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Copia de una carta de Luis Heysen a Héctor Serrano Escobar

Berlín, 10 de julio de 1929

Sr. Dr. Serrano Escobar
Presidente de la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos en Berlín y Encargo de la legación de El Salvador
Savignyplants I
Charlottenburg

Estimado Serrano:

Acabo de enterarme incidentalmente que Ud. es un representante oficial de don Pío Romero Bosque aquí y tan luego me repongo de mi perplejidad después de saberlo presidente electo de la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos en Berlín (AGELA), le escribo estas líneas. La gravedad que esta incompatibilidad crea, en mi modesto concepto, obliga esta discusión quizás desagradable, pero así mismo necesaria. Quienes estamos en la AGELA y hemos adherido a ella sabemos perfectamente cuáles son las finalidades que persigue. Entre la simpatía de los gobiernos cómplices de nuestra América y la solidaridad firme con los núcleos dinámicos portaestandartes de un nuevo espíritu de fraternidad, nacionalismo y antiimperialismo continentales, siempre rechazamos lo primero y defendimos resueltamente lo último. La disyuntiva ha sido siempre dilemática y ninguna actitud de complacencia o tolerancia podría hacernos aparecer como cómplices conscientes o ingenuos de cualquier tentativa en desacuerdo con los postulados ideológicos de la institución y con lo que nos es aún más caro: nuestro íntimo patrimonio de lealtad a nosotros mismos.

Ineludiblemente su elección es una elección desgraciada. Como ella está consumada no es el hecho de discutirla o de anularla. No lo discuto a Ud. tampoco. Malgrado sea Ud. un funcionario diplomático, no dude que las reflexiones que mi carta suscite lograrán remediar las complicaciones planteadas. A su falta de aceptar responsabilidades que le será absolutamente imposible cumplir honrada y debidamente, ha precedido la mayor y más grave de quiénes sabiéndole vinculado a la diplomacia criolla y conociéndole demasiado, propiciaron su nombre y le eligieron. Pero todo puede subsanarse, aún después de pasadas las primeras veinticuatro horas, pues, queda el camino de la persuasión y la vía de la retirada. Persuasión para Ud. a fin de que comprenda su situación embarazosa, difícil e inconciliable y adopte una resolución que salvando a la AGELA, le salve y nos salve; retirada, para nosotros los que buscamos principios y queremos que la institución no pierda las bases ideológicas que determinaron su nacimiento, tal como acontecido con alguna de las existentes en el viejo mundo, en caso contrario. El dilema es fatal y todo maridaje es imposible. O Ud. es diplomático al servicio de su gobierno o Ud. es presidente de una agrupación de jóvenes en lucha abierta con aquel. O Ud. mantiene ambas representaciones y nosotros huimos en busca de mejores aires, o Ud. renuncia por delicadeza para con todos y por respeto asimismo, y la AGELA continúa tratando de descubrir cada vez mejor sus orientaciones y actividades. Este es el caso. Toda complacencia o tolerancia sería nociva para todos y nefasta para la institución. Creer que nosotros podríamos vivir o aceptarlas es pueril. Nadie pretenderá v.g. que el eminente jefe del movimiento antiimperialista continental, nuestro querido Haya de la Torre, que ha recibido la adhesión de un Romain Rolland y un Alfredo Palacios, de un Manuel Ugarte y de un José Vasconcelos, se mantenga dentro de la AGELA cuando la preside precisamente un funcionario del Gobierno de El Salvador que le desterrara violentamente para acatar servilmente las órdenes del imperialismo yanqui. O que igualmente, por ejemplo, se pretendiera que mi renuncia no se produjera ante tales circunstancias, después de haber dictado normas principistas que orientaran a la Federación Universitaria de La Plata en la época de mi Presidencia, completamente en disconformidad son aquellas y después de haberlas propugnado aún más en mis conferencias ante las juventudes de Chile y Uruguay y últimamente en la Societé des Savants de París en mi calidad ya de representante oficial de los universitarios de La Plata en Europa. E iguales razones se podrían hacer si se considerara el caso de todos los entusiastas e inteligentes camaradas que en la Agela han trabajado siempre porque todas sus actividades se ajusten a una línea rígidamente doctrinaria de acción.

No dudo quo verá Ud. un espíritu comprensivo. La situación que crea su elección es en verdad sumamente enojosa para nosotros. Toda liaison es enteramente inaceptable. Los compromisos planteados no tienen solución posible con su permanencia o con la nuestra simultáneamente, sin producir un cambio de frente o en Ud. en nosotros. Todo acercamiento es imposible. Si Ud. conoce los principios que inspiraron la fundación de estas instituciones de estudiantes latinoamericanos en Europa y no auspicia la imbécil idea de convertir la AGELA en un simple asociación de jeunesses dorés, cuya aspiración de por vida parta de la moda y termina en la farándula, de una amistad y confraternidad ganada con chopos de cerveza estará absolutamente identificado con mi manera de pensar. En más de una oportunidad Ud. estará con una amenazante espada da Damocles por los dos costados: la Agela y su Gobierno. No es el instante de hacer vaticinios. Una predicción en un caso como este sería atrevida. Me ahorro toda suposición por cuanto cualquiera que fuera pecaría por su base. Pero le advierto que yo en un caso semejante (¡Líbreme Dios y el Señor de los Ejércitos de encontrarme alguna vez ante uno parecido!).

No sabría que hacer a fin de no sacrificar a ninguno y mantener esa concordancia que Ud. parece quiere o se afana en mantener; entre dos cosas tan opuestas, tan irreconciliables, tan lejanas, tan absolutamente lejanas una de otra. O Ud. claudica como miembro de la AGELA y hace claudicar a la institución violando todos sus principios; o Ud. se enfrenta a su Gobierno y lo acusa como cómplice del imperialismo yanqui, defendiendo la causa de su pueblo esclavizado, que es la causa de redención de la gran patria desde Río Grande hasta Cabo de Hornos. Desde ya el camino está abierto y Ud. no puede eludirse de adoptar una definición categórica. O su renuncia o la nuestra. No olvide. No olvide que Platón en su «República» ya decía: «Cada ciudadano debe tener un solo empleo, aquel para el cual trae al nacer más disposición», y piense bien, medite bien, una solución.

Mientras tanto lo saluda atentamente su afmo.
Luis E. Heysen
17 Roschorts. II r
Charlottenburg, Berlín.

Heysen, Luis E.

Copia de una carta de Héctor Serrano Escobar a Luis Heysen

Berlín, 15 de julio de 1929

Sr. Ing. Don
Luis E. Heysen
Roschorts, 17. Charlottenburg

Estimado Heysen:

Dispénseme que no haya podido contestarle inmediatamente su interesante carta del 10, como hubiese querido, por falta de tiempo. Pero lo hago ahora gustosamente y con el de­ seo de poner las cosas en claro, de una buena vez, en beneficio de la misma Institución a que pertenecemos.

Me referiré únicamente a la parte sustancial de su carta, haciendo a un lado las demás consideraciones suyas, hasta cierto punto molestas para el resto de los compañeros. Es decir, a la incompatibilidad absoluta e irreconciliable, que usted pretende hacer ver, entre el cargo de Presidente de la Asociación General de Estudiantes Latino Americanos en Berlín y mi trabajo en el servicio exterior de mi país. En efecto, tal como usted preventa las cosas sí existe esa incompatibilidad; tal como yo las veo —y conmigo la mayoría de los miembros de la Agela— no.

En primer lugar, debo advertirle que no es cierto —como usted afirma— que yo sea un representante de don Pío Romero Bosque en Alemania, a quién, aunque le cueste trabajo creer­lo, no tengo el honor de conocer personalmente. Ni representante de él, ni de nadie. Trabajo simple y sencillamente en la representación de mi País en si extranjero, lo que es un tanto diferente. Esto no ha sido nunca un secreto para nadie. Tengo que añadirle, por otra parte, que he in­gresado al servicio exterior salvadoreño, mediante concurso, sin que se me exigiera para ello claudicaciones o servilismos de ninguna espacie, que jamás, créalo usted compañero Heysen, jamás habría aceptado. Por lo demás, sin que pretenda venir aquí a defender personalidades, quiero de­cirle a usted que el Gobierno del doctor Romero Bosque, puede tenerse por bueno en lo general. Con algunos errores —claro está— pero con muchos aciertos también. No pretendo que se disimulen los primeros, pero no hay derecho tampoco a negarle los últimos. Y le advierto, que esta no es opinión aislada mía. La Federación estudiantil universitaria, cuya serenidad e independencia de criterio no se puede poner en duda, se ha expresado varias veces, en términos favorables para él. Lo mismo las agrupaciones obreras. Y no hace muchos días que don Alberto Masferrer, distinguido escritor salvadoreño, a quién el señor Haya de la Torre conoce perfectamente, formulara en Guatemala un juicio elogioso del Presidente Romero Bosque. Pero esto es una digresión que no nos interesa por el momento. Le repito que no vengo a defender personalidades. Lo interesante para mí es hacerle ver que me tengo por representante de mi País, independientemente de las personas que están en el poder; representante de El Salvador y de ninguna manera representante de una persona determinada, por muchos merecimientos que tenga. Dicho esto, pasemos al segundo punto, si le parece bien.

Afirma usted categóricamente, como si fuese un axioma, que la Asociación General Estudiantes Latino-americanos, tiene un carácter meramente político: una agrupación de jóvenes en lucha abierta con los Gobiernos de América, cómplices del imperialismo yanqui". Son más o menos sus mismas palabras que copio. Y claro vuelve a asomar el rabillo de la incompatibilidad. Pero aquí cabe una discusión. No es la Agela una agrupación absolutamente política, ni podría serlo, tal como se ha constituido. Es simplemente una agrupación estudiantil, que precisamente ha tenido marcada tendencia a apartarse de toda clase de agitación política; así sea anti-imperialista o de cualquiera clase. Que cada uno de sus miembros tenga determinadas ideas políticas o simpatice abiertamente con determinadas agrupaciones políticas, es cosa muy distinta. La política en la Agela, os cosa accidental, de ninguna manera, sustancial, como usted lo quiere. Ni antes ni ahora ha pretendido colocarse en una actitud antagónica con los gobiernos latino-americanos. Es sumamente fácil probarlo:

Tal vez tenga usted a mano un ejemplar da los Estatutos de esta asociación, y quiera hacerme el favor de leer el artículo referente a los socios honorarios en su primera parte. Es harto expresivo. Dice, poco mas o menos: serán socios honorarios, los representantes diplomáticos de los países latinoamericanos residentes en esta ciudad. Ahora bien, ¿Cómo puede compaginarse esto, con aquello de la lucha abierta con los gobiernos de América? ¿No cree señor Heysen, que es aquí donde comienza a verse la famosa incompatibilidad que tanto le preocupa? Por lo menos a mi parece completamente absurdo imaginarme en lucha abierta con los gobiernos americanos, a una asociación que cuenta entre sus socios honorarios a los representantes diplomáticos de esos países y que tiene, a mayor abundamiento, como socios activos a funcionarios diplomáticos latinoamericanos, como son, por ejemplo, el señor Secretario de la Legación de Bolivia y los señores Agregados a las Legaciones de Bolivia y Venezuela, o el suscrito; mas todavía, al hijo del señor Presidente de Guatemala. Todos ellos se habrían retirado hace mucho tiempo de la Agela si esta tuviera el carácter que su usted se imagina. Originariamente, no cabe duda alguna que no tenía ese carácter: los estatutos están allí para probarlo; posteriormente, tampoco. No me vaya a decir que precisamente, para dárselo se han mandado reformar los estatutos; porque el simple hecho de formar parto de la comisión nombrada por la Asamblea para ello, dos funcionarios del servicio diplomático, excluyen terminantemente esta posibilidad. Lo raro es que usted no se haya dado cuenta de estas circunstancias, a pesar de conocer los estatutos y estar al corriente de la vida de la Agela. Me es penoso decirlo, pero casi me veo forzado a llegar a la conclusión, o bien de que, tanto usted como el señor Haya de la Torre, se adhirieron a nuestra asociación inconscientemente como dos chiquillos, sin saber exactamente cuales eran sus fines; o bien que cierra los ojos a la realidad, en su afán de hacer resaltar una incompatibilidad que no existe. O tal vez el deseo de transformar, según su criterio la orientación de la Agela —aspiración muy legítima— pero que impone, en todo caso, la obligación de confesarlo lealmente y no afirmar que siempre ha tenido ese carácter que le quiere dar.

Como usted ve, los puntos de vista son completamente diferentes. Usted presenta a la Agela, como quería que fuese; yo la veo como es. Llegar a un acuerdo es, hasta cierto punto imposible. Sin embargo, debo confesar que me apena la posible separación de usted y del señor Haya de la Torre. Quisiera evitar —hasta donde fuera posible— una desintegración de nuestra sociedad, ya de suya tan reducida. Con tal objeto, y para dar a conocer este asunto, que no solo nos interesa a nosotros dos, sino al resto de los compañeros, convocaré oportunamente a sesión extraordinaria en la que me permitiré dar lectura a su carta —si usted no tiene inconveniente— a fin de que conoz­can sus razones que podrá completar de viva voz si lo desea. De esta manera, serán ellos —los miembros de la Agela— los que decidan en definitiva; y nadie mejor capacitado para saber la orientación que la Agela quiere tener, puesto que son la sociedad misma.

Dos palabras para terminar compañero Heysen: No he solicitado nunca la Presidencia de la Asociación General de Estudiantes. No quería aceptarla cuando me la propusieron repetidas veces, precisamente para evitar diferencias entre nosotros mismos, que ya preveía. Se me dijo que era el deseo de la mayoría. Ahora me someto gustoso a una revision de le elección, que les permitirá ratificar o rectificar su voto. Y si el resultado es que dejo la Presidencia, lo haré inmediatamente con la mejor buena voluntad. Que no tengo especial interés en conservarla, porque creo que lo mismo se puede laborar en pro de la Agela figurando en la Directiva o como simple socio.

Le saluda atentamente
Fdo. Héctor Escobar Serrano

Serrano Escobar, Héctor

Copia de una carta de Luis Heysen a Héctor Serrano Escobar, 17/7/1929

Berlín, 17 de julio de 1929

Sr. Dr. H. Serrano Escobar
Presidente de la Asociación General de Estudiantes Latino americanos de Berlín y Encargado de la Legación de El Salvador
Savignyplatz 1.-Charlottenburg

Estimado Serrano:

A pesar de que mi carta anterior ha sido todo lo explícita que el caso requería y tanto que aun quedan en pie todas, absolutamente todas, mis afirmaciones; insisto en reafirmar y defender mis puntos de vista a fin de evitar que permanezca sin una respuesta solidaria la adhesión espontánea y vibrante que un núcleo selecto de latinoamericanos residentes en Alemania —bastante equidistante por cierto de todo interés traidor a la causa común de la emancipación continental de la gran nación latinoamericana— me ha enviado con referencia a la Agela, su carácter eminentemente político y la necesidad de impedir que sus actividades presentes contradigan su sino histórico, vale decir, edificada en todas sus partes con las opiniones por mi emitidas. Conminado por aquel respondo. No es posible dejar sin una aclaración última algunos de los oscuros acápites de su carta. Necesario es oponer razones al confusionismo de las gentes y desvirtuar toda mala interpretación o malentendido peligroso, que una imaginación tropical puede elaborar al objeto de encubrir sus propósitos subalternos o sus pecados. Debiéndome a aquel, tanto como a mi causa y a mí, distrai­go mi atención de nuevo no sin vencer, francamente, cierto malestar íntimo, pues Ud. se esforzará en comprender que no será nada agradable para mí mantener una polémica necia sobre: si la Asociación General de Estudiantes Latino-Americanos de Berlín es lo que sus estatutos vigentes, clara y concluyentemente, definen y todas sus actividades corroboran, o, lo que algún agente diplomático osada y antojadizamente pretende que sea. O, si los pobres caciques criollos, cómplices rendidos y despreciables del avance del dólar en nuestra América, deben o no recibir el título de "personalidades" o si en realidad "estos ascos de la náusea continental" y como les llamó cáusticamente el gran argentino José Ingenieros, comentando la obra nada "buena en lo general" como en lo particular de Paz Barahona, de Chacón y Pío Ro­mero Bosque y merecen el juicio sumario de la justicia popular. Mi respuesta será implacable así para subrayar mis opiniones y categórica para despedirme de Ud. y de la Agela. No puedo imitar tristemente a los conejos de la fábula perdiendo mi tiempo en discusiones bizantinas. Ni me interesa saber si son píos o son doctores los que desgobiernan El Salvador gobernados por Wall-Street, o si son nietos o hijos de presidentes los que se codean en la institución con cancilleres, secretarios, encargados de negocios y simples varones. Me interesan cuestiones mas trascendentes. Cuando son principios los que mueven a los hombres o a los pueblos, las pasiones se alejan y nada valen los vínculos de sangre o las personas en sí aisladamente, por cuanto hay una norma superior que coordina y guía. Mi posición es rígidamente doctrinaria. Me esforzaré en demostrárselo, sin hacer uso y abuso del sofisma y de la frase barata. Sin embargo, no basta afirmar precisa pro­bar. Para ello la lógica vale más que la jurisprudencia y la síntesis más, muchísimo mas, que los folios e infolios de lugares comunes Ud. vera.

He afirmado que la Agela es desde su fundación una organización con finalidades políticas y lo sostengo. No es la letra muerta de un código la que lo dice. Son los postulados de la institución que se fundara para "laborar en pro de la América Latina y procurar la unión de los pueblos que la constituyen" (Estatu­tos de la A.G.E.L.A. Art.1 inciso b) los que incontrovertiblemente lo evidencia. De otra manera nadie se explicaría cómo y porqué —a pesar de los lazos de consanguinidad y a pesar de la presen­cia de tanto funcionario diplomático— La Asociación General de Estudiantes Latino Americanos de Berlín aprobara una valiente protesta contra don Juan Vicente Gómez solidarizándose con la causa de los que en Venezuela luchan por librarse de la ignorancia, del imperialismo y de la tiranía imperantes. O así mismo sería incomprensible el voto de enérgica protesta que se aprobara contra don Miguel Primo de Rivera últimamente, como exponente de una firma adhesion a la causa política de los universitarios españoles en lucha abierta contra su abyecta dictadura militar. Los mensajes dirigidos a la institución por Manuel Ugarte —el incansable propulsor de la unidad latinoamericana la idea política de mas vital y palpitante interés de nuestro continente, y por Miguel de Unamuno, el admirable autor de la "Vida de Don Quijote y Sancho" cuya alma agónica desde Hendaya incita y reconforta, son corolario rotundo. Ahi no hay nada transitorio o "accidental", ahí hay algo perenne, viviente, innegable, que es precisamente lo que pude explicar la existencia de la Agela y justifica sus campañas. Si así no fuera —como Ud. pretende sostenerlo citando articulados que nunca se llevaron a la práctica—como es que después de dos años de fundada y teniendo bases legales que lo aus­piciaban, hasta hoy la institución no puede avergonzarse de contar entre sus socios honorarios a ningún diplomático que pudiera desvirtuar sus finalidades históricas o a alguno que pudiera contribuir a su realización concediéndole los honores respectivos a su solidaridad. Innegablemente, que la realidad es abrumadora para Ud. Sus desesperados esfuerzos no dan frutos. La Agela tiene carácter político, defiende ideas políticas, lucha por ideales políticos, que no son bajo ningún punto de vista el carácter, las ideas, o los ideales de los gobiernos latinoamericanos aliados a la plutocracia yanqui. El acuerdo contra don Juan Vicente Gomez —malgrado la presencia de un miembro activo, el funcionario de la Legación de Venezuela a que Ud. se refiere entre otros— lo esta de­ mostrando palmariamente. La voz de los diplomáticos o de los funcionarios oficiales dentro de la institución es tan fuerte como aquella voz atávica que Ud. cita. La fuerza de la institución está pues en las finalidades que cumple por el voto de sus miembros mas conspicuos y representativos. Los acuerdos logrados, las ideas expresadas en sus conferencias mas importantes, todas respondiendo a un ideal político de unionismo continental son hechos, no simples y vacuas inventivas. Su defensa es pobre realmente me apena verle sin argumentos serios. No lo creerá víctima de inconciencia. Se que Ud. sabe lo que es la Agela, pero le faltan fundamentos y toda su imaginación y toda su jurisprudencia fracasan lamentablemente, penosamente. Pretendiendo aparecer como una camara fotográfica para dar la impresión de una Agela real y autentico, no logra Ud. ser siquiera un mal caricaturista. La verdad es clara y pura como el agua silente del manantial. Y ella brilla por su ausencia en todos los acápites de su carta. La Agela que Ud. ve es la Agela que Ud. sueña. La Agela que naciera en circunstancias históricas para "unir a los estudiantes latinoamericanos" no puede ser pedestal de diplomáticos, listos a evitar críticas certeras o protestas fulminantes que desnuden la desoladora y trágica realidad que los gobiernos por ellos defendidos siembran en nuestra América. El carácter apolítico que Ud. propugna (político también en buena cuenta) no le queda bien a la institución como hoja de parra que cubra su situación harto difícil y de sumo delicada. Para lograrlo Ud. debe hacer lo que ya va Ud. haciendo, es decir, definirla de nuevo, dándole nuevos rumbos y laborando en favor de lo que Ud. cree conveniente. Tal vez así tendrá más éxito y menos polémica. Y tal vez cuando Ud. lo haya consumado todo se verá también rodeado de esa abrumadora, de esa formidable, de esa aplastante "mayoría", de que Ud. tanto se vanagloria. Mientras tanto subsisten las incompatibilidades.

Asimismo, habiendo declarado en mi carta anterior que "Ud. es un representante de don Pío Romero Bosque", vale decir, no de un presidente de una republica democrática o seudodemocrática, sino del representante nacional de poderes extranjeros que cuida del buen negocio yanqui castigando fríamente toda tentativa de insurrección, rebeldía o protesta en el país, contra quienes le sos­tienen desde Wall-Street habiendo Ud. negado tener tal carácter pretendiendo aparecer como representante del pueblo salvadoreño, me reafirmo en mi declaración anterior ampliamente Ud. no es representante del pueblo salvadoreño, es Ud. representante de un gobierno y de un gobierno de po­deres unipersonales. Don Pío Romero Bosque en El Salvador es un virrey al servicio del imperialismo yanqui y por ende un dictadorzuelo vulgar. Dejemos a un lado los errores quo Ud. le reconoce y no hablemos de las virtudes. No puede tener grandes virtudes un gobierno que empeña la soberanía de su país, que vende su riqueza, que perpetra fusilamientos como el del 6 de diciembre de 1927, que ha mantenido y mantiene disfrazadamente una censura brutal y que concierta empréstitos
en condiciones inconcebibles por último. Su causa es indefendible y toda disculpa sobreentendida no alcanza a tener fuerza convincente. Si Ud. fuera el representante de un pueblo amordazado como el pueblo salvadoreño ya habría irrumpido contra el imperialismo voraz del norte y su cómplice nacional don Pío Romero B. y ya habría protestado con el mismo coraje que lo han hecho los universitarios de su país acompañados de las instituciones obreras y centros intelectuales durante los días del estado de sitio. Que la Federación Universitaria, las federaciones obreras y algunos eminentes juzguen equitativamente el gobierno actual no lo se. En la importante revista Indoamérica que se dicta en México (Núm. 5, año 1 vol.1, noviembre de 1928, pag. 12) leo una "Carta de los obreros y estudiantes de El Salvador, al Ministro de Mexico, Dr. Juan F. Urquidi" suscripta en setiembre del 28 por mas de trescientas firmas en la cual se dice:

"Los suscritos estudiantes y obreros, en nombre del pueblo salvadoreño —cuyos altos sentimientos de solidaridad y libertad indoamericana interpretan fielmente en esta oportunidad— ruegan a Ud. se sirva hacer presente al Gobierno mexicano, su profundo agradecimiento y sus sinceras felicitaciones por la ayuda noble que acaba de prestar a la causa redentora de America al asilar a Víctor Raul Haya de la Torre; felicitaciones y agradecimientos que son también para Ud. ya que su valor personal y su hombría de verdadero mexicano nos fueron decisivos en horas de ve­jamen y de injusticia" (El subrayado me pertenece).

Pero esto no es bastante. Siguiendo la lectura del documento aludido, encuentro estas palabras acusadoras, que son sin duda las que han pronunciado los estudiantes, obreros e intelectuales de El Salvador para elogiar la obra culpable de don Pío Romero Bosque:

"Execrados sean siempre los gobernantes que traicionan la confianza de sus pueblos, para pactar contubernios con el enemigo".

Creo que ahora Ud. debe sentirse muy fuerte en su argumentación Ud. sabe porque fue expulsado Haya de la Torre y Ud. sin duda no ignora todas las protestas y adhesiones en las cuales "la personalidad de Don Pío resulta sumamente mal equilibrada y desfavorecida; de manera que, no olvidará como quién hacia cabeza era aquel fuerte espíritu (que Ud. cita para defender a su gobierno) autor del "Minimum Vital”, Alberto Masferrer, cuyo aprismo es un ejemplo que todos los jóvenes del continente debemos admirar. Todo lo demás es fraseología al servicio de sus propósitos y taparabos que no alcanzan a cubrirle Ud. ya sabe que disentimos y que nuestras vías son diferentes. Como esta Ud. del lado de su gobierno, mi lado es el de su pueblo generoso. Que en cuanto a la Agela, Ud. puedo pasar por alto todas las incompatibilidades que yo y el núcleo numeroso de latinoamericanos sostenemos Ud. es libre de encaramarse o de escalar mil y una posición elevada. Mi conducta es neta: me despido, le condeno y declaro que Ud. y quienes le acompañan han asumido la grave responsabilidad de sepultar a la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos de Berlín Q.E.P.D.

Atentamente de Ud. con el repudio de los universitarios de La Plata cuya representación me honra en Europa.

fdo. Luis E. Heysen

Luis E. Heysen
17 Roschertsr. II. r
Charlottenburg

Heysen, Luis E.

Mensaje de Víctor Raúl a la juventud y al pueblo cuzqueños, 2/10/1926

MENSAJE DE HAYA-DELATORRE A LA JUVENTUD Y AL PUEBLO CUZQUEÑOS

"Los viejos a la tumba;
los jóvenes a la obra"
González Prada

A la Juventud de Cuzco:

"Al venir a Paris -y-ponerme en contacto con los numerosos estudiantes cuzqueños residentes aquí, he sentido mas fuerte que nunca la solidaridad ideológica de nuestra generación en el Perú, militante en el movimiento renovador que ha surgido de las Universidades Populares González Prada y que va extendiéndose avasallador a todos los ámbitos del país. Mi relación con el brillante conjunto de estudiantes cuzqueños que viven en París me ha permitido comprender mejor el admirable espíritu revolucionario de la juventud del Cuzco. Estamos aquí todos juntos, organizando nuestra acción, disciplinando nuestros fuerzas, dando así a nuestros ideales el sentido de realización que es necesario para lograr la victoria de nuestra causa."

"La nueva generación del Perú ha llegado al momento de concretar todos los vagos intentos que hasta hoy no han servido sino para darnos la experiencia de que ningún movimiento desorganizado, individualista y sin un claro y moderno programa social, podrá imponerse. Felizmente todos, sentimos Ia necesidad de organizar y disciplinar las fuerzas renovadoras como un ejército que se alista, para batallas decisivas. El ímpetu de la juventud de trabajadores manuales e intelectuales del Perú, se transformara en energía invencible y no ha de perderse más en impulsos inconexos, o en acciones improvisadas y sin plan. Nuestro enemigo es aun fuerte: es todo un pa­sado "republicano" de opresión, de ignorancia, de fanatismo, de sumisión, de sensualidad, de compadrería y de saqueo de las riquezas publicas que son del pueblo. Todo este negro conjunto de fuerzas inferiores ha creado en el país una moral pervertida de hábitos y tendencias que constituyen un peligro social, porque han erigido como noma de vida el abuso, la traición y la bajeza. Contra todo eso tenemos que luchar; contra todo eso tendremos que vencer. Dentro de nosotros mismos debernos extirpar despiadadamente todos los rezagos que esa moral pervertida del ambiente, instaurada por las viejas generaciones, nos haya podido dejar como contagio o mal ejemplo. Tene­mos que renovarnos; tenemos que revolucionar nuestras conciencias libertándolas de
egoísmos enfermizos y de flaquezas censurables para que odiando al mal que ha traí­do la degeneración y el desastre que hoy amenazan el Perú, afrontemos radicalmente; la obra gloriosa y difícil de redimirlo".

"Nadie sino la juventud de trabajadores manuales e intelectuales, unida como un haz, podrá realizar la obra salvadora. Nadie sino aquellos que tienen el espíritu apto para comprender que el propio sacrificio es el único medio de redimir a los demás y que la justicia solo se conquista por la lucha. Nuestra obra exige darse a ella, pero darse a ella totalmente con la sinceridad sin reservas de los convenci­dos de que no se pertenece aquel que tiene la responsabilidad de llevar a la victo­ria una causa mil veces sagrado".

Compañeros estudiantes de la Universidad del Cuzco:
"Yo no puedo dirigirme a vosotros sin orgullo. Siendo que lo que habéis hecho como contribución a la causa de la Revolución del Perú es honra para nuestra generación. Vuestros sacrificios, vuestro entusiasmo, vuestra energía tiene sin duda alguna un alto valor de eficacia. Quizá si el impulso de vuestros movimientos no ha tenido planes perfectos, pero eso no importa, porque habéis ganado la experiencia aleccionadora de que es absolutamente preciso canalizar los entusiasmos, organizar las fuerzas, sistemar los movimientos, disciplinar las filas y convertirnos todos en soldados del nuevo ejército de la Libertad y la Justicia. Hoy estamos todos juntos: de un lado al otro del Perú el grito de la nueva generación es escuchado por el pueblo. Nuestro debe inmediato es sostener sin desmayo los principios de nuestra causa, cuyos puntos esenciales pueden esbozarse así:

"La regeneración material y moral de las clases productores sobre la base de la reorganización total de la economía nacional, suprimiendo las castas privilegiadas y extirpando las oligarquías que usufructúan sin límites los dineros del Estado que son del pueblo; abolición de la tiranía política y económica que en Lima, —foco de prostitución, de abuso y de opresión—, se ejerce sobre las provincias que, en una tarea dolorosa y sin fin producen el dinero que luego dilapidan los privilegiados que se agrupan en la capital; defensa de la soberanía del pueblo y de la libertad de la Nación que hoy está entregada a las cadenas implacables del imperialismo yanqui el que nos va entregando la clase gobernante, POR EL DESCONOCIMIENTO DE TODAS LAS DEUDAS CREADAS POR EMPRÉSTITOS HECHOS A LOS NORTEAMERICANOS A COSTA DE LAS RIQUEZAS NATURALES DEL PAÍS Y PARA BENEFICIO DE ESA CLASE; en una palabra reorganización integral del país convirtiéndolo de un Feudo, en un Estado moderno que recogiendo la tradición política de la gran nación comunista incásica, la más poderosa y grande de su tiempo en América, erija un nuevo sistema de producción, consumo y cambio de la riqueza nacional bajo el contralor de quienes la gestan con el trabajo".

Compañeros obreros, indígenas y soldados:
"Junto a la juventud de trabajadores intelectuales debéis estar vosotros. Lo exija la causa del pueblo que es nuestra causa y la vuestra; lo exige el clamor de un país que vive oprimido por una casta que se trasmite hereditariamente el de­recho de explotar. Las Universidades Populares González Prada que son el símbolo de la lucha por la libertad del pueblo peruano nos han dado la experiencia admirable de cuanto puede la fuerza de la juventud de trabajadores manuales o intelec­tuales unida y disciplinada en un solo gran frente de batalla. Nuestra lucha tiene una bandera: la de reivindicar los derechos del Pueblo; pero para, reali­zar esta obra de justicia tenemos que derrocar a la clase opresora que bajo el título político de "civilismo" y cambiando temporalmente de aspecto y de disfraz, cata todavía en el poder, representa la casta dominante, es la expresión política del gamonalismo de la burguesía de la vieja casto feudal y extranjera que nos trajo el Coloniaje maldito. Nuestro deber inmediato es organizamos contra todos los grupos
de la clase dominante, contra todas las fracciones del "civilismo" aunque aparentemente se hallen en la oposición. Alguna vez he dicho y hoy lo repito que todos ellos son lobos de la misma cornada y que el "civilismo" domina todavía, gobierna aun tirani­zando y explotando al país como hace 50 años. Los obreros, los empleados, los indíge­nas, los soldados, todas las fuerzas productoras del Perú deben unirse al Frente liber­tador de la nueva generación; todos tienen que cumplir con el sagrado imperativo de venir a nuestras filas, porque nosotros vamos a lavar las manchas del pasado, a des­truir la tiranía de los privilegiados y a imponer la justicia y el gobierno del Pueblo para el Pueblo".

"Para este fin necesitamos la unión, el valor y la fe de los obreros, campesinos, soldados, empleados e indígenas del país suma­das a la unión, al valor y la fe de estudiantes, maestros de escuela e intelectuales de vanguardia, en un solo frente popular e invencible".

Compañeros Estudiantes del Colegio de Ciencias:
"Vosotros sois los adelantados de nuestra lucha por la justicia en el Peru. Vuestro concurso en la obra revolucionaría que la juventud nacional va a emprender en nombre de la justicia del Pueblo, es indispensable. Vosotros sois la expresión mas nueva de la juventud cuzqueña y en la historia de vuestro colegio hay paginas admirables de rebeldía y de heroísmo que constituyen un ejemplo alentador para vosotros y un estímulo poderoso para todos los que luchamos contra la opresión en el Perú. Vosotros sois fuerza y entusiasmo; dad a vuestra capacidad de acción la disciplina de verdaderos soldados de nuestra gran causa. Juntad vuestras fuerzas; disciplinadlas; arraigad la convicción de que Ios Jóvenes del Perú y sólo ellos tienen la misión gloriosa de sacudir a la nación de la tiranía e imponer el triunfo de nuestra causa. Agrupados, disciplinados en un sólo frente de juventud, con los estudiantes universitarios, con los obreros, con los indígenas, con los soldados, vale decir con la juventud hermana de trabajadores manuales, formaremos la falange llamada a llevar adelante, por la fuerza de la Justicia, las conquistas de nuestra obra redentora. Solidarizados estrechamente, pensando siempre en el destino eminen­te de esta generación, y en su grave tarea histérica y en el programa que hemos de realizar todos juntos, trabajemos sin descanso por sumar a nuestras filas todas las fuerzas vivas de la nación".

Juventud del Cuzco:
"Desde el glorioso día 25 de mayo de 1923 en que bajo las banderas de las Universidades Populares González Prada nuestra causa ofrendó sus primeros mártires de las clases obreras e intelectuales, en la masacre de la calle de los Huérfanos de Lima, la juventud del Perú ocupa el puesto de vanguardia entre las de Améri­ca Latina, que consideran nuestra lucha y nuestros sacrificios como el principio
de la gran cruzada libertadora que los pueblos de nuestros veinte países tienen que realizar contra el imperialismo yanqui, por la unidad política latinoamericana y por la Justicia Social. Nuestra responsabilidad es pues muy alta. Todas las juven­tudes de America esperan la victoria de una causa que nos es común y han expresado mil veces su adhesión admirativa a la obra precursora de la Juventud del Perú. Es cierto que nuestros enemigos están atentos al avance de nuestras fuerzas pero yo estoy seguro que a pesar de odiarnos tienen que respetar en nosotros la pureza y la sinceridad. En medio del cuadro repugnante de inmoralidad política, de prostitución total, de podredumbre y de vendimia que hoy ofrece la vieja genera­ción del Perú, nuestra causa aparece en toda su limpidez sostenida y defendida por una juventud que ha soportado la muerte, las persecuciones, los destierros y el hambre pero que ha mantenido ejemplarmente la pureza de su conciencia revolucio­naria y la integridad de su programa renovador. El Pueblo del Perú tendrá que com­prender plenamente a un día muy próximo que la juventud de esta época está realizando un sacrificio silencioso pero sin precedente en nuestra historia, por la liberación de todos aquellos que bajo el yugo de la opresión económica, política y moral constituyen la gran muchedumbre de esclavos que soporta el peso de la clase privilegiada dueña de todos los beneficios que el país puede dar".

Compañeros:
"Cierro esta carta con la convicción de que me dirijo a hermanos en la causa de la justicia y a camaradas del gran ejercito libertador que ha de imponerla".
"Tengamos fe en nuestras propias fuerzas y hagámoslas invencible por una es­tricta organización. Cuando la fuerza está al servicio de la Justicia, la fuerza es santa. Pero no hay fuerza posible sin disciplina, sin método sin unidad de acción, conjunta, armónica, total. En esta misma hora se organizan las fuerzas del pueblo en muchos otros lugares del Perú. Nuestra cruzada tendrá que ser nacional para ser invencible. La Nación no son los que por fines políticos agitan el chauvinismo y justifican asesinatos, robos y crímenes en nombre del "patriotismo". La Nación es el pueblo, es el pueblo traicionado y oprimido por una casa de explotadores que está vendiendo el país al amo yanqui, que está hipotecando nuestras riquezas y que grava a pueblo con impuestos y tributos, para pagar el dinero pedido al extranjero y dilapidado por los señores de Lima. La Nación lo constituyó la mayoría del país oprimida por una minoría, ambiciosa, corrompida y senil. Contra esa minoría usurpa­dora del poder y traidora del pueblo tenemos que insurreccionarnos en nombre de la Nación que es el Pueblo, que es la mayoría del país subyugado. En cada rincón del Pe­rú debe surgir parte de la gran fuerza popular que ha de unirse en un sólo frente de acción. Nuestro deber es pues ser infatigables en la labor de propaganda y de organización preparándonos a defendernos y a contrarrestar la gran ofensiva que la reac­ción dominante realizará contra nosotros haciendo un último esfuerzo".

"He de repetir que la obra es difícil pero de ningún modo imposible y que si no fuera difícil, sería indigna de nosotros. Con una solidaridad que nada destruya en nuestra, filas, todas las maquinaciones de los enemigos del Pueblo serán derrotadas".
"No olvidemos el grito admirable de González-Prada que sirve de lema a estas líneas y no olvidemos que nuestro Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales se extiende a toda América en una Alianza Popular (APRA) que llevara a todos los países hermanos el programa renovador que los pueblos del Perú impondrán por nosotros".

"A todos mi saludo fraternal, a todos mi palabra de aliento enviada desde el largo destierro que no ha sido obstáculo sino incentivo para sentirme más cerca del pueblo del Perú y más resuelto y más decidido soldado de sus causa".

¡TRABAJADORES MANUALES E INTELECTUALES: FORMAD EL FRENTE ÚNICO DE LA JUSTICIA!

¡HUAYNACUNA JUNUNACUYCHIS!

París, 2 de octubre de 1926.

(firmado) Haya - De la Torre

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Copia de la resolución de la Célula Peruana del APRA en Buenos Aires, 14/4/1929

Copia de la resolución de la célula de B.A

(Aquí un sello de la Secretaria)

(COMUNICADO OFICIAL DE LA CÉULA PERUANA DEL APRA EN B. A. República. Argentina)

Sesión del domingo 14 de abril de 1929.

"Se abrió la sesión a las 11 horas con la presencia de los compañeros Cornejo, Beltroy, Seoane y el suscrito"

Se consideró ampliamente la renuncia del compañero Haya, de la Secretaría General del Partido que pasó por nota desde Alemania. Las razones que expone en ella son varias, pero concretando, se puede decir que el motivo principal radica en las insistentes campañas que últimamente le hicieran los elementos comunistas y algunos compañeros apristas, junto con varios cargos en los que se involucraba al partido de frente único por él fundado. Considera que lo mas acertado es dejar su puesto directivo para ocupar uno de solda­do en las filas revolucionarias y propone como Secretario General a Alfredo Palacios, dado su prestigio en el Continente y el que sería asesorado por un comité con sede en Buenos Aires.

Después de un debate sobre este asunto Seoane manifesté que de ninguna manera Palacios se haría cargo de un movimiento cuya primera condición era desarrollar acción a la que él se estaba sustrayendo. Todos estuvimos conformes con él porque conocemos a Palacios y porque sabemos que últimamente ha adoptado una posición mas bien de maestro y universitario.

Respecto a Mariátegui, no nos cabe la menor duda de que se ha separado definitivamente del Apra sin previo aviso y sin haberlo manifestado tampoco. Pero tenemos pruebas evidentes y que fueron expuestas por los C. C. Seoane y Cornejo.

Se resolvió por unanimidad:

  1. No aceptar en forma alguna la renuncia que nos presenta el compañero Haya y exigirle disciplinariamente que ocupe su cargo en razón de que él tiene la marcha del movimiento en Sud América. Como se avecinan acontecimientos importantes en el Perú, a consecuen­cia de la escisión, creemos que hoy mas que nunca se necesita de una acción para lograr que el Apra tome preponderancia en el seno de las masas peruanas.

  2. Dada la seguridad que tenemos de la separación de Mariátegui y en la formación de un P. C., es urgente definir y encarar la esci­sión afrontándola resueltamente.

  3. Sugerir al Comité Ejecutivo Internacional la necesidad de lanzar un manifiesto en el que se exponga la índole antiimperialista del Apra como partido marxista. El camarada Haya la define muy bien cuando dice que el Apra lucha contra el imperialismo porque admite los tres fundamentales principios de Marx: concentración de la pro­ducción, plusvalía y lucha de clases.

Se le encargó al camarada Seoane que para la próxima sesión traiga redactada una carta personal dirigida a Haya en la que le exponga estos puntos de vista y la opinión de Ia Célula Peruana en B. A.

Fdo Juan Merel
Secretario General del Apra. Célula de B/A.
[Un sello]

Copia de la carta personal de que habla la referida nota al compa­ñero Haya de la Torre.

(Absolutamente confidencial) Buenos Aires, 18 de abril de 1929.

Querido Victor Raúl: Ignoro hasta donde esta carta alcanzará a inter­pretar el pensamiento de cada uno de los integrantes de la célula pe­ruana de Buenos Aires, pero me animo e afirmar que interpreta su pen­samiento general y dominante.

Hemos leído detenidamente los documentos en que conste tu renun­cia, así como las informes anexos a la misma, y después de madura re­flexión, ajena por completo a todo sentimentalismo o amistad, hemos resuelto, unánimemente, exigirte disciplinariamente, que vuelvas a tu puesto de combate. Pensamos que eres el mas capacitado para el cargo. Palacios es un hombre que llega o la madurez, carente de ener­gía como para iniciar un movimiento, amigo de gozar sin molestias del honor que ha alcanzado y que mas quiere lo posición de maestro que la [de] líder. No creemos, por otra parte, que su aprismo vaya hasta el extremo de dedicar a él su actividad principal. Aparte de esto, tú eres quien ha iniciado la lucha y quien debe continuarla en estas ho­ras difíciles que se avecinan.

Y aquí conviene un paréntesis. Decimos difíciles parque los ata­ques arrecian. Arrecian de parte de los enemigos declarados y de parte de los que aún consideramos como compañeros. Con respecta a los primeros, la Célula he resuelto insistir en su pensamiento principal, contenido en su proyecto de tesis de agosto próximo pasado; esto es: que el C. E. I. lance un manifiesto a América Latina. La célula de México opina en el mismo sentido, por moción de Pavletich, aprobada en diciembre y en esa forma se ha expresado, también, la de la Paz. Creemos urgente no sólo responder, con altura, a esos ataques, sin explicar el rol y las tendencias antiimperialistas del Apra. Tu ar­tículo "What is the Apra?" contiene lo sustantivo. Pero el mismo desarrollo de la lucha ha abierto nuevas zonas a la curiosidad de las masas, que exigen su aclaración. Esto nos parece fundamental, afín de crear una buena base general para que cada célula, apoyada en ella rechace las acusaciones de amarillismo y oportunismo que se nos hace. De no adoptarse, no solamente nos seguirán atacando impunemente, sino que corremos el riesgo de dar respuestas diversa y heterogéneas. Por algo dices tu mismo que urge que sigamos estudiando y descubriendo la doctrina común.

La segunda parte del paréntesis va a resultar mar larga que el resto de la carta. Pero es necesario hablar fuerte y claro. Nos referimos a la obra divisionista que dentro de nuestras propias filas, ha comenzada el director de Amauta, don José Carlos Mariátegui. Hechos concretos: fue el inspirador, según cartas que conoce el compañero Cornejo y que yo también vi, de la actitud antiaprista de la poetisa Blanca Luz Brum. No respondió en ninguna forma, a nuestra tesis conciliatoria. En cambio, según declaró el compañero Meneses, le escribió a los compañeros de la Paz proponiéndoles entrar al Partido Comunista que él fundaría. Ha roto, sin decirlo, sus vinculaciones con nosotros y ha designado, o influido en esa designación, como delegado del Perú ante la Conferencia Sindical a un elemento como Valdivia Morón, y absolutamente desprestigiado acá y allá, a quien solo ha podido conocer por intermedio del Secretariados del Partido Sudamericano Comunista y a quien tiene que haber nombrado por indicación de éste. Además, aunque hay célula en B. A. y compañeros desterrados, ha escrito al poeta Miro Quesada para que "se ponga en comunicación con Rabines y se mantenga en relación con él" según ingenua manifestación del nombrado intelectual. Estos son los hechos que nos constan, a parte de los que conocemos, sin pruebas. Ellos revelan, suficientemente, que el director de Amauta no proce­de concertadamente con nosotros y que actúa de pleno acuerdo con el P. C.

No es el caso profundizar la ideología de cada cual. Pensamos que entre nosotros hay comunistas ,y que deben estarlo. Pero, por lo menos en cuanto a esta célula concierne, que para la realización de una revolución americana, es indispensable acción autónoma a fin de librarse del rigorismo miope de la III Internacional y de su egoísta supeditación de toda obra a las necesidades inmediatas a la revolución rusa. Bien claro habla de este error de perspectiva de los comunistas de partido, el hecho de que en las elecciones de Argentina, donde intervienen trescientos mil votantes en un centro industrial y capitalista como Buenos Aires apenas obtengan 8,000 votos. Y acá llegamos al punto mas importante de la cuestión. El director de Amauta, D. José Carlos Mariátegui, nos comienza a distanciar esta divisionista actitud y este sujeción rendida a los dirigentes de la III Internacional. Pero nos concluye de alejar el examen sereno de su obra y trayectoria. Hasta este momento, la célula pensó y quiso una conciliación. Algunos de sus miembros hasta fueron sospechados y sospechosos de "mariateguismo". Pero hemos llegado al duro momento en que es necesario decir la verdad; afilar las armas y purgar el organismo revolucionario. En primer lugar, nos distancia de la obra del Director de Amauta, divisionista e intelectual, su absoluta imposibilidad de acción. Esto puede ser un tema sentimental para alguna poetisa sensible. Pero para nosotros, hombres políticos y de acción, tiene valor secundario. El porvenir del Perú no puede postergarse porque el director de Amauta tenga fiebrecillas diarias. Creemos que con nosotros está el núcleo realmente dinámico capaz de llevar adelante una revolución. Porque, en segundo lugar, el director de Amauta es fundamentalmente intelectual y un intelectual europeo, lo que no es lo mismo y lo que es peor. Su acción seguramente se reducirá a esa crítica irónica y expectante, cruzada de brazos, que caracteriza a todos los partidos comunistas de América. Ya en el presente se observa eso. Don José Carlos Mariátegui vive para sus recuerdos de Europa. Hay en él una huachafa devoción por Europa. Es individualista en su vanidad y aspira más que a la revolución en el Perú, a mantener su prestigio intelectual en Europa. Pese al título de sus artículos sobre "Peruanicemos al Perú", don José Carlos Mariátegui sigue teórico marxista pegado a la letra de los libros. Y en sus artículos como en su propia revista, no basta con el título. Su obra profunda es esencialmente espejizante [sic]. Amauta es una tribuna cómoda para adquirir jerarquía polemizando con Henri de Mann. Y eso en Lima con la dictadura y el imperialismo encima, con la obligación de una ¡revuelta ad portas! Y que en su último número, dedique un homenaje al poeta Eguren, políticamente individualista, de arte esencialmente burgués y aristocrático. Y colonial. El nacionalismo de don José Carlos Mariátegui, fuera de los títulos y de las portadas, se reduce a cultivar estas amistades ilustres, a fin de mantener el prestigio de intelectual. E incurre en errores tan graves como el que sostiene en sus declaraciones de diciembre sobre lo nacional y lo exótico, sosteniendo que la huachafa es lo nacional. Don José Carlos Mariátegui vuelve a quedarse en las portadas. Nuestro nacionalismo es esencialmente popular. Las huachafas buscan al marido yanqui, y la aristocracia adula al capitalismo extranjero, por la misma razón que el intelectual en trance de publicidad busca la gloria europea o el escritor reaccionario defiende su causa. Pero ni la huachafa, ni la aristocracia ni estos escritores son lo nacional. Es algo más hondo y de mas corporeidad que las sim­ples reproducciones de los cuadros. Es la masa, que no se ve desde el gabinete literario y que no interpretan los "pensadores exquisi­tos”. Hora es de cerrar este paréntesis deshilvanado por cierto y de arribar a conclusiones. Además el manifiesto, consideramos indispensable afrontar este otro problema de la división. O permi­tir que las células se defiendan de esta obra anarquisante o pactar una alianza, ya en calidad de fuerzas netamente disímiles. De­bemos añadir que esta última emergencia, con ser posible y quizás necesaria, nos resultaría peligrosa y a lo mejor ineficaz. Conocida es la táctica comunista de valerse de cualquier medio. Posiblemente, el director de Amauta esté buscando su Kérenski. Y en este sentido, quizá no lo sean ajenos algunos camaradas conspicuamente colocados. Por todo esto, nos limitamos a sugerir reflexiones. Nuestro pensamiento está hecho. Ahora hay que decidir la actitud. Pedimos por eso, tu opinión. No nos sobra el tiempo. Hemos encarado, pues, tu renuncia; los ataques interiores y exteriores. Para los dos primeros proponemos solución. Para el segundo: estudio. Quizás sería conveniente tu viaje acá pese a los peligros de ataques que haría infructuosa tu labor. Pero este tercer problema es más urgente. Conviene a nuestro juicio, compulsar la opinión celular y proceder en consecuencia. Nuestra voz ya va bien fuerte y clara.
Te abraza
Manolo

Cornejo y Merel (Reafirmando y ampliando)
Querido Víctor Raúl: Seoane en esta carta expresa un modo de pensar que hace tiempo he tenido. A los hechos que expone hay que agregar el hecho del envió a Rusia de dos compañeros y el que D. J.C.M. quiso, cuando aún estábamos en Lima, fundar el Partido Comunista. Abrazos.
Cornejo

Querido compañero Haya:
Hace tiempo que tuve la impresión de que D.J.C. Mariátegui preparaba una campaña comunista o sea que se apartaba de las filas del Apra. Creo que hoy hay que encarar la escisión para aclarar orientaciones. Un abrazo.
Merel.

Merel, Juan de Dios

La separación del camarada Haya de la Torre del puesto de dirigente del APRA y sus motivos, 18/2/1929

LA SEPARACION DEL CAMARADA HAYA DE LA TORRE DEL PUESTO DE DIRIGENTE DEL APRA Y SUS MOTIVOS

(Documento secreto)

Al volver a Europa después de mi última expulsion de Panama, me he impuesto mejor del proceso de las divergencias interiores surgidas en­tre los apristas de Europa y América. La labor del compañero intelectual J.C. Mariátegui, de un lado, y el trabajo de mis adversarios personales, cuya tenacidad y buenas táctica admiro puesto que veo que vencen dentro de nuestras propias filas, me han decidido a adoptar una resolución defi­nitiva e irrevocable: separarme del puesto de secretario general y líder de nuestro partido y del de miembro del Comité Ejecutivo, quedando en el ultimo rango de soldado aprista desde donde trabajaré con el mismo entu­siasmo que siempre, procurando ejemplarizar a los espíritus anárquicos que desgraciadamente son todavía numerosos, tanto como los enfermos de izquierdismo de revista de lujo, en la estricta disciplina, en la absolu­ta decision de acatar la autoridad y acción de nuestros jefes y en la total demostración de que los personalismos levantados contra mí, no son contra mi personalismo, sino bandera del personalismo de los otros, contra mi falta de personalismo.

Creo que esta decision fortalecerá las filas apristas. Yo sé que en el fondo de las cosas hay resquemor suscitado por mi personalidad que, a pesar de estar absolutamente al servicio de la causa, muchos ven como un caso de posible aprovechamiento futuro. En el fondo, mu­chos compañeros intoxicados por la propaganda adversa, ven en mi un am­bicioso de poder. Si recordaran mi historia verían claro que el camino que yo dejo, por voluntad y por amor a la causa, fue justamente el camino del poder fácil muy cerca del que pudiera estar hoy, sino hubiera roto vínculos de sangre, de clase y de conveniencias.

Pero en el fondo yo estoy contento de que sea sobre mi cabeza sobre la que caigan estas acusaciones. Estoy experimentando en mí el fenómeno histórico producido en el seno de todas las grandes corrientes políticas cuando se hallan en formación y cuando realmente significan una fuerza social. El Apra está pasando por todas las mismas crisis que todos los partidos que alguna vez llegan al poder pero que antes tienen que sufrir una torturante etapa de retorcimientos interiores. No fueron los bolche­viques rusos más felices que nosotros en este sentido. Llegaron a ser tantos cuantos podían ser contados con los dedos de las manos. Sobraban dedos. Nuestra Apra está sufriendo un proceso semejante. Nuestra Apra, co­mo el bolcheviquismo, es también negación, desprendimiento, fuerza naciente de otra grande para avanzar en el campo de las realidades y vencer. El Apra representa la revolución en América Latina, tal y como TENDRA QUE PRODUCIRSE. Porque sea por el Apra, sea por otro Partido, la táctica aprista tendrá que ser la táctica de nuestra revolución, como la táctica bolchevique tuvo que ser la táctica de la revolución rusa. Ambas se desprenden del socialismo, doctrina económica y política que en su aplicación a las condiciones objetivas de Rusia y de América se llama bolcheviquismo y aprismo. La diferencia no está en el principio politico que es el mismo. La diferencia está en el grado de intensidad de la aplicación de este principio a realidades diversamente intensas también. Así en Economía, hay una sola ley económica que "varía en intensidad” según las condiciones históricas de cada grupo social.

Las diferencias del compañero Mariátegui, cuya brillantez de perio­dista y de literato están en razon inversa con su realismo politico, del que tiene obviamente que carecer porque cuando la acción es concebida por los inactivos-niños, enfermos, quietistas, es fantasía, son diferen­cias de casuismo, de abogadería, de alarde de jugar con vocablos para quedar flotando en la balsa de corcho de un oportunismo movedizo y falso. El Apra es partido puesto que tiene programa político y va al poder. La concepción de una alianza, que no va a tener mas fin que "aliar” es tan fantástica como la concepción de aquellos espíritus que van al limbo para vivir a oscuras sin gozar ni sufrir. El literato Mariátegui ha querido hacer un limbo del Apra porque ni aun el vocablo alianza supone un concepto estático. Se alían los ejércitos para luchar, se alían los capitalistas para explotar, se alían los obreros para defenderse, se alía todo
aquel que, en un caso de lucha, tiene algo de común con otro y necesita de ayuda y puede ofrecerla en favor de un mismo objetivo.

El mismo Mariátegui cree, con un pensamiento muy siglo XIX, que luchar contra el imperialismo no es luchar contra la forma más moderna del capital y por ende luchar socialistamente. Mariátegui con su generación van quedando a horcajadas sobre la línea divisoria entre la rebeldía ideológica del pasado siglo y algo de la palabrería de la forma nueva. No conozco en nuestras filas prosador más brillante que Mariátegui, pero no conozco al mismo tiempo teorizante más fantástico. Del problema peruano ha hecho novela, leyenda, glosa, como lo hizo de la Reforma Universitaria. En lo poco que penetra el problema indígena y el problema de la Reforma, Mariátegui es un deplorable acomodador de pensamientos ajenos, en fra­ses bien cortadas, con ángulos brillantes y lados pulidos. Su mejor li­bro fue un libros de glosas, sobre Europa que es lo que conoció hace 8 años, la Europa de hoy es otra cosa, aunque Mariátegui sigue vistiendo sus ideas como aquellas viejas que 40 años después de haber estado en París siguen poniéndose el sombrero que compraron en la rué de la Paix.

Pues bien, este teorizador legendario y novelista se ha entendido en hacer diferencias entre el Apra como Partido y Alianza, olvidando que el Apra es un PARTIDO DE ALIANZA. El partido bolchevista hoy en Rusia es otra ALIANZA. Hay varias clases dentro de él: campesinos medios, campesinos ricos (no todos), campesinos pobres, obreros, intelectuales y parte de clase pequeño burguesa. El fin es la victoria de la clase proletaria, temporalmente la alianza existe.

En América Latina las condiciones objetivas imponen este Partido de Alianza. No podrá realizarse obra alguna sin que el Partido sea de Alian­za. Tiene que serlo porque somos pueblos predominantemente agrarios, con masas ignorantes campesinas, pequeños radios obreros y bajo la presión tremenda del imperialismo que por ser en nuestros países la "primera etapa del capitalismo" oprime a las clases medias, las mejores preparadas y provoca reacciones de carácter nacional que deben ser aprovechadas en beneficio de los productores.

Además, caso único, mientras los EE. UU. existan como poder inmenso, nuestra lucha antiimperialista defensiva tiene que ser contra el capitalismo que nos amenaza de fuera, vale decir, antiimperialista, aliando dentro a todas las clases que están afectadas por aquel, pero aliándolas no para que griten sino para que tomen posiciones políticas que les sirvan para su lucha. Consecuencia: un partido. Su tarea histórica inmediata: la de luchar en alianza o en frente contra el imperialismo y sus aliados. La tarea futura: luchar contra los aliados que en menor escala signifique otra forma de explotación, organizando la producción bajo forma socialista adaptable a nuestra realidad social.

Toda esta ideología que constituye la base de la doctrina aprista ha sido bien claramente expuesta desde hace mucho tiempo y queda claramente precisada en el libro aun no publicado "El Antiimperialismo y el Apra”, cuyos originales conocen ya muchos compañeros y que están muy de acuerdo con la tesis fundamental del nuevo libro que prepara el Prof. alemán Goldschmidt: "La Tercera Conquista de la América Latina”, que será en mi concepto, la más alta victoria científica del aprismo.

El compañero Seoane en el apéndice del libro de Salomon Wapnir "La Sombra Imperialista", precisa bien el carácter de partido del Apra.

Con fecha 23 de junio de 1927, el compañero Eudocio Ravines (cita del informe de los compañeros de París: Heysen, González Willis y Enriquez) escribe : "Somos un Partido politico y un Frente Único. Hay quien quiere ver contradicción en esto. La paradoja es aparente como en todo lo que brota del marxismo. Como organización somos un Frente Único, un bloc de diferentes clases oprimidas: proletarios, campesinos, pequeños burgueses, comerciantes y artesanos, pequeños propietarios de la tierra y colonos, intelectuales y estudiantes de Izquierda; pero como organización con idénticos principios, puntos programáticos, idéntica finalidad: somos un Partido Politico".

Me parece que esta apreciación es lo mejor que ha escrito el citado compañero Ravines desde que he leído cosas escritas por él, al mismo tiempo que es la primera vez que denuncia con tanta claridad y verdadero espíritu marxista un punto de vista realmente revolucionario y no anar­quista. Como se sabe, el compañero Ravines ha sufrido por mucho tiempo la fuerte influencia anarquista de la que la cita mencionada parece li­berarle.

Los compañeros Gonzalez Willis, Heysen y Enriquez, han escrito también al terminar su interesante informe de 25 de setiembre último palabras que les da un puesto prominente entre los realistas jóvenes de la nueva generación revolucionaria: "Reafirmar el carácter de Partido que el Apra tiene desde su fundación: es una obra verdaderamente revolucionaria". Ellos pues se confirman el auténtico espíritu del APRA al fundarse. En 1926 escribí yo en Londres el bien conocido articulo "What is the APRA?" en The Labor Monthly y ahí quedaba establecido que el Apra es un PARTIDO. Toda interpretación posterior es oportunismo y anarquismo, izquierdismo enfermizo y por ende antirrealismo.

El Apra es un partido marxista porque admite, desde que lucha contra el imperialismo, los tres fundamentales principios de Marx: concentración de la producción, plusvalía y lucha de clases. El Apra en la lucha de clases cree que hay momentos en que las clases en lucha pueden aliarse cuando se trata de vencer un enemigo común mayor. Rusia prueba esto y quien haya leído el libro de Lenin "El Capitalismo de Estado" no puede negar esto sin incurrir en majadería.

Este es el pensamiento del Apra desde su fundación. Fue fundada como partido y ha sido y es un Partido. Su crítica a las Ligas Anti-Imperialistas fue claramente en el sentido que no se puede luchar contra el imperialismo que usa en nuestros países del Estado como instrumento de opresión, sin tratar de capturar ese Estado y llegar a constituir el Estado transitorio o Estado "anti-imperialista". Y el Estado solo se captura por movimientos politicos dirigidos por un Partido.

A pesar de esta claridad, los sectores intelectuales, "la inteligentzia” del Apra' ha planteado como era de esperarse la division y ha creado conflicto de palabras. Es de advertir que los apristas mas caracterizados como profesionales, literatos, etc., son los que más fácilmente han resbalado por los rodaderos del casuismo pasivista del más intelectual y menos realista y menos hombre de acción de todos, el compañero Mariátegui. Los menos fantaseadores quedaron en el plano del realismo que es el plano de la acción. Este conflicto es pues un conflicto planteado por los intelectuales "puros" contra los apristas realistas y es un conflicto en­ el que la fantasía y por ende la contradicción, la falta de solidez, la mera masturbación mental, el bizantinismo y los prejuicios anárquicos y el "limeñismo" literario, han logrado infectar todo sin que podamos evitarlo ya que todavía entre nosotros pueden más las vagas palabras infladas de aire sabiondo de doctorarla.

Pero, por mi parte, juzgando con la más absoluta serenidad y más aun viendo con satisfacción el proceso de estas divergencias, que de palabra y por escrito las he enunciado a mis compañeros desde hace mucho tiempo, como parte de la etapa de gestación de nuestra fuerza que probablemente tendrá que eliminar todos esos factores sin fuerza afirmativa y sin visión realista en un tiempo dado, creo que hemos llegado a un perio­do en que es necesario restaurar la unidad de nuestras filas. Como se ha confundido muchas veces el Apra con mi persona, creo indispensable eliminar mi persona. Dejo así vacío un lugar que llenaba mi nombre tras del que se escondían otras razones y otras complicaciones que ahora quedan en claro por si solas. No veo en mi eliminación ni un castigo ni un honor. Veo una consecuencia. Ya estaba prevista y ya estaba anunciada. He puesto mi nombre al servicio del Apra hasta que ha sido gastado del todo. Ahora como las dentelladas chocan solo con mis huesos, es necesario echar fuera la osamenta y poner otros cuerpos gordos y nuevos para que sufran la interesante experiencia de la jefatura. Además, quiero desde mi modesto sitio de soldado aprista enseñar como se debe ser soldado a todos los que quieran ser generales sin pensar que ante todo debemos hacer masa organizada y disciplinada. Quiero hacer público mi sometimiento a los nuevos jefes y trabajadores decididamente en el puesto que se me señale.

Ante todo me interesa que el Apra no se divida. Por eso pido a los compañeros que pudieran ver esta decision mía desde un pun­to sentimental o amistoso que sean los primeros en apoyarla. Yo tomo esta resolución como habría tomado cualquier otra en servicio del Apra. Mi único deseo es que se aclaren las incógnitas y que mi nombre y mi presencia no sirva de excusa a otros móviles y a otras fuerzas no siempre muy superiores que han conspirado y conspiran contra la unidad aprista.

Mi labor personal será la del decidido y tenaz luchador en filas. Publicaré en Alemania mi libro el Apra precisando o ampliando lo que desde su fundación escribí sobre ella y desde el Instituto Económico La­tino Americano de Berlín en donde he iniciado ya un amplio trabajo de investigación económica continuaré el trabajo antiimperialista.

En cuanto a la lucha particular en el Perú pongo las manos en al­to. El movimiento pro-candidatura que tan infantiles hostilidades despertó, no fue sino una prueba de nuestra visión política y de la capacidad de disciplina y de táctica nuestra. La prueba ha sido grandes resultados negativos que nos muestran como en nuestras organizaciones agrarias, el individualismo, determinado por nuestras condiciones de vida económica, no permiten ningún plan de alta táctica, ni ninguna forma de acción en Partido. O el caudillo de la anarquía. Estamos lejos de entender todavía al Partido y al Jefe que son línea dialéctica y realista de grandes movimientos creadores en medios más avanzados. Por eso la candidatura fue una prueba. Todo esto lo he visto yo como la experiencia de un laboratorio. No me interesaba tal o cual resultado. Me interesaba ver el resultado en si y deducir. Uno y otro hubieran sido recibidos por mi alegremente, después de verificadas dejo el puesto. El resultado negativo de la experiencia encierra otras grandes afirmaciones. Estoy viendo cada día más claro el verdadero camino. De ahi que dejo voluntariamente y sin reservas ni condiciones toda mi participación directiva en el Apra.

Me interesa plantear algunas condiciones para el futuro. La célula de México ha resuelto que la Secretaría General radique en Buenos Aires. Puede seguirse este acuerdo para marchar en unión, porque en Buenos Aires o en México no hace al caso; lo que importa es que estemos unidos en nuestra decision de que se halle en alguna parte. También se trata de la sucesión en el puesto de Secretario. Quizá si convendría no hacer recaer esta designación en un peruano. He oído desde la Argentina que convendría ofrecerle la Jefatura a Alfredo Palacios. Estaría bien si hay unidad. Tenemos que rogar a los intelectuales que repriman su anarquismo explosivo y traten de coordinar una opinion.

Ustedes los dirigentes resolverán. El problema está en que el Apra debe vivir y no debemos excusar la inacción en nada ni en nadie. Para los que me ponían como causa de division y excusaban en mi su oportunismo y su anarquía les quito radicalmente el cuerpo y los dejo solos. Esto contribuirá a depurar. Espero que los compañeros de mayor vision, de mejor espíritu revolucionario y de más honradez de conciencia y —so­bre todo, una ultima rogativa a los convulsivos tropicales— de mayor serenidad, frialdad, tranquilidad, que resuelvan este problema con tacto y con tino. Les encomiendo al Apra que fundé y que tiene cada día mayor opinion. Les dejo el organismo ya vivo, afiebrado por el calor de su desarrollo. Vean todas las luchas interiores como síntomas de evolución, de crecimiento; de gestación. Mi eliminación es necesaria, indispensable, útil y justa.- Perp no dejen morir una fuerza que ya es una fuerza. La resolución de un hombre fundó el Apra e hizo de ella una fuerza. La resolución de un grupo o, en el ultimo de los casos, debe mantener esta fuerza que responde históricamente a nuestra realidad.

No necesito esperar respuesta de ustedes. Estoy ya fuera. Tengo en mis manos un sello que enviaré al Secretario sucesor, y espero que cuando se comunique a la masa aprista la decision de los cuerpos dirigentes, lo sabré yo. Mientras tanto ordenen en un nuevo soldado. Tengo un gran entusiasmo por demostrar que sé ser un subalterno decidido y sin egoísmos. Alguna vez se sabrá que no los he tenido jamás.

Lo único que les pido, como principio de unión y de fuerza es la mayor reserva en las discusiones y la mayor prontitud en la decision. Nunca he visto con mayor claridad la victoria del aprismo como realidad política que en mi última gira. No solo me refiero a los resultados cla­morosos de la campana en favor, sino a la alarma y a las represiones francas del imperialismo en contra. Siempre he medido la calidad de mis fuerzas por las reacciones del enemigo y cuando se trata del imperialis­mo es muy significativo su plan de ataque contra el Apra y sus actos de violencia contra sus líderes.

No dejen perecer al Apra. Desde mi puesto estoy listo a ayudarles. Pero demuestren que los buenos críticos del director de ayer, con también hábiles y certeros directores de la obra en crecimiento.

Les saludo fraternalmente "contra el imperialismo yanqui, por la unidad de los pueblos de América, para la realización de la justicia social".

Berlín, 18 de febrero de 1929.
Haya de la Torre

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Esquema del Plan de México, 22/1/1928

ESQUEMA DEL PLAN DE MÉXICO

Los que suscribimos, declaramos solemnemente ante el pueblo peruano y ante la América y el Mundo, que proclamamos como principios de la Revolución Libertadora del Perú, sojuzgado hoy por la tiranía del gamonalismo nacional y el imperialismo extranjero que representa el régimen de D. Augusto B. Leguía, los contenidos en el siguiente plan que normará el programa del Partido Nacionalista Re­volucionario Peruano y que significa la aplicación al Perú de los lemas de la Apra a la que declaramos adherido el movimiento libertador peruano.

Y teniendo en consideración que la dolorosa situación presen­te porque atraviesa el pueblo del Perú, representado por sus cla­ses trabajadoras (campesinos, obreros y clases medias) se debe al desquiciamiento económico del país por la explotación ilimitada que hace del pueblo el latifundismo nacional y el imperialismo ex­tranjero, y que el regimen político presente no es sino el instru­mento de dominación de las clases dominantes apoyadas material y moralmente por el imperialismo que succiona las energías nacionales y arrastran el país a la esclavitud, declaramos:

1º. El movimiento libertador del Perú perseguirá la independen­cia económica del país por la emancipación económica de su pueblo, y como consecuencia de ésta su liberación definitiva del sistema político y social presente mantenido por la oligarquía dominante que representa la explotación nacional, la sumisión al yugo extran­jero y la esclavitud del ciudadano peruano en todos los órdenes.

2º. Proclamando la Revolución Libertadora del Perú la emanci­pación económica, política y social del pueblo peruano, este movimiento implica, y así lo declaramos expresamente, el principio de la era de movimientos similares en todos los países latinoamericanos donde sea preciso realizar obra de liberación semejante, y tenderá a cumplir tan pronto como sea posible el postulado de la unión política y económica de los pueblos Indoamericanos proclamado por el programa del Apra.

3º. Para la realización y eficacia de la Revolución Libertadora del Perú, queda establecido que el órgano único que había de reali­zarla, sujeto estrictamente a los postulados que contiene el presente plan, será el Partido Nacionalista Libertador del Perú, organismo político-militar revolucionario que reconoce como fundador y jefe supremo en ambos órdenes a Victor Raul Haya de la Torre y que estará dirigido por un Comité Ejecutivo Central, con residen­cia temporal en México, integrado por Comités Locales, subordinados al Comité Central, con sede pública o secreta en otras ciuda­des del Perú y América.

4º. El Partido Nacionalista Libertador del Perú tiene la tarea histórica de llevar adelante la Revolución bajo condiciones muy estrictas de disciplina y de eficacia, radicando en él la total responsabilidad y soberanía del movimiento y el imperativo de man­tener con su unidad más absoluta en la acción el ahorro de sangre y energías del pueblo a fin de obtener los fines que persigue para beneficio de la nación lo más eficazmente que sea posible.

5º. Radicando la dolorosa situación actual del pueblo peruano en el sistema económico a que está sometido el país, y aplicando el postulado del Apra sobre nacionalización de la tierra y de la n industria, proclamamos como primer principio económico del movimiento nacionalista y libertador del Perú que la riqueza que hoy exis­te o pueda existir dentro de los límites del país, pertenece a la Nación y que es ella quien debe explotarla o hacerla explotar, sin sacrificar jamás ni su soberanía ni las energías de su pueblo entregán­dola incondicionalmente al servicio de intereses privados o extranje­ros.

6º. Constituyendo la tierra la base de la riqueza nacional peruana y siendo su monopolio injusto privilegio de una clase desde la conquista española que derribó el maravilloso sistema agrario in­cásico e instituyó el feudalismo en el país, arrebatando al pueblo peruano su derecho a poseerla y explotarla, el movimiento Naciona­lista Libertador del Perú, en nombre de los verdaderos intereses na­cionales y no solo como una reparación al pueblo peruano, sino como el único medio de elevar el índice de producción nacional y remediar la dolorosa situación económica del país obligado a importar alimen­tos y a mantener grandes extensiones de tierras improductivas por la incapacidad del gamonalismo para intensificar su cultivo, proclama el principio de la devolución de la tierra al pueblo peruano, entre­gándola a quien la trabaja, destruyendo el gamonalismo y procurando restablecer sobre base de los comunidades indígenas, sostenidas a través de cuatrocientos años de opresión, el nuevo organismo agra­rio y agropecuario nacional.

7º. La aplicación del principio de la devolución de la tierra a los ciudadanos peruanos que la trabajan, será verificada tenien­do siempre en cuenta el beneficio nacional y procurando restable­cer, impulsado por todos los auxilios de la técnica moderna, el admirable sistema agrario incaico que afirmó en la comunidad o ayllu la base de la vida agraria nacional.

8º. Siendo la explotación integral y eficaz de la tierra la ba­se de la prosperidad nacional en países típicamente agrarios como el Perú, la renovación del sistema de producción de la tierra, su explotación total y activa, sobre bases científicas, traerá consigo beneficios incalculables que redundarán automáticamente en favor de las otras clases sociales hoy esclavizadas económica, social y políticamente por el oprobioso sistema de explotación del hombre y no de la naturaleza que impera en el Perú.

9º. El movimiento libertador aplicando el principio de la na­cionalización de la riqueza del Perú en el orden industrial, pro­clama que en nombre de los verdaderos intereses nacionales intensificará la producción, reivindicará económica, política, social e in­telectualmente a las clases obreras, elevándolas integralmente a la función social que les corresponde y sujetándose estrictamen­te al postulado 5º. del presente plan. El movimiento libertador declara asimismo que afirmándose en los fines económicos del movimiento comprenderá en su programa reivindicador a los trabajadores intelectuales y a las clases medias.

10º. El movimiento libertador proclama asimismo que afirmándo­se en los principios económicos que lo norman, hace extensivo su programa reivindicador a los demás trabajadores de la nación, tan­to intelectuales como manuales, considerando entre estos, especial­mente, a los maestros de escuela, empleados, industriales, comer­ciales y administrativos, soldados y marineros y en general a todos los que en una forma u otra, dan sus energías a las diversas acti­vidades de la vida colectiva nacional y sufren explotación.

11º. Proclamando nuestro movimiento la emancipación integral del pueblo peruano tanto en el orden material como en el orden espiritual, el Partido Nacionalista Libertador llevará adelante la obra de educación nacional laica, de la Escuela a la Universidad moderna, gratuita y para todos los residentes en el país, aboliendo definitivamente las jerarquías odiosas que hoy dividen a los peruanos entre una pequeña elite de hombres educados y una vasta mayoría de analfabetas, en relación con sus posibilidades económicas.

12º. Siendo la organización del Estado en el Perú instrumento de opresión y de explotación que la oligarquía dominante hace de la Nación, el Partido Nacionalista Libertador reorganizará radical­mente el sistema político nacional, poniendo término al odioso centralismo que hoy mantiene subyugadas política y económicamente a las provincias y erigiendo el gobierno y la administración del pueblo para el pueblo, sobre la base de las municipalidades o comunas en las que radicará todo el poder y cuya representación democráti­ca-funcional, constituirán los poderes directores del Estado.

13º. El movimiento desconoce, desde la fecha en que se suscri­be el presente plan el actual régimen político que ha usurpado el poder en el Perú y desconoce asimismo la Constitución y leyes nacio­nales en todo lo que ataque los intereses y los derechos del pue­blo peruano y favorezcan a sus enemigos nacionales y extranjeros representantes del gamonalismo y del imperialismo, proclamando los principios del presente plan como bases definitivas para la futura Constitución del Perú que dictará el pueblo soberano al reinvindi­car por las armas de la tiranía presente el derecho a gobernarse.

14º. Significando el movimiento libertador del Perú la abolición del poder de la clase latifundista nacional en complicidad con el imperialismo extranjero que amenaza no solo al pueblo pe­ruano sino a todos les pueblos de Nuestra América, proclamamos este movimiento como causa de los pueblos de América y declara­mos que en el Partido Nacionalista Libertador hoy, como en la na­ción peruana después de la victoria, todos los hombres y mujeres indoamericanos que se sujeten a los principios de este Plan, sin excepción de país del Bravo a Magallanes son considerados como ciudadanos, con el derecho a ser soldados del movimiento y servidores de la causa, que dentro de los límites de Nuestra Améri­ca no reconoce fronteras.

15º. El lema del movimiento será el de TIERRA Y LIBERTAD que dio Emiliano Zapata a la Revolución Mexicana de la que fue mártir y es hoy símbolo, y la bandera del Partido Nacionalista Liber­tador será la bandera del Apra: fondo rojo con un continente indoamericano en oro encerrado en un círculo de oro también. El emblema central de la bandera y los colores rojo y oro así como el lema de TIERRA Y LIBERTAD quedan adoptados como los oficiales del movimiento en todas sus actividades.

Protestando solemnemente ante el pueblo peruano luchar has­ta el fin por conseguir su emancipación integral, despojados de todo interés personal y resueltos a cualquier sacrificio por al­canzar el triunfo de nuestra causa, hacemos un llamamiento a todos los trabajadores manuales e intelectuales del Perú, campesinos, estudiantes, obreros, empleados, soldados, marineros, hombres y mujeres para que presten su mas decidida ayuda al Partido y al Ejército Nacionalista Libertador considerando a sus jefes y a sus miembros como representantes y defensores de la libertad y de la soberanía de la Nación.

TIERRA Y LIBERTAD

Firmado en México, cuna de la Revolución Indoamericana y exilio de muchos desterrados por la tiranía, a los veintidós días del mes de enero de mil novecientos veintiocho, séptimo aniversario de la fundación de la Universidad Popular Gonzales Prada del Perú.

[Haya de la Torre]

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Informe a la Junta de Comisiones de la Célula del APRA en París, [7/1927]

INFORME

A la Junta de Comisiones de la Célula del APRA en París

Como por acuerdo de la célula en sesión de Junta de Comisiones, se nos designará para integrar conjuntamente con los camaradas Ravines, Paiva y Bazán, la comisión elegida para estudiar el documento denominado CARTA DEL PERU, que los compañeros de Lima suscribieron definiendo "algunas" de sus diferencias con respecto al rol del APRA en la lucha anti-imperialista, y las bases del Partido Nacionalista Libertador del Perú, fundado en México, por el camarada Haya De la Torre, tituladas ESQUEMA DEL PLAN DE MÉXICO, y, como después de una prolongada reunión a la que concurrieran los dos camaradas anteriormente citados, no pudiéremos llegar a un acuer­do, suscribimos el siguiente informe en mayoría.

EL APRA. ALIANZA O PARTIDO

El APRA, es desde el año 1924 de su fundación, un partido de frente único, internacional, anti-imperialista, constituido por los trabajado­res manuales e intelectuales de América Latina.

Fundado como tal, después de cuatro anos de existencia, continuamos considerándolo así por mejor convenir a la eficaz defensa de la unidad de la organización y de la disciplina del mismo en sus jornadas públicas y en su desenvolvimiento interno.

No habiendo variado sus bases doctrinarias, ni sus funciones políticas, creemos —en oposición a algunos militantes que han planteado úl­timamente algunas reservas intelectuales— que es necesario reafirmarlas declarando que el APRA debe ser y es el partido de frente único de las clases oprimidas de América Latina que luchan contra sus clases opreso­ras, para imponer el triunfo de las reivindicaciones de una revolución anti-imperiaìista de carácter "plebeyo".

Conocemos la realidad social de nuestra América, donde la anar­quía mas completa ha corroído siempre todo intento serio de renovación. A la compleja manifestación de su estructura económica, debe sumarse la heterogénea y caótica manifestación de su pensamiento colectivo, defini­do fundamentalmente por el confusionismo y alentado en su marcha por la suspicacia, la vanidad y sus resultados divisionistas y por aquella ini­mitable indisciplina latino-americana tan popular felizmente, para que pueda subestimarse o ponerse en duda. El Apra, entonces, naciendo como expresión de un nuevo sentido revolucionario, debe ser no solamente una simple y "genial" tentativa de algunos intelectuales de vanguardia pa­ra conseguir una transformación económico-político-social en América Latina. Debe ser algo más. No basta iniciar el planteamiento de nuestros problemas marxistamente, descubriendo la realidad que los condiciona. Precisa aportar las armas indispensables para obtener su ejecución salvadora.

La experiencia histórica, en este caso como en todos, es gene­rosa. Hasta ahora ninguna palingenesia social se ha producido como fru­ to del desorden, indisciplina o divisionismo de las fuerzas que las han propiciado. Por el contrario, unos más otros menos, todos los movimien­tos liberadores en las etapas históricas de la humanidad, se han basado esencialmente en la unidad de su plan, en la disciplina de su organi­zación, en la acción conjunta de sus militantes.

Si lo que en América impera es la división y la indisciplina, y nosotros sabemos que ellos ante todo han sido y son los más grandes obstáculos de toda obra renovadora, debemos tratar que el APRA, proclame como postulados fundamentales de su organización: la de la unidad prácti­ca en la lucha, los de la disciplina común en el partido.

Poco interesa el léxico o las academias que a ello aparentemen­te se opongan. Para el revolucionario, primero es la realidad, después el léxico o las academias.

Denominándose alianza, el Apra no quiere favorecer las resis­tencias mutuas de los elementos que las componen. Alianza significa unión y la mejor unión para un organismo politico, no es la que favorece las sospechas, las desconfianzas, las resistencias entre sus componentes.

Si desde su origen apareció calificándose alianza lo fue siempre para caracterizarse como partido también. Alianza fue así y es un apela­tivo simbólico de partido.

Concebida como fuerza eficiente para combatir los enemigos tan po­derosos, debe defenderse y definirse como el gran frente único interna­cional de los pueblos latino-americanos, aliados anti-imperialistamente, para defenderse de sus opresores. La eficiencia de su fuerza parece estar así lejos de las interpretaciones castizas; pero está firmemente sobre la realidad social de nuestra América, donde el triunfo ha de ser siem­pre de los disciplinados dentro del Apra como partido de frente único, como alianza de pueblos.

Estructurado como un bloc de tres clases: campesinos, proletarios y clases medias, en su seno cabrían: indígenas, obreros, intelectuales y estudiantes revolucionarios, pequeños propietarios, pequeños industria­les, pequeños comerciantes y artesanos. Su composición, al parecer he­terogénea, se hallaría homogenizada por la opresión que sufren todas les fuerzas que concurren a formarlo. Sería entonces el carácter revolucionario —frente al imperialismo y feudalismo— de sus componentes, una mayor garantía en favor de su unidad y de la disciplina común.

Como a él concurre el proletariado, la fuerza históricamente re­volucionaria, para formar el frente con las clases medias, cuyo carácter revolucionario es transitorio, el proletariado habría de abdicar transi­toriamente de sus reivindicaciones finales. La disciplina a que estaría sometido dentro del partido de frente único no habría de implicar coac­to. El proletariado aceptaría la disciplina común, conservando toda la independencia de acción que le fuere necesaria para su libre organiza­ción dentro de sus sindicatos u organismos representativos. Dentro del Partido habría de trabajar por y para la revolución plebeya. Fuera habría de continuar su obra de organización revolucionaria, que, a medida que su desenvolvimiento evolucione en un sentido progresista, dándole mayor fuerza, mayor será su control hegemónico dentro del Apra. Esta dis­ciplina seria así benéfica para la alianza de las fuerzas oprimidas y benéfica también para el proletariado. Con ella el Apra, tendría en el proletariado, fuertemente organizado su mejor fuerza ante el imperialis­mo y sus cómplices nacionales ya señalada por el maestro Marx en el célebre manifiesto de cuando afirma que el proletariado debe desempeñar el rol de propulsor y creador de la historia de la humanidad hasta el día en que deba perder las cadenas que lo oprimen con la victoria de su verdadera revolución.

El Apra ha sido fundada aprovechando todas las lecciones que los movimientos liberadores de la historia brindan. Sobre todo de aquellos producidos en países cuya realidad semeja a la realidad social de Amé­rica Latina.

Como la realidad social de América Latina se asemeja no a la de Europa —imperialista y burguesa— sino a la de China —semi-colonial— se ha tenido preferentemente el cuidado de aprovechar las enseñanzas que la revolución china, dirigida por el Kuomintang, nos da.

Asi se ha dicho que el Apr, representarla para América Latina, lo que el K.M.T. para China, en su fase revolucionaria frente el imperialismo y los señores de la tierra. Pero, como el K.M.T. al mismo tiempo que representa la insurrección de un pueblo oprimido y encerrado dentro de sus propias murallas de servidumbre, explotación y oscurantismo, ha representado un fracaso, el fundador del Apra y los que con él creemos en las enseñanzas de la historia de la lucha de clases, la hemos aprovechado selectiva y convenientemente . De manera que si se declara: "El Kuomintang fue Sut Yan Sen, pero, también es Chang Kai Shek", nosotros responderemos categóricamente: EL KUOMINTANG ES UN PARTIDO DE FRENTE UNI­CO DE CUATRO CLASES Y EL APRA LO ESTAN SOLAMENTE DE TRES.

Sin embargo, la diferencia no es solo aritmética. El K.M.T., organismo politico de une organización especial, que alguien acertadamente colo­ca entre un soviet y un partido politico, significa el frente anti-imperialista de la gran burguesía, de los señores feudales, de la pequeña bur­guesía urbana, del proletariado, campesinos e intelectuales y estudian­tes de vanguardia. El Apra, organismo politico, de especial organización, también represente el bolo de las tres clases oprimidas (campesinos, cla­ses medias y proletariado) que hoy es necesario decirlo ineludiblemente, representan la izquierda revolucionaria del Kuomintang (Ver "Les probléms de la revolution chinoise". N. Boukharin pag. 57-58). Es decir que debemos declarar innegable y acertada la fundación del Apra, al tener como ejem­plo el Kuomintang como movimiento liberador y sus fracasos últimos.

El Apra es así el bloc revolucionario de campesinos, obreros y cla­ses medias contra el bloc anti-imperialista.

Dentro de él deben fraternizar los obreros con la pequeña burguesía radical, cuyos intereses son reales y durables, verdaderamente, frente al imperialismo.

Su organización especial debe ser aprovechada a fin de fomentar un formidable movimiento de masas de carácter nacionalista revolucionario, en el cual el proletariado ha de jugar el principal papel, a fin de evi­tar cualquiera insurrección de derecha de indole contra-revolucionaria o atentatoria a sus reivindicaciones máximas.

Quienes conozcan, entonces, tanto la estructuración de un partido como la de otro, no pueden, sin equivocarse lamentablemente, hacer afir­maciones inconvenientes o comparaciones absurdas.

El Apra ha representado, representa y continuará representando para América Latina un símbolo, tal como el del sunyatsenismo para China. Las clases de donde han surgido los traidores de la revolución china no forman en sus cuadros. Los Musolini, los Carridoni, los Masiano Rocca, los Marinetti, los Settimelli, los Botáis, no deben ser previstos para nuestra realidad como factores de contra-revolución, antes de que la batalla haya empezado. Ellos aparecerán en tanto mayor numero cuanto menor sea la fuerza revolu­cionaria sobre la que el Apra se afirme. Si en lugar de hacer predic­ciones, mas o menos acertada, se tratara de crear los organismos y la fuerza indispensable para llevar a su realización el programa de reivin­dicaciones del Apra, se haría una labor verdaderamente unificadora, armó­nica y revolucionaria.

Creándonos fantasmas, antes de producida nuestra revolución de liberación nacional, daremos oportunidad para que nuestros enemigos se afirmen cada vez más, multiplicando los métodos y los procedimientos de su dictadura. No pensemos pues, ni en los Musolini, ni en los Chank Kai Shek! Los Thiers, los Kautsky, los Farinacci, deben quedar solamente como un pasado o un presente de traiciones y no como un argumento fácil e impresionable, cuando no son revolucionarios convictos y confesos, probados y dispuestos, los que están tratando de que el Apra se abra camino en América, pera imponer el triunfo del socialismo, revolucionario.

Acordémonos que ya al maestro inolvidable (Critique du Programma de Gotha, pag.19) ha dicho realísticamente: "Todo paso hacia adelante, todo movimiento real, importa mas que una docena de programas" y que Le­nin ha afirmado (Obras. Comp. pag. 678) que solo los esfuerzos unánimes y fra­ternales de los insurrectos afirmarán la libre sociedad nueva que va a nacer sobre las ruinas de la autocracia, para así abandonar los divisionismos perniciosos, los intelectualismos seductores y emprender el paso hacia adelante "el movimiento real" de la emancipación de América Latina.

EL ESQUEMA DEL PLAN DE MÉXICO

Como el nacimiento del Apra implica el anunciado de los proble­mas que los países de América Latina presentan, difiriendo de fuerzas es­tablecidas, es oportuno señalar la necesidad de que ello sea tenido en cuenta, para estimar las formas y los métodos de su desenvolvimiento y aplicación en cada uno.

El Apra ha surgido como una fuerza internacional. Problemas comunes que la realidad determina han afirmado esta necesidad. Ninguno de los pueblos latino-americanos, aisladamente, hubieran tenido o tendría capacidad de independizarse de sus opresoras. Era preciso enfocar conjuntamente la acción liberatriz. A los problemas comunes planteados por la realidad en gran parte feudal de América Latina y por la conquista del imperialismo capitalista, que abarca de un jalón a todo el continente. Convenia enunciar una acción liberadora, común, que a pesar de ser geográficamente continental, tuviera raíces profundamente naciona­listas revolucionarias, como consecuencia lógica de la semi-colonial realidad latino-americana y de la composición misma de America: semejante en sus problemas, mas semejante en su origen, en su historia, política, economía y estructuración social.

Al nacionalismo sunyatsenista de China (siendo China semejante co­mo semi-colonia a América Latina) había que sumar un nacionalismo conti­nental indoamericano, basado no tanto en las adversiones o similitudes de la burguesía nacional incipiente para con el imperialismo del norte, en las afinidades de los señores feudales con los banqueros de la altabanca, o en las peculiaridades de la "huachafita pera con el empleado de alguna empresa estadounidense” sino más bien en la gran mayoría de los indios, obreros y pequeños burgueses oprimidos por el feudalismo, burguesía in­cipiente e imperialismo capitalista.

La Nación en América Latina es el pueblo, son los productores, son los indígenas, tan expoliados como el coolí chino.

Subestimar la urgencia de enfocar la lucha de liberación nacional latino-americana, significa olvidar no solamente las tesis generales para la lucha anti-imperialista en los pueblos coloniales y semi-colohiales sino también la realidad misma de nuestros países. El sentimiento nacio­nalista frente al yanqui, frente al capital extranjero, existe en toda América Latina. El odio al blanco de nuestros indígenas no es sino la expresión de su guerra a la explotación y a la servidumbre. Poco intere­sa para la orientación de la lucha revolucionaria latino-americana el sentimiento determinado de los burgueses y señores feudales. Lo que in­teresa !y mucho! es el sentimiento de sus masas oprimidas. Considerando esto podemos afirmar rotundamente, frente a las mas bellas disecciones literarias, que EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DE AMERICA LATINA, DEBE ORIENTARSE FUNDAMENTALMENTE HACIA UN FORMIDABLE ESTALLIDO NACIONALISTA REVOLUCIONARIO DE CARACTER ANTI IMPERIALISTA CONTINENTAL, CUYA MAS IN­MINENTE ACCIÓN HA DE SER: ROMPER LAS TRABAS FEUDALES, EXPULSAR AL IMPERIA­LISMO Y EMPRENDER LA JORNADA HACIA EL SOCIALISMO.

Anotado este especial aspecto, prosigamos.

Planteados los problemas de América Latina continentalmente y aprísticamente, convenia contribuir a su ejecución venidera, dando los primeros pasos en cada país. El Perú nuestro país de origen, uno de los países mas típicamente señalados por su realidad, nos urgía preferente­mente en nuestra responsabilidad como revolucionarios. Plantear sus pro­blemas, enfocar su realidad, y su lucha con el mismo sentido anterior­mente expuesto, equivalía a asumir una actitud histórica. Entendiéndolo así el fundador del Apra, nuestro camarada Haya de la Torre, y los camaradas exilados en México, que tan honrosamente le secundan (relegando para otra oportunidad , diferencias más, diferencias menos, sobre la con­veniencia de ciertos métodos y de ciertas actitudes) nos han planteado a nuestra consideración una de las contribuciones mas ricas en nuestro mo­vimiento emancipador continental (Esquema del Plan de México) digna de un análisis desprovisto de prevenciones y de dudas, propias de un intelectualismo revolucionario de infancia.

La lucha por emprender en el Perú, como parte de la lucha conti­nental, es una parte de la lucha por el derecho de los pueblos a disponer de si mismos. "El derecho de los pueblos a disponer de si mismos com­prende la lucha por la completa liberación nacional, por la completa in­dependencia" (Lénin. Caricature du marxisme et économisme impérialiste. Le Communisme et la question national et coloniale, pág. 22) Ella solamen­te puede realizarse asumiendo el carácter de lucha de liberación nacional latino-americana, cuyo objetivo es el de realizar la unificación de Amé­rica Latina, el de transformar estos países en un estado centralizado, en hacer desaparecer las barreras feudales y semi-feudales y llevar a es­ tos países hacia la vía de un desenvolvimiento histórico sobre un pie de igualdad con las otras potencias librándolos del yugo del imperialismo extranjero y colocándolos en la via socialista "constituyendo un sistema económico nuevo que no ha de ser - como dice Haya De la Torre (Prólogo de México Soviet. Indoamérica, pág. 12.) el del capitalismo sino se quiere caer de nuevo en los engranajes de la máquina imperialista", es decir que su carácter ha de tener todas las peculiaridades de una revolución agrarista anti-imperialista, o en términos marxistas, una revolución plebeya.

El esquema del plan de México o bases del P.N.L. que como muy bien se le subtitula ahí, afronta el carácter nacionalista revolucionario de ella.

Sin necesidad de distraer nuestra atención afectando comparaciones inadecuadas con otros partidos organizados para otras realidades, o con tácticas apropiadas para otros instantes históricos, pues sabemos cuanta diferencia existe entre los movimientos de unificación nacional habidos en Europa a mediados del siglo XIX y nuestro movimiento liberador anti­-imperialista ya que mientras que el uno perseguía "realizar la unificación nacional, poner fin al feudalismo y obtener una existencia simplemente nacional independiente, rol que las revoluciones burguesas llenan" (Boukharin: Les probléms de la révolution chinoise. pág.8) el nuestro difie­re fundamentalmente todas estas revoluciones burguesas nacionales ya que él se efectúa en un país semi-colonial" (Boukharin, Obras Completas, pág. 9) tratando de alejar a América Latina y a los latino-americanos de una semi-esclavitud de tipo colonial. Expondremos de plano las conclusiones que, a nuestro juicio, obligan a considerarlo muy seriamente.

A) De acuerdo con la interpretación continental de la realidad latino-ame­ricana, plantea el carácter peruano del movimiento y continental de sus proporciones (art. 2).
B) Enfoca claramente las faces agrarista y anti-imperialista de la revo­lución, haciendo entrever su sentido socialista revolucionario (art. 1-5/10C).
C) Resuelve, inteligente y revolucionariamente, los problemas que en el país crean las corrientes regionalistas o federalistas y la del propio centralismo metropolitano, sobre la base de "Todo el poder a las comu­nas o municipalidades" (art.12).
D) Proclama la necesidad de educar al pueblo, declarando gratuita la ense­ñanza desde la escuela primaria hasta la Universidad, afirmando específicamente su carácter laico.

Como pudieran presentarse nuevamente objeciones o explicaciones sobre el carácter de la nacionalización de la tierra, riqueza e industria, abogando que este principio ha sido aplicado ya por la burguesía, a fin de limitar el sentido eminentemente vanguardista de los postulados que este partido revolucionario propugna, hagamos algunas aclaraciones al margen.

La nacionalización, como el Estado, ha de significar una fuerza de opresión, si ella es dirigida por la burguesía o por el imperialismo. Si ella está defendida y propiciada por el pueblo, por la nación de producto­res, trabajadores manuales e intelectuales de la ciudad y del campo y es el pueblo quien la aplica, tiene que significar un arma de liberación.

La nacionalización, implantada en Alemania, Inglaterra, Holanda, Estados Unidos, Francia, Bélgica, etc. —donde es el Estado quien explota muchas minas y algunas industrias— no significa ni tiene el carácter revolucionario y socialista que aplicada en Rusia o propiciada para América Latina. La nacionalización, en nuestras manos, implica socialización. Cuando la nacionalización la hace el proletariado o el pueblo oprimido, implica socialización o anti-imperialización.

La nacionalización de la tierra: nuestras comunidades de indígenas modernizadas con la cooperativa agrícola y protegidas directamente por el Estado; la nacionalización de la riqueza, la nacionalización de nues­tras industrias, nuestros sindicatos de trabajadores dirigiendo sus propias fábricas, administrando sus propias herramientas de producción, implican un avanzado sistema que, es necesario subrayar, difiere enormemente del mismo principio aplicado formalmente y en beneficio de la clase dominante.

Por eso dice muy bien el fundador del Apra cuando afirma (Qué es el Apra. The Labour Monthly, diciembre 1926) "la nacionalización de la tierra y de la industria y la organización de nuestra economía sobre bases socialistas de la producción, es nuestra única alternativa" y cuando (Prólogo de México Soviet) sostiene "los postulados de nacionalización y de socialización son inconciliables con los regímenes politicos de liberación y libertad burguesa.

Concluyendo: después de esta disquisición de controversia, sobre el rol del Apra y sobre el Partido Nacionalista Libertador, creemos que es necesario: REAFIRMAR TANTO EL CARACTER DE PARTIDO QUE EL APRA TIENE DESDE SU FUNDACIÓN, COMO APROBAR SUS LINEAMIENTOS PROGRAMÁTICOS GENERALES -EL ESQUEMA DEL PLAN DE MÉXICO 0 BASES DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO DEL PERÚ, CUYA FUNDACIÓN SOSTENEMOS CONVIENE IMPOSTERGABLEMENTE COMO SECCION GENUI­NA DEL APRA.

Luis E. Heyssen.
Secretario General de la Célula.

Alfredo González Willis
Miembro de la Comisión de Propaganda.

Luis E. Enriquez
Secretario de la Comisión Económica.

Nota: Por considerar de interés adjuntamos el documento que el camarada Luis F. Bustamante ha suscrito como definición de sus puntos de vista sobre el carácter del Apra que él reafirma también, debe ser el de Partido funda­mentalmente.

Asimismo señalamos como importantes estas opiniones del camarada Rabines, emitidas el 23 de junio de 1927, en una carta de propaganda, malgrado que su actitud de hoy las rectifique.

El camarada Rebines decía en ese entonces:
"Somos un frente único y consecuentemente, en ese frente único caben todos los anti-imperialistas, a excepción de la gran burguesía, herida o molestada por la concentración capitalista y el monopolio imperialista".
Y más adelante:
"Somos un partido politico y un frente único. Hay quien quiere ver contradicción en esto. La paradoja es aparente, como todo lo que brota del marxismo. Como organización, somos un frente único: un bloc de concentra­ción de diferentes clases oprimidas: proletarios, campesinos, pequeño burgueses, comerciantes y artesanos, pequeños propietarios de la tierra y colonos, intelectuales y estudiantes de izquierda. Pero, como asociación con idénticos principios, idénticos puntos programáticos, idéntica finalidad, somos un partido politico".

Luis E. Heysen

Heysen, Luis E.

Informe sobre la Adhesión del Partido Nacionalista Libertador, 1/9/1928

INFORME

Presentado ante la Asamblea General de los miembros de la Célula del APRA. Sobre la adhesión del Partido Nacionalista Libertador.

CAMARADAS:
Los suscritos, miembros de la comisión designada para estudiar la si­tuación y la realidad creadas por el proyecto de formación de un Partido na­cionalista peruano, cuyos puntos básicos se hallan especificados en el Plan de éxito, emitimos el informe correspondiente:

La creación de un Partido Politico, de carácter nacionalista revolu­cionario, con tendencias democrático-radicales y adherido al APRA, para luchar contra el feudalismo, por la conquista de la tierra para los campesinos que la trabajan y contra el imperialismo conquistador, responde a una necesidad ob­jetiva de las clases medias, de las capas sociales que se mueven dentro de la etapa pre-capitalista y de la pequeña burguesía del Perú, expoliadas cada ves más por el imperialismo y por la tiranía económica y política de la clase la­tifundista gobernante.

El problema fundamental de nuestro país es sin duda el de la tierra, problema principalmente agrario. Su solución —que entraña la del problema indígena— no puede ser otra que la reivindicación de la tierra para el indio que la trabaja y, junto a esta reivindicación económica, las de carácter politico, cultural, jurídico, administrativo, etc. que de ella se desprenden.

El Plan de México —o sea el Partido Nacionalista Libertador— enfoca estas reivindicaciones desde un punto de vista revolucionario radical, estable­ciendo la entrega de la tierra a los trabajadores del campo —aunque omite enunciar la forma y el carácter de la expropiación— la descentralización del poder político y administrativo del Estado, mediante la injerencia efectiva de las municipalidades en el gobierno y la educación integral de todos los ciudadanos destruyendo el actual privilegio de casta que impera en la política educacional.

No es el momento de poner en debate las excelencias o los defectos del Partido Nacionalista Libertador, ni del Plan de México. Esta labor corres­ponde a quienes se adhieran a dicho partido. En el momento actual y en el pre­sente caso, no se trata sino de discutir la adhesión del Partido Nacionalista Libertador a la Alianza Popular Revolucionaria Americana.


En este punto comienza nuestro desacuerdo con los demás miembros de la Comisión, camaradas Luis E. Heysen, Alfredo González y Luis Eduardo Enríquez. Nosotros sostenemos la aceptación del Partido Nacionalista Libertador dentro de las filas del A.P.R.A., siempre que se supriman las cláusulas tercera y cuarta del Plan de México que estatuyen que el órgano úni­co que habrá de llevar a cabo la revolución anti imperialista en el Perú, se­rá un organismo politico militar y que éste será el Partido Nacionalista Li­bertador.

Pedimos la supresión de los dos puntos citados porque ellos encarnan un principio que significa la negación del APRA. El APRA, se ha enunciado, se ha organizado y se ha mantenido en todo momento, desde su fundación, como una Alianza, como un Frente Unico de sectores diversos. Toda alianza, de la especie que ella sea, implica pacto de fuerzas coaligadas y organizadas. Frente Unico quiere decir entente de sectores y rangos separados por diversidad de puntos de vista, pero concordes en llevar a cabo, durante una etapa mas o me­nos prolongada, y sin menoscabo de su autonomía, una obra común.

El APRA, no olvida, ni puede olvidar el principio axiomático de que la Historia de la Humanidad es la historia de la lucha de clases. El APRA, no puede, sin faltar a sus propios postulados y a los fundamentos de su ideolo­gía, olvidar los antagonismos irreductibles que separan las clases, que divi­den los sectores que ella trata de aliar episódicamente para llevar a cabo la revolución anti imperialista, para luchar contra el peligro común: el avance del imperialismo y la oligarquía feudal imperante. Al contrario, el APRA, reconociendo y constatando la existencia de tal antagonismo —donde radica precisamente su concordancia con la realidad— trata de formar el Frente Único de las clases oprimidas, contra las clases opresoras, para que aquellas, auxiliándose mutuamente, traten de obtener cada una el triunfo parcial de sus propias y peculiares reivindicaciones. Por esto proclama la unidad dentro de la Alianza, dentro de la cuál cada sector conservará sus puntos de vista concordes con sus intereses y su autonomía de pensamiento y acción, limitada tan sólo por los intereses de la lucha contra el imperialismo.

La formación de un partido político que objetivamente remplazaría al APRA, en las condiciones en que el Plan de México lo establece en sus cláusulas tercera y cuarta, implica clara y terminantemente no la alianza y la uni­ficación de fuerzas orgánicas, biológicamente distintas, sino la fusión de todos los elementos anti imperialistas y le exclusión de todo punto de vista de sector o de clase; es decir la negación del antagonismo de clase, realidad viviente en el Perú, esencia y motor de todas las luchas y revoluciones de la Historia. Tratar de organizar un partido que comprenda a todos los elementos oprimidos bajo el yugo del imperialismo, fusionándolos, sin distinción de cla­se, es desconocer el antagonismo de clase que el APRA reconoce y afirma. Ahora bien, en estas condiciones, tratar de adherir este partido al APRA signi­fica colocar al APRA, en la calidad de una entelequia teológica, de una categoría metafísica o en la calidad de un simple rótulo, puesto que la organi­zación de un Partido Único, de carácter politico-militar, hace totalmente inú­til todo pacto, frente único, entente o alianza entre sus componentes.

El antagonismo y la lucha de clases, que el APRA no niega sino afirma, sin tratar de escamotearlo o suprimirlo romántica o reaccionariamente, ha asu­mido desde hace muchos años en el Perú, caracteres definidos y netos. El proletariado de las fábricas, de las centrales mineras, azucareras y petroleras, hace tiempo que abandonó el antiguo sistema de organización de sociedad mutua- lista, propio del artesanado, de las clases medias del pre-capitalismo y de la pequeña burguesía, para organizar su sistema de defensa dentro de los sin­dicatos revolucionarios.- Ante la instrucción oficial y frente a las escuelas nocturnas gubernativas, el proletariado forjó sus propios centros de cultura proletaria, las U.P.G.P.- En su lucha de frente único contra la actual tira­nía, el proletariado no se ha fusionado jamás con elementos demo-liberales, estudiantiles o pequeño burgueses: en ningún momento ha perdido sus puntos de viste genuinamente proletarios. La lucha sin cuartel que ha venido librando en tales condiciones, es la prueba incontestable de que la lucha de clases en el Perú, es una realidad tan efectiva como lo es en todo país en donde la ac­tividad económica, política y social se desarrolla dentro de la preponderancia del sistema capitalista.

Si el proletariado ha tenido necesidad de organizarse para la defensa de su salario, de su jornada de trabajo y de sus derechos, en un organismo de clase; si en medio de la luche de civilistas reaccionarios, demócratas teñidos de laborismo y estudiantes inflamados, el proletariado ha llevado a cabo su propia lucha, lucha de clase, bien que dirigido por elementos de otros rangos, pero que tuvieron la virtud sustantiva y esencial de abdicar de sus pro­pios puntos de vista para ponerse a las órdenes del proletariado, es indudable que mas tarde o mas temprano, tratara de hacerlo políticamente, dentro de su propio organismo político, con tendencias, aspiraciones y puntos de vista de clase.

Si mas tarde en el Perú, se formara por ejemplo, un Partido campesi­no "ayllista" o simplemente agrarista, como sucedió en México con el zapatismo, el APRA, no tendría absolutamente porqué rechazar la adhesión de este organismo entre sus filas; todo lo contrarío: trataría de atraerlo, de vincular­lo estrechamente con los organismos políticos de los demás sectores oprimidos, en el seno de la Alianza.

Los camaradas oponentes sostienen el grueso sofisma de que el APRA quedaría constituyendo la Alianza de los diversos Partidos Nacionalistas que se funden en los otros países indoamericanos. Tomando la hipótesis por rea­lidad, el APRA quedaría en calidad de una Internacional Indoamericana y nun­ca en la categoría de una Alianza. La diferencia profunda que existe entre Alianza e Internacional, ha querido ser borrada con argumentos deleznables y de ley dudosa.

Incapaces de sostenerse en este terreno, huérfano de lógica, arguyen que en algunos países, en donde ya existen partidos politicos de clases opri­midas, constituidos y en funciones, el APRA ocuparía su verdadera categoría de Alianza. ”¡Que el Perú —como el Paraguay— son países de excepción!... Pero hemos demostrado que la lucha de clases existente en los países de América Latina —en donde hay partidos políticos de clases oprimidas— existe también o en el Perú, y no en la mente de los intelectuales, ni en el ideario de uno
o más reformadores del mundo, ni en la teoría de uno o más exégetas de la so­ciología, sino en el terreno viviente y dinámico de la realidad. Por consiguiente la excepción concuerda muy bien con el pensamiento y la conciencia de nuestros camaradas, pero de ninguna manera con la realidad palpitante y viva del Perú. Y no es el pensamiento, ni la conciencia individual quien condiciona y determina la realidad social, sino es la realidad social la que condiciona y determina la conciencia y el pensamiento individual. Si se sos­tiene el APRA, como Alianza, en países como Cuba, Colombia, Ecuador, Chile, etc en donde la lucha de clases ha condicionado la lucha política, no es posible dejar de sostenerla en el Perú, en donde la lucha de clases ha asumido caracteres dramáticos y relevantes y en donde el proletariado, condicionado por la realidad, puede y tiene que llegar a constituir su propio organismo politico de clase.


La creación de un partido único, sobre las bases de los puntos terce­ro y cuarto del Plan de México, es la prohibición terminante de tratar de organizar un partido genuinamente proletario. Y todo organismo, toda colectividad, todo individuo, toda ideología, que se opongan u obstaculicen la realización de esta legitima aspiración del proletariado —clase oprimida bajo el yugo del imperialismo— está contra los intereses específicos de los trabajadores y con­tra los postulados del APRA. No tenemos ninguna razón, ni nos asiste derecho alguna para prohibir la formación de un partido de clase, dentro de la Alianza. Prohibir al proletariado la formación de su organismo politico de clase, es atentar contra sus intereses, es desconocer sus verdaderas necesidades, es luchar contra sus reivindicaciones. Es asumir una tendencia anti-proletaria, es consagrar una tendencia fascista.

Por esto rechazamos las cláusulas tercera y cuarta del Plan de México, que excluye de hecho todo organismo formado fuera de las filas del Partido Na­cionalista Libertador y que encarna la negación del APRA. No es posible sos­tener que desde Paris, desde México o desde Buenos Aires, es dable excomulgar desde ya y apriorísticamente todo organismo que puede nacer obedeciendo a la realidad social y al estado de ánimo colectivo de nuestras clases oprimidas.

Apoyados en estas razones sostenemos los principios de organización del APRA, es decir de una Alianza: dentro de ella cabrá perfectamente un Partido de clase —disfrutando de la autonomía que el pacto le acuerde— tanto como la Liga Patriótica Haitiana o el Partido Nacionalista Libertador, con los prin­cipios que propugna, a excepción de las cláusulas tercera y cuarta. Sostenemos que el órgano único que habrá de llevar a cabo la revolución en el Perú, será el APRA, en la cual —repetimos— encontrarán cabida un partido tal como el Par­tido Nacionalista Libertador, así como cualquier otro organismo político de clase oprimida que se halle en formación o que pueda llegar a Constituirse.

De la vinculación de estos elementos organizados, dentro de la Alian­za, y de la fuerza y disciplina de cada uno de ellos, depende, más que la in­surrección, el triunfo de le genuina revolución plebeya anti-imperialista.

París, primero de septiembre de 1928.

Eudocio Rabines
Miembro del C.E del APRA

Juan Jacinto Paiva
Miembro de la comisión de disciplina

Armando Bazán
Miembro de la Com. de Propaganda

Ravines, Eudocio

Informe ante la Asamblea de la Célula del Apra en París, 1/9/1928

INFORME

Presentado ante la Asamblea de la Célula del Apra en París
(Ampliación del Informe del 1 de septiembre de 1928)

Compañeros:
Las discusiones habidas en el seno de la Junta de Comisiones de la célula de París, las opiniones vertidas por camaradas de esta y de algunas otras células de América y el informe presentado por un parte de la Comisión de la cuál somos miembros, sobre los problemas teóricos y prácticos que saca a luz el proyecto de creación del Partido Nacionalista Libertador del Perú, basado en las plataformas del Plan de México, nos obligan a ampliar nuestro primer informe, exponiendo el análisis somero de dicho Plan, contestando, opiniones y argumentos y tratando de esclarecer suficientemente la posición y el rol del Apra, en la teoría y en la práctica, desde un punto de vista estrictamente marxista.

Características del Partido Nacionalista Libertador.

El P.N.L., cuya ideología y cuyas normas programáticas se ha­llan especificadas en el Plan de Mexico, establece las reivindicaciones peculiares del campesinado indígena y de las clases medias (pequeña bur­guesía y capas sociales que se mueven dentro de la esfera pre-capitaxis­ta "mitelstande") y las reivindicaciones generales, de orden nacional, que afectan a todas las clases oprimidas.

Objetivamente, el PN.L. no reivindica, ni puede reivindicar, las aspiraciones ni los derechos de la clase proletaria. No enfoca, ni pue­de enfocar las reivindicaciones proletarias, sino en los aspectos gene­rales en que las aspiraciones obreras se confunden con las de las demás clases oprimidas bajo el yugo del imperialismo. En esto su posición es lógica, puesto que tácitamente reconoce que la emancipación de los trabajadores no puede ser obra sino de los trabajadores mismos.

El proletariado no puede, por ningún motivo, reducir sus rei­vindicaciones inmediatas, sus realizaciones de clase, factibles dentro de una revolución, a estos aspectos generales. Tampoco puede limitarlas ni circunscribirlas a los vagos enunciados que, sobre la cuestión obrera, propugna el Plan de Mexico.

El punto noveno promete, o propugna, "la elevación de las clases obreras al lugar social que les corresponde". Este punto tiene toda la vaguedad de expresión de un pensamiento impreciso y medroso. Su exégesis puede hacerse desde todos los puntos de vista, anestesiando los temores de todos los rangos, satisfaciendo los anhelos subjetivos de todas las observancias. Humanitarios y utópicas de todos los matices, suscriben unánimes este mismo principio. Nuestros caudillos criollos —Alessandri, Irigoyen, Obregon— lo colocan en el pórtico de sus manifiestos electorales y en la "paloma" de sus discursos de comité. Los imperialistas yanquis sostienen que, en su país, el obrero tiene abiertas todas las chances para llegar al más alto puesto y que, económicamente, se hallan todos en el lugar social que les corresponde. Tal aserto, lejos de ser contestado, es confirmado enfáticamente por la Panamerican Federation of Labour, por el laborismo y por la social-democracia del mundo entero. La vaguedad y el confusionismo del concepto no pueden ser más evidentes e incontestables.

Por otra parte, teórica y prácticamente, a la luz del marxismo y a la luz de la realidad histórica, el proletariado solo podrá ocupar el lugar que le corresponde, cuando organizado políticamente como clase, conquiste ese lugar, realizando la revolución socialista y no esperándolo de otra clase o contentándose con aguardar o recibir los presentes de Artajerjes.

La declaración del punto 5 de que "la riqueza pertenece a la Nación y que es ella quien debe explotarla o hacerla explotar, sin sacrificar jamás su soberanía ni las energías de su pueblo, entregándolas incondicionalmente al servicio de intereses privados o extranjeros", no entraña la manumisión del proletariado. Enuncia, es cierto, un plan de nacionalización revolucionaria. Pero, esta especie de nacionalización tiene que ser inevi­tablemente temporal. A ella seguirá, o la nacionalización burguesa, la explotación aguda y racionalizada del proletariado y el pacto y la alian­za con el imperialismo, o la socialización progresiva, realizable únicamente por el proletariado y factible solo en el Estado Socialista.

El proletariado, como clase histórica, no puede restringir sus aspiraciones a una nacionalización temporal e inestable. Tiene el deber de convertir ésta en socialización progresional y permanente. La socializa­ción no puede ser realizada sino por el proletariado, puesto que él es la única clase que, por no estar ligada ni vinculada a la propiedad privada, no tiene interés directo en conservar esta, sino al contrario, en convertir­la en propiedad social. Pero, esta labor solo puede cumplirla organizado políticamente como clase, disciplinado en sus propios organismos, constituido en entidad ideológica y activamente autónoma y en el período en que haya conquistado la hegemonía sobre la realidad social. Para llegar a este periodo, como condición fundamental, tiene que organizar por sí mismo sus propios rangos, disciplinar sus propias fuerzas, crear su propia consciencia de clase, librar sus propias luchas, plantear y defender sus peculiares reivindicaciones.

Esta organización, esta disciplina, estas luchas y las reivindicaciones consecuentes, no pueden ser planteadas ni resueltas sino por un organismo de clase, por un organismo genuinamente proletario. El Frente Único y el Partido Nacionalista Libertador, no pueden realizarlas, ni podemos exigir que las planteen. El carácter objetivo de su contextura se lo impide y se lo veda. El P.N.L trata de ser un partido de clases oprimidas. No es un partido de clase, de clase proletaria y, por ende, no puede ser un Partido Socialista, tomando este vocablo en su acepción prístina, conservando "su viejo y grande sentido".

Para algunos compañeros (camarada Bustamante, de la Célula de París) se trata de una cuestión simplemente formal. Para otros (camarada Cox, de la Célula de México; camarada Meneses, de La Paz) se trata de algo menos importante: de una cuestión de nombre. No, camaradas, con negación absoluta. Hay una cuestión más profunda que no podemos escamotear. Hay un pensamiento ideológico más neto, que no podemos subestimar. El socialismo es el engendro directo, el hijo legítimo, la negación dialéctica y dinámica del capitalismo. El socialismo ha salido de la fábrica, ha sido nutrido por el maquinismo, ha surgido como teoría y como praxis genuinas del proletariado. Cualquier hombre honrado, cualquier espíritu noble y libre, cualquier jacobino advenedizo, cualquier caudillo demagogo, puede enunciar y predicar el socialismo, pero solo el proletariado puede hacerlo. El hogar del socialismo es la urbe, el hogar proletario, como el del liberalismo fue el burgo. El agro puede ser contagiado y teñido por el socialismo, pero no puede gestarlo ni realizarlo. Este es el error de los camaradas Meneses y Cox, compartido por el compañero Haya de la Torre, quien en el prólogo al libro México Soviet, sostiene que Zapata es la síntesis socialista. Zapata bien pudo haber tenido ideas vagamente socialistas, pero el zapatismo y la revolución agraria mexicana, no puede ser considerado como movimientos socialistas. El camarada Haya hace dialéctica, pero dialéctica hegeliana. Ha dado más importancia a un concepto subjetivo que a la realidad objetiva. Ninguna revolución agraria puede ser socialista sino bajo la dirección, la ideología y el comando del proletariado. Y, aun así —caso que no se presenta en México— este socialismo es progresional y evolutivo, es un socialismo en devenir. La repartición de la tierra, la más alta conquista agraria mexicana, es una medida liberal, burguesa y antisocialista por sus cuatro costados.

Los puntos de vista del Partido Nacionalista y del Plan de México, sobre el problema agrario, sobre la política educacional, sobre la organización administrativa, sobre la cuestión del imperialismo, son efectivamente revolucionarias. La revolución que el Partido Nacionalista Libertador es una revolución plebeya, por la emancipación nacional. Se trata pues de un organismo y de un movimiento nacionalista revolucionario y no, de ninguna manera, de un organismo ni de un movimiento socialista. Se trata pues de una cuestión algo más que formal, de una diferencia que no estriba solamente en un nombre.

Sentado este principio y demostrada la evidencia de que el PNL no es un partido socialista, ni puede proclamar principios, ni llevar a cabo realizaciones socialistas, analicemos cuál es la actitud del proletariado y de quienes, dentro del APRA, tienen una ideología socialista. "La revolución social —dice Lenin— no puede cumplirse sino en una época en que la guerra civil del proletariado contra la burguesía, en los países avanzados, se unan diversos movimientos democráticos y revolucionarios, comprendidos los movimientos de emancipación nacional en el seno de los países atrasados, retardados u oprimidos. ¿Por qué? Porque el desenvolvimiento del capitalismo es desigual y porque la realidad objetiva nos muestra, al lado de naciones que han llegado a un alto grado de desenvolvimiento capitalista, diversas naciones muy débilmente desarrolladas o completamente atrasadas desde el punto de vista económico" (Tomo XIII, p. 369-70). En consecuencia, el proletariado no puede abstenerse ante la presencia de un movimiento de emancipación nacional, llevado adelante por capas oprimidas por el imperialismo. Sería erróneo y desacertado, atacar tales movimientos o negarles su concurso y su ayu-da, más firmemente decididas.

Ante el Partido Nacionalista Libertador y ante el Plan de México, nos encontramos frente a un movimiento nacionalista revolucionario.

La actitud del proletario frente a movimientos de esta índole ha sido también claramente especificada por Lenin: "El proletariado no tiene nada que hacer con los movimientos democrático-burgueses; sólo pueden interesarle los 'movimientos nacionalistas revolucionarios. No hay duda que todo movimiento nacional, en los países atrasados, no puede ser sino un movimiento democrático-burgués, pues la mayoría de la población se compone de campesinos que representan la clase media capitalista. Sería utópico suponer que los partidos proletarios estarán en estado de desenvolver solos su propia actividad de hacer su propia política, sin entrar en relaciones determinadas con los campesinos de los países atrasados y sin pedirles su ayuda... Pero, para marcar mejor la diferencia, las palabras 'democrático burgués' deben ser reemplazadas por las palabras 'nacionalista revolucionario. La idea es que el proletariado debe sostener los movimientos por la emancipación nacional, solamente en el caso en que estos movimientos sean realmente revolucionarios, es decir, cuando no se opongan a que demos a las grandes masas explotadas una preparación revolucionaria. Cuando esto sea imposible, el proletariado revolucionario está obligado a combatir el movimiento reformista de estos países atrasados, tanto como combate a los héroes de la II Internacional" (Lenin. Tesis del II Congreso).

La forma en la cual el proletariado debe actuar, la táctica que debe seguir, ha sido asimismo especificada por Marx y Lenin: la actitud del partido obrero revolucionario hacia el movimiento nacionalista revolucionario en los países atrasados debe ser la que Marx señala en El Proceso de Colonia: "El partido obrero revolucionario marcha con la democracia pequeño-burguesa contra la reacción, puesto que derribar a esta es su objetivo. Combate la democracia pequeño burguesa dondequiera que ella pueda afirmarse por sí sola. El partido obrero puede muy bien utilizar, bajo ciertas condiciones, a otros partidos o fracciones de partido, pero no debe subordinarse a ningún partido". Más aún, Marx esboza la táctica a seguir en un período post-insurreccional: Los obreros deben —dice en el Proceso de Colonia— establecer su propio gobierno, al lado de los nuevos gobiernos oficiales, ya sea bajo la forma de consejos comunales, de municipalidades, de comités de obre-ros, de manera que los gobiernos democráticos que pierdan el apoyo de los obreros, se vean así colocados bajo el control de autoridades sostenidas por toda la masa obrera. La desconfianza, en una palabra, debe dirigirse desde el minuto mismo de la victoria, no hacia el partido revolucionario vencido, sino hacia los aliados de ayer, hacia el partido que quiera recoger solo los frutos de la victoria común... El armamento de los obreros todos, por medio de fusiles, cañones y municiones, debe cumplirse sin dilación alguna, y es necesario combatir el restablecimiento del antiguo ejército antiobrero. Al presentar sus candidaturas al lado de candidaturas de la democracia, los obreros no deben dejarse seducir por ninguna frase democrática, ni deben dejarse impresionar, por ejemplo, por la afirmación de que hacen divisionismo, favoreciendo la posibilidad de la victoria de la reacción. En todas estas frases el fondo es siempre el mismo y es que al fin el proletariado será arrollado. Por eso, los obreros deben hacer más por sí mismos y por su victoria final, instruyéndose sobre sus intereses de clase, no dejándose arrastrar por frases hipócritas de democracia pequeñoburguesa, y sin abandonar un momento la organización de su partido independiente. Y Lenin afirma categóricamente: "El partido proletario no debe temer combatir al enemigo común al lado de la pequeña burguesía, a condición de no confundir en ningún caso, su organización con las otras organizaciones. Marchar, separados, combatir juntos. No disimular las divergencias de intereses, vigilar al aliado tanto como al enemigo. En los países atrasados debe luchar con ella, pero sin confundirse con ella, guardando incondicionalmente la independencia del movimiento proletario, aun en la más embrionaria de sus formas (Tesis del II Congreso).

Queda así esclarecida la posición política y revolucionaria del P.N.L, como movimiento nacionalista revolucionaria. Queda esclarecida también la posición del proletariado frente al enemigo común y al P.N.L. Por esto, nos hemos pronunciado contra las cláusulas tercera y cuarta del Plan de México que estableciendo "una disciplina político militar en el Partido" y declarando, un tanto ingenua y apresuradamente, que el único partido que realizará la revolución, será el Partido Nacionalista Libertadore"; prohíben tácita y explícitamente la formación de un partido genuinamente proletario que pueda luchar y reivindicar los intereses genuinos del proletariado, colaborando siempre con el movimiento revolucionario propugnado por las demás clases oprimidas.

Nuestro informe del 1° de setiembre
En este documento sostenemos que el Partido Nacionalista Libertador se sustituye al APRA y que ésta queda en la calidad de un rótulo. Efectivamente, tal es la realidad. El APRA en el Perú estaría constituida por un bloc de tres clases: campesinos, proletarios y pequeña burguesía. El Partido Nacionalista Libertador se presenta como el partido peruano de dichas tres clases. No solamente hay similitud, sino una perfecta igualdad, una clara e innegable sustitución. Una de las dos entidades no sería más que un rótulo.

Se arguye que el APRA es un organismo continental. Sobre el particular, la realidad presente nos es desfavorable. Hasta hoy, todas las células organizadas, células militantes y activas, no grupos más o menos agregados, ni movimientos esporádicos y episódicos, están formadas por elementos peruanos. No podemos negar que el éxito verdadero del APRA depende de la primera acción revolucionaria que lleve a cabo. En consecuencia, en el terreno de la realidad, este argumento es puramente formal y no tiene la validez que quiere dársele. Por otra parte —y de esto nosotros somos en gran parte responsables— los elementos revolucionarios de cierto valor en América Latina, se vienen pronunciando contra el APRA. La animadversión surge en declaraciones aisladas y colectivas. Todos sabemos bien que APRA y Partido Nacionalista Libertador representan en la actualidad, una misma tendencia, un mismo movimiento y casi el mismo personal. Por esto sostenemos que el Partido Nacionalista Libertador se sustituye al APRA, tomando el carácter más neto y preciso de Partido, con disciplina "político militar".

Sostenemos que el Partido Nacionalista Libertador olvida o desconoce la realidad de la lucha de clases y que llega a negarla. A poco que se analice, tal aserto es incontestable. Si la lucha de clases existe, si el proletariado se presenta en la realidad librando sus propias batallas, el proletariado tiene el derecho inalienable de organizar su propio partido político. Propugnar la fusión del proletariado con las otras clases, clases no solo disímiles sino profundamente antagónicas, es tratar de borrar ese antagonismo, es olvidar que el proletariado no puede confundir sus aspiraciones peculiares con las de las demás clases oprimidas por el imperialismo. Tratar de fusionarlo es desviarlo de su verdadero camino, es impedirle la realización de la primera de sus reivindicaciones: la constitución de su organismo político de clases. En una palabra es negarse a reconocer la existencia de la lucha de clases. Unir las tres clases en un solo partido, o tratar de hacerlo, es confundir las reivindicaciones y hacerlas totalmente comunes, lo cual no es cierto: el campe-sino, para liberarse, tiene que luchar contra el feudalismo y contra su aliado, el imperialismo. La pequeña burguesía oprimida, para romper su opresión tiene que luchar también contra el imperialismo directamente y contra su aliado, el feudalismo. El proletariado tiene que luchar contra el feudalismo, contra el imperialismo, y además contra su adversario de clase, el capitalismo.

El APRA y la revolución latinoamericana
Si en algo estamos unánimes y concordes es en establecer las diferencias de fondo y de forma que existen entre el movimiento revolucionario en Europa y en Latinoamérica. Teoría y táctica deben estar de acuerdo con la realidad. En Europa, los ciclos económicos e históricos se han sucedido uno a otro, negándose y desplazándose, en un proceso dialéctico claro y definido. En Europa, la burguesía ha sucedido al feudalismo y actualmente predomina en todas las formas económicas, en todas las relaciones sociales. En América, el proceso dialéctico sigue un curso diferente. Actualmente encontramos en la sociedad indoamericana, la heterogeneidad y la convivencia de diversas etapas. Estados ya cancelados en Europa superviven en América y conviven aún con la nueva realidad. Junto al ayllu y a la comunidad primitiva, tenemos el latifundio, el feudalismo, la manufactura, la industria y el imperialismo.

Predominantemente, Indoamérica atraviesa una etapa mercantil, pero bajo el dominio del imperialismo. Es objetivo que el factor primordial en nuestra economía y en nuestra historia contemporánea, es el imperialismo. Nuestro principal problema es el problema de la tierra, por cuanto afecta a la mayoría de la población. Pero, junto a este problema fundamental, existe el problema obrero, el de la pequeña burguesía capitalista y el de las clases medias pre-capitalistas, estranguladas por el monopolio y por la in­vasión imperialista.

En Europa, el proletariado numeroso y concentrado, desarrollado en el seno de regímenes más o menos democráticos y tolerantes, ha podido or­ganizar sus partidos propios y estos partidos pueden y deben contexturar su marcha, sus luchas y su disciplina, dentro del principio "clase contra clase". En Indoamérica, nuestro proletariado incipiente, ignorante, con taras anarco-sindicalistas, pequeño-burguesas y utópicas, no ha podido realizar aun su unidad política, ni está en condiciones de sostener una lucha idéntica a la de los partidos obreros europeos, ni a librar la batalla de clase contra clase.

Ante tal realidad, el Apra, surge enunciando la finalidad de constituir una alianza de todas estas clases para luchar contra enemigos comu­nes: el imperialismo y el feudalismo. La idea de esta alianza, responde ob­jetivamente a la realidad indoamericana. Por esto hemos propiciado su de­senvolvimiento y su desarrollo y lo seguiremos propiciando.

La utilidad del Frente Único es incontestable. Su eficiencia es innegable, siempre que sepamos interpretar las aspiraciones y los derechos de las clases invitadas a formarlo, contemplando los intereses inmediatos, pero sin olvidar jamás los intereses permanente del porvenir.

Hasta hoy el APRA, no ha salido del embrión. Es una pragmática y magnífica idea, alrededor de la cual nos hemos agrupado algunos elementos. Hasta hace poco vivíamos paradisíacamente en el periodo de la hermandad. Tan pronto como queremos salir de él, para entrar en el terreno de organismo político, tan pronto como ha sido necesario esclarecer el camino, precisar la orientación, entrar en la tarea de la organización y de la captación de masas, de la "conscripción nacional" como dice expresivamente uno de nuestros camaradas, surgen los obstáculos, los desacuerdos, la crisis. Nada más corriente, ni más lógico: nuestro deber es salvar inteligente y enérgicamente la crisis y continuar la tarea.

Antes de plantear nuestras conclusiones, que servirán de norma para el porvenir, hagamos un sucinto análisis del pasado, en el cual todos, cual más, cuál menos, tenemos una parte de responsabilidad.

Objetivamente constatamos que la disciplina dentro del APRA, es embrionaria, sino una quimera. Hay instantes en los que nos encontramos frente a un verdadero caos. No podemos llamar disciplina, en su verdadera acepción, a las manifestaciones observadas en algunas células, en la de París por ejemplo, puntualidad en la asistencia, cordialidad mutua, pureza en la vida, etc. La disciplina que un organismo político requiere, es un poco más compleja y más amplia. Necesitamos y no tenemos una disciplina ideológica, una disciplina de pensamiento y acción. La Célula de París, por ejemplo, ha tomado en general, una posición marxista. La de Buenos Aires nos presenta desviaciones de derecha: baste citar la declaración en la que se declara concorde con la actitud de Pueyrredón en la Conferencia Panamericana. La de México se ha caracterizado por una oscilación permanente, repetidas veces oportunista y demagógica. La Célula de México lanzó la noticia del envío de una legión a Nicaragua, cosa falsa e irrealizable. Ella fue quién redactó, corrigió y editó el célebre manifiesto de un Partido Nacionalista, con sede en Abancay, y que solo ha tenido su sede en el pensamiento de nuestros camaradas, enamorados del bluff. Y, para finalizar, dicha célula se ha empeñado en una campaña absurda contra los partidos comunistas de América Latina.

Las pruebas de esta campaña están en los cuatro números de nuestra revista Indoamérica. En el primer número, dirigen una carta abierta a los profesores de la Universidad Popular González Prada, en la que afirman: "cumplimos con darles cuenta del resultado de la gestión que tuvieron ustedes a bien encomendarnos, ante los compañeros Hurwitz y Terreros"... lo cual es completamente falso. Los compañeros de México no han recibido ninguna misión de parte de los profesores de la Universidad Popular González Prada. Y añaden: "para obtener de éstos una explicación categórica de su actitud frente a nuestra Alianza Popular Revolucionaria Americana, a la que han dejado de pertenecer, sin previa consulta, para ingresar al Partido Comunista". La disciplina del APRA no puede ser violada, en ninguna forma, por el hecho de ingresar al Partido Comunista. El Partido Comunista es un partido de clase oprimida; en consecuencia, el APRA tiene el deber de contar con esas fuerzas, de respetar esa doctrina, de no atacar, velada o directamente, esos organismos. Ellos deben formar parte del Frente Unico. Si tal cosa no se obtiene de inmediato, el APRA y todos sus miembros, tienen el deber de abstenerse, en cualquier caso, de todo ataque, directo o indirecto, de toda declaración que vaya contra la ideología o la acción de estos partidos, aun cuando sea equivocada. La aseveración de nuestros compañeros de México, va contra el pensamiento de la Alianza.

En una carta dirigida por el compañero Haya a un elemento reaccionario, tal como el director de La Sierra, se hace primar un concepto de razas y regiones y se olvida el concepto fundamental de clase. Esto lo consideramos como una desviación demagógica y nociva.

Por último, en el No. 4 de Indoamérica, se declara: "El APRA no está contra los partidos comunistas, pero tampoco está con los partidos comunistas». Esto es el ataque por eliminación. Es declarar que los partidos comunistas no tienen nada que hacer en la lucha antiimperialista y que se hallan demás en América Latina. Que el APRA, además, no cuenta con ellos sino para eliminarlos. Esto es un error profundo. No podemos aceptar la eliminación de una fuerza que por mucho que numéricamente nada representara, ideológicamente representa la doctrina y el pensamiento de una clase, de la clase más revolucionaria frente al imperialismo, y con la cual el APRA trata de contar en la lucha por la emancipación nacional.

Por último, en La Paz, tenemos el caso de la coexistencia de dos células antagónicas. Y en el Perú, el proletariado se halla completamente ajeno al movimiento, al control y al gobierno del APRA.

De lo expuesto es necesario obtener una enseñanza y una seria advertencia. Necesitamos precisar el pensamiento de la Alianza, dar contextura orgánica al pensamiento y la ideología del Frente Unico, no solamente en el sentido de los cinco puntos ya conocidos, sino en el orden particular, de la teoría y la táctica del movimiento.

En conclusión, proponemos, con carácter de moción, los siguientes acuerdos:

  1. La Célula del APRA en París pide la supresión, de las cláusulas tercera y cuarta del Plan de México. Su enmienda se haría, en todo caso, concordes con la tesis de organización general del APRA.
  2. El APRA, dada su estructura de bloc de clases distintas, y su finalidad de realizar una revolución plebeya, no es uno de los factores más valiosos, dentro de la revolución plebeya, no es, en ninguna forma, una organización anticomunista.
  3. El APRA reconoce y declara que los elementos proletarios, adheridos o que se adhieran a sus filas, individual o colectivamente, tienen el derecho pleno de organizar su propio partido político de clase.
  4. El APRA, dado su carácter profundamente unitario, tiende a pactar una alianza, bajo las condiciones específicas que se señalen, de una y otra parte, con los organismos políticos del proletariado. Estos organismos políticos tendrán representación directa e injerencia efectiva en la organización y en la dirección de la Alianza y del movimiento que propicia.
  5. La Célula de París acuerda estudiar y redactar las tesis necesarias, que especifiquen la finalidad, la orientación, la ideología, la organización y el mecanismo de la Alianza. Estas tesis serán sometidas a la aprobación de las demás células, tan luego como sean aprobadas por esta Asamblea.

París, 1° de diciembre de 1928

Eudocio Ravines
Miembro del Comité Ejecutivo del Apra y
Secretario General de la Célula de París

Juan J. Paiva
Miembro de la Comisión de Disciplina

Armando Bazán
Miembro de la Comisión de Propaganda

Ravines, Eudocio

Carta de Carlos Manuel Cox, [01/1929]

(...)

el consiguiente temor de que la censura postal diera al traste con nuestros planes.

Hasta la fecha han fracasado nuestras tentativas de conseguir ayuda financiera, malgrado lo ofrecimientos mencionados anteriormente. Aún más, la situación política de México durante el año de la presidencia provisoria no permite absolutamente hacer proyectos, ni esperar la colaboración financiera del elementos revolucionario oficial mexicano. To[do] el año que va a transcurrir será de intensa agitación electoral encaminada al nombramiento del nuevo presidente y nuestras gestiones de estrellaran invariablemente antes las urgencias domésticas de los líderes de la revolución mexicana. Al marco de estas razones de peso se ha aumentado la nueva revuelta armada, tremenda sangría económica, que hace más pesimista la perspectiva de ayuda. Por todas estas consideraciones que no ampliamos, por un sentido elemental de discreción, hemos decidido operar un cambio de frente en nuestras actividades, propósitos que hemos puesto en práctica desde hace más de cuatro meses.

No necesitamos insistir en la protesta sincera de que la acción realizada por nosotros durante el año 1928 y que en algunos sectores de nuestros compañeros ha producido tan amargas críticas han sido inspiradas por la convicción profunda de que sin una acción enérgica del Apra en el Perú, —país que casi todos estamos de acuerdo en considerar maduro para una revolución antiimperialista que nos abra el camino de la edificación socialista—, no podía conquistar para América Latina la victoria en esta lucha con el imperialismo en que lleva la peor parte. Eso sí, nos responsabilizamos ampliamente con la actitud asumida, de las campañas realizadas y solicitamos por eso de las demás célula, previa esta sintética explicación, el enjuiciamiento de nuestra actitud, que pedimos, teniendo en cuenta la moción que aprobaba por esta célula presentamos adjunta, y cuyo significado es que cambiada la situación debemos procurar la forma de saldar las divergencias y se inicie desde ya una labor enérgica y efectiva para consolidar el Apra en América Latina y se forme el Partido que lleve triunfante al Perú nuestros ideales revolucionarios.

Debemos remarcar, para poner fin a esta explicación, que si bien se nota cierta desviación demagógica y de nacionalismo pequeño burgués en la propaganda por nosotros realizada este es simplemente verbal y teniendo en cuenta los sectores a los que iba dirigida. De otro lado, esta aparente desviación aparente no la hemos autorizado con nuestra firma y aun cuando algunos compañeros puedan tildar de ingenua esta aseveración nuestra, por conocerse el origen de la propaganda, nosotros respondemos que en el secreto de ella no están sino los compañeros de mayor confianza. Si nuestra acción secreta ha sido denunciada, culpa es de la falta de discreción de quienes han extremado su temor hasta el grado de ver un peligro fascista al término de nuestro camino. Esta duda antihistórica la disculpamos ya que con nuestra actitud firme de hoy y de siempre demostramos que no ha muerto en nosotros y no se ha atenuado el fuego de nuestras convicciones socialistas.

En vista de la nueva situación creada y deseando la Célula Peruana del Apra en México dar el primer paso hacia la unidad aprista más absoluta y con el propósito de destruir cualquier rezago de suspicacia sobre la acción realizada, presentamos a las células peruanas del Apra en el Perú, París, Buenos Aires y La Paz la moción adjunta.

Nos parece innecesario explicar las relaciones inamistosas que han existido enter el Partido Comunista y los apristas de Cuba y México. Ellas arrancan desde el Congreso de Bruselas, cuando los apristas que pudieron asistir a esa convención, plantearon ideológicamente sus reservas a los acuerdos tomados sobre la acción antiimperialista en América Latina. Consideramos que nuestra actitud ha sido de una mesura franciscana al lado de los insultos, ataques de todo género que se nos propinó. Ahora estas fricciones han disminuido en México, aún cuando sabemos que se han reproducido en Buenos Aires. Los comunistas de México que mangonean el Socorro Rojo Internacional nos han invitado a tomar parte en él y desde luego hemos estado concurriendo las sesiones. Con motivo de la muerte de Mella, tanto el Apra de México, como los desterrados peruanos, protestamos enérgicamente y asumimos una franca actitud de condenación contra la tiranía machadista. Nuestra intervención en el Socorro Rojo queremos sea aprobada por Uds. y esperamos una decisión en el sentido de que los desterrados peruanos en las diferentes partes de América contribuyan a darle fuerza.

Esperamos que la discusión serena de los puntos propuestos y confiamos en que a pesar de la distancia y la dificultad de las comunicaciones actuaremos en adelante perfectamente unificados, tanto en nuestra acción sobre el Perú, como en América.

"Contra el Imperialismo yanqui; por la unión de los pueblos de América, para la realización de la justicia social"

Fdo Carlos Manuel Cox
Secretario Interino de la
Céllula Peruana del Apra en
México, D.F

Cox, Carlos Manuel

Carta de Eudocio Ravines a la Célula Peruana del Apra en París, 1/5/1929

París, 1 de mayo de 1929

Estimado camarada:

No es grato poner en su conocimiento la siguiente resolución votada por la célula del Apra y el Centro de Estudios Anti-imperialistas de París, y aprobada por unanimidad de votos:

Lo miembros de la célula del Apra y del Centro de Estudios Anti-imperialistas de París, en vista de la situación objetiva de los demás grupos similares de América Latina, cuya descomposición orgánica es evidente y cuya existencia es, en la actualidad más formal que efectiva; constatando que existe un profundo descuerdo entre sus miembros sobre la orientación y la praxis del movimiento, sin que haya podido obtenerse, desde la fundación del Apra, hasta el presente, ni un táctica mas o menos definida, ni ningún movimiento de masas, aun de mediocre importancia, ni una disciplina política entre sus componentes y finalmente, ante la imposibilidad de llegar a una entente que esclarezca la posición, las tendencias y las finalidades de a Alianza Popular Revolucionaria Americana, resuelven:

DISOLVER LA CÉLULA DEL APRA Y EL CENTRO DE ESTUDIOS ANTI-IMPERIALISTAS DE PARÍS
(Moción aprobada por unanimidad de votos).

Los miembros de la célula del Apra y del Centro de Estudios Anti-imperialistas de París, anti-imperialista revolucionarios, que se reclaman de ideología socialista, concordes con la moción anterior y en vista de que todos los elementos que han venido propiciando la idea del Apra, son peruanos, acuerdan:

1.- Invitar a los camaradas conscientes de los demás grupos del Apra, a afiliarse las Ligas Anti-imperialista o a los partidos revolucionarios proletarios, incorporándose así al movimiento anti-imperialista mundial.

2.- Exhortarlos a constituir en el exterior células del Partido Socialista Revolucionario Peruano, cuyas actividades inmediatas deben tender a reforzar el movimiento de organización del Block Obrero y Campesino del Perú.

(Moción aprobada por mayoría de votos)

Lo que nos es grato poner en conocimiento de Uds. suplicándoles quieran aceptar las seguridades de nuestra consideración personal.

Eudocio Rabines
Secretario General de la Célula del
APRA en París

Armando Bazán
Secretario de la Comisión de Propaganda
de la Célula del Apra en París

Bazán, Armando

Carta de Magda Portal al Secretario de la Célula del Apra en París, 7/71928

7 de julio de 1928

Al. C.
Secretario de la Célula del Apra
en París.

Sus dos comunicaciones para el c. Haya Delatorre, dirigidas por intermedio de esta Secretaría, han sido leídas por nuestro grupo, y teniendo en cuenta que todas las resoluciones del Comité Ejecutivo han estado tomadas en reunion de todos los miembros actualmente en México, esta Secretaría cree conveniente dar respuesta a los documentos citados, enviándolos después al c. Haya, que se encuentra en Guatemala. Así esta concretará de preferencia a los 3 puntos tratados en su carta Apra.

1o.- Nuestra primera intención al hacer las declaraciones ya conocidas de ustedes por la prensa, de enviar un contingente de sangre al general Sandino, se basaba en una razón de táctica política. El gobierno del Perú desde nuestra llegada a Mexico, y más aún, desde que vino a este país el c. Haya D., ha mantenido una constante vigilancia sobre México, y según noticias, se ha establecido una severa censura a toda la correspondencia que va de Mexico al Perú, y la que venía del Perú al apartado 1524, dirección muy conocida del gobierno. Necesitábamos distraer la atención de nuestros enemigos, fingiendo un romántico sesgo a nuestras actividades revolucionarias, y así no vacilamos en declarar que estábamos dispuestos en la medida de nuestras posibilidades, a ofrecernos de manera incondicional a la causa de la libertad de Nicaragua, que para los apristas, era la causa símbolo de la libertad futura de toda nuestra America. Nuestra segunda intención fue precisamente la de orientar la campana meramente nacionalista nicaragüense, hacia un sentido antiimperialista continental. Nuestro compañero Esteban Pavletich, a pesar de las grandes dificultades que se le atravesaron, como es la campaña calumniosa de los miembros del p.c. de México y de la liga antimperialista que enviaron delegación a Nicaragua, ha obtenido sin embargo importantes declaraciones del héroe nicaragüense, una de ellas su adhesion a la moción de ciudadanía continental latinoamericana, aprobada por el Senado de México y combatida diplomáticamente por Estados Unidos. Nuestra revista "Indoamérica” que sale en este mismo correo, les mostrará este documento. En todo lo demás, nuestro compañero E.P. nos informa la admirable conexión que ha constatado en Sandino con nuestros postulados de unidad indoamericana. Creemos que este ha sido un paso cierto dado por el Apra en su labor continental.

2o.- Teniendo en cuenta que no habíamos determinado la dirección que tomaría el c. Haya en su viaje, y pensando que muy en breve viajaría a Paris, este compañero decidió ser él personalmente quien llevara a esa Célula todas las noticias de nuestras labores aquí. Fue la razón para que no les comunicáramos detalladamente. No obstante, estamos de acuerdo con ustedes en hacer conocer de esa Célula todas nuestras resoluciones, palabras de orden, etc. De allí que esta Secretaría les envíe continuamente, copias de todos los documentos. Nuestras labores apristas han sido en estos meses de poco importancia, dedicándonos en particular a la acción dentro del Partido Nacionalista Libertador del Perú. De todos modos, les envío un sintético boletín.

3o. - En vista de la proximidad de las elecciones, esta célula —i conjuntamente el P.N.L. del Perú— decidieron el envió de uno de los compañeros al Perú. Este compañero no ha viajado aún por razones económicas —las mismas que nos impiden hasta hoy hacer venir al c. Rabines a México— pero seguimos nuestras gestiones en pro de esta necesidad. Además, seguramente dentro de dos meses, se dirigirá al Perú otro compañero mexicano, del P.N.L. del Perú, a ponerse en comunicación con los cc. de ese país e iniciar una más activa acción, como ustedes dicen, ilegalmente. Esperamos que entonces pueda ponerse de acuerdo con nuestro c. Bustamante, del que no sabemos si habrá viajado o no. Dada la circunstancia de que el primer objetivo de nuestro partido es tomar el poder político para poder realizar los postulados del Apra, todas nuestras actividades tienden hoy a la consecución de esre propósito. No desperdiciaremos ocasión de introducir compañeros en el Perú, desterrados o no, a fin de que laboran por la causa. Estamos con ustedes en aprovechar todos los medios para conseguir el fin que nos hemos propuesto. De allí que hayamos aprovechado la candidatura del c. Haya, lanzada en provincias —no sabemos cuál— como medio de agitación y propaganda, lo cual creemos de capital importancia en los actuales momentos.

El c. Haya viajó por la via de Yucatan para tratar de ponerse al habla con el c. Bustamante, pues teníamos noticias de su viaje en el "Orbita”. No lo ha logrado. El c. Haya debía dar instrucciones al c. B. para su actuación en el Perú. De todos modos, estamos seguros de que con el viaje de este compañero, se allanarán muchas dificultades principalmente la surgida con el c. José C. Mariátegui, según ustedes ya deben conocer.

Un cordial saludo aprista de vuestra compañera.

Magda Portal
Sect. Célula peruana
México.

Portal, Magda

Carta de Víctor Raúl a Eudocio Ravines, 30/03/1929

Berlín, 30 [de marzo 1929]

Querido Eudosio:

Acabo de recibir tu carta. No conocía las diferencias entre ustedes aunque las sospechaba por la falta de acción que dejaban notar. Ya veo que han caído en el criollismo de discutir y no hacer. Créeme que disculpo y hasta justifico tu posición al lado de Mariátegui. Los dos están lejos de la realidad peruana y americana. El uno en una silla de ruedas y tú otra, en Europa que es una silla de ruedas de las más peligrosas porque lo arroja a uno por los planos inclinados de la falsa visión de nuestros medios. Pero mientras los decanos del Apra discuten aparecen nuevas fuerzas dentro de ella. El Partido Unionista Centroamericano acaba de avisar que se adherirá al Apra. En Centroamérica tenemos una juventud fuerte y quizá si haya unos diez mil apristas militantes entre hombres y mujeres contando las organizaciones adheridas. Como Centroamérica interesa por ahora ya que el Apra lucha contra el imperialismo la cosa va bien. Ustedes mientras tanto pueden seguir discutiendo. Eso no es cuestión de psicoanálisis. Es cuestión de psicología o de determinismo económico. Nosotros somos campesinos, hijos de ambientes agrarios y el individualismo, la suspicacia, etc. aunque se vistan de rojo son y serán nuestro handicap.

Casi casi estoy en el camino de no desear discutir más y de desear que cada uno tome la actitud arrogante y salga por su lado repitiendo las divisiones de los partidos comunistas en camarillas, divisiones que está afianzando la fuerza burguesa por todas partes como ocurre aquí, en donde los mismos revolucionarios como Goldschdmit confiesan que el capitalismo ha tomado una fuerza enorme.

Pero no se puede discutir sobre imperialismo en América Latina sin [*] . Es imposible. Por eso quise que fueras a México y aun lo deseo. Los años les librarán de las enfermedades de infancia. Yo no, ni mis discusiones. Me agoto inútilmente y prefiero seguir haciendo fuerzas para volver a América y seguir la cruzada que, tanto éxito, ha tenido. Estoy fatigado y deseo recuperar algo de mis fuerzas. Contraje unos parásitos intestinales en los trópicos y después de largos años sufrí calenturas altísimas con gripe. Estoy sin embargo muy bien aquí y como gozo con la nieve me siento mejorar. Dedico todo mi tiempo a trabajar para ganar algo. Ya estoy con Goldschmidt en el Instituto Económico Latinoamericano y a cargo
de su archivo. Ciertamente, no creo que iré a París antes de algunos meses. El tiempo libre lo empleo en sostener correspondencia con Centroamérica donde estamos librando una campaña intensísima contra la United.

La posición de Mariátegui es lógica. Limeñísima. Eso no es sino limeñismo revolucionario, colonialismo, extranjerismo y engreimientos de inválido. Ha hecho mucho daño, y hará más. Yo no he pensado nunca en entrar con él en polémica alguna. Amauta y Labor justifican la libertad de prensa que da el Padrecito Leguía. Son unos héroes. Sufren como mártires. Dios los bendiga y se los lleve al cielo.

En el Perú hay una corrupción fantástica. No hay con quién contar. Mi intervención en todo eso es nominal. Pienso yo que hay que luchar en todas partes contra el imperialismo y dejar un poco al Perú que se pudra más a ver qué pasa. Todo eso de los mariateguismos y los revolucionarismos de revista intelectual, malabarismos, italianismos, e indecencias son puras necedades. Un sable les va a cortar el pescuezo pronto, porque creo que ya se viene un sable en el Perú, según me lo dicen.

Lo de la candidatura fue una táctica irrealista también porque fue juego de alta política y de alta estrategia. Entre nosotros no se puede ensayar sino mítines al aire libre, con un tirano en Palacio para gritarle: Carajo! Y entonces el público aplaude y dice: que éste sí que es revolucionario...

Divertido. Yo creí tener poder para convencer siquiera a un grupo que dejara todos los prejuicios campesinos y se resolviera a la acción pero lo fundamental en todos es la pereza. La pereza campesina que nos tira al sol y nos hace sentirnos enfermos y tristes, e incomprendidos y rabiamos contra el suelo que nos sostiene porque no se menea para damos gusto. . .

Pero, hermano mío, yo estoy cansado de porquerías. Quiero ayudar mientras pueda a la acción, y a los de acción. De insultos, de calumnias, de comadrerías, de falsos teóricos, —ese pobre Mella fue uno de los más típicos— ya estoy fatigado. Les he descubierto a todos sus macanas y aunque yo tenga las mías, me siento mejor, honradamente mejor con todos mis grandes defectos. En ustedes, lo de discutir y
adoptar posiciones marxistas y leninistas sin haber visto un poco de nuestra realidad y después de tres años de vivir en París y tomar cafecito, yo les doy la razón. Completa. Eso es muy agradable. Muchas veces, perseguido, calenturiento, solo, amenazado y en peligro durante mi viaje pensaba yo en las discusiones parisienses tan bonitas, tan bonitas, tan calientitas.

Pero ya me estoy volviendo viejo y ya sé mover la mano de arriba abajo sin menear la muñeca. Ya veremos. Ahora trabajo. Y trabajo. Quiero trabajo. Cuando más les pido a los discutidores que se echen las polémicas a los bolsillos y comiencen a hacer algo en acción, en acción. Mucho hay por hacer. Discutir da luz dicen los burgueses. Y esa luz de bujía eléctrica la estamos buscando en pleno día cuando la realidad, latinoamericana está iluminada por un sol tropical y quemante que hace ver y sentir las cosas
muy bien y tuesta el cerebro deI que se detiene a discutir.

Todas esas cosas de Alianza y Partido respecto del Apra son barbarismos de Mariátegui. Es un novelista. De la Reforma Universitaria hizo una novela y de la cuestión indígena otra. Así estamos nosotros entregados a los novelistas y ellos pontifican. Nada tiene en verdad, porque Vargas Vila dicen muchos criollos entre ellos ese pestilente cubano que andaba por ahí, es la suprema autoridad antiimperialista.

No enseñes tampoco esta carta. Quédate con ella. Son las nueve y media, nieva y he trabajado con Goldschdmit todo el día. Estoy a punto de irme a la cama. La única que no discute si el Apra es Partido o Alianza, la única que dice que la cama no es para discutir sino para dormir o procrear — no masturbarse—, así como la vida del despierto es para hacer, hacer y hacer.

Un fuerte abrazo. Ya sabes que mi fraternidad está viva para ti y para todos. Les quiero mucho, mucho, mucho. Eso me salva de todo los demás. Y creo que al cabo, como no hemos de hacer nada por estar discutiendo que si son galgos que si son sabuesos, lo mejor es que nos querramos siempre. La discusión no crea nada. Hacer es lo único que podría interesar. Si no se hace nada sino discutir pues sigámonos queriendo y viva la gallina con su mera pepa.

tu hermano.

V.R

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Carta de Víctor Raúl a la Célula del Apra en París, 30/01/1929

Berlín, enero 30 de 1929

Queridos compañeros de la Célula del Apra en París

Al volver a Europa les envío mis saludo cordial. Durante un año y cinco meses mi trabajo por el Apra ha sido infatigable tanto en los EE.UU como en México y Centro América. Calculo haber dado en este tiempo doscientas treinta conferencias, algunos cientos de pequeños discursos y haber hablado ante más de cien miel oyentes en total. Por esta campaña he sido expulsado tres veces: de Guatemala del Salvador y de Panamá y, he sido rígidamente atacado por los enfermismos tropicales de extrema derecha y de extrema izquierda. Para confirmación realista del éxito de mi campaña puedo decirles que la Secretaría de Estado de Washington me considera "el más peligroso enemigo que los EE.UU tienen en la América Latina". Reemplazando la palabra EE.UU por Imperialismo, estaremos más cerca de los justo. El Apra ha progresado inmensamente. Los pueblos cetroamericanos ha hecho de ella su Partido de rebeldía. Viendo tan cerca el imperialismo lo que se necesita en Cetroamérica en un instrumento político de lucha, un Partido. Por eso el Apra ha alcanzado tan grandes resultados en la zona más afectada por el imperialismo.

Puede afirmarse que el Apra es hoy en Centroamérica la fuerza política antiimperialista más poderosa. No hay otra. Las ligas fracasaron totalmente ante la denominación comunista que es la palabra que en aquellos medios campesinos y asustadizos despierta terror en pobres y ricos.

En otro orden, la identificación de los directores apristas de México es definitiva. Son los más realistas, los más activos y los más admirables trabajadores que el Apra puede tener. No hay diferencias ante el imperativo de actuar. Nuestra identificación es absoluta. Ellos ve de cerca la lucha y saben que hay que luchar. Con el comp. Pavletich estuve en El Salvador en donde fue perseguido al mismo tiempo y volver a México pues si hubiera ido a Costa Rica habría sido capturado en Corinto, como prisionero de guerra por haber sido soldado de Sandino. Un aprista colombiano Antonio Martínez está ahora con Sandino. Los apristas de Costa Rica le entregaron una bandera del Apara y llevo varios mensajes escritos en tela. Martínez pertenece a la muchachada aprista. Tiene veinte años y todos los ímpetus de acción y no de discusión que caracteriza a la juventud fuerte.

Espero que alguna vez pueda ir a París, no será tan pronto. Mientras tanto, espero que ustedes, por lo menos los más realistas de ustedes traten de activar el espíritu de división de camarilla y de fraccionamiento. Los mejores apristas serán aquellos que mantengan el espíritu de unidad que es el más grande objetivo del Apra. Po eso les pido trabajar en ese sentido y colaborar en cuanto se pueda a la acción de los apristas de América Latina.

Aquí podría salir un boletín del Comité Ejecutivo del Apra. Será barato publicarlo aquí pero necesitaríamos colaboración económica.

Les envío mi saludo más fraternal. Espero noticias de ustedes y que alguna vez, cuando sea útil mi viaje en el sentido de la acción, tendré la alegría de verles.

"Contra el imperialismo yanqui, por la unidad de los pueblos de América para la realización de la Justicia Social"

Fdo. Haya de la Torre

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Carta de Víctor Raúl a los compañeros de la Célula de París, 18/02/1929

Berlín febrero 18 de 1929

Queridos compañeros de la Célula de París:

Después de recibir las últimas impresiones de los dirigentes apristas de América y de Europa, de enterarme de las divergencias que la inacción ha producido y que a su vez han causado una mayor inactividad; de darme cuenta exacta de la fuerza de la propaganda política y personal de mis adversarios que han minado con admirable certeza nuestras filas y nuestra solidaridad, he decidido renunciar irrevocablemente la secretaría general del Apra y el puesto que me correspondía en el Comité Directivo, pasando inmediatamente a filas sin el menor deseo de entorpecer labor alguna y antes bien francamente dispuesto a trabajar desde abajo con mayor eficacia, puesto que demostraré que es necesario saber obedecer y que sólo los partidos, criollos anárquicos y decadentes no son cuerpos organizados, de verdadera lucha en los cuales la acción conjunta, la disciplina y la jerarquía son absolutamente indispensables.

Esta resolución mía es el resultado de una fría apreciación de los hechos. No hay en ella nada más que lo expresa: Mi profunda decisión de no convertirme en un elemento perturbador o en un pretexto de inacción y de derrotismo. Yo como fundador del Apra, fundada y organizada como Partido, reconocida así por todos y fortalecida como tal por la contribución de tantos compañeros decididos y revolucionarios, tengo que sacrificar cuanto sea necesario, si fuera preciso sacrificar algo. Mi presente actitud estaba perfectamente prevista por mí. Ya la había anunciado a muchos compañeros y me parece una consecuencia dentro de la lógica histórica, que preside movimientos como el nuestro.

Mis críticas al Compañero Mariátegui que encabeza "la intelligentzia" aprista, los literarios y poetas súbitamente convertidos en teorizantes y adoctrinadores políticos y económicos, serán ampliamente expresadas en mi libro. Deseo que libertemos al Apra o a su ideología de confusionismo y oportunismo. Los poetas imaginan, nosotros no podemos imaginar siendo revolucionarios, caminamos sobre la realidad. Los literatos acomodan fácilmente una teoría fantástica dentro de las cajitas de cristal de sus frases poliédricas, para nosotros, luchadores, soldados y gentes de acción, todo eso es cristal y el cristal se rompe al primer choque.

No es que yo crea que los poetas estén mal dentro de nosotros. Platón es más radical en La República cuando dice: "Digamos pues de todos los poetas empezando por Homero que ya traten en sus versos de la virtud ya de cualquier otra materia no son sino imitadores de fantasmas que jamás llegan a la realidad ... " y más adelante: ... "El poeta, sin poseer otro talento que el de imitar sabe también con una capa de palabras y de expresiones figuradas dar a cada arte los colores que le convienen, que ya hable de zapatería, ya trate de la guerra o de cualquier otro tema, sus discursos sostenidos por la medida, por el número y por la armonía persuaden a los que le escuchan y juzgan, solamente por los versos, que está perfectamente instruido de las cosas de que habla, tan poderoso es el prestigio de la poesía!".

Ahora bien, de Platón hay que recordar lo que los revolucionarios modernos recuerdan en sus apreciaciones sobre los fáciles juicios de los intelectuales, poetas, no sólo porque hagan versos sino porque son "imitadores de fantasmas". En esta apreciación Platón no ha envejecido.

Empero, no se me crea enemigo de los poetas y de los intelectuales. Les creo necesarios en nuestro movimiento. En América Latina ellos son necesarios. Son la "intelligentzia" y tienen que servir a nuestra causa. En esto soy absolutamente antiplatónico. Yo personalmente admiro y gusto de los poetas y de los imaginativos. Creo sí peligroso hacer de la política y especialmente de la revolución, en cualquier género de literatura, leyenda o romance, teatro o anécdota. Todo eso es fantasmagoria.

Sin embargo; nuestro Partido es un frente de trabajadores manuales e intelectuales y debe serlo. Lo importante es que en esta forzosa unión hagamos obra de educación política. Y diciendo educación digo disciplina. Y diciendo disciplina digo disciplina integral, de mente, sobre todo, tratándose de intelectuales. Esta disciplina de mente es camino de ciencia y ciencia, ciencia verdadera necesita nuestro movimiento porque es moderno, porque es político y porque es revolucionario.

Me extiendo en este punto porque lo creo preciso. Sin embargo sigo creyendo que todas nuestras divergencias interiores son síntomas de vida. El Apra ha seguido creciendo y entrego su mando en momentos en que es la corriente política más vigorosa en América Latina. Mientras algunas de sus viejas ramas se han secado en disputas otras han retoñado y florecido. El organismo, sin duda alguna, está más vivo y fuerte que nunca.

Son muy importantes las discusiones de los lideres pero no tengamos tanto interés en ellas como en los movimientos de las masas. He visto de cerca las masas centroamericanas, por ejemplo, gravitar hacia el Apra con vigor. Cuando he asistido a mítines apristas de cinco y seis mil almas, he olvidado un poco las discusiones cómodas de ciertos compañeros empeñados en discutir como los perros de la fábula mientras el peligro estaba cercano. El instinto vital de las masas ve el peligro y no le interesa el casuismo de los "istas" de aquí y de allá. Ese es el mejor síntoma del carácter social y antiindividualista de nuestro movimiento, cada vez más arraigado en las masas que verdaderamente sienten el peligro imperialista.

Pero es imposible desarraigar totalmente el individualismo característicamente agrario que es peculiar de nuestros movimientos. Se manifiesta en los líderes y especialmente en los más intelectualizados de ellos y en los más alejados de la acción. Y no debemos olvidar que no sólo, de trabajadores manuales y de hombres de acción está formado nuestro Partido. El incluye también a intelectuales y ya sabemos y debemos estar listos a saber cómo funciona el motor de explosión, —muchas veces de mera de mera explosión sin magnetos ni frenos— de sus mentes ricas en toxinas, incendiarias que pueden dar luz que alumbre o fuego que destruya. Así son las explosiones.

Mientras se realiza en nosotros el proceso de estratificación, de coordinación de disciplina, de formación de una conciencia política revolucionaria, mientras los elementos primitivos y caóticos de esta nebulosa se enfrían y ordenan, tenemos que actuar frente a la realidad aunque el trabajo sea penoso, inquietante y muchas veces infecundo.

Consecuencia del individualismo agudo de los sectores intelectualistas de nuestro Partido ha sido el personalismo. Nunca me engañé acerca de esto y varias veces, de palabra y por escrito, he anunciado a muchos de nuestros compañeros que una etapa de nuestro movimiento sería la de un personalismo irritante y faccioso. En esa hora quería yo inmolarme y así lo he hecho. Yo tenía que ser la tête du turc. Lo he sido consciente y sonriente. Algunos de mis compañeros de México saben que yo, hace justamente un año, les anticipé sin alarde profético, como resultante lógica de estas crisis de gestación mi alejamiento del puesto directivo de líder e inspirador. No se produjo antes porque el Apra no era tan fuerte como lo es hoy, ni era llegada la hora de iniciar dentro de ella una segunda etapa. Todo este tiempo ha sido necesario para probar la solidez mental de algunos, el oportunismo de otros, la vaguedad de muchos y la afirmación de tantos que estaban indecisos. Además, era necesario dar al Apra mayor fuerza, mucha fuerza de masa y que el líder gastara los últimos adarmes de prestigio en la concurrencia despiadada de los personalismos que tan violenta y fugazmente cotizan nuestros ambientes.

Ahora todo esta hecho.

Mi palabra para todos es la palabra cordial y fraternal de invitación al trabajo en común. Ante todo la acción. El Apra no podrá definirse totalmente y ponerse una etiqueta ideológica y trazar un panorama concreto y delineado del futuro como la Ciudad de Dios de S. Agustín. Eso es tan absurdo y tan poético como todo lo que se pide a la imaginación. Por eso lo reclaman tanto los intelectuales para los que no hay sino una disyuntiva: o imitar y glosar o fantasear y novelizar.

La política revolucionaria es la aplicación de los grandes fundamentos científicos de la ciencia revolucionaria a determinada realidad; en mi concepto. Esta aplicación supone a su vez la creación de otra ciencia de aplicación. Nosotros todos sabemos los grandes fundamentos de la ciencia revolucionaria pero ignoramos el campo de aplicación de esa ciencia. Esa es la realidad que tenemos ante nosotros, el vasto campo inconocido sobre el que debemos actuar científicamente: investigando y experimentando, para establecer los postulados y principios que normen nuestra actividad futura. Por eso, el proceso del Apra es totalmente nuevo. Por eso todos los movimientos políticos anteriores que pretendieron trasplantar fácilmente la experiencia verificada en otros campos al nuestro, han fracasado y fracasarán. Porque al realizar el trasplante las condiciones, objetivas del nuevo ambiente matan automáticamente el organismo que se pretende hacer revivir bajo una ley de intensidad diversa a la que dio origen al sistema que se importa.

Es claro que para el turista y para el poeta la visión superficial y panorámica del mundo no le permite percibir esas profundas variaciones de intensidad que lo ritman en su tremenda variedad. El turista y el poeta pueden imaginar el Canal de Panamá cubierta de nieve, o a los habitantes del polo con sombreros de Panamá. Para ellos sería una cosa divertida, que se puede escribir en una novela. Los poetas antiimperialistas dicen en sus versos que "las escuadras latinoamericanas bombardearán Nueva York, etc." y aunque esto no sea imposible en el transcurso de las edades, para el realista, le interesa medir más que la calidad de la imaginación, el complicado proceso histórico que mediará entre nuestra época actual y el momento de aquel bombardeo.

Por eso no es posible satisfacer a los que ansiosamente piden que el Apra sea ya una definición, una realización, una cosa hecha, acabada, burilada y perfecta, con tradición y con victorias. Ese afán actualista, ese violento anhelo de ver todo hecho cumplido y terminado, es forma subconsciente de individualismo. El hombre quisiera ver en su mísero tiempo de vida todo lo que el futuro reserva en el misterio de sus sorpresas. Cuando no ve las obras terminadas o no puede verlas, se revuelve indignado y vocifera y afirma que los que construyen así, adaptándose al ritmo de la realidad, están equivocados y son malos constructores. Pero los movimientos sociales no son hechos para la satisfacción de los individuos sino para el proceso de la lucha de clases, que existe desde hace miles de años y en el cual han caído miles de millones de hombres.

La eternidad del marxismo está en eso. En que no es una teoría cerrada con capitales y cornisas, con visillos bordados y ventanitas primorosas. El marxismo es como un camino abierto. Marx no vio la edad imperialista del capitalismo y quien la analizó y la percibió, apreciando sus leyes y descubriendo su proceso complicado y vasto, fue marxista. Tampoco ahí se cerró el marxismo. Queda abierto. La lucha entre el capital y el trabajo asume nuevas fases, adopta nuevas formas. El imperialismo llena un proceso histórico nuevo y largo. El imperialismo en Alemania no es el imperialismo en América Latina. Ni el de ésta el de Asia. Hay una ley común pero varían las intensidades de esa ley. Esas variantes encierran subvariantes y forman grandes complejos. Descubrirlas, formular sus leyes, acometer la resolución del nuevo problema es doble trabajo científico: político y económico.

En la variante latinoamericana, el Apra ha querido abrir ese camino. Por eso el Apra es marxista, porque es realista, porque admite la negación de la negación y sabe que todos esos conceptos no son palabras huecas.

Malgre tout, la formación de la mente aprista supone un proceso y un proceso profundo. Estamos en él. Las resistencias interiores, los intentos incumplidos, las deducciones precipitadas, los confusionismos son síntomas de ese proceso. En el fondo, la mente aprista se forma y se perfila. Nos ayuda a ello —negación de la negación— el propio imperialismo cuando descubre en el Apra su mayor enemigo.

Sin embargo, la lucha por encontrar nuestra propia realidad entraña una serie de otras manifestaciones de la realidad misma con que actuamos para hallar la mayor. Una de estas formas de realidad es el personalismo. Muchos compañeros han incurrido en faltas necesarias. Han confundido el Apra con mi nombre. Han atacado al Apra bajo mi nombre. Proyectando su propio individualismo y su propio personalismo en nuestro Partido han luchado contra mi persona ignorando que luchaban contra su propia sombra.

Yo estoy ahora, después de esta gimnasia a la que he asistido con interés en el caso de descubrir el claro y hacerles ver que era su propia sombra. Me aparto y dejo el puesto porque es necesario que así sea. En otra carta especial a la célula de México —va también otra a la célula argentina— expreso este pensamiento. Lo expreso no sólo teniendo en cuenta a los engañados contra mí sino a los engañados en favor mío. Muchos compañeros han creído y creen que el Apra no puede vivir sin mí. Afirmo que el Apra no puede vivir sin jefes, sin líderes, sin comando, pero niego que no pueda vivir sin mí. Por eso también me aparto, para aleccionar a unos y otros en esta realidad. Es preciso que la vean claro.

Como analizo a los demás, me analizo a mí mismo. Por eso me separo. Lo creo indispensable: Hace dos años que dije y escribí que mi nombre era una ficha dentro del gran tablero aprista. Hemos jugado la ficha lo bastante y ahora "la soplamos'" como se dice en juego de damas. Yo soy el primero que doy la voz: ''pongamos de lado a Haya de la Torre, vamos a comenzar la segunda etapa sin, él, o teniéndole a él en las filas. Entonces veremos, que el Apra no es un hayismo, que no debe ser y veremos que Haya de la Torre sabe obedecer, como el que más, y sabe ser soldado. Si acaso le creemos totalmente inválido, pues al hospital y al retiro total". La obra no debe morir por eso. La obra no es mía ni de nadie. Es de nuestros pueblos. Es la obra revolucionaria de América y no debe ni puede estar, vinculada a un solo nombre,

Mi proposición final es la de encargar la jefatura del Partido a un hombre con fuerza continental y, que no tenga necesariamente la nacionalidad peruana. Asistido por un comité, Alfredo Palacios me parece muy bien. La célula de México ha resuelto que el Comité directivo del Apra esté en Buenos Aires. Yo propondría a Palacios como líder y secretario general bajo la autoridad de un Comité. Algunos compañeros que han tenido largas y gratas vacaciones europeas; deberían trasladarse inmediatamente a un campo de mayor actividad práctica y de menos disputas teológicas. En nuestro cielo los dioses no son eternos.

Espero que se junten todos y discutan no la renuncia sino la última proposición. Espero que reflexionen fríamente, —pongamos un poco las cabezas enardecidas aún de trópico en estas gratas nevadas de invierno fuerte—y traten de unificarse. Lo que haya de diferencias se resolverá después. Por ahora interesa unirnos estrechamente en lo que tengamos de común que es mucho.

Yo seguiré trabajando. Dos libros saldrán aquí antes del verano según espero. Mi aprismo no puede morir. Yo moriré por el aprismo. Así lo juro y así lo juré desde hace cinco años. Vamos adelante compañeros y levantemos un poco nuestras conciencias hacia el plano superior de nuestra verdadera responsabilidad histórica. Un abrazo a todos y Viva el Apra.

Fdo. Haya de la Torre

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Mensaje de Víctor Raúl a la sección del APRA en París

A LA SECCIÓN DEL APRA EN PARÍS

Mensaje de HAYA DE LA TORRE PARA LA COMIDA DEL PRESENTE MES

Compañeros apristas:

Desde México va mis saludos. Me adhiero fraternalmente a la cena de esta noche, homenaje a la gran hermandad de la juventud latinoamericana que el Apra está afirmando. Saludos a los compañeros y a los amigos del Apra en París. Ojalá que de esta noche de solidaridad quede un nuevo propósito de acción. La tarea que se termina hoy debe marcar el comienzo de la que se iniciará mañana. Debemos prepararnos todos juntos a cumplirla con más empeño y con más fe. Miles de apristas estamos ya trabajando en diversos lugares del mundo por la realización de nuestro gran programa antiimperialista. Pero necesitamos trabajar más y más. La juventud latinoamericana está hoy despertando interés en el mundo. Se sabe que en nuestra América corrompida, sensual y perezosa está apareciendo una generación fuerte y capaz. Esa es la generación que el Apra está agrupando bajo sus banderas. Esa es nuestra generación de trabajadores manuales e intelectuales que realizará la gran obra de cumplir los grandes lemas de nuestro: "Contra el imperialismo Yanqui, por la unidad de los pueblos de América para la realización de la Justicia Social".

México, 1928

Fda Haya de la Torre

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Mensaje de Víctor Raúl a los representantes de la prensa en México

MENSAJE PARA LA CENA DE HOMENAJE A LOS REPRESENTANTES DE LA PRENSA DE MÉXICO

APRA París

México, 1928

Me adhiero cordialmente al homenaje de la Sección del Apra de París a los representantes de la prensa mexicana, por su labor antiimperialista durante el último Congreso de La Habana. Soy testigo de la magnífica campaña latinoamericanista y antiimperialista que EXCELSIOR y EL UNIVERSAL han realizado durante la Conferencia especialmente en lo que se refiere a la propuesta traidora del delegado de Leguía en favor de la intervención. Con los dos grandes órganos del diarismo mexicano, toda la prensa de la República ha realizado una campaña anti-intervencionista que honra a la prensa mexicana. Los representantes de EXCELSIOR y EL UNIVERSAL han de ser testigos en esa cena de la verdadera opinión de los peruanos sobre la ponencia Maurtua. La opinión del pueblo peruano representada en esa demostración por una brillante representación de nuestra juventud no está al lado de Maurtua ni de Leguía agentes de intereses extranjeros en nuestro país: está al lado de América Latina y especialmente de Nicaragua y de México.
El Apra, organización eminentemente latinoamericana, está realizando su obra de unión contra el imperialismo, porque es latinoamericana, porque no la mueven intereses extraños a los intereses de nuestros pueblos y porque no tolera que estos sean instrumentos de causas ajenas sino defensores de su propia causa. Por eso proclamamos nuestro Frente Único e invitamos a unirse a él a todos los trabajadores intelectuales y manuales de Nuestra América sin excepción alguna. Todos los antiimperialistas latinoamericanos tienen un lugar en nuestras filas. Por eso, soy partícipe de la alegría de los compañeros apristas de París al tributar un homenaje a los representantes de la prensa mexicana que tan abiertamente secunda nuestra ideas".

Fdo. Haya de la Torre

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Carta de Víctor Raúl a Luis F. Bustamante, 16/03/1928

Marzo, 16

Mi querido Bustamante:

He pasado mes y medio viajando por el norte de México, dando conferencias y conociendo tierras y gente. Ayer he vuelto a esta ciudad y me he encontrado con tu carta. Tu designación para la secretaría me parece muy bien y la apruebo francamente. Yo deseo que Ravine se venga a México y tan pronto como tengamos fondos esto se hará. No he salido para Europa porque las cosas aquí están mucho más interesantes que lo [que] nosotros podríamos imaginar. Yo sabía siempre que mi viaje a México precisaría y daría realidad a mis viejos planes sobre el Perú. Esto parece hoy definitivo. El "Plan" de la Revolución con los puntos del programa están ya redactados y sobre ellos estamos trabajando para conseguir el pleno apoyo. Todo lo tendremos.

Tan pronto como deje listo el trabajo revolucionario aquí, saldré para Europa, no sin antes haber visitado Centro América de donde me invitan y quizá si hasta un poco más al sur. Mi viaje a Europa es necesario por dos razones. Para revelarles a ustedes todo lo hecho, sacar la gente necesaria de allá y luego ir a Inglaterra y plantearle a los laboristas que recibirán pronto el poder la cuestión de nuestros problemas económicos anglo peruanos (Peruvian etc.) que ya traté anteriormente pero que deseo definir para aclaras los campos.

Lamento de veras el viaje de Heysen a Europa. Lamento que se haya ido sin consultarlo y que esté padeciendo todavía la superstición de que "hay que ver París para ser culto". Nuestra concentración debe hacerse ahora en América. Yo había pensado encomendar a Heysen una comisión en Bolivia, Chile o Ecuador, las tres muy importantes, pero ahora estoy buscando a quién dársela mientras nuestro amiguito se pasea.

Pavletich saldrá para Nicaragua el próximo sábado a ofrecer su concurso y el del Apra a Sandino. A fin de derrotar las intrigas de los enemigos resolvimos declarar que el Apra formará una legión para ir a Nicaragua. Como controlamos la sección telegráfica de Excelsior absolutamente hicimos publicar como venidas de París declaraciones tuyas que en la sección de telegramas fueron lanzadas con una cabeza a todo lo largo de la plana que decía así "El Apra enviará una Legión a Nicaragua".

El Manifiesto del Comité Ejecutivo invitando a esta cooperación esta imprimiéndose. Es absolutamente necesario que el Centro de Estudios Antiimperialistas del Apra, envíe una carta e El Universal y otro a Excelsior pidiéndoles que transmitan a la juventud mexicana el agradecimiento de ustedes por la acogida que se me ha brindado en mi visita a México y expresando que los latinoamericanos que forman la Sección del Apra en París aplauden la labor antiimperialista de esos diarios e invitan una vez más a todos los trabajadores manuales e intelectuales de México a formar un Frente Único, autónomo, meramente latinoamericano, sin sujeciones a control de intereses ajenos a los de nuestro países, para luchar prácticamente por la soberanía de nuestros países. Al mismo tiempo la carta debe decir que la juventud latinoamericana residente en Europa y militante bajo las banderas del Apra trabaja activamente por dar realidad a la formación de "La Legión" que irá a Nicaragua tan pronto como sea posible y que "por lo pronto ya se han enviado representaciones personales al glorioso general Sandino como primera avanzada de la contribución del Apra a la causa de Nicaragua"

La misma carta, que debe redactarse con cuidado y con táctica para que se publique por todos lados debes enviarlas a los siguientes diarios, SIN FALTA:

Director de ... El Siglo de Torreón, Torreon Coah, México.
La Voz de Chihuahua, Chihuahua. Chih. México.
El Heraldo de Chihuahua Chih., México.
Revista "Cosmos" Apartado 82 Chihuahua Chih. México.
El Correo de Parral. H. del Parral Chih., México.
El Día, Ciudad Juárez, Chih. México.
Redención. Guadalajara Jalisco. México
"Orientación" Zacatecas Zac. México.
Todos a México, América Latina.

Que la carta sea un verdadero mensaje dando la impresión de un gran entusiasmo por la recepción que se me ha hecho en México y de una gran simpatía por México. Las direcciones del Excelsior (Calle Bucareli México D.F. México Amerique Latine) y El Universal (Calle Iturbide 11, México D.F. Amerique Latine) deben conservarlas. Ahora, convendría otro mensaje especial y breve para El Universal Gráfico, mensaje distinto de los demás del "Departamento de Publicidad del Centro de Estudios Antiimperialistas del Apra en París" saludando a la prensa mexicana por intermedio del Gráfico y rogándole que se sirva publicar que el Centro desea toda clase de información relacionada con el imperialismo, datos estadísticos, etc, para la formación del archivo que se está organizando en París. Esta carta debe ser firmada por la Comisión de Propaganda y dirigida a Ernesto Hidalgo. Director de El Universal Gráfico Iturbide 11 México. D.F. Amerique Latine. Es necesario que hagan igual cosa con los diarios del Perú y que envíen un mensaje pidiéndole que forme la sección del Apra en Ecuador y nombrándolo representante del Centro de Estudios Antiimperialistas en Quito a Enrique Matta Figueroa, Apartado 51 Quito Ecuador, Amerique Latine.

Un tipo de Carta del Centro de Estudios Antiimperialistas, designado corresponsales y representantes debe redactarse y tenerse lista. Esa carta no es del Comité del Apra sino del Centro de Estudios Antiimperialistas y debe reducirse a designar corresponsales y rogarles el envío de toda la información necesaria sobre imperialismo, movimiento económico histórico de cada país o región. Estas designaciones deben tener un carácter semi honorario y de atracción y en el curso de la carta o al fin de ella, debe recomendarse al destinatario ponerse en comunicación con la sección nacional del Apra (si la hay) o tratar de crear una.

Recomiendo hacer las siguientes designaciones:

Solon Zabre Sta. Barbara Chih México.
Miguel de los Cobos, Torreón Coah. México.
Francisco Javier Guillén, Apartado 82 Chihuahua México.
José M. Bejarano G.P.O. Box 455 New York U.S North America.
Dr. Carlos C. Godoy Trujillo Perú
Joaquín Garcia Monge, S. José de Costa Rica
Mariano Velazco Apartado 90 Cuzco Perú.
Froylán Turcios EdificioStrever Tegucigalpa Honduras.
Germán Arciniegas Bogotá Colombia.
Sr. Director de La Prensa de El Salvador C.A.

Y nada más por hoy. Un fuerte abrazo a todos. Estamos trabajando activamente y creo que muy pronto tendremos grandes noticias que transmitir. Yo, no ceso un solo instante. Hay que decirles a los comp del Cuzco que intensifiquen la propaganda en el Sur.
Un abrazo

Víctor Raúl

Haya de la Torre, Víctor Raúl

Copia de carta de Augusto César Sandino a Estaban Pavletich, 30/3/1930

Mérida, Yucatán, México
30 de marzo de 1930

Señor Esteban Pavletich, México, D.F.

Estimado compañero y amigo: He tenido el gusto de recibir sus dos apreciables cartas de fecha 23 y 25 del presente mes, escrita una en la Penitenciaría, sitio que honra a los que van e ella por bus afanes libertarios como le ha ocurrido a usted, y la otra cuando ya estaba usted fuera de­ ella. Las he leído con verdadero interés, y su contenido me ha causado pena y satisfacción al mismo tiempo. Esas cartas refle­jan vigorosamente su temperamento de luchador inquebrantable e infatigable, y, más que todo, la pureza de su idealismo. Jóve­nes como usted son los que necesita en el campo de la idea o de la acción nuestra America para redimirse de las torturas de dentro y de los peligros que vienen de fuera.

No puede usted pensar que fui indiferente a su suerte en el momento de la dura prueba a que fue sometido por las autori­dades de este país; prueba que ha servido para aquilatar su espíritu de luchador. Desde el momento en que usted desapareció de nuestro lado pusimos en acción todos los recursos para saber la suerte que había corrido, sin dejar de pensar que estaba usted en poder de los enemigos de la libertad; y aun cuando las primeras pesquisas fueron negativas, ya al venirnos para Veracruz supimos que lo tenían en la Guarnición de la Plaza. Yo dispuse ir a verle allí; pero ante la observación del Dr. Zepeda de que tal vez agravaríamos su situación, y ante la promesa que nos hizo de gestionar su libertad, decidimos nuestro viaje inmediato y estar a la expectativa de lo que pudiera ocurrir. Todavía escribimos de Veracruz al doctor Zepeda encareciéndole no olvidar su promesa de gestionar su libertad, más aun, abordo del "Coahuila" el pusimos un mensaje concebido en estos términos: "Úrgenos saber suerte corrida compañero Pavletich. Infórmenos sin tardanza". No habiendo obtenido respuesta, reiteramos varias veces al doctor Zepeda nuestro deseo de que pidiera su libertad de usted.

Como nuestro compañero González llevó una misión a México, se le dio el encargo, que cumplió fielmente, de saber qué se había hecho por usted. El nos informó los últimos pormenores de su prisión y que probablemente iría al destierro.

De suerte, pues, que toda duda respecto a nuestra actitud queda despejada. Está dentro de nuestra manera de ser y dentro de nuestra obligación de luchadores, velar por la suerte de los buenos camaradas como usted. Naturalmente, para lograr su libertad ni íbamos a pedirla de rodillas, ni a implorarla como un favor. Nuestro completo distanciamiento del régimen actual, por razones fundamentales de idealidad y de principios, nos ponen fuera de la posibilidad de solicitar la libertad de un compañero, aun cuando esa libertad sea un derecho usurpado por quienes la pueden conceder.

Su actitud frente a las ofertas que se le hicieron, es lógica y es digna. No hay que ponerse nunca un candado de oro en la boca para callar, ni un lazo de flores en las manos para atarlas. Esto sería una vulgar negación de todo carácter, de toda firme idealidad. Algo más: su suicidio. Nuestra América está plagada de farsantes y estos son los que han sembrado la duda o la desconfianza entre las masas. Estos son los peores enemigos que han tenido las más nobles intenciones, porque explotan [xxx] buena fe de los pueblo y sus ansias de liberación, los han [xxx] do dejándoles escarmentados. Yo le congratulo sinceramente por su actitud. Se puso usted a la altura de su deber.

No necesita usted decirme que continúa firme y leal a la Causa que defendemos, ni a mi mismo. Yo le cuento ente los que ni se doblan ni se rinden. El compañero González tendrá ocasión de llevarle instrucciones. En estos momentos hemos organizado el retorno a las Segovias, con la mano y la conciencia limpias, aun cuando como usted sabe los enemigos hayan querido crucificarnos en el infamante madero de la calumnia. Venceremos cuanto obstáculo se opongo a nuestra marcha y llegaremos a nuestros amados campos de lucha de las Segovias a dar nuevas pruebas de amor a la América Latina y de resistencia y dignidad al invasor. Repetimos hoy las frases de Bolívar: Si los elementos están en nuestra contra, venceremos a los elementos. Y si Dios está contra nosotros, nosotros estaremos contra Dios. (Di dios es la justicia, él estará de nuestro lado).

Creo que ni aún muerto volveré a salir del campo de batalla de las Segovias, mientras exista en suelo nicaragüense un solo miserable yanqui invasor. Se avecina entre ellos y nosotros un duelo formidable, que necesariamente ha de sacar a los pusilánimes de su indiferencia y ha de notificar el espíritu de lucha de la América continental y antillana. El tiempo hablará por nosotros.

Con todo el aprecio del compañero y amigo, fraternalmente. Patria y Libertad.
A.C. Sandino.

Sandino, Augusto César

Carta de Jaime L. Morenza, 22/11/1928

Montevideo, 22 de noviembre de 1928
Señor José Carlos Mariátegui,
Revista Amauta.
Lima (Perú)
Estimado amigo y compañero:
Ahí le mando unos poemas de Juana de Ibarbourou. Hace tiempo que los tengo en mi poder. Los retuve esperando una semblanza sobre ella, prometida por el amigo Ferreiro. Como demora en dármela se los mando solos.
Le mando también unas líneas mías. No sé hasta qué punto podrán interesar a los lectores de Amauta. Eso, usted lo verá. Por tanto queda en libertad de hacer con ellas lo que quiera. Si le parecen bien las publica; en caso contrario las tira tranquilamente al canasto.
Muy bien el nuevo formato de Amauta. Y magnífico el estudio que usted viene publicando sobre el libro del trampista belga. Creo que su trabajo ha de ser de efectos muy saludables. El libro que comenta es un libro peligroso. Su peligrosidad no estriba tanto en lo que dice— que ya se ha dicho muchas veces—, sino en el tono y en la oportunidad con que lo hace. Atravesamos por una era de confusión intelectual enorme. Hoy los matices accesorios de ciertas fórmulas, tienen más eficacia proselitista que el sentido esencial de las mismas. En el libro de de Man se da este fenómeno. Yo no veo en él otra cosa que el esfuerzo de un renegado para justificar su actitud: es el social-patriota cohonestando, con una argumentación aparentemente científica, y, en rigor, atrozmente metafísica, su traición al socialismo. Pero comprendo que no a todos le pasará lo mismo. Por eso me parece bien su análisis crítico. Es una labor de higiene intelectual que yo admiro y aplaudo. Con ella hace usted un gran bien a la juventud y a las ideas de Marx.
Hace unos días vi a Blanca Luz. Hablamos de usted. Lo estima enormemente. Yo sabía que ella se encontraba en una situación material delicada. Ello me indujo a mentirle. Fue una mentira piadosa. Le dije que usted me había indicado que le diera algunos pesos a cuenta de la liquidación de los números que recibo de Amauta. Con ese pretexto le entregué diez pesos oro. Si llega a escribirle a usted sostenga, o destruya la mentira. Yo hice eso, porque me pareció indelicado ofrecerle dinero sin más pretexto que el de la necesidad. Sobre todo tratándose de una necesidad que ella sobrelleva valientemente y a veces trata de ocultar.
Sin otro motivo, lo saluda con la consideración intelectual y amistosa de siempre su devoto.
Jaime L. Morenza

s/c. Ituzaingó, 1288 - Montevideo
NOTA.- Dígale al administrador de Amauta que me envíe liquidación para girarle importe. Adviértale que yo no acepto comisión.
Vale

Morenza, Jaime L.

Poincare y la política francesa [Recorte de prensa]

Poincare y la política francesa

Europa continua movilizada, conflagrada, beligerante. El régimen, las disciplinas y la atmósfera de la guerra pugnan por sobrevivir. Los ejércitos han sido desmovilizados; los espíritus, no. De la prolongación psicológica de la guerra brotan dictaduras marciales de Mussolini, de Horthy, de Primo de Rivera. El estadista europeo Francesco Saverio Nitti nos describía, hace dos años, esta Europa seza pace. Su resonante libro nos demuestra que la paz no ha sido pactada todavía. El tratado de Versalles no es sino una reglamentación provisionaria de la rendición de Alemania. Varias conferencias europeas —Spa, Génova, La Haya— han intentado ser una verdadera conferencia de paz. Pero ninguna de ellas ha conseguido elaborar una paz válida, una paz definitiva. Subsiste, por esto, en Europa una situación guerrera.

La ocupación del Ruhr es un acto de guerra. Francia la titula una sanción. Pero todas la invasiones de la historia se han atribuido una intención punitiva. Un pueblo que ha vejado o extorsionado a otro pueblo, no ha confesado nunca la arbitrariedad, ni la injusticia de su acto.

Esta política francesa significa una persistencia de estado de ánimo del periodo bélico. Mr. Raymond Poincaré ha sido uno de los artífices, uno de los creadores de ese estado de ánimo. Y cuatro años febriles de guerra lo han desadaptado para las labores de la paz. Tal como los instrumentos de guerra no pueden transformarse automáticamente en instrumentos de paz, los conductores de una guerra moderna no pueden transformarse tampoco en conductores de la paz. La guerra los inficiona, los satura de agresividad y de beligerancia. Y habitúa sus espíritus a una porfiada y tenaz actitud de combate. Este es el caso de Poincaré. Poincaré se ha sistematizado en la arenga y en la proclama. Su voz suena como un clarín. Su frase tiene un ritmo marcia. Es su oratoria —entrenada hebdomadariamente en la inauguración de algún nuevo monumento a los caídos de la guerra— late la exultación de la victoria y la voluptuosidad de la represalia.

Y la situación espiritual del parlamento francés corresponde a la situación espiritual de Poincaré. Este parlamento fue elegido en 1919 en una época de excitación y de hiperestesia nacionalistas. Su elección constituyó un número solemne del programa de festejos de la victoria. Una apoteosis de la "unión sacrée". Y, por tanto, la mayoría cayó en poder de los grupos de derecha y de centro que componían el bloc nacional. Algunos hombres del radicalismo, algunos hombres de izquierda, que se filtraron en este parlamento, tuvieron que esconder o atenuar su filiación y enmascararse de chauvinismo. El sector socialista de la cámara quedó reducido y aislado. La nueva cámara proclamó la infalibilidad y la intangibilidad del tratado de Versalles. Más aún, algunos diputados incandescentemente extremistas lo declararon blando y tímido e insuficiente como instrumentos de tortura de Alemania. Y, primero el gabinete de Leygues, después el gabinete de Briand, vacilantes o tardíos en la aplicación severa y rígida del Tratado, fueron abatidos por los votos del bloc nacional, que encontró su leader en Poincaré. Poincaré, desde las crónicas políticas de "La Revue des Deux Mondes", denunciaba entonces la debilidad y la abulia de la política de Briand. Poincaré resultaba el caudillo natural del "bloc". Inicialmente, la política de Poincaré, pareció, sin embargo, demasiado contemporizadora y suave a Andrés Tardieu, leader clemencista, y a otros diputados de la derecha. Pero, muy pronto, Poincaré acalló todos los descontentos, adoptando ante Alemania una actitud implacable, polemizando briosamente con Inglaterra y acomentiendo la aventura de Ruhr. Tardieu y dos suyos se han visto obligados a reconocer en los rumbos de Poincaré sus propios rumbos. Poincaré se ha se asegurado, indefinidamente, la confianza unánime del bloc nacional y los sectores afines. El pequeño y pálido grupo radical, dirigido por Herriot, es el único grupo burgués ausente de su mayoría parlamentaria.

Pero esta cámara representa un estado de ánimo contingente y pretérito de la gran nación francesa. Representa el estado de la opinión en 1919. De entonces a hoy, los ardimientos nacionalistas se han atenuado mucho, malgrado la intensa y perseverante acción tóxica de una prensa "chauvine". Todas las elecciones parciales de Seine-et Oise, las izquierdas infringieron una bulliciosa derrota al bloc nacional. Hubo cuatro juegos de candidatos: ministerial, radical, socialista y comunista. La primera votación no dio mayoría suficiente a ningún bando. Los candidatos de Poincaré, batidos por los radicales, desistieron a favor de éstos. Los socialistas, igualmente faltos de "chance", se retiraron también. En la segunda votación alcanzaron 77,000 votos Franklin-Bouillon y Goust, candidatos radicales, y 54,000 votos Marty y Paquereaux, candidatos comunistas. Estos resultados electorales, en un circunscripción de acentuada filiación nacionalista, son un síntoma de que el estado de ánimo del país no es ya el mismo de 1919. El bloc nacional lo advierte. De aquí que sus ministerios no hayan convocado a nuevas elecciones generales. Y de aquí que hayan resuelto el funcionamiento de esta cámara hasta la extinción de su duración máxima de cinco años.

Poincaré, rigurosamente, no personifica a la actual opinión francesa. Es el leader del sector más saturado de chauvinismo, más intoxicado de belicosidad. Su gobierno se apoya, primeramente, sobre los grupos, obsesionados por el miedo a la revancha enemiga, que tienden a la mutilación y al aniquilamiento de Alemania. Se apoya, luego, sobre las masas de contribuyentes, fuertemente interesadas en que las deudas de guerra no graven su bolsa y honestamente convencidas de la necesidad de que Francia constriña a pagar a Alemania o se apodere de sus valores negociables. Y se apoya, finalmente, en el grupo plutocrático que aspira a la posesión de las minas de carbón alemanas y a la hegemonía metalúrgica en Europa. Este grupo plutocrático es el que ha discutido con Stinnes y la industria alemana las bases de una cooperación industrial franco-alemana. Si la vía de esta cooperación se allanase, la plutocracia metalúrgica francesa reclamaría a otros hombres en el gobierno. Ni Poincaré ni Tardieu podrían dirigir la nueva política. La actuación de ésta podría ser confiada, en cambio, a los radicales, a las izquierdas. La plutocracia industrial dispone de la mayor parte de los grandes rotativos. Todos estos instrumentos de propaganda serían puesto al servicio electoral del bloc de izquierdas. Y serían empleados en la destrucción, en el socabamientos de la vitalidad del bloc nacional. Sin embargo, no en vano toda la prensa francesa, con las solas excepciones de "L'Oeuvre", "L'Ere Nouvelle" y los periódicos socialistas, ha predicado la extorsión de Alemania. Esta predicación constante ha alimentado en el espíritu del pueblo francés innumerables gérmenes nacionalistas. La plutocracia metalúrgica podría encontrar, pues, en la opinión, muchas resistencias a un compromiso con Alemania forjadas por sus propios instrumentos de orientamiento y seducción del público. Pero, de toda suerte, de las elecciones generales del año próximo saldrá un nuevo gobierno. Hasta entonces, hasta octubre o noviembre, durará probablemente la política de Poincaré. ¿Cuáles serán las consecuencias de un año más de esta política? Alemania extenuada y agotada por los subsidios a la población del Ruhr, ha abandonado la resistencia pasiva. Pero no ha renunciado a la lucha. Antes bien, Stressemann ha usado reiteradamente un lenguaje arrogante. Y ha dicho que, en caso necesario, la resistencia pasiva puede trocarse en resistencia activa. Los últimos cablegramas anuncian la ruptura de Stressemann con los socialistas y la posibilidad de que reorganice el gobierno con la colaboración de los pangermanistas. El gobierno alemán asimilaría, así, una buena dosis de la intransigencia de la extrema derecha. Francia, en este caso, se instalaría en el Ruhr. Pero esto no constituiría sustancialmente una situación nueva. Francia ha declarado su intención de no moverse del Ruhr mientras Alemania no le pague. ¿Y cómo podría Alemania, con un presupuesto deficitario, una balanza comercial deficitaria también y una moneda totalmente desvalorizada, obligarse a ingentes pagos inmediatos?

Poincaré explica su política en un lenguaje forense. Francia es un acreedor que protesta las letras vencidas de Alemania y traba embargo de sus bienes. Esta dialéctica es muy propia de la psicología y de la mentalidad del leader lorenés. Poincaré usa en la política métodos de abogado, ideas de jurista. Su técnica verbal y su técnica conceptual son las de un abogado. En este capítulo de la historia humana, Poincaré da la sensación de un abogado, de un jurista, intransigente en la aplicación del viejo derecho y de los viejos códigos. La política y la economía del mundo ha cambiado. La paz ha revelado la solidaridad y la interdependencia de las naciones occidentales. La paz ha bosquejado las direcciones de un derecho nuevo. Poincaré, desdeñoso de las notificaciones de la realidad nueva, sigue esgrimiento su jurisprudencia tradicionalista y rígida. Y juzga posible, en estos tiempos, una política napoleónica, una política bismarkiana. Poincaré es integralmente reaccionario. Pero no es un reaccionario tempestuoso, tumultuario y violento del tipo de Mussolini. No es un reaccionario místico y despótico sino un reaccionario burocrático y republicano. Moviliza, como elementos de reacción, el parlamento, la burocracia, los tribunales, las leyes. Acaso, por esto, su tramonto es inevitable. Porque, si Europa se pacifica, si se inaugura una política de cooperación internacional, una política de reforma y de compromiso, Poincaré no podrá volver al poder. Y si, por el contrario, se acentúa en Europa una política reaccionaria y guerrera, tampoco podrá conservarlo. Lo reemplazará, entonces, un reaccionario ultraísta, un reaccionario exento de sus prejuicios de abogado y de funcionaria de la Tercera República Francesa. Lo reemplazará un "camelot du roi", un caudillo de arnés medioeval. O, para estar más a tono con la moda, un caudillo de masa.

Jose Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

El exilio de Trotzky [Manuscrito]

Trotzky, desterrado de la Rusia de los Soviets; he aquí un acontecimiento al que fácilmente no puede acostumbrarse la opinión revolucionaria del mundo. Nunca admitió el optimismo revolucionario de la posibilidad de que esta revolución concluyera, como la francesa, condenando a sus héroes. Pero, sensatamente, lo que no debió jamás esperarse es que la empresa de organizar el primer gran estado socialista fuese cumplida por un partido de más de un millón de militantes apasionados, con el acuerdo de la unanimidad más uno, sin debates ni conflictos violentos.
La oposición trotzkistas tiene una función útil en la política soviética. Representa, si se quiere definirla en dos palabras, la ortodoxia marxista, frente a la fluencia desbordada e indócil de la realidad rusa. Traduce el sentido obrero, urbano, industrial, de la revolución socialista. La revolución rusa debe su valor internacional, ecuménico, su carácter de fenómeno precursor del surgimiento de una nueva civilización, al pensamiento que Trotzky y sus compañeros reivindican en todo su vigor y consecuencias. Sin esta crítica vigilante, que es la mejor prueba de la vitalidad del partido bolchevique, el gobierno soviético correría probablemente el riesgo de caer en un burocratismo formalista, mecánico.
Pero, hasta este momento, los hechos no dan la razón al trotzkismo desde el punto de vista de su aptitud para reemplazar a Stalin en el poder, con mayor capacidad objetiva de realización del programa marxista. La parte esencial de la plataforma de la oposición trotzkysta es su parte crítica. Pero en la estimación de los elementos que pueden insidiar la política soviética, ni Stalin ni Bukharin andan muy lejos de suscribir la mayor parte de los conceptos fundamentales de Trotzky y de sus adeptos. Las proposiciones, las soluciones trotzkistas no tienen en cambio la misma solidez. En la mayor parte de lo que concierne a la política agraria e industrial, a la lucha contra el burocratismo y el espíritu “nep”, el trotzkismo no sabe de un radicalismo teórico que no logra condensarse en fórmulas concretas y precisas. En este terreno, Stalin y la mayoría, junto con la responsabilidad de la administración, poseen un sentido más real de las posibilidades.
Ya he tenido ocasión de indagar los orígenes del cisma bolchevique que con el exilio de Trotzky adquiere tan dramática intensidad. La revolución rusa que, como toda gran revolución histórica, avanza por una trocha difícil que se va abriendo ella misma con su impulso, no conoce hasta ahora días fáciles ni ociosos. En la obra de hombres heroicos y excepcionales, y, por este mismo hecho, no ha sido posible sino con una máxima y tremenda tensión creadora. El partido bolchevique, por tanto, no es ni puede ser una apacible y unánime academia. Lenin le impuso hasta poco antes de su muerte su dirección genial; pero ni aún bajo la inmensa y única autoridad de este jefe extraordinario, escasearon dentro del partido los debates violentos. Lenin ganó su autoridad con sus propias fuerzas; la mantuvo, luego, con la superioridad y clarividencia de su pensamiento. Sus puntos de vista prevalecían siempre por ser los que mejor correspondían a la realidad. Tenían, sin embargo, muchas veces que vencer la resistencia de sus propios tenientes de la vieja guardia bolchevique.
La muerte de Lenin, que dejó vacante el puesto de jefe genial, de inmensa autoridad personal, habría sido seguida por un período de profundo desequilibrio en cualquier partido menos disciplinado y orgánico que el partido comunista ruso. Trotzky se destacaba sobre todos sus compañeros por el relieve brillante de su personalidad. Pero no solo le faltaba vinculación sólida y antigua con el equipo leninista. Sus relaciones con la mayoría de sus miembros habían sido, antes de la revolución, muy poco cordiales. Trotzky, como es notorio, tuvo hasta 1917 una posición casi individual en el campo revolucionario ruso. No pertenecía al partido bolchevique, con cuyos líderes, sin exceptuar al propio Lenin, polemizó más de una vez acremente. Lenin apreciaba inteligente y generosamente el valor de la colaboración de Trotzky, quien, a su vez, -como lo atestigua el volumen en que están reunidos sus escritos sobre el jefe de la revolución, -acató sin celos ni reservas una autoridad consagrada por la obra más sugestiva y avasalladora para la conciencia de un revolucionario. Pero si entre Lenin y Trotzky pudo borrarse casi toda distancia, entre Trotzky y el partido mismo la identificación no pudo ser igualmente completa. Trotzky no contaba con la confianza total del partido, por mucho que su actuación como comisario del pueblo mereciese unánime admiración. El mecanismo del partido estaba en manos de hombres de la vieja guardia leninista que sentían siempre un poco extraño y ajeno a Trotzky, quien, por su parte, no conseguía consustanciarse con ellos en un único bloque. Trotzky, según parece, no posee las dotes específicas de político que en tan sumo grado tenían Lenin. No sabe captarse a los hombres; no conoce los secretos del manejo de un partido. Su posición singular -equidistante del bolchevismo y del menchevismo- durante los años corridos entre 1905 y 1917, además de desconectarlo de los equipos revolucionarios que con Lenin prepararon y realizaron la revolución, hubo de deshabituarlo a la práctica concreta de líder de partido. Mientras duró la movilización de todas las energías revolucionarias contras las amenazas de reacción, la unidad bolchevique estaba asegurada por el pathos bíblico. Pero desde que comenzó el trabajo de estabilización y movilización, las discrepancias de hombres y de tendencias no podían dejar de manifestarse. La falta de una personalidad de excepción como Trotzky, habría reducido la oposición a términos más modestos. No se habría llegado, en ese caso, al cisma violento. Pero con Trotzky en el puesto de comando, la oposición en poco tiempo ha tomado un tono insurreccional y combativo. Zinoviev, lo acusaba en otro tiempo, en un congreso comunista, de ignorar y negligir demasiado al campesino. Tiene, en todo caso, un sentido internacional de la revolución socialista. Sus notables escritos sobre la transitoria estabilización del capitalismo lo colocan entre los más alertas y sagaces críticos de la época. Pero este mismo sentido internacional de la revolución, que le otorga tanto prestigio en la escena mundial le quita fuerza momentáneamente en la práctica de la política rusa. La revolución rusa está en un período de organización nacional. No se trata, por el momento, de establecer el socialismo en el mundo, sino de realizarlo en una nación que, aunque es una nación de ciento treinta millones de habitantes que se desbordan sobre dos continentes, no deja de constituir por eso, geográfica e históricamente una unidad. Es lógico que es esta etapa, la revolución rusa esté representada por los hombres que más hondamente siente su carácter y sus problemas nacionales. Stalin, eslavo puro, es de esos hombres. Pertenece a una falange de revolucionarios que se mantuvo siempre arraigada al suelo ruso. Mientras tanto Trotzky, como Radek, como Rakovsky, pertenece a una falange que pasó la mayor parte de su vida en el destierro. En el destierro hicieron su aprendizaje de revolucionarios mundiales, ese aprendizaje que ha dado a la revolución rusa su lenguaje universalista, su visión acuménica.
La revolución rusa se encuentra en un periodo forzoso de economía. Trotzky, desconectado personalmente del equipo stalinista, es una figura excesiva en un plano de realizaciones nacionales. Se le imagina predestinado para llevar en triunfo, con energía y majestad napoleónicas, a la cabeza del ejército rojo, por toda Europa, el evangelio socialista. No se le concibe, con la misma facilidad, llevando el oficio modesto de ministro de tiempos normales. La Nep lo condena al regreso de su beligerante posición de polemista.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

La lucha eleccionaria en México [Manuscrito]

La designación de candidatos a la presidencia por las convenciones nacionales no ha sido hecha todavía. Pero ya empiezan las convenciones regionales o de partido a preparar esa designación, proclamando sus respectivos candidatos. La eliminación final, en la medida en que sea posible, las harán las convenciones nacionales. Pero, mientras esta vez es posible que las anti-reelecciones se agrupen en torno de un candidato único, que tal vez sea Vasconcelos, la división del bloque obregonista de 1923 se muestra ya irremediable. La Crom irá probablemente sola a la lucha, con Morones a la cabeza. El partido constituido por los obregonistas, y en general por los elementos contrarios a los laboristas, y que se declaran legítimos continuadores y representantes de la revolución, arrojando sobre La Crom la tacha de reaccionaria, presentará un candidato propio, acaso comprometido personalmente por esta polémica.
Entre los candidatos de esta tendencia, con mayor proselitismo, uno de los más indicados hasta ahora es el general Aaron Saenz, gobernador del Estado de Nueva León. Aaron Saenz comenzó su carrera política en 1913, enrolado en el ejército revolucionario en armas contra Victoriano Huerta. Desde entonces actuó siempre al lado de Obregón, cuya campaña eleccionaria dirigió en 1928. Ministro de Calles, dejó su puesto en el gobierno federal para presidir la administración de un Estado, cargo que conserva hasta hoy. Su confesión protestante, puede ser considerada por muchos como un factor útil a las relaciones de México con Estados. Porque en los últimos tiempos, la política mexicana antes los Estados Unidos ha acusado un retroceso que parece destinado a acentuarse, si la presión de los intereses capitalistas desarrollados dentro del régimen de Obregón y Calles, en la que hay que buscar el secreto de la actual escisión, continúa imponiendo la línea de conducta más concorde con sus necesidades.
Vasconcelos se ha declarado pronto para ir a la lucha como candidato. Aunque auspiciado por el partido anti-reeleccionista, y probablemente apoyado por elementos conservadores que ven en su candidatura la promesa de un régimen de tolerancia religiosa, puede ganarse una buena parte de los elementos disidentes o descontentos que la ruptura del frente Obregonista de 1926 deja fuera de los dos bandos rivales. Por el hecho de depender de la concentración de fuerzas heterogéneas, que en la anterior campaña eleccionaria, se manifestarán refractarias a la unidad, su candidatura, en caso de ser confirmada, no podrá representar un programa concreto, definido. Sus votantes tendrían en cuenta solo las cualidades intelectuales y morales de Vasconcelos y se conformarían con la posibilidad de que en el poder puedan ser aprovechadas con buen éxito. Vasconcelos pone su esperanza en la juventud. Piensa que, mientras esta juventud adquiere madurez y capacidad para gobernar México, el gobierno debe ser confiado a un hombre de la vieja guardia a quien el poder no haya corrompido y se preste garantías de proseguir la línea de Madero. Sus fórmulas políticas, como se ve, no son muy explícitas. Vasconcelos, en ellas, sigue siendo más metafísico que político y que revolucionario.
La prosecución de una política revolucionaria, que ya venía debilitándose por efecto de las contradicciones internas del bloque gobernante, aparece seriamente amenazada. La fuerza de la revolución residió siempre en la alianza de agrarias y laboristas, esto es de las masas obreras y campesinas. Las tendencias conservadoras, las fuerzas burguesas han ganado una victoria al insidiar su solidaridad y fomentar su choque. Por esto las organizaciones revolucionarias de izquierda trabajan ahora por una Asamblea nacional obrera y campesina, encaminada a crear un frente único proletario. Pero estos aspectos de la situación mexicana, serán materia de otro artículo. Por el momento no me he propuesto sino señalar las condiciones generales en que se inicia [la lucha eleccionaria].

José Carlos Mariátegui La Chira

El destino de Norteamérica [Manuscrito]

El destino de Norteamérica

Toda querella entre neo-tomistas franceses y “racistas” alemanes sobre si la defensa de la civilización occidental compete al espíritu latino y romano o al espíritu latino y romano o al espíritu germano y protestante, encuentra en el plan Dawes incontestablemente
documentada su vanidad. El pago de la indemnización alemana y de la deuda aliada, ha puesto en manos de los Estados Unidos la suerte de la economía y, por tanto, de la política de Europa. La convalescencia financiera de los Estados europeos no es posible sin el crédito yanqui. El espíritu de Locarno, los pactos de seguridad, etc., son los nombres con que se designa las garantías exigidas por la finanza norteamericana para sus cuantiosas inversiones en la hacienda pública y la industria de los Estados europeos. La Italia fascista, que tan arrogantemente anuncia la restauración del poder de Roma , olvida, que sus compromisos con los Estados Unidos colocan su valuta, a merced de este acreedor.

El capitalismo, que en Europa se manifiesta desconfiado de sus propias fuerzas, en Norte América se muestra ilimitadamente optimista respecto a su destino. Y este optimismo descansa, simplemente, en una buen a salud. Es el optimismo biológico de la juventud que, constatando su excelente apetito, no se preocupa de que vendrá la hora de la arterio-esclerosis. En Norte América el capitalismo tiene todavía las posibilidades de crecimiento que en Europa la destrucción bélica dejó irreparablemente malogradas.
El Imperio Británico conserva aún una formidable organización financiera; pero, como lo acredita el problema de las minas de carbón, su industria ha perdido el nivel técnico que antes le aseguraba la primacía. La guerra lo ha convertido de acreedor en deudor de Norte América.

Todos estos -hechos indican que en Norte-América se encuentra ahora la sede, el eje, el centro de la sociedad capitalista. La industria yanqui es la mejor equipada para la producción en gran escala al menor costo: la banca, a cuyas arcas afluye el oro acaparado por Norte - América en los negocios bélicos y post-bélicos, garantiza con sus capitales, a la vez que el incesante mejoramiento de la aptitud industrial, la conquista, de los mercados que deben absorber sus manufacturas. Subsiste todavía, si no la realidad, la ilusión de un regimen de libre concurrencia. El Estado, la enseñanza, las leyes, se confirman a los principios de una democracia individualista, dentro de la cual todo ciudadano puede ambicionar libremente la posesión de cien millones de dólares. Mientras en Europa los individuos de la clase obrera y de la clase media se sienten cada vez más encerrados dentro de sus fronteras de clase, en los Estados Unidos creen que la fortuna y el poder son aún accesibles a todo el que tenga aptitud para conquistarlos. Y esta es la medida de la subsistencia, dentro de una sociedad capitalista, de los factores psicológicos que determinan su desarrollo.

El fenómeno norte-americano, por otra parte, no tiene nada de arbitrario. Norte América se presenta, desde su origen, predestinada
para la máxima realización capitalista. En Inglaterra el desarrollo capitalista no ha logrado, no obstante su extraordinaria potencia, la extirpación de todos los rezagos feudales. Los fueros aristocráticos no han cesado de pesar sobre su política y su economía. La burguesía inglesa, contenta de concentrar sus energías en la industria y el comercio, no se ocupó de disputar la tierra a la aristocracia. El dominio de la tierra debía gravar sobre la extirpación del subsuelo. Pero la burguesía inglesa no quiso sacrificar a sus landlores, destinados a mantener una estirpe exquisitamente refinada y decorativa. Es, por eso, que sólo ahora parece descubrir su problema agrario. Sólo ahora que su industria declina, echa de menos una agricultura próspera y productiva en las tierras donde la aristocracia tiene sus cotos de cacería. El capitalismo norteamericano, en tanto, no ha tenido que pagarle a ninguna feudalidad royaltis pecuniarios ni espirituales. Por el contrario, procede libre y vigorosamente de los primeros gérmenes intelectuales y morales de la revolución capitalista. El pionner de Nueva Inglaterra era el puritano expulsado de la patria europea por una revuelta religiosa que constituyó la primera afirmación burguesa. Los Estados Unidos surgían así de una manifestación de la Reforma protestante, considerada como la más pura y originaria manifestación espiritual de la burguesía, esto es del capitalismo. La fundación de la república norteamericana significó, en su tiempo, la definitiva consagración de este hecho y de sus consecuencias. “Las primeras colonias establecidas en la costa oriental —escribe Waldo Frank— tuvieron por carta la adquisición de la riqueza. Su revuelta contra Inglaterra, en 1775, empeñaba una de las primeras luchas abiertas entre el capitalismo burgués y la vieja feudalidad. El triunfo de las colonias, del cual nacieron los Estados Unidos, señaló el triunfo del régimen capitalista. Y desde entonces la América no ha tenido ni tradición ni medio de expresión que fuese libre de esta revolución industrial a la que debe su existencia”. Y el mismo Frank recuerda el famoso y conciso juicio de Charles A. Beard, sobre la carta de 1789: “La Constitución fue esencialmente un acto económico, basado sobre la noción de que los derechos fundamentales de la propiedad privada son anteriores a todo gobierno y están moralmente fuera del alcance de las mayorías populares”.

Para su enérgico y libérrimo florecimiento, ninguna traba material ni moral ha estorbado al capitalismo norteamericano, único en el mundo que en su origen ha reunido todos los factores históricos del perfecto Estado burgués, sin embarazantes tradiciones aristocráticas y monárquicas. Sobre la tierra virginal de América, de donde borraron toda huella indígena, los colonizadores anglo-sajones echaron desde su arribo los cimientos del orden capitalista.

La guerra de secesión constituyó también una necesaria afirmación capitalista, que liberó a la economía yanqui de la sola tara de
su infancia: la esclavitud. Abolida la esclavitud, el fenómeno capitalista encontraba absolutamente franca su vía. El judío, —tan
vinculado al desarrollo del capitalismo, como lo estudia Werner Sombart, no sólo por la espontánea aplicación utilitaria de su individualismo expansivo e imperialista, sino sobre todo por la exclusión radical de toda actividad “noble” a que lo condenara el Medioevo,— se asoció al puritano en la empresa de construir el más potente Estado industrial la más robusta democracia burguesa.

Ramiro de Maeztu,— que ocupa una posición ideológica mucho más sólida que los filósofos neo-tomistas de la reacción en Francia e Italia, cuando reconoce en New York la antítesis verdadera de Moscú, asignando así a los Estados Unidos la función de defender y continuar la civilización occidental como civilización capitalista:—discierne muy bien por lo general, dentro de su apologética burguesa, los elementos morales de la riqueza y del poder en Norte América. Pero los reduce casi completamente a los elementos puritanos o protestantes. La moral puritana, que santifica la riqueza, estimulando cómo un signo del favor divino, es en el fondo la moral judía, cuyos principias asimilaron los puritanos en el Antiguó Testamento. El parentesco del puritano con el judío ha sido establecido doctrinalmente hace mucho tiempo: y la experiencia capitalista anglo-sajona no sirve sino para confirmarlo. Pero Maeztu, fervoroso panegirista del “fordismo” industrial, necesita eludirlo, tanto por deferencia a la requisitoria de Mr. Ford contra el “judío internacional”, como por adhesión a la ojeriza conque todos los movimientos “nacionalistas" y reaccionarios del mundo miran al espíritu judío, sospechado de terrible concomitancia con el espíritu socialista por su ideal común de universalismo.

El dilema Roma o Moscú, a medida que se esclarezca el oficio de los Estados Unidos como empresarios de la estabilización capitalista—fascista o parlamentaria— de Europa, cederá su sitio al dilema New York o Moscú.. Los dos polos de la historia contemporánea son Rusia y Norte América: capitalismo y comunismo, ambos imperialistas aunque muy diversa y opuestamente. Rusia y Estados Unidos: los dos pueblos que más se oponen doctrinal y políticamente y, al mismo tiempo, los dos pueblos más próximos como suprema y máxima expresión del activismo y del dinamismo occidentales. Ya Bertrand Russell remarcaba hace varios años el extraño parecido que existe entre los capitanes de la industria yanqui y los funcionarios de la economía marxista rusa. Y un poeta, trágicamente eslavo, Alexandra Block saludaba el alba de la revolución con estas palabras: “He aquí la estrella de la América nueva”.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Yanquilandia y el socialismo [Manuscrito]

Yanquilandia y el socialismo

El espectáculo de la potencia norteamericana anima, a una crítica impresionista y superficial, a acordar el crédito más ilimitado a la esperanza en una fórmula yanqui de renacimiento capitalista, que anule para siempre la sugestión del marxismo sobre las masas trabajadoras. Es frecuente que, después de la lectura del libro de Henry Ford, un escritor copiosamente abastecido de literatura y filosofía, pero poco enterado en materia económica, afirme en la primera plana de un gran diario que el socialismo constituye una escuela o doctrina superadas ya por los experimentos asombrosos del capitalismo norteamericano. Drieu La Rochelle, por ejemplo, que es un artista de talento, cuando se aventura en una revisión de la escena contemporánea, escribe cosas como éstas: "Las teorías de las cuales se habla todavía en los medios socialistas y comunistas han salido de la Inglaterra de 1780, de la Francia de 1830, de la Alemania de 1850, países que veían venir la invasión de las máquinas como la Rusia de hoy. Pero a través de estas teorías romancescas, los rusos saben ir al gran capitalismo norteamericano que, a su vez, sabe que no es sino un estadio hacia otra cosa. Ford y Lenin son dos potencias que se aproximan la una a la otra, a golpes de pico, en la misma galería oscura". El autor de Mesure de la France, como buen francés y europeo, no cree que la defensa de la civilización occidental toque a los Estados Unidos. La concibe, por el contrario, como una misión de una confederación europea presidida por Francia. Mas confía, por el momento, en Mr. Ford, mucho más que en Poincaré y Henri Massis, como capitán de la burguesía y estratega del capitalismo.

El estudio de los factores efectivos de la prosperidad norteamericana enseña, en tanto, que el capitalismo yanqui no ha afrontado todavía la crisis que atraviesa el capitalismo europeo, de suerte que es prematuro hablar de su aptitud para superarla victoriosamente.

Hasta hace algún tiempo la industria norteamericana extrajo de la propia vitalidad de los Estados Unidos los elementos de su crecimiento. Pero desde que su producción ha sobrepasado en exceso las necesidades del consumo yanqui, la conquista de mercados externos ha empezado a ser la condición ineludible de ese proceso. La acumulación en las arcas yanquis de la mayor parte del oro del mundo, ha creado el problema de la exportación de capitales. A Estados Unidos no le basta ya colocar su exceso de producción; necesita colocar, además, su exceso de oro. El desarrollo industrial del país no puede absorber sus recursos financieros. Antes de la guerra, la industria yanqui era una buena inversión para el dinero europeo. Las utilidades de la guerra permitieron, como es sabido, a la industria yanqui independizarse totalmente de la banca de Europa. De nación deudora, Estados Unidos se transformó en nación acreedora. Durante el periodo de crisis económica y agitación revolucionaria de post-guerra, Estados Unidos tuvo que abstenerse de todo nuevo préstamo. Los países europeos debían sistemar la situación de su deuda a Norteamérica, antes de pretender de los Bancos de Nueva York cualquier crédito. En las mismas inversiones en empresas privadas, la amenaza de la revolución comunista, hacia la cual Europa parecía empujada por la miseria, aconsejaba a los capitalistas norteamericanos la mayor parsimonia. Estados Unidos empleó, por esto, toda su influencia en conducir a Europa al plan Dawes. No lo consiguió sino después de que la política de Poincaré sufrió, en 1923, el fracaso del Rhur. De entonces a hoy, pactadas así las condiciones de pago de la indemnización alemana como de la deuda aliada al tesoro yanqui, Yanquilandia ha abierto numerosos créditos a Europa. Ha prestado a los Estados para la estabilización de su cambio; ha prestado a la industria privada para la reorganización de sus plantas y negocios. Buena cantidad de acciones y títulos europeos ha pasado a manos yanquis. Mas estas inversiones tienen su límite. El capital norteamericano no puede dedicarse a abastecer de fondos a la industria europea, sin peligro de que la producción de ésta, dispute a la de Estados Unidos los mercados en que domina. De otro lado, estas inversiones vinculan la economía yanqui a la suerte de la economía europea. El plan Dawes y su secuela de arreglos o convenciones financieras, han inaugurado en Europa un período de estabilización capitalista y democrática que los apologistas de la reacción se entretienen en describir como una obra exclusivamente fascista; pero Europa, como lo evidenció la última Conferencia Económica, no ha encontrado todavía su equilibrio.

Trotsky ha hecho un examen singularmente penetrante y objetivo de la situación del capitalismo yanqui. "La inflación-oro observa el líder ruso es para la economía tan peligrosa como la inflación fiduciaria. Se puede morir de plétora lo mismo que de caquexia. Si el oro existe en cantidad demasiado grande no produce nuevas ganancias, reduce el interés del capital y, de este modo, torna irracional el aumento de la producción. Producir y exportar para guardar el oro en los sótanos equivale a arrojar las mercaderías al mar. Es por esto que América ha menester de una expansión más y más grande, es decir de invertir el exceso de sus recursos en la América Latina, en Europa, en Asia, en Australia, en África. Pero, por esta vía, la economía de Europa y de las otras partes del mundo se convierte más y más en parte integrante de la economía de los Estados Unidos".

Si a los Estados Unidos les bastara resolver los problemas internos de su producción para asegurar el crecimiento indefinido de su capitalismo; las áureas previsiones, las rosadas esperanzas de Henri Ford podrían, tal vez, constituir, una seria probabilidad de desahucio de la tesis marxista. Norteamérica, por obra de fuerzas históricas superiores, a la voluntad de sus propios hombres, se ha embarcado en una vasta aventura imperialista, a la cual no, puede renunciar. Spengler, en su famoso libro sobre la decadencia de Occidente, sostenía, hace ya algunos años, que la última etapa de una civilización es una etapa de imperialismo. Su patriotismo de germano le hacía esperar que esta misión imperialista le tocaría a Alemania. Lenin, algunos años antes, en el más fundamental acaso de sus libros, se adelantaría a Spengler en considerar a Cecil Rhodes como un hombre representativo del espíritu imperialista, dándonos además una definición marxista del fenómeno, entendido y enfocado como fenómeno económico. "Lo que hay de económico esencial en este proceso escribía con su genial concisión es la sustitución de la libre concurrencia por los monopolios capitalistas. La libre concurrencia es la cualidad primordial del capitalismo y, de una manera general, de la producción de mercaderías; el monopolio es exactamente lo contrario de la libre concurrencia; pero hemos visto a ésta transformarse bajo nuestros ojo en monopolio, creando la gran industria, eliminando la pequeña, reemplazando la grande por una más grandes, conduciendo la concentración de la producción y del capital a un grado tal que el monopolio es su corolario forzoso: carteles, sindicatos, trusts y, fusionándose con ellos, la potencia de una decena de bancas que manipulan, millares de millones. Al mismo tiempo, el monopolio surgido de la libre concurrencia no la descarta, sino que coexiste con ella, engendrando así diversas contradicciones muy profundas y muy graves, provocando conflictos y fricciones. El monopolio es la transición del capitalismo a un orden más elevado. Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, habría que decir que es la fase del monopolio capitalista. Esta definición abrazaría lo esencial, pues, por una parte, el capital financiero no es más que el capital bancario de un pequeño número de grandes bancos monopolizadores, fusionado con el capital de los grupos industriales monopolizadores; y, por otra parte, el reparto del mundo no es más que la transición de una política colonial extendida sin cesar, sin encontrar obstáculos, sobre regiones de las que no se había apropiado aún ninguna potencia capitalista, a la política colonial de posesión territorial monopolizada, por haber ya concluido la partición del mundo".

El Imperio de los Estados Unidos asume, en virtud de esta política; todas las responsabilidades del capitalismo. Y, al mismo tiempo, hereda sus contradicciones. Y es de éstas, precisamente, de donde saca sus fuerzas el socialismo. El destino de Norteamérica no puede ser contemplado sino en un plano mundial. Y en este plano, el capitalismo norteamericano, vigoroso y próspero internamente aún, cesa de ser un fenómeno nacional y autónomo, para convertirse en la culminación de un fenómeno mundial, subordinado a un ineludible sino histórico.

José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

Recorte de revista de la conferencia Los intelectuales y la revolución

Los intelectuales y la revolución

Hace mucho tiempo que la sociedad burguesa está condenada por las obras más ilustres y puras de la Inteligencia y del Espíritu. Los pensadores y los artistas más esclarecidos de esta civilización capitalista han pronunciado contra ella agrias y tundentes requisitorias. Pero hoy que esta civilización capitalista crude, minada por el pensamiento revolucionario, muchos pensadores y muchos artistas ocupan una posición conservadora y reaccionaria. Leopoldo Lugones reniega sus bizarros días de socialista y, mancomunándose con la más grotesca fauna de la política argentina, se incorpora en el cortejo de Mussolini y del fascismo. Mauricio Maeterlink, poseído también de un miedo senil a la revolución social, hace una profesión de fe filofascista. Otros intelectuales, otros artistas, cerrando los ojos y el entendimiento al dilema fatal, se aferran a una fórmula transaccional y centrista: ni reacción ni revolución. Entre ellos recluta sus adherentes y sus fautores la ideología quáquera de la Sociedad de las Naciones y de Mr. Woodrow Wilson. Al lado de la revolución están las más altas y célebres inteligencias contemporáneas: Bernard Shaw, Anatole France, Romain Rolland, Knut Ham- sum, Máximo Gorki, Bertrand Russell, Henri Barbusse, Miguel de Unamuno, etc. Pero la mayoría de los intelectuales y artistas oficialmente gloriosos no se atreven a enrolarse en los rangos multitudinarios de la revolución. A veces, el intelectual, el artista, llegan al dintel ideológico de la revolución. Y ahí vacila, titubea y, finalmente, retrocede. La civilización burguesa resulta así defendida por una generación de intelectuales y de artistas que se ha divertido otras veces en vituperarla y satirizarla.

Henri Barbusse dice: «Los intelectuales, los escritores, han cometido bastantes faltas, han aceptado bastantes capitulaciones. Hay bastantes manchas sobre su obra multiforme. Hay bastantes pactos y lazos ventajosos entre la producción literaria y los honores y el dinero. Hay bastantes Institutos y Sociedades domesticadas por el poder y la reacción, bastantes cofradías que pesan sobre el pensamiento en el nombre del sangriento chiste del orden consagrado».

Estas líneas de Barbusse (Le Conteau entre les Dents, 1921) indican una de las raíces del conservadorismo político de muchos representantes del arte, de la literatura y de la ciencia actuales. Sucede, realmente, que la burguesía es aún demasiado fuerte y rica para contar con una numerosa clientela intelectual. Pero ocurre, además, que la psicología y la mentalidad del intelectual y del artista se encuentran habituadas a una posición conservadora y saturadas de prejuicios y sentimientos burgueses. Han sido plasmadas, modeladas, por las sugestiones de un ambiente ideológica y físicamente conservador. Carecen, por ende, de la agilidad y de la sensibilidad precisa para una actitud mental y espiritual radicalmente nuevas. Oswald Spengler escribe en el prólogo de su famoso libro «La Decadencia de Occidente» que para comprender su filosofía de la historia «hace falta una nueva generación que nazca con las disposiciones necesarias». La misma frase es aplicable a la Revolución. Para comprenderla, para sentirla, para amarla integralmente, hace falta también una generación que nazca con las disposiciones necesarias.

La inteligencia de los jóvenes está por eso, más cerca de la revolución que la inteligencia de los viejos. La juventud tiene mayor aptitud que la vejez para afiliarse a la revolución. Es espiritual y mentalmente más ágil, más sensible, más permeable. A la vejez se arriba casi siempre espiritual y físicamente arterioescloroso.

Este fenómeno tiene una de sus más nítidas e interesantes expresiones en la élite del socialismo y el proletariado. Casi todos los viejos hierofantes, casi todos los viejos profetas de la Revolución Social se muestran hoy mentalmente incapaces de organizarla y desencadenarla. Tienen miedo de lanzar al proletariado al asalto decisivo y final. Kautsky, Martov, Bernstein, Turati, Ferri, Iglesias, Adler, son los leaders y conductores de la Segunda Internacional, o sea del socialismo reformista, evolucionista, minimalista y homeopático. Los rangos de la Tercera Internacional, de la internacional comunista, están, en cambio, poblados de jóvenes.

Sincrónica, contemporáneamente, están en gestación el orden nuevo y la generación dotada de la capacidad y del espíritu necesarios para organizado, dirigirlo y defenderlo. La nueva generación nace exenta de las supersticiones, de los prejuicios y de los apocamientos que mantienen a las viejas generaciones, —con excepción de sus espíritus más superiores y clarovidentes— ligadas y uncidas al orden decadente, anquilosado, decrépito.

La hora es, pues, de la juventud. A la juventud le toca edificar la sociedad nueva. En el Perú aparecen los primeros trascendentes brotes de la generación renovadora. Esta generación se mostrará cada vez más limpia e inmune de prejuicios estúpidos y de gustos serviles. No sentirá ninguna nostalgia del pasado. No tendrá ningún apego enfermizo a la tradición. No suspirará por el virreinato, por sus balcones, sus celosías, ni sus escalas de seda. Y hundirá la mirada audaz y compasiva en la entraña cálida y sangrienta del presente.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

[Conferencia - Notas del discurso pronunciado en la inauguración de la Editorial Obrera Claridad]

[Transcripción completa]

[Notas del discurso pronunciado en la inauguración de la Editorial Obrera Claridad]

El proletariado está en un momento trascendente. Va a nacer la prensa obrera, como en otros días nació la organización.
Este paso va a vincular decisivamente a todos los sectores proletarios del Perú. Indígenas, em­pleados, trabajadores no organizados, campesi­nos de la costa. Es la voz cotidiana del diario la única que puede hacer este milagro. El diario en mensajero, un vehículo, un agente infatigable de las ideas. La palabra tiene un ámbito reducido; la palabra está sujeta a los riesgos de la improvi­sación. La revista y el semanario no marchan al compás de la vida moderna. No recogen la emo­ción del instante. El diario en cambio recoge la pulsación y el latido diarios de la humanidad. La protesta y el comentario tienen otro acento cuan­do siguen inmediatamente a los acontecimientos, cuando encuentran una multitud en tensión, cuan­do repercuten en una muchedumbre emocionada La revista y el semanario deben ser crítica de la crítica; el diario es la crítica de la vida palpitante.
La prensa, como la escuela, como la Universi­dad, se encuentran en manos de la clase dominan­te. ¿Hay una prensa neutra?
No; no la hay, del mismo modo que no puede haber una universidad neutra. La prensa se inspi­ra en las ideas y en los intereses de la clase dominante. La prensa es uno de los mas podero­sos instrumentos del dominio del capitalismo. De la prensa se han valido los intereses capitalistas para intoxicar de odio a las muchedumbres de los países europeos. Allí existe el control de la prensa proletaria que no puede impedir, sin embargo, el efecto venenoso de la prensa chauvinista sobre las categorias desorientadas de la sociedad y del pueblo. El proletariado, para liberarse, necesita sus propios medios de cultura. Así como ha fundado su propia escuela, necesita fundar su prensa propia.
Esta iniciativa no parte de un grupo. I, si parte de un grupo, no se dirige a un sector circunscrito del proletariado. Se dirige a sus sectores sin excepción, se dirige sobre todo a la vanguardia.
Hay espíritus pesimistas, negativos, que du­dan y desconfían. Pero el pueblo quiere espíritus optimistas. El triunfo es de los que afirman; no de los que dudan, menos aún de los que niegan.

José Carlos Mariátegui La Chira

[Conferencia - Notas de la Conferencia dictada en Barranca]

[Transcripción Completa]

Notas de la Conferencia dictada en Barranca

Gracias, muchísimas gracias, por vuestros aplausos y vuestras aclamaciones. Yo sé que estos aplausos y estas aclamaciones son muy superiores a mis merecimientos modestísimos. I yo encuentro en vuestras demostraciones, más que un homenaje a mí, que no lo merezco, un homenaje a las ideas y a los estudios que yo represento ante vosotros.
Yo me felicito de hablar hoy a un público nuevo. I me duelo únicamente de que mi palabra carezca de brillo y de música. Porque os debo advertir que yo no soy un orador sino un hombre de estudio, un hombre de estudio, más habituado a tratar con las ideas que a coquetear con las palabras.
Yo he iniciado en la Universidad Popular de Lima un curso de conferencias sobre la historia de la crisis mundial. Mis conferencias en la Universidad Popular de Lima más que conferencias son, pues, clases. Yo diserto en la Universidad Popu­lar como un profesor y no como un retórico, no como un orador de teatro o de plaza.
Este curso de conferencias que yo he empeza­do a dictar en Lima tiene por objeto la explicación de la gran crisis que atraviesa hoy el mundo. Yo vulgarizo en ese curso las observaciones y los estudios de mis tres años y medio de vida europea. I yo difundo asimismo los ecos del pensamiento europeo contemporáneo.

A una de las conferencias asistió el señor José A. Polo. I este es el origen de mi visita a Barranca. El Señor Polo enalteció en Barranca, bondadosamente, mi labor en la Universidad Popular de Lima. I entonces el Club Olaya me invitó a ofrecer una o dos conferencias.
Ahora bien. Yo haré en esta conferencia, rápi­da y ligeramente, una exposición de las ideas generales que inspiran mi curso de conferencias de la Universidad de Lima. Yo os hablaré de la crisis mundial. El estudio de los grandes aspectos de esta crisis despierta actualmente vivo interés en todo el mundo. No se concibe en esta época una cultura moderna completa sin el conocimiento y sin la comprensión de la crisis mundial.
En la crisis mundial se están jugando los destinos del mundo. El desarrollo de la crisis interesa, por consiguiente, a todos los pueblos de la tierra. A los pueblos de América, a los pueblos del Extremo Oriente, a todos los pueblos que se mueven dentro de la órbita de la civilización europea. La crisis tiene como teatro central Euro­pa; pero la decadencia de las instituciones euro­peas significa la decadencia total de la civiliza­ción que representan. I el Perú, como los demás pueblos de América, se mueve dentro de la órbita de esta civilización.

Primero, porque estos países, aunque política­mente independientes, son económicamente co­loniales, ligados al capitalismo europeo o norte­americano. Segundo, porque europea es nuestra cultura y europeas son nuestras instituciones. I son precisamente estas instituciones y esta cultu­ra, que copiamos de Europa, las que en Europa están en un período de crisis definitiva, de decadencia total.
Nuestra civilización ha internacionalizado la vida de los pueblos. Ha creado entre ellos lazos materiales y morales que solidarizan su suerte. El internacionalismo no es sólo un ideal; es una realidad histórica. El progreso hace que los intereses las ideas, las costumbres, los regímenes de los pueblos se unifiquen y se confunda. El Perú, como los demás pueblos americanos, no está por tanto, fuera de la crisis mundial; está dentro de ella. La crisis mundial se ha reflejado ya en estos pueblos. Y se seguirá reflejando. Hace más de un siglo, cuando la vida de la humanidad no era tan solidaria como hoy, cuando faltaba entre las naciones el contacto tan inmediato y tan continuo que hoy existe, cuando no existían tantos medios de comunicación, cuando no había prensa rotativa, cuando los americanos éramos aún espectadores lejanos de los acontecimientos europeos, la Revolución Francesa dio origen a la guerra de la independencia y al surgimiento de todas estas repúblicas.

Hoy inevitablemente la transformación de la sociedad euro­pea se reflejará con mayor rapidez en la sociedad americana.
Hay personas que dicen que el Perú, y los pueblos latinoamericanos en general viven muy distantes de los acontecimientos europeos. Esas personas no tienen noción de la vida contemporá­nea; no tienen una comprensión, aproximada siquiera, de la historia. Esas personas se sorpren­den de que lleguen al Perú los ideales más avan­zados de Europa; pero no se sorprenden en cam­bio de que llegue el aeroplano, el transatlántico, el telégrafo sin hilos, el rádium. ¿Qué son el aero­plano, el transatlántico, etc? Son las expresiones del progreso material de Europa. I bien. Los ideales de transformación de la sociedad son la expresión del progreso moral de Europa. I nece­sitamos las creaciones de la industria europea. Nada más cómico que aquella gente, que después de caricaturizar la moda europea, tiene horror del pensamiento europeo.
La crisis europea es, repito, una crisis defini­tiva, una crisis total. Es la crisis de nuestra orgu­llosa, arrogante y potente civilización. Los prin­cipales aspectos de esta crisis son: el económico, el político y el ideológico o filosófico.

La causa de esta crisis es, aparentemente, la gran guerra. Pero la crisis, en realidad, estaba en incubación desde mucho antes. La guerra fue la explosión de la crisis, fue su desencadenamiento. Claro que la guerra ha sido, al mismo tiempo, efecto y causa. Porque, producida por la crisis, ha venido a agra­var, a ahondar, a hacer irremediable la crisis que la originó y que la generó.
Los efectos de la guerra se manifiestan, sobre todo, en el aspecto económico de la crisis mun­dial. La guerra ha destruido una ingente cantidad de riqueza social. Un estadista europeo, Caillaux, calcula en un millón trescientos mil millones de francos lo que se ha gastado en la guerra Este millón de millones pesa sobre el presente y el porvenir de las naciones europeas. Su servicio exige noventa mil millones anuales. Naturalmen­te, los países vencidos no pueden pagar sino en muy mínima parte los gastos de la guerra. I ni aún esa mínima parte pueden resistirla sin la inminencia de la bancarrota y de la ruina total. Asistimos, por eso, no sólo a la lucha entre ven­cedores y vencidos por arrancar a estos una con­tribución enorme, sino a una lucha no menos terrible entre las dos clases sociales antagónicas, entre el capital y el trabajo, por liberarse, respec­tivamente, del peso de las deudas dejadas por la guerra.

Las naciones europeas no sólo se encuentran frente a la necesidad de pagar las deudas de la guerra sino también de reconstruir las ciudades, las fábricas, devastadas por la guerra y de indem­nizar a las viudas, a los huérfanos y a los inváli­dos. Los muertos de la guerra han sido diez millones. A los deudos de los caídos en las trin­cheras, el Estado les tiene que auxiliar con una pensión. Igualmente, a los inválidos de guerra, a los tuberculosos de guerra, les debe socorro y asistencia. Sobre la caja de los Estados europeos pesa, pues, una carga enorme. Las deudas, la reconstrucción de los territorios devastados, las pensiones de las viudas, los huérfanos y los invá­lidos. ¿Cómo cubrir estos gastos aplastantes? Europa no puede pensar en empréstitos, porque no hay quien quiera prestarle un centavo. Tiene pues que cargar sola con las ingentes obligacio­nes. El capital quiere abrumar de impuestos al trabajo. El trabajo quiere endosar esos impuestos al capital. Entre las clases sociales se entabla así una lucha desesperada, una lucha sin tregua. I el mismo forcejeo se entabla entre las naciones vencidas y vencedoras. Francia quiere que Ale­mania la indemnice largamente. Pero Alemania no puede pagar los millares de millones que Francia exige de ella. En represalia Francia ocupa el territorio del Ruhr, una rica zona minera e industrial de Alemania; pero esta ocupación desorganiza la producción alemana, aumenta la ruina y la bancarrota alemana y disminuye, por consiguiente, las probabilidades de que Alema­nia pague.

Estos conflictos económicos originan análo­gos conflictos políticos. La lucha de clases la lucha entre el capital y el trabajo no se libra únicamente en el terreno económico sino princi­palmente en el terreno político. Las clases traba­jadoras quieren conquistar el poder político, po­ner fin al dominio de las clases capitalistas, instaurar el régimen socialista. I las clases capita­listas se defienden, naturalmente, con todas las armas posibles. Ya no tienen fé en las armas legales y recurren a las armas extralegales. Se sienten legalmente débiles para resistir los asaltos de las masas. I apelan para rechazarlos a la violen­cia. Así vemos, en Italia, al fascismo instaurar una dictadura violenta que constituye una negación de la democracia. Pero, defendiéndose así, las clases conservadoras, las clases capitalistas, des­acreditan y destruyen con sus propias manos las instituciones y los principios sobre los cuales se basaba su dominio.

Pasemos a otro aspecto de la crisis: el ideoló­gico, el filosófico. Todo sistema social, toda sociedad, toda civilización reposa sobre un siste­ma de ideas, sobre una base ideológica, sobre un pensamiento filosófico que constituye su base y su raíz. Mientras estas ideas conservan su poten­cia y su autoridad, la sociedad, la civilización, la sociedad que sustentan se mantienen vitales y robustas. Pero cuando esas ideas, esas creencias vacilan, el edificio social que sobre ellas se ha construido se viene abajo irremisiblemente. I esto es lo que ocurre a la sociedad actual, a la civiliza­ción actual. La filosofía, la ideología, la base, el cimiento de esta sociedad se hallan actualmente en crisis. Dominan en el mundo nuevas filosofías, filosofías de duda, filosofías de negación, filoso­fías de escepticismo, que son el síntoma elocuen­te de la decadencia de nuestra civilización. Voso­tros habéis oído hablar seguramente del relativismo. El relativismo no es la sola teoría de la relatividad de Einstein. Es una escuela, un movimiento filosófico sobre el cual se erige la sociedad contemporánea. Actualmente está en revisión nuestra concepción del universo. I esto es muy trascendental.

Vivimos, en suma, una época emocionante, una época grandiosa, una época dramática de la historia del mundo. En la historia del mundo de nuestra época tendrá una importancia no menor que la del advenimiento del cristianismo verbi­gracia. Hay ya muchos pensadores que comparan el actual período de la historia europea con el período de la decadencia romana. Guillermo Ferrero en su libro "La Ruina de la civilización antigua", presagia que Europa se encuentra a la hora actual en la situación en que estaba el impe­rio romano al comienzo del siglo III cuando súbitamente se desplomó. I Keynes ha dicho que "Pocos se rinden cuenta de que la organización económica por la cual ha vivido Europa durante el último medio siglo era esencialmente extraordinaria, inestable; compleja, incierta y temporaria".
Presenciamos actualmente la disgregación de la sociedad vieja; la gestación, la formación, la elaboración lenta, dolorosa e inquieta de la socie­dad nueva. Todos debemos fijar hondamente la mirada en este período trascendental, fecundo y dramático de la historia humana. Todos debemos elevarnos por encima de los limitados horizontes locales y personales para alcanzar los vastos horizontes de la vida mundial. Porque, repito, en esta gran crisis se están jugando los destinos del mundo. I nosotros somos también una partícula del mundo. Si un régimen de injusticia, de explotación, de inequi­dad se afirma en Europa, se afirmará también en América. I, por consiguiente, tendremos que sufrirlo en el Perú. En cambio, si surge un régi­men de justicia, de igualdad y de armonía, surgirá también entre nosotros.
Yo me dirijo, sobre todo, a los trabajadores a los proletarios, a los humildes, a los que de una transformación de la sociedad y de sus leyes aguardan el reino de la justicia y de la fraternidad entre los hombres.

José Carlos Mariátegui La Chira

[Conferencia - Deber de la Juventud Contemporánea]

La inquietud, la curiosidad de la juventud contemporánea. Que esta generación se muestre sensible a la nueva realidad humana es un fenómeno histórico, es un hecho natural. Spengler dice que un pensamiento, representativo de "una época de la humanidad no puede ser comprendido sino por una generación que nazca con las disposiciones necesarias". Las generaciones viejas carecen de aptitud para comprender y, sobre todo, para adherirse a las ideas revolucionarias. Es una cuestión de sentimiento; no es una cuestión de inteligencia ni de cultura. Es sugestivo y revelador el hecho de que las nuevas falanges universitarias no tengan la orientación intelectual de las generaciones pasadas. Y que su leader no sea un estudioso de la historia ni un poeta sino un espíritu de vanguardia.
Definamos la Revolución. Cómo sabemos que vivimos una época revolucionaria. Las señales de la gravidez revolucionaria son innumerables. Hay una serie de hechos que la afirman y la expresan. Declina el regimen burgués, con sus instituciones económicas, políticas, con su arte y su filosofía. La guerra ha legado una serie de problemas que el regimen burgués no puede resolver dentro de su teoría. La democracia burguesa se siete impotente para resolverlos democráticamente. Recurre, por eso, a la fuerza, a la violencia. Brotan el fascismo, el directorio, el putschismo pangermanista. Se agita el Orient. Millones de hombres, adormecidos, anestesiados durante siglos, salen de su inercia. La revolución es un fenómeno de la civilización occidental que se refleja también en los pueblos de otras civilizaciones. Es, además, evidente. No es posible dudar de ella hoy que los laboristas desalojan a los dos partidos que se alternaron clásicamente en el gobierno de Inglaterra. Hoy que los soviets son reconocidos de jure.
Los incomprensivos tratan de limitar la revolución a los confines europeos. Pero Europa no representa un continente sino una civilización. Hemos aprendido en Europa la idea de la democracia. No puede sernos indiferentes el hecho de que esa idea esté en crisis en Europa. La civilización occidental ha internacionalizado la vida humana. Una de las características de nuestra época es la propagación universal, fluída, de las ideas y las emociones. Cuando la vinculación humana era menor repercutió entre nosotros la revolución francesa.
Porqué se llama Social la Revolución.
Su grandeza no pude ser comprendido por los viejos. El debe de la juventud peruana. El deber de la mujer.
El deber de nuestra generación. Volteemos las espaldas al pasado.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia Nacionalismo e Internacionalismo

[Transcripción completa]

He explicado ya hasta qué punto se ha conectado la vida de la humanidad. Entré las naciones incorporadas en esta civilización se han establecido lazos nuevos en la historia. El internacionalismo existe vigorosamente como ideal porque es la realidad nueva, la realidad naciente. Es aquel ideal que Marx y Engels definen como la nueva y superior realidad histórica que, encerrada dentro de las vísceras de la realidad, actual, pugna por actuarse y que, mientras no está actuada, mientras se va actuando, aparece como ideal frente a la realidad envejecida y decadente. Un gran ideal humano no brota del cerebro ni emerge de la imaginación sino de la realidad histórica. La humanidad marcha tras de aquellos ide les cuya realización presiente madura, cercana, posible.

Veamos, por ejemplo, como aparecieron las ideas socialistas y cómo apasionaron a las muchedumbres, Katusky enseñaba que la voluntad de realizar el socialismo nació de la creación de la gran industria. Donde prevalece la pequeña industria, el ideal de los desposeídos no es la socialización de la propiedad sino la adquisición de una pequeña propiedad. La pequeña industria genera siempre la voluntad de conservar la propiedad privada de los medios de producción y no la voluntad de socializar la propiedad, de instituir el socialismo. Esta voluntad surge allí donde la gran industria está desarrollada, donde ya no existe duda acerca de superioridad sobre la pequeña industria, donde el retorno a la pequeña industria seria un retroceso. La fabrica reúne a una gran masa de obreros y crea en ellos el deseo de la explotación colectiva y asociada de ese instrumento de riqueza.

Desde hace casi un siglo se constata en la civilización la tendencia a preparar una organización internacional. Esta tendencia no tiene solo manifestaciones proletarias; tiene también manifestaciones burguesas. Ninguna de ellas se ha producido porque si; ha sido el reconocimiento de un estado de cosas nuevo o latente. El régimen burgués libertó de toda traba los intereses económicos. El capitalista, dentro del régimen burgués produce para el mercado internacional. Los grandes bancos resultan entidades complejamente internacionales y cosmopolitas.

Es por este, por esta constatación de un hecho histórico que las clases trabajadoras tienden a asociarse en organismos de solidaridad internacional que vinculen su acción y unifiquen su ideal.

Pero al mismo efecto de la vida económica moderna no son insensibles, en el campo opuesto, los intereses capitalistas. Pero el capitalismo no puede ser internacionalista porgue su naturaleza es necesariamente imperialista. Provoca los conflictos entre los bloques de intereses económicos. Este conflicto entre dos capitalismos, adversarios condujo a Europa a la gran guerra. De ella la sociedad burguesa ha salido minada precisamente a causa del contraste en las pasiones nacionalistas y la necesidad de la solidaridad y la cooperación entre ellos como único medio de reconstrucción común. La crisis reside justamente en la contradicción entre la economía y la política de la sociedad capitalista. La política y la economía han cesado de coincidir. La política es nacionalista, la economía internacionalista. El Estado está construido sobre una base, nacional; la economía necesita una base internacional. El Estado, además ha educado al hombre en el culto de la nacionalidad. Este contraste entre la estructura económica y la estructura política del régimen capitalista es el síntoma más hondo de la disolución de este orden social. La organización política de la sociedad no puede subsistir porque dentro de sus moldes y sus formas no pueden desarrollarse las nuevas tendencias económicas y productivas.

Pero esta incapacidad de la sociedad capitalista para transformarse no impide que aparezcan en ella las señales preliminares de la organización internacionalista. Dentro del régimen burgués se teje una densa red de solidaridad internacional que prepara el porvenir. La burguesía no puede abstenerse de forjar con sus manos institutos que atenúan la rigidez de su teoría y su práctica. Hemos visto así aparece la Sociedad de las Naciones.

La existencia de la idea de la Sociedad es un reconocimiento de la verdad histórica del internacionalismo de la vida contemporánea. Todo tiende a vincular en este siglo a los hombres. En otro tiempo el escenario de una civilización era reducido. En este abarca casi todo el mundo.

En todas las actividades asoma la tendencia a constituir órganos internacionales de comunicación y coordinación. Entre estos movimientos se esboza uno paradójico. La internacional fascista.

Pasemos a un aspecto del internacionalismo que os interesa más que ningún otro. Veamos en qué consisten las organizaciones internacionales de las clases trabajadoras.

La I Internacional nació en Londres en 1864, murió en Filadelfia en 1876.

La II Internacional nació en Paris en 1889 y acordó la celebración internacional de 1 de Mayo.

La crisis de la 2a Internacional. Su orientación fue reformista porque la situación histórica así lo imponía.

Los orígenes de la III Internacional. La reunión de Zimmerwald en setiembre de 1915. Kiental en abril de 1916. El 1er congreso de la Internacional se reunió en Moscú en 1919, marzo. La Internacional de la Juventud en 1920, junio.

La 2a Internacional se reconstituyó en Ginebra en julio de 1920.

En Viena en 1921 se reunieron los organizadores de la Internacional dos y media. Este ano, en Hamburgo, volvieron a la 2a Internacional.

En Berlin se fundó en este año una tercera internacional sindical: la anarquista. Su numero y su influencia son mucho menores.

El internacionalismo no niega la nación; el nacionalismo niega la prevalencia de los intereses humanos o universales sobre los nacionales. Sostiene la identidad de estos y aquellos. El nacionalismo es paradójico. En el nombre de la nación ataca al obrero que es parte de ella.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La crisis de la democracia

[Transcripción completa]

Desde antes de la guerra se percibían los síntomas de una crisis del régimen democrático. ¿Cuál ha sido el motor de esta crisis? El acrecentamiento y concentración paralelas del capitalismo y del proletariado. La vida económica, las fuerzas económicas de los países, han pasado a las manos de estos dos grandes poderes, al lado de los cuales el Estado ha adquirido una posición no de árbitro sino más bien de mediador. Los conflictos, los contrastes entre una y otra fuerza, no han podido ser solucionadas por el Estado sino
por transacciones, por compromisos directos entre ellas. El Estado en esas transacciones no ha jugado sino un rol de componedor. Dentro de las formas de la sociedad vieja se han ido gestando, se han ido incubando las formas de una sociedad nueva. La nación, en virtud de la nueva realidad social, ha dejado de ser una entidad predominantemente política para transformarse en una entidad predominantemente económica. Esta transformación sustancial de la nación ha determinado la crisis del Estado político. La historia nos enseña que las formas de organización social y política de una sociedad corresponden a la estructura, a la tendencia de las fuerzas productivas. La sociedad burguesa, por ejemplo, no tiene otro origen que el nacimiento de la industria. Dentro de la sociedad medioeval, la burguesía era la clase industrial, la clase artesana. A medida que la burguesía se enriqueció, a medida que la industria se desarrolló, los privilegios de la aristocracia, de la nobleza se hicieron insoportables. El obrero y el burgués se confundían entonces en una clase única: el pueblo. La burguesía era la vanguardia del pueblo y era la clase conductora de la revolución. Obrero y burgués
coincidían en la aspiración de la abolición de los privilegios de la aristocracia. La caída de la aristocracia, del régimen medioeval fue, pues, determinada más que por razones abstractas de ideal por razones concretas de la aparición de una nueva forma de producción: la industria. Bajo el régimen democrático, bajo el régimen burgués, se ha creado nuevas formas de producción. La industria se ha desarrollado extraordinariamente impulsada por la máquina. Han surgido enormes empresas industriales. La expansión de estas nuevas fuerzas productivas no permite la subsistencia de los antiguos moldes políticos. Ha transformado la estructura de las naciones y exige la transformación de la estructura del régimen. La democracia burguesa ha cesado de corresponder a la organización de las fuerzas económicas formidablemente transformadas y acrecentadas. Por esto la democracia está en crisis. La institución típica de la democracia es el parlamento. La crisis de la democracia es una crisis del parlamento. Hemos visto ya cómo los dos grandes poderes contemporáneos son el capital y el trabajo y cómo, por encima del parlamento, estas fuerzas transigen o luchan. Los teóricos de la democracia podrían suponer que estas fuerzas están o deben estar proporcionalmente representadas en el parlamento. Pero no es así. Porque la sociedad no se divide netamente en capitalistas y proletarios. Entre la clase capitalista y la clase proletaria hay una serie de capas amorfas e intermedias. Además, así como toda la clase proletaria no tiene conciencia exacta de sus necesidades históricas y
clasistas, así también toda la clase capitalista no está dotada de una conciencia precisa. La mentalidad del gran industrial o del gran banquero no es igual a la mentalidad del rentista medio o del comerciante minorista. Esta dispersión de las clases sociales se refleja en el parlamento que no representa así netamente los dos grandes intereses en juego. El Estado político resulta la representación integral de todas las capas sociales. Pero la fuerza conservadora y la fuerza revolucionaria se polarizan en dos agrupaciones únicas de
intereses: capitalismo y proletariado. Dentro del régimen parlamentario no caben sino gobiernos de coalición. Ahora se tiende a los gobiernos de facción.

Actualmente, la intensificación de la lucha de clases, el acrecentamiento de la guerra social, ha acentuado esta crisis de la democracia. El proletariado intenta el asalto decisivo del Estado y del poder político para transformar la sociedad. Su crecimiento en los parlamentos resulta amenazante para la burguesía. Los instrumentos legales de la democracia han resultado insuficientes para conservar el régimen democrático. El conservadorismo ha necesitado apelar a la acción ilegal, a los medios extra-legales. La clase media, la zona intermedia y heterogénea de la sociedad, ha sido el nervio de este movimiento. Desprovista de una conciencia de clase propia, la clase media se considera igualmente distante y enemiga del capitalismo y del proletariado. Pero en ella están representados algunos sectores capitalistas. Y como la batalla actual se libra entre el capitalismo y el proletariado toda intervención de un tercer elemento tiene que operarse en beneficio de la clase conservadora. El capitalismo y el proletariado son dos grandes y únicos campos de gravitación que atraen las fuerzas dispersas. Quien reacciona contra el proletariado sirve al capitalismo. Esto le acontece a la clase media, en cuyas filas ha reclutado su proselitismo el movimiento fascista. El fascismo no es un fenómeno italiano, es un fenómeno internacional. El primer país de Europa donde el fascismo ha aparecido ha sido Italia porque en Italia la lucha social estaba en un período más agudo, porque en Italia la situación revolucionaria era más violenta y decisiva.

Proceso del fascismo. Su encumbramiento. Sus sistemas. Sus métodos.

El fascismo en Alemania, en Francia, en Hungría, etc. Lugones en la Argentina.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La agitación revolucionaria y socialista del mundo oriental

[Transcripción completa]

He explicado ya la conexión que existe entre la crisis europea y la insurrección del Oriente. El capitalismo europeo trata de sofocar la revolución social en Europa con la distribución entre los trabajadores europeos de una parte de las utilidades obtenidas en la explotación de los pueblos orientales.

Pero este plan es demasiado simplista para ser realizable. Europa ha predicado el derecho de los pueblos a la libertad y a la independencia. Y esta doctrina, de cuya propaganda los aliados han hecho desmedido abuso en la guerra, ha echado raíces en el Oriente.

Además, antes de la guerra, las poblaciones orientales tenían un respeto supersticioso por la civilización occidental. La guerra y sus consecuencias han debilitado, han casi destruido, este respeto. Europa, más que su autoridad material, ha perdido su autoridad moral. Tiene todavía armas materiales suficientes para imponerse; pero sus armas morales son cada día morales.

Finalmente, la consciencia moral de los países occidentales han avanzado también mucho. Antes los trabajadores ingleses, franceses, etc, eran más o menos indiferentes a la suerte de los trabajadores orientales. El socialismo era una doctrina internacional; pero su internacionalismo concluía prácticamente en los límites de la civilización occidental. Y los trabajadores occidentales, en buen cuenta, consideraban tácitamente natural la esclavitud de los orientales. Entonces la civilización occidental vivía demasiado orgullosa de sí misma. Era natural, que dentro de esta atmósfera, el proletariado occidental hubiera hecho del socialismo un movimiento exclusivamente europeo y del internacionalismo una doctrina prácticamente europea también.

Esto era natural también porque la doctrina socialista era un creación, un producto de la civilización occidental. He dicho, al disertar sobre la crisis de la democracia, que la doctrina socialista es hija de la sociedad capitalista y burguesa. La doctrina socialista es el fruto de los problemas de los pueblos de Occidente, es un método de resolverlos. Una solución no puede ser planteada donde el problema no existe. No existía en el mundo una solidaridad de muchedumbres explotadas sino una solidaridad de muchedumbres socialistas.

Ahora esto se ha modificado. Los leaders socialistas perciben la maniobra del capitalismo que busca en las colonias los recursos y los medios de evitar o retardar la revolución en Europa. La III Internacional inspira su táctica en esta nueva orientación. Muchos socialistas han polemizado por esta cuestión colonial. Han objetado a la III y la cooperación que presta a la emancipación política de las colonias.

En Halle, Zinovief decía: "La II internacional estaba limitada a los hombres de color blanco; la 3a no divide a los hombres según su color. Si vosotros quereis una revolución mundial, si quereis liberar al proletariado de las cadenas del capitalismo, no debeis pensar solamente en Europa. Debeis dirigir vuestras miradas también al Asia. Hilderfing dirá despreciativamente: ¡Estos asiáticos, estos tártaros, estos chinos!. Compañeros, yo os digo: una revolución mundial no es posible si no ponemos los pies también en el Asia. Allá habita una cantidad de hombres cuatro veces mayor que en Europa y estos hombres son oprimidos y ultrajados como nosotros. ¿Vamos a aproximarlos, a acercarlos al socialismo o no debemos hacerlos? Si Marx ha dicho que en una revolución europea sin Inglaterra se parecería solamente a una tempestad en un vaso de agua, nosotros os decimos, oh compañeros de Alemania, que una revolución proletaria sin el Asia no es una revolución mundial. Y esto tiene para nosotros mucha importancia. También yo soy europeo como vosotros; pero siento que Europa es una pequeña parte del mundo. En el Congreso de Moscú hemos comprendido qué cosa nos faltó hasta ahora en el movimiento proletario. Allá hemos sentido que cosa es necesaria para que arribe la revolución mundial. Y esta cosa es: el despertar de las masas oprimidas del Asia. Yo os confieso: cuando en Baku vi centenares de personas y de turcos entonar con nosotros la Internacional sentí lágrimas en los ojos. Y entonces oí el soplo de la revolución mundial"

La III Internacional no ha querido ser exclusivamente europea y americana. Al congreso de fundación asistieron el partido obrero chino y la unión obrera coreana. A los siguientes han asistido persas, turkestanos y otros pueblo de Oriente, al cual concurrieron delegados de veinticuatro pueblos.

Bajo estas presiones, los mismo reformistas, han concluido por interesarse mucho más de la cuestión oriental. Esta actitud nueva cohíbe a las grandes capitalistas a emplear contra el Oriente la fuerza de las expediciones guerreras. Así vimos el año pasado que Inglaterra, desafiada por Mustafá Kemal, no pudo responder a ese reto con operaciones de guerra. Igualmente hace tres años vimos al proletariado italiano oponerse a la ocupación de Albania. Estos hechos revelan una situación nueva en el mundo.

Esta situación nueva puede resumirse en tres observaciones: 1a: Europa ha perdido considerablemente su autoridad material para sojuzgar a los pueblos coloniales. 2a. Europa ha perdido, sobre todo, su antigua autoridad moral sobre esos pueblos. 3a. La consciencia moral de los pueblos europeos no permite ya al régimen capitalista una política brutalmente conquistadora y guerra en Oriente.

Existen por ende las condiciones históricas, los elementos políticos necesarios para que el Oriente se libere.

El fenómeno sustantivo de la agitación en Oriente es la resurrección de Turquía. La resistencia de Turquía es una expresión de la fuerza de los factores morales y psicológicos en la guerra. Turquía salió de la guerra deshecha. Se anunció sus expulsión de Europa. Wilson la declaró extraña a la civilización europea. Inglaterra suscribió este concepto. Se impuso a Turquía una paz dura en Sevres. Mustafá Kemal dio una nueva alma a Turquía. Derrotó a Turquía. Retó a Inglaterra. Y Europa se vio obligada a negociar la paz en condiciones consideradas para Turquía.

La India, vasto país, se agita también. La represión inglesa. Gandhi y su predicación de la resistencia pasiva. La nueva tendencia gandhina revolucionaria. El movimiento socialista y sindical en la India.

El Egipto reclama su independencia. Inglaterra la condiciona y la regatea tenazmente. Pero el Egipto sigue agitado.

La misma agitación reina en Persia.

Se desarrolla en Corea, en la China, en el Japón, el movimiento clasista.

Todo el mundo oriental está de pie. Soplan vientos de fronda para la dominación europea. A nosotros nos toca interesarnos por esos acontecimientos por la analogía de nuestra situación con la de algunas naciones coloniales. Económicamente somos coloniales. Algunas características étnicas nos aproximan al Oriente. A nuestra razón, como a la Turca, le falta acaso capacidad imaginativa y teorética. Es dulce, es resignada, es sufrida. Somos más asiáticos que europeos.

José Carlos Mariátegui La Chira

La agitación revolucionaria y socialista del mundo oriental [Manuscrito]

[Transcripción completa]
La agitación revolucionaria y socialista del mundo oriental

El tema de esta noche es la agitación revolucionaria y nacionalista en Oriente. He explicado ya la conexión que existe entre la crisis europea y la insurrección del Oriente. Algunos estadistas europeos encuentran en una explotación más metódica, más científica y más intensa del mundo oriental, el remedio del malestar económico del Occidente. Tienen el plan audaz de extraer de las naciones coloniales los recursos necesarios para la convalecencia y la restauración de las naciones capitalistas. Que los braceros de la India, del Egipto, del África o de la América Colonial, produzcan el dinero necesario para conceder mejores salarios a los braceros de Inglaterra, de Francia, de Alemania, de Estados Unidos, etc. El capitalismo europeo sueña con asociar a los trabajadores europeos a su empresa de explotación de los pueblos coloniales. Europa intenta reconstruir su riqueza, dilapidada durante la guerra, con los tributos de las colonias. El capitalismo occidental no consigue la resignación del proletariado occidental a un tenor de vida miserable y paupérrimo. Se da cuenta de que el proletariado europeo no quiere que recaigan sobre él las obligaciones económicas de la guerra. Y acomete, por esto, la colonial empresa de reorganizar y ensanchar la explotación de los pueblos orientales. El capitalismo europeo trata de sofocar la revolución social de Europa con la distribución entre los trabajadores europeos de las utilidades obtenidas con la explotación de los trabajadores coloniales. Que los trescientos millones de habitantes de Europa occidental y Estados Unidos esclavicen a los mil quinientos millones de habitantes del resto de la tierra. A esto se reduce el programa del capitalismo europeo y norteamericano. Al esclavizamiento de la mayoría atrasada e inculta en beneficio de la minoría evolucionada y culta del mundo. Pero este plan es demasiado simplista para ser realizable. A su realización se oponen varios factores. Europa ha predicado durante mucho tiempo el derecho de los pueblos a la libertad y la independencia. La última guerra ha sido hecha por Inglaterra, por Francia, por los Estados Unidos y por Italia, en el nombre de la libertad y la democracia, contra el imperialismo y la conquista. Al lado de los soldados europeos, han luchado por estos mitos y por estos principios, muchos soldados africanos y asiáticos. Y estos mitos y estos principios, de los cuales el capitalismo aliado y norteamericano ha hecho tan imprudente y desmedido abuso, han echado raíces en el Oriente. La India, el Egipto, Persia, el África septentrional, reclaman hoy, invocando la doctrina europea, el reconocimiento de su derecho a disponer de sí mismos. El Asia y el África quieren emanciparse de la tutela de Europa, en el nombre de la ideología, en el nombre de la doctrina que Europa les ha enseñado y que Europa les ha predicado. Existe, además, otro motivo psicológico para la insurrección del Oriente. Hasta antes de la guerra, las poblaciones orientales tenían un respeto supersticioso por las sociedades europeas, por la civilización occidental, creadoras de tantas maravillas y depositarias de tanta cultura. La guerra y sus consecuencias han aminorado, han debilitado mucho ese respeto supersticioso. Los pueblos de Oriente han visto a los pueblos de Europa combatirse, desgarrarse y devorarse con tanta crueldad, tanto encarnizamiento y tanta perfidia, que han dejado de creer en su superioridad y su progreso. Europa, más que su autoridad material sobre Asia y África, ha perdido su autoridad moral. Tiene todavía armas suficientes para imponerse; pero sus armas morales son cada día menores.


Además la conciencia moral de los países occidentales ha avanzado también mucho para que una política de conquista y de opresión sea amparada y consentida por las masas populares. Antes, el proletariado, no oponía a la política colonizadora e imperialista de sus gobiernos una resistencia eficaz y convencida. Los trabajadores ingleses, franceses, alemanes, eran más o menos indiferentes a la suerte de los trabajadores asiáticos y africanos. El socialismo era una doctrina internacional; pero su internacionalismo concluía en los confines de Occidente, en los límites de la civilización occidental. Los socialistas, los sindicalistas, hablaban de liberar a la humanidad, pero, prácticamente, no se interesaban sino por la humanidad occidental. Los trabajadores occidentales consideraban tácitamente natural la esclavitud de los trabajadores coloniales. Hombres occidentales, al fin y al
cabo, educados dentro de los prejuicios de la civilización occidental, miraban a los trabajadores de Oriente como hombres bárbaros. Todo esto era natural, era justo. Entonces la civilización occidental vivía demasiado orgullosa de sí misma. Entonces no se hablaba de civilización occidental y civilizaciones orientales, sino se hablaba de civilización a secas. Entonces la cultura imperante no admitió la coexistencia de dos civilizaciones, no admitía la equivalencia de civilizaciones, ninguno de esos conceptos que impone ahora el relativismo histórico. Entonces, en los límites de la civilización occidental, comenzaba la barbarie egipcia, barbarie asiática, barbarie china, barbarie turca. Todo lo que no era occidental, todo lo que no era europeo, era bárbaro. Era natural, era lógico, por consiguiente, que dentro de esta atmósfera de ideas, el socialismo occidental y el proletariado occidental, hubiesen hecho del internacionalismo una doctrina prácticamente europea también. En la Primera Internacional no estuvieron representados sino los trabajadores europeos y los trabajadores norteamericanos. En la Segunda Internacional ingresaron las vanguardias de los trabajadores sudamericanos y de otros trabajadores incorporados en la órbita del mundo europeo, del mundo occidental. Pero la Segunda Internacional continuó siendo una Internacional de los trabajadores de Occidente, un fenómeno de la civilización y de la sociedad europeas.
Todo esto era natural y era justo, además, porque la doctrina socialista, la doctrina proletaria, constituían una creación, un producto de la civilización europea y occidental. Ya he dicho, al disertar rápidamente sobre la crisis de la democracia, que la doctrina socialista y proletaria es hija de la sociedad capitalista y burguesa. En el seno de la sociedad medioeval y aristocrática se generó y maduró la sociedad burguesa. De igual modo, en el seno de la sociedad burguesa se genera y madura, actualmente la sociedad proletaria. La lucha social no tiene, pues, el mismo carácter en los pueblos de Occidente y en los pueblos de Oriente. En los pueblos de Oriente, sobrevive hasta el régimen esclavista. Los problemas de los pueblos de Oriente son diferentes de los pueblos de Occidente. Y la doctrina socialista, la doctrina proletaria, es un fruto de los problemas de los pueblos demOccidente, un método de resolverlos. La solución aparece donde existe el problema. La solución no puede ser planteada donde el problema no existe aún. En los países de Occidente la solución ha sido planteada porque el problema existe. El socialismo, el sindicalismo, las teorías que apasionaban a las muchedumbres europeas, dejaban por esto indiferentes a las muchedumbres asiáticas, a las muchedumbres orientales. No existía por esto en el mundo una solidaridad de muchedumbres explotadas, sino una solidaridad de muchedumbres socialistas. Éste era el sentido, éste era el alcance, ésta era la extensión de las antiguas internacionales, de la Primera Internacional y de la Segunda Internacional. Y de aquí que las masas trabajadoras de Europa no combatiesen enérgicamente la colonización de las masas trabajadoras de Oriente, tan distantes de sus costumbres, de sus sentimientos y de sus direcciones. Ahora, este estado de ánimo se ha modificado. Los socialistas empiezan a comprender que la revolución social no debe ser una revolución europea, sino una revolución mundial. Los líderes de la revolución social perciben y comprenden la maniobra del capitalismo que busca en las colonias los recursos y los medios de evitar o de retardar la revolución en Europa. Y se esfuerzan por combatir al capitalismo, no sólo en Europa, no sólo en el Occidente, sino en las colonias. La Tercera Internacional inspira su táctica en esta nueva orientación. La Tercera Internacional estimula y fomenta la insurrección de los pueblos de Oriente, aunque esta insurrección carezca de un carácter proletario y de clases, y sea, antes bien, una insurrección nacionalista. Muchos socialistas han polemizado, precisamente, por esta cuestión colonial, con la Tercera Internacional. Sin comprender el carácter decisivo que tiene para la revolución social la emancipación de las colonias del dominio capitalista, esos socialistas han objetado a la Tercera Internacional la cooperación que este organismo presta a esa emancipación política de las colonias. Sus razones han sido éstas: el socialismo no debe amparar
sino movimientos socialistas. Y la rebelión de los pueblos orientales es una rebelión nacionalista. No se trata de una insurrección proletaria, sino de una insurrección burguesa. Los turcos, los persas, los egipcios, no luchan por instaurar en sus países el socialismo, sino por independizarse políticamente de Inglaterra y de Europa. Los proletarios combaten y se agitan en esos pueblos, confundidos y mezclados con los burgueses. En el Oriente no hay guerra social, sino guerras políticas, guerras de independencia. El socialismo no tiene nada de común con esas insurrecciones nacionalistas que no tienden a liberar al proletariado del capitalismo, sino a liberar a la burguesía india, o persa, o egipcia, de la burguesía inglesa. Esto dicen, esto sostienen algunos líderes socialistas que no estiman, que no advierten todo el valor histórico, todo el valor social de la insurrección del Oriente. En un congreso memorable, en el Congreso de Halle, Zinovief, a nombre de la Tercera Internacional, defendía la política colonial de ésta de los ataques de Hilferding, líder socialista, actual Ministro de Finanzas. Y en esa oportunidad decía Zinovief: “La Segunda Internacional
estaba limitada a los hombres de color blanco; la Tercera no divide a los hombres según el color. Si vosotros queréis una revolución mundial, si vosotros queréis liberar al proletariado de las cadenas del capitalismo, no debéis pensar solamente en Europa. Debéis dirigir vuestras miradas también al Asia. Hilferding dirá despreciativamente: ¡Estos asiáticos, estos tártaros, estos chinos! Compañeros, yo os digo: una revolución mundial no es posible si no ponemos los pies también en el Asia. Allá habita una cantidad de hombres cuatro veces mayor que en Europa, y estos hombres son oprimidos y ultrajados como nosotros". Y es, por todo esto, que la Tercera Internacional no es ni ha querido ser una Internacional exclusivamente europea. Al congreso de fundación de la Tercera Internacional asistieron delegados del Partido Obrero Chino y de la Unión Obrera Coreana. A los congresos siguientes han asistido delegados persas, turquestanos, armenios y de otros pueblos orientales. Y el 14 de agosto de 1920 se reunió en Bakú ese gran congreso de los pueblos de Oriente, al cual alude Zinovief, al que concurrieron los delegados de 24 pueblos orientales. En
ese congreso quedaron echados los cimientos de una Internacional del Oriente, no de una Internacional socialista, sino revolucionaria e insurreccional únicamente.
Bajo la presión de estos acontecimientos y de estas ideas, los mismos socialistas reformistas, los mismos socialistas democráticos, tan saturados de los antiguos prejuicios occidentales, han concluido por interesarse mucho más que antes de la cuestión colonial. Y han comenzado a reconocer la necesidad de que el proletariado europeo se preocupe seriamente de combatir la opresión del Oriente y a amparar el derechos de estos pueblos a disponer de sí mismo. Está actitud nueva de los partidos socialistas cohibe y coacta a las grandes naciones capitalistas para emplear contra los pueblos de Oriente la fuerza de las expediciones guerreras. Y así vimos el año pasado que Inglaterra, desafiada por Mustafá Kemal en Turquía, no pudo responder a este reto con operaciones de guerra. El partido laboralista inglés inició una violenta agitación contra todo envío de tropas al Oriente. Los dominios ingleses, Australia, el Transvaal, declararon su voluntad de no consentir un ataque a Turquía. El gobierno inglés se vio obligado a transigir con Turquía, a ceder ante Turquía, a la cual, en otros tiempos, habría aplastado sin piedad. Igualmente, hace tres años vimos al proletariado italiano oponerse resueltamente a la ocupación de Albania por Italia. El gobierno italiano fue obligado a retirar sus tropas del suelo albanés. Y a firmar un tratado amistoso con la pequeña Albania. Estos hecho revelan una situación nueva en el mundo.
Esta situación se puede resumir en tres observaciones: 1. Europa carece de autoridad material para sojuzgar a los pueblos coloniales. 2. Europa ha perdido su antigua autoridad moral sobre esos pueblos. 3. La consciencia moral de las naciones europeas no permite en esta época, al régimen capitalista, una política brutalmente opresora y conquistadora contra el Oriente. Existen, en una palabra, las condiciones históricas los elementos políticos necesarios para que el Oriente resurja, para que el Oriente se independice, para que el Oriente se libere. Así como, a principios del siglo pasado, los pueblos de América se independizaron del dominio político de Europa porque la situación del mundo era propicia, era oportuna para su liberación, así ahora los pueblos del Oriente se sacudirán también del dominio político de Europa porque la situación del mundo es propicia, es oportuna su liberación.
Tenemos asó panorámicamente contempladas las relaciones entre la situación europea y la insurrección oriental. Estudiemos ahora la agitación revolucionaria de Orente en sí misma. Recorramos, velozmente, sus principales acontecimientos.
El fenómeno sustantivo de la agitación del Oriente es la resurrección de Turquía.

José Carlos Mariátegui La Chira

Los problemas económicos de la paz [Manuscrito]

[Transcripción Completa]

Los Problemas Económicos de la Paz

Nuestro tema de hoy, son los problemas económicos de la paz: reparaciones, déficits fiscales, deudas inter-aliadas, desocupación, cambio. Estos problemas son aspectos diversos de una misma cuestión: la decadencia del régimen capitalista apresurada por la guerra. La guerra ha destruido una cantidad ingente de riqueza social. Los gastos de la guerra se calculan en un billón trescientos
mil millones de francos oro. Además la guerra ha dejado otras herencias trágicas: millones de inválidos, millones de tuberculosos, millones de viudas y huérfanos, a los cuales los Estados europeos deben asistencia y protección; ciudades, territorios, fábricas y minas devastadas que los Estados europeos tienen que reconstruir.
A todas estas obligaciones económicas Europa podría hacer frente, aunque no sin grandes dificultades, si la guerra no hubiera disminuido exorbitantemente su capacidad de producción, su capacidad de trabajo. Pero la guerra ha causado la muerte de diez millones de hombres y la invalidez de otros tantos. El capital humano de Europa ha disminuido, pues, considerablemente. Europa dispone hoy de muchos millones menos de brazos productores que antes de la guerra. Además, en la Europa central la guerra ha causado la desnutrición, la sub-alimentación de la población trabajadora. Esta desnutrición, consecuencia de largas privaciones alimenticias, ha reducido la productividad, la vitalidad de la población de la Europa central. Un hombre enfermo o débil, produce menos, trabaja menos, que un hombre sano y vigoroso. Asimismo, un pueblo mal alimentado, extenuado por una serie de hambres y miserias, produce mucho menos, trabaja mucho menos que un pueblo bien nutrido. Europa se encuentra en la necesidad de producir más y de consumir menos que antes de la guerra para ahorrar anualmente la cantidad correspondiente al pago de las deudas dejadas por la guerra; y se encuentra, al mismo tiempo, en la imposibilidad de aumentar su producción y casi en la imposibilidad de disminuir su consumo. Porque las importaciones de Europa no son importaciones de artículos de lujo, de artículos industriales, sino importaciones de artículos alimenticios, carne, trigo, grasa indispensables a la nutrición de sus poblaciones, o de materias primas, metales, algodón, maderas indispensables a la actividad de sus fábricas y de sus industrias.
Para el aumento de la población existe, además, un obstáculo insuperable: el agravamiento de la lucha de clases, la intensificación de la guerra social. Las clases trabajadoras no quieren colaborar a la reconstrucción del régimen capitalista. Antes bien, una parte de ellas, la que marcha con la Tercera Internacional trata de conquistar definitivamente el poder y de poner fin al régimen capitalista. Luego, por razones políticas o por razones económicas, las huelgas, los obstruccionismos, los lock-out, se suceden aquí y allá. Y estas interrupciones completas o parciales del trabajo impiden no sólo el aumento de la producción sino también el mantenimiento de la producción normal. Los estadistas europeos que preconizan una política de reconstrucción económica de Europa tienden, por esto, a una tregua, a un tratado de paz entre el capitalismo y el proletariado. Quieren un entendimiento, un acuerdo, una transacción, más o menos duradera, entre el capital y el trabajo. Pero, ¿cuáles podrían ser las bases, las condiciones de esta transacción, de este acuerdo? Tendrían que ser, necesariamente, la ratificación y el desarrollo de las conquistas del proletariado: jornada de ocho horas, seguros sociales, etc.; la extirpación de las especulaciones que encarecen la vida; salarios altos en relación con el costo de ésta; control de las fábricas; la nacionalización de las minas y las florestas.
En una palabra, la colaboración del proletariado no podría ser adquirida sino mediante la aceptación del programa mínimo de las clases trabajadoras. A esta transacción se oponen los intereses de los grandes capitanes de la industria y de la banca, de los Stinnes, de los Tyissen, de los Loucheur, y, sobre todo, de la nube de especuladores que prospera a la sombra. Y se oponen también la voluntad de las masas maximalistas, adherentes a la Tercera Internacional, que aspiran a la destrucción final del régimen capitalista y rechazan, por consiguiente, la hipótesis de que el proletariado concurra y colabore a su restauración y a su convalecencia. Además, es dudoso que, simultáneamente, se pueda conseguir la reconstrucción de la riqueza social destruida y el mejoramiento del tenor de vida del proletariado. Es probable, más bien, que por mucho que la producción crezca, por mucho que las ganancias de Europa aumenten, no den lo bastante para atender al pago de las deudas y el bienestar de los trabajadores. El socialismo más que un régimen de producción es un régimen de distribución. Y los problemas actuales del capitalismo son problemas de producción más que problemas de distribución. ¿Cómo podrá, pues, el régimen capitalista aceptar y actuar el programa mínimo del proletariado? He ahí la dificultad sustancial de la situación, ante la cual se desconciertan todos los economistas.
Algunos estadistas europeos, Lloyd George, entre ellos, acarician una intención audaz, un plan atrevido. Piensan que no es posible salvar el régimen capitalista sino a condición de conceder un poco de bienestar a los trabajadores. Piensa que este poco de bienestar debe serles concