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José Carlos Mariátegui La Chira Valdelomar, Abraham América Latina
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Carta a Bertha Molina (Ruth) [2/1916]

Amiga mía:
Estas son las cuartillas en que escribe a veces Juan Croniqueur. No tengo a mano la Underwood donde tanta ayuda encontré. Produje en ella mucha prosa. Versos nunca. Son cosas incompatibles.
Le escribo a Ud. desde el Convento de los Descalzos, Esta mañana he venido aquí porque el padre Aramburú me había invitado y porque es plácida, grata, dulce y reconfortante esta soledad. Me acompaña un artista, cuyo espíritu es selecto y comprensivo. Y he venido también para escribir. Y he venido también para escribir una novela corta, un cuento que será el primero de los que voy a reunir en un libro. Quiero publicar primero este libro de cuentos, para ratificar mi personalidad como prosista. Mi prosa es más accesible a la inteligencia del público que mis versos. Estos son muchas veces abstrusos, exotéricos, extravagantes. Responden a complejos estados de alma y no es posible entenderlos sin conocerme. Son pocas las personas que gustan mucho de ellos. El Conde de Lemos, More, yo, escasas gentes mas. Yo amo y admiro mis versos. ¡Los siento tan sinceros y tan hondos! Sé que no he apresado en ninguno de ellos toda mi emoción artística, toda mi sensación íntima y esto me atormenta. Tal vez en uno de ellos que llamé "Viejo reloj amigo..." apresé toda mi visión.
Por este motivo, mi libro de versos no aparecerá antes de seis meses. Me preocupa la cuestión del prólogo. Busco entre los literatos cuajados, uno bastante comprensivo. Y he pensado en Luis Fernán Cisneros. El lo hará con gusto y bien.
Repito que he venido para escribir una novela corta. Tendrá francos y tibios perfumes de voluptuosidad y de amor. Y por eso he buscado este asilo místico. Es una paradoja. Hoy inquiero la voluptuosidad del misticismo y mañana, tal vez, el misticismo de la voluptuosidad, ¿Gusta usted de las cosas paradojales? Yo las amo mucho.
Conforme le prometí, tuvo Ud. ayer mi recuerdo en el lunch. Mi brindis íntimo fue por Ud. Me rodearon amigos leales. Faltaron todos los que temen las actitudes rebeldes y se asustan ante el fantasma del poder y la influencia de los monos de la casa de Pando. Me enviaron su adhesión personas altísimas cuyo aplauso me enorgullece. Guardo para mí sus nombres que he sustraído la publicidad. También he sustraído a la publicidad mis frases de agradecimiento.
Tuve el propósito de renunciar al agasajo. No lo hice porque no se tuviera asidero para acusarme una vez más de pose o teatralidad.
¿Por qué soy triste? ¿Quién sabe nunca el origen de estas cosas? Mi tristeza tiene vieja genealogía. Mi alma está de antiguo triste porque el dolor es la verdad única de la vida. Pero el dolor y la tristeza son cosas voluptuosas que hacen a veces al espíritu más bien que la alegría y el optimismo.
Aquellas son...

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 4/2/1916

[Transcripción literal]
Lima, 4 de febrero
Srta Ruth.....
Pte.
Amiga mía:
La segunda carta de usted no tiene la simpática familiaridad de las últimas líneas de la primera. No me trata como quisiera tuteándome. Esto no es razonable. Confío en que su inteligencia evitará en que reincida usted en tal desacierto. Yo tendré gran satisfacción en decirle también tú. Pero es galante que Ruth dé el ejemplo.
Efectivamente le escribí algunas líneas al correo. Muy pocas. Siento que se hayan extraviado. I opto por garantizar mejor la remisión de esta carta. Esto le demostrará que su persona me inspira mucho interés. En sus cartas hay huellas de una alma grande que lleva en sí la gran virtud de la sugerencia. Este valor espiritual no es corriente. Creo que entre estas gentes como entre todas las de la tierra abundan las que poseen inteligencia y aún talento. Faltan almas exquisitas, almas sutiles, almas diáfanas. Sobran las almas bastas, las almas turbias, las almas groseras. Yo conozco, como es natural, muchos hombres de talento grande o mediano. Conozco muy pcos de alma exquisita. Entre los mejores literatos es raro hallarlos. A lo mejor nos lastima una grosería espiritual de ellos.
Por eso me seduce el encanto que hay en sus líneas muy sencillas pero muy sugerentes. De otro modo no le dedicaría la atención de ocuparme de sus cartas y responderlas con todo cariño. A diario recibo anónimos en que me elogian ó zahieren. I enseguida los rompo. No pocas veces me hacen reir y esto ya es algo.
No tiene usted nada que agradecerme y yo si mucho. El hecho de que el Conde de Lemos y yo hallamos despertado su atención es indicio de que usted es un espíritu comprensivo. Por lo regular opinan de ambos que somos extravagantes.
Mañana le escribiré. No quiero hacerlo sin saber que esta carta haya llegado a sus manos.
Tengo mucha intuición,- es casi lo único que tengo y puedo afirmarle que sé ya quien es usted. Si no lo sé bien, mi sospecha será en cualquier momento una certidumbre. Si usted tuviera la delicadeza de enviarme un retrato me haría un regalo exquisito. Espero que fiará en mi discreción. Las almas bastas que andan en rededor mío como en rededor de todos, no merecen que llegue a su conocimiento esta correspondencia sentimental.
Ahora me hostigan llamadas y exigencias menudas.
En el lunch que me dan algunos amigos me acordaré mucho de usted.
Voy á releer su carta que es simpatiquísima.
Su amigo
Juan Croniqueur
[manuscrito]
Post Data: No quería escribirle a máquina. Pero Juan Croniqueur es solemne flojo. Perdónelo no su gracia a la post-data.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 28/2/1916

[Transcripción literal]
A Ruth:
He leído con mucho interés su carta. Y la he releído con más interés acaso. Deseo que tenga usted la gentileza de pedir una carta mía en el correo. El Conde de Lemos, de quien me hablan usted, tambien me ha confiado que la ha escrito al correo, respondiendo otra inquietante carta suya. Soy ya su amigo.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 2/4/1916

