Muerte

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Agonía - Muerte de José Carlos Mariátegui

Dibujo de Artemio Ocaña "Agonía" que representa el fallecimiento de José Carlos Mariátegui, fue publicado en la revista Amauta en 1930.
En el dibujo con letra del artista se aprecia la hora: 8 y media. Clínica Villarán. Lima 16/4/930.
Al reverso de la imagen con posible letra de Martínez de la Torre: 11 cent ancho - grano grueso.

Ocaña, Artemio

Carta de Levin, Levin and Dill (Law Offices), [1930]

Sr. Ricardo Martinez de la Torre,
Apartado 2107,
Lima Peru.
Muy Señor Mio:
El señor Waldo Prank de Nueva York me avisa que Ud. puede mandarme unos números pasados de la revista "Amauta" publicada por el lamentado Mariategui.
A mi me gustaría recibir unas copias interesantes, y me hace el favor de mandarme la cuenta. Le ruego que me diga también el
precio de subscripción anual.
Quedo de Ud.
Su S.S
S. R. Levin

Levin, Levin and Dill (Law Offices)

Carta de Isaac Batallanos H., 23/4/1930

Abancay, 23 de abril de 1930
Señor Ricardo Martínez de la Torre
Lima
Muy señor mío
Esta no tiene más objeto que permitirme molestar la atención de U. para que sirva transmitir mi profundo dolor a los deudos del Sr. José Carlos Mariátegui, cuya desaparición de esta espinoza vida, deja un vacío hondo muy difícil de llenar en el camino que se ha marcado de valor por la humanidad.
Con sentimientos profundos
De U. atento y S.S

Batallanos H., Isaac

Carta de Helena Delgado, 13/7/1930

Cotabamba, 13 de julio de 1930
Sr. Ricardo Martínez de la Torre
Amauta
Lima
Mui señor mío;
Su última de 2 de mayo del presente año estuvo en nuestro poder, a la que tenemos el agrado de dar respuesta, manifestándole que por cuenta de nuestros abonos por suscriciones, Factura No. 469 de 25 abril pasado por S/32.60, le enviará el señor Aurelio Báez, Huancavelina, la cantidad de S/25.00. Si oportunamente no lo hiciera, agradeceré a usted dirigirse al referido señor solicitando el pronto envío de la cantidad mencionada.
Nosotros le hemos escrito todavía en correos pasados, y en vez de enviarnos aquí el dinero le contestamos de que
lo hiciera a Amauta, por cuenta nuestra.
Volvemos suplicar a usted se sirva reservarnos 25 ejemplares de "El amauta Atusparia"; cuyo importe le agradeceremos nos avise.
Ahora le suplicamos de que nos lo reserve también el Clisé de Manuel González Prada del no. 16 de julio 1928, de Amauta, avisándonos igual el precio.
Participando a usted recién nuestra sentida condolencia por la sensible desaparición del Director de "Amauta", cuya muerte hace falta
al país, puesto que él era el destacado expositor del Marxismo en el Perú, nos repetimos de usted esperando su favorable:
Helena Delgado
Bibliotecaria

