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[Recibo por Servicio de Suscripción de Aniceto Ríos]

Cargo de recibo de pago por servicio de suscripción de Fernando Roca por el monto de S/.2.50 (dos soles, cincuenta céntimos), por concepto de venta del libro "Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana"
Fecha: 19 de noviembre de 1928.

Imprenta y Editorial Minerva

[Recibo por Servicio de Suscripción de Domingo Sousa]

Cargo de recibo de pago por servicio de suscripción de Domingo Sousa por el monto de S/.2.50 (dos soles, cincuenta céntimos), por concepto de venta del libro "Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana"
Fecha: 19 de noviembre de 1928.

Imprenta y Editorial Minerva

[Recibo por Servicio de Suscripción de Emejildo Velarde]

Cargo de recibo de pago por servicio de suscripción del Sr. Emejildo Velarde por el monto de S/.2.50 (dos soles, cincuenta céntimos) por el concepto de venta del libro "Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana"
Fecha: 19 de noviembre de 1928.

Imprenta y Editorial Minerva

Carta de José León Castro

Señor Gerente de la Editorial Minerva:
Sírvase considerarme entre los suscriptores al libro mensual de la Editorial "Minerva".
De Ud. atto. y S.S
[Firma J. León Castro]
c/c Agencia Ayulo de Supe Ltda.
Puerto Supe

León Castro, José

Carta de Arturo Peralta (Gamaliel Churata), SF

Le agradece por el favor realizado comunicando a Blas el tenor de su último telegrama. Clarifica algunos hechos con respecto a un ensayo "Yo no mandé nada a La Sierra y lo que han publicado sobre estar trunco, está plagado de amputaciones y de errores como usted si ha pasado por ahí los ojos habrás constatado".
Le escribe además que enviará el valor de los dos números de Amauta y que en el último número llegaron diez ejemplares con pliegos de menos, lo que no le permite poder venderlos. Le dice también que "los indios de acá van a movilizarse para servir a Amauta. Le enviaré sus quejas completamente veraces y garantizadas. Publique usted esa circular. Es de la agrupación de campesinos indigenas..."
Finalmente se despide diciendo que pronto irán más colaboraciones y que se alegra que hayan firmas puneñas (Puno) en Amauta y que eso lo mantiene contento.

Gamaliel Churata ( Arturo Peralta Miranda)

Roma y el arte gótico

En Roma no hay grandes ejemplares de arte gótico. El arte gótico no fructificó en la ciudad eterna. El estilo gótico-romano no ha dejado monumentos extraordinarios. Sus obras han sido modestas, opacas, apocadas. Ahora se pretende erigirlo en estilo genuina y representativamente romano. Todos los templos modernos de Roma son gótico-romanos. A tal punto que ya hay en Roma más gótico-romano moderno que gótico-romano antiguo.
La edad del arte gótico fue una edad azarosa e inquieta para Roma. Durante ella, Roma fue conquistada, asediada, destruida y saqueada varias veces. La escasez de creaciones del arte gótico en Roma encuentra aquí su explicación histórica. Pero esta explicación es insuficiente. La verdad es que el arte gótico no llegó nunca a aclimatarse en Roma. El ambiente romano no fue un ambiente propicio al arte gótico. El arte gótico es esencialmente nórdico. Es un producto del genio, del temperamento y del suelo del norte. Trasplantado al suelo romano tiene las características de una cosa forastera. Es como una palmera entre los pinos de los bosques alemanes. El arte griego medró maravillosamente en el suelo italiano, más que por razones de historia, por razones de ambiente. El pueblo romano podía sentir, comprender y amar el arte griego como una cosa suya. En tierra latina el Partenón tendría, como en tierra griega, un marco propio, un ambiente suyo. El florecimiento del arte griego-romano fue, por esto, una cosa espontánea, natural, robusta.
En Alemania, el arte del Renacimiento y el arte barroco, me han parecido siempre fuera de su sitio. El cielo gris, el fondo neblinoso, la luz discreta de Alemania no están hechas para la línea alegre y ligera de la arquitectura griega y de la arquitectura italiana. En cambio, la línea gótica encuentra en ese cielo gris, en ese fondo neblinoso, en esa luz discreta, los elementos ambientales que necesita. Tal vez solo en Munich, donde hay un poco más de sol, un poco más de luz que en Berlín, y donde hay un cierto ambiente de ciudad italiana, el estilo Renacimiento ha llegado a aclimatarse un tanto. En Munich, el estilo Renacimiento vive como esas plantas tropicales en los conservatorios de los museos botánicos. En Berlín no vive absolutamente.
En Francia, en cambio, donde se concilian la bruma del norte y la luz del mediodía, donde el ambiente geográfico, como el ambiente espiritual, es tan ecléctico y tan matizado, se concibe perfectamente que el arte gótico, primero, y el arte Renacimiento, después, hayan hallado un clima conveniente a su desarrollo.
En la misma Italia del Norte, en la Lombardía, en el Veneto, la influencia gótica pudieron dejarse sentir con alguna intensidad. La Italia del Sur, en tanto, restó siempre un ambiente hostil a todas las expresiones del arte gótico. La Sicilia y Nápoles no son griegos por los templos, los teatros y los palacios griegos de Siracusa, de Taormina, de Pesto y de Pompeya, sino porque griegos son el cielo, la luz, el paisaje. La columna, el capitel, el frontón, la línea entera de la arquitectura griega han sido creadas para esta luz y este paisaje.
El arte gótico no podía, pues, brotar lozanamente en Roma. El arte gótico fue en Roma lo mismo que el cristianismo: una invasión extranjera, cuya dominación sobre Roma no pudo durar sino a condición de dejarse modificar gradualmente por el ambiente y el sentimiento romanos. Roma se convirtió al cristianismo, paganizándolo; y se sometió al arte gótico, romanizándolo. Los artistas florentinos, lombardos y venecianos, Cimabue, Giotto, etc., fueron accesibles al ideal gótico porque fueron igualmente accesibles al sentimiento cristiano. Roma no tuvo ningún Giotto, ningún Cimabue. I en Roma el cristianismo se saturó poco a poco, de sentimiento pagano. Cuando se habla de una Roma papal no se habla de una Roma cristiana, sino de una Roma católica. Roma no ha podido ser cristiana por las mismas razones que no ha podido ser gótica.
Mientras, durante la edad gótica, la fecundidad artística de Roma fue tan limitada, ¡Qué fecundidad desde que se inició el Renacimiento! ¡Qué eclosión! ¡Qué exuberancia en toda Italia! ¡Con qué espontaneidad el genio italiano reconoció en el arte griego y greco-romano su propio arte! El genio italiano necesitó romper con el sentimiento gótico para que aparecieran Miguel Angel, Leonardo de Vinci, Rafael, Tiziano, Giorgione, Tintoretto, Veronese, Caravagio, Coreggio. Los panegiristas del gótico -temperamentos místicos como John Ruskin o como Vincent d’Indy- no tienen más remedio que declarar gótico todo el principio del renacimiento para no ceder al Renacimiento los pintores florentinos o venecianos de su gusto. En su libro “Musiciens d’Aujourdui”, Romain Rolland remarca que Vincent d’Indy considera góticos a fra Filippo Lippi y a Guirlandaio y piensa que la influencia del Renacimiento empezó únicamente el siglo diecisiete.
Roma no es rica en arte Renacimiento. El Renacimiento vino a Roma de la Toscana y de la Umbria ya en pleno apogeo. I en Roma, justamente, comenzó su decadencia. Pero Roma es, en cambio, la ciudad del arte barroco. El arte barroco ha dado a Roma la basílica de San Pedro y la basílica de San Juan de Lateran, la Fontana de Trevi, la escultura del Bernini, la pintura del Caravaggio y del Dominicchino. I bien. Nada más latino, nada más italiano que el arte barroco. El arte barroco es latino y es italiano hasta en sus exageraciones y sus fealdades. Más aún. Nunca es más latino que en sus exageraciones y en sus fealdades. El temperamento retórico, ampuloso y exuberante del meridional se refleja absolutamente en el retoricismo, la ampulosidad y la exuberancia del arte barroco. Bernini habría sido más barroco que Miguel Angel, aunque lo hubiese precedido. Los que en Italia reniegan a Bernini, reniegan un artista italianísimo, reniegan un artista típicamente meridional y específicamente napolitano. Italia renegando el arte barroco, me hace el mismo efecto que me haría Alemania renegando de Wagner, Francia renegando a Verlaine y España renegando las corridas de toros. No me explico, no podré explicarme nunca que el arte barroco tenga en Italia más detractores que en Alemania, Inglaterra o Francia. Ni que Roma quiera reivindicar como suyo, como legítimamente suyo, exclusivamente suyo y únicamente suyo ese arte gótico-romano que no le ha dejado nada de grandioso ni de imperecedero.
Taine dice que San Pedro no es un templo cristiano sino un gran salón de espectáculos. El juicio, en su primera parte, es rigurosamente exacto. San Pedro no es un templo cristiano. El templo cristiano es el templo gótico. Pero no hay que buscarlo en Roma. Roma no ha sido cristiana y, por consiguiente, tampoco son cristianos sus templos. Son, a lo sumo, católicos. San Pedro no es una obra del espíritu cristiano. Es una obra del espíritu romano del siglo dieciséis. Está muy lejos del sentimiento gótico; pero es porque también Roma lo ha estado en ese y en casi todos los tiempos.
Las estancias de Rafael, igualmente, no son cristianas. No lo es siquiera el Vaticano. El Vaticano, como los demás palacios de los Papas, los cardenales y los príncipes de la Iglesia, está decorado pompeyanamente con cuadros del Olimpo. Está habitado por Venus, Cupido, Adonis, Baco, Pan Faunos, Sátiros y Sirenos. Los cuadros de la historia sagrada tienen más valor decorativo que contenido místico. El tema es bíblico, pero el verso es pagano. En esos palacios el cristianismo respira una atmósfera demasiado pecadora para conservarse puro y ascético.
Yo soy también un enamorado del arte gótico. Me emociona más la Catedral de Colonia que la Basílica de San Juan de Lateran. Pero en Roma me contento con encontrar arte italiano y sentimiento italiano. I los admiro sin reservas. Este eclecticismo no podía existir en Ruskin, en “ese hombre del norte espiritualista y protestante” como dice Taine. Yo soy un meridional, un sud-americano, un criollo -en la acepción étnica de la palabra-. Soy una mezcla de raza española y de raza india. Tengo, pues, algo de occidental y de latino; pero tengo más, mucho más de oriental, de asiático. A medias soy sensual y a medias soy místico. Mi misticismo me aproxima espiritualmente al arte gótico. Un indio está aparentemente tan lejos del arte gótico como del arte griego, del Partenón como de Notre Dame. Pero esta no es sino una apariencia. El indio, como el egipcio, tuvo el gusto de las estatuas pétreas, de las figuras hieráticas. Yo, a pesar de ser indio y acaso porque soy indio, amo el arte gótico. Mas no me duelo de que en Roma no exista. En Roma toda mi sensualidad meridional y española se despierta y exulta. I me embriaga de paganismo como si me embriagase de vino Frascati.
Roma no es una Meca cristiana. Los templos romanos descristianizan. Un castillo gótico de Alemania está morado por las sombras de los cruzados. Algo de la edad media germana, algo de la leyenda de los caballeros del Grial que guardan la copa de la sangre divina de Jesús, alienta en su atmósfera grave y pensativa como un drama lírico de Wagner. En los palacios romanos reina la mitología pagana con toda su voluptuosidad, con toda su lujuria y con toda su malicia. Júpiter Aureo y cachondo, penetra sus salones para poseer a Danae. I si un cisne aparece en sus lagunas no es portando a Lohengrin, que viene a amar castamente a Elsa, sino escondiendo a Júpiter, que viene a gozar frenéticamente a Leda. Un castillo gótico espiritualiza; un palacio romano sensualiza. Una larga familiaridad con los templos y los palacios romanos causa el horror de la edad media y de los recintos lúgubres. I cultiva el gusto de lo griego, de lo pagano.
Roma, espiritual, tradicional y ambientalmente, es refractaria al arte gótico. Roma está geográficamente a las antípodas del arte gótico. ¿Cómo habría podido arraigarse y florecer aquí un arte, un estilo, un ideal tan lejanos del alma de la naturaleza y del sentimiento romanos?

José Carlos Mariátegui La Chira

Fondo Sociedad Editora Amauta

  • PE PEAJCM SEA-F-01
  • Fondo
  • 1927-1931

El fondo de Archivo de la Sociedad Editora Amauta esta compuesto por cientos de documentos que han sido organizados en tres subfondos. En el subfondo A. encontraremos toda la documentación relacionada al área administrativa como: testimonios, actas, facturas. El subfondo B. contiene los documentos sobre la revista Amauta y los ejemplares digitalizados en su totalidad y el subfondo C. esta formado por la correspondencia producida por la Editora durante sus años de funcionamiento.

Sociedad Editora Amauta

Recorte de Prensa del diario El Tiempo

[Transcripción]

EN LA UNIVERSIDAD POPULAR GONZÁLEZ PRADA
Segunda conferencia de Mariátegui sobre la crisis mundial

El viernes dio José Carlos Mariátegui en la Universidad Popular la segunda conferencia de su curso sobre la historia de las crisis mundial. Había en la sala de la Federación de Estudiantes público más numeroso que en la conferencia anterior.

El obrero Paredes, de la Federación Obrera Local, evocó la figura de Kurt Wilkens, en nombre de esa organización trabajadora, y fue vivamente aplaudido.

Luego, comenzó Mariátegui su disertación. Habló primeramente de la literatura de guerra que, durante el período bélico, había sido utilizada por uno y otro grupo beligerante, a fin de asegurarse la solidaridad de la opinión popular interna y captarse a la opinión extranjera. La prensa, durante la guerra última, ha sido usada como instrumento bélico. Los Estados beligerantes se han servido de ella para alimentar en las masas populares un estado de ánimo agresivo, nacionalista, delirante. Y la prensa ha tenido así una intensa función de tóxico espiritual. Ha sido, en la gran guerra, una novísima arma de combate, una especie de gas asfixiante. Merced a la prensa, los Estados beligerantes han conseguido sofocar toda tentativa de indisciplina de la opinión popular, todo germen de protesta contra la guerra, toda reacción de los ideales pacifistas. Y análoga función han tenido el libro, el folleto, la cátedra. La literatura, la ciencia, la inteligencia en una palabra, han estado absolutamente a órdenes de los generalísimos. Por eso, Bernard Shaw en su libro Peace Conferencia Hints decía en 1919: “Comienza la historia; concluye la novela”. Porque hasta después de la paz, en uno y otro grupo de naciones beligerantes, acerca de la guerra no se ha hecho historia sino novela. Y Nitti, en su libro Europa sin Paz, denuncia el valor convencional de la literatura de guerra y recuerda un viejo aforismo italiano: “En tiempo de guerra más mentiras que tierra”. En el Perú —dijo Mariátegui— como en casi todo el mundo, nos hemos alimentado de la literatura de guerra de la Entente; hemos respirado el ambiente bélico del frente aliado. La propaganda alemana fracasó fuera de Alemania y fracasó también, finalmente, dentro de Alemania. Mientras los aliados crearon el mito de la guerra de la Democracia contra la Autocracia, de la Civilización contra la Barbarie, los Imperios Centrales no dieron a la guerra alemana ninguna alta meta idealista. La guerra alemana no llegó a ser sólida y verdaderamente popular en Alemania misma. Los pueblos aliados creían batirse por grandes ideales humanos. El pueblo alemán y
el pueblo austríaco creían batirse tan sólo en defensa de la nación alemana y de la nación austríaca. Y fue principalmente, por esto, que Wilson, con su programa de paz sin anexiones ni indemnizaciones, quebrantó la resistencia austro-alemana, minó interiormente el frente austro-alemán.

Continuó Mariátegui expresando que, únicamente después de la paz, se ha empezado a escribir la historia de la guerra. Únicamente después de la paz se ha dispuesto de la suficiente cantidad de documentos, de testimonios y de serenidad intelectual para analizar objetiva e imparcialmente las causas de la guerra. Este examen objetivo e imparcial ha desvanecido el folletín de la guerra de la Democracia contra la Autocracia y la leyenda de la responsabilidad exclusiva y feroz del militarismo prusiano. Los mitos del período bélico andan ya totalmente desacreditados. Apenas si, de vez en cuando, reaparecen en uno que otro documento de literatura oficial.

Entró Mariátegui en seguida, en la exposición de las causas económicas de la guerra. Habló del desarrollo pre-bélico del industrialismo británico y del industrialismo alemán, de la guerra económica entre Inglaterra y Alemania, de la lucha por los mercados, por las colonias, por las materias primas. Y señaló, asimismo, la importancia del fenómeno demográfico en la historia de la guerra.

Se ocupó después, de las causas políticas de la guerra y de su vinculación con las causas económicas. Hizo una síntesis rápida del estudio de Bernard Shaw sobre la forma como se generó el conflicto europeo. Señaló la influencia del nacionalismo de uno y otro lado en este proceso de incubación bélica. Se refirió a la paz armada. Y llegó a la conclusión de que existía en 1914 en Europa una atmósfera inflamable, de que se habían juntado circunstancias destinadas inevitablemente a desencadenar la guerra. Recordó las palabras de Lloyd George en el Parlamento británico, en diciembre de 1920: “Cuanto más se lee las memorias y los libros sobre los acontecimientos posteriores a agosto de 1914, más se comprende que ninguno de los que ocupaban los puestos dirigentes en ese tiempo ha querido realmente la guerra”.

Pasó al examen de la conducta de los partidos socialistas y de las organizaciones sindicales en uno y otro grupo de naciones beligerantes. Expuso algunos aspectos del ambiente de ofuscación nacionalista que dominó en Europa. Y tributó un homenaje a las voces aisladas que, en medio de ese ambiente, afirmaron su adhesión a elevados ideales de solidaridad humana. Se refirió, por una parte, a Romain Rolland, autor de las hermosas páginas de Au dessus de la Mêlée; y, por otra parte, a los cuatro intelectuales alemanes que protestaron contra el célebre ‘Manifiesto de los noventitrés’: el fisiólogo Nicolai, el físico Einstein, el filósofo Buek y
el astrónomo Foerster.

Al terminar su disertación Mariátegui invitó al proletariado a afirmarse en sus ideales de fraternidad universal. Sus palabras fueron vivamente aplaudidas. Y la concurrencia cantó 'La Internacional'.

La tercera conferencia sobre la historia de la crisis mundial tendrá lugar el próximo viernes.

Diario El Tiempo

Recorte de revista de la conferencia Los intelectuales y la revolución

Los intelectuales y la revolución

Hace mucho tiempo que la sociedad burguesa está condenada por las obras más ilustres y puras de la Inteligencia y del Espíritu. Los pensadores y los artistas más esclarecidos de esta civilización capitalista han pronunciado contra ella agrias y tundentes requisitorias. Pero hoy que esta civilización capitalista crude, minada por el pensamiento revolucionario, muchos pensadores y muchos artistas ocupan una posición conservadora y reaccionaria. Leopoldo Lugones reniega sus bizarros días de socialista y, mancomunándose con la más grotesca fauna de la política argentina, se incorpora en el cortejo de Mussolini y del fascismo. Mauricio Maeterlink, poseído también de un miedo senil a la revolución social, hace una profesión de fe filofascista. Otros intelectuales, otros artistas, cerrando los ojos y el entendimiento al dilema fatal, se aferran a una fórmula transaccional y centrista: ni reacción ni revolución. Entre ellos recluta sus adherentes y sus fautores la ideología quáquera de la Sociedad de las Naciones y de Mr. Woodrow Wilson. Al lado de la revolución están las más altas y célebres inteligencias contemporáneas: Bernard Shaw, Anatole France, Romain Rolland, Knut Ham- sum, Máximo Gorki, Bertrand Russell, Henri Barbusse, Miguel de Unamuno, etc. Pero la mayoría de los intelectuales y artistas oficialmente gloriosos no se atreven a enrolarse en los rangos multitudinarios de la revolución. A veces, el intelectual, el artista, llegan al dintel ideológico de la revolución. Y ahí vacila, titubea y, finalmente, retrocede. La civilización burguesa resulta así defendida por una generación de intelectuales y de artistas que se ha divertido otras veces en vituperarla y satirizarla.

Henri Barbusse dice: «Los intelectuales, los escritores, han cometido bastantes faltas, han aceptado bastantes capitulaciones. Hay bastantes manchas sobre su obra multiforme. Hay bastantes pactos y lazos ventajosos entre la producción literaria y los honores y el dinero. Hay bastantes Institutos y Sociedades domesticadas por el poder y la reacción, bastantes cofradías que pesan sobre el pensamiento en el nombre del sangriento chiste del orden consagrado».

Estas líneas de Barbusse (Le Conteau entre les Dents, 1921) indican una de las raíces del conservadorismo político de muchos representantes del arte, de la literatura y de la ciencia actuales. Sucede, realmente, que la burguesía es aún demasiado fuerte y rica para contar con una numerosa clientela intelectual. Pero ocurre, además, que la psicología y la mentalidad del intelectual y del artista se encuentran habituadas a una posición conservadora y saturadas de prejuicios y sentimientos burgueses. Han sido plasmadas, modeladas, por las sugestiones de un ambiente ideológica y físicamente conservador. Carecen, por ende, de la agilidad y de la sensibilidad precisa para una actitud mental y espiritual radicalmente nuevas. Oswald Spengler escribe en el prólogo de su famoso libro «La Decadencia de Occidente» que para comprender su filosofía de la historia «hace falta una nueva generación que nazca con las disposiciones necesarias». La misma frase es aplicable a la Revolución. Para comprenderla, para sentirla, para amarla integralmente, hace falta también una generación que nazca con las disposiciones necesarias.

La inteligencia de los jóvenes está por eso, más cerca de la revolución que la inteligencia de los viejos. La juventud tiene mayor aptitud que la vejez para afiliarse a la revolución. Es espiritual y mentalmente más ágil, más sensible, más permeable. A la vejez se arriba casi siempre espiritual y físicamente arterioescloroso.

Este fenómeno tiene una de sus más nítidas e interesantes expresiones en la élite del socialismo y el proletariado. Casi todos los viejos hierofantes, casi todos los viejos profetas de la Revolución Social se muestran hoy mentalmente incapaces de organizarla y desencadenarla. Tienen miedo de lanzar al proletariado al asalto decisivo y final. Kautsky, Martov, Bernstein, Turati, Ferri, Iglesias, Adler, son los leaders y conductores de la Segunda Internacional, o sea del socialismo reformista, evolucionista, minimalista y homeopático. Los rangos de la Tercera Internacional, de la internacional comunista, están, en cambio, poblados de jóvenes.

Sincrónica, contemporáneamente, están en gestación el orden nuevo y la generación dotada de la capacidad y del espíritu necesarios para organizado, dirigirlo y defenderlo. La nueva generación nace exenta de las supersticiones, de los prejuicios y de los apocamientos que mantienen a las viejas generaciones, —con excepción de sus espíritus más superiores y clarovidentes— ligadas y uncidas al orden decadente, anquilosado, decrépito.

La hora es, pues, de la juventud. A la juventud le toca edificar la sociedad nueva. En el Perú aparecen los primeros trascendentes brotes de la generación renovadora. Esta generación se mostrará cada vez más limpia e inmune de prejuicios estúpidos y de gustos serviles. No sentirá ninguna nostalgia del pasado. No tendrá ningún apego enfermizo a la tradición. No suspirará por el virreinato, por sus balcones, sus celosías, ni sus escalas de seda. Y hundirá la mirada audaz y compasiva en la entraña cálida y sangrienta del presente.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Anuncio Quincena Pro-Amauta

[Transcripción Literal]
Quincena Pro-Amauta.
“AMAUTA” apela, por segunda vez, para resolver los problemas de su economía, es decir de su subsistencia, a la solidaridad de sus amigos y simpatizantes de Lima, provincias y el extranjero. Las dificultades con que una revista como “AMAUTA” debe luchar, no han sido en el año último menores que en el anterior. Las cifras de circulación de la revista se han mantenido, a pesar de haber suspendido la Administración el servicio de algunas agencias infidentes. “AMAUT A” recibe incesantemente nuevos pedidos de ciudades de Europa y América, que acreditan su éxito intelectual. Los críticos que comentan con interés y elogio nuestra obra, se suelen asombrar de que en este continente de las revistas efímeras, se mantenga una revista de la filiación de “AMAUT A”. Todo esto es un gran estímulo para seguir adelante, con acrecentada confianza en la simpatía que nos circunda y sostiene. Pero el concurso vigilante de los amigos entusiastas no compensa, en nuestra economía, las fallas de los agentes negligentes. No nos es posible, además, desarrollar nuestro programa editorial por no haber sido suscritas todas las acciones de nuestra Sociedad Editora- Tenemos aún un buen porcentaje de acciones disponibles, en parte suscritas en el período de organización de la Sociedad, pero no pagadas. En el curso de 1929, hemos sufrido, por otra parte, el quebranto financiero de la clausura del quincenario “Labor’', fundado para extender la obra de “AMAUTA”. Los memoriales de numerosas organizaciones obreras y campesinas, no han obtenido la reconsideración de la interdicción de “Labor”. Hemos perdido así lo que habíamos gastado en el lanzamiento y difusión de este periódico, que precisamente con el No. 10 empezaba a estabilizarse económicamente. Las innumerables cartas que de todos los centros de trabajo de la República recibimos basta ahora solicitando números de “Labor” o inquiriendo por su suerte, nos demuestra que no nos equivocamos al crear este periódico. “Labor” habría llegado a ser un soporte financiero de “AMAUT A”. Su supresión cuesta, pues, a nuestra economía, con el gravamen de algunas obligaciones extraordinarias, la pérdida de un seguro renglón de ingresos.
Para hacer frente a nuestras actuales obligaciones, y desenvolver nuestro programa editorial, hacemos un llamamiento a todos nuestros amigos, agentes y suscritores para una “QUINCENA PRO-“AMAUTA”. Durante quince días deben realizar una activa campaña a favor de “AMAUTA”, organizando colectas, reclutando suscriciones, difundiendo nuestros libros. En algunas ciudades, es posible sin duda efectuar veladas o espectáculos a beneficio de “AMAUTA”. [...]

Sociedad Editora Amauta

Folleto Exposición de Arte Mexicano

Folleto elaborado para la Exposición de Arte Mexicano organizada por Sociedad Editora Amauta en beneficio de la revista Amauta. La exposición se desarrolló del 5 de mayo al 15 de mayo de 1929.

Sociedad Editora Amauta

Anuncio de la Revista Amauta

Anuncio de la revista mensual de cultura Amauta
Voz de la nueva generación
Director: José Carlos Mariátegui
Incluye los nombres de las personas que colaboraron con la revista como: Antenor Orrego, Luis E. Valcarcel, Alberto Ulloa, José M. Eguren, César Vallejo, Alcides Spelucín, Enrique López Albújar, Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre, Oliverio Girondo; Alberto Hidalgo, César Ugarte, Alejandro Peralta, Ramiro Pérez Reinoso, Carlos Velásquez, Luis Góngora, José Vasconcelos, Carlos Sánchez Viamonte, Manuel Ugarte, Alfredo Palacios, Joaquín García Monge, Luis Alberto Sánchez, Honorio Delgado, Carlos Roe, Carlos Américo Amaya, Julio V. González, Enrique Bustamante y Ballivián, Ricardo Vegas García, Armando Bazán, Alberto Guillén, Eudosio Ravines, Felix del Valle, Guillermo de Torre, Magda Portal, Juan Chabas, J. Pérez Domenech, Manuel Abastos, V. Modesto Villavicencio, Xavier Abril, Carlos Oquendo de Amat, Juan José Lora, Juan Maria Merino Vigil, Blanca Luz Brum de Parra, Dora Mayer de Zulen, Uriel García, Luis Velasco Aragón, Maria Wiesse, Miguel Angel Urquieta, J. Eulogio Garrido, Hildebrando Castro Pozo, Guillermo Mercado, César A. Rodriguez, Manuel A, Beltroy, Antonio G. Garland, Fabio Camacho, -Carlos Manuel Cox, C. Barrios Mendoza, Federico Bolanos, Joaquin Edwards Bello, Eduardo Barrios, Juana dé Ibarbourou, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Emilio Roig de Leuchsenring, Jorge Luis Borges, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo A, Ortelli, Gustavo Adolfo Otero, Luis Berninsone, Jacobo Hurtwitz, Manuel A. Seoane y otros.
Ilustraciones de José Sabogal, Emilio Pettoruti, Carmen Sacó, Xul Solal, Emilio Goyburu, Artemio Ocaña, Julia Codesido, Camilo
Blas, Jorge Seoane, César Moro, Esquerriloff, etc.

Sociedad Editora Amauta

Notas de la Primera Conferencia

Transcripción:

  • Objeto de la primera conferencia: exponer el programa y algunas consideraciones sobre la necesidad del estudio de la crisis.
  • falta prensa decente; faltan grupos con instrumentos propios de cultura popular.
  • única cátedra de educación popular con espíritu renovador: la universidad popular
  • en la crisis el proletariado no es un espectador; es un actor.
  • el proletariado necesita, como nunca, saber lo que pasa en el mundo.
  • el Perú está dentro de la órbita de la civilización europea.
  • europea es nuestra cultura y europeas son nuestras instituciones.
  • la civilización ha internacionalizado la vida de los pueblos.
  • un periodo de reacción en Europa será de reacción en América.
  • cuando la vida de la humanidad no era tan solidaria la revolución francesa repercutió enseguida.
  • las nuevas doctrinas llegan con la misma prontitud que los nuevos elementos materiales.
  • mayor obligación de la vanguardia del proletariado de estudiar la crisis.
  • a ella está dedicado el curso. Programa.
  • la cultura revolucionaria anterior a la guerra está en revisión.
  • división de las fuerzas proletarias europeas; dos concepciones diferentes del momento histórico, dos interpretaciones distintas de la crisis.
  • antes: sindicalistas y socialistas
  • ahora: social-democráticos y comunistas.
  • sindicalistas que han seguido al comunismo: Jorge Sorel.
  • antes de la guerra, fuerza de las tesis colaboracionistas: producción superabundante, capitalismo en apogeo.
  • hoy, riqueza social destruida, un millón trescientos mil millones de pasivo. Servicio de esta deuda: noventa mil millones. Palabras de Cailleaux.
  • La colaboración sería distinta. El capitalismo no puede hacer concesiones al socialismo. Esperanza: el proletariado colonial. Pero las colonias se agitan.
  • La reacción no soluciona los problemas y desprestigia las instituciones democráticas.
  • además satura de chauvinismo la política internacional, tendencias imperialistas, lucha por la hegemonía. Ejemplo: el Ruhr.
  • crisis ideológica
  • Palabras de Ferrero
  • Palabras de Keynes.
  • El socialismo regimen de distribución, más que de producción.
  • La ruina económica de la burguesía ruina de la civilización burguesa.
  • el socialismo no puede todavía. Palabras del reportaje de "La Crónica".
  • Presenciamos la disgregación de la sociedad vieja; la gestación, la formación, la elaboración lenta e inquieta de la sociedad nueva.
  • todos los hombres a quienes las ideas nos vinculan con esta debemos fijar hondamente la mirada en este periodo trascendental, agitado e intenso de la historia humana.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La revolución rusa

[Transcripción Completa]

El programa del curso señala a la conferenciar el siguiente sumario: -La Revolución Rusa, -Kerensky. Lenin.- La Paz de Brest Litowsky.- Rusia y la Entente después de la Revolución.- Proceso inicial de creación y consolidación de las instituciones rusas”.

Antes una advertencia.- Voy a decir cosas elementales. Mejor dicho elementales pata otro publico que las encontraría demasiado vulgarizadas, repetidas. Porque esos públicos han sido abundantemente informados. La Revolución Rusa ha interesado en Europa la curiosidad unánime de las gentes. Tema de estudio general. Innumerables libros.- Ha ocupado puesto de primer rango en diarios y revistas. Su estudio ha sido abordado por todos los hombres investigadores. Los principales órganos han enviado corresponsales. Por razones de concurrencia en disputarse clientela han estado obligados cierta seriedad. Corresponsales Prensa Asociada, Corriere della Sera, Messaggero, Berliner Tageblatt, prensa londinense. Arthur Ramsome, autor de Seis Semanas en la Rusia de los Soviets. Además muchos grandes escritores. H.G. Tells .- Urgidas por la demanda las casas editoriales han editado recopilaciones leyes rusas, ensayos sobre aspectos de la organización rusa. Eran negocio editorial. La Revolución Rusa estaba de moda. Era de buen tono hablar de ella.- En lo que toca al proletariado, la curiosidad ha sido mayor.- Por esta razones otros públicos tienen conocimiento muy vasto de la revolución y para ellos mi conferencia sería demasiado elemental, rudimentaria. Pero debo tener en consideración la posición de nuestro publico, mal informado. Responsabilidad que no es suya si no de nuestros intelectuales y hombres de estudio.- Hablaré en periodista. Narraré escuetamente.

En la conferencia pasada llegamos a los preliminares de la revolución.- Examinemos ahora los meses de Kerensky. Kerensky presidía un gobierno de coalición. Representaba grupos medios opinión rusa. Faltaban de esta coalición extrema derecha y extrema izquierda. Ausencia de extrema derecha era natural: partido de la familia real. En cambio, presencia elementos burgueses convertía gobierno aleación heterogénea, anodina, incolora. No se concibe gobierno de conciliación dentro de una situación revolucionaria. Sino gobierno de facción, de partido. El gobierno adolecía, pues, de un grave defecto orgánico, vicio sustancial. No encarnaba los ideales del proletariado ni la burguesía. Vivía de concesiones alternativas. Un día a derecha, otro a izquierda. Todo esto cabe dentro de situación evolucionista. Pero no dentro situación de guerra civil. Los bolcheviques atacaron coalición con la burguesía. Y reclamaron gobierno obrero.

Cuatro grupos proletarios: mencheviques o minimalistas -Martoff, Checoff- alguna tradición marxista, pero orientación reformista. Socialistas revolucionarios -Kerensky, Zeretelli, divididos en dos grupos. Bolcheviques. Y anarquistas. Las tres primeras, socialistas.

Cuál era la posición de estos grupos?.- Mencheviques y socialistas revolucionarios dominaban en el campo. Sus núcleos centrales, clase media, profesiones liberales. Ala izquierda, elementos clasistas, atraídos por táctica bolchevique.. Ambos partidos no eran verdaderos partidos, revolucionarios. No representaban sector más dinámico: proletariado industrial. Maximalistas, débiles en el campo, fuertes en la ciudad. A base de elementos proletarios. Estado mayor prevalecían intelectuales pero masa obrera. Contacto vivo con trabajadores fábricas. Partido del proletariado Industrial de Moscou, Petrograd. Anarquistas influyentes también proletariado industrial, pero focos centrales intelectuales. Rusia, tradicionalmente, país de la intelectualidad nihilista. Sus núcleos, predominaban estudiantes, intelectuales.- Por supuesto combatían también a Kerensky.

Este era el panorama. Conforme a esta síntesis mayoría socialistas revolucionarios. Masas campesinas y clase media a su lado. Mayoría en una nación agrícola, poco industrializada. Pero bolcheviques contaban elementos más combativos, organizados.

Por otra parte, socialistas revolucionarios no podían conservar su fuerza si no satisfacían dos arraigados ideales, dos urgentes exigencias paz, reparto de tierra. Kerensky carecía de libertad para una y otra cosa. Entente, de la cual era ahijado y protegido, no le consentía paz separada. Alianza con cadetes, compromisos con burguesía, miramientos, no le consentían audaz reforma revolucionaria reparto tierras. Esta política impacientaba a las masas.

También impaciencia del ejército. La guerra era impopular. El Ejercito no sentía el mito de la guerra contra la Autocracia. Cansado de la guerra. Reclamaba sordamente la paz.

Los bolcheviques orientaron su propaganda en un sentido sagazmente popular. Demandaron paz, reparto tierras. Grito de combate: ¡Todo el poder politico a los soviets! - Los soviets existieron desde la caída del zarismo. Soviet, consejo. El proletariado, victorioso, procedió a la organización de consejos. Soviets locales, provinciales, congreso pan ruso. -Kerensky, educado escuela democracia, respetuoso del parlamentarismo, había querido coalición. Situación dual. El grito bolchevique quería decir todo el poder al proletariado organizado. Los bolcheviques estaban en minoría en los soviets. Pero su programa les fue captando afiliados. Pronto, mayoría en capital y otros centros.- Kerenski, tenia miedo de la revolución, extremas consecuencias, meta final. - Bajo la presión de los acontecimientos, aventura fatal: ofensiva 18 de junio. Un diversivo transitorio de la opinión publica. Los bolcheviques impugnaron ofensiva. Entrañaba doble amenaza. Trotzky define así la posición bolchevique ante la ofensiva.

Ofensiva, fatales consecuencias. Rudo golpe. Descontento, anhelo paz acentuáronse, extendiéronse. Violenta campana de agitación. Represión violenta. Tentativa Korniloff. Sirvió para aumentar la vigilancia revolucionaria y robustecer a los bolcheviques. Redoblaron grito. Kerensky recurrió a una maniobra artificiosa: conferencia democrática asamblea mixta de los soviets y otros organismos autónomos. De la conferencia salió un soviet democrático. Este soviet, completado, parlamentó preliminar. Debía preceder a la Constituyente. Los bolcheviques lo abandonaron.

La situación cada vez más agitada. La atmósfera cada vez más inflamable. Veamos como se encendió la chispa final. El comité militar revolucionario. Kerensky conspiraba contra su existencia. Medidas militares destinadas asegurarle el control militar de Petrogrado. Alejamiento tropas minadas, llamada tropas nuevas. Esto desencadenó la revolución 22 Octubre Estado Mayor conminó cuerpo enviar dos delegados acordar alejamiento tropas revoltosas. Los cuerpos respondieron: no obedecerían sino al Soviet. Era la declaración explícita. Algunas tropas, sin embargo, vacilantes. Llamada tropas frente, detuviéronse. Y llegó jornada final. 25 octubre tropas rodearon palacio Invierno y Trosky anunció al soviet que el gobierno de Kerensky cesaba de existir.

El 26 de Octubre, congreso de los sóviets. Lenin y Zinovief. Dos proposiciones aprobadas: la paz y el reparto. El soviet de comisarios.

Días de viva inquietud. Sabotage empleados. Sublevación alumnos escuela militar. Kerensky y Crasnoff amenazaron Petrogrado. Zarskoye Zelo. Mensajeros a provincias. Boicot telégrafo. Tropas del frente fieles. La Constituyente.

Periodo de negociaciones entre la Entente y Rusia. Brest Litowzky. Los aliados creían que los bolcheviques no durarían Jacques Sadoul.

Esta es la historia de la revolución. Haré al final del curso la historia de la república de los soviets, explicación legislación. Conforme, al programa, que agrupa los acontecimientos con aparente arbitrariedad, en la próxima Conferencia hablaré de la Revolución Alemana.
Y llegaremos así a otro episodio sustancial, a otro capitulo principal.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la octava conferencia

[Transcripción completa]

  • Los grandes grupos políticos alemanes son: pangermanistas, populistas, católicos, demócratas, socialistas, comunistas. Organización Cónsul, Organización Escherish, fascismo bávaro de Hitler y Ludendorf.

  • Antecedentes de la situación actual: La caida del gabinete Wirth. La constitución del gabinete Cuno. -Retorno al gobierno de los populistas de Hugo Stinnes. Posición de los socialistas frente a este gobierno. Efectos de la ocupación del Ruhr en la política alemana. La crisis alemana actual no es sino la exasperación de la crisis política originada por el fracaso de la colaboración de la social-democracia con la burguesía. -La renuncia de Cuno. El gabinete Stressemann. Hilferding, ministro de finanzas.

  • El separatismo renano. Las fracciones separatistas de Smeets y Doreen. Su agitación y su próxima fusión. El auspicio francés.

  • Las consecuencias de la ocupación del Ruhr en la economía alemana. La catástrofe del marco. Imposibilidad de que Alemania, mutilada, fraccionada, se reorganice. Una nación constituye un organismo vivo. No es posible lesionarlo ni herirlo ni trastornar, sin desordenar su funcionamiento. La ocupación del Ruhr condena a Alemania a la ruina, a la miseria. Pero una Alemania arruinada significa un agravamiento de la crisis económica europea. No pueden coexistir naciones moribundas, naciones hambrientas y naciones vitales, naciones pletóricas. El organismo económico del mundo se ha hecho demasiado solidario para que esto ocurra. Una nación primitiva, insignificante, poco evolucionada económicamente puede caer en la miseria sin afectar sensiblemente a las demás naciones del continente. Pero una nación de un dinamismo internacional tan complejo y tan vasto no puede ser abatida y destruida sin daño mortal para sus vecinos. Los problemas de la paz han descubierto esta solidaridad de vencedores y vencidos que impide a los primeros aplastar a los segundos.

  • Las causas verdaderas de la ocupación del Ruhr. Los chauvinistas, los nacionalistas, quieren el aniquilamiento de Alemania. Tienen la pesadilla de la reconstrucción alemana, de la revancha alemana. Los metalúrgicos aspiran a la posesión del carbón alemán. La prensa de los metalúrgicos explota el patriotismo de las clases pequeno-burguesas. El bloc nacional, el bloc de izquierdas y los comunistas.

  • El programa de Stinnes: la supresión de la jornada de ocho horas, la reducción del personal del Estado, la entrega de los ferrocarriles a empresas privadas. En una palabra, la abolición, la derogación de todas las conquistas del programa mínimo socialista. Una coalición burguesa carece de fuerza para actuar este plan.

  • La disensión en la social-democracia. La tendencia de derecha y la tendencia de izquierda. El temor a la concurrencia comunista.

  • La política de los comunistas alemanes. Los consejos de fabrica. El frente único proletario. El gobierno obrero. La estatización del 51 por ciento de las empresas, bajo el control de los trabajadores. Los social-democráticos y sus aprensiones y miedos.

  • El fenómeno nacionalista. El pauperismo de las clases medias y pequeño-burguesas. -La miseria de los intelectuales. -Radek propone que se combata al fascismo no solo con armas bélicas sino también con armas políticas. -La clase media, dominada por el recuerdo de su pasado bienestar, tiende al restablecimiento del antiguo régimen. Le falta una mentalidad de clase, una consciencia de clase. Un gobierno de la clase media no puede desenvolver sino una política capitalista. La clase media necesita incorporarse en la clase capitalista o en la clase asalariada. No cabe para ella una posición media ni independiente.

  • ¿Cuáles son las perspectivas de la hora presente?. -No es probable una rectificación inmediata de la política francesa. La ocupación del Ruhr seguirá, pues, desorganizando, empobreciendo y arruinando a Alemania. Se habla de la posibilidad de que los industriales alemanes y los industriales franceses se coordinen y se arreglen. Esta alianza del capitalismo francés con el capitalismo alemán no se haría sino a expensas de la clase trabajadora. Ya ha habido preludios de una inteligencia de esta naturaleza: el convenio Loucheur-Lubersac. Esta inteligencia inquietaría a Inglaterra. La industria alemana y la industria francesa constituirían un formidable bloc continental. Igualmente se habla de la posibilidad de que Inglaterra proponga la constitución de un conglomerado anglo-franco-alemán. Mussolini finalmente suena con un bloc continental: Alemania, Francia e Italia. -Pero todos estos proyectos tropiezan con la dificultad de los egoísmos nacionalistas. Cada potencia suspira por una alianza dentro de la cual le toque la parte del león. La atmósfera dejada por la guerra es una atmósfera emponzoñada y asfixiante. Está envenenada por odios rencores y pasiones egoístas. El razonamiento de que el sentido común, el interés común, predominará en la mentalidad de los diversos grupos capitalistas de Europa, es un razonamiento que desconoce la influencia oscura y misteriosa, pero decisiva que tienen en la marcha de la historia los factores psicológicos.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La agitación revolucionaria y socialista del mundo oriental

[Transcripción completa]

He explicado ya la conexión que existe entre la crisis europea y la insurrección del Oriente. El capitalismo europeo trata de sofocar la revolución social en Europa con la distribución entre los trabajadores europeos de una parte de las utilidades obtenidas en la explotación de los pueblos orientales.

Pero este plan es demasiado simplista para ser realizable. Europa ha predicado el derecho de los pueblos a la libertad y a la independencia. Y esta doctrina, de cuya propaganda los aliados han hecho desmedido abuso en la guerra, ha echado raíces en el Oriente.

Además, antes de la guerra, las poblaciones orientales tenían un respeto supersticioso por la civilización occidental. La guerra y sus consecuencias han debilitado, han casi destruido, este respeto. Europa, más que su autoridad material, ha perdido su autoridad moral. Tiene todavía armas materiales suficientes para imponerse; pero sus armas morales son cada día morales.

Finalmente, la consciencia moral de los países occidentales han avanzado también mucho. Antes los trabajadores ingleses, franceses, etc, eran más o menos indiferentes a la suerte de los trabajadores orientales. El socialismo era una doctrina internacional; pero su internacionalismo concluía prácticamente en los límites de la civilización occidental. Y los trabajadores occidentales, en buen cuenta, consideraban tácitamente natural la esclavitud de los orientales. Entonces la civilización occidental vivía demasiado orgullosa de sí misma. Era natural, que dentro de esta atmósfera, el proletariado occidental hubiera hecho del socialismo un movimiento exclusivamente europeo y del internacionalismo una doctrina prácticamente europea también.

Esto era natural también porque la doctrina socialista era un creación, un producto de la civilización occidental. He dicho, al disertar sobre la crisis de la democracia, que la doctrina socialista es hija de la sociedad capitalista y burguesa. La doctrina socialista es el fruto de los problemas de los pueblos de Occidente, es un método de resolverlos. Una solución no puede ser planteada donde el problema no existe. No existía en el mundo una solidaridad de muchedumbres explotadas sino una solidaridad de muchedumbres socialistas.

Ahora esto se ha modificado. Los leaders socialistas perciben la maniobra del capitalismo que busca en las colonias los recursos y los medios de evitar o retardar la revolución en Europa. La III Internacional inspira su táctica en esta nueva orientación. Muchos socialistas han polemizado por esta cuestión colonial. Han objetado a la III y la cooperación que presta a la emancipación política de las colonias.

En Halle, Zinovief decía: "La II internacional estaba limitada a los hombres de color blanco; la 3a no divide a los hombres según su color. Si vosotros quereis una revolución mundial, si quereis liberar al proletariado de las cadenas del capitalismo, no debeis pensar solamente en Europa. Debeis dirigir vuestras miradas también al Asia. Hilderfing dirá despreciativamente: ¡Estos asiáticos, estos tártaros, estos chinos!. Compañeros, yo os digo: una revolución mundial no es posible si no ponemos los pies también en el Asia. Allá habita una cantidad de hombres cuatro veces mayor que en Europa y estos hombres son oprimidos y ultrajados como nosotros. ¿Vamos a aproximarlos, a acercarlos al socialismo o no debemos hacerlos? Si Marx ha dicho que en una revolución europea sin Inglaterra se parecería solamente a una tempestad en un vaso de agua, nosotros os decimos, oh compañeros de Alemania, que una revolución proletaria sin el Asia no es una revolución mundial. Y esto tiene para nosotros mucha importancia. También yo soy europeo como vosotros; pero siento que Europa es una pequeña parte del mundo. En el Congreso de Moscú hemos comprendido qué cosa nos faltó hasta ahora en el movimiento proletario. Allá hemos sentido que cosa es necesaria para que arribe la revolución mundial. Y esta cosa es: el despertar de las masas oprimidas del Asia. Yo os confieso: cuando en Baku vi centenares de personas y de turcos entonar con nosotros la Internacional sentí lágrimas en los ojos. Y entonces oí el soplo de la revolución mundial"

La III Internacional no ha querido ser exclusivamente europea y americana. Al congreso de fundación asistieron el partido obrero chino y la unión obrera coreana. A los siguientes han asistido persas, turkestanos y otros pueblo de Oriente, al cual concurrieron delegados de veinticuatro pueblos.

Bajo estas presiones, los mismo reformistas, han concluido por interesarse mucho más de la cuestión oriental. Esta actitud nueva cohíbe a las grandes capitalistas a emplear contra el Oriente la fuerza de las expediciones guerreras. Así vimos el año pasado que Inglaterra, desafiada por Mustafá Kemal, no pudo responder a ese reto con operaciones de guerra. Igualmente hace tres años vimos al proletariado italiano oponerse a la ocupación de Albania. Estos hechos revelan una situación nueva en el mundo.

Esta situación nueva puede resumirse en tres observaciones: 1a: Europa ha perdido considerablemente su autoridad material para sojuzgar a los pueblos coloniales. 2a. Europa ha perdido, sobre todo, su antigua autoridad moral sobre esos pueblos. 3a. La consciencia moral de los pueblos europeos no permite ya al régimen capitalista una política brutalmente conquistadora y guerra en Oriente.

Existen por ende las condiciones históricas, los elementos políticos necesarios para que el Oriente se libere.

El fenómeno sustantivo de la agitación en Oriente es la resurrección de Turquía. La resistencia de Turquía es una expresión de la fuerza de los factores morales y psicológicos en la guerra. Turquía salió de la guerra deshecha. Se anunció sus expulsión de Europa. Wilson la declaró extraña a la civilización europea. Inglaterra suscribió este concepto. Se impuso a Turquía una paz dura en Sevres. Mustafá Kemal dio una nueva alma a Turquía. Derrotó a Turquía. Retó a Inglaterra. Y Europa se vio obligada a negociar la paz en condiciones consideradas para Turquía.

La India, vasto país, se agita también. La represión inglesa. Gandhi y su predicación de la resistencia pasiva. La nueva tendencia gandhina revolucionaria. El movimiento socialista y sindical en la India.

El Egipto reclama su independencia. Inglaterra la condiciona y la regatea tenazmente. Pero el Egipto sigue agitado.

La misma agitación reina en Persia.

Se desarrolla en Corea, en la China, en el Japón, el movimiento clasista.

Todo el mundo oriental está de pie. Soplan vientos de fronda para la dominación europea. A nosotros nos toca interesarnos por esos acontecimientos por la analogía de nuestra situación con la de algunas naciones coloniales. Económicamente somos coloniales. Algunas características étnicas nos aproximan al Oriente. A nuestra razón, como a la Turca, le falta acaso capacidad imaginativa y teorética. Es dulce, es resignada, es sufrida. Somos más asiáticos que europeos.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la decimocuarta conferencia

[Transcripción completa]

El esquema de la constitución rusa es el siguiente: Principio: quien no trabaja no come. Fin: supresión de la explotación del hombre por el hombre. Medio: durante la lucha decisiva del proletariado contra sus explotadores el poder debe pertenecer exclusivamente a las masas trabajadoras.

La célula del régimen sovietal es el soviet o consejo urbano y rural. Estos soviets urbanos y rurales se agrupan primero en congreso de volost, luego en congresos distritales, en seguida en los congresos provinciales, después en los congresos regionales y finalmente en el congreso pan-ruso de los soviets, formado por delegados de los soviets urbanos (uno por cada 25,000 habitantes) y por delegados de los congresos provinciales (uno por cada 125,000 habitantes). El congreso pan-ruso se reúne dos veces al año. Designa un comité central ejecutivo que es la suprema autoridad en los intervalos entre congreso y congreso. El Comité Central Ejecutivo nombra de su seno a los comisarios del pueblo que constituyen un colegio o soviet a su vez. Los comisarios del pueblo son dieciocho.

El período de cada delegado es de tres meses. Pero todos los delegados son revocables en cualquier momento. Son electores todos los trabajadores sin distinción de sexos, nacionalidades, religiones, etc.

No existe el dualismo democrático en el régimen sovietal. Los soviets son al mismo tiempo órganos ejecutivos y legislativos. El consejo de comisarios del pueblo no es sino un comité directivo, un estado mayor de la asamblea de los soviets. El parlamento suele no corresponder, por envejecimiento, a las corrientes del instante. El soviet está en constante renovación, en constante cambio. Todas las
ondulaciones de la opinión se reflejan en el soviet. El soviet es el órgano típico del régimen proletario así como el parlamento es el órgano típico del régimen democrático. Es un régimen de representación profesional y de representación de clase.

La dictadura del proletariado, por ende, no es una dictadura de partido sino una dictadura de clase, una dictadura de la clase trabajadora. Cuando se inauguró el régimen sovietista los bolcheviques no predominaban sino en los soviets urbanos, en los centros industriales. En los soviets de campesinos predominaba el partido social revolucionario que correspondía más exactamente a la mentalidad poco evolucionada y pequeño-burguesa de los campesinos. Pero los bolcheviques se atrajeron la colaboración de estas masas campesinas mediante la realización de su programa: celebración de la paz y reparto de las tierras.

La economía, la política del régimen de los soviets constituyen una transacción entre los intereses de los obreros urbanos y los intereses de los trabajadores del campo. Estos últimos no están aún educados, preparados, capacitados para el comunismo. Su actitud ha hecho necesaria por ejemplo la distribución de las tierras en vez de su gestión colectiva. Gorky mira la amenaza del porvenir en el campesino, en su egoísmo, en su ojeriza al obrero de la ciudad. La necesidad de excitar la producción hizo necesaria, por ejemplo, la libertad del pequeño comercio. En un principio, bajo el régimen de las requisiciones, los campesinos redujeron la producción. Ahora, la aumentan porque el comercio libre constituye un atractivo para ellos. Lo mismo ocurre con los obreros
industriales. Les es permitido trabajar extraordinariamente para producir manufacturas destinadas al comercio libre. De esta suerte, el régimen consigue un aumento de la producción, y, en tanto que queda ésta normalizada sobre bases netamente comunistas, se confía a la iniciativa y al comercio particulares de obreros y campesinos la satisfacción de las necesidades que el Estado no puede todavía atender.

La política internacional de los soviets es eminentemente pacifista. La Federación de las Repúblicas Sovietistas está constituida sobre la base del derecho de sus componentes a salir de ella. Constituye una asociación voluntaria de naciones. Rusia ha renunciado a toda reivindicación territorial en Polonia. Ha reconocido la independencia de Finlandia y de las provincias bálticas. El ejército rojo tiene por objeto sustancial la defensa de la Revolución. Es un instrumento al servicio de la revolución mundial. El ejército rojo es ahora de 600,000 hombres.

Ha salvado al régimen de los asaltos contrarrevolucionarios de Kolchak, Deninkin, Judenicht, Wrangel. Y ha impuesto a las potencias europeas el abandono de la política de intervención armada en Rusia. Rusia tiene acreditada embajada en Berlín, en Varsovia, en Angora. Tiene representantes oficiosos o comerciales en Inglaterra, Italia y otros países importantes. Ha concurrido a la Conferencia de Génova y luego a las de La Haya y Lausanne. Rusia ha concurrido, invitada oficialmente a la Feria de Lyon. Una comisión de banqueros franceses acaba de visitar Rusia.

El bloqueo, otra arma de la Entente, ha dañado extraordinariamente la producción rusa. Y ha causado la muerte de gran número de campesinos en la región del Volga.

La educación y la instrucción, son objeto de especial cuidado. El obrero tiene acceso a la instrucción superior. En 1917 existían 23 bibliotecas en Petrogrado y 30 en Moscú. En 1919, eran 49 en Petrogrado y 85 en Moscú. Los institutos de Moscú han aumentado de 369 a 1357. La asistencia escolar que era de tres millones y medio ha aumentado a cinco millones. Se ha fundado doce mil escuelas nuevas. El número total de bibliotecas que en 1919 era de 13,500 en 1920 era de más de 32,000. Se han creado 24 universidades obreras.

Gorky fue encargado de fundar la casa de los intelectuales, en gran parte hostiles a la Revolución. Las artes reciben estímulo. He asistido a una exposición de arte ruso en Berlín. Rusia estuvo representada abundantemente en la última exposición internacional de Venecia.

Se observa rigurosamente la jornada de ocho horas. Para los que se dedican a un trabajo nocturno la jornada es de siete horas. Cada trabajador tiene derecho a 42 horas de reposo continuo a la semana. Cada año tiene derecho a una vacación de un mes, transitoriamente reducida a quince días. El seguro social se extiende a toda la vida del trabajador: enfermedad, desocupación, accidente, vejez y maternidad. Funciona el control obrero de la producción. Existen casas de reposo para los trabajadores. La residencia veraniega del ex gran duque Sergio en Ilinskoe es el principal sanatorio para obreros fatigados.

Las alianzas profesionales.

La atención a la infancia. Casas de salud para niños. Los niños reciben instrucción, alimento y ropa. La protección a la infancia comienza desde la maternidad. La mujer grávida tiene derecho a la asistencia desde ocho semanas antes del parto.

La mujer y los soviets. Las mujeres tienen todos los derechos políticos y civiles. La primera ministro ha sido rusa: Alejandra Kollontai. En la delegación había varias mujeres. La propaganda entre las mujeres.

El problema religioso. Separación del Estado y de la Escuela de la Iglesia. La propaganda irreligiosa.

El matrimonio y su disolución. La demanda de una sola de las partes basta para el divorcio.

La N.E.P. El Consejo de Economía Pública. Milliutin. La electrificación de Rusia. Las concesiones al capital extranjero.

La polémica con los social-democráticos y con los anarquistas. La política de los soviets ha emergido de la realidad, ha sido dictada por los hechos. En ella ha influido, finalmente, la situación general europea.

Los tribunales populares y el tribunal revolucionario.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la Segunda Conferencia

[Transcripción]

Literatura de guerra. La prensa, instrumento bélico. Su función tóxica. Su calidad de instrumento capitalista. Su carencia de altas direcciones morales. El mito de la guerra dela Civilización contra la Barbarie. "Concluye la novela; comienza la historia", dijo Bernard Shaw. "In tempo di guerra piu bugie che terra".

Causas económicas de la guerra: el desarrollo del industrialismo británico y el desarrollo de industrialismo alemán. La guerra económica entre Inglaterra y Alemania. La lucha por los mercados, por las colonias. Efectos del proteccionismo en la economía de los países europeos. La función de la finanza internacional. Las rivalidades de los grupos capitalistas. Entonces como ahora una política de cooperación, de solidaridad económicas, habría podido evitar la catástrofe. El fenómeno demográfico ocupa un puesto importante en los orígenes de la guerra. Palabras de Adriano Tilgher: página 106 de "La Crisis Mundial". En un siglo la población europea pasó de 180 a 450 millones. El industrialismo, estímulo del crecimiento de la población. Reducción de las tres causas de despoblación: peste, hambre, guerra. Alemania, incomunicada, no podía alimentar 70 millones de habitantes. Italia no podía permanecer neutral.

Causas políticas: El proceso de las causas de guerra, según Bernard Shaw. La política y la posición tradicionales de Inglaterra, potencia insular. El desarrollo del poder naval de Alemania. Inglaterra, Francia y Bélgica se entienden. La alianza franco-rusa. Secreta inteligencia militar anglo-francesa. La violación de la neutralidad belga sacó a Inglaterra de un embarazo. Pero hay noticias y antecedentes que establecen la clase de compromiso existente entre Inglaterra y Francia. Si Inglaterra hubiese realmente querido evitar la guerra dice Shaw, no habría tenido sino que anunciar que combatiría al lado de la nación atacada. La hipótesis de un lazo, de una trampa. Más verosímil es la hipótesis de la imposibilidad de que el gobierno inglés revelase su acuerdo militar con Francia. Luego, desde este punto de vista, la guerra resulta una consecuencia de la diplomacia francesa.

Otra causa: el revanchismo francés, el "Deuschland uber alles" alemán. El nacionalismo europeo, en una palabra. Psicología de la pequeña burguesía francesa y de la burocracia alemana. Alemania se sentía desposeída al lado de naciones privilegiadas. Poincaré. El Kaiser. El Czar. Palabras de Lloyd George en el parlamento británico; página 39 de libro de Cailleaux.

La causa diplomática: el asesinato del heredero de Austria. La guerra ha podido estallar antes. En ocasión de la guerra rusa-japonesa y del incidente de Agadir de 1912. Palabras de Viviani a Rapoport a Viviano: página 33 de libro de este.

Contraste de la organización capitalista. Necesitade la solidaridad internacional como condición de vida y fomenta el nacionalismo en oposición a la lucha de clases. Como se precipita un pueblo a la guerra. La novela Clarté.

Guerra absoluta y guerra relativa. Guerra de naciones y guerra de ejércitos. El mito de la guerra democrática. La dirección de la opinión en Inglaterra, en Italia. En Alemania, Austria y Rusia, en tanto, no hubo un ideal que solidarizara al pueblo con la empresa militar de sus gobiernos respectivos.

La conducta de los partidos socialistas y las organizaciones sindicalistas. La posición de la Segunda Internacional. Las declaraciones de Stutgart y Basilea. La cuestión técnica de los medios de evitar la guerra fue dejada al Congreso de Vierna que debió reunirse en 1914. Antes sobrevino la guerra. La misión de Muller en Francia. La muerte de Jaures. El caso de Gustavo Hervé.

Por encima de la contienda. El manifiesto de las 93 intelectuales alemanes. El contramanifiesto del fisiólogo Nicolai, del físico Einstein, del filósofo Buek, del astrónomo Foerster, sorprendido este último por los 93 intelectuales. Romain Rolland.

Medite el proletariado en las causas de esta gran tragedia. Piense en que unos cuantos hombres y unos cuantos intereses han podido desencadenar una guerra que ha causado quince millones de muertos, que ha sembrado de odios Europa, que ha destruido tanta riqueza económica y que ha intoxicado deleteramente el ambiente moral de Europa. Y que se diga el proletariado si vale la pena reconstruir la sociedad capitalista, reconstruir la sociedad burguesa, para que dentro de cuarenta o cincuenta años, antes tal vez, vuelva a encenderse en el mundo otra conflagración y a producirse otra carnicería.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la Tercera Conferencia

[Transcripción completa]

No omitiré la exposición del movimiento anarquista. No traeré ningún espíritu sectario. Creo oportuno ratificarme en estas declaraciones. Algunos compañeros temen, que yo sea muy poco imparcial y muy poco objetivo en mi curso. Pero soy, partidario antes que nada del frente único proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Causa común contra el amarillismo. Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo clasista. Estudiemos juntos las horas emocionantes del presente.

Completaremos el examen de la conducta de los partidos socialistas y sindicatos. Veremos cómo y porqué el proletariado fue impotente para impedir la conflagración.

La guerra encontró impreparada a la Segunda Internacional. No había aun programa de acción concreto y practico para asegurar la paz. Congreso de Stutgart. Moción de Lenin y Rosa Luxemburgo:

"En el caso de que estalle una guerra, los socialistas están obligados a trabajar por su rápido fin y a utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra para sacudir al pueblo y acelerar la caída de la dominación capitalista".

Pero en la Segunda Internacional había muy pocos Lenin y Rosa Luxemburgo.

Tres años después, el congreso de Copenhague. Vailant y Keir Hardi propusieron la huelga general. Se dejó la cuestión para Viena 1914.

En 1912 la situación grave obligó a la II Internacional a convocar un congreso extraordinario. Basilea 1912 noviembre. De este congreso, salió un manifiesto. Y de nuevo se dejó la cuestión técnica para Viena, agosto de 1914.

Antes, Sarajevo. El Bureau Internacional de Bruselas convocó de urgencia para el 29 de julio a los partidos socialistas de Europa. Por Francia, Jaures, Sembat, Vaillant, Guesde, Longuet. Por Alemania, Haase Rosa Luxemburgo. Apresurar el congreso. París 9 de Agosto en vez de Viena 23 de Agosto. Declaración de la Oficina Internacional. Palabras de Jaures en la noche del 29 de Julio.

Dos días después Jaures muerto. Muller en Paris, el 1 de Agosto. Esterilidad de su misión. La guerra ya incontenible se desencadenó. El Congreso del 9 de Agosto no pudo efectuarse. Paginas de Claridad describen con vivo color el ambiente de delirante patriotismo y nacionalismo. La mayoría ofuscada contagiada por la atmosfera guerrera, marcial, agresiva. La prensa y los intelectuales instigadores.

Porqué la internacional no pudo oponer una barrera a esta desborde de pasión nacionalista? Porqué la internacional no pudo conservarse fiel a sus principios de solidaridad clasista? Veamos las circunstancias que dictaron la conducta socialista.

Declaración de los diputados alemanes en el parlamento el 4 de Agosto. Catorce votos, contra.

Declaración de los socialistas franceses en el parlamento el 6 de Agosto. En Francia, nación agredida, la adhesión fue mas ardorosa, más viva.

La actitud de los demás partidos obreros. "De la Segunda a la Tercera Internacional”.

La conducta de los socialistas italianos reclama especial mención. Manifiestaron mayor lealtad al internacionalismo. El 26 de Julio, manifiesto socialista. Lucha entre neutralistas e intervencionistas. Los fautores socialistas del intervencionismo. Arturo Labriola. Benito Mussolini. Anécdota de ambos.

Formula de los socialistas italianos: "Ni adherirse a la guerra ni sabotearla". Declaración socialista en la cámara. La reunión de Zimmerwald en septiembre de 1915. Asistieron delegaciones alemana, francesa, italiana, rusa, polaca, balcánica, sueca, noruega, holandesa y suiza. Inglaterra negó los pasaportes. Lenin. El manifiesto de Zimmerwald primer despertar de la consciencia proletaria.

Para asegurarse al proletariado, la burguesía le dio participación en el poder. Algunas concesiones al programa mínimo. La guerra exigía la mayor disciplina nacional posible. Libertades restringidas. Esta política pareció la inauguración era socialista. Guerra revolucionaria.

El Estado subsidiaba a las familias de los combatientes, ofrecía a bajo precio el pan y subvencionaba largamente a la industria. Trabajo, abundante bien remunerado. Con esto se adormecía en las masas la idea de la injusticia social, se atenuaban los motivos de la lucha de clases. El proletariado no se fijaba en que esta prodigalidad del Estado acumulaba cargas para el porvenir. Concluida la guerra, los vencidos pagarían. Que el pueblo combatiese hasta el fin. Había que vencer.

Los aliados más que predica de intereses prédica de ideales. El pueblo inglés, creía combatir en defensa de los pueblos débiles. El pueblo francés contra la Barbarie, la Autocracia, el Medievalismo. El odio al boche.

La fuerza de los aliados consistió, precisamente, en estos mitos. Para los austro-alemanes, guerra militar. Para los aliados, guerra santa, cruzada por grandes y sacros ideales humanos. Los líderes, en gran parte, prestaron su concurso a esta propaganda. Adhesión efectiva de gran parte del proletariado. No hablaban solo los políticos de la burguesía. En Austria y Alemania la adhesion era menos sólida. Guerra de defensa nacional. Las minorías pacifistas más fuertes. Liebknecht, etc, disponían de mayor ambiente. Alemania rodeada de enemigos. Sensación victoria. En nombre defensa nacional y esperanza victoria, Alemania disponía de argumentos suficientes.

Todas estas circunstancias hicieron que durante cuatro años los proletarios europeos se asesinasen los unos a los otros. Asi fracaso la Segunda Internacional. La experiencia enseña, que dentro de este regimen las guerras no son evitables. La democracia capitalista, la paz armada, la política de equilibrio, la diplomacia secreta. Se incuba permanentemente la guerra. Y el proletariado no puede hacer nada. Ahora la experiencia del conflicto franco-alemán. Pesan aún demasiado intereses y sentimientos nacionalistas.

Conforme a estas duras lecciones para combatir la guerra, no basta el grito de abajo la guerra. Grito de la II Internacional, de todos sus congresos, hasta de los pacifistas tipo Wilson. El grito del proletariado: Viva la sociedad proletario. Pensemos en construirla.

Y la gran frase de Jaures no debe apartarse de nuestro recuerdo:

"Hay que impedir que el espectro de la guerra salga cada seis meses de su sepulcro para aterrorizar al mundo".

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La revolución alemana

[Transcripción completa]

He expuesto aspectos principales del proceso de generación, de incubación de la revolución alemana. He dicho ya que la guerra no fue realmente popular en Alemania. Mientras ningún fracaso militar desacreditó la aventura, se consiguió que la opinión sufriese, sin rebelión, la guerra. Pero no apasionar a las masas con los ideales imperialistas. Los intelectuales crearon una cínica literatura. Los poetas cantaron la guerra y denigraron la paz. Tomás Mann: "El hombre se malogra en la paz. El reposo perezoso es la tumba del corazón. La ley es la amiga del débil; ella quiere aplanarlo todo; si ella pudiera achataría al mundo; pero la guerra hace surgir la fuerza”. Enrique Vierordt : "Deuchsland, hasse". El Profesor Ostwald: "Alemania quiere organizar Europa, pues Europa hasta ahora no ha estado organizada”. Finalmente, el célebre manifiesto defendiendo, servilmente, la guerra. Pero únicamente la burguesía deliró de nacionalismo. El proletariado declaro no apoyar la guerra por convicción sino por necesidad o por deber. No suscribió nunca los cínicos conceptos de los intelectuales.

Además, pasada la intoxicación y confusión de la declaratoria, se alzaron algunas voces de protesta. El contra-manifiesto. Hermann Hesse, asilado en Suiza, escribió canto a la Paz y un llamamiento a los artistas y pensadores invitándolos a salvar el poco de paz que podía todavía ser salvado, y a no saquear, ellos también, con su pluma, el porvenir europeo. "Die Weisse Blaetter", hogar de los intelectuales fieles a la unidad moral de Europa y a la civilización occidental. -Leaders del proletariado que reaccionaron contra la guerra y denunciaron su carácter imperialista y contro-revolucionario: Liebnecht, Rosa Luxemburgo, Francisco Mehring, Leon Joguisches, Clara Zetkin, Kurt Eisner, etc. -Liebnecht, el 4 de agosto. Sintió muy pronto la necesidad de salvar su propia y personal responsabilidad. Diciembre, contra los nuevos créditos. Enero 1915, movilizado, enviado a Kustrin, se negó a aceptar el fusil. Luego a Lorena, después a Rusia. Carlos Liebnecht escribió a sus hijos el 21 de diciembre 1915: Yo no dispararé. En el Reichstag, insurgió repetidas veces contra el gobierno. Pero ahogaron su voz solitaria. Unido a Rosa Luxemburgo, Mehring, Clara Ztkin, escribió las cartas de Espartaco. El 1º de Mayo de 1918, la primera demostración publica contra la guerra. Liebnecht, condenado a cuatro años. La figura de Liebnecht no era única. Otras figuras: Rosa Luxemburgo, Mehring, Levinés . Existía, pues, en el movimiento proletario alemán acerca de la guerra un ambiente distinto que en el movimiento proletario de los aliados. Un numeroso núcleo luchaba por rebelar contra la guerra al proletariado. Los diputados social-democráticos no podían dar a la guerra una adhesión entusiasta, incondicional. La burguesía y la clase media luchaban por los ideales del militarismo; pero el proletariado, conforme a las palabras de orden de sus leaders, no peleaba sino por un interés de defensa nacional. El proletariado no sentía la necesidad absoluta de la guerra hasta el anonadamiento del enemigo.

Wilson y sus ilusiones encontraron un frente vulnerable. Desde que al pueblo alemán le fue dicho que no se combatía contra él, empezó a sentir menos y menos la necesidad de la guerra. Además la propaganda wilsoniana estimuló en Austria-Hungria viejos ideales de independencia nacional. La revolución rusa repercutió revolucionariamente. Dos propagandas se juntaron. Los efectos se manifestaron a continuación del primer quebranto militar. El pueblo y el ejército manifestaron su voluntad de paz y de capitulación. Insurgieron contra el Kaiser y la monarquía -9 de Diciembre 1918. Huelga revolucionaria en Kiel y Hamburgo. Marineros insurreccionados marcharon sobre Berlin. Huelga general. Las tropas se negaron a la represión. El Kaiser abdicó y escapó. La República. La Revolución tuvo en ese momento un carácter netamente proletario. Consejos de obreros y soldados. Ministerio de socialistas mayoritarios. Posición de las fuerzas socialistas de Alemania. Entre Liebnecht y. los mayoritarios se abrieron rápidamente las hostilidades. La Union Spartacus y Die Rote Fahne.

Los espartaquistas propugnaron la realización del socialismo a través de la dictadura del proletariado. Propusieron la confiscación de todas las propiedades de la corona en beneficio de la colectividad; la anulación de las deudas del Estado y de los empréstitos de guerra; la expropiación de la grande y media propiedad agrícola; la nacionalización de los bancos, minas, fabricas, establecimientos. En suma, la actuación del programa actuado en Rusia. Los mayoritarios, adversos; sus masas no espiritualmente preparadas para una transformación tan radical. Los independientes vacilantes. Los espartaquistas iniciaron un campana de agitación progresiva.

Figuras de Spartacus: Liebnecht. Su pura intransigencia durante la guerra le daba una aureola llena de sugestión. Rosa Luxemburgo, figura intelectual y figura dinámica, capacidad para la realización y para la teoría. Francisco Mehring, teórico profundo del marxismo. Autor de obras admirables, del "Marx", libro fundamental. Viejo, pero con el fervor de la juventud. Eugenio Levines. Participó en Rusia en la revolución del 905. Sufrió la prisión. Provenía de familia rica, pero se había hecho obrero. Leon Joguisches, tipo de agitador, de propagandista, de revolucionario. Colaborador, amigo intimo de Rosa. La única que sobrevive Clara Zetkin, de la misma estatura moral. Este fuerte e inteligente estado mayor consiguió agitar sacudir potentemente al proletariado. Organizar una numerosa vanguardia. Se proponían capacitarla para la acción, prepararla para la hora oportuna. La táctica del gobierno consistió en precipitar la acción espartaquistas, en atraerlos al combate antes de tiempo, en obligarlos a empeñar la batalla inmaduramente. Los espartaquistas no midieron sus pasos. Eichorn, indócil a la reacción y leal a la revolución, obligado a renunciar. El domingo 5 de enero de 1919 grandes demostraciones en Berlin. El Vorvaerts ocupado. Barricadas. Invitación a las tropas.

Los choques empezaron sin embargo. Varios días de sangrientas batallas. El domingo 12 los ocupantes del Vorvaerts enviaron seis emisarios. Fusilados. Los jefes no habían querido la lucha, pero empeñada esta, ocuparon sus puestos. Las autoridades los atribuyeron la responsabilidad. En la tarde del 15, Liebnecht y Rosa Luxemburgo arrestados. Su muerte. Franciso Mehring.

No se extinguió la ola revolucionaria. La vanguardia seguía reclamando una política socialista. Los mayoritarios, cada día más embarazados para la socialización. En febrero y marzo, el proletariado vuelve a asumir una posición de combate. Nuevas huelgas. Promesas del gobierno. Una parte de las masas manifestaron una decidida voluntad revolucionaria. Nuevas jornadas sangrientas. Más víctimas. Leon Jogisches.

Con estas batallas no cesó aquel periodo de actividad revolucionaria. También el proletariado de Munich libró valientes batallas. Y la represión en Munich fue más costosa para el proletariado. El régimen de los soviets en Munich. Sovietismo artificial. Eugenio Leviné.

Este fue el instante culminante de la revolución. Pasado este periodos, el pueblo alemán mostró una capacidad, una voluntad revolucionaria cada día menor. El poder: su evolución hasta el presente. La revolución, pues, no ha hecho sino virar a la derecha. La revolución ha ido perdiendo todo carácter socialista y afirmándose más en su carácter democrático. Por eso se dice que la revolución no se ha consumado todavía. Palabras de Rodolfo Hilferding. Opiniones de Walther Rathenau. En Rusia había preparación revolucionaria, en Alemania no.

Naturalmente, de entonces acá la revolución ha hecho mucho camino. El estado vira a derecha; el proletariado a izquierda. Cada día, mayor saturación revolucionaria. El apartamiento de los mayoritarios del gobierno operado, bajo la presión de las masas.

Por estas razones, los actuales acontecimientos alemanes no son sino episodios de la revolución; el actual gobierno, un periodo, un capítulo de la revolución. La revolución no se ha consumado; pero tampoco ha abortado. Desde este punto de vista lógico, justo, exacto, histórico, el gobierno es un periodo de la revolución italiana.

Partidos alemanes: pangermanistas, populistas, católicos, demócratas, socialistas, comunistas.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia Los problemas económicos de la paz

[Trascripción completa]

Problemas económicos de la paz: reparaciones, déficits fiscales, deudas interaliadas, desocupación, cambio. Estos problemas son aspectos diversos de una misma cuestión: la decadencia del regimen capitalista apresurada por la guerra.

Riqueza social destruida por la guerra; deudas de guerra; reconstrucción de las ciudades devastadas; pensiones. A todas estas obligaciones, Europa podría hacer frente si la guerra no hubiese disminuido su capacidad de producción. Pero la guerra ha causado la muerte de diez millones, la invalidez de otros tantos, la subalimentación en la Europa central.

Europa necesita aumentar sus exportaciones y disminuir sus importaciones. Pero, mientras no puede aumentar, su producción, no puede disminuir sus importaciones que son de productos alimenticios y materias primas.

Para el aumento de la producción existe un obstáculo insuperable: el agravamiento de la lucha de clases. Las huelgas, los lock out, los obstruccionismos se suceden. Los estadistas reconstructores quieren una tregua. Pero la colaboración del proletariado no podría ser conseguida sino mediante la aceptación del programa mínimo del socialismo. A esto se oponen los intereses de los grandes industriales y los especuladores.

Además, la III Internacional aspira a la destrucción final del régimen capitalista. Y finalmente es dudoso que se pueda conseguir simultáneamente la restauración económica y el mejoramiento económico del proletariado. Algunos estadistas piensan, por esto, como en una salvación, en las colonias. Pero las colonias están agitadas e insurreccionadas .

Problema de las reparaciones: Cuando se firmó la paz, los aliados creían que Alemania podría pagar una indemnización fabulosa. Poco a poco, la cantidad se fue reduciendo. En 1919, Lord Cunliffe hablaba de una anualidad de 28.000 millones de marcos oro; en setiembre 1919, Klotz indicaba 18.000 millones; en abril de 1921 la comisión de reparaciones reclamaba poco más de 8.000 millones; en mayo de 1921 los aliados fijaban en Londres 4.600 millones. El total en 138.000 millones. Pero también esta suma era exagerada. Ha sido necesario acordar a Alemania una serie de moratorias. Actualmente se considera imposible que Alemania pueda pagar más de 40 o 50.000 millones.

La ocupación del Ruhr. El pretexto: la deficiencia de las entregas de carbón. Francia ha extraído, a causa de la resistencia pasiva, menos de lo que Alemania le consignaba voluntariamente. Y de otro lado hay el gasto del mantenimiento de las tropas y burocracia de la ocupación.

Los políticos que gobiernan. Francia vive bajo la acción de la pesadilla de la revancha alemana. Temen que Alemania resurja. Esto los induce a aniquilarla. Pero la ruina económica de Alemania seria la ruina de Europa. El crédito de Francia, por ejemplo, depende de la solvencia de Alemania. Para que Europa convalezca es necesario que Alemania recobre su actividad normal. Contrariamente a esta necesidad Francia tiende a desmenuzar a Alemania. Banqueros, economistas y técnicos han comprobado la imposibilidad de que Alemania pague un indemnización exagerada. Se podría sacar de ella una gran cantidad si se le devolviesen sus antiguos instrumentos de comercio. Pero esto es imposible porque a la industria aliada no le conviene la competencia de la industria alemana. Y porque Francia no puede tolerar que Alemania resurja potente. Los vencedores no consiguen nivelar su presupuesto y quieren que los vencidos los indemnicen largamente. La reorganización de Europa no es posible sino a condición de que se inaugure una política de solidaridad. De aquí la importancia del problema de las reparaciones que enemista a Francia y Alemania.

Las deudas interaliadas. Francia debe a Estados Unidos 3.634 millones de dólares y a Inglaterra 557 millones de libras. Inglaterra es acreedora de 1.800 millones de libras, Estados Unidos de 6.500 millones de dólares. Pero sin pagar estas deudas, Francia e Italia tienen un deficit de varios miles de millones.

Problema de los déficits. Los gastos militares, las pensiones, etc, impiden la redacción de los presupuestos. Los países viven en déficit que cubren con bonos de tesorería.

Problema del cambio. Para cubrir los bonos se ha hecho sucesivas emisiones de papel. El desnivel de la balanza comercial se ha unido a esto para ocasionar la depreciación. Esta depreciación ha empobrecido a los rentistas, a los tenedores de deudas del Estado, etc. Se han enriquecidos unos cuantos industriales. Una reacción en el cambio resulta temible, porque, de una parte, los empréstitos actuales del Estado resultarían triplicados. No se puede pensar sino en la conversión.

Subconsumo y el Problema de desocupación. Las industrias no consiguen absorber toda la mano de obra. Hay enormes masas de desocupados. El Estado se ve obligado a hacer obras del Estado o a subsidiarlos. El primer sistema encarece el costo de la mano de obra y molesta a los industriales. El segundo sistema origina un gasto improductivo que estimula la tendencia al ocio.

¿Qué soluciones ofrecen a estos problemas los reconstructores?.

El libro de Nitti "Europa sin paz" preconiza la reducción de la deuda alemana, la supresión de las deudas interaliadas, la reorganización de la Sociedad de las Naciones. Nitti describe vivamente la situación trágica de Europa.

Los libros de Keynes. En su primer libro Keynes recomienda los siguientes remedios: la reducción de la deuda de Alemania 1.500 millones de libras o sea a 30.000 millones de marcos en treinta anualidades; constitución de una unión libre-cambista bajo la protección de la Sociedad de las Naciones; condonación de las deudas inter-aliadas; empréstito internacional; la reanudación de relaciones con Rusia. En su segundo libro, Keynes considera mejorada la situación, pero igualmente grave en el fondo si no se arriba, finalmente, a las soluciones propuestas.

Caillaux hace una descripción de este pavoroso cuadro económico. Dice que los árbitros de la situación europea resultan los grandes capitanes de la industria en cuyas manos están la paz y la guerra. No propone un plan completo porque no es posible. No caben sino orientaciones generales. Los acontecimientos pueden superar toda previsión. Aproximación financiera y monetaria de los países de Europa; acuerdo industrial entre ellos. Parlamento profesional. Control de las industrias por los trabajadores.

Walther Rathenau. -Una reorganización de la industria es indispensable, por medio grandes trust que eviten la dispersión y el despilfarro del trabajo y del material. El Estado debe intervenir en estos trust dirigidos por representantes del Estado de los capitalistas y de los trabajadores. Parlamento profesional que corrija los defectos de la organización democrática actual. La plusvalía no es suficiente para asegurar el confort de todos; es además un ahorro necesario.

Pero todos estos hombres no dirigen sus respectivos países. Antes bien andan de capa caída.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia Elogio a Lenin

[Transcripción completa]

Lenin nació en Simbirsk en 1870, hijo de un director de escuela primaria. Estudió derecho en Petrogado, donde su hermano Alexandro —ejecutado a continuación de un atentado contra Alejandro III— lo hizo conocer El Capital. Se incorporó en el movimiento socialista y se entregó plenamente a la causa obrera. Se dedicó no solo al estudio de las teorías sino, principalmente, al estudio directo de los problemas y del alma del obrero. Fue desde su vida de estudiante un organizador. Lo arrojaron, finalmente, de la Universidad. A renglón seguido de una huelga de textiles, fue enviado a Siberia. Allí completó sus estudios teóricos y sus observaciones prácticas sobre la cuestión social en el mundo y en Rusia. Basó su ideología en la realidad proletaria; combatió el confusionismo obrero, generado por la situación política rusa; luchó por diferenciar a los marxistas de los que no lo eran. Tomó parte en la revolución de 1905 al lado de los obreros de Moscú. En 1907 emigró a Finlandia y luego al extranjero. En esa época escribió su libro "El Materialismo y el Empiro-criticismo. En 1912 estuvo en Cracovia animando el movimiento obrero. Enseguida en Suiza.

En 1907 en el congreso de Stuttgart, la Internacional aprobó una moción de Lenin y de Rosa Luxemburgo que en sus conclusiones decía: "Si amenaza el estallido de una guerra es deber de la clase obrera en los países interesados, con la ayuda de la Internacional, el coordinar todos sus esfuerzos para impedir la guerra por todos los medios que le parezcan adecuados y que varían naturalmente según la intensidad de la lucha de clases y la situación política general. Si, no obstante esto, estallase la guerra, los trabajadores tienen el deber de intervenir para hacerla cesar lo más pronto posible y utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por ella para agitar a las capas populares más profundas y precipitar la caída del regimen capitalista".

Vinieron los congresos de Zimmerwald y Khiental, durante la guerra, a donde acudieron las fracciones sindicales y socialistas fieles a esos principios. Ahi empezó a germinar la Tercera Internacional.

El rol de Lenin en la revolución rusa.

Sus libros: La Revolución y el Estado, El extremismo, enfermedad de infancia del comunismo, La dictadura del proletariado y el renegado Kautsky, La lucha por el pan, La obra de reconstrucción de los soviets, Apuntes críticos sobre una filosofía reaccionaria y otras.

Su colaboración en Pravda, Izvestia y la revista de la III Internacional.

Las paginas de Sorel "Defensa de Lenin" en su libro Reflexiones sobre la violencia.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La intervención de Italia en la Guerra

[Transcripción Completa]

Anteriores conferencias determinaron carácter guerra mundial. Hemos visto que sus más profundos comentadores la han llamado guerra absoluta. Guerra absoluta, guerra de naciones, no de ejércitos. Conclusión de Tilgher define muy bien [la] intervención [de] EE.UU., así como [la] fisonomía [de la] guerra italiana. Por esto es citada.

Italia intervino en virtud de causas económicas más que diplomáticas y políticas. Su suelo no le permitía alimentar [a la] población. Necesitaba exportación e importación. Estaba a merced de la potencia dueña de los mares. Sus importaciones y exportaciones dependían de Inglaterra. Carecía libertad acción. Neutralidad imposible. No podía ser, como Suiza expectadora. Su rol demasiado considerable para que la guerra no la arrastrase. No habiendo seguido a los alemanes, era inevitable que siguiese a los aliados. Verdadera prisionera.

Estas circunstancias condujeron Italia a la intervención. Razones diplomáticas no habrían bastado par a obligar a Italia. Dos clases de elementos intervencionistas. El gobierno italiano tuvo en cuenta ideales nacionalistas al concertar intervención.

Se suscribió el pacto de Londres. Italia entraba en la guerra en el nombre [de] interés nacional. La verdad oficial era otra. Para uso interno razones nacionalistas, para uso externo razones democráticos. Hallábase razón fundamental. Por esto Tilgher dice guerra conducida criterio guerra relativa. Consecuencias se dejaron sentir pronto.

Durante primera fase fuerte corriente neutralista. No solo neutralismo socialistas sino giolittianos. Neutralismo burgués consintió socialistas actuar [con] mayor libertad dentro ambiente menos bélico. La Union Sagrada no era completa. El pueblo italiano no sentía unánimemente la guerra. Estas causas originaron derrota Caporetto. Después reacción política opinión. El pueblo empezó a sentir la necesidad de empeñarse en la guerra. Fuerte ola nacionalismo dominó país. Desde ese momento combatió no solo el ejército sino todo el pueblo. La guerra empezó a ser absoluta.

Comentadores superficiales atribuyeron a Caporetto causas exclusivamente militares, a la reacción también. Importancia exagerada dada a los refuerzos franceses. Fue un canje de tropas. La reacción italiana fue moral, política. Mientras fue débil el frente politico, débil frente militar. Asi en este aspecto como en otros factores políticos psicológicos mayor trascendencia que militares.

La confirmación de esta tesis está en la eficacia de la intervención americana. EE.UU, aportaron no solo concurso material sino sobre todo moral y politico. Discursos Wilson debilitaron frente alemán más que tropas. Asi lo acreditan documentos, lo establecen libros autorizados. Wilson socavó resistencia austro-alemana. Hablaba del pueblo alemán como de un hermano. Esta propaganda, que repercutió en el mundo, repercutió también Alemania Austria. Pueblo alemán sintió guerra no era ya defensa nacional.

Austria más conmovida que Alemania. En Bohemia, Hungría, antiguos ideales [de] independencia nacional. Efectos este debilitamiento tenían que manifestarse al primer quebranto militar. Asi. Mientras pudieron mantener esperanza conservaron adhesión pueblos. Apenas desapareció esperanza todo cambió. Austro-alemanes perdieron control masas. Ofensiva Piave encontró ejército poco dispuesto sacrificio. Divisiones enteras capitularon. Este desastre resonó inmediatamente frente alemán. Estaba militarmente intacto. Pero política y moralmente quebrantado y flanqueado. Hay documentos que describen estado ánimo esos días. Ludendorf, Hidemburg, Erzerberger. Kaiser alentó esperanza ejercito alemán permitiese obtener paz mejor. Pensaba frente no había sido roto. Otros sabían frente, inexpugnable al enemigo, ganado por su propaganda. No había sido roto materialmente, pero invalidado moralmente. No estaba dispuesto a obedecer. En las trincheras germinaba la revolución.

Ahora pangermanistas dicen: "Alemania no fue vencida militarmente". Viejo concepto guerra relativa. Ven como el Kaiser: frente intacto. Su error es el mismo de los comentadores superficiales de Caporetto. Nacionalistas impermeables al nuevo concepto guerra absoluta. Poco importa derrota militar. En guerra absoluta derrota al mismo tiempo moral ideológica. Porque factores militares subordinados factores morales. No se llama derrota militar. Lo críticos de la guerra no son militares. Son filósofos, políticos, sociales. Por primera vez victoria ha sido cuestión de estrategia ideologica. Desde este punto de vista, Wilson generalísimo de la victoria.
Este concepto resume valor intervención americana.

Ahora no examen programa wilsoniano, critica gran ilusión Liga Naciones. De acuerdo programa, dejaremos estas cosas para paz Versalles. Fijar rápidamente valor intervención. Ideología requiere examen aparte. Conectado con examen Versalles y consecuencias.

Allora estudio otro trascendental fenomeno: revolución rusa. Fase social-democrática. Cómo llegó al gobierno Kerensky. Anterior conferencia posición socialistas rusas frente guerra. Plekanof. Otros muchos fieles congreso Stuttgart. Zarismo conducía la guerra con mentalidad guerra relativa. No contaba adhesión pueblo. Frente interno menos fuerte que otros beligerantes. Rusia, por esto, primera vencida. Dentro burguesía, elementos inconciliables con zarismo. Cortex, conspiradores germanófilos. Todas estas circunstancias hacían inevitable revolución y derrota.- "La Rusia de los Zares durante la gran guerra". Paleologue espectador cercano. Describe ambiente oficial periodo incubación revolucionaria. Presintiose crisis. Intento no conjurarla, sino encauzarla. Mesa Paleologue Milukouff. Zaris no carecía autoridad moral y capacidad, política para manejar negocios guerra. Cerca Zarina intrigas. Zarina, temperamento místico, fanático, gobernada Rasputin. Ejército en condiciones desastrosos. Descontento extendíase.

EI zar, medioeval e imbécil, no percibía la catástrofe vecina. Asesinato Rasputin. Conflicto con nobleza por prisión Dimitri. Dias de gran inquietud para aristocracia. Insinuaciones alejar Zarina. Zar tomó actitud caballeresca hidalga. Las suertes del imperio en manos hombre insensato enfermo. Zarina, alucinada, delirante, dialogaba con Rasputin. No había quien no se diese cuenta crisis tenia que explosionar.

Anécdota Olive. 10 Enero 1917. Palacio gran duquesa Maria Pavlowna. Vista San Pedro y San Pablo. Chambrun. Los días de la autocracia estaban contados. Burguesía, aristocracia aliados trabajaban porque caída zarismo no fuese suya. Indirectamente apresuraban revolución. Interesados canalizar revolución acrecentaban gérmenes revolucionarios. Revolución vino. Kerensky figura anémica. No quiso gobierno obrero, miedoso de la revolución misma.

Dentro de este ambiente indeciso, regimen precario, fue germinando revolución bolchevique. Próxima clase veremos como se produjo hacia el cual convergen miradas proletariado universal.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia Nacionalismo e Internacionalismo

[Transcripción completa]

He explicado ya hasta qué punto se ha conectado la vida de la humanidad. Entré las naciones incorporadas en esta civilización se han establecido lazos nuevos en la historia. El internacionalismo existe vigorosamente como ideal porque es la realidad nueva, la realidad naciente. Es aquel ideal que Marx y Engels definen como la nueva y superior realidad histórica que, encerrada dentro de las vísceras de la realidad, actual, pugna por actuarse y que, mientras no está actuada, mientras se va actuando, aparece como ideal frente a la realidad envejecida y decadente. Un gran ideal humano no brota del cerebro ni emerge de la imaginación sino de la realidad histórica. La humanidad marcha tras de aquellos ide les cuya realización presiente madura, cercana, posible.

Veamos, por ejemplo, como aparecieron las ideas socialistas y cómo apasionaron a las muchedumbres, Katusky enseñaba que la voluntad de realizar el socialismo nació de la creación de la gran industria. Donde prevalece la pequeña industria, el ideal de los desposeídos no es la socialización de la propiedad sino la adquisición de una pequeña propiedad. La pequeña industria genera siempre la voluntad de conservar la propiedad privada de los medios de producción y no la voluntad de socializar la propiedad, de instituir el socialismo. Esta voluntad surge allí donde la gran industria está desarrollada, donde ya no existe duda acerca de superioridad sobre la pequeña industria, donde el retorno a la pequeña industria seria un retroceso. La fabrica reúne a una gran masa de obreros y crea en ellos el deseo de la explotación colectiva y asociada de ese instrumento de riqueza.

Desde hace casi un siglo se constata en la civilización la tendencia a preparar una organización internacional. Esta tendencia no tiene solo manifestaciones proletarias; tiene también manifestaciones burguesas. Ninguna de ellas se ha producido porque si; ha sido el reconocimiento de un estado de cosas nuevo o latente. El régimen burgués libertó de toda traba los intereses económicos. El capitalista, dentro del régimen burgués produce para el mercado internacional. Los grandes bancos resultan entidades complejamente internacionales y cosmopolitas.

Es por este, por esta constatación de un hecho histórico que las clases trabajadoras tienden a asociarse en organismos de solidaridad internacional que vinculen su acción y unifiquen su ideal.

Pero al mismo efecto de la vida económica moderna no son insensibles, en el campo opuesto, los intereses capitalistas. Pero el capitalismo no puede ser internacionalista porgue su naturaleza es necesariamente imperialista. Provoca los conflictos entre los bloques de intereses económicos. Este conflicto entre dos capitalismos, adversarios condujo a Europa a la gran guerra. De ella la sociedad burguesa ha salido minada precisamente a causa del contraste en las pasiones nacionalistas y la necesidad de la solidaridad y la cooperación entre ellos como único medio de reconstrucción común. La crisis reside justamente en la contradicción entre la economía y la política de la sociedad capitalista. La política y la economía han cesado de coincidir. La política es nacionalista, la economía internacionalista. El Estado está construido sobre una base, nacional; la economía necesita una base internacional. El Estado, además ha educado al hombre en el culto de la nacionalidad. Este contraste entre la estructura económica y la estructura política del régimen capitalista es el síntoma más hondo de la disolución de este orden social. La organización política de la sociedad no puede subsistir porque dentro de sus moldes y sus formas no pueden desarrollarse las nuevas tendencias económicas y productivas.

Pero esta incapacidad de la sociedad capitalista para transformarse no impide que aparezcan en ella las señales preliminares de la organización internacionalista. Dentro del régimen burgués se teje una densa red de solidaridad internacional que prepara el porvenir. La burguesía no puede abstenerse de forjar con sus manos institutos que atenúan la rigidez de su teoría y su práctica. Hemos visto así aparece la Sociedad de las Naciones.

La existencia de la idea de la Sociedad es un reconocimiento de la verdad histórica del internacionalismo de la vida contemporánea. Todo tiende a vincular en este siglo a los hombres. En otro tiempo el escenario de una civilización era reducido. En este abarca casi todo el mundo.

En todas las actividades asoma la tendencia a constituir órganos internacionales de comunicación y coordinación. Entre estos movimientos se esboza uno paradójico. La internacional fascista.

Pasemos a un aspecto del internacionalismo que os interesa más que ningún otro. Veamos en qué consisten las organizaciones internacionales de las clases trabajadoras.

La I Internacional nació en Londres en 1864, murió en Filadelfia en 1876.

La II Internacional nació en Paris en 1889 y acordó la celebración internacional de 1 de Mayo.

La crisis de la 2a Internacional. Su orientación fue reformista porque la situación histórica así lo imponía.

Los orígenes de la III Internacional. La reunión de Zimmerwald en setiembre de 1915. Kiental en abril de 1916. El 1er congreso de la Internacional se reunió en Moscú en 1919, marzo. La Internacional de la Juventud en 1920, junio.

La 2a Internacional se reconstituyó en Ginebra en julio de 1920.

En Viena en 1921 se reunieron los organizadores de la Internacional dos y media. Este ano, en Hamburgo, volvieron a la 2a Internacional.

En Berlin se fundó en este año una tercera internacional sindical: la anarquista. Su numero y su influencia son mucho menores.

El internacionalismo no niega la nación; el nacionalismo niega la prevalencia de los intereses humanos o universales sobre los nacionales. Sostiene la identidad de estos y aquellos. El nacionalismo es paradójico. En el nombre de la nación ataca al obrero que es parte de ella.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La revolución hungara

Programa: -La Revolución Húngara. -El conde Karolyi. - Bela Kun. -Horthy

Estos tres nombres sintetizan las tres fases, de la revolución insurreccional y democrática, comunista y proletaria, reaccionaria y terrorística.- Aquí, donde se conoce mal la revolución rusa, se conoce, menos todavía la revolución húngara.

El proceso de la revolución húngara es, en sus grandes lineamientos, el mismo de la revolución alemana y austriaca. Pero tiene algo de fisonómico, de particularmente propio: el separatismo, el nacionalismo húngaro.

Ante la ofensiva victoriosa de los italianos en el Piave, los checos y los húngaros tiraron imprevistamente las armas. Se inició así la revolución húngara. -Esta insurrección militar no fue seguida inmediatamente de una insurrección proletaria. El proletariado carecía aún de una sólida consciencia revolucionaria clasista.

Karolyi. -Este gobierno, emergido de la insurrección del 31 de Octubre, fue un gobierno de la burguesía radical coaligada con la social-democracia. -Karolyi fue, en cierta forma, el Kerensky de Hungría. Pero menos sectario, más revolucionario, más interesante, más sugestivo.

Al gobierno de Karolyi —no obstante la disimilitud moral entre uno y otro leader— le acontecía aproximadamente lo que al de Kerensky.

Simultáneamente, la situación internacional conspiraba también contra el gobierno de Kerensky. -Llego un día fatal. Notificación de que las fronteras de entonces de Hungría debían ser consideradas como definitivas. -Karolyi no podía someterse a estas condiciones. No le quedó más camino que la dimisión.

Surgió así el gobierno de Bela Kun. El 21 de marzo de 1919. A la creación de este gobierno concurrieron comunistas y social-democráticos. Este es el signo que distingue la revolución húngara de la rusa. Pero esto era también debilidad. El partido social-democrático no tenía suficiente educación revolucionaria. Viejos elementos sindicales, desprovistos de capacidad y voluntad para colaborar solidariamente con los maximalistas. -¿Por qué colaboraron y participaron decisivamente a la revolución? Se vieron en la necesidad de elegir entre la revolución comunista y la reacción feudalista y aristócrata. -En cambio de su adhesión al programa de los comunistas, no demandaron sino el derecho a participar en su realización. Era una demanda lógica. Los comunistas accedieron a ella. Este fue su primer error. El gobierno sovietista de Hungría resultó hibrido, mixto, compuesto.

Bela Kun desarrolló, en gran parte, el programa económico y socia proletariado. Expropiación de los latifundios, medios de producción establecimientos industriales. Los fundos, entregados a los campesinos, organizados en cooperativas de producción. Se atendió solícitamente a las victimas de la guerra, no satisfechas por Kerensky, entrabado por sus miramientos y respetos. Los inválidos, viudas, etc, socorridos. Los sanatorios de lujo, hospitales comunales. Los palacios, destinados a los inválidos, viejos y niños enfermos. Simultáneamente se re organizaban la instrucción publica, la cultura, para convertirlas en instrumentos de educación, socialista.

Pero contra Bela Kun conspiraban de una parte el escepticismo y la resistencia social-democráticos; de otra las potencias vencedoras. Miraban en Hungría un peligroso foco de propagación. Los social-democráticos limitaban las medidas contra los preparativos y complots reaccionarios.

La revolución era atacada, en dos frentes: externo e interno.

En estas condiciones, llegó la mitad de abril. Rumania invadió Hungría. El ejército checo a 70 u 80 millas de Budapest. -El 2 de mayo, en una sesión dramática del consejo obrero de Budapest, Bela Kun expuso la situación. El consejo voto por la resistencia a todo trance. Los obreros constituyeron un ejercito rojo que contuvo a los rumanos y derrotó a los checos. El instante se tornaba critico para la ofensiva aliada. La diplo macia aliada cambió de táctica. Invitación a Turquía a retirarse del territorio checo; en compensación, retiro del ejercito rumano Tibisco.

El ejército rojo, disgustado y deprimido en su voluntad combativa, se retiró de Checo Eslavia. Sacrificio inútil. Los aliados no cumplieron su compromiso. Esta decepción, este fracaso, descorazonaron al proletariado, cuya fe era minada por los social democráticos, quienes empezaban a negociar secretamente con los diplomáticos aliados.

La reacción, entre tanto, se aprestaba para el asalto. El 24 de junio los reaccionarios y 300 oficiales alumnos de la escuela militar se adueñaron de los monitores del Danubio. Los tribunales trataron con excesiva generosidad a los sediciosos.

El regimen continuaba luchando con enormes dificultades. Escaseaban las provisiones. Bela Kun decidió entonces ofensiva contra los rumanos. Pero esta ofensiva, iniciada el 20 de julio, no tuvo suerte. Este revés militar condenó a muerte al régimen. Los aliados prometieron el reconocimiento de un gobierno-social-democrático. Pusieron como precio la eliminación de los comunistas y la destrucción de su obra. El partido social democrático y los sindicatos aceptaron las condiciones. El 2 de agosto el consejo de comisarios del pueblo abdicó.

Lo reemplazó un gobierno social-democrático. Para contentar a los aliados derogó las leyes comunistas. Restableció la propiedad de las fábricas y latifundios, la libertad de comercio, en sus cargos a los funcionarios de la administración burguesa. -Con todo no duró sino tres días. Vencida la revolución, el poder tenia que caer en manos de la reacción. Los social-democráticos no podían resistir la ola reaccionaria.

Asi empezó el martirio del proletariado húngaro. El terror blanco asoló Hungría. Se ensañó contra los comunistas, social-democráticos, hebreos finalmente contra los propios burgueses sospechosos de devoción liberal y democrática. Pero se encarnizó contra el proletariado. En las regiones transdanubianas, algunas localidades verdaderamente diezmadas. -Innumerables trabajadores fusilados; otros encarcelados; otros obligados a emigrar. A Austria, a Italia, llegaban todos los días contingentes de prófugos. Viene, llega de refugiados.

Toda descripción, pálida. A partir de agosto de 1919 se ha sucedido los fusilamientos, procesos, mutilaciones, saqueos, como medios de represión y de castigo del proletariado. Ha sido necesario que la sed de sangre se calme y que un grito de horror la cohíba, para menes y las persecuciones disminuyan y enrarezcan. Tengo a la mano un libro que contiene algunos, relatos. (Página1/3)

Pero estos relatos podrían parecer exagerados. Se dirá que esta es una versión italiana, tropical. Más las mismas cosas han sido contadas por una comisión de los Trade Unions y del Labour Party, que visitó Hungría en mayo de 1920. La formaban el Coronel Wedgwood, de los comunes, y cuatro más. No pudo recorrer toda Hungría. El informe es, por consiguiente una narración benévola. Peca de moderación, peca de optimismo. Sin embargo, corrobora las afirmaciones del libro italiano. -En esa época, el numero de presos era al menos de 12.000. Horthy confesaba que tenia encarcelados a 6000.

El informe contiene varias anécdotas atroces. Una de ellas, el caso de la señora Hamburger.

Ya sabéis como actué el terror blanco en Hungría. El gobierno de Horthy, visión pavorosa de la edad media. No en balde sus características son, precisamente, las de intentar restablecer el feudalismo. -Horthy gobierna Hungría como regente, porque para la reacción Hungría sigue siendo un reinó. Hace un ano Carlos de Hamburgo fue llamado por los monarquistas.

De hecho, el régimen de Horthy es un regimen absoluto, medioeval. Es el dominio del latifundio sobre la industria; del campo sobre la ciudad. Hungría está empobrecida. La miseria es apocalíptica. -Pero un periodo de reacción no puede ser sino transitorio. Una nación no puede retrogradar a un sistema bárbaro y primitivo. La tendencia de las fuerzas productivas, la relación con las demás naciones, no consienten la regresión a un regimen anti-industrial y anti-proletarío. -Gradualmente, se reanima el movimiento proletario húngaro. Horthy no es sino un episodio.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la décima conferencia

[Transcripción completa]

Conforme al programa del curso el programa es:

"- La agitación proletaria en Europa. Italia al borde de la revolución. Las elecciones de 1919. -La ocupación de las fábricas. -La III Internacional. La Internacional centrista o Internacional dos y medio. El cisma socialista”.

Veamos cómo se incubó este periodo de agitación proletaria. -Durante la guerra, el regimen capitalista se vio obligado a hacer numerosas concesiones a la clase trabajadora y a la idea socialista. Le era indispensable la colaboración del proletariado. El proletariado y su doctrina económica consiguieron algunas conquistas, algunos progresos, que acrecentaron su fuerza y robustecieron su fe. Vino mas tarde otra causa de afirmación proletaria: la revolución rusa. Los Estados europeos se esforzaron, por una parte, en asfixiar la revolución en Rusia y, por otra parte, en evitar su propagación al resto de Europa. Fue un momento de avance de la idea revolucionaria. Un momento de ofensiva del proletariado. Un instante de apogeo de la revolución. La característica de la lucha social era la iniciativa del proletariado en el ataque. En Alemania, Baviera, Austria, Hungria. -Ante esta ofensiva, el regimen se vio forzado a retroceder, a replegarse. Los estadistas más avisados y perspicaces comprendieron entonces que no era posible salvarlo sin grandes sacrificios. Dominó una corriente avanzadamente reformista. La burguesía tomó una actitud renovadora. Afirmó su filiación democrática y evolucionista. Execró la dictadura. Canto a la Paz. Exaltó el sufragio universal y el parlamentarismo. Cubrió la Paz de Versalles con la Sociedad de las Naciones. Creó la Oficina Internacional del Trabajo. Reunió en Washington el 1er congreso del Trabajo. Esta política tendía a dividir al proletariado, atrayendo al camino de la colaboración y de la reforma a sus mayores masas. Esta división se produjo. Una parte de los partidos socialistas y los sindicatos se pronunció por una política revolucionaria. Otra parte se pronunció por una política prudente y transaccional que esquivase toda acción decisiva y violenta. Aquella creó la III Internacional. Esta reorganizó la II Internacional. Algunos elementos centristas, intermedios conservaron su independencia. Se agruparon mas tarde en la Internacional dos y medio.

La II Internacional. Berna, febrero 1919. Lucerna, agosto 1919. Ginebra, 30 julio 1920. Internacional Sindical Reformista. Noviembre 1920.

La III Internacional. 1er congreso 2-6 marzo 1919. 2º Congreso, julio 1920. Aquí quedaron fijadas las 21 condiciones que cisionaron a los partidos de Francia, Alemania, etc. En Alemania, Halle 12-17 Octubre 1920. En Francia, Tours diciembre 1920. En Inglaterra, agosto de 1920. [tachado a mano alzada] En Italia, congreso de Livorno enero 1921.

La Internacional 2 y 1/2. Berna diciembre 1920, algunos meses después Viena.

Además, acciones de masas. En Inglaterra, en 1920 la huelga de los carboneros. En Francia, la huelga de los ferroviarios en mayo 1920, que dio lugar al decreto de disolución de la C.G.T. y a la prisión de Souvarine, Loriot y Dunois. En, Alemania después del golpe Kapp la agitación en el Ruhr, en abril de 1920. España y Japón. Las huelgas de solidaridad con Hungría proletaria contra la reacción de Horthy. Pero en Italia la agitación adquirió proporciones mayores todavía.

Las huelgas de julio de 1919. Las elecciones de noviembre de 1919. La huelga general de protesta contra el ataque a algunos diputados socialistas. Las huelgas de ferroviarios y postales de 1920. El precio económico del pan, y la caída de Nitti. El gobierno de Giolitti.

La ocupación de las fabricas. Sus antecedentes. El 18 de junio los metalúrgicos reclamaron, mejoramientos económicos en relación con la elevación del costo de Ia vida. Negociaciones, propuestas y contrapropuestas. El 13 de agosto, ruptura de las negociaciones. El 21 de agosto se inició el obstruccionismo. El 30 de agosto la factoría a Romeo de Milán, con cerca de 2000 declaro el lock out. Enseguida se tomo posesión de 300 factorías en Milán. Enseguida, el movimiento se extendió a toda Italia.

Aspectos del regimen interno de la ocupación. La prosecución del trabajo. La disciplina. El financiamiento de los trabajos. La vigilancia. La actitud gubernamental. Los propietarios reclamaban el desalojamiento de los obreros a la fuerza. El debate entre la Confederación General del Trabajo y el Partido Socialista. El prevalecimiento de la tesis de la Confederación. El control de las fabricas. La intervención del gobierno. El 15 de setiembre en Turin, reunión de obreros y patrones, presidida por Giolitti. Sometimiento de los industriales. Las negociaciones con los industriales sobre la paga de los días de trabajo. Desde el 15 de julio hasta agosto pago de los aumentos acordados. El decreto del gobierno. El congreso metalúrgica aprobó el acuerdo Se ratificó con un referendum. 148 000 votos contra 42.000. El 24 de setiembre.

Más tarde, el congreso de Livorno.

Terminó así el periodo revolucionario y comenzó el periodo reaccionario.

El fascismo es la reacción. Pero acelera el proceso revolucionario porque destruye las instituciones democráticos. El fascismo ha desvalorizado el parlamento y el sufragio. El fascismo ha enseñado el camino de la dictadura y de la violencia. Antes, la democracia oponía al bolchevismo ruso sus instituciones características: el parlamento y el sufragio universal. Ahora la burguesía desacredita ambas instituciones. Acabamos de asistir en España a un movimiento militar también anti-parlamentario.

¿Es posible el frente único de la burguesía? Sí; pero solo provisoriamente, solo mientras se conjura un asalto decisivo de la revolución. Después, cada uno de los grupos de la burguesía trata de recobrar su autonomía. Ay del proletariado si la burguesía fuera uniformemente inspirada por una sola ideología y un solo interés. Dentro de la burguesía existen contrastes de ideología y de intereses, contrastes que nada puede suprimir. Los elementos radicales, democráticos, liberales de la burguesía, que son tales por razón de psicología y de posición en la sociedad, pueden consentir transitoriamente que una reacción conservadora los absorba, pero tienden, enseguida, a restablecer el antiguo equilibrio. ¿Porqué?. Porque un frente único se hace sobre la base de una capitulación de los ideales democráticos y reformistas a los ideales conservadores. No se hace sobre la base de una transacción, sino sobre la base de un renuncio. Hay elementos capitalistas, hombres de la burguesía, convencidos de que es necesaria una transformación social, y que un regimen dictatorialmente reaccionario no puede durar sin exasperar la revolución y acrecentar su Ímpetu destructor. Nitti, Cailleaux, Walter Rathenau. El frente único no puede, pues, ser duradero; provocaría, además, el frente único del proletariado.

El mundo occidental se debate en este caos, en este conflicto. Sus instituciones políticas no corresponden a la nueva realidad económica. Una parte de las fuerzas conservadores se pronuncia por un programa de audaces reformas que transforme gradualmente la sociedad. Otra parte teme que una vez iniciadas las concesiones a la revolución, no sea posible detenerlas. E intentan, por eso, resistir.. El proletariado necesita seguir atentamente el proceso de este conflicto.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La crisis de la democracia

[Transcripción completa]

Desde antes de la guerra se percibían los síntomas de una crisis del régimen democrático. ¿Cuál ha sido el motor de esta crisis? El acrecentamiento y concentración paralelas del capitalismo y del proletariado. La vida económica, las fuerzas económicas de los países, han pasado a las manos de estos dos grandes poderes, al lado de los cuales el Estado ha adquirido una posición no de árbitro sino más bien de mediador. Los conflictos, los contrastes entre una y otra fuerza, no han podido ser solucionadas por el Estado sino
por transacciones, por compromisos directos entre ellas. El Estado en esas transacciones no ha jugado sino un rol de componedor. Dentro de las formas de la sociedad vieja se han ido gestando, se han ido incubando las formas de una sociedad nueva. La nación, en virtud de la nueva realidad social, ha dejado de ser una entidad predominantemente política para transformarse en una entidad predominantemente económica. Esta transformación sustancial de la nación ha determinado la crisis del Estado político. La historia nos enseña que las formas de organización social y política de una sociedad corresponden a la estructura, a la tendencia de las fuerzas productivas. La sociedad burguesa, por ejemplo, no tiene otro origen que el nacimiento de la industria. Dentro de la sociedad medioeval, la burguesía era la clase industrial, la clase artesana. A medida que la burguesía se enriqueció, a medida que la industria se desarrolló, los privilegios de la aristocracia, de la nobleza se hicieron insoportables. El obrero y el burgués se confundían entonces en una clase única: el pueblo. La burguesía era la vanguardia del pueblo y era la clase conductora de la revolución. Obrero y burgués
coincidían en la aspiración de la abolición de los privilegios de la aristocracia. La caída de la aristocracia, del régimen medioeval fue, pues, determinada más que por razones abstractas de ideal por razones concretas de la aparición de una nueva forma de producción: la industria. Bajo el régimen democrático, bajo el régimen burgués, se ha creado nuevas formas de producción. La industria se ha desarrollado extraordinariamente impulsada por la máquina. Han surgido enormes empresas industriales. La expansión de estas nuevas fuerzas productivas no permite la subsistencia de los antiguos moldes políticos. Ha transformado la estructura de las naciones y exige la transformación de la estructura del régimen. La democracia burguesa ha cesado de corresponder a la organización de las fuerzas económicas formidablemente transformadas y acrecentadas. Por esto la democracia está en crisis. La institución típica de la democracia es el parlamento. La crisis de la democracia es una crisis del parlamento. Hemos visto ya cómo los dos grandes poderes contemporáneos son el capital y el trabajo y cómo, por encima del parlamento, estas fuerzas transigen o luchan. Los teóricos de la democracia podrían suponer que estas fuerzas están o deben estar proporcionalmente representadas en el parlamento. Pero no es así. Porque la sociedad no se divide netamente en capitalistas y proletarios. Entre la clase capitalista y la clase proletaria hay una serie de capas amorfas e intermedias. Además, así como toda la clase proletaria no tiene conciencia exacta de sus necesidades históricas y
clasistas, así también toda la clase capitalista no está dotada de una conciencia precisa. La mentalidad del gran industrial o del gran banquero no es igual a la mentalidad del rentista medio o del comerciante minorista. Esta dispersión de las clases sociales se refleja en el parlamento que no representa así netamente los dos grandes intereses en juego. El Estado político resulta la representación integral de todas las capas sociales. Pero la fuerza conservadora y la fuerza revolucionaria se polarizan en dos agrupaciones únicas de
intereses: capitalismo y proletariado. Dentro del régimen parlamentario no caben sino gobiernos de coalición. Ahora se tiende a los gobiernos de facción.

Actualmente, la intensificación de la lucha de clases, el acrecentamiento de la guerra social, ha acentuado esta crisis de la democracia. El proletariado intenta el asalto decisivo del Estado y del poder político para transformar la sociedad. Su crecimiento en los parlamentos resulta amenazante para la burguesía. Los instrumentos legales de la democracia han resultado insuficientes para conservar el régimen democrático. El conservadorismo ha necesitado apelar a la acción ilegal, a los medios extra-legales. La clase media, la zona intermedia y heterogénea de la sociedad, ha sido el nervio de este movimiento. Desprovista de una conciencia de clase propia, la clase media se considera igualmente distante y enemiga del capitalismo y del proletariado. Pero en ella están representados algunos sectores capitalistas. Y como la batalla actual se libra entre el capitalismo y el proletariado toda intervención de un tercer elemento tiene que operarse en beneficio de la clase conservadora. El capitalismo y el proletariado son dos grandes y únicos campos de gravitación que atraen las fuerzas dispersas. Quien reacciona contra el proletariado sirve al capitalismo. Esto le acontece a la clase media, en cuyas filas ha reclutado su proselitismo el movimiento fascista. El fascismo no es un fenómeno italiano, es un fenómeno internacional. El primer país de Europa donde el fascismo ha aparecido ha sido Italia porque en Italia la lucha social estaba en un período más agudo, porque en Italia la situación revolucionaria era más violenta y decisiva.

Proceso del fascismo. Su encumbramiento. Sus sistemas. Sus métodos.

El fascismo en Alemania, en Francia, en Hungría, etc. Lugones en la Argentina.

José Carlos Mariátegui La Chira

Miguel Adler (Fondo)

  • PE PEAJCM MAD-F-04
  • Fondo
  • 1928-1931

El fondo está compuesto en su mayoría por fotografías, algunas notas y cartas. La fotografías corresponden a los años de 1920 y en su mayoría se puede observar a José Carlos Mariátegui.

Lomnitz, Claudio

La revolución rusa [Manuscrito]

[Transcripción Completa]

Conforme al programa de este curso de historia de la crisis mundial, el tema de la conferencia de esta noche es la revolución rusa. El programa del curso señala a la conferencia de esta noche el siguiente sumario: La Revolución Rusa.-Kerensky.-Lenin. La Paz de Brest Litovsk.- Rusia y la Entente después de la Revolución. Proceso inicial de creación y consolidación de las instituciones rusas.

Antes de disertar sobre estos tópicos, considero oportuna una advertencia. Las cosas que yo voy a decir sobre la revolución rusa son cosas elementales. Mejor dicho, son cosas que a otros públicos les parecerían demasiado elementales, demasiado vulgarizadas, demasiado repetidas. Porque esos públicos han sido abundantemente informados sobre la revolución rusa, sus hombres, sus episodios. La Revolución Rusa ha interesado y continúa interesando, en Europa, a la curiosidad unánime de las gentes. La Revolución Rusa ha sido, y continúa siendo, en Europa, un tema de estudio general. Sobre la Revolución Rusa se han publicado innumerables libros. La Revolución Rusa ha ocupado puesto de primer rango en todos los diarios y en todas las revistas europeas. El estudio de este acontecimiento no ha estado sectariamente reservado a sus partidarios, a sus propagandistas: ha sido abordado por todos los hombres investigadores, por todos los hombres de alguna curiosidad intelectual. Los principales órganos de la burguesía europea, los más grandes rotativos del capitalismo europeo, han enviado corresponsales a Rusia, a fin de informar a su público sobre las instituciones rusas y sobre las figuras de la Revolución. Naturalmente esos grandes diarios han atacado invariablemente a la Revolución Rusa, han hecho uso contra ella de múltiples armas polémicas. Pero sus corresponsales —no todos naturalmente— pero sí muchos de ellos, han hablado con alguna objetividad acerca de los acontecimientos rusos. Se han comportado como simples cronistas de la situación de Rusia. Y esto ha sido, evidentemente, no por razones de benevolencia con la revolución rusa, sino porque esos grandes diarios informativos, en su concurrencia, en su competencia por disputarse a los lectores, por disputarse la clientela, se han visto obligados a satisfacer la curiosidad del público con alguna seriedad y con alguna circunspección. El público les reclamaba informaciones más o menos serias y más o menos circunspectas sobre Rusia, y ellos, sin disminuir su aversión a la Revolución Rusa, tenían que darle al público esas informaciones más o menos serias y más o menos circunspectas. A Rusia han ido corresponsales de la Prensa Asociada de Nueva York, corresponsales del Corriere della Sera, del Messaggero y otros grandes rotativos burgueses de Italia, corresponsales del Berliner Tageblatt, el gran diario demócrata de Teodoro Wolf, corresponsales de la prensa londinense. Han ido además, muchos grandes escritores contemporáneos. Uno de ellos ha sido Wells. Lo cito al azar, lo cito porque la resonancia de la visita de Wells a Rusia y del libro que escribió Wells, de vuelta a Inglaterra, ha sido universal, ha sido extensísima, y porque Wells no es, ni aun entre nosotros, sospechoso de bolcheviquismo.

Urgidas por la demanda del público estudioso, las grandes casas editoriales de París, de Londres, de Roma, de Berlín, han editado recopilaciones de las leyes rusas, ensayos sobre tal o cual aspecto de la Revolución Rusa. Estos libros y estos opúsculos, no eran obra de la propaganda bolchevique, eran únicamente un negocio editorial. Los grandes editores, los grandes libreros ganaban muy buenas sumas con esos libros y esos opúsculos. Y por eso los editaban y difundían. Se puede decir que la Revolución Rusa estaba de moda. Así como es de buen tono hablar del relativismo y de la teoría de Einstein, era de buen tono hablar de la revolución rusa y de sus jefes.
Esto en lo que toca al público burgués, al público amorfo. En lo que toca al proletariado, la curiosidad acerca de la revolución rusa ha sido naturalmente, mucho mayor. En todas las tribunas, en todos los periódicos, en todos los libros del proletariado se ha comentado, se ha estudiado y se ha discutido la Revolución Rusa. Así en el sector reformista y social-democrático como en el sector anarquista, en la derecha, como en la izquierda y en el centro de las organizaciones proletarias, la Revolución Rusa ha sido incesantemente examinada y observada.
Por estas razones, otros públicos tienen un conocimiento muy vasto de la Revolución Bolchevique, de las instituciones sovietísticas, de la Paz de Brest Litovsk, de todas las cosas de que yo voy a ocuparme esta noche, y para esos públicos mi conferencia sería demasiado elemental, demasiado rudimentaria. Pero yo debo tener en consideración la posición de nuestro público, mal informado acerca de éste y otros grandes acontecimientos europeos. Responsabilidad que no es suya sino de nuestros intelectuales y de nuestros hombres de estudio que, realmente, no son tales intelectuales ni tales hombres de estudio sino caricaturas de hombres de estudio, caricaturas de intelectuales. Hablaré, pues, esta noche, en periodista. Narraré, relataré, contaré, escuetamente, elementalmente, sin erudición y sin literatura.


En la conferencia pasada, después de haber examinado rápidamente la intervención de Italia y la intervención de Estados Unidos en la Gran Guerra, llegamos a la caída del zarismo, a los preliminares de la revolución rusa. Examinemos ahora los meses del gobierno de Kerensky. Kerensky, miembro conspicuo del Partido Socialista-Revolucionario, a quien ya os he presentado tal vez poco amablemente, fue el jefe del gobierno ruso durante los meses que precedieron a la revolución de octubre, esto es a la Revolución Bolchevique. Kerensky presidía un gobierno de coalición de los socialistas revolucionarios y los mencheviques con los cadetes y los liberales. Este gobierno de coalición representaba a los grupos medios de la opinión rusa. Faltaban en esta coalición de un lado los monarquistas, los reaccionarios, la extrema derecha y, de otro lado, los bolcheviques, los revolucionarios maximalistas, la extrema izquierda. La ausencia de la extrema derecha era una cosa lógica, una cosa natural. La extrema derecha era el partido derrocado. Era el partido de la familia real. En cambio, la presencia en la coalición, y, por lo tanto, en el ministerio presidido por Kerensky, de elementos burgueses, de elementos capitalistas, como los liberales y los cadetes, convertía la coalición y convertía el gobierno en una aleación, en una amalgama, en un conglomerado heterogéneo, anodino, incoloro.
Se concibe un gobierno de conciliación, un gobierno de coalición, dentro de una situación de otro orden. Pero no se concibe un gobierno de conciliación dentro de una situación revolucionaria. Un gobierno revolucionario tiene que ser, por fuerza, un gobierno de facción, un gobierno de partido, debe representar únicamente a los núcleos revolucionarios de la opinión pública; no debe comprender a los grupos intermediarios, no debe comprender a los núcleos virtualmente, tácitamente conservadores. El gobierno de Kerensky adolecía, pues, de un grave defecto orgánico, de un grave vicio esencial. No encarnaba los ideales del proletariado ni los ideales de la burguesía. Vivía de concesiones, de compromisos, con uno y otro bando. Un día cedía a la derecha; otro día cedía a la izquierda. Todo esto cabe, repito, dentro de una situación evolucionista. Pero no cabe dentro de una situación de guerra civil, de luchar armada, de revolución violenta. Los bolcheviques atacaron, desde un principio, al gobierno de coalición, y reclamaron la constitución de un gobierno proletario, de un gobierno obrero, de un gobierno revolucionario en suma. Ahora bien, las agrupaciones proletarias, eran en Rusia cuatro. Cuatro eran los núcleos de opinión revolucionaria.
Los Mencheviques, o sea los minimalistas, encabezados por Martov y Chernov, gente de alguna tradición y colaboracionista. Los socialistas-revolucionarios, a cuyas filas pertenecen Kerensky, Zaretelli y otros, que se hallaban divididos en dos grupos, uno de derecha, favorable a la coalición con la burguesía, y el de la izquierda, inclinado a los bolcheviques. Los bolcheviques o los maximalistas, el partido de Lenin, de Zinoviev y de Trotsky. Y los anarquistas que, en la tierra de Kropoktin y de Bakunin, eran naturalmente numerosos. En las tres primera agrupaciones, mencheviques, social-revolucionarios y bolcheviques, se fraccionaban los socialistas. Porque, como es natural, en la época de la lucha contra el zarismo todas estas fuerzas proletarias habían combatido juntas. Había habido discrepancias de programa; pero comunidad de fuerzas y sobre todo de esfuerzo contra la autocracia absoluta de los zares.
¿Cuál era la posición, cuál era la fisonomía, cuál era la fuerza de cada una de estas agrupaciones proletarias? Los mencheviques y los socialistas revolucionarios dominaban en el campo, entre los trabajadores de la tierra. Sus núcleos centrales estaban hechos, más que a base de obreros manuales, a base de elementos de la clase media, de hombres de profesiones liberales, abogados, médicos, ingenieros, etc. El ala izquierda de los socialistas revolucionarios reunía, en verdad, a muchos elementos netamente proletarios y netamente clasistas, que, por esto mismo, se sentían atraídos por la táctica y la tendencia bolcheviques, pero no se decidían a romper con el ala derecha de la agrupación.
Los hombres de la derecha y del centro, como Kerensky, eran los que representaban a los socialistas revolucionarios. Ambos partidos, mencheviques y socialistas revolucionarios, no eran, pues, verdaderos partidos revolucionarios. No representaban el sector más dinámico, más clasista, más homogéneo del socialismo. El proletariado industrial, el proletariado de la ciudad. Los maximalistas eran débiles en el campo; pero eran fuertes en la ciudad.
Sus filas estaban constituidas a base de elementos netamente proletarios. En el estado mayor maximalista prevalecía el elemento intelectual; pero la masa de los afiliados era obrera.
Los maximalistas actuaban en contacto vivo, intenso, constante, con los trabajadores de las fábricas y de las usinas. Eran del partido del proletariado industrial de Petrogrado y Moscú. Los anarquistas eran también influyentes en el proletariado industrial; pero sus focos centrales eran focos intelectuales. Rusia era, tradicionalmente, el país de la intelectualidad anarquista, nihilista.
En los núcleos anarquistas predominaban intelectuales, estudiantes. Por supuesto, los anarquistas combatían tanto como los bolcheviques, y en algunos casos de acuerdo con éstos, a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios de Kerensky.
Este era el panorama político del proletariado ruso bajo el gobierno de Kerensky. Conforme a esta síntesis de la situación, la mayoría era de los socialistas revolucionarios y de los mencheviques coaligados.
Las masas campesinas y la clase media estaban al lado de ellos. Y las masas campesinas significaban la mayoría en la nación agrícola, en una nación poco industrializada como Rusia. Pero en cambio, los bolcheviques contaban con los elementos más combativos, más organizados, más eficaces, con el proletariado industrial, con los obreros de la ciudad.
Por otra parte, los mencheviques y los socialistas revolucionarios no podían conservar su fuerza, su predominio en las masas campesinas si no satisfacían dos arraigados ideales, dos urgentes exigencias de esas masas: la paz inmediata y el reparto de tierras.
El gobierno de Kerensky carecía de libertad para una y otra cosa. Carecía de libertad para la paz inmediata porque las potencias aliadas, de las cuales era ahijado y protegido, no le consentían entenderse separadamente con Alemania. Y carecía de libertad para el reparto de las tierras a los campesinos porque su alianza con los kadetes y los liberales, sus compromisos con la burguesía, sus miramientos con los propietarios de las tierras lo cohibían, lo coactaban para esta audaz reforma revolucionaria.
Kerensky no hacía, pues, en el gobierno la política de las masas socialistas que representaba; hacía la política de la burguesía rusa y de las potencias aliadas. Esta política impacientaba a las masas. Las masas querían la paz. Y la paz no venía. Las masas querían el reparto de las tierras. Y el reparto de las tierras tampoco venía.
Pero esta impaciencia de las masas campesinas no habría bastado para traer abajo a Kerensky si hubiera sido, efectivamente, sólo impaciencia de las masas campesinas, en vez de ser, también, impaciencia del ejército. La guerra era impopular en Rusia. He explicado ya cómo el gobierno zarista condujo la guerra con mentalidad de guerra relativa, esto es con mentalidad de guerra de ejércitos y no de guerra de naciones; y como, por consiguiente, el gobierno zarista no había sabido captarse la adhesión del pueblo a su empresa militar.
El pueblo y el ejército esperaban que de la revolución saliese la paz. La incapacidad de Kerensky para llegar a la paz, soliviantaba, pues, en contra de su gobierno al ejército, que no sentía, como los otros ejércitos aliados, el mito de la guerra de la Democracia contra la Autocracia, porque la guerra rusa había sido dirigida por la autocracia zarista. El ejército estaba cansado de la guerra, y reclamaba sordamente la paz.
Los bolcheviques orientaron su propaganda en un sentido sagazmente popular. Demandaron la paz inmediata y demandaron el reparto de las tierras. Y le dijeron al proletariado: “Ni una ni otra cosa podrá ser hecha por un gobierno de coalición con la burguesía. Hay que reemplazar este gobierno con un gobierno proletario, con un gobierno obrero, con un gobierno de los partidos de la clase trabajadora. Este gobierno debe ser el gobierno de los Soviets”. Y el grito de combate de los bolcheviques fue: '¡Todo el poder político a los Soviets!'
Los Soviets existieron desde la caída del zarismo. La palabra soviet quiere decir, en ruso, consejo. Victoriosa la Revolución, derrocado el zarismo, el proletariado ruso procedió a la organización de consejos de obreros, campesinos y soldados. Los soviets, los consejos de trabajadores de la tierra y de las fábricas, se agruparon en Soviets locales. Y los Soviets locales crearon un organismo nacional: el Congreso Pan-Ruso de los soviets. Los soviets representaban, pues, íntegramente al proletariado. En los soviets había mencheviques, socialistas revolucionarios, bolcheviques, anarquistas y obreros sin partido.
Kerensky y los socialistas revolucionarios y mencheviques no habían querido que los soviets ejercitaran directa y exclusivamente el poder. Educados en la escuela de la democracia, respetuosos del parlamentarismo, habían querido que ejercitara el poder un ministerio de coalición con los partidos burgueses, con partidos sin base en los soviets. Los órganos del proletariado no eran los órganos de gobierno. Había en Rusia una situación dual. El grito de los bolcheviques: ‘¡Todo el poder político a los Soviets!’, no quería, por tanto, decir: ‘¡Todo el poder político al Partido Maximalista!’.
Quería decir simplemente: ‘¡Todo el poder político al proletariado organizado!’ Los bolcheviques estaban en minoría en los soviets, en los cuales prevalecían los socialistas revolucionarios. Pero su actividad, su dinamismo y su programa les fueron captando cada día mayores afiliados en los soviets de obreros y de soldados. Y pronto los bolcheviques llegaron a ser mayoría en los soviets de la capital y de otros centros industriales.
Kerensky, por consiguiente, no era contrario al advenimiento exclusivo de los bolcheviques al gobierno. Era contrario a que el gobierno pasase a manos del proletariado, dentro de cuyos organismos contaba aún con la mayoría.
Kerensky y sus hombres procedían así porque tenían miedo de la revolución, porque los aterrorizaba la idea de que la revolución fuese llevada a sus extremas consecuencias, a su meta final, y porque comprendían que los bolcheviques, en parte por su valimiento personal, y en parte por su programa que era el programa de las masas, acabarían por conquistar la mayoría en el seno de los soviets.
Bajo la presión de los acontecimientos políticos y las sugestiones de las potencias aliadas, el gobierno de Kerensky cometió una aventura fatal: la ofensiva del 18 de junio contra los austro-alemanes. La ofensiva militar era para Kerensky una carta arriesgada y peligrosa. Pero era, al menos, un diversivo transitorio de la opinión pública.
El gobierno de Kerensky quiso distraer hacia el frente la atención popular. Los bolcheviques impugnaron vigorosamente la ofensiva. Los bolcheviques, como ya he dicho, interpretaban los anhelos de paz de la opinión pública. Además, pensaban que la ofensiva militar entrañaba dos graves peligros para la revolución: si la ofensiva triunfaba, cosa improbable dadas las condiciones del ejército, uniría a la burguesía y a la pequeña burguesía, las fortalecería políticamente, y aislaría al proletariado revolucionario; si la ofensiva fracasaba, cosa casi segura, la ofensiva originaría una completa disolución del ejército, una retirada ruinosa, la pérdida de nuevos territorios y la desilusión del proletariado.
León Trotsky define así en su libro: De la Revolución de Octubre a la Paz de Brest Litovsk, la posición de los bolcheviques ante la ofensiva.
La ofensiva, como se había previsto, tuvo lamentables consecuencias. El ejército ruso sufrió un rudo golpe. El descontento de las masas contra Kerensky, el anhelo de la paz inmediata, se acentuaron y se extendieron. Los bolcheviques iniciaron una violenta campaña de agitación del proletariado.
El gobierno de Kerensky reprimió, sin miramientos, esta campaña de agitación. Muchos bolcheviques fueron arrestados, otros tuvieron que huir y esconderse. Y dentro de esta situación, sobrevino la tentativa reaccionaria del general Kornilov. Empujado por la burguesía que complotaba intensamente contra la Revolución, se rebeló contra Kerensky. Pero su intentona reaccionaria no tuvo eco en los soldados del frente, que deseaban la paz y miraban con hostilidad a los elementos reaccionarios, conocedores de su mentalidad chauvinista y nacionalista.
Y los obreros de Petrogrado insurgieron vigorosamente en defensa de la Revolución. La insurrección de Kornilov abortó completamente, pero sirvió para aumentar la vigilancia revolucionaria de las masas y para robustecer, consecuentemente, a los bolcheviques. Los bolcheviques redoblaron el grito: ‘¡Todo el poder gubernativo a los soviets!’.
Los socialistas revolucionarios y los mencheviques recurrieron entonces, para calmar, para adormecer a las masas, a una maniobra artificiosa: reunieron una conferencia democrática, asamblea mixta de los soviets y de otros organismos autónomos, cuya composición aseguraba la mayoría a Kerensky. De la conferencia democrática salió un soviet democrático. Y este soviet democrático, completado con los representantes de los partidos burgueses aliados de Kerensky, se transformó en Parlamento preliminar. Este Parlamento preliminar debía preceder a la Asamblea Constituyente. A los bolcheviques les tocaron, en el Parlamento preliminar, cincuenta puestos, pero los bolcheviques abandonaron el Parlamento preliminar. Invitaron a los socialistas-revolucionarios de izquierda, a aquellos que condividían las opiniones de Kerensky, a abandonarlo también. Pero los socialistas revolucionarios de izquierda no se decidieron a romper con Kerensky y a unirse a los bolcheviques. La situación se hizo cada vez más agitada. La atmósfera cada vez más inflamable. Veamos cómo se encendió la chispa final.
El soviet de Petrogrado, en defensa de la Revolución, había constituido un Comité Militar Revolucionario, destinado a preservar al ejército de tentativas reaccionarias como las de Kornilov. Este Comité Militar Revolucionario, organismo fundamentalmente revolucionario y proletario, vivía en pugna con el Estado Mayor de Kerensky. Kerensky conspiraba contra su existencia basándose en que no era posible que funcionasen en Petrogrado dos estados mayores.
El gobierno veía en el Comité Revolucionario el futuro foco de la revolución bolchevique. Resolvió entonces tomar una serie de medidas militares que le asegurasen el control militar de Petrogrado. Ordenó el alejamiento de Petrogrado de las tropas adictas al soviet y obedientes al Comité Militar Revolucionario, y la llamada del frente de tropas nuevas. Estas disposiciones desencadenaron la revolución bolchevique.
El 22 de octubre, el Estado Mayor de Kerensky convidó a los cuerpos de la guarnición a enviar, cada uno, dos delegados para acordar el alejamiento de las tropas revoltosas. Los cuerpos de la guarnición respondieron que no obedecerían sino una resolución del Soviet de Petrogrado. Era la declaración explícita de la rebelión.
Algunas tropas, sin embargo, se mostraban aún vacilantes. Los bolcheviques realizaron con eficaz actividad, una rápida propaganda para captarlas a su causa. El gobierno de Kerensky llamó a tropas del frente, estas tropas se pusieron en comunicación con los bolcheviques quienes les ordenaron detener su avance. Y llegó la jornada final.
El 25 de octubre las tropas de Petrogrado rodearon el Palacio de Invierno, refugio del gobierno de Kerensky, y León Trotsky, a nombre del Comité Militar Revolucionario, anunció al Soviet de Petrogrado que el gobierno de Kerensky cesaba de existir y que los poderes políticos pasaban desde ese momento a manos del Comité Revolucionario Militar, en espera de la decisión del Congreso Pan-Ruso de los Soviets.
El 26 de octubre se reunió el Congreso de los Soviets. Lenin y Zinoviev, perseguidos bajo el gobierno de Kerensky, reaparecieron, acogidos por grandes aplausos. Lenin presentó dos proposiciones: la paz y el reparto de las tierras a los campesinos. Las dos fueron instantáneamente aprobadas.
Los bolcheviques invitaron a los socialistas revolucionarios de izquierda a colaborar con ellos en la constitución del nuevo gobierno, pero los socialistas revolucionarios, vacilantes e irresolutos siempre, se excusaron de aceptar. Entonces el Partido Bolchevique asumió íntegramente la responsabilidad del gobierno. El Congreso de los Soviets encargó el poder a un Soviet de Comisarios del Pueblo.
La revolución bolchevique tuvo días de viva inquietud y constante amenaza. Los empleados y funcionarios públicos la sabotearon. Los alumnos de la Escuela Militar se insurreccionaron. Las tropas bolcheviques reprimieron esta insurrección. Kerensky, que había logrado fugar del palacio de gobierno, al frente de los cosacos del General Crasnoff amenazó a Petrogrado, pero los bolcheviques lo derrocaron en Zarskoyeselo. Y Kerensky fugó por segunda vez. Los bolcheviques enviaron mensajeros a todas las provincias comunicando la constitución del nuevo gobierno y la dación de los decretos de paz y de reparto de las tierras.
El telégrafo y los servicios de transporte boicoteaban e incomunicaban. Las tropas del frente permanecieron fieles a ellos porque eran el partido de la paz.
Vino un período de negociaciones entre los Soviets y la Entente. Los Soviets propusieron a la Entente la negociación conjunta de la paz. Estas proposiciones no fueron tomadas en cuenta. Los bolcheviques se vieron obligados a dirigirse separadamente a los alemanes. Se iniciaron las negociaciones de Brest Litovsk. Antes y después de ellas hubo conversaciones entre los representantes diplomáticos de las potencias aliadas y Rusia. Pero fue imposible un acuerdo. Los aliados creían que los bolcheviques no durarían casi en el gobierno. La paz de Brest Litovsk fue inevitable.


Esta es, rápidamente sintetizada, la historia de la Revolución Rusa. Haré al final de este curso de conferencias, la historia de la República de los Soviets, la explicación de la legislación rusa, el estudio de las instituciones rusas, el análisis de la política sovietista. Conforme al programa del curso, que como ya he dicho agrupa los acontecimientos con cierta arbitrariedad, pero permite su mejor comprensión global, en la próxima conferencia hablaré de la Revolución Alemana. Y llegaremos así a otro episodio sustancial, a otro capítulo primario, de la historia de la crisis mundial que es la historia de la descomposición, y de la decadencia o del ocaso de la orgullosa civilización capitalista.

José Carlos Mariátegui La Chira

La paz de Versalles y la Sociedad de Naciones [Manuscrito]

[Transcripción Completa]

La Paz de Versalles

La Paz de Versalles es el punto de partida de todos los problemas económicos y políticos de hoy. El tratado de Paz de Versalles no ha dado al mundo la tranquilidad ni el orden que de él esperaban los Estados. Por el contrario ha aportado nuevas causas de inquietud, de desorden y de malestar. Ni siquiera ha puesto definitivamente fin a las operaciones marciales. Esta paz no ha pacificado al mundo. Después de firmarla, Europa ha continuado en armas. Y hasta ha continuado batiéndose y ensangrentándose parcialmente. Asistimos hoy mismo a la ocupación del Ruhr que es una operación militar. Y que crea entre Francia y Alemania una situación casi bélica. El tratado no merece, por tanto, el nombre de tratado de paz. Merece, más bien, el nombre de tratado de guerra.

Todos los estadistas, que acarician la ilusión de una reconstrucción europea, juzgan indispensable la revisión, la rectificación, casi la anulación de este tratado que separa, enemista y fracciona a las naciones europeas; que hace imposible, por consiguiente, una política de colaboración y solidaridad europeas; y que destruye la economía de Alemania, parte vital del organismo europeo. Con este motivo, el tratado de paz está en discusión permanente. Su sanción, su ratificación, su suscripción resultan provisorias. Uno de los principales beligerantes, Estados Unidos, le ha negado su adhesión y su firma. Otros beligerantes lo han abandonado. Alemania, en vista de la ocupación del Ruhr, se ha negado a seguir cumpliendo las obligaciones económicas que sus cláusulas le imponen. El estudio del tratado es, pues, de gran actualidad.

A los hombres de vanguardia, a los hombres de filiación revolucionaria, el conocimiento y el examen de la Paz de Versalles nos interesa también extraordinariamente. Primero, porque este tratado y sus consecuencias económicas y políticas son la prueba de la decadencia, del ocaso y de la bancarrota de la organización individualista, capitalista y burguesa. Segundo, porque ese tratado, su impotencia y su desprestigio, significan la impotencia y el desprestigio de la ideología democrática de los pacifistas burgueses del tipo de Wilson, que creen compatible la seguridad de la paz con la subsistencia del régimen capitalista.

Veamos qué cosa fue la Conferencia de Versalles. Y qué cosa es el tratado de paz. Tenemos que remontarnos a la capitulación, a la rendición de Alemania. Bien sabéis que Estados Unidos, por boca de Wilson, declararon oficialmente sus fines de guerra, a renglón seguido de su intervención. En enero de 1918, Wilson formuló sus catorce famosos puntos. Estos catorce puntos, como bien sabéis, no eran otra cosa que las condiciones de paz, por las cuales luchaban contra Alemania y Austria las potencias aliadas y asociadas. Wilson ratificó, aclaró y preciso estas condiciones de paz en varios discursos y mensajes, mientras los ejércitos se batían. Inglaterra, Francia e Italia aceptaron los catorce puntos de Wilson. Alemania estaba entonces en una posición militar ventajosa y superior. Como he explicado en mis anteriores conferencias, la propaganda wilsoniana debilitó primero y deshizo después la fortaleza del frente alemán, más que los refuerzos materiales norteamericanos. Las condiciones de paz preconizadas por Wilson ganaron a la mayoría de la opinión popular alemana. El pueblo alemán dejó sentir su cansancio de la guerra, su voluntad de no seguir batiéndose, su deseo de aceptar la paz ofrecida por Wilson. Los generalísimos alemanes advirtieron que esta misma atmósfera moral cundía en el ejército. Comprendieron que, en tales condiciones morales, era imposible proseguir la guerra. Y propusieron el entablamiento inmediato de negociaciones de paz. Lo propusieron, precisamente, como un medio de mantener la unidad moral del ejército. Porque era necesario demostrarle al ejército, en todo caso, que el gobierno alemán no prolongaba caprichosamente los sacrificios de la guerra y que estaba dispuesto a ponerles término, a cambio de una paz honrosa. Bajo esta presión, el gobierno alemán comunicó al presidente Wilson que aceptaba los catorce puntos y que solicitaba la apertura de negociaciones de paz. El 8 de octubre el Presidente Wilson preguntó a Alemania si, aceptadas las condiciones planteadas, su objeto era simplemente llegar a una inteligencia sobre los detalles de su aplicación. La respuesta de Alemania, de fecha 12 de octubre, fue afirmativa. Alemania se adhería, sin reservas, a los catorce puntos. El 14 de octubre, Wilson planteó las siguientes cuestiones previas: las condiciones del armisticio serían dictadas por los consejeros militares de los aliados; la guerra submarina cesaría inmediatamente; el gobierno alemán daría garantías de su carácter representativo. El 20 de octubre Alemania se declaró de acuerdo con las dos primeras cuestiones. En cuanto a la tercera respondió que el gobierno alemán estaba sujeto al control del Reichstag. El 23 de octubre Wilson comunicó a Alemania que había enterado oficialmente a los aliados de esta correspondencia, invitándoles a que, en el caso de que quisiesen la paz en las condiciones indicadas, encargasen a sus consejeros militares la redacción de las condiciones del armisticio. Los consejeros militares aliados, presididos por Foch, discutieron y elaboraron estas condiciones. En virtud de ellas, Alemania quedaba desarmada e incapacitada para proseguir la guerra. Alemania, sin embargo, se sometió. Nada tenía que temer de las condiciones de paz. Las condiciones de paz estaban ya acordadas explícitamente. Las negociaciones no tenían, por finalidad, sino la protocolización de la forma de aplicarlas.
Alemania capituló, pues, en virtud del compromiso aliado de que la paz se ceñiría a los catorce puntos de Wilson y a las otras condiciones sustanciales enunciadas por Wilson en sus mensajes y discursos. No se trataba si no de coordinar los detalles de una paz, cuyos lineamientos generales estaban ya fijados. La paz ofrecida por los aliados a Alemania era una paz sin anexiones ni indemnizaciones, una paz que aseguraba a los vencidos su integridad territorial, una paz que no echaba sobre sus espaldas el fardo de las obligaciones económicas de los vencedores, una paz que garantizaba a los vencidos su derecho a la vida, a la independencia, a la prosperidad. Sobre la base de estas garantías Alemania y Austria depusieron las armas. ¡Qué importaba moralmente que esas garantías no estuviesen aún escritas en un tratado, en un documento suscrito por unos y otros beligerantes! No, por eso, eran menos categóricas, menos explícitas, ni menos terminantes.

Veamos ahora cómo fueron respetadas, cómo fueron cumplidas, cómo fueron mantenidas por los aliados. La historia de la Conferencia de Versalles es conocida en sus aspectos externos e íntimos. Varios de los hombres que intervinieron en la conferencia han publicado libros relativos a su funcionamiento, a su labor y a su ambiente. Son universalmente conocidos el libro de Keynes, delegado económico de Inglaterra, el libro de Lansing, Secretario de Estado de Norteamérica, el libro de Andrés Tardieu, delegado de Francia y colaborador principal de Clemenceau, el libro de Nitti, delegado italiano y Ministro del Tesoro de Orlando. Además, Lloyd George, Clemenceau, Poincaré, Foch, han hecho diversas declaraciones acerca de las intimidades de la conferencia de Versalles. Se dispone, por tanto, de la cantidad necesaria de testimonios autorizados para juzgar, documentadamente, la conferencia y el tratado. Todos los testimonios que he enumerado son testimonios aliados. No deseo recurrir a los testimonios alemanes para que no se les tache de parcialidad, de despecho, de encono.

Todas las potencias participantes enviaron a la conferencia delegaciones numerosas. Principalmente, las grandes potencias aliadas rodearon a sus delegados de verdaderos ejércitos de peritos, técnicos y auxiliares. Pero estas comisiones no intervinieron si no en la elaboración de las cláusulas secundarias del tratado. Las cláusulas sustantivas, los puntos cardinales de la paz, fueron acordados
exclusivamente por cuatro hombres: Wilson, Clemenceau, Lloyd George y Orlando. Estos cuatro hombres constituían el célebre Consejo de los Cuatro. Y de ellos Orlando tuvo en las labores del Consejo una intervención intermitente, localista y limitada. Orlando casi no se ocupó sino de las cuestiones especiales de Italia. La paz fue así, en consecuencia, obra de Wilson, Clemenceau y Lloyd George únicamente. De estos tres hombres, tan sólo Wilson ambicionaba seriamente una paz basada en los catorce puntos y en su ideología democrática. Clemenceau aspiraba, sobre todo, a una paz ventajosa para Francia, dura, áspera, inexorable para Alemania. Lloyd George se oponía a que Alemania fuese tratada inclementemente, no por adhesión al programa wilsoniano sino por interés de que Alemania no resultase expoliada hasta el punto de comprometer su convalecencia y, por consiguiente, la reorganización capitalista de Europa. Pero Lloyd George tenía, al mismo tiempo, que considerarla posición parlamentaria de su gobierno. La opinión pública inglesa quería una paz que impusiese a Alemania el pago de todas las deudas de guerra. El contribuyente inglés no quería que recayesen sobre él las obligaciones económicas de la guerra. Quería que recayesen sobre Alemania. Las elecciones legislativas se efectuaron en Inglaterra antes de la suscripción de la paz. Y Lloyd George, para no ser vencido en las elecciones, tuvo que incorporar en su plataforma electoral esa aspiración del contribuyente inglés. Lloyd George, en su palabra, se comprometió con el pueblo inglés a obligar a Alemania al pago integral del costo de la guerra. Clemenceau, a su turno, era solicitado por la opinión pública francesa en igual sentido. Eran los días delirantes de la victoria. Ni el pueblo francés, ni el pueblo inglés, disponían de serenidad para razonar, para reflexionar; su pasión y su instinto oscurecían su inteligencia, su discernimiento. Tras de Clemenceau y tras de Lloyd George habían, por consiguiente, dos pueblos que deseaban la expoliación de Alemania. Tras de Wilson no había, en tanto, un pueblo devotamente solidario con los catorce puntos. Antes bien, la opinión norteamericana se inclinaba, egoístamente, al abandono de algunos anhelos líricos de Wilson. Wilson trataba con jefes de Estado, parlamentariamente fuertes, dueños de mayorías numerosas en sus cámaras respectivas. A él le faltaba, en tanto, en los Estados Unidos, esta firme adhesión parlamentaria. Tenemos aquí una de las causas de las transacciones y de las concesiones de Wilson en el curso de las conferencias. Pero otras de las causas no era, comoésta, una causa externa. Era una causa interna, una causa psicológica. Wilson se encontraba frente a dos políticos redomados, astutos, expertos en la trapacería, en el sofisma y en el engaño. Wilson era un ingenuo profesor universitario, un personaje un poco sacerdotal, utopista y hierático, un tipo algo místico de puritano y de pastor protestante. Clemenceau y Lloyd George eran, en cambio, dos políticos cautos, consumados y duchos, largamente entrenados para el enredo diplomático. Dos estrategas hábiles y experimentados. Dos falaces zorros de la política burguesa. Keynes dice, además, que Wilson no llevó a la conferencia de la paz sino principios generales, pero no ideas concretas en cuanto a su aplicación. Wilson no conocía detalladamente las cuestiones europeas consideradas por sus catorce puntos. A los aliados les fue fácil, por eso, presentarle la solución en cada una de estas cuestiones con un ropaje idealista y doctrinario. No regateaban a Wilson la adhesión a ninguno de sus principios; pero se daban maña para burlarlos en la práctica y en la realidad. Redactaban astutamente las cláusulas del tratado, de suerte que dejasen resquicio a las interpretaciones convenientes para invalidar los mismos principios que, aparentemente, esas cláusulas consagraban y reconocían. Wilson carecía de experiencia, de perspicacia para descubrir el sentido de todas las interlíneas, de todos los giros gramaticales de cada cláusula. El Tratado de Versalles ha sido, desde este punto de vista, una obra maestra de tinterillismo de los más sagaces y mañosos abogados del mundo.
El programa de Wilson garantizaba a Alemania la integridad de su territorio. El Tratado de Versalles separa de Alemania la región del Sarre, poblada por seiscientos mil alemanes. El sentimiento de esa región es indiscutiblemente alemán. El tratado establece, sin embargo, que después de quince años un plebiscito decidirá la nacionalidad definitiva de esa región. En seguida, el tratado amputa a Alemania otras poblaciones alemanas para dárselas a Polonia y a Checoeslovaquia. Finalmente decide la ocupación por quince años de las provincias de la ribera izquierda del Rhin, que contienen una población de seis millones de alemanes. Varios millones de alemanes han sido arbitrariamente colocados bajo banderas extrañas a su nacionalidad verdadera, en virtud de un tratado que, conforme al programa de Wilson, debió ser un tratado de paz sin anexiones de ninguna clase.

El programa de Wilson garantizaba a Alemania una paz sin indemnizaciones. Y el Tratado de Versalles la obliga, no sólo a la reparación de los daños causados a las poblaciones civiles, a la reconstrucción de las ciudades desvastadas, sino también al pago de las pensiones de los parientes de las víctimas de la guerra y de los inválidos. Además, la computación de estas sumas es hecha inapelablemente por los aliados, interesados naturalmente en exagerar el monto de esas sumas. La fijación del monto de esta indemnización de guerra no ha sido aún concluida. Se discute ahora la cantidad que Alemania está en aptitud de pagar.

El programa de Wilson garantizaba la ejecución del principio de los pueblos a disponer de sí mismos. Y el tratado de paz niega a Austria este derecho. Los austríacos, como sabéis, son hombres de raza, de tradición y de sentimiento alemanes. Las naciones de raza diferente, Bohemia, Hungría, Croacia, Dalmacia, incorporadas antes en el Imperio Austro- Húngaro, han sido independizadas de Austria que ha quedado reducida a una pequeña nación de población netamente germana. A esta nación, el tratado de paz le niega el derecho de unirse a Alemania. No se lo niega explícitamente, porque el tratado, como ya he dicho, es un documento de refinada hipocresía; pero se lo niega disfrazada e indirectamente. El tratado de paz dice que Austria no podrá unirse a otra nación sin la anuencia de la Sociedad de las Naciones. Y dice, en seguida, en una disposición de apariencia inocente, que el consentimiento de la Sociedad de las Naciones debe ser unánime. Unánime, esto es que si un miembro de la Sociedad de las Naciones, uno solo, Francia, por ejemplo, rehúsa su consentimiento, Austria no puede disponer de sí misma. Esta es una de las astutas burlas de sus catorce puntos, que los gobernantes aliados consiguieron jugar a Wilson en el tratado de paz.

El tratado de paz, por otra parte, ha despojado a Alemania de todos sus bienes inmediatamente negociables. Alemania, en virtud del tratado, ha sido desposeída no sólo de su marina de guerra sino, además, de su marina mercante. Al mismo tiempo, se le ha vetado, indirectamente, la reconstrucción de esta marina mercante, imponiéndosele la obligación de construir en sus astilleros, durante cinco años, los vapores que los aliados necesiten. Alemania ha sido desposeída de todas sus colonias y de todas las propiedades del Estado alemán existentes en ellas: ferrocarriles, obras públicas, etc. Los aliados se han reservado, además, el derecho de expropiar, sin indemnización alguna, la propiedad privada de los súbditos alemanes residentes en esas colonias. Se han reservado el mismo derecho respecto a la propiedad de los súbditos alemanes residentes en Alsacia y Lorena y en los países aliados o sus colonias. Alemania ha sido desposeída de las minas de carbón del Sarre, que pasan a propiedad definitiva de Francia, mientras a los habitantes de la región se les acuerda el derecho a elegir, dentro de quince años, la soberanía que prefieran. El pretexto de la entrega de estas minas de carbón a Alemania [Francia] reside en los daños causados por la invasión alemana a las minas de carbón de Francia; pero el tratado contempla en otra cláusula la reparación de estos daños, imponiendo a Alemania la obligación de consignar anualmente a Francia una cantidad de carbón, igual a la diferencia entre la producción actual de las minas destruidas o dañadas y su producción de antes de la guerra. Esta imposición del tratado a Alemania asegura a Francia una cantidad de carbón anual idéntica a la que le daban sus minas antes de la invasión alemana. A pesar de esto, en el nombre de los daños sufridos por las minas francesas durante la guerra, se ha encontrado necesario, además, despojar a Alemania de las minas del Sarre. Alemania, en fin, ha sido desposeída del derecho de abrir y cerrar sus fronteras a quien le convenga. El tratado la obliga a dispensar a las naciones aliadas, sin derecho alguno a reciprocidad, el tratamiento aduanero acordado a la nación más favorecida.

En una palabra, la obliga a que franquee sus fronteras a la invasión de mercaderías extranjeras, sin que sus mercaderías gocen de la misma franquicia aduanera para ingresar en los países aliados y asociados. Para enumerar todas las expoliaciones que el tratado de paz inflige a Alemania necesitaría hablar toda la noche. Necesitaría, además, entrar en una serie de pormenores técnicos o estadísticos, fatigantes y áridos. Basta a mi juicio con la ligera enumeración que ya he hecho para que os forméis una idea de la magnitud de las cargas económicas arrojadas sobre Alemania por el tratado de paz. El tratado de paz ha quitado a Alemania todos los medios de restaurar su economía, ha mutilado su territorio; y ha suprimido virtualmente su independencia y su soberanía. El tratado de paz ha dado a la Comisión de Reparaciones, verdadero instrumento de extorsión y de tortura, la facultad de intervenir a su antojo en la vida económica alemana.

Los aliados han cuidado de que el tratado de paz ponga en sus manos la suerte económica de Alemania. Ellos mismos han tenido que renunciar a la aplicación de muchas cláusulas que les entregaban la vida de Alemania. El tratado, por ejemplo, da derecho a los aliados a reclamar el oro que posea el estado alemán; pero, como este oro es el respaldo de la moneda alemana, los aliados han tenido que abstenerse de exigir su entrega, para evitar que por falta de respaldo metálico, la moneda alemana perdiese todo valor. El tratado es así, en gran parte, inejecutable. Y tiene por eso toda la virtualidad de un nudo corredizo puesto al cuello de Alemania. Los aliados no tienen sino que tirar de ese nudo corredizo para matar a Alemania. Actualmente la discusión entre Francia e Inglaterra no tiene otro sentido que éste: Francia cree en la conveniencia de asfixiar a Alemania, cuya vida está en sus manos; Inglaterra no cree en la conveniencia de acabar con la vida de Alemania. Teme que la descomposición del cadáver alemán infecte mortalmente la atmósfera europea.

El tratado de paz, en suma, reniega los principios de Wilson, en el nombre de los cuales capituló Alemania. El tratado de paz no ha respetado las condiciones ofrecidas a Alemania para inducirla a rendirse. Los aliados suelen decir que Alemania debe resignarse a su suerte de nación vencida. Que Alemania ha perdido la guerra. Que los vencedores son dueños de imponerle una paz dura. Pero estas afirmaciones tergiversan y adulteran la verdad. El caso de Alemania no ha sido éste. Los aliados, precisamente con el objeto de decidir a Alemania a la paz, habían declarado previamente sus condiciones. Y se habían empeñado solemnemente a respetarlas y mantenerlas. Alemania capituló, Alemania se rindió, Alemania depuso las armas, sobre la base de esas condiciones. No había, pues, derecho para imponer a Alemania, desarmada, una paz dura e inclemente. No había derecho a cambiar las condiciones de paz.
¿Cómo pudo tolerar Wilson este desconocimiento, esta violación de su programa? Ya he explicado en parte este hecho. Wilson, en unos casos, fue colocado ante una serie de tergiversaciones hábiles, tinterillescas, hipócritas, de la aplicación de sus principios. Wilson, en otros casos, transigió con los puntos de vista de Francia, Bélgica, Inglaterra a sabiendas de que atacaban su programa. Pero transigió a cambio de la aceptación de la idea de la Sociedad de las Naciones. A juicio de Wilson, nada importaba que algunas
de sus aspiraciones, la libertad de los mares, por ejemplo, no consiguiese una realización inmediata en el tratado. Lo esencial, lo importante era que el número cardinal de su programa no fracasase. Ese número cardinal de su programa era la Sociedad de las Naciones. La Sociedad de las Naciones, pensaba Wilson, hará realizable mañana lo que no es realizable hoy mismo. La reorganización del mundo, sobre la base de los catorce puntos, estaba automáticamente asegurada con la existencia de la Sociedad de las Naciones. Wilson se consolaba, en medio de sus más dolorosas concesiones, con la idea de que la Sociedad de las Naciones se salvaba.

Algo análogo pasó en el espíritu de Lloyd George. Lloyd George resistió a muchas de las exigencias francesas, Lloyd George combatió, por ejemplo, la ocupación militar de la ribera izquierda del Rhin. Lloyd George se esforzó porque el tratado no mutilase ni atacase la unidad alemana. Pero Lloyd George cedió a las demandas francesas porque pensó que no era el momento de discutirlas. Creyó Lloyd George que, poco a poco, a medida que se desvaneciese el delirio dela victoria, se conseguiría la rectificación paulatina de las cláusulas inejecutables del tratado. Por el momento lo que urgía era entenderse. Lo que urgía era suscribir el tratado de paz, sin reparar en muchos de sus defectos. Todo lo que en el tratado existía de absurdo iría desapareciendo sucesivamente en virtud de progresivas rectificaciones y progresivos compromisos. Por lo pronto, urgía firmar la paz. Más tarde se vería la manera de mejorarla. No había necesidad de reñir teóricamente sobre las consecuencias del Tratado de Versalles. La realidad se encargaría de constreñir a las naciones interesadas a reconocer esas consecuencias y a acomodar su conducta a las necesidades que esas consecuencias creasen.

El pensamiento de Wilson, en una palabra, era: el tratado es imperfecto; pero la Sociedad de las Naciones lo mejorará. El pensamiento de Lloyd George era: el tratado es absurdo; pero la fuerza de la realidad, la presión de los hechos se encargarán de corregirlo. Pero la Sociedad de las Naciones era una ilusión de la ideología de Wilson. La Sociedad de las Naciones ha quedado reducida a un nuevo e impotente tribunal de La Haya. Conforme a la ilusión de Wilson, la Sociedad de las Naciones debía haber comprendido a todos los países de la civilización occidental. Y a través de ellos a todos los países del mundo, porque los países de la civilización occidental serían mandatarios de los países de las otras civilizaciones del África, Asia, etc. Pero la realidad es otra. La Sociedad de las Naciones no comprende siquiera a la totalidad de las naciones vencedoras. Estados Unidos no ha ratificado el Tratado de Versalles ni se ha adherido a la Sociedad de las Naciones. Alemania, Austria, Turquía y otras naciones europeas son excluidas de la Sociedad y colocadas bajo su tutelaje. Rusia, que pesa en la economía europea con todo el peso de sus ciento veinte millones de habitantes, no forma parte de la Sociedad de las Naciones. Más aún, domina en ella un régimen antagónico del régimen representado por la Sociedad de las Naciones. Dentro de la Sociedad de las Naciones se reproduciría el peligroso equilibrio continental. Unas naciones se aliarían con otras. La Sociedad de las Naciones debía haber puesto término al sistema de las alianzas. Vemos, sin embargo, que Checoeslavia, Yugoeslavia y Rumania han constituido una alianza, la Petit Entente; que los pactos de grupos de naciones se renuevan. La Sociedad de las Naciones, sobre todo, no es tal Sociedad de las Naciones. Es una sociedad de gobiernos, es una sociedad de Estados, es una liga del régimen capitalista. La Sociedad de las Naciones cuenta con la adhesión de la clase dominante; pero no cuenta con la adhesión de la clase dominada. La Sociedad de las Naciones es la Internacional del Capitalismo; pero no la Internacional de los Pueblos. Ninguna nación quiere renunciar a un derecho dado en favor de la Sociedad de las Naciones. Decidle a Francia que someta el problema de las reparaciones a la Sociedad de las Naciones. Francia responderá que el problema de las reparaciones es un problema suyo; que no es un problema de la Sociedad de las Naciones. La Sociedad de las Naciones es, a lo sumo, interesante como una expresión del fenómeno internacionalista. La burguesía ha concebido la idea de la Sociedad de las Naciones bajo la presión de fenómenos que le indican que la vida humana se ha solidarizado, se ha internacionalizado. La idea de la Sociedad de las Naciones es desde este punto de vista, compañeros, un homenaje involuntario de la burguesía a nuestra ideal proletario y clasista del internacionalismo.

Yo he hablado, compañeros, de estas cuestiones, igualmente lejano de toda francofilia y de toda germanofilia. Yo no soy, no puedo ser ni germanófilo ni francófilo. Mis simpatías no están con una nación ni con otra. Mis simpatías están con el proletariado universal. Mis simpatías acompañan del mismo modo al proletariado alemán que al proletariado francés. Si yo hablo de la Francia oficial con alguna agresividad de lenguaje y de léxico es porque mi temperamento es un temperamento polémico, beligerante y combativo. Yo no sé hablar unciosamente, eufemísticamente, mesuradamente, como hablan los catedráticos y los diplomáticos. Tengo ante las ideas, y ante los acontecimientos, una posición de polémica. Yo estudio los hechos con objetividad; pero me pronuncio sobre ellos sin limitar, sin cohibir mi sinceridad subjetiva. No aspiro al título de hombre imparcial; porque me ufano por el contrario de mi parcialidad, que coloca mi pensamiento, mi opinión y mi sentimiento al lado de los hombres que quieren construir, sobre los escombros de la sociedad vieja, el armonioso edificio de la sociedad nueva.

José Carlos Mariátegui La Chira

Los problemas económicos de la paz [Manuscrito]

[Transcripción Completa]

Los Problemas Económicos de la Paz

Nuestro tema de hoy, son los problemas económicos de la paz: reparaciones, déficits fiscales, deudas inter-aliadas, desocupación, cambio. Estos problemas son aspectos diversos de una misma cuestión: la decadencia del régimen capitalista apresurada por la guerra. La guerra ha destruido una cantidad ingente de riqueza social. Los gastos de la guerra se calculan en un billón trescientos
mil millones de francos oro. Además la guerra ha dejado otras herencias trágicas: millones de inválidos, millones de tuberculosos, millones de viudas y huérfanos, a los cuales los Estados europeos deben asistencia y protección; ciudades, territorios, fábricas y minas devastadas que los Estados europeos tienen que reconstruir.
A todas estas obligaciones económicas Europa podría hacer frente, aunque no sin grandes dificultades, si la guerra no hubiera disminuido exorbitantemente su capacidad de producción, su capacidad de trabajo. Pero la guerra ha causado la muerte de diez millones de hombres y la invalidez de otros tantos. El capital humano de Europa ha disminuido, pues, considerablemente. Europa dispone hoy de muchos millones menos de brazos productores que antes de la guerra. Además, en la Europa central la guerra ha causado la desnutrición, la sub-alimentación de la población trabajadora. Esta desnutrición, consecuencia de largas privaciones alimenticias, ha reducido la productividad, la vitalidad de la población de la Europa central. Un hombre enfermo o débil, produce menos, trabaja menos, que un hombre sano y vigoroso. Asimismo, un pueblo mal alimentado, extenuado por una serie de hambres y miserias, produce mucho menos, trabaja mucho menos que un pueblo bien nutrido. Europa se encuentra en la necesidad de producir más y de consumir menos que antes de la guerra para ahorrar anualmente la cantidad correspondiente al pago de las deudas dejadas por la guerra; y se encuentra, al mismo tiempo, en la imposibilidad de aumentar su producción y casi en la imposibilidad de disminuir su consumo. Porque las importaciones de Europa no son importaciones de artículos de lujo, de artículos industriales, sino importaciones de artículos alimenticios, carne, trigo, grasa indispensables a la nutrición de sus poblaciones, o de materias primas, metales, algodón, maderas indispensables a la actividad de sus fábricas y de sus industrias.
Para el aumento de la población existe, además, un obstáculo insuperable: el agravamiento de la lucha de clases, la intensificación de la guerra social. Las clases trabajadoras no quieren colaborar a la reconstrucción del régimen capitalista. Antes bien, una parte de ellas, la que marcha con la Tercera Internacional trata de conquistar definitivamente el poder y de poner fin al régimen capitalista. Luego, por razones políticas o por razones económicas, las huelgas, los obstruccionismos, los lock-out, se suceden aquí y allá. Y estas interrupciones completas o parciales del trabajo impiden no sólo el aumento de la producción sino también el mantenimiento de la producción normal. Los estadistas europeos que preconizan una política de reconstrucción económica de Europa tienden, por esto, a una tregua, a un tratado de paz entre el capitalismo y el proletariado. Quieren un entendimiento, un acuerdo, una transacción, más o menos duradera, entre el capital y el trabajo. Pero, ¿cuáles podrían ser las bases, las condiciones de esta transacción, de este acuerdo? Tendrían que ser, necesariamente, la ratificación y el desarrollo de las conquistas del proletariado: jornada de ocho horas, seguros sociales, etc.; la extirpación de las especulaciones que encarecen la vida; salarios altos en relación con el costo de ésta; control de las fábricas; la nacionalización de las minas y las florestas.
En una palabra, la colaboración del proletariado no podría ser adquirida sino mediante la aceptación del programa mínimo de las clases trabajadoras. A esta transacción se oponen los intereses de los grandes capitanes de la industria y de la banca, de los Stinnes, de los Tyissen, de los Loucheur, y, sobre todo, de la nube de especuladores que prospera a la sombra. Y se oponen también la voluntad de las masas maximalistas, adherentes a la Tercera Internacional, que aspiran a la destrucción final del régimen capitalista y rechazan, por consiguiente, la hipótesis de que el proletariado concurra y colabore a su restauración y a su convalecencia. Además, es dudoso que, simultáneamente, se pueda conseguir la reconstrucción de la riqueza social destruida y el mejoramiento del tenor de vida del proletariado. Es probable, más bien, que por mucho que la producción crezca, por mucho que las ganancias de Europa aumenten, no den lo bastante para atender al pago de las deudas y el bienestar de los trabajadores. El socialismo más que un régimen de producción es un régimen de distribución. Y los problemas actuales del capitalismo son problemas de producción más que problemas de distribución. ¿Cómo podrá, pues, el régimen capitalista aceptar y actuar el programa mínimo del proletariado? He ahí la dificultad sustancial de la situación, ante la cual se desconciertan todos los economistas.
Algunos estadistas europeos, Lloyd George, entre ellos, acarician una intención audaz, un plan atrevido. Piensan que no es posible salvar el régimen capitalista sino a condición de conceder un poco de bienestar a los trabajadores. Piensa que este poco de bienestar debe serles concedido, en parte a costa de los capitalistas. Pero que los sacrificios de los capitalistas no bastarán para mejorar considerablemente la vida de los trabajadores. Y que hay que buscar por consiguiente otros recursos. Estos recursos que no es posible encontrar en Europa, que no es posible encontrar en las naciones capitalistas, es posible a su juicio encontrarlos, en cambio, en África, en Asia, en América, en las naciones coloniales. ¿Quiénes insurgen, quiénes se rebelan contra el régimen capitalista? Los trabajadores, los proletarios de los pueblos pertenecientes a la civilización capitalista, a la civilización occidental. La guerra social, la lucha de clases, es aguda, es culminante en Europa, es menor en los Estados Unidos, es menor aún en Sudamérica; pero en los países correspondientes a otras civilizaciones no existe casi, o existe bajo otras formas atenuadas y elementales. Luego, se trata de reorganizar y ensanchar la explotación económica de los países coloniales, de los países incompletamente evolucionados, de los países primitivos de África, Asia, América, Oceanía y de la misma Europa. Se trata de esclavizar las poblaciones atrasadas a las poblaciones evolucionadas de la civilización occidental. Se trata de que el bracero de Oceanía, de América, de Asia o de África pague el mayor confort, el mayor bienestar, la mayor holgura del obrero europeo o americano. Se trata de que el bracero colonial produzca a bajo precio la materia prima que el obrero europeo transforma en manufactura y que consuma abundantemente esta manufactura. Se trata de que aquella parte menos civilizada de la humanidad trabaje para la parte más civilizada. Así se espera, no solucionar definitivamente la lucha social, porque la lucha social existirá mientras exista el salario, sino atenuar la lucha social, aplazar su crisis definitiva, postergar su último capítulo. Las generaciones humanas son egoístas. Y la actual generación capitalista se preocupa más de su propia suerte que de la suerte del régimen capitalista. Después de nosotros, el diluvio, se dicen a sí mismos. Pero su plan de reorganizar científicamente la explotación de los países coloniales, de transformarlos en sus solícitos proveedores de materias primas y en sus solícitos consumidores de artículos manufacturados, tropieza con una dificultad histórica. Esos países coloniales se agitan por conquistar su independencia nacional. El Oriente hindú se rebela contra el dominio europeo. El Egipto, la India, Persia, despiertan. La Rusia de los Soviets fomenta estas insurrecciones nacionalistas para atacar el capitalismo europeo en sus colonias. La independencia nacional de los países coloniales estorbaría su explotación metódica. Sin disponer de un protectorado o de un mandato sobre los países coloniales, Europa no puede imponerles, con entera facilidad, la entrega de sus materias primas o la absorción de sus manufacturas. Un país políticamente independiente puede ser
económicamente colonial. Estos países sudamericanos, por ejemplo, políticamente independientes, son económicamente coloniales. Nuestros hacendados, nuestros mineros son vasallos, son tributarios de los trusts capitalistas europeos.
Un algodonero nuestro, por ejemplo, no es en buena cuenta sino un yanacón de los grandes industriales ingleses o norteamericanos que gobiernan el mercado de algodón. Europa puede, pues, acordar a los países coloniales la soberanía política, sin que estos países se independicen, por esto, políticamente. Pero, actualmente Europa necesita perfeccionar en vasta escala la explotación económica de esas colonias. Y necesita, por tanto, manejarlas a su antojo, disponer de la mayor agilidad y libertad de acción sobre ellas. Reservo para la conferencia en que me ocuparé de los problemas coloniales y de las cuestiones de Oriente el examen detenido de este aspecto de la crisis mundial. Ahora no quiero sino señalar su vinculación con la crisis económica de Europa.
Veamos rápidamente en qué consisten cada uno de los problemas económicos de la paz. Principiemos por el problema de las reparaciones. ¿Qué son las reparaciones? Las reparaciones son las indemnizaciones que Alemania, en virtud del tratado de paz, debe pagar a los aliados. El tratado de paz de Versalles obliga a Alemania a pagar el costo de los territorios devastados de Francia, Bélgica e Italia, y el monto de las pensiones de los inválidos de guerra, de las viudas y de los huérfanos aliados. Cuando se firmó la paz, los aliados especialmente Francia, creían que Alemania podría pagar una indemnización fabulosa. Poco a poco, a medida que se conoció la verdadera situación de Alemania, la suma de la indemnización se fue reduciendo.
En 1919, Lord Cunliffe, hablaba de una anualidad de 28,000 millones de marcos de oro; en 1919 en setiembre, Mr. Klotz indicaba 18,000 millones; en abril de 1921 la Comisión de Reparaciones reclamaba poco más de 8,000 millones; en mayo de 1921, el acuerdo aliado fijaba 4,600 millones. Este acuerdo de Londres establece en 138 mil millones el total de la indemnización debida por Alemania a los aliados. Esta suma parecía entonces el mínimo que los aliados podían exigir. Posteriormente ha comprobado la experiencia que esa misma suma era exagerada. Actualmente se considera imposible que Alemania logre pagar una suma mayor de treinta o cuarenta mil millones de marcos oro.
Alemania ha ofrecido a los aliados como un máximum la cantidad de treinta mil millones. Pero Francia se ha negado a discutir siquiera estas propiedades o proposiciones que ha declarado irrisorias y temerarias. Con el pretexto del incumplimiento por Alemania, de las condiciones del acuerdo de Londres, Francia ha ocupado la región del Ruhr que es la más rica región industrial y
carbonífera de Alemania. El pretexto específico ha sido la impuntualidad y la deficiencia de las entregas del carbón que Alemania, conforme al Tratado, tiene la obligación de hacer a Francia. Ahora bien. Efectivamente Alemania había empezado a suministrar a Francia carbón, pero en cantidad menor de la que estaba forzada a consignarle.
Pero desde que Francia se ha instalado en el Ruhr ha extraído de esa región menos carbón todavía que el que Alemania le proporcionaba voluntariamente. Francia ha calificado siempre la ocupación del Rhur como la toma de una prenda productiva. Ha dicho: ¿qué hace un acreedor cuando su deudor no cumple con pagarle? Pone intervención en su negocio; le embarga uno de sus bienes para explotarlo hasta que la deuda quede cancelada.
Pero en este caso, el Ruhr es para Francia no sólo una prenda improductiva sino, por el contrario, gravosa. El mantenimiento de las tropas del ejército administrativo destacadas por Francia en el Ruhr para gobernar ésa, constituye un gasto formidable. Teóricamente el pago de ese gasto corresponde a Alemania; pero prácticamente Francia necesita extraer de su erario las cantidades precisas para satisfacerlo. Y es que, positivamente, los políticos que gobiernan actualmente Francia no quieren sinceramente que Alemania pague, sino que Alemania no pague, a fin de tener así un pretexto para desmembrarla y mutilarla.
Tienen la pesadilla de que Alemania resurja, de que Alemania se reconstruya, y aspiran a librarse de esta pesadilla aniquilándola. Pero, como ya he dicho y, he tenido la oportunidad de explicar, la ruina económica de Alemania causaría la ruina económica de la Europa continental.
El organismo económico de Europa es demasiado solidario para que pueda soportar al quebrantamiento de Alemania que es uno de los órganos más vitales. Vemos así que la guerra que trajo como consecuencia la caída del marco aleman ocasionó una depreciación del franco francés. Y este es un fenómeno claro. El crédito de Francia depende en parte de la solvencia de Alemania.
Para que el mecanismo de la producción europea recupere su ritmo normal es indispensable que Alemania recobre su funcionamiento tranquilo. Y la política de Francia respecto a Alemania tiende, contrariamente a esta necesidad, a desmenuzar a Alemania. Muchos banqueros, economistas y peritos aliados han comprobado la imposibilidad de que Alemania pague una indemnización exagerada. Sus argumentos son lógicos. Se podría sacar de Alemania una gran cantidad de dinero si se le devolviesen sus antiguos instrumentos de comercio; sus colonias, sus mercados extranjeros, su flota mercante; si se le consintiese incrementar infinitamente su producción industrial; si se le facilitase la venta de esta producción al extranjero. Y estas franquicias son imposibles. Imposibles porque a la industria de Inglaterra, de Francia y de Italia no les conviene esta competencia de la industria alemana. Imposible porque Francia no puede tolerar, por recibir de Alemania algunos o muchos millones de francos, que Alemania resurja más potente, más vigorosa que nunca.
Si las potencias vencedoras, si Francia, si Italia no consiguen nivelar su presupuesto ni pagar sus deudas, es absurdo suponer que una potencia vencida pueda no sólo regularizar sus finanzas sino además llenar los bolsillos de los vencedores. La imposibilidad de que Alemania pague está, pues, documentadamente demostrada. Sin embargo, Francia insiste en que Alemania debe pagar, y en que debe pagar millares de millones, porque así dispone de un pretexto para castigarla, para desmembrarla, para quitarle sus más
ricos territorios. La reorganización de Europa según los técnicos, no es posible sino a condición de que se inaugure una política de solidaridad, de colaboración entre los países europeos. De aquí la importancia del problema de las reparaciones que enemista y aleja a Alemania y a Francia, a las dos naciones más importantes de la Europa continental. El gobierno de Francia, cuando se le pone delante los peligros que constituye para el porvenir europeo este conflicto franco-alemán, responde que no es justo que Alemania sea exonerada de todo pago, mientras que Francia sigue obligada a pagar a EE.UU. sus deudas de guerra. Francia dice: que Inglaterra y EE.UU. nos perdonen nuestras deudas si quieren que seamos generosos y blandos con Alemania.
Llegamos así a otro problema económico de la paz. Al problema de las deudas interaliadas, íntimamente ligado al problema de las reparaciones.

José Carlos Mariátegui La Chira

La crisis mundial y el proletariado peruano [Manuscrito]

Transcripción de la Primera Conferencia

[Primera Conferencia]
La crisis mundial y el proletariado peruano

En esta conferencia —llamémosla conversación mas bien que conferencia— voy a limitarme a exponer el programa del curso al mismo tiempo que algunas consideraciones sobre la necesidad de difundir en el proletariado el conocimiento de la crisis mundial. En el Perú falta, por desgracia, una prensa decente que siga con atención, con inteligencia y con filiación ideológica el desarrollo de esta gran crisis; faltan, así mismo, maestros universitarios, del tipo de José Ingenieros, capaces de apasionarse por las ideas de renovación que actualmente transforman el mundo y de liberarse de la influencia. y de los prejuicios de una cultura y de una educación conservadoras y burguesas; faltan grupos socialistas y sindicalistas, dueños de instrumentos propios de cultura popular, y en aptitud, por tanto, de interesar al pueblo por el estudio de la crisis. La única cátedra de educación popular, con espíritu revolucionario, es esta cátedra en formación de la Universidad Popular. A ella le toca, por consiguiente, superando el modesto plano de su labor inicial, presentar al pueblo la realidad contemporánea, explicar al pueblo que está viviendo una de las horas más trascendentales y grandes de la historia, contagiar al pueblo de la fecunda inquietud que agita actualmente a los demás pueblos civilizados del mundo.

En esta gran crisis contemporánea el proletariado no es un espectador; es un actor. Se va a resolver en ella la suerte del proletariado mundial. De ella va a surgir, según todas las probabilidades y según todas las provisiones, la civilización proletaria, la civilización socialista, destinada a suceder a la declinante, a la decadente a la moribunda civilización capitalista, individualista y burguesa. El proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo. Y no puedo saberlo a través de las informaciones fragmentarias, episódicas, homeopáticas del cable cotidiano, mal traducidas y peor redactadas en la mayoría de los casos, y provenientes siempre de agencias reaccionarias, encargadas de desacreditar a los partidos, a las organizaciones y a los hombres de la revolución y de desalentar y desorientar al proletariado mundial.

En la crisis europea se están jugando los destinos de todos los trabajadores del mundo. El desarrollo de la crisis debe interesar, pues, por igual, a los trabajadores del Perú que a los trabajadores del Extremo Oriente. La crisis tiene como teatro principal Europa; pero la crisis de las instituciones europeas es la crisis de la civilización occidental. Y el Perú, como los demás pueblos de América, gira dentro de la órbita de esta civilización, no solo porque se trata de países políticamente independientes, pero económicamente coloniales, ligados al carro del capitalismo británico, del capitalismo americano o del capitalismo francés sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son precisamente, estas instituciones democráticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos de Europa también, las que en Europa están en un periodo de crisis definitiva, de crisis total. Sobre todo, la civilización capitalista ha internacionalizado la vida de la humanidad; ha creado entre todos los pueblos lazos materiales que establecen entre ellos una solidaridad inevitable. El internacionalismo no es solo un ideal; es una realidad histórica. El progreso hace que los intereses, las ideas, las costumbres, los regímenes de los pueblos se unifiquen y se confundan. El Perú, como los demás pueblos americanos, no está, por tanto, fuera de la crisis está dentro de ella. La crisis mundial ha repercutido ya en estos pueblos. Y, por supuesto, seguirá repercutiendo. Un periodo de reacción en Europa será también un periodo de reacción en América. Un periodo de revolución en Europa será un periodo de revolución en América. Hace más de un siglo, cuando la vida de la humanidad no era tan solidaria como hoy, cuando no existían los medios de comunicación que hoy existen, cuando las naciones no tenían el contacto inmediato y constante que hoy tienen, cuando no había prensa, cuando éramos aun espectadores lejanos de los acontecimientos europeos, la Revolución Francesa dio origen a la Guerra de la Independencia y al surgimiento de todas estas repúblicas. Este recuerdo basta para que nos demos de la rapidez con que la transformación de la sociedad europea se reflejará en las sociedades americanas. Aquellos que dicen que el Perú, y América en general, viven muy distantes de la revolución europea, no tienen noción de la vida contemporánea, ni tienen una comprensión, aproximada siquiera, de la historia. Esa gente se sorprende de que lleguen al Perú los ideales más avanzados de Europa; pero no se sorprende en cambio de que lleguen el aeroplano, el transatlántico, el telégrafo sin hilos, el radio; todas las expresiones más avanzadas, en fin, del progreso material de Europa. La misma razón para ignorar el movimiento socialista habría para ignorar, por ejemplo, la teoría de la relatividad de Einstein. Y estoy seguro de que al más reaccionario de nuestros intelectuales, -casi todos son impermeablemente reaccionarios- no se ocurrirá que debe ser proscrita del estudio y la vulgarización la nueva física, de la cual Einstein es el más eminente y máximo representante.

Y si el proletariado, en general, tiene necesidad de enterarse de los grandes aspectos de la crisis mundial, esta necesidad es aún mayor en aquella parte del proletariado, socialista, laborista, sindicalista o libertaria que constituye su vanguardia; en aquella parte de proletariado más combativa y consciente, más luchadora y preparada; en aquella parte del proletariado encargada de la dirección de las grandes acciones proletarias; en aquella parte del proletariado a la que toca el rol histórico de representar al proletariado peruano en el presente instante social; en aquella parte del proletariado, en una palabra, que cualquiera que sea su credo particular, tiene conciencia de clase, tiene conciencia revolucionaria. Yo dedico, sobre todo, mis disertaciones, a esta vanguardia del proletariado peruano. Nadie más que los grupos proletarios de vanguardia necesitan estudiar la crisis mundial. Yo no tengo la pretensión de venir a esta tribuna libre de una universidad libre a enseñarles la historia de esa crisis mundial, sino a estudiarla yo mismo con ellos. Yo no os enseño, compañeros, desde esta tribuna, la historia de la crisis mundial; yo la estudio con vosotros. Yo no tengo en este estudio sino el mérito modestísimo de aportar a él las observaciones personales de tres y medio años de vida europea, o sea de los tres y medio años culminantes de la crisis, y los ecos del pensamiento europeo contemporáneo.
Yo invito muy especialmente a la vanguardia del proletariado a estudiar conmigo el proceso de la crisis mundial por varias razones trascendentales. Voy a enumerarlas sumariamente. La primera razón es que la preparación revolucionaria, la cultura revolucionaria, la orientación revolucionaria de esa vanguardia proletaria, se ha formado a base de la literatura socialista, sindicalista y anarquista anterior a la guerra europea. O anterior por lo menos al período culminante de la crisis. Libros socialistas, sindicalistas, libertarios, de vieja data, son los que, generalmente, circulan entre nosotros. Aquí se conoce un poco la literatura clásica del socialismo y del sindicalismo; no se conoce [a] ña [nueva] literatura [revolucionaria].

La cultura revolucionaria es aquí una cultura clásica, además de ser, como vosotros, compañeros, lo sabéis muy bien, una cultura muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy incompleta. Ahora bien, toda esa literatura socialista y sindicalista anterior a la guerra, está en revisión. Y esta revisión no es una revisión impuesta por el capricho de los teóricos, sino por la fuerza de los hechos. Esa literatura, por consiguiente, no puede ser usada hoy sin beneficio de inventario. No se trata, naturalmente, de que no siga siendo exacta en sus principios, en sus bases, en todo lo que hay en ella de ideal y de eterno; sino que ha dejado de ser exacta, muchas veces, en sus inspiraciones tácticas, en sus consideraciones históricas, en todo lo que significa acción, procedimiento, medio de lucha. La meta de los trabajadores sigue siendo la misma; lo que ha cambiado, necesariamente, a causa de los últimos acontecimientos históricos, son los caminos elegidos para arribar, o para aproximarse siquiera, a esa meta ideal. De aquí que el estudio de estos acontecimientos históricos, y de su trascendencia, resulte indispensable para los trabajadores militantes en las organizaciones clasistas.

Vosotros sabéis, compañeros, que las fuerzas proletarias europeas se hallan divididas en dos grandes bandos: reformistas y revolucionarios. Hay una Internacional Obrera reformista, colaboracionista, evolucionista y otra Internacional Obrera maximalista, anticolaboracionista, revolucionaria. Entre una y otra ha tratado de surgir una Internacional intermedia. Pero que ha concluido por hacer causa común con la primera contra la segunda. En uno y otro bando hay diversos matices; pero los bandos son neta e inconfundiblemente sólo dos. El bando de los que quieren realizar el socialismo colaborando políticamente con la burguesía; y el bando de los que quieren realizar el socialismo conquistando íntegramente para el proletariado el poder político. Y bien, la existencia de estos dos bandos proviene de la existencia de dos concepciones diferentes, de dos concepciones opuestas, de dos concepciones antitéticas del actual momento histórico. Una parte del proletariado cree que el momento no es revolucionario; que la burguesía no ha agotado aún su función histórica; que, por el contrario, la burguesía es todavía bastante fuerte para conservar el poder político; que no ha llegado, en suma, la hora de la revolución social. La otra parte del proletariado cree que el actual momento histórico es revolucionario; que la burguesía es incapaz de reconstruir la riqueza social destruida por la guerra e incapaz, por tanto, de solucionar los problemas de la paz; que la guerra ha originado una crisis cuya solución no puede ser sino una solución proletaria, una solución socialista; y que con la Revolución Rusa ha comenzado la revolución social.

Hay, pues, dos ejércitos proletarios porque hay en el proletariado dos concepciones opuestas del momento histórico, dos interpretaciones distintas de la crisis mundial. La fuerza numérica de uno y otro ejército proletario depende de que los acontecimientos parezcan o no confirmar su respectiva concepción histórica. Es por esto que los pensadores, los teóricos, los hombres de estudio de uno y otro ejército proletario, se esfuerzan, sobre todo, en ahondar el sentido de la crisis, en comprender su carácter, en descubrir su significación.

Antes de la guerra, dos tendencias se dividían el predominio en el proletariado: la tendencia socialista y la tendencia sindicalista. La tendencia socialista era, dominantemente, reformista, social-democrática, colaboracionista. Los socialistas pensaban que la hora de la revolución social estaba lejana y luchaban por la conquista gradual a través de la acción legalitaria y de la colaboración gubernamental o, por lo menos, legislativa. Esta acción política debilitó en algunos países excesivamente la voluntad y el espíritu revolucionarios del socialismo. El socialismo se aburguesó considerablemente. Como reacción contra este aburguesamiento del socialismo, tuvimos al sindicalismo.

El sindicalismo opuso a la acción política de los partidos socialistas la acción directa de los sindicatos. En el socialismo [sindicalismo] se refugiaron los espíritus más revolucionarios y más intransigentes del proletariado. Pero también el sindicalismo resultó, en el fondo, un tanto colaboracionista y reformístico. También el sindicalismo estaba dominado por una burocracia sindical sin verdadera psicología revolucionaria. Y sindicalismo y socialismo se mostraban más o menos solidarios y mancomunados en algunos países, como Italia, donde el Partido Socialista no participaba en el gobierno y se mantenía fiel a otros principios formales de independencia. Como sea, las tendencias, más [o] menos beligerantes o más [o] menos próximas, según las naciones, eran dos: sindicalistas y socialistas. A este período de la lucha social corresponde casi íntegramente la literatura revolucionaria de que se ha nutrido la mentalidad de nuestros proletarios dirigentes.

Pero, después de la guerra, la situación ha cambiado. El campo proletario, como acabamos de recordar, no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisión, a una división en el campo socialista. Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo. La división se ha producido, también, en la misma forma en el campo sindicalista. Una parte de los sindicatos apoya a los social-democráticos; la otra parte apoya a los comunistas. El aspecto de la lucha social europea ha mudado, por tanto, radicalmente. Hemos visto a muchos sindicalistas intransigentes de antes de la guerra tomar rumbo hacia el reformismo. Hemos visto, en cambio, a otros seguir al comunismo. Y entre éstos, se ha contado, nada menos, como en una conversación lo recordaba no hace mucho el compañero Fonkén, el más grande y más ilustre teórico del sindicalismo: el francés Georges Sorel. Sorel, cuya muerte ha sido un luto amargo para el proletariado y para la intelectualidad de Francia, dio toda su adhesión a la Revolución Rusa y a los hombres de la Revolución Rusa.

Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas —clasificación anacrónica— sino en colaboracionistas y anti-colaboracionistas en reformistas y maximalistas. Pero para que esta clasificación se produzca con nitidez, con coherencia, es indispensable que el proletariado conozca y comprenda en sus grandes lineamientos, la gran crisis contemporánea. De otra manera, el confusionismo es inevitable.

Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas.
Antes de la guerra, estas tesis eran explicables, porque correspondían a condiciones históricas diferentes. El capitalismo estaba en su apogeo. La producción era superabundante. El capitalismo podía permitirse el lujo de hacer sucesivas concesiones económicas al proletariado. Y sus márgenes de utilidad eran tales que fue posible la formación de una numerosa clase media, de una numerosa pequeña-burguesía que gozaba de un tenor de vida cómodo y confortable. El obrero europeo ganaba lo bastante para comer discretamente y en algunas naciones, como Inglaterra y Alemania, le era dado satisfacer algunas necesidades del espíritu. No había, pues, ambiente para la revolución. Después de la guerra, todo ha cambiado. La riqueza social europea ha sido, en gran parte, destruida. El capitalismo, responsable de la guerra, necesita reconstruir esa riqueza a costa del proletariado. Y quiere, por tanto, que los socialistas colaboren en el gobierno, para fortalecer las instituciones democráticas; pero no para progresar en el camino de las realizaciones socialistas. Antes, los socialistas colaboraban para mejorar, paulatinamente, las condiciones de vida de los trabajadores. Ahora colaborarían para renunciar a toda conquista proletaria. La burguesía para reconstruir a Europa necesita que el proletariado se avenga a producir más y consumir menos. Y el proletariado se resiste a una y otra cosa y se dice a sí mismo que no vale la pena consolidar en el poder a una clase social culpable de la guerra y destinada, fatalmente, a conducir a la humanidad a una guerra más cruenta todavía. Las condiciones de una colaboración de la burguesía con el proletariado son, por su naturaleza, tales que el colaboricionismo tiene, necesariamente, que perder, poco a poco, su actual numeroso proselitismo.

El capitalismo no puede hacer concesiones al socialismo. A los Estados europeos para reconstruirse les precisa un régimen de rigurosa economía fiscal, el aumento de las horas de trabajo, la disminución de los salarios, en una palabra, el restablecimiento de conceptos y de métodos económicos abolidos en homenaje a la voluntad proletaria. El proletariado no puede, lógicamente, consentir este retroceso. No puede ni quiere consentirle. Toda posibilidad de reconstrucción de la economía capitalista está, pues, eliminada. Esta es la tragedia de la Europa actual. La reacción va cancelando en los países de Europa las concesiones económicas hechas al socialismo; pero, mientras de un lado, esta política reaccionaria no puede ser lo suficientemente enérgica ni eficaz para restablecer la desangrada riqueza pública, de otro lado, contra esta política reaccionaria, se prepara, lentamente, el frente único del proletariado. Temerosa a la revolución, la reacción cancela, por esto, no sólo las conquistas económicas de las masas, sino que atenta también contra las conquistas políticas. Asistimos, así, en Italia a la dictadura fascista. Pero la burguesía socava y mina y hiere así de muerte a las instituciones democráticas. Y pierde toda su fuerza moral y todo su prestigio ideológico.

Por otra parte, en el orden de las relaciones internacionales, la reacción pone la política externa en manos de las minorías nacionalistas y antidemocráticas. Y estas minorías nacionalistas saturan de chauvinismo esa política externa. E impiden, con sus orientaciones imperialistas, con su lucha por la hegemonía europea, el restablecimiento de una atmósfera de solidaridad europea, que consienta a los Estados entenderse acerca de un programa de cooperación y de trabajo. La obra de ese nacionalismo, de ese reaccionarismo, la tenemos a la vista en la ocupación del Ruhr.

La crisis mundial es, pues, crisis económica y crisis política. Y es, además, sobre todo, crisis ideológica. Las filosofías afirmativas, positivistas, de la sociedad burguesa, están, desde hace mucho tiempo, minadas por una corriente de escepticismo, de relativismo. El racionalismo, el historicismo, el positivismo, declinan irremediablemente. Este es, indudablemente, el aspecto más hondo, el síntoma más grave de la crisis. Este es el indicio más definido y profundo de que no está en crisis únicamente la economía de la sociedad burguesa, sino de que está en crisis integralmente la civilización capitalista, la civilización occidental, la civilización europea.

Ahora bien. Los ideológos de la Revolución Social, Marx y Bakounine, Engels y Kropotkine, vivieron en la época de apogeo de la civilización capitalista y de la filosofía historicista y positivista. Por consiguiente, no pudieron prever que la ascensión del proletariado tendría que producirse en virtud de la decadencia de la civilización occidental. Al proletariado le estaba destinado crear un tipo nuevo de civilización y cultura. La ruina económica de la burguesía iba a ser al mismo tiempo la ruina de la civilización burguesa. Y que el socialismo iba a encontrarse en la necesidad de gobernar no en una época de plenitud, de riqueza y de plétora, sino en una época de pobreza, de miseria y de escasez. Los socialistas reformistas, acostumbrados a la idea de que el régimen socialista más que un régimen de producción lo es de distribución, creen ver en esto el síntoma de que la misión histórica de la burguesía no está agotada y de que el instante no está aún maduro para la realización socialista. En un reportaje a “La Crónica” yo recordaba aquellas frases de que la tragedia de Europa es ésta: el capitalismo no puede más y el socialismo no puede todavía. Esa frase que da la sensación, efectivamente, de la tragedia europea, es la frase de un reformista, es una frase saturada de mentalidad evolucionista, e impregnada de la concepción de un paso lento, gradual y beatífico, sin convulsiones y sin sacudidas, de la sociedad individualista a la sociedad colectiva. Y la historia nos enseña que todo nuevo estado social se ha formado sobre las ruinas del estado social precedente. Y que entre el surgimiento del uno y el derrumbamiento [del otro ha habido, lógicamente, un período intermedio de crisis. Presenciamos la disgregación, la agonía de una sociedad caduca, senil, decrépita; y, al mismo tiempo, presenciamos la gestación, la formación, la elaboración lenta e inquieta de la sociedad nueva. Todos los hombres, a los cuales, una sincera filiación ideológica nos vincula a la sociedad nueva y nos separa de la sociedad vieja, debemos fijar hondamente la mirada en este período trascendental, agitado e intenso de la historia humana.]

José Carlos Mariátegui La Chira

Manuscrito de La intervención de Italia en la Guerra

[Transcripción Completa]
Yo no olvido durante mis lecciones que este curso es, ante todo, un curso popular, un curso de vulgarización. Trato de emplear siempre un lenguaje sencillo y claro y no un lenguaje complicado y técnico. Pero, con todo, al hablar de tópicos políticos, económicos, sociales no se puede prescindir de ciertos términos que tal vez no son comprensibles a todos. Yo uso lo menos que puedo la terminología técnica; pero en muchos casos tengo que usarla, aunque siempre con mucha parquedad. Mi deseo es que esta clase sea accesible no sólo a los iniciados en ciencias sociales y ciencias económicas sino a todos los trabajadores de espíritu atento y estudioso. Y, por eso, cuando uso un léxico oscuro, cuando uso términos poco usuales en el lenguaje vulgar, lo hago con mucha medida. Y trato de que estos períodos de mis lecciones resulten, en el peor de los casos, paréntesis pasajeros, cuya comprensión no sea indispensable para seguir y asimilar las ideas generales del curso. Esta advertencia me parece útil, de una parte para que los iniciados en ciencias sociales y económicas se expliquen por qué, en muchos casos, no recurro a una terminología técnica que consentiría mayor concisión en la exposición de las ideas y en el comentario de los fenómenos; y de otra parte, para que los no iniciados en estos estudios se expliquen por qué, no obstante mi voluntad, no puedo en muchos casos emplear un lenguaje popular y elemental.
A los no iniciados debo recomendarles también que éstas son clases y no discursos. Por fuerza tienen que parecer a veces un poco áridas.
En las anteriores conferencias, primero al examinar la mentalidad de ambos grupos beligerantes y, luego, al examinar la conducta de los partidos socialistas y organizaciones sindicales, hemos determinado el carácter de la guerra mundial.
Y hemos visto por qué sus más profundos comentadores la han llamado guerra absoluta. Guerra absoluta, esto es guerra de naciones, guerra de pueblos y no guerra de ejércitos. Adriano Tilgher llega a la siguiente conclusión: “La guerra absoluta ha sido vencida por aquellos gobiernos que han sabido conducirla con una mentalidad adecuada, dándole fines capaces de resultar mitos, estados de ánimo, pasiones y sentimientos populares. En este sentido nadie más que Wilson, con su predicación quáquero democrática ha contribuido a reforzar los pueblos de la Entente en la persuasión inconmovible de la justicia de su causa y en el propósito de continuar la guerra hasta la victoria final. Quien, en cambio, ha conducido la guerra absoluta con mentalidad de guerra diplomática o relativa o ha sido vencido (Rusia, Austria, Alemania) o ha corrido gran riesgo de serlo (Italia)”.
Esta conclusión de Adriano Tilgher define muy bien la significación principal de la intervención de los Estados Unidos, así como la fisonomía de la guerra italiana. Me ha parecido, por esto, oportuno, citarla al iniciar la clase de esta noche, en la cual nos ocuparemos, primeramente, de la intervención italiana y de la intervención norteamericana.
Italia intervino en la guerra, más en virtud de causas económicas que en virtud de causas diplomáticas y políticas. Su suelo no le permitía alimentar con sus propios productos agrícolas sino, escasamente, a dos tercios de su población.
Italia tenía que importar el trigo y otros artículos indispensables a un tercio de su población. Y tenía, al mismo tiempo, que exportar las manufacturas, las mercaderías, los productos de su trabajo y de su industria en proporción suficiente para pagar ese trigo y esos artículos alimenticios y materias primas que le faltaban. Por consiguiente, Italia estaba a merced, como está también hoy, de la potencia dueña del dominio de los mares. Sus importaciones y sus exportaciones, indispensables a su vida, dependían, en una palabra, de Inglaterra.
Italia carecía de libertad de acción. Su neutralidad era imposible. Italia no podía ser, como Suiza, como Holanda, una espectadora de la guerra. Su rol en la política europea era demasiado considerable para que, desencadenada una guerra continental, no la arrastrase. No habiéndose puesto al lado de los austro-húngaros, era inevitable para Italia ponerse al lado de los aliados. Italia era una verdadera prisionera de las naciones aliadas.
Estas circunstancias condujeron a Italia a la intervención. Las razones diplomáticas eran, comparativamente, de menor cuantía. Probablemente no habrían bastado para obligar a Italia a la intervención. Pero sirvieron, por supuesto, para que los elementos intervencionistas crearan una corriente de opinión favorable a la guerra. Los elementos intervencionistas eran en Italia de dos clases. Los unos se inspiraban en ideales nacionalistas y revanchistas y veían en la guerra ocasión de reincorporar a la nación italiana los territorios irredentos de Trento y Trieste. Veían, además, en la guerra, una aventura militar, fácil y gloriosa, destinada a engrandecer la posición de Italia en Europa y en el mundo. Los otros elementos intervencionistas se inspiraban en ideales democráticos, análogos a los que más tarde patrocinó Wilson, y veían en la guerra una cruzada contra el militarismo prusiano y por la libertad de los pueblos. El gobierno italiano tuvo en cuenta los ideales de los nacionalistas al concertar la intervención de Italia en la guerra.
Entre los aliados e Italia se suscribió el pacto secreto de Londres. Este pacto secreto, este célebre Pacto de Londres, publicado después por los bolcheviques, establecía la parte que tocaría a Italia en los frutos de la victoria. Este pacto, en suma, empequeñecía la entrada de Italia en la guerra. Italia no intervenía en la guerra en el nombre de un gran ideal, en el nombre de un gran mito, sino en el nombre de un interés nacional. Pero ésta era la verdad oculta de las cosas. La verdad oficial era otra. Conforme a la verdad oficial, Italia se batía por la libertad de los pueblos débiles, etc. En una palabra, para el uso interno se adoptaban las razones de los intervencionistas nacionalistas y revanchistas; para el uso externo se adoptaban las razones de los intervencionistas democráticos. Y se callaba la razón fundamental: la necesidad en que Italia se encontraba o se hallaba de intervenir en la contienda, en la imposibilidad material de permanecer neutral. Por eso dice Adriano Tilgher que, en un principio, la guerra italiana fue conducida con mentalidad de guerra relativa, de guerra diplomática. Las consecuencias de esta política se hicieron sentir muy pronto.
Durante la primera fase de la guerra italiana, hubo en Italia una fuerte corriente de opinión neutralista. No solamente eran adversos a la guerra los socialistas. También lo eran los giolittianos, Giolitti y sus partidiarios, o sea un numeroso grupo burgués. Justamente la existencia de este núcleo de opinión burguesa neutralista consintió a los socialistas actuar con mayor libertad, con mayor eficacia, dentro de un ambiente menos asfixiantemente bélico que los socialistas de los otros países beligerantes. Los socialistas aprovecharon de esta división del frente burgués para afirmar la voluntad pacifista del proletariado.
La ‘unión sagrada’, la fusión de todos los partidos en uno solo, el Partido de la Defensa Nacional, no era, pues, completa en Italia. El pueblo italiano no sentía unánimemente la guerra. Fueron estas causas políticas, estas causas psicológicas, más que toda causa militar, las que originaron la derrota de Caporetto, la retirada desastrosa de las tropas italianas ante la ofensiva austro-alemana. Y la prueba de esto lo tenemos en la segunda fase de la guerra italiana. La ‘unión sagrada’, la fusión de todos los partidos en uno solo, el Partido de la Defensa Nacional, no era, pues, completa en Italia. El pueblo italiano no sentía unánimemente la guerra. Fueron estas causas políticas, estas causas psicológicas, más que toda causa militar, las que originaron la derrota de Caporetto, la retirada desastrosa de las tropas italianas ante la ofensiva austro-húngara. Y la prueba de esto lo tenemos en la segunda fase de la guerra italiana. Después de Caporetto, hubo una reacción en la política, en la opinión italiana. El pueblo empezó a sentir de veras la necesidad de empeñar en la guerra todos sus recursos. Los neutralistas giolittianos se adhirieron a la ‘unión sagrada’. Y desde ese momento no fue ya sólo el ejército italiano, respaldado por un gobierno y una corriente de opinión intervencionista, quien combatió contra los austroalemanes. Fue casi todo el pueblo italiano. La guerra dejó de ser para Italia guerra relativa. Y empezó a ser guerra absoluta.
Comentadores superficiales que atribuyeron a la derrota de Caporetto causas exclusivamente militares, atribuyeron luego a la reacción italiana causas militares también. Dieron una importancia exagerada a las tropas y a los recursos militares enviados por Francia al frente italiano. Pero la historia objetiva y documentada de la guerra italiana nos enseña que estos refuerzos fueron, en verdad, muy limitados y estuvieron destinados, más que a robustecer numéricamente el ejército italiano, a robustecerlo moralmente. Resulta, en efecto, que Italia, en cambio de los refuerzos franceses recibidos, envió a Francia algunos refuerzos italianos. Hubo canje de tropas entre el frente italiano y el frente francés. Todo esto tuvo una importancia secundaria en la reorganización del frente italiano. La reacción italiana no fue una reacción militar; fue una reacción moral, una reacción política.
Mientras fue débil el frente político italiano, fue débil también el frente militar. Desde que empezó a ser fuerte el frente político, empezó a ser fuerte también el frente militar. Porque, así en este aspecto de la guerra mundial, como en todos sus otros grandes aspectos, los factores políticos, los factores morales, los factores psicológicos tuvieron mayor trascendencia que los factores militares.
La confirmación de esta tesis la encontraremos en el examen de la eficacia de la intervención americana. Los Estados Unidos aportaron a los aliados no sólo un valioso concurso moral y político. Los discursos y las proclamas de Wilson debilitaron el frente alemán más que los soldados norteamericanos y más que los materiales de guerra norte-americanos. Así lo acreditan los documentos de la derrota alemana. Así lo establecen varios libros autorizados, entre los cuales citaré, por ser uno de los más conocidos, el libro de Francisco Nitti "Europa sin paz". Los discursos y las proclamas de Wilson socavaron profundamente el frente austro-alemán. Wilson hablaba del pueblo alemán como de un pueblo hermano. Wilson decía: “Nosotros no hacemos la guerra contra el pueblo alemán, sino contra el militarismo prusiano”. Wilson prometía al pueblo alemán una paz sin anexiones ni indemnizaciones. Esta propaganda, que repercutió en todo el mundo, creando un gran volumen de opinión en favor de la causa
aliada, repercutió también en Alemania y Austria. El pueblo alemán sintió que la guerra no era ya una guerra de defensa nacional. Austria, naturalmente, fue conmovida mucho más que Alemania por la propaganda wilsoniana. La propaganda wilsoniana estimuló en Bohemia, en Hungría, en todos los pueblos incorporados por la fuerza al Imperio Austro-Húngaro, sus antiguos ideales de independencia nacional. Los efectos de este debilitamiento del frente político alemán y del frente político austríaco tenían que manifestarse, necesariamente, a renglón seguido del primer quebranto militar. Y así fue. Mientras el gobierno alemán y el gobierno austríaco pudieron mantener con vida la esperanza de la victoria, pudieron, también, conservar la adhesión de sus pueblos a la guerra. Apenas esa esperanza empezó a desaparecer las cosas cambiaron. El gobierno alemán y el gobierno austríaco perdieron el control de las masas, minadas por la propaganda wilsoniana.
La ofensiva de los italianos en el Piave encontró un ejército enemigo poco dispuesto a batirse hasta el sacrificio. Divisiones enteras de checo-eslavos capitularon. El frente austríaco se deshizo. Y este desastre militar y moral resonó inmediatamente en el frente alemán. El frente alemán estaba, no obstante la vigorosa ofensiva alemana, militarmente intacto. Pero el frente alemán estaba, en cambio, política y moralmente quebrantado y franqueado. Hay documentos que describen el estado de ánimo de Alemania en los días que precedieron a la capitulación. Entre esos documentos citaré las Memorias de Ludendorff, las Memorias de Hindenburg y las Memorias de Erzberger, el líder del centro católico alemán, asesinado por un nacionalista, por su adhesión a la revolución y a la República Alemana y a la paz de Versalles. Tanto Ludendorff como Hindenburg y como Erzberger nos enteran de que el Káiser,
considerando únicamente el aspecto militar de la situación, alentó hasta el último momento la esperanza de una reacción del ejercito alemán que permitiese obtener la paz en las mejores condiciones. El Káiser pensaba: "Nuestro frente militar no ha sido roto". Quienes lo rodeaban sabían que ese frente militar, inexpugnable aparentemente al enemigo, estaba ganado por su propaganda política. No había sido aún roto materialmente; pero sí invalidado moralmente. Este frente militar no estaba dispuesto a obedecer a sus generalísimos y a su gobierno. En las trincheras germinaba la revolución.
Hasta ahora los alemanes pangermanistas, los alemanes nacionalistas afirman orgullosamente: "Alemania no fue vencida militarmente". Es que esos pangermanistas, esos nacionalistas, tienen el viejo concepto de la guerra relativa, de la guerra militar, de la guerra diplomática. Ellos no ven del cuadro final de la guerra sino lo que el Káiser vio entonces: el frente militar alemán intacto. Su error es el mismo error de los comentadores superficiales que vieron en la derrota italiana de Caporetto únicamente las causas militares y que vieron, más tarde, en la reorganización del frente italiano, únicamente causas militares. Esos nacionalistas, esos pangermanistas, son impermeables al nuevo concepto de la guerra absoluta. Poco importa que la derrota de Alemania no fuese una derrota militar. En la guerra absoluta la derrota no puede ser una derrota militar sino una derrota al mismo tiempo política, moral, ideológica, porque en la guerra absoluta los factores militares están subordinados a los factores políticos, morales e ideológicos. En la guerra absoluta la derrota no se llama derrota militar, aunque no deje de serlo; se llama derrota, simplemente. Derrota sin adjetivo, porque su definición única es la derrota integral.
Los grandes críticos de la guerra mundial no son, por esto, críticos militares. No son los generalísimos de la victoria ni los generalísimos de la derrota. No son Foch ni Hindenburg, Díaz ni Ludendorff. Los grandes críticos de la guerra mundial, son filósofos, políticos, sociólogos. Por primera vez la victoria ha sido cuestión de estrategia ideológica y no de estrategia militar. Desde ese punto de vista, vasto y panorámico, puede decirse, pues, que el generalísimo de la victoria ha sido Wilson. Y este concepto resume el valor de la intervención de los Estados Unidos.
No haremos ahora el examen del programa wilsoniano; no haremos ahora la crítica de la gran ilusión de la Liga de las Naciones. De acuerdo con el programa de este curso, que agrupa los grandes aspectos de la crisis mundial, con cierta arbitrariedad cronológica, necesaria para la mejor apreciación panorámica, dejaremos estas cosas para la clase relativa a la paz de Versalles. Mi objeto en esta clase ha sido sólo el de fijar rápidamente el valor de la intervención de los Estados Unidos como factor de la victoria de los aliados. La ideología de la intervención americana, la ideología de Wilson, requiere examen aparte. Y este examen particular tiene que ser conectado con el examen de la paz de Versalles y de sus consecuencias económicas y políticas. Hoy dedicaremos los minutos que aún nos quedan al estudio de aquel otro trascendental fenómeno de la guerra: la revolución rusa y la derrota rusa. Echaremos una ojeada a los preliminares y a la fase social-democrática de la revolución rusa. Veremos cómo se llegó al gobierno de Kerensky.
En la conferencia anterior, al exponer la conducta de los partidos socialistas de los países beligerantea, dije cuál había sido la posición de los socialistas rusos frente a la conflagración. En Rusia, la mayoría del movimiento obrero y socialista fue contraria a la guerra. El grupo acaudillado por Plejanov no creía que la victoria robustecería el zarismo; pero la mayoría socialista y sindicalista comprendió que le tocaba combatir en dos frentes: contra el imperialismo alemán y contra el zarismo. Muchos socialistas rusos fueron fieles a la declaración del Congreso de Stuttgart que fijó así el deber de los socialistas ante una guerra: trabajar por la paz y aprovechar de las consecuencias económicas y políticas de la guerra para agitar al pueblo y apresurar la caída del régimen capitalista.
El gobierno zarista, es casi inútil decirlo, conducía la guerra con el criterio de guerra relativa, de guerra militar, de guerra diplomática. La guerra rusa no contaba con la adhesión sólida del pueblo ruso. El frente político interno era en Rusia menos fuerte que en ningún otro país beligerante. Rusia fue, sin duda, por estas razones, la primera vencida. Dentro de la burguesía rusa había elementos democráticos y pacifistas inconciliables con el zarismo. Y dentro de la corte del Zar había conspiradores germanófilos que complotaban en favor de Alemania. Todas estas circunstancias hacían inevitables la derrota y la revolución rusas.
Un interesante documento de los días que precedieron a la revolución es el libro de Mauricio Paleologue, "La Rusia de los Zares durante la Gran Guerra". Mauricio Paleologue era el embajador de Francia ante el Zar. Fue un explorador cercano de la caída del absolutismo ruso. Asistió a este espectáculo desde un palco de "avant scene".
Las páginas del libro de Mauricio Paleologue describen el ambiente oficial ruso del período de incubación revolucionaria. Los hombres del zarismo presintieron anticipadamente la crisis. La presintieron igualmente los representantes diplomáticos de las potencias aliadas. Y el empeño de unos y otros se dirigió no a conjurarla, porque habría sido vano intento, sino a encauzarla en la forma menos dañina a sus respectivos intereses. Los embajadores aliados en Petrogrado trataban con los miembros aliadófilos del régimen zarista y con los elementos aliadófilos de la democracia y de la social-democracia rusas. Paleologue nos cuenta cómo en su mesa comían Milukoff, el líder de los cadetes, y otros líderes de la democracia rusa. El régimen zarista carecía de autoridad moral y de capacidad política para manejar con acierto los negocios de la guerra. Cerca de la Zarina intrigaba una camarilla germanófila. La Zarina, de temperamento místico y fanático, era gobernada por el monje Rasputín, por aquella extraña figura, alrededor de la cual se tejieron tantas leyendas y se urdieron tantas fantasías. El ejército se hallaba en condiciones morales y materiales desastrosas. Sus servicios de aprovisionamiento, amunicionamiento, transporte, funcionaban caóticamente. El descontento se extendía entre los soldados. El Zar, personaje imbécil y medioeval, no permitía ni tampoco percibía la vecindad de la catástrofe. Dentro de esta situación se produjo el asesinato del monjeRasputín, favorito de la Zarina, papa negro del zarismo. El Zar ordenó la prisión del príncipe Dimitri, acusado del asesinato de Rasputín. Y comenzó entonces un conflicto entre el Zar y los personajes aliadófilos de la Corte que, avisadamente, presentían los peligros y las amenazas del porvenir. La nobleza demandó la libertad del príncipe Dimitri. El Zar se negó diciendo:‘Un asesinato es siempre un asesinato’. Eran días de gran inquietud para la aristocracia rusa, que arrojaba sobre la Zarina la responsabilidad de la situación. Algunos parientes del Zar se atrevieron a pedirle el alejamiento de la Zarina de la Corte. El Zar resolvió tomar una actitud medioevalmente caballeresca e hidalga. Pensó que todos se confabulaban contra la Zarina porque era extranjera y porque era mujer. Y resolvió cubrir las responsabilidades de la Zarina con su propia responsabilidad. La suerte del Imperio Ruso estaba en manos de este hombre insensato y enfermo. La Zarina, alucinada y delirante, dialogaba con el espíritu de Rasputín y recogía sus inspiraciones. El monje Rasputín, a través de la Zarina, inspiraba desde ultratumba al Zar de todas las Rusias. No había casi en Rusia quien no se diese cuenta de que una crisis política y social tenía necesariamente que explosionar de un momento a otro.
Vale la pena relatar una curiosa anécdota de la corte rusa. Paleologue, el embajador francés, y su secretario, estuvieron invitados a almorzar el 10 de enero de 1917, el año de la revolución, en el palacio de la gran duquesa María Pawlova. Paleologue y su secretario subieron la regia escala del palacio. Y al entrar en el gran salón no encontraron en él sino a una dama de honor de la gran duquesa: la señorita Olive. La señorita Olive, de pie ante la ventana del salón, contemplaba pensativamente el panorama del Neva, en el cual se destacaban la catedral de San Pedro y San Pablo y las murallas de la Fortaleza, la prisión del Estado. Paleologue interrumpió cortésmente a la señorita Olive: “Yo acabo de sorprender, si no vuestros pensamientos, al menos la dirección de vuestros pensamientos. Me parece que Ud. mira muy atentamente la prisión”. Ella respondió: “Sí; yo contemplaba la prisión. En días como éstos no puede uno guardarse de mirarla”. Y luego agregó, dirigiéndose al secretario: “Señor de Chambrun, cuando yo esté allá, enfrente, sobre la paja de los calabozos, ¿vendrá Ud. a verme?”. La joven dama de honor, probablemente lectora voluptuosa y espeluznada de la historia de la Revolución Francesa, preveía que a la nobleza rusa le estaba deparado el mismo destino de la nobleza francesa del siglo dieciocho y que ella como, en otros tiempos, otras bellas y elegantes y finas damas de honor, estaba destinada a una trágica y sombría residencia en un calabozo de alguna Bastilla tétrica. Los días de la autocracia rusa estaban contados. La aristocracia y la burguesía trabajaban porque la caída del zarismo no fuese también su caída. Los representantes aliados trabajaban porque la transición del régimen zarista a un régimen nuevo no trajese un período de anarquía y de desorden que invalidase a Rusia como potencia aliada. Indirectamente, la aristocracia divorciada del Zar, la burguesía y los embajadores aliados no hacían otra cosa que apresurar la revolución. Interesados en canalizar la revolución, en evitar sus desbordes y en limitar su magnitud, contribuían todos ellos a acrecentar los gérmenes revolucionarios. Y la revolución vino. El poder estuvo fugazmente en poder de un príncipe de la aristocracia aliadófila. Pero la acción popular hizo que pasara en seguida a manos de hombres más próximos a los ideales revolucionarios de las masas. Se construyó, a base de socialistas revolucionarios y de mencheviques, el gobierno de coalición de Kerensky. Kerensky era una figura anémica del revolucionarismo ruso. Miedoso de la revolución, temeroso de sus extremas consecuencias, no quiso que su gobierno fuera un gobierno exclusivamente obrero, exclusivamente proletario, exclusivamente socialista. Hizo, por eso, un gobierno de coalición de los Socialistas Revolucionarios y de los mencheviques con los kadetes y los liberales.
Dentro de este ambiente indeciso, dentro de esta situación vacilante, dentro de este régimen estructuralmente precario y provisional, fue germinada, poco a poco, la Revolución Bolchevique. En la próxima clase veremos cómo se preparó, cómo se produjo este gran acontecimiento, hacia el cual convergen las miradas del proletariado universal, que por encima de todas las divisiones y de todas las discrepancias de doctrina contempla, en la Revolución rusa, el primer paso de la humanidad hacia un régimen de fraternidad, de paz y de justicia.

José Carlos Mariátegui La Chira

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