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Portal, Magda Literatura Avec objets numériques
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Carta a José Malanca, 10/3/1930

Lima, 10 de marzo de 1930
Querido Malanca:
Dos líneas en respuesta a su única de Chile (Villa Rica 27 de enero). Voy todas las tardes a la Herradura y esta cura, si bien me ha hecho mucho bien, después de un decaimiento de mis fuerzas físicas, me quita mucho tiempo.
Gran satisfacción me causan las noticias sobre Seoane, con quien yo también me prometo excelente camaradería en Buenos Aires.— Hágale Ud. saber que probablemente en mayo estaré en Santiago, en viaje a Buenos Aires; y que mi viaje aconsejado por muchas razones, que Ud. en gran parte conoce, está completamente resuelto. Sólo una inesperada falla en mi salud u otro accidente puede frustrarlo. Estoy invitado por el grupo de escritores de La Vida Literaria, el mismo que propició y organizó la visita de Frank. L.V.L. dará, con este motivo, un número peruano, para el que Seoane, Blanca, Magda, Julián pueden enviar desde luego alguna colaboración, dirigiéndola a Samuel Glusberg, Rivera Indarte 1030. Creo que ese número puede ser una pequeña antología de prosa y poesía peruanas. —Dígale a Seoane que no he sabido nunca si recibió la carta que hace varios meses le dirigí acompañándole copia de los puntos aprobados del programa del P.S. Después de la carta, fue copia de la misma, en previsión de una falla postal.
Deploro que no nos podamos encontrar en Santiago. Habríamos hecho juntos el viaje a su tierra, de la que ha sido Ud. para mí uno de los mejores anticipos espirituales. Pero ya en Buenos Aires renovaremos las tardes de Lima.
No necesito agregarle que se le recuerda a Ud. aquí con el cariño de siempre. Tengo noticia de que en el Cusco tampoco se le olvida. Estamos en buena relación con los muchachos de allá, disipado ya hasta la última sombra de malentendído. Sólo un exagerado ‘cusqueñismo’, léase en este caso antilimeñismo, los distanciaba de nosotros. Y Ud. sabe lo poco limeños que somos nosotros, lo antilimeños que somos, en el sentido revolucionario.
No tarde en escribirme, enterándome de su itinerario.
Muy cordialmente lo abraza
José Carlos
P.D.—Recuerdos afectuosos de Anita y todos los míos.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Emilio Roig de Leuchsenring, 24/6/1927

Lima, 24 de junio de 1927
Estimado compañero Roig de Leuchsenring:
Los poetas Serafín Delmar y Magda Portal, que tienen toda mi estima personal y artística, le llevan mi saludo y el de los redactores de Amauta. Son nuestro mensaje vivo. No tienen necesidad de otra credencial que su obra. Acójanlos Uds. como auténticos representantes de la vanguardia del Perú que vive su hora de más duro combate.
Cordialmente lo abraza su amigo y compañero
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Julián Petrovick, 7/2/1930

Santiago, 7 de febrero de 1930
Querido José Carlos
Por Blanquita del Prado, a quién trato de atender en todo lo que me es posible, me enteré minuciosamente de todo los ocurrido a Ud. y demás compañeros. Con ese motivo escribí a la Argentina, Brasil y Centro América.
Sé de su última resolución y lo espero ansioso. Ud sabe que estoy alentado al más grande de servir a la revolución. Lo único que quiero es que nos entendamos todos, no unos a otros - es ingenuo - quiero decir que nos entendamos dentro de las prácticas más urgentes de la revolución.
Creo que este año nos reuniremos - corrija en lo que me toca a mí - muchos de los que luchamos por el ideal revolucionario.
Tengo gran esperanza en ese encuentro.
"El Mercurio" dio una nota sobre su posible arribo a esta.
En el próximo número de "Letras" se publicará su retrato en una glosa mía.
Si Ud. pudiera mandar algo para acompañarnos, sería magnífico. Hágalo pronto.
Lo que quiero es que aquí se sepa quién es Ud. y cual es su valor. Le digo todos estas cosas porque sé que para Luis Alberto Sánchez hacen grandes preparativos. Fíjese que a Guillén lo agasajaron y cuanta cosa. A propósito va un artículo para "Amauta".
Le ruego publicarlo.
Mientras tanto reciba abrazos de sus compañeros.
Julián Petrovick
Magda y Serafín llegan a esta tierra 5 o diez días máximo.
De "Letras" (renovada en estos días) le solicitan colaboraciones, lo mismo que a Eguren (hay un libro de Eguren para mí?) - Dígale también a abril que mande algo y a alguna otra gente.
Para "Atenea" puede enviar algo Ud.?