Delgado, Helena

Carta de Editorial Cenit S.A,9/6/1930

Madrid, 9 de junio de 1930
Sociedad Editora "Amauta"
Apartado de Correos 2107
Lima (Perú)
Estimados amigos:
Llegó a nosotros la terrible e inesperada noticia de la muerte de José Carlos Mariátegui cuando teníamos puestas en él todas nuestras esperanzas para una colaboración eficaz y entusiasta en la propagación de nuestra empresa por América. Como nosotros sentimos este golpe creemos que el mejor homenaje que podemos rendirle es el de perseverar en la labor a la que él dio su vida.
Nuestra Factura 234: seguimos sin poder aclarar lo sucedido con el envío correspondiente a esta factura. Para mayor dificultad no aparece en nuestro archivo los recibos de certificados de aquellos días. En cuanto a la posible equivocación de dirección de que nos hablan por coincidir esto con la exposición de las obras a que hacía referencia nuestra factura en los escaparates de la librería Rosay de esa, no es posible no tener nosotros conocimiento de la existencia de tal librería hasta que hemos recibido la carta de Uds. Si ella recibe libros serán por conducto de la Compañía Ibero Americana de Publicaciones, En vista de las dificultades con que se tropieza para aclarar esto y teniendo encuentra el hecho cierto de no haber recibido Uds. los paquetes, decidimos anular nuestra factura nº 234 descargando el importe de pesetas 549 de su apreciable cuenta.
NUESTRA LETRA NÚMERO 78 DE PESETAS 1.086: les insistimos a Uds. en cuanto les decíamos en nuestra carta del 18 de abril sobre los perjuicios que nos ha ocasionado la devolución de este efecto. Pueden Uds. girarnos inmediatamente esa media parte que el banco no aceptó y el resto después cuanto antes le sea posible.
Esperando sus noticias quedamos suyos affmos. amigos
q.e.s.m
Editorial Cenit, S.A
Gerente

Editorial Cenit

Guardia de honor en el velatorio de José Carlos Mariátegui

Guardia de honor en la velada de José Carlos Mariátegui en su casa de Washington Izquierda, Lima. Al fondo, el estandarte del Sindicato Textil de Vitarte. En primer plano a la izquierda, Miguel Adler; a la derecha, Julio César Mariátegui. Figuran además tres personas designadas por la Asociación Nacional de Periodistas: Antonio Alva, Mario Mendizábal y José Amador Añazgo.

