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Valdelomar, Abraham Poesía
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Carta a Bertha Molina (Ruth), 7/5/1916

[Transcripción literal]
Ruth, dulcísima:
Tu carta del sábado está ante mis ojos, sobre la mesita de la Underwood. Yo la he releído con gran cariño. I como son las once de la noche del domingo, yo no quiero que transcurra el día sin haberte contestado, confidente amabilísimo.
Tus reproches á mi pereza son poderosas y gratas solicitaciones á mi voluntad, á mi voluntad que desfallece. Tu palabra me alienta y tiene un alto valor de estímulo y apoyo para mí. eres mi consoladora amiga. Tienes razón, Ruth, hay que luchar. Yo lo pienso muchas veces y entonces me propongo trabajar, escribir, esforzarme. Me prometo entonces publicar después de mi libro de versos, inmediatamente, un libro de cuentos que tengo casi listo y cerrar el año con un libro de artículos cuidadosamente seleccionados entre los innumerables que he publicado. Pero, viene después el fallecimiento, el olvido y la eterna frase de: "Mañana lo haré. ¡Hoy es tan grata esta ociosidad!"
Insisto. El criterio puede no modificarse en sus generalidades. Pero, ¡qué importa!. Por encima del criterio mas arraigado, de los pensamientos mas firmes, están los latidos de nuestro corazón. ¡Son los sentimientos los nuevos! ¡Son ellos los que nos asaltan! ¡I son ellos los que nos gobiernan! Esta es la única verdad de la vida. ¿Crees tú? Yo también pienso en la necesidad de la fortaleza y del egoísmo, pero tengo un alma sencilla y buena, en el fondo de tanta aparente nebulosidad, que se prodiga y que me contradice cada cinco minutos.
"Esa" no fue mala, Ruth. Tuvo un significado incidental y acaso necesario ó imprescindible en mi vida. Ella llenó su rol no más. Fue todo lo bueno que le permitía su educación, su frivolidad y sus aspiraciones. Y me dio un poco de cariño. Todo el que podía darme. Sin avaricia y sin usura. Si no supo entenderme, no tenía la culpa. Yo no le podía pedir á ella ni á ninguna el sacrificio de comprender y tolerar lo que para la gente tranquila y burguesa es extravagancia y talvez locura. Como mucha gente supo admirar el talento del escritor, pero no su alma. Pequeñas deficiencias de comprensión que no es posible calificar de falta, porque sería necesario acusar á casi todo el mundo.
"Esa" no puso en mi vida ninguna tristeza. Mi tristeza es remota.
"Sor Folie" es mujer. No recuerdo su nombre en este momento, pero voy a averiguarlo para comunicártelo. Es una infeliz á quien por sus artículos detesto. Predica unas extravagancias histéricas que delatan a la mujer que no ha vivido. Es el suyo el gesto airado de la mujer que pasa por el mundo, sin que perfumen su vida una caricia ó un amor. ¡Pobre sor Folie! Compadezco en ella á todas las Sor Folie que hay en el mundo. A mi juicio Ser folie es solo "un caso". Su examen no corresponde al literato ni al psicólogo; simplemente al médico. Verdad, Ruth.
Tienes razón. Hace falta Abraham, More sigue indignado contra mí. Siento perder su amistad, pero me temo su enemistad. ¡Uno más, que importa! Estoy resuelto á soportar que todos mis amigos literatos se tornen enemigos y detractores míos. Los versos míos que debieron publicarse, fueron escogidos, entre otros que le mostré, y me fueron pedidos, por el Conde. Yo no tengo empeño en que mis versos se publiquen, porque prefiero conservarlos inéditos para mi libro. Creo que mi libro saldrá antes de dos meses.
Tus versos, simpáticos como todo lo tuyo. Hay en ellos el mismo dejo de grave y reflexiva travesura que aparece en todos tus gestos.
Hoy te he visto en el Palais Concert. Tu sonrisa y tu mirada están aún ante mis ojos como tu carta. ¿Me acompañarán mucho?
Espero tu carta. No me la hagas esperar mucho. Ignoras cuanto placer me dás con ellas. Escríbeme bien largo.
Concluyo. Han irrumpido en la imprenta gentes bulliciosas que me llaman y me instan. Me interrogan, asomándose á mi oficina: "Apúrate" ¿Qué escribes? ¿Un artículo? ¡Déjalo para mañana!.
Son impertinentes y son odiosas.
Adios Ruth. Al quitar de la máquina esta cuartilla la besaré con unción. Devotamente.
Juan

José Carlos Mariátegui La Chira

Carta de Percy Gibson, 25/7/1918

Arequipa, 25 de julio de 1918
Señor
José Carlos Mariátegui
Lima
Querido amigo:
Le escribo profundamente conmovido por la sorpresiva muerte del incomparable maestro, Don Manuel González Prada, el hombre más noble que he conocido. Yo, que estuve cerca de cuatro años con él en la Biblioteca Nacional, a raíz de la expulsión de los phitecos, pude conocerle íntimamente, mirar la profunda serenidad de su espíritu, como un río lento, y recrearme con los vastos y áticos panoramas de su inteligencia. Fui su hijo espiritual. Le quise entrañablemente. Entonces, con Valdelomar y el querido Enrique Bustamante y Ballivián, y algunas veces con José María Eguren, le visitábamos en su casita de la Puerta Falsa del Teatro. Allí se conversaba, se atesoraba espíritu e ideas. Eran buenos días aquéllos, buenos para nosotros y para las letras nacionales. Sin pasiones, sin arribismos, escribíamos en silencio. Los frutos de la meditación y de las vigilias, se sazonaban de vida, rebosaban de sus pulpas las mieles de la sinceridad. No fuimos matones ni camaleros literarios. Eran buenos días aquéllos. Azuzaron las jaurías contra el noble viejo... pero él destripó muchos perros. Era un insigne esgrimista de la pluma. Lástima que no tuviera contendor. Ya se fue, se fue para siempre. Nos abandonan los buenos, los justos, los grandes. Quedan los réprobos, los canallas, los vencidos.
Le envío dos sonetos, no sé si malos o buenos, pero íntimamente sentidos. Con la garganta anudada de sollozos he lirizado el soneto al poeta. En este soneto tiemblan emocionadas lágrimas en mis pestañas.
Sé, por cartas que ha escrito U. a Seguín, que acaso tengamos el gusto de estrechar su mano próximamente. Venga U., amigo, a esta ociosa aldea de mis mayores, donde será U. recibido por nosotros con cariño. Aquí hay vegas y auroras armoniosas. Eso es todo. También hay volcanes quebrados y salvajes. También hay cholos insolentes. No importa, venga U.
Muy suyo
Percy Gibson

Gibson, Percy