Petrovick, Julián

Carta de Alcides Spelucin, 6/10/1926

Trujillo, 6 de octubre de 1926
Sr. José Carlos Mariátegui
Lima.
Mi querido José Carlos:
Mucho tengo que agradecerle a Ud. su bondadoso juicio acerca de mi libro, y, sobre todo, de mi persona.
Dejando aparte toda pueril modestia protocolaria, creo sinceramente que no estoy en un estado de gracia capaz de merecerlo. Es por eso que mi agradecimiento va a Ud. sencillamente, atendiendo sólo a la cariñosa voluntad que me parece adivinar en todo aquello en que mi obra o mi vida tienen algo que ver con Ud.
Yo no me creo un gran poeta ni mucho menos un genio como es frecuente en mis colegas. Juzgo sí que he venido a cumplir una finalidad y que procuro realizarla con toda la lealtad que me es posible. Las limitaciones que no pueda superar mi vida o mi obra, pertenecen, por lo tanto, a designios que están más allá de mis propias posibilidades. Soy pues, ante todo, un sincero. Procuro no traicionarme y por eso me doy en la medida de mis fuerzas. Un poco rústico en el fondo, como Ud. ha tenido la certeza de decirlo, o quizá si un equivocado o un anacrónico como parece apuntar nuestra inteligentísima Magda, he dado la primera modulación de mi mensaje lírico de acuerdo a mi indudable destino y a mi propia naturaleza.
Sé muy bien que no pertenezco a la vanguardia literaria de esta hora y no pretendo simular tampoco una estética que no se ha hecho carne viva de mí mismo. Por felicidad o por desgracia ––¡sabe Dios! ––cabalgo sobre dos épocas: una, en la que ha llegado a fermentar hasta lo insoportable un preciosismo modernista curvado ya hasta la decadencia; y otra, en la que se pretende flamear una bandera artística de ‘semáforo’ y de ‘velívolo’ que denuncia a las claras una absurda contextura de pastiche. Entre estos dos estercoleros he optado por modular la romanza de eternidad que me era posible oír en el fondo de mí mismo. Fácil me hubiera sido transformar este haz de intenciones estéticas de mi libro en algo acrobático, vestido de una adjetivación de moda, y presentar una obra aparentemente sintonizada con este instante; pero no; he preferido darlas como nacieron, porque acaso su vestimenta original fue ya todo un destino estético al que ni su propio genitor tenía derecho a deformar.
Esta es la razón que me mueve a justificar su presencia ante cualquier opinión equivocada o malintencionada que quiera cruzarles el camino. Yo creo sinceramente que sólo es inoportuna la obra estética que no aporta ninguna virtud auténtica y sustancial. Si mi libro está en ese caso, es, indudablemente, inoportuno. Inoportunidad vigente en cualquier año en que se hubiere publicado. Pero si, lejos de esto, se trata de una cuestión técnica, de factura retórica únicamente, no creo en la oportunidad ni la inoportunidad. Al menos, son factores a los cuales no concedo beligerancia alguna. Las altas disciplinas del pensamiento y de la sensibilidad, cuando penetran a cierta intrayema categórica, están ya fuera de esta clase de contingencias meramente epidérmicas. Han vencido, en una palabra, al tiempo y a la circunstancia. No se les puede juzgar por el traje Luis XV, o 1920 o 1926, que puede cubrirles. Júzgaseles ante todo por los quilates de belleza auténtica o de pensamiento vivo que tengan en sí. Ahora bien: esta belleza o este pensamiento está en relación directa a la inteligencia receptiva; cualquier prejuicio retórico que se interponga entrambos, deformará, en pro o en contra, la calidad de la obra. Así, pues, a las fuentes de belleza sólo ha de irse rigurosamente desnudo.
Perdone Ud. esta insoportable digresión; pero, responsable al fin y al cabo de la publicación de mi libro, he querido manifestarle mi punto de vista a Ud. que tan bondadoso ha sido para con él.
No he recibido carta de su hermano en la que me dé instrucciones acerca de Amauta. Como la mayor parte del lote que me ha remitido lo envío yo a mi vez a mis agentes del Valle de Chicama y de la Provincia de Pacasmayo, necesito instrucciones para indicarles la comisión que han de percibir. Juzgando de importancia, he hecho imprimir unos recibos del modelo que le acompaño, para contratar algunas suscripciones. Esto último me será fácil a partir del segundo número pues hay el temor de que la revista no siga saliendo. Yo creo que hasta el tercer o cuarto número podemos contar con unas cien suscripciones seguras de pago semestral adelantado. Adjunto a ésta le acompaño un cheque a su orden por S/. 30.00, que espero se sirva abonármelo en cuenta. La segunda remesa de La Escena Contemporánea la he repartido toda en la sierra. Aún no he recibido el valor de ella pero creo que será en mi poder dentro de pocos días. El Nuevo Absoluto de Iberico Rodríguez se ha abarrotado casi por completo. Las pocas personas que en esta ciudad se interesan por dicha clase de estudios, ya lo habían adquirido de otro caballero que trajo dicha obra con anterioridad a la remesa de Uds.
La nota de los que habían adquirido La Escena Contemporánea no se la remití por juzgar que quizá sería mejor para Uds. la de los que suscribieran a Amauta. Esta sí pienso remitírsela en cuanto haya un número de suscriptores más o menos numeroso.
Espero carta de su hermano, o, en su defecto, suya, para dar instrucciones a los agentes.
Reciba Ud. cariñosos saludos de todos los de esta casa y un cordial saludo de mi parte.
Alcides Spelucín