Variedades

El idealismo de Edwin Elmore

I.
El mejor homenaje que podemos rendir a Edwin Elmore quienes lo conocimos y estimamos es, talvez, es de revelarlo. Su firma era familiar para todos los que entre nosotros tienen el que Valery Larbad ruiseñamente llama “ce vice impuni, la lecture”. Pero Elmore pertenecía al número de aquellos escritores de quienes se dice que no han “llegado” al público. El público ignora en estos casos las ideas, las actitudes del escritor; pero ignora un poco al escritor mismo. Edwin Elmore no había buscado ninguno de los tres éxitos que en nuestro medio recomiendan a un intelectual a la atención pública: éxito literario, éxito universitario, éxito periodístico. I en su obra dispersa e inquieta, no está toda su personalidad. Su personalidad no ha sacudido fuertemente al público sino en su muerte.
Digamos sus amigos, sus compañeros, lo que sabemos de ella. Todos nuestros recuerdos, todas nuestras impresiones honran, seguramente, la memoria del hombre y del escritor. Lo presentan como un intelectual que sentía la necesidad de dar a su pensamiento y a su acción una meta generosa y elevada.
Personalidad singular, y un poco extraña, en este pueblo. Se reconocía en Elmore los rasgos espirituales de su estirpe anglo-sajona. Tenía de los anglo-sajones el liberalismo. El espíritu religioso y puritano. El temperamento mas bien ético que estético. La confianza en el poder del espíritu.
II.
Este hombre de raza anglo-sajona quiso ser un vehemente asertor de ibero-americanismo. “El genio ibero, la raza ibera, -decía- renace entre nosotros se renueva entre América”.
Pensaba que la cultura del porvenir debía ser una cultura ibérica. Mas aún. Creía que este renacimiento hispánico estaba ya gestándose.
Yo le demandaba las razones en que se apoyaba su creencia, mejor dicho su predicción. Yo quería hechos evidentes, signos contrastables. Pero la creencia de Elmore no necesitaba de los hechos ni de los signos que yo le pedía. Era una creencia religiosa.
-Usted tiene la fe del carbonero- de dije una vez
Y el me respondió convencido que sí.
Su fe era, en verdad, una fe mística. Pero, precisamente, por esto, era tan fuerte y honda. En sus ojos iluminados leí la esperanza de que la fe obraría el milagro.
III.
Como mílite de esta fe, como cruzado de esta creencia, Edwin Elmore servía la idea de la celebración de un congreso de intelectuales ibero-americanos. No lo movía absolutamente, -como podían suponer los malévolos, los hostiles- ninguna ambición de notoriedad internacional de su nombre. Lo movía más bien, como en todas las empresas de su vida, la necesidad de gastar su energía por una idea noble y alta.
En nuestras conversaciones sobre el tema del congreso comprendí lo acendrado de su liberalismo. Elmore no sabía ser intolerante. Yo le sostenía que el congreso, para ser fecundo, debía ser un congreso de la nueva generación. Un congreso de espíritu y de mentalidad revolucionarias. Por consiguiente, había que excluir de él a todos los intelectuales de pensamiento y ánimos conservadores.
Elmore rechazaba toda idea de exclusión.
-Ingenieros- me decía- piensa como Usted. Quiere un congreso casi sectario. Yo creo que debemos oír a todos los hombres aferrados a la tradición y al pasado. Antes de repudiarlos, antes de condenarlos, debemos escucharlos una última vez.
Había instantes en que admitía la lógica de mi intransigencia. Pero, luego, su liberalismo reaccionaba.
IV.
Edwin Elmore no podía concebir que un individuo, una categoría, un pueblo, viviesen sin ideal. La somnolencia criolla y sensual del ambiente lo desesperaba. “¡No hacemos nada por salir del marasmo!”- exclamaba. I mostraba todos los días, en sus palabras y en sus actos, el afán de “hacer algo”.
La gran jornada del 23 de mayo le descubrió al proletariado. Elmore empezó entonces a comprender a la masa. Empezó entonces a percibir en su oscuro seno la llama de un ideal verdaderamente grande. Sitió que el proletariado, además de ser una fuerza material, es también una fuerza espiritual. En los pobres encontró lo que acaso nunca encontró en los ricos.
V.
Lo preocupaban todos los grandes problemas de la época. Sus estudios, sus inquietudes no son bastante conocidos. Elmore se dirigía muy poco al público. Se dirigía generalmente a los intelectuales. Su pensamiento está más en sus cartas que en sus artículos. Se empeñaba en recordar a los intelectuales los deberes del servicio del Espíritu. Esta era su ilusión. Este era su error. Por culpa de esta ilusión y de este error, la mayor parte de su obra y de su vida queda ignorada. Elmore pretendía ser un agitador de intelectuales. No reparaba en que para agitar a los intelectuales, hay que agitar primero a la muchedumbre.
VI.
Por invitación suya escribí, en cinco artículos, una “introducción al problema de la educación pública”. Elmore trabajaba por conseguir una contribución sustanciosa de los intelectuales peruanos al debate o estudio de los temas de nuestra América planteado por la Unión Latinoamericana de Buenos Aires y por “Repertorio Americano” de Costa Rica. Dichos artículos han merecido el honor de ser reproducidos en diversos órganos de la cultura americana. Quiero, por esto, dejar constancia de su origen. I declarar que los dedico a la memoria de Elmore.
Recuerdo que en una de nuestras conversaciones me dijo:
-He resuelto mi problema personal, el problema de mi felicidad, casándome con la mujer elegida. Ahora me siento frente al problema de mi generación.
Yo traduje así su frase:
-Mi vida ha alcanzado sus fines individuales. Ahora debe servir un fin social.
Estoy pronto.
Estaba, en verdad, pronto para ocupar su puesto de combate. Cuando le ha tocado probarlo, ha dado su vida entera.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Percy Gibson, 25/7/1918