[Transcripción literal]
Lima, 2 de abril de 1916
Dulce amiga:
Ayer he recibido tu carta, como todas muy interesante y ha sido grande mi satisfacción leyéndola. Todas las confidencias de Ruth incógnita y misteriosa tienen para mí un encanto singularísimo.
Tu regalo me produjo en el primer momento una impresión supersticiosa. Fué ayer á las 3 de la tarde mas o menos cuando me fué entregado la carta y yo me encontraba en el peor estado de ánimo que es posible imaginar. Tan aburrido que, á pesar de mi obligación de hacerlo, no quise escribir nada para la edición de hoy. I como tenía el ofrecimiento de tu retrato, antes de leer la carta que la acompañaba, la calavera aquella me hizo la impresión de una broma macabra. Si sin intención tuya, tales formas toman tus líneas cuando dibujas, no vuelvas á dibujar Ruth, á menos que te empeñes en asustar á tus amigos sensibles y en mal estado de ánimo. De todos modos, gracias por la delicadeza de la primicia artística. Eres muy gentil Ruth.
Lo serías mucho más indudablemente si hubieras cumplido tu promesa de enviarme tu retrato y renunciar siquiera en parte á tu sigiloso incógnito. Seguramente lo merezco. A pesar de todas mis aparentes complicaciones, soy en el fondo un alma ingenua y sencilla que á pesar de estar tan vivida se acuerda á veces de que alienta una envoltura de diecinueve años.
¿Has sufrido Ruth? Eres entonces un espíritu que ha sentido la vida. El dolor es la única verdad. El dolor es purificador. En mi ha hiperestesiado todas mis aptitudes artísticas, todas mis sutilezas espirituales. Yo he sufrido y sufro probablemente más. Sufro un casi aislamiento, una absoluta soledad. Su fuera un pobre diablo no sufriría, porque podría vivir satisfecho con mi situación, con mis simpatías y mis afectos, con los veinticinco, cincuenta o cien bellacos que me dicen su amigo y que me acompañan á ver una función ó á tomar un helado, con las espectativas de que algún [día] me dén un puesto en Europa, con los halagos y atmósfera que esta calidad de escritor y literato crean siempre como una compensación para los pobres de espíritu. Pero como no soy un pobre diablo y tengo máximas sensibilidades desprecio todas estas cosas que á otros complacerían en sumo grado. Tengo la mala suerte de que mi corazón influya en mi vida definitivamente y que mi cerebro en cuanto á mi vida se refiere no influya en nada. Es una gran desgracia. ¡Si mis sentimientos obedeciesen á mis ideas, cuán infinitamente feliz sería, cuán ferozmente egoísta, cuán super-hombre! Pero es imposible Ruth y no hay mas remedio que someterse á esta dura rendición de haber nacido sentimental y delicado.
¡Oh si yo estuviera por lo menos voluntad! ¡Si no fuera un abúlico! ¡Si no sufriera esta abrumadora pereza! Tendría por lo menos la satisfacción de hacer obra y de vivir fecundamente. Pero no se qué orgullo artístico me hace repudiar el trabajo y no tengo voluntad para vencerlo. Si Ruth tuviera voluntad podría prestármela.
Recuerdas al principiar tu carta un verso mío. ¿Es sinceridad o es galantería? Si es sinceridad me enorgullece mucho porque fue ese soneto uno de los que mas fielmente tradujo una emoción mía. Yo había dialogado con el reloj familiar y tenía para él esta deuda de cantarle.
El Conde de Lemos no me dejó precisamente algunas líneas para tí. Me dijo que antes de marcharse te las dirigiría. No sé si lo hizo. Creo que volverá muy pronto. Esto me satisface porque si aún no sé si es absolutamente buen amigo sé en cambio que es un gran espíritu comprensivo. Con él puede conversar mi espíritu y puedo prescindir de todas las banalidades estúpidas que tengo que emplear para todos los demás diálogos.
Son las tres y media. En este instante un "amigo" me ha llamado por teléfono para decirme así: ¿Qué te hiciste anoche? Te espero á las cinco en el Palais. I yo he contestado resignadamente que estaré á las cinco en el Palais. Ahi soportaré un millón de vacuidades y me aburriré probablemente. ¡Es una lástima!.
Me voy pues á la calle. Si no lo hago el director llegará y me hará la pregunta eterna de si no escribo "algo" para mañana. Y si le digo que he escrito sobre el "Devocionario" de Augusto Aguirre Morales pensará que no escribo sobre cosas prácticas.
Adiós Ruth y no te hagas esperar mucho. I xxxxxxxxxxx otórgame, piadosamente, un poco más de confianza.
Yo te espero.
Juan Croniqueur

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 26/4/1916

[Transcripción literal]
Dulce amiga:
Quise contestar ayer mismo tu carta amabilísima pero me faltó en todo instante tranquilidad para hacerlo. En esta imprenta me asediaron los amigos y yo no quise exponer nuestra correspondencia sagrada á su curiosidad ó indiscreción.
No he recibido la carta á que refieres. Supongo que en ella acusarías recibo de dos cartas mías de las cuales no me has hablado, una del jueves antepasado y otra del domingo antepasado también. ¿O no las has recibido? Contéstame Ruth. Quiero que me hables de lo que me decías en esa carta que no ha llegado á mi poder. No dejes de hacerlo y perdóname. Pero crée que si te lo pido es porque no quiero perder una sola de tus líneas dulcísimas.
Tu carta ha traído luz y perfume á mis instantes. Sus páginas llenas de sinceridad, afecto y espontaneidad me regocijan y complacen. Son una voz amiga que llega hasta mi compasiva y bondadosamente. I yo amo esta voz amiga que así me consuela y tonifica.
"El joven X" es seudónimo de Yerovi. Algunos han creído como tu que talvez era mío, porque hace poco tiempo firmé algunas revistas teatrales con el seudónimo del Joven H., simultáneamente con Yerovi que formaba otras sobre la misma compañía con el suyo de "El joven X"
El Conde de Lemos está en Ica, No hace falta mas detalle enla dirección, pero no te aseguro si el 27 no habrá salido ya en viaje de regreso. Es probable á juzgar por una carta suya que tengo á la vista.
¿Qué hacía yo el domingo á las tres de la tarde? No había salido aún de mi casa. Salí minutos después y vine á esta casa á aburrirme con la lectura de los periódicos. En la calle me dijeron que los yanquis se habían marchado. Yo estaba en babia. Salí a las seis de esta imprenta para ir al Palais, donde estuve un rato con un amigo escritor y luego con el que tu me viste: el pintor alemán Grimm. Es un buen hombre que no sé si me entenderá ó me querrá. Es difícil. Pero es sujeto que me sirve para pasar un rato en el Palais ó en cualquiera otra parte, porque cuando me habla le hago caso si quiero. A veces me dice cosas que yo no le escucho. Como es alemán no se dá cuenta. Esto es para mi muy cómodo.
¿Cuando llegará á tus manos esta carta? ¿Demorará mucho? ¿ Estará muy pronto en tu poder? ¿La esperas tú? ¡Quien sabe!
En el próximo número de Colónida, que según me dicen saldrá el sábado, hay unos versos míos. Los escribí en el Convento de los Descalzos y reflejan cosas de la vida mística. Los he vivido. Te digo que saldrán, pero te agregaré que salvo capricho en contrario de Federico More que dirige accidentalmente "Colónida" y de quien estoy separada por motivo del concurso de madrigales. Le ha disgustado que accediese á la publicación de "El Comercio" y crée que el asunto del fallo me ha molestado. ¡Qué tontería! Soy incapaz de preocuparme de concursos de madrigales y mi vanidad no sufrirá nunca en un torneo de esta clase, mucho menos cuando las composiciones que publiqué fueron las últimas que quedaron en la selección final junto con la premiada. En un concurso de poesía honda y no frívola pondría algún empeño, todo el que me permitiese mi abulia, pero en un concurso de madrigales, basta con lo que hice: escribir mis versos en la tarde del día en que se cerraba el concurso y ponerlos en el correo á las 11 de la noche.
A ti que eres toda sinceridad no te voy a hacer la ofensa de hablarte con la "pose" ó la teatralidad de que me acusan todos los que mal me quieren. Créeme pues lo que te digo. Este menudo incidente no me ha preocupado. Tu leerás mas tarde el madrigal premiado y reelerás los míos para que me digas si por lo menos en los míos no ha estado el sello de mi personalidad y de mi originalidad. Para mí es todo mi mérito.
Pero todas estas cosas son vulgares y odiosas y deben estar al margen de nuestros temas, Ruth. Tu sabes que si yo quisiera hacerme camino de arribismo lo haría. Tengo toda la prensa fácil á mi sugestión, exceptuando los periódicos de laos mandriles, con los cuales me enemisté por sobra de orgullo é independencia, porque también pude usufructuar su elogio. Mas, ¡qué me importa el público, amiga mía! Me basta mi vida interior. I en ella me refugio.
¿Te interesa esto Ruth? Perdóname.
¿Cuando volverás á escribirme? ¿Pronto, verdad? Tu eres muy buena y yo no lo soy tanto como para merecerte.
Seguiría escribiéndote pero temo cansarte y temo también que alguien interrumpa la soledad de mi oficina. No hay nadie en ella ahora. Está solo tu recuerdo.
Adiós Ruth
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 7/5/1916