Spelucín, Alcides

Poetas nuevos y poesía nueva

Los juegos florales me han comunicado con la nueva generación de poetas peruanos. Mis andanzas y mis estudios cosmopolitas me tenían desconectado de las cosas y de las emociones que aquí se riman. Hoy no me creo todavía muy enterado de la calidad ni del número de poetas jóvenes; pero sí de la temperatura y del humor de su poesía. Naturalmente los juegos florales no han atraído a todos los poetas nuevos. Los más íntimos, los más recatados, los más originales, les han rehusado hurañamente su contribución.
Parcialmente comprendo y comparto el sentimiento que los ha alejado de la fiesta. Los juegos florales son una ceremonia provinciana, cursi, medioeval. Aquí resultan, además, una costumbre extranjera y postiza. Me explico que su coreografía anacrónica no seduzca a todos los poetas. El fallo del jurado último no debe ser tomado, por consiguiente, como un juicio sumario sobre la poesía de la última generación.
Fuera de los juegos florales, he conocido varios poetas que merecen ser tratados de otra suerte. Sobre ninguno de ellos se puede decir aún una palabra definitiva. Sus personalidades están en formación. Pero nos han dado ya algunas anticipaciones muy nobles de su porvenir. Luis Berninzone posee una fantasía poderosa que no necesita sino encontrar una forma menos retórica y un gusto menos ornamental. Arnaldo Bazán, que apenas si ha tenido algún furtivo contacto con el público, es ya un intérprete hondo del sentimiento trágico de la vida. Juan María Merino Vigil acusa en sus versos y en su prosa un temperamento lírico y panteísta de insólitos matices. Juan Luis Velásquez, niño-poeta o poeta-niño, tiene la divina incoherencia de los inspirados. Hay en su pequeño libro algunos bellos disparates y dos o tres notas admirables. Jacobo Hurwitz no debe ser juzgado por su incipiente libro, que contiene, sin embargo, algunas emociones originales y sutiles. Magda Portal es algo muy raro y muy precioso en nuestra literatura: una poetisa. Mario Chávez gusta del funambulismo agresivo y pintoresco de los futuristas. Su poesía, es un cohete de luces polícromo y estridente. En torno mío se habla mucho y muy bien de Juan José Lora, inédito hasta ahora. Y, probablemente, el número de los poetas de esta generación es mayor aún. Yo no intento enumerarlos ni calificarlos a todos en mi elenco.
No nos faltan poetas nuevos. Lo que nos falta, más bien, es nueva poesía. (Los juegos florales reunieron, sobre la mesa del jurado, un muestrario exiguo de baratijas sentimentales, de ripios vulgares y de trucos desacreditados. La monotonía de este paisaje poético movió, sin duda, a Luis Alberto Sánchez a negar en su vigoroso discurso que la tristeza sea el elemento esencial de nuestra poesía. Esta poesía, dice Sánchez no es triste sino melancólica. Triste es Vallejo; pero no Ureta. Yo agrego que, más que melancólico, el tono de nuestra poesía es hipocondriaco. Pero no acepto la tesis de que estos versos sean extraños al ambiente. No es cierto que nuestra gente sea alegre. Aquí no hay ni ha habido alegría. Nuestra gente tiene casi siempre un humor aburrido, asténico y gris. Es jaranera, pero no jocunda. La jarana es una de las formas de su astenia. Nos falta la euforia, nos falta la juventud