Arequipa, 25 de julio de 1918
Señor
José Carlos Mariátegui
Lima
Querido amigo:
Le escribo profundamente conmovido por la sorpresiva muerte del incomparable maestro, Don Manuel González Prada, el hombre más noble que he conocido. Yo, que estuve cerca de cuatro años con él en la Biblioteca Nacional, a raíz de la expulsión de los phitecos, pude conocerle íntimamente, mirar la profunda serenidad de su espíritu, como un río lento, y recrearme con los vastos y áticos panoramas de su inteligencia. Fui su hijo espiritual. Le quise entrañablemente. Entonces, con Valdelomar y el querido Enrique Bustamante y Ballivián, y algunas veces con José María Eguren, le visitábamos en su casita de la Puerta Falsa del Teatro. Allí se conversaba, se atesoraba espíritu e ideas. Eran buenos días aquéllos, buenos para nosotros y para las letras nacionales. Sin pasiones, sin arribismos, escribíamos en silencio. Los frutos de la meditación y de las vigilias, se sazonaban de vida, rebosaban de sus pulpas las mieles de la sinceridad. No fuimos matones ni camaleros literarios. Eran buenos días aquéllos. Azuzaron las jaurías contra el noble viejo... pero él destripó muchos perros. Era un insigne esgrimista de la pluma. Lástima que no tuviera contendor. Ya se fue, se fue para siempre. Nos abandonan los buenos, los justos, los grandes. Quedan los réprobos, los canallas, los vencidos.
Le envío dos sonetos, no sé si malos o buenos, pero íntimamente sentidos. Con la garganta anudada de sollozos he lirizado el soneto al poeta. En este soneto tiemblan emocionadas lágrimas en mis pestañas.
Sé, por cartas que ha escrito U. a Seguín, que acaso tengamos el gusto de estrechar su mano próximamente. Venga U., amigo, a esta ociosa aldea de mis mayores, donde será U. recibido por nosotros con cariño. Aquí hay vegas y auroras armoniosas. Eso es todo. También hay volcanes quebrados y salvajes. También hay cholos insolentes. No importa, venga U.
Muy suyo
Percy Gibson

Gibson, Percy

Carta a Artemia G de Falcón, 03-05/1920

A dona Artemia G. de Falcón

Mi madre, en Lima

Querida madre

He recibido tu carta del treinta de marzo. Ya te contesté la anterior; pero no sería extraño que recibieses las dos juntas. ¡Hoy anda al correo!

Cada una de tus cartas me alegra y, al mismo tiempo, me entristece. Lo primero al recibirla y al leerla lo segundo. Cuando acepté venir a Europa lo hice pensando, sobretodo, en que había conseguido proporcionarte un tiempo de tranquilidad y bienestar. No sospeché que pudieras continuar sufriendo las estrecheces que me relatas en tus cartas. Ahora, al saberlo, casi me pesa el haber salido de Lima, porque no me basta con el provecho que yo he recibido. Mi anhelo ha sido siempre, lo es y lo será, que antes que yo sean felices tú y mis hermanos.

Aun quiero ser optimista. Espero que las nuevas mesadas te hagan permitido normalizar tus gastos, que a la fecha vivas con más comodidad.

Yo vivo también estrechamente. Hasta ahora, por fortuna, me pagan con puntualidad. El cónsul de Barcelona es amigo mío y se apresura a remitirme mi sueldo apenas le mando mi recibo. Pero es muy poca la cantidad de dinero que recibo y por ello no puedo vivir mejor.

Para remediar un tanto está pobreza estoy tratando de ganar dinero aquí. Será muy fácil si quisiera conseguir lo suficiente para crece. Mas mi propósito es no solicitar una situación secundaria y mezquina. Y, claro es, de pronto y en el momento que quiera no puedo encontrar lo que a mí me conviene.

Muy pronto se publicará un libro mío. No creo que me rinda ni mucho ni poco dinero. Pero después de su publicación podré dedicar mayor tiempo a escrebir en los periódicos y otros libros, que escribiré enseguida, me proporcionarán mayor utilidad.

La falta de dinero me ha impedido enviarles todos los regalos que hubiera querido. Algo les mandaré, sin embargo los abrigos a los chicos, aunque no sé cuando, porque están muy caros.

En "El Comercio" he leído la noticia de la muerte de […] Garfias. Fue, según parece, el veinticinco de marzo. Tu carta del 30 no me dice nada. ¿Es que no lo sabías?