[Transcripción literal]
Ruth, dulcísima:
Tu carta del sábado está ante mis ojos, sobre la mesita de la Underwood. Yo la he releído con gran cariño. I como son las once de la noche del domingo, yo no quiero que transcurra el día sin haberte contestado, confidente amabilísimo.
Tus reproches á mi pereza son poderosas y gratas solicitaciones á mi voluntad, á mi voluntad que desfallece. Tu palabra me alienta y tiene un alto valor de estímulo y apoyo para mí. eres mi consoladora amiga. Tienes razón, Ruth, hay que luchar. Yo lo pienso muchas veces y entonces me propongo trabajar, escribir, esforzarme. Me prometo entonces publicar después de mi libro de versos, inmediatamente, un libro de cuentos que tengo casi listo y cerrar el año con un libro de artículos cuidadosamente seleccionados entre los innumerables que he publicado. Pero, viene después el fallecimiento, el olvido y la eterna frase de: "Mañana lo haré. ¡Hoy es tan grata esta ociosidad!"
Insisto. El criterio puede no modificarse en sus generalidades. Pero, ¡qué importa!. Por encima del criterio mas arraigado, de los pensamientos mas firmes, están los latidos de nuestro corazón. ¡Son los sentimientos los nuevos! ¡Son ellos los que nos asaltan! ¡I son ellos los que nos gobiernan! Esta es la única verdad de la vida. ¿Crees tú? Yo también pienso en la necesidad de la fortaleza y del egoísmo, pero tengo un alma sencilla y buena, en el fondo de tanta aparente nebulosidad, que se prodiga y que me contradice cada cinco minutos.
"Esa" no fue mala, Ruth. Tuvo un significado incidental y acaso necesario ó imprescindible en mi vida. Ella llenó su rol no más. Fue todo lo bueno que le permitía su educación, su frivolidad y sus aspiraciones. Y me dio un poco de cariño. Todo el que podía darme. Sin avaricia y sin usura. Si no supo entenderme, no tenía la culpa. Yo no le podía pedir á ella ni á ninguna el sacrificio de comprender y tolerar lo que para la gente tranquila y burguesa es extravagancia y talvez locura. Como mucha gente supo admirar el talento del escritor, pero no su alma. Pequeñas deficiencias de comprensión que no es posible calificar de falta, porque sería necesario acusar á casi todo el mundo.
"Esa" no puso en mi vida ninguna tristeza. Mi tristeza es remota.
"Sor Folie" es mujer. No recuerdo su nombre en este momento, pero voy a averiguarlo para comunicártelo. Es una infeliz á quien por sus artículos detesto. Predica unas extravagancias histéricas que delatan a la mujer que no ha vivido. Es el suyo el gesto airado de la mujer que pasa por el mundo, sin que perfumen su vida una caricia ó un amor. ¡Pobre sor Folie! Compadezco en ella á todas las Sor Folie que hay en el mundo. A mi juicio Ser folie es solo "un caso". Su examen no corresponde al literato ni al psicólogo; simplemente al médico. Verdad, Ruth.
Tienes razón. Hace falta Abraham, More sigue indignado contra mí. Siento perder su amistad, pero me temo su enemistad. ¡Uno más, que importa! Estoy resuelto á soportar que todos mis amigos literatos se tornen enemigos y detractores míos. Los versos míos que debieron publicarse, fueron escogidos, entre otros que le mostré, y me fueron pedidos, por el Conde. Yo no tengo empeño en que mis versos se publiquen, porque prefiero conservarlos inéditos para mi libro. Creo que mi libro saldrá antes de dos meses.
Tus versos, simpáticos como todo lo tuyo. Hay en ellos el mismo dejo de grave y reflexiva travesura que aparece en todos tus gestos.
Hoy te he visto en el Palais Concert. Tu sonrisa y tu mirada están aún ante mis ojos como tu carta. ¿Me acompañarán mucho?
Espero tu carta. No me la hagas esperar mucho. Ignoras cuanto placer me dás con ellas. Escríbeme bien largo.
Concluyo. Han irrumpido en la imprenta gentes bulliciosas que me llaman y me instan. Me interrogan, asomándose á mi oficina: "Apúrate" ¿Qué escribes? ¿Un artículo? ¡Déjalo para mañana!.
Son impertinentes y son odiosas.
Adios Ruth. Al quitar de la máquina esta cuartilla la besaré con unción. Devotamente.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 19/5/1916

