. Y el cuarto, Miguel de Molinos, héroe también de la pluma, como los otros tres, el que enseñó la doctrina de auto–disciplina, de heroica obediencia a sí misma, de vigoroso individualismo anti-jesuítico. Y junto a Cervantes, Legazpi, Servet y Molinos, ¿le vamos a llamar Miguel a ese fantoche hueco? ¡claro que no, hombre! Mas sus días de tapar la tiranía están contados. El muy mentecato no hace sino pedir merced. Entrevé todo lo perverso de su fatuidad. Y detrás de él tiembla su Maese Pedro; su amo, el que le maneja, ese tenebroso M. Anido, símbolo de la barbarie jesuítico-pretoriana. Y también tiembla, no sé porqué, esa cuitada burguesía que por miedo cerval al incendio bolchevique ––¡el espantajo!–– ha entregado su casa y sus bienes a los bomberos para que se la desvalijen y destrocen.
Pero basta, que el seguir esto sería el cuento de nunca acabar. Gracias, amigo mío, y adentro con Amauta.
Le desea a ésta, vida fecunda aunque sea corta ––Revista que envejece, degenera–– y a su Perú justicia en la libertad.
Miguel de Unamuno

Unamuno, Miguel de

Carta de Henri Barbusse, 13/5/1926

13 de mayo de 1926
Mon cher José Carlos Mariátegui.
J’ai reçu votre livre La Escena Contemporánea. Combien je suis désolé de ne connaître que mal la belle langue espagnole ––qui est de toutes les langues vivanles celle que j’admire le plus— ce qui m’interdit de lire couramment votre oeuvre. Toutefois je sais assez l’espagnol pour pouvoir comprendre en y apportant suffisamment d’attention, un texte espagnol écrit. C’est ainsi que j’ai eu la joie de pénétrer dans quelques— unesde vos pages, et d’y dècouvrir une belle effusion fraternelle qui m’honore et qui me touche.
Plus que jamais nous occupons de grouper les forces intellectuelles internationales. Et nous cherchons la formule large et humaine que nous permettra de nous appuyer tous les uns sur les autres et de susciter parmi les travailleurs de l’esprit des défenseurs aux grandes idées saines, de l’avenir. Je me mettrai sans dout en rapports avec vous quelque jour pour cela, car je pense que vous représentez dans votre pays les éléments hardis et lucides qu’il faut arriver à rallier en bloc.
Croyez-moi bien cordialement à vous.
Henri Barbusse

Barbusse, Henri

Carta de Julio C. Guerrero, 8/7/1929

Berlín, 8 de julio de 1929
Señor
D. José Carlos Mariátegui
Lima.
Mi muy distinguido amigo:
Muchas gracias por su libro. Y enhorabuena además. Sus siete ensayos de interpretación de nuestra realidad son el primer intento de sistematización que, a mi ver, se ha hecho para estudiar nuestro gran problema, el problema del indio. Quizá haya algunos puntos de su ideología que yo no puedo suscribir aun reconociendo su fuerza dialéctica.
Leyendo su libro me parece hojear las páginas de un ideario nacional entusiastamente sentido, profundamente meditado y admirablemente expuesto.
Los lectores asiduos de Amauta, esa gran revista que está abriendo en nuestro país surcos inéditos, necesitábamos este libro, como síntesis de lo disperso en sus páginas, como exponente y como iluminación.
Otra vez mi agradecimiento y mi enhora buena.
Su amigo afmo.
J. C. Guerrero

Guerrero, Julio

Carta de Augustin Habaru, 16/11/1929

Paris, 16 de noviembre de 1929
Señor José Carlos Mariátegui
Lima (Pérou)
Mon Cher Camarade,
Je communique votre lettre du 10 Octobre à notre administration. Je vous remercie pour votre article sur Le Ciment que nous publierons prochainement.
Si vous en avez la possibilité, je serais heureux de votre participation à notre débat contradictoire sur La Crise du Socialisme, dont vous trouverez sous ce pli le premier article de De Man, Vandervelde, Karl Renner, Henriette Roland-Holst, des communistes, des socialistes nous ont envoyé des études importantes et ej serais heureux si votre article nous parvenait en temps utile. Pour le cas où ce ne serait pas possible, je ferais traduire un chapitre de votre Défense du Marxisme paru dans Amauta.
Saludations bien fraternelles
A. Habaru

Habaru, Augustin