Dile a Del Águila que me escriba y salúdalo.

Muchos besos para mis hermanos y un abrazo de todo corazón para ti.

César

Madrid, mayo, el 3 de 1920

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 3/2/1920

Querida Madre:

Acabo de recibir tus cartas del 21, 26 y 30 de noviembre y del 20 de diciembre, asó como las adjuntas de mis hermanos. No he querido aplazar por más de una mi respuesta, y en el acto he cogido la pluma para escribirte.

La noticia de la muerte de Juan me ha llenado de tristeza. No podría esperarla jamás. Creía que ya se encontrase restablecido y , por eso, en mis cartas anteriores te he encargado saludos para él.

Tu no puedes imaginarte como nos hace sufrir una noticias semejante cuando estamos solo, en una ciudad extraña, rodeados de personas indiferentes, incapaces de solidarizarse ni con el más pequeño de nuestros dolores. Por esto he sufrido doblemente. Tú sabes que, a fuerza de quererlo, lo consideraba como un hermano.

Tanto como esa noticia me ha afligido la de tus padecimientos. Me habría gustado conocer la primera para saber, al mismo tiempo, que habías sufrido mucho. Se que una desgracia, por pequeña que sea, no puede pasar junto a ti sin arrancarte lágrimas. Pero, ya pasado el triste suceso, es necesario que te sobrepongas y que trates de cuidarte lo mejor posible, tanto por ti como por nosotros. Ya ves que te lo pido también por nosotros, por mis hermanos y por mí mismo que no aceptaría permanecer aquí un mes más, aunque en Lima me esperasen momentos desagradables de lucha y de pobreza, si supiese que mi ausencia te hace sufrir.

Tu sabes que nunca he hecho nada contra tu voluntad y que siempre me he preocupado, sobre todo, tu tranquilidad y tu bienestar, aunque la suerte, desgraciadamente, no me haya permitido nunca proporcionártelos en la amplitud de mi deseo. Hoy sigo queriendo proceder en la misma forma. Si tu quieres que vuelva, dímelo y renunciaré enseguida y volveré junto a ti. En mi voluntad manda más tu deseo que el mío propio.

Con gran sentimiento me he enterado de tus estreceches económicas. No necesitabas puntualizármelas. Tenía por fuerza que darme cuenta de tu situación.

La distancia que nos separa me imposibilita para atender inmediatamente a tus demandas. Comprendiéndolo así, te dejé asegurada la pensión en esa y cuyo primer cobro habrás efectuado ya. No conté, irme pesa en el alma, con una desgracia tan grande como la que acaba de ocurrirnos. Créeme que ahora me parece que he derrochado estúpidamente hasta el dinero que he gastado en comer. Tú sabes que te lo habría dado todo.

Las circunstancia me fuerzan a resignarme. Tu también, cuya situación tiene que haber […] a la fecha, debes olvidar los sufrimientos pasados y preocuparte ahora solo de vivir lo mejor posible.

En el ministerio debes cobrar, mensualmente, veinticinco libras. No sé cuanto te pagará Ruíz Braco, pero supongo que, en ningún caso ser menos de cinco libras mensuales. Todo esto hace un total de treinta libra que debes recibir, con seguridad, todo los meses.

Te suplico que de esta suma le entregues a Del Aguila, para que satisfaga un favor que he pedido, cuatro libras mensuales. Tres repártecelas a mis hermanos y el saldo, los veintitrés restantes, gástalas en la casa. No creo, por supuesto, que con tal cantidad puedan vivir espléndidamente, mas te doy todo lo que tengo. Sin embargo, si aun es demasiado pequeña esa renta, dímelo y yo, de mi pensión, aunque es bien exigua pues solo me quedo con veinte libra, te mandaré algo más.

Espero, por otra parte, poder cobrar también los artículos que mando a "El Comercio". Voy a escribirle en este sentido y lo que me den haré que te lo entreguen a tu por intermedio de Del Águila. Si consigo esto y Ruíz Bravo te paga más de cinco libras, solo te pido que en lugar de cuatro le des cinco libras todos los meses a Del Águila.

Si mis hermanos, Alicia, Antonieta y Teresa principalmente pueden mandarme todos los meses, por un giro, la cantidad que les corresponda en las tres libras, […] claramente lo que quieren que les compre aquí. Yo lo haré con mucho gusto y con toda puntualidad y llegaré hasta poner, si faltasen, algunas pesetas, no muchos desde luego.

De tu pequeña renta puede dedicar una y media o dos libras a pagar una criada de servir o una cocinera, satisfaciendo hoy el justo, muy justo y cariñoso deseo de Alicia.

De tal manera me parece a mí que puedes organizar modestamente tu casa y vivir tranquila. Por supuesto, cuento para proponértelo con que tú lo que quieras así. En todo caso debes proceder como te parezca más conveniente, que a mí siempre me parecerá bien.

Lo importante es tu tranquilidad. Quiero que estés alegre y contenta y que tus próximas cartas no me cuenten tantos sufrimientos como las que acabo de recibir.

Osores, según me he enterado en los periódicos de Lima, ha salido del ministerio a fines de enero. Espero que antes te haya concedido la beca a Humberto. Si no ha sido así escríbemelo para ver que gestiones puedo hacer por conseguirla.

Yo paso buenos días en Madrid. Es una ciudad alegre y hermosa. Ya tengo algunos amigos y con ellos, personas muy inteligentes y de gran renombre, estoy en las tarde y en las noches.

Ahora me dedico a trabajar. Estoy escribiendo, como te dije en carta anterior un libro y voy a escribir algunos artículos para los periódicos. Todo esto, como tú comprenderás, me reporta una gran reputación, pero ningún dinero. Y yo no sé hasta cual de las dos cosas debemos preferir.

Tus cartas me llegan con mucho retraso. Ponles esta dirección a ver si llegan con más prontitud.

César Falcón
Consulado General del Perú
Madrid España
Vía Panamá- Nueva York

Puede ser que por esta vía consiga recibirlas siquiera en un mes.

Si Jorgito, a quien te encargo besar especialmente, necesita respirar aire marino, me parece que mejor sería que te fueses a vivir a un balneario próximo a Lima. Tú resolverás.

Abraza en mi nombre a todos mis hermanos, saluda a Del Águila y agradécele por mí los bondadosos servicios que te presta y tú recibe un beso y un abrazo de tu hijo.

César.

Madrid, 3 febrero de 1920.

P.D ¿Te has encargado de mandarme el cuento "Mi hermana Jacoba"? Dile a Alicia que me escriba en papel de carta y fino, como el que yo uso.

Falcón, César

Carta a Humberto del Águila, 3/2/1920

Mi querido Humberto:

Cartas de mi madre me dan noticias puntuales de los servicios que les ha prestado usted desde su llegada a la casa y particularmente, la triste ocasión de la muerte de Juan. Yo le estoy, por todo ello, muy agradecido. Nunca dudé de su afecto ni de su sinceridad. Pero las deferencias extraordinarias de usted para mi madre me obligan a creerlas más y a sentirme siempre a su absoluta disposición.

Mi pobre madre, cuyo sentimiento por la muerte de Juan la […] en toda su intensidad, se […] de al entierro de Juan no hayan asistido sus amigos. Yo, querido Humberto, casi no me sorprendo de esto. Me parece una cosa característica de Lima. Lo mismo habría pasado si, en lugar de ese pobre muchacho que no tuvo en vida sino su bondad sin límites, hubiese sido yo el muerto. En nuestra ciudad - ¡Cuánto me aflige decirlo! - no hay afecto. Jamás olvidaré que al embarcarme, después de escribir diez años en los periódicos durante los cuales usted sabe cuanto hice y cuánto serví, solo fueron a despedirme usted y dos amigos más, compañeros de última hora y sin nada personal que agradecerme. En cambio, muchos periodistas madrugaron para despedir a uno de sus camaradas de prostitución en los fumadores de opio.

No quisiera recordar nada de esto. Pero lo hago para resaltar a mis propios ojos la noble actitud de usted y obligarme a mayor agradecimiento.

Su silencio me ha contrariado un poco. Hubiera querido, anhelaba tanto recibir carta suya que, al llegar al correo sin ella, me he sentido —créalo usted—espiritualmente desorientado.

Le suplico escribirme con frecuencia.

En carta reciente le digo a mi madre que, una vez organizada su renta, le de a usted cuatro o cinco libras mensuales. Le encargo entregárselo a Beatriz. Si necesita dinero, como suele acontecer, pídalo en mi casa. Ahora mismo le escribo a mi madre para que se lo proporcione y, a fin de que esté siempre en disponibilidad de hacerlo escribiré más artículos para los periódicos de esa.

¿Qué ocurre en el Barrio Latino? No tengo ninguna noticia desde hace dos meses.

Salude cariñosamente a Fernández y a las pocas personas que conoce como amigos nuestros.
Afectuosamente lo abraza
César Falcón

Madrid, 7 de febrero de 1920

P.D. Vea usted a Valle a quien encargo gestionar de "El Comercio" el pago de mis artículos y enviar el dinero a mi madre por intermedio de usted.

Falcón, César

Carta a Artemia G. de Falcón, 15/2/1916

Huánuco, 15 de febrero de 1916

Sra. doña Artemia G. de Falcón
Lima

Querida madre:

Tu carta del domingo me dice que ya recibiste los giros. He tenido un gusto y este será mayor cuando sepa que te los han pagado como supongo haya ocurrido a la fecha.

El viaje ha terminado por no ser si no una ilusión. Hasta ahora no hay nada resuelto y me parece muy difícil que lo llevemos a cabo. No sé si alegrarme o entristecerme.

He sentido mucho la muerte de Alejandro Arenas, de la cual me enteraron los periódicos. Saluda cariñosamente a Alfredo y exprésale mis sentimientos de condolencias por la desaparición de su hermano.

Aún continúa afligiéndome la misma pobreza. No hallo medio de remediarla. Voy creyendo que es incurable.

Teresita también me ha escrito por el correo último. Siento no poder contestarte hoy. Las obligaciones de la oficina absorben todo mi tiempo y no me dejan expansionarme ni con ustedes, a quienes quisiera contar minuciosa y largamente todos los detalles de mi vida en esta. Ya procuraré yo, en próximo oportunidad, contar la tiranía del trabajo y responde punto por punto a las muchas cartas que de ustedes he recibido.

Entretanto, saluda muy cariñosamente a mis hermanos y a Juan.

Recibe un fuerte abrazo de tu hijo.

César.

Falcón, César

Carta de Gamaliel Churata (Arturo Peralta Miranda), 24/4/1929

Puno, 24 de abril de 1929
Querido compañero Mariátegui:
Debe usted estar extrañando mi silencio de tantos días. Pero es que la Vida, así, con mayúscula, sigue atacando mis izquierdas revolucionarias y se ha propuesto dejarme limpio el camino de todos los seres que eran mi legado de alegría. Ayer fue Teófano Churata, le siguió muy luego Qemensa Churata, mis hijos, y el 12 de abril a las cinco treintinueve minutos de la madrugada, Brunilda mi compañera, chiquilla que con quince años floridos vino desde Chile a pagar mi tributo a la tierra. Fácil es que piense que tanto golpe si me ha endurecido el cuero me ha puesto también muy dolorida el alma.
Esta la razón por que no di inmediata respuesta a su cariñosa carta, y por que, sobre todo, no he cumplido con pagar lo que debo. Entre nosotros cabe la confidencia y la anécdota. Estamos hechos para la lucha humana, y podemos, por tanto, regalarnos el secreto de las lágrimas y de las llagas. Crea, no obstante, que aunque con tanto retardo, voy a cumplir proletariamente con mi deber. Y ya le tengo dicho con esto todo.
Me cogió la muerte de mi mujer escribiendo un artículo, que por desgracia me salió excesivo, referente a una afirmación de Basadre en Variedades: “El Vanguardismo que acaso vive sus últimas horas”. Se lo enviaré muy luego para Amauta y usted lo publicará si le parece bueno.
Cuando tenga tiempo ensayaré tejer un estudio de lo que yo creo más fundamental en Eguren, esto es: su indianidad. El tema es temerario; pero así me agrada. Desde las primeras lecturas que gocé de este poeta, y ya ello corre para más de quince años, siempre lo sentí andino, por sobre la apabullante razón de su costeñismo. Claro que me robustezco en la presunción, y me halago pensando que podría decir mucho en ese sentido.
Amauta siempre inmejorable. ¡Cómo pudiera yo ayudarlo pronto! Pero, tenga paciencia. Acaso muy pronto me encuentre en posesión de algunos centavos, y entonces le probaré que mis protestas de fratemidad son sinceras. ¡Acaso, pronto!
Le abrazo con sumo cariño y le reitero el afecto y la adhesión.
Churata
Saludos a los compañeros.

Gamaliel Churata ( Arturo Peralta Miranda)

Notas de la conferencia Elogio a Lenin

[Transcripción completa]

Lenin nació en Simbirsk en 1870, hijo de un director de escuela primaria. Estudió derecho en Petrogado, donde su hermano Alexandro —ejecutado a continuación de un atentado contra Alejandro III— lo hizo conocer El Capital. Se incorporó en el movimiento socialista y se entregó plenamente a la causa obrera. Se dedicó no solo al estudio de las teorías sino, principalmente, al estudio directo de los problemas y del alma del obrero. Fue desde su vida de estudiante un organizador. Lo arrojaron, finalmente, de la Universidad. A renglón seguido de una huelga de textiles, fue enviado a Siberia. Allí completó sus estudios teóricos y sus observaciones prácticas sobre la cuestión social en el mundo y en Rusia. Basó su ideología en la realidad proletaria; combatió el confusionismo obrero, generado por la situación política rusa; luchó por diferenciar a los marxistas de los que no lo eran. Tomó parte en la revolución de 1905 al lado de los obreros de Moscú. En 1907 emigró a Finlandia y luego al extranjero. En esa época escribió su libro "El Materialismo y el Empiro-criticismo. En 1912 estuvo en Cracovia animando el movimiento obrero. Enseguida en Suiza.

En 1907 en el congreso de Stuttgart, la Internacional aprobó una moción de Lenin y de Rosa Luxemburgo que en sus conclusiones decía: "Si amenaza el estallido de una guerra es deber de la clase obrera en los países interesados, con la ayuda de la Internacional, el coordinar todos sus esfuerzos para impedir la guerra por todos los medios que le parezcan adecuados y que varían naturalmente según la intensidad de la lucha de clases y la situación política general. Si, no obstante esto, estallase la guerra, los trabajadores tienen el deber de intervenir para hacerla cesar lo más pronto posible y utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por ella para agitar a las capas populares más profundas y precipitar la caída del regimen capitalista".

Vinieron los congresos de Zimmerwald y Khiental, durante la guerra, a donde acudieron las fracciones sindicales y socialistas fieles a esos principios. Ahi empezó a germinar la Tercera Internacional.

El rol de Lenin en la revolución rusa.

Sus libros: La Revolución y el Estado, El extremismo, enfermedad de infancia del comunismo, La dictadura del proletariado y el renegado Kautsky, La lucha por el pan, La obra de reconstrucción de los soviets, Apuntes críticos sobre una filosofía reaccionaria y otras.

Su colaboración en Pravda, Izvestia y la revista de la III Internacional.

Las paginas de Sorel "Defensa de Lenin" en su libro Reflexiones sobre la violencia.

José Carlos Mariátegui La Chira