[Transcripción literal]
19 de mayo
Ruth amabilísima:
Perdón Ruth, Hasta hoy no me ha sido posible cumplir con mi ofrecimiento de escribirte. Tu sabrás disculparme. Es siempre la intranquilidad de esta vida de escritor de periódico la que me sustrae á tan íntimas obligaciones. Está uno á merced de toda la gente que lo asedia y lo llama.
El domingo también quise escribirte extensamente, muy extensamente, pero no he podido hacerlo.
El lunes tuve la gran satisfacción de verte. Pasaste por el Palais y sentí como una consolación tu mirada y tu sonrisa.
Todas la tarde salgo. Estoy en mi casa hasta las 4 regularmente, porque hasta esa hora me retiene la lectura o la siesta. A las 4 vengo á La Prensa ó voy al Jockey Club. La charla, aquí o alla, sobre literatos y caballos respectivamente, me distrae hasta las cinco y media. A esta hora tomo the, el ritual the que amenizan las vienesas. Después, el cinema ó el teatro que son siempre preferibles al chisme del Palais, insoportable, completamente insoportable. Si tu sales frecuentemente á las 6, me soprende no verte siempre.
El "dejo de reflexiva travesura". Pero, si está claro, Ruth. Es precisamente una travesura tuya que pretendas que te lo explique mejor. Tu lo entiendes bien seguramente. ¿Esto de haber creado esta correspondencia confidencial no fué obra de una travesura? Pero, una travesura grave, reflexiva y simpatiquísima. No fue una travesura trivial y vulgar.
El domingo te incluiré en mi carta una página de "Alma Latina" en que se publican versos míos. Los escribí en el Convento de los Descalzos, donde hice otros mas de sensaciones místicas. El proyecto de escribir en el Convento una novela corta me fracasó completamente. El ambiente del convento era refractario á la sugerencia de ambientes extraños y sus sensaciones me ocupaban por completo.
¡Mira, qué sentimental soy!
Tuve que dejar de escribir en máquina, porque asaltaron la oficina muchos inoportunos. ¿Qué escribías? ¿Versos? ¿A ver?
Otra vez los inoportunos impiden a Juan Croniqueur decir mas cosas a Ruth.
Dejaré esta carta antes de irme á almorzar. ¿Cuando la recibirás?
Ha llegado Valdelomar. Está gordo y un poco provinciano. Ya Lima lo adelgazará. He conversado mucho con él. Me preguntó: - ¿Sabe Ud. de Ruth? Le mentí: -No. -¿Sabe Ud. quién es?- Tampoco. Seguimos hablando de otras tonterías.
Hasta pronto.
Con toda mi simpatía.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 1/6/1916

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
01 de junio
Dulce amiga:
Perdón. Te escribo solo hoy porque no he podido o no he sabido hacerlo antes. No me he sentido hasta hoy lo suficientemente solo para escribirte. Ocurre Ruth que yo no escribo nunca en mi casa. Nunca casi. Y en la imprenta ó en el Jockey Club me rodean y a veces por completo muchas miradas y muchas voces. Hay ocasiones en que apenas salgo de mi casa, me encuentro con alguien que me acompaña y que no me deja. Si me deja lo reemplaza otro u otros.
He sentido de veras no escribirte. Mas he sentido no verte el domingo. ¿No saliste? ¿Fuiste al teatro? Yo voy al Colón con mucha frecuencia también porque hay que aburrirse en alguna parte y siempre una comedia entretiene.
Celebro que te gustasen mis versos. Una de esas composiciones ha salido también en "Vesperal". En esta revista hay también una hermosísima página de Abraham.
Los estudiantes y la huelga no me interesan. Ascanio ha buscado un éxito fácil. Yo no sabría nunca ser leader de cualquier grupo. Tengo mala idea de nuestra juventud y sé que estos movimientos nunca hay ideas sino intriga. Estoy completamente desencantado de la gente de esta tierra. Verdad que nunca fui optimista sobre ella.
El turf no me quita tiempo. Solo me ocupa tres o cuatro horas a la semana. Soy director en el nombre. Solo organicé las secciones y ahora escrito dos o tres artículos para cada número. Todo lo hacen en el Jockey Club. El periódico se hace solo. Revista, programa, pronósticos. Todo está hecho. La verdadera causa de que no salgan mis cartas está en que desde que se encuentra ausente el director de La Prensa no hay ya quien me exija la puntualidad en mis artículos. Yo soy perezoso y abúlico. Sin embargo, para mañana he escrito. Acabo de corregir la prueba. Y me propongo seguir escribiendo por lo menos una vez a la semana.
¿Vas el domingo al Palais? ¿al Colón?
No le he preguntado nada a Abraham porque cuando he querido hacerlo y le iba ya a interrogar, he tenido miedo de reirme y hacerle comprender la comedia. El es experto en comprender una comedia. ¡Como todo el día hace teatro!
Perdona mi retardo. Y escríbeme.
Te espero
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 8/6/1916

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
8 de junio de 1916
Dulce amiga:
No voy á intentar exucsarme nuevamente por este segundo retardo. Sé que eres infinitimente buena y que me perdonarás. No creas que sea posible que te olvide. Aunque deje de escribirte algunos días, no ha de abandonarme tu recuerdo.
El domingo á que te refieres en tu carta había dejado en el Palais algunos amigos para dejar un encargo en la La Prensa. Me demoré mucho probablmente y ellos se marcharon. Cuando me viste era sin duda que los buscaba. Yo no te ví y opté por refugiarme en el Colón. No me gusta estar solo. Unicamente me place la soledad cuando es absoluta; no en las calles en medio de un torbellino de conocidos y desconocidos.
No te he saludado hasta que recibí tu carta porque tu no me habías autorizado para hacerlo. Creí que mi salud o talvez sería imprudente. Por eso lo limité á una sonrisa. Pensaba que tu hermano, ó quien te acompañase, podía mostrarse sorprendido ante nuestro conocimiento. Me agrada la franqueza con que me has reclamado el cumplimiento de una cortesía elemental y me reprochas amablemente mi cobardía ante el convencionalismo. Solo que el saludo en su forma cortés es también otro convencionalismo. De las personas que me saludan, solo le contestaría yo al diez por ciento.
No había visto "Lulú". Aún no he tenido ocasión de ver tu cuento; pero lo haré. I te diré mi opinión franca. No volveré á "simpático artículo".
A pesar de que todos los días, -en la tarde, en la noche y en la mañana- veo al Conde de Lemos, no me he atrevido á preguntarle sobre tu carta, por el motivo que te dije. Temo que adivine mi farsa. Entre nosotros, somos absolutamente sinceros. A nosotros mismos cuando hablamos con otras personas nos dá risa la diferencia de las palabras y actitudes que entonces empleamos con las que empleamos en la charla íntima. He resuelto que el Conde se aficione á las carreras. Desde el domingo irá todas las reuniones hípicas conmigo.
Estoy aburrido. No tengo deseos de trabajar. Todos los días propongo empezar a trabajar el día siguiente y el día siguiente vivo la misma vida infecunda y frívola y hago el mismo voto de trabajo. Qué se va a hacer.
No te escribo mas porque ya es muy tarde y me aguardan. He aprovechado para escribirte unos minutos que he dejado al escritor argentino Mertens, mientras conversa con otros redactores. No durará mucho su charla y vendrá por mí. Lo presiento. En la habitación contigua conversa precisamente el Conde de Lemos.
Hasta muy pronto.
Con toda mi devoción.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 11/6/1916

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
8 de junio de 1916
Dulce amiga:
Ahora soy puntual. Te escribo en la imprenta a las 11 pm. La máquina está descompuesta. Y temo que no tarde en interrumpirme Valdelomar que debía haber llegado á buscarme a las 10 y 30 pm. No fuí al colón por él que me hizo permanecer en el Palais, a nuestro regreso de las carreras. Ayer me dijo espontáneamente que el viernes había recibido carta tuya. No le hice teatro. "A mi ha escrito una o dos veces" No hablamos más. Mas tarde me preguntó: Sabe ud quién es. Yo le dije: No. Se vé que no te ha escrito y que acaba de recibir tu carta.
Hoy he sentido mucho no verte. Quise ir al Colón, pero ya te dicho por qué no me fué posible.
He ofrecifo a la compañía Mario escribir una comedia o un drama. Puede ser, pues, que me anime a trabajar. Aún no he pensado tema ni nada. Tampoco cuando pondré manos a la obra. Veremos si me animo.
Recibí tu segunda carta ¡Cuán grata!
El domingo no fui al Colón. Mejor dicho, fui con el Conde pero se desanimó de quedarse porque encontró en el palco del periódico peronas que no le son gratas.
No he leído el libro de León, a pesar de que te prometí escribir sobre él. Un ejemplar me lo perdió el Conde. Y otro me lo robaron en la La Prensa. Tengo noticia desfavorable de la novela por dos o tres personas. Parece que es una especie de biografía y esto es mucho para 100 páginas escasas. Parece también que está muy desprovista de arte. Quiero leerla bien sin prejuicio. Estimo a León de quien soy bastante amigo. Ahora le veo bastante dominado por More que es versátil e inconsecuente.
Los literatos de nuestro medio me tienen harto. Excepto algunos buenos amigos: Valdelomar, Antuco, Zapata y otros, el resto me fastidia.
Mañana te escribiré largo.
Dime también muchas cosas.
Necesito mucho tu consuelo y tu amparo.
Adios.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 1-8-1916

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
1 de agosto
Debo pedirte esta vez mas perdones que nunca. Yo no sé porqué solo ahora te escribo. No ha sido, por supuesto, porque las fiestas me hayan interesado. ¡Qué horror! Ha sido mas bien porque he estado escribiendo un drama. ¿Un drama? Sí, drama, en colaboración con Valdelomar: "La Mariscala". Lo escribimos a prisa, porque mucho antes de tener hecha una sola escena ya lo habíamos ofrecido a la Compañía y anunciado por lo periódicos. A última hora no hemos tenido, ante las instancias, otro remedio que escribir versos y enlazar escenas. Yo me muero de risa ante el drama. El Conde también. Somos tan flojos que aún no lo hemos copiado a máquina.
He tenido la indignación de que tu carta fuese profanada por sabe Dios que clase de gente. En el escritorio del director había un sobre
rotulado para él lo habían puesto ahí. Lo abrió en mi presencia y me dijo: "Esto no es para mí. Qué raro." Yo me indigné reconociendo la letra. He recibido solo una carilla de tu articulo. Tu carta no sé si habrá llegado completa a mi poder. Dime cuántas hojas tenía. Dime si empezaba diciendo: "Recibí tu carta después del cinema." Y si tiene dos hojas.
Algunos de los empleados de administración que traen las cartas del apartado, ha sido el autor de la innoble hazaña. Nome vuelvas a escribir al apartado. Escríbeme sin dirección. Yo iré al correo.
¿Cuando nos veremos?
Yo me aburro como siempre. Ahora un poquito menos porque el periódico me da algo que hacer. Y, el drama. ¡Ah, el drama!
¿Qué has hecho tu en estos días? ¿Te has paseado?
Dime si me has escrito con posterioridad a la carta a que aludo.
Y no pongas otra dirección que esta: J.C. Mariátegui, porque hay otro Carlos.
Perdóname si estas resentida conmigo. Sé que me he portado mal.
Te espero. Y sé que vendrás, pero indulgente y buena como siempre.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Bertha Molina (Ruth), 11/10/1916

Transcripción completa (se ha respetado la grafía del original):
11/10/916
Anoche te recordé tan intensamente que hoy he sentido la obligación imperiosa de escribirte.
Tu que has perdonado muchas veces mis olvidos, sabrás perdonar también que esta carta haya tardado tanto, y sabrás comprender que esta tardanza no puede deberse a que haya dejado de recordarte.
Yo no sé explicarte por que he dejado de escribirte.
Y me apresuro a escribirte para reclamarte también que me escribas. Al trazas estas líneas pienso en que tendrás la eficacia de proporcionarme el bien inapreciable de tus cartas, interrumpidas desde hacer tanto tiempo.
No tardes en escribirme y hazlo con extensión.
Perdona mi exigencia.
Tengo una intensa inquietud espiritual que se refleja en parte en un artículo del lunes.
¿A qué hora recibirás esta carta?
Son las 11 a.m. Te escribo en mi oficina. Y debo hacer luego un artículo sobre no sé cual tema trascendental.
Dime muchas cosas.
Y recuérdame.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Ricardo Vegas García, [11/1925]

[Lima, noviembre de 1925]
Querido Vegas:
Escribiré, como por teléfono le dije, sobre Europe. Le envío un ejemplar. El director es Albert Cremieux. Los jefes de redacción, René Arcos y León Bazalgette. Pero la revista está situada bajo la influencia y el auspicio de Romain Rolland. Los penates de la casa son Rolland y Duhamel. La colaboración es muy internacional. Uno de los colaboradores es Unamuno, cuyo libro L’Agonie du Christianisme ha sido publicado en francés precisamente por Rieder, editor de la revista.
Le adjunto unas noticias y fotos para su ‘vida literaria’ que es muy interesante.
Mi libro se está encuadernando. Falta la carátula. Vallejos no ha hecho aún la testa de la Minerva. Dígale que Minerva paga a sus colaboradores artísticos.
Le encarezco mucho ocuparse del asunto del libro de Valdelomar. Quiero hacer dos libros de Valdelomar: La Aldea Encantada y uno de cosas humoristas, sus ‘neuronas’ y diversos ensayos. A la Aldea se le podría anexar Verdolaga tragedia campesina, aunque esté inconclusa. ¿No se podría conseguir que la familia me mandara, como a editor y amigo de Abraham, sus originales y recortes para iniciar una edición de sus obras mejores? Gestione Ud. esto.
¿Cuándo viene para que charlemos largo y tendido? Prepare el Anecdotario.
Cordialmente lo abraza su amigo y compañero.
José Carlos
Si le es posible ver a Iberico, propóngale la edición de un volumen de sus últimos ensayos, con algún trabajo nuevo, su anunciada conferencia sobre el espíritu religioso en Dostoyevski por ejemplo.

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta a Carlos V. Chávez Sánchez, 27/11/1925

Lima, 27 de noviembre de 1925
Señor Carlos V. Chávez Sánchez
Piura
Muy estimado amigo y compañero:
Fabio Camacho, dilectísimo compañero, le entregará estas líneas. Con él le envío, también, mi libro que acaba de aparecer. Le presento y recomiendo a Fabio como a uno de mis mejores amigos.
Ya estará Ud. enterado de lo que se propone la Editorial Minerva fundada por mi hermano: la edición de un libro mensual nacional o extranjero. Entre los primeros irán El Nuevo Absoluto de Iberico Rodríguez, Tempestad en la Sierra de Luis E. Valcárcel, La Aldea Encantada de Abraham Valdelomar, una selección de cuentos de Manuel Beingolea, un libro de Antenor Orrego, Corazón Payaso de Guillén, una novela de Falcón y traducciones especiales para Minerva de libros de Istrati, Romain Rolland, Gorki y otros. ––Le he escrito a López Albújar pidiéndole la segunda serie de Cuentos Andinos. Y hay muchos otros libros en vista.
Escribo al doctor Carranza proponiéndole que la librería de El Tiempo represente en Piura las ediciones de Minerva. Pero hace falta una representación activa. Cuento, seguramente, con el valioso concurso de Ud. ¿No es cierto?
Por lo pronto, me urge saber cuántos ejemplares de La Escena Contemporánea puedo hacer remitir.
He recibido sus recortes. Los he leído atentamente. Y, por supuesto, no me siento tocado por la muy justa crítica al desdén de los intelectuales limeños por las provincias. Creo tener muchos de mis mejores amigos en provincias.
En espera de sus noticias, le envía su más cordial apretón de manos su amigo y compañero.
José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Nacionalismo y vanguardismo en la literatura y en el arte

I.
En el terreno de la literatura y del arte, quienes no gusten de aventurarse en otros campos percibirán fácilmente el sentido y el valor nacionales de todo positivo y auténtico vanguardismo. Lo más nacional de una literatura en siempre lo más hondamente revolucionario. I esto resulta muy lógico y muy claro.
Una nueva escuela, una nueva tendencia literaria o artística sus puntos de apoyo en el presente. Si no los encuentra perece fatalmente. En cambio las viejas escuelas, las viejas tendencias se contentan de representar los residuos espirituales y formales del pasado.
Por ende, solo concibiendo a la nación como una realidad estática se puede suponer un espíritu y una inspiración más nacionalista en los repetidores y rapsodas de un arte viejo que en los creadores o inventores de un arte nuevo. La nación vive en los precursores de su provenir mucho más que en los supérstites de su pasado.
Demostremos y expliquemos esta tesis con algunos hechos concretos. Las aserciones demasiado generales o demasiado abstractas tienen el peligro de parecer sofisticadas o, por lo menos, insuficientes.
II.
He tenido ya ocasión de sostener que en el movimiento futurista italiano no es posible no reconocer un gesto espontáneo del genio de Italia y que los iconoclastas que se proponían limpiar Italia de sus museos, de sus ruinas, de sus reliquias, de todas sus cosas venerables estaban movidos en el fondo por un profundo amor a Italia.
El estudio de la biología del futurismo italiano conduce irremediablemente a esta constatación. El futurismo ha representado, no como modalidad literaria y artística, sino como actitud espiritual, un instante de la conciencia italiana. Los artistas y escritores futuristas, insurgieron estrepitosa y destempladamente contra los vestigios del pasado, afirmaban el derecho y la aptitud de Italia para renovarse y superarse en la literatura y en el arte.
Cumplida esta misión, el futurismo cesó de ser, como en sus primeros tiempos, un movimiento sostenido por los más puros y altos valores artísticos de Italia. Pero subsistió es estado de ánimo que había suscitado. Y en este estado de ánimo se preparó, en parte, el fenómeno fascista, tan acendradamente nacional en sus raíces según sus apologistas. El futurismo se hizo fascista porque el arte no domina a la política. Y sobre todo porque fueron los fascistas quienes conquistaron Roma. Mas, con idéntica facilidad, se habría hecho socialista, si se hubiese realizado, victoriosamente, la revolución proletaria. Y en este caso, su suerte habría sido diferente. En vez de desaparecer definitivamente, como movimiento o escuela artística, (esta ha sido la suerte que le ha tocado bajo el fascismo) el futurismo habría logrado entonces un renacimiento vigoroso. El fascismo, después de haber explotado su impulso y su espíritu, ha obligado al futurismo a aceptar sus principios reaccionarios, esto es a renegarse a sí mismo teórica y prácticamente. La revolución, en tanto, habría estimulado y acrecentado su voluntad de crear un arte nuevo en una sociedad nueva.
Esta ha sido, por ejemplo, la suerte del futurismo en Rusia. El futurismo ruso constituía un movimiento más o menos gemelo del futurismo italiano. Entre ambos futurismos existieron constantes y estrechas relaciones. Y así como el futurismo italiano siguió al fascismo, el futurismo ruso se adhirió a la revolución proletaria. Rusia es el único país de Europa donde, como lo constata con satisfacción Guillermo de Torre, el arte futurista ha sido elevado a la categoría de arte oficial.
En Rusia esta victoria no ha sido obtenida a costa de una abdicación. El futurismo en Rusia ha continuado siendo futurismo. No se ha dejado domesticar como en Italia. Ha seguido sintiéndose factor del porvenir. Mientras en Italia el futurismo no tiene ya un solo gran poeta en plena beligerancia iconoclasta y futurista, en Rusia Mayakowski, cantor de la revolución, ha alcanzado en este oficio sus más perdurables triunfos.
III.
Pero para establecer más exacta y precisamente el carácter emocional de todo vanguardismo, tornemos a nuestra América. Los poetas nuevos de la Argentina constituyen un interesante ejemplo. Todos ellos están nutridos de estética europea. Todos o casi todos han viajado en uno de esos vagones de la Compagnie des Grands Expres Europeens que para Blaise Cendrars, Valery, Larbaur y Paul Morand son sin duda los vehículos de la unidad europea además de los elementos indispensables de una nueva sensibilidad literaria.
Y bien. No obstante esta impregnación de cosmopolitismo, no obstante su concepción ecuménica del arte, los mejores de estos poetas vanguardistas siguen siendo los más argentinos. La argentinidad de Girondo, Guiraldes, Borges, etc. no es menos evidente que su cosmopolitismo. El vanguardismo literario argentino se denomina “martinfierrismo” quien alguna vez haya leído el periódico de ese núcleo de artistas, Martín Fierro, habrá encontrado en él al mismo tiempo que los más recientes ecos del arte ultramoderno de Europa, los más auténticos acentos gauchos.
¿Cuál es el secreto de esta capacidad de sentir las cosas del mundo y del terruño? La respuesta es fácil. La personalidad del artista, la personalidad del hombre, no se realiza plenamente sino cuando sabe ser superior a toda limitación.
IV.
En la literatura peruana, aunque con menos intensidad, advertimos el mismo fenómeno. En tanto que la literatura peruana conservó un carácter conservador y académico, no supo ser real y profundamente peruana. Hasta hace muy pocos años, nuestra literatura no ha sido sino una modesta colonia de la literatura española. Su transformación, a este respecto como a otros, empieza con el movimiento “Colónida”. En Valdelomar se dio el caso de literato en quien se juntan y combinan el sentimiento cosmopolita y el sentimiento nacional. El amor snobista a las cosas y a las modas europeas no sofocó ni atenuó en Valdelomar el amor a las rústicas y humildes cosas de su tierra y de su aldea. Por el contrario, contribuyó tal vez a suscitarlo y exaltarlo.
Y ahora el fenómeno se acentúa. Lo que más nos atrae, lo que más nos emociona tal vez en el poeta César Vallejo es la trama indígena, el fondo autóctono de su arte. Vallejo es muy nuestro, es muy indio. El hecho de que lo estimemos y lo comprendamos no es un producto del azar. No es tampoco una consecuencia exclusiva de su genio. Es más bien una prueba de que, por estos caminos cosmopolitas y ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.

José Carlos Mariátegui La Chira

La literatura peruana por Luis Alberto Sánchez

No es posible enjuiciar aún íntegramente el trabajo de Luis Alberto Sánchez, en esta historia de “La Literatura Peruana”, concebida con un “derrotero para una historia espiritual del Perú”, por la sencilla razón de que no se conoce sino el primer volumen. Este volumen expone las fuentes bibliográficas de Sánchez, el plan de su trabajo, el criterio de sus valoraciones; y estudia los factores de la literatura nacional: medio, raza, influencias. Presenta, en suma, los materiales y los fundamentos de la obra de Sánchez. El segundo tomo nos colocará ante el edificio completo.
Sánchez, desde sus “Poetas de la Colonia”, se ha entregado a esta labor de historiógrafo y de investigador con una seriedad y una contradicción muy poco frecuentes entre nosotros. El escritor peruano tiende a la improvisación fácil, a la divulgación brillante y caprichosa. Nos faltan investigadores habituados a la disciplina del seminario. La universidad no los forma todavía; la atmósfera y la tradición intelectuales del país no favorecen en desenvolvimiento de las vocaciones individuales. En la generación universitaria de Sánchez -lo certifican los trabajos de Jorge Guillermo Leguía, Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, Manuel Abastos,- aparece, como una reacción, ese ascetismo de la biblioteca que en los centros de cultura europeos alcanza grados tan asombrosos de recogimiento y concentración. Esto es, sin duda, algo anotado ya justicieramente en el haber de la que, de otro lado, puede llamarse, en la historia de la Universidad, “generación de la Reforma”.
Desde un punto de vista de hedonismo estético, de egoísmo crítico, no es muy envidiable la fatiga de revisar la producción literaria nacional y sus apostillas y comentarios. Mis más tesoneras lecturas de este género corresponden, por lo que respecta, a los años de rabioso apetito de mi adolescencia, en que un hambre patriótico de conocimiento y admiración de nuestra clásica y romántica literatura me preservaba de cualquier justificado aburrimiento. Después, no he frecuentado gustoso esta literatura, sino cuando el acicate de la indagación política e ideológica me ha consentido recorrer sin cansancio sus documentos representativos. Mi aporte a la revisión de nuestros valores literarios -lo que yo llamo mi testimonio al proceso de nuestra literatura-, está en la serie de artículos que sobre autores y tendencias he publicado en esta misma sección de “Mundial”, y que, organizados y ensamblados, componen uno de los “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, que dentro de pocos días entregaré al público.
Porque, descontado el goce de la búsqueda, hay poco placer crítico y artístico en este trabajo. La historia literaria del Perú consta, en verdad, de unas cuantas personalidades, algunas de las cuales, -de Melgar a Valdelomar- no lograron su expresión plena, mientras otras, como don Manuel González Prada, se desviaron de la pura creación artística, solicitadas por un deber histórico, por una exigencia vital de agitación y de polémica políticas. Este parece ser un rasgo común a la historia literaria de toda Hispano-América. “Nuestros poetas, nuestros escritores, -apunta un excelente crítico. Pedro Henríquez Ureña- fueron las más veces, en parte son todavía, hombres obligados a la acción, la faena política y hasta la guerra y no faltan entre ellos los conductores e iluminadores de pueblos”. La materia resulta, por tanto, mediocre, desigual, escasa, si el crítico no renuncia ascéticamente a sus derechos de placer estético. I no todos tienen la fuerza de este renunciamiento que es casi una penitencia. Para afanarse en establecer, con orden riguroso, la biografía y la calidad de uno de nuestros pequeños clásicos y de nuestros pequeños románticos, precisa -haciéndose tal vez cierta violencia a si mismo- persuadirse previamente de su importancia, hasta exagerarla un poco.
La historia erudita, bibliográfica y biográfica, de nuestra literatura como la de todas las literaturas hispano-americanas, tiene, por esto, el riesgo de aceptar cierta inevitable misión apologética, con sacrificio del rigor estimativo y de la verdad crítica. La crítica artística, y por tanto la historia artística, -ya que como piensa Benedetto Croce se identifican y consustancian- son subrogadas por la crónica y la biografía. Las cumbres no se destacan casi de la llanura, en un panorama literario minucioso y detallado. No cumple así la historia su función de guiar eficazmente las lecturas y de ofrecer al público una jerarquía sagaz y justa de valores. Henríquez Ureña, ante este peligro, se pronuncia por una norma selectiva: “Dejar en la sombra populosa a los mediocres; dejar en la penumbra a aquellos cuya obra pudo haber sido magna, pero quedó a medio hace tragedia común en nuestra América. Con sacrificios y hasta injusticias sumas es como se constituyen las constelaciones de clásicos en todas las literaturas. Epicarmo fue sacrificado a la gloria de Aristófanes; Gorgias y Protágoras a las iras de Platón. La historia literaria de la América española debe escribirse alrededor de unos cuantos nombres centrales: Bello, Sarmiento, Montalvo, Martí, Darío, Rodó”.
El género mismo de las historiografías literarias nacionales, se encuentra universalmente en crisis, reservado a usos meramente didácticos y cultivado por críticos secundarios. Su época específica es la de los Schlegel, Mme Stael, Chateaubriand, De Sanctis, Taine, Brunetiere, etc. La crítica sociológica de la literatura de una época culmina en los seis volúmenes de las “Corrientes principales de la literatura del siglo diecinueve” de George Brandes. Después de esta obra, cae en progresiva decadencia. Hoy el criterio de los estudiosos se orienta por los ensayos que escritores como Croce, Tilgher, Prezzolini, Gobetti en Italia, Kerr en Alemania, Benjamin Cremieux, Albert Thibaudet, Ramón Fernández, Valery Larbaud, etc en Francia, han consagrado al estudio monográfico de autores, obras y corrientes. I respecto a una personalidad contemporánea, se consulta con más gusto y simpatía el juicio de un artista como André Gide, André Suarez, Israel Zangwill, y aún de un crítico de partido como Maurrás o Massis, que de un crítico profesional como Paul Souday. Se registra, en todas partes, una crisis de la crítica literaria, y en particular de la crítica como historia por su método y objeto. Croce, constatando este hecho, afirma que “la verdadera forma lógica de la historiografía literario-artística es la característica del artista singular y de su obra e la correspondiente forma didascalica del ensayo y la monografía” y que “el ideal romántico de la historia general, nacional o universal sobreviene solo como un ideal abstracto; y los lectores corren a los ensayos y a las monografías o se limitan a estudiarlas consultarlas como manuales”.
Pero en el Perú donde tantas están cosas por hacer, esta historia general no ha sido escrita todavía; y, aunque sea con retardo, es necesario que alguien se decida a escribirla. Y conviene felicitarse de que asuma esta tarea un escritor de la cultura y el talento de Luis Alberto Sánchez, apto para apreciar corrientes y fenómenos no ortodoxos, antes que cualquier fastidioso y pedante seminarista, amamantado por Cejador.
Esperemos con confianza, el segundo tomo de la obra de Sánchez, que contendrá su crítica propiamente dicha, y por tanto su historia propiamente dicha, de obras y personalidades. Del mérito de esta crítica, depende la apreciación del valor y eficacia del método adoptado por Sánchez y explicado en el primer tomo. La solidez del edificio será la mejor prueba de la bondad de los andamios.
En tanto, tengo que hacer una amistosa rectificación personal a Sánchez. Al referirse a mi “proceso de la literatura peruana”, deduce mis fuentes de mis citas y aún eso incompletamente. Cuando conozca completo, y en conjunto, mi estudio, comprobará que, con el mismo criterio con que enjuicio solo los valores-signos, en lo que concierne a la crítica y a la exégesis comento los documentos representativos y polémicos. No tengo, por supuesto, ninguna vanidad de erudito ni bibliógrafo. Soy, por una parte, un modesto autodidacta y por otra parte, un hombre de tendencia o de partido, calidades ambas que yo he sido el primero en reivindicar más celosamente. Pero la mejor contribución que puedo prestar al rigor y a la exactitud de las referencias de la obra de Sánchez, es sin duda la que concierne a la explicación de mí mismo.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

"La literatura peruana" por Luis Alberto Sánchez

"La literatura peruana" por Luis Alberto Sánchez

Nueva contribución a la crítica de Valdelomar

Valdelomar no es todavía, en nuestra literatura, el hombre matinal. Actuaban sobre él demasiadas influencias decadentistas. Entre “las cosas inefables e infinitas” que intervienen en el desarrollo de sus leyendas incaicas, con la Fe, el Mar y la Muerte, pone al Crepúsculo. Desde su juventud, su arte estuvo bajo el signo de D’Annunzio. En Italia, el tramonto romano, el atardecer voluptuoso del Janiculum, la vendimia autumnal, Venecia anfibia -marítima y palúdica- exacerbaron en Valdelomar las emociones crepusculares de “Il Fuoco”.

Pero a Valdelomar lo preserva de una excesiva intoxicación decadentista su vivo y puro lirismo. El “humor” esa nota frecuente de su arte, es la senda por donde se evade del universo d’annunziano. El “humor” da el tono al mejor de sus cuentos: “Hebaristo, el sauce que se murió de amor”. Cuento pirandelliano, aunque Valdelomar acaso no conociera a Pirandello que, en la época de la visita de nuestro escritor a Italia, estaba muy distante de la celebridad ganada para su nombre por sus obras teatrales. Pirandelliano por el método: identificación panteísta de las vidas paralelas de un sauce y un boticario: pirandelliano por el personaje: levemente caricaturesco, mesocrático, pequeño burgués, inconcluso; pirandelliano por el drama; el fracaso de una existencia que, en una tentativa superior a su ritmo sórdido, siente romperse su resorte con grotesco y risible traquido.
Un sentimiento panteísta, pagano, empujaba a Valdelomar a la aldea, a la naturaleza. Las impresiones de su infancia, transcurrida en una apacible caleta de pescaderos, gravitan melodiosamente en su subconsciencia. Valdelomar es singularmente sensible a las cosas rústicas. La emoción de su infancia está hecha de hogar, de playa y de campo. El “soplo denso, perfumado del mar”, la impregna de una tristeza tónica y salobre:
“y lo que él me dijera aún en mi alma persiste; mi padre era callado y mi madre era triste y la alegría nadie me la supo enseñar”.
(“Tristitia”)
Tiene, empero, Valdelomar, la sensibilidad cosmopolita y viajera del hombre moderno. New York, Times Square, son motivos que lo atraen tanto como la aldea encantada y el “caballero carmelo”. Del piso 54 del Woolworth pasa sin esfuerzo a la yerbasanta y a la verdolaga de los primeros soledosos caminos de su infancia. Sus cuentos acusan la movilidad caleidoscópica de su fantasía. El dandismo de sus cuentos yanquis o cosmopolitas, el exotismo de sus imágenes china y orientales (“mi alma tiembla como un junco débil”), el romanticismo de sus leyendas incaicas el impresionismo de sus relatos criollos, son en su obra estaciones que se suceden, se repiten, se alternan en el itinerario del artista, sin transición y sin ruptura espirituales.
Su obra es esencialmente fragmentaria y escisípara. La existencia y el trabajo del artista se resentían de indisciplina y exuberancia criolla. Valdelomar reunía, elevadas a su máxima potencia, las cualidades y los defectos del mestizo costeño. Era un temperamento excesivo que del más exasperado orgasmo creador caía en el más asiático y fatalista renunciamiento de todo deseo. Simultáneamente ocupaban su imaginación un ensayo estético, una divagación humorística, una tragedia pastoril (“Verdolaga”), una vida romanesca (“La Mariscala”). Pero poseía el don del creador. Los gallinazos del Martinete, la Plaza del Mercado, las riñas de gallos, cualquier tema podía poner en marcha su imaginación, con fructuosa cosecha artística. De muchas cosas, Valdelomar es descubridor. A él se le revoló, primero que a nadie en nuestras letras, la trágica belleza agonal de las corridas de toros. En tiempos en que este asunto estaba reservado aún a la prosa pedestre de los iniciados en la tauromaquia, escribió su “Belmonte, el trágico”.
La “greguería” empieza con Valdelomar en nuestra literatura. Me consta que los primeros libros de Gómez de la Serna que arribaron a Lima, gustaron sobre manera a Valdelomar. El gusto atomístico de la “greguería” era, además, innato en él, aficionado a la pesquisa original y a la búsqueda microcósmica. Pero, en cambio Valdelomar no sospechaba aún en Gómez de la Serna al descubridor del Alba. Su retina de criollo impresionista era experta en gozar voluptuosamente, desde la ribera dorada, los colores ambiguos del crepúsculo.

José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira