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Descripción archivística
Fondo José Carlos Mariátegui Valcárcel, Luis E. Indigenismo
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Carta de Luis E. Valcárcel, 21/9/1925

Cuzco, 21 de setiembre de 1925
Señor José Carlos Mariátegui
Lima
Querido camarada:
Por el correo de ayer me llegan dos pruebas distintas del sentimiento de aprecio que he tenido la suerte de despertar en tan selecto espíritu como el suyo. Me refiero a la revista Le vie d’ Italia e dell’ América Latina que contiene algunas de mis glosas traducidas a la noble lengua de Croce y Papini, selección que tengo que atribuir al insigne polígrafo amigo. En "Mundial" acabo de leer su crítica de mi libro, y la encuentro tan comprensiva que me consuelo de no haber reunido en balde dentro de un volumen, lo que iba disperso en diarios y folletos.
La verdad es que muy pocos historiadores y literatos de nuestro país podrán, con simpatía, hacer la exégesis del pequeño libro. Hay tanta desorientación...que hasta los pretendidos ‘orientadores’ como el señor Aguirre Morales ahondan el mal con un desconocimiento tan absoluto de la Vida Inkaika que daría risa si no espantara. El señor Aguirre no conoce al indio, ni el medio serrano, aunque haya pasado un par de años en el Cuzco entregado a "la vida social" de la gente decente. Por el sumario de la conferencia que ha ofrecido en la Federación de Estudiantes me doy cuenta de la fatal pendiente por la que resbala el novelista de El Pueblo del Sol. Es lástima.
Encuentro exacto cuanto U. dice de mi obrita. Es convicción mía que más podremos hacer por la "adivinación" del Perú precolombino quienes somos capaces de un gran amor por el indio y por las sierras que cuantos limitan su acción a un infecundo eruditismo o a una trivial búsqueda arqueológica. Mi método investigativo no se detiene ante el dato. A la miopía de los huaqueadores al estilo Max Uhle es preferible la presbicia spengleriana. Muy en lo justo su reparo a mi pesimismo en lo que toca a la cultura occidental. En escrito posterior (“El Avatar”) estampé la siguiente cláusula que salva la omisión formulada:
“Los Hombres de la Nueva Edad habrán enriquecido su acervo con las conquistas de la ciencia occidental y la sabiduría de los maestros de oriente”. “En lo alto de las cumbres andinas brillará otra vez el sol magnífico de las extintas edades. Por sobre las montañas cruzarán las ráfagas de las distintas culturas”, etc.
He leído todos sus artículos nacionalistas y estoy en completo acuerdo con U. No quisiera reproducir aquí lo que he repetido muchas veces: Mariátegui salva el honor de la intelectualidad peruana en el desierto de inteligencias que es la actual prensa del Perú...
Estoy en el empeño de demostrar dos cosas: Primero: el altísimo valor de la cultura inkaika junto a las grandes culturas del globo. Segundo: la supervivencia de El Inkario sin el Inka.
Ambos temas se desarrollan in-extenso en la obra que preparo, cuyo primer tomo: "Introducción al estudio de la Cultura Andina" daré a la imprenta en diciembre próximo.
Con este libro inicio una segunda fase de vida en mi carrera de historiador. Tonifican mi espíritu múltiples lecturas: Spengler, Worringer, Uexhull, Frobenius, a quienes adivinaba en parte en mis glosas escritas antes de conocer las traducciones de la editorial Calpe. Aquí el colega ruega al bibliógrafo la recomendación de otros filósofos de la historia que pudieran agregarse a la lista. Obras en francés, inglés o italiano (ignoro el alemán).
La ‘ignorancia’ de Spengler acerca de los Inkas me impele a no demorar la salida de este libro. Tengo otro volumen pequeño: "Tempestad en los Andes" en que agito el llamado problema indígena. No sé si las restricciones actuales a la libertad de pensar me impidan publicarlo.
Sondearé el caso. Con un fuerte apretón de manos, soy su afectísimo
Luis E. Valcárcel

Valcárcel, Luis E.

Carta de Luis E. Valcárcel, 7/7/1926

Cuzco, 7 de julio de 1926
Sr. D. José C. Mariátegui
Lima
Querido compañero:
Por el correo de hoy, en paquete certificado, le envío los originales de Tempestad en los Andes. El libro estaba listo desde hace quince días, pero aguardé, en vano, el viaje de algún amigo a ésa que prestase mayores seguridades que el servicio postal. No he querido postergar más el cumplimiento del compromiso; ojalá que el correo no me juegue alguna mala pasada.
Entrego la obra completamente a su habilidad exegética. Usted, mi buen camarada, se encargará de explicar en el prólogo la tesis (o trastienda) de esta película serrana que ofrezco en cuadros conexos.
Bien comprende usted que mi objetivo no es otro que exhibir lo que ocurre “detrás de las montañas”, relatándolo en forma episódica. ¿Qué es lo que se ve? Se comienza a ver a los Nuevos Indios. Hay un hervor revolucionario, un fermento de luchas futuras. Apenas si se percibe la ebullición disimulada por la frialdad de los peñascales andinos.
Desfilan por el libro las vivencias del Perú aborigen.
En el primer capítulo se preludia el avatar. Adivínase que ya algo se mueve en las tinieblas...
En el segundo, se percibe el panorama de las serranías con sus aldehuelas de labriegos y sus poblazos mestizos: el contraste, la nota pintoresca y humana.
En el tercero, siéntese que Némesis india proyecta su sombra de sangre.
En el cuarto, acentúase la génesis de la Nueva Indianidad: reacción ‘humana’ de los mismos esclavos e intervención de un factor nuevo, el adventista.
En el quinto, informaciones y comentarios sobre éste.
En el sexto, una suma de opiniones sobre el problema indio que ponen de relieve lo que el libro demuestra: el indio se yergue.
Ideario contiene cosas ya anteriormente publicadas. Le ruego complete ¡Arriba los indios! con trozos de José Vasconcelos, cuya Raza cósmica no pude conseguir oportunamente, y con glosas de usted que ha escrito con tan clara visión sobre estos temas.
Puede usted anunciar en el prólogo que la parte doctrinaria acerca del Nuevo Ciclo Andino va a ser tratada por mí, con alguna extensión, en un libro que tengo en germen, del que ya hablé a usted: Filosofía de la Cultura Andina.
No sé cómo ha salido esta obra, creo que con muchas imperfecciones, pero todo puede serme perdonado en gracia a la emoción que pongo en ella. En contacto con la raza, intuyo lo que en su alma crepuscular va emergiendo. Percibí también, desde cerca, cuanto le ocurre. Su Vida y Pasión está por escribirse. Estos fragmentos pueden ser precursores.
Querido amigo: usted apadrina el libro, y tengo esperanza en que saldrá con felicidad.
Le abraza su cordial amigo
Luis E. Valcárcel

Valcárcel, Luis E.

Carta de Luis E. Valcárcel, 5/8/1926

Cuzco, 5 de agosto de 1926
Sr. D.
José Carlos Mariátegui
Lima
Querido compañero:
Todavía no tengo respuesta a mis últimas, y estoy temeroso de si han llegado a su poder los originales del libro. Ojalá todo sea con felicidad.
Ruégole prestar su inteligente atención a las pruebas de mi obra; algunas erratas y lapsus se han deslizado en las copias a máquina. Sálvelas, querido amigo. En el cuento “Hambre” se dice que la mujer del kolla estaba sentada en el dintel... en vez de “el umbral”, y así...
Mucho espero de su interés y del buen gusto que le animan para que el pequeño libro esté bien presentado. Cuentos y ensayos deben estar separados por algún espacio; los blancos juegan un papel importantísimo en este estilo mío de cortos períodos y breves artículos.
El amigo Delgadillo no ha venido. El número de Sagitario no me lo envió. Desde Arequipa me había escrito una curiosa carta que yo recibí con algún atraso, pues me hallaba lejos del Cuzco (primero en las ruinas de Kacha, después en Urubamba). Decía, entre otras cosas, que le era necesario que lo alojase ‘bien’ una persona ‘rica’. Mucho exigir, ¿no le parece? inmediatamente que llegué al Cuzco recibí del mismo un telegrama: me preguntaba ¿puedo ir? Yo no le contesté porque en la noche leí en los diarios que Delgadillo había salido para Puno. Juzgaba que de allí vendría a esta ciudad. Pero no sucedió lo previsto: Delgadillo se marchó a La Paz y de allí me escribe quejoso. No tiene razón, porque es inconcebible que se pueda imponer condiciones irrealizables. En una ciudad grande— que ya lo es el Cuzco, en cierto modo, no hay más alojamiento que el hotel. En la última carta, confiesa que no vino porque no tenía dinero... Acabáramos.
Le hago a usted esta relación, porque pudiera sorprenderlo alguna queja infundada.
Fraternalmente suyo
Luis E. Valcárcel

Valcárcel, Luis E.