de los occidentales. Somos más asiáticos que europeos. ¡Qué vieja, qué cansada, parece esta joven tierra sud-americana al lado de la anciana Europa! No es posible saberlo, no es posible sentirlo, sino cuando, en un ambiente occidental, confrontamos nuestra psicología con la de la psicología europea. El europeo tiene una espontánea aptitud orgánica para creer que la vida es bella; nosotros para suponerla triste, aburrida, pesada. “La vita e bella e degna di essere magnificamente vissuta” dice D’Annunzio y su frase refleja el optimismo de su pueblo apasionado voluptuoso y panteísta. El criollo es insensible a la ingenuidad de los ‘‘lieder” alemanes y escandinavos. No entiende la efusión, la plenitud con que el europeo se entrega íntegro, sin reserva a la alegría y al placer de una fiesta. Tampoco sabe que el europeo con la misma efusión y la misma plenitud se da entero a la vida. Aquí la embriaguez es melancólica o pendenciera y los borrachos, sin saber por qué lloran o riñen. Aunque una convención literaria y ridícula nos anexe a la raza latina -¡latinos, nosotros!- nuestra alma amarilla o cetrina no fraternizará jamás con el alma blonda de los occidentales. Nunca comprenderemos el valor eufórico del cielo azul ni de los verdes racimos del Latino. Hasta la voluptuosidad, hasta el placer son aquí un poco malhumorados y descontentos. Eros es regañón y agridulce. Nuestra gente, parece, casi siempre fastidiada, desalentada, nostálgica. Flotan los chistes sobre una laguna enferma, sobre una palude de tedio.
La tristeza, como todas las cosas, tiene sus calidades y sus jerarquías. Nuestra gente padece de una tristeza superficial e insípida. Por eso, Luis Alberto, la llamamos melancolía. Por la literatura y la vida europeas ha pasado una gélida ráfaga de pesimismo y de desesperanzas. Andrehiew, Gorky, Block, Barbusse, son tristes. El mismo Pirandello, en su actitud escéptica y relativista, también lo es. El humorismo y el escepticismo contemporáneos son amargos. Aparecen como la sonrisa de un alma desencantada. Pero los criollos no son tristes así. No son tampoco desesperada, trágica, wertherianamente tristes. Nuestra poesía no ha destilado, por eso el acre zumo, las “gotas amargas” de la poesía de José Asunción Silva, las raíces de la melancolía criolla, sobre todo de la melancolía limeña, no son muy profundas ni muy excelsas. Sus gérmenes son la pobreza, la anemia, la limitación, el provincianismo del ambiente. La gente tiene aquí muy modestos horizontes espirituales y materiales. Y es, en parte, por esta causa trivial, que se aburre y bosteza. Está además demasiado nutrida de malas lecturas españolas. Abundan en nuestra poesía mediocres rapsodias de motivos musicales flamencos o castellanos. El clima y la meteorología deben influir también en esta crónica depresión de las almas. La melancolía peruana es la neblina persistente e invencible de un trópico sin gran sol y sin grandes tempestades. El Perú no es solo Lima; en el Perú hay como en otros países, ortos y tramontos suntuosos, cielos azules, nieves cándidas, etc. Pero Lima da el ejemplo e impone las modas. Su irradiación sobre la vida espiritual de las provincias es intensa y constante. Solo los temperamentos fuertes -César Vallejos, César Rodríguez, etc.- saben resistir a su influencia mórbida. Finalmente, ¿no será acaso esta melancolía un simple producto biliar? “En el amor y en otras cosas de menor cuantía todo depende de la digestión” dice Luis C. López. Lo evidente es que vivimos dentro de un círculo vicioso. La poesía melancólica aburre a la gente y el aburrimiento de la gente segrega poesía melancólica. A algunos de nuestros poetas les convendría confesarse con un médico y, como en los versos de Silva, decirle: “Doctor, un desencanto de la vida, etc.” El médico les daría, también como en los versos de Silva, varios consejos higiénicos y un diagnóstico doloroso.
Es cierto que el mundo moderno anda neurasténico y un poco cansado, pero la neurastenia de las grandes urbes es de otro género y es además muy compleja, muy honda y muy pintoresca. La neurastenia de nuestra gente es artificial y monótona. Su cansancio es el cansancio de los que no han hecho nada.
Y no es el caso de hablar de modernismo. El modernismo no es solo una cuestión de forma, sino, sobre todo, de esencia. No es modernista el que se contenta de una audacia o una arbitrariedad externas de sintaxis o de metro. Bajo el traje huachafamente nuevo, se siente intacta la vieja sustancia. ¿Para qué trasgredir la gramática si los ingredientes espirituales de la poesía son los mismos de hace veinte o cincuenta años? “Il faut etre absolument moderne”, como decía Rimbaud; pero hay que ser moderno espiritualmente. Aquí se respira, generalmente, en los dominios del arte y la inteligencia, un pasadismo incurable y enfermizo. Nuestros poetas se refugian, voluptuosamente, en la evocación y en la nostalgia más pueriles, como si su contorno actual careciese de emoción y de interés. No osan domar la Belleza sino cuando la suponen suficientemente doméstico. El futurismo, el dadaísmo, el cubismo, son en las grandes urbes un fenómeno espontáneo, un producto genuino de la vida. El estilo nuevo de la poesía es cosmopolita y urbano. Es la espuma de una civilización ultrasensible y quintaesenciada. No es asequible por ende a un ambiente provinciano. Es una moda que no encuentra aquí los elementos necesarios para aclimatarse. Es el perfume, es el efluvio lírico del espíritu humorista, escéptico, relativista de la decadencia burguesa. Esta poesía, sin solemnidad y sin dramaticidad, que aspira a ser un juego, un deporte, una pirueta, no florecerá entre nosotros.
No es tampoco el caso de hablar de decadencia de la poesía peruana. No decae sino lo que alguna vez ha sido grande. Y una rápida investigación nos persuadirá de que la poesía de ayer no era mejor que la poesía de hoy. Los poetas de hoy no usan como los de ayer, unas melenas muy largas y unas camisas muy sucias. Su higiene y su estética han ganado mucho. Las brisas y los barcos del Occidente traen un polen nuevo. Algunos artistas de la nueva generación comprenden ya que la torre de marfil era la triste celda de un alma exangüe y anémica. Abandonan el ritornello gris de la melancolía, y se aproximan al dolor social que les descubrirá un mundo menos finito. De estos artistas podemos esperar una poesía más humana, más fecunda, más espontánea, más biológica.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Gamaliel Churata (Arturo Peralta Miranda), 27/11/1926

Puno, 27 de noviembre de 1926
Querido compañero
Carlos Mariátegui:
No tiene U. que agradecerme por la colaboración que presto a Amauta y Minerva. Cuando los hombres se reúnen con fines humanos, la colaboración es obligatoria y entonces el agradecimiento sobra.
Desde los primeros años declaré mi credo revolucionario. Cuando U. probablemente se nutría de selecta literatura, lo que sin duda le ha procurado esa admirable pureza y agilidad de su expresión, yo vomitaba (siempre sólo podré hacer eso) toda la dinamita que la esclavitud del indio producía en mis nervios. A los quince años desafiaba a duelo a un gamonal, a causa de los indios, y a los diecisiete me encarcelaban a causa de haber insultado el gobierno de Benavides. Soy, pues, orgánicamente, un vanguardista (en verdad que la palabra también me ha cansado) y mi colaboración a su labor obedece a eso, como a eso obedecerá la que preste cuando el momento de la liquidación haya llegado. Vuelvo a decírselo. No tiene nada que agradecerme.
Amauta y las publicaciones Minerva se venden en varios puestos, el principal en la librería Nueva. Esos señores perciben el premio que Uds. fijaron. De manera que puede U. tener la seguridad de que mi actividad será completa y alegre para colaborar con U. la obra que se propone (sólo conozco su espíritu; su programa no aunque huelga conocido aquél) y porque me doy cuenta de su importancia.
Ahora venga El Gamonal de las orejas. Su juicio me agrada. Tenía que venir así. Yo soy también blanco de conciencia y gusto de las palabras escuetas. Ha acertado U. y no podría ser de otra manera, puesto que es U. un hombre de corazón y un crítico perspicaz y bien documentado. Precisamente me proponía no llegar al relato al hacer un panfleto: El Gamonal, según entiendo, es una composición donde no escasea la vida expresada por una bestia de nervio sensible.
No; nunca tuve la idea de enviarle eso para la publicidad. Conozco las concesiones que una revista tiene que hacer, para subsistir. Yo buscaba su opinión, ésta ha llegado y ha llegado limpia y ventilada y además certísima y me basta, querido compañero. Y gracias le sean dadas por este consejo y los que todavía pueda darme en el curso de nuestra ingenua actividad de escribientes.
Le ruego decir al señor Gerente mis recados respecto a pedidos de libros que le hice, y recomendarle me envíe algunos catálogos de obras nuevas que tengo unas diez librejas para comprar libros. Deseo la Revista de Occidente, una colección y una suscripción para el año que se avecina.
Le abrazo cordialmente, compañero Mariátegui. Este movimiento cordial que nos une, tiene entre tantas ventajas, la de aproximar a los hombres, rompiendo las distancias que inventó la cortesía burguesa. Suyo
Churata
Tan pronto como pueda voy a arañarme algo para Amauta.
Sin compromiso de publicidad, le remitiré pronto algunos trabajos de muchachos de acá, por si los juzgue de interés. Sobre todo de orden sociológico.
Sabogal me devolvió Tojjras. Cuánto lamento que su amable solicitud haya llegado tardía.
Otro abrazo.
Le ruego dar El Gamonal a Magda, quien deseo que lo conozca.

Gamaliel Churata ( Arturo Peralta Miranda)

Retrato de Carlos Montenegro

Tarjeta postal con el retrato de Carlos Montenegro realizado por Jorge Mañach con la siguiente dedicatoria:
Para "Amauta" en el Perú.
Montenegro
abril 1929
Al reverso: Carlos Montenegro. Apunte de Jorge Mañach
Con letra de José Carlos Mariátegui: 5 cent ancho

Mañach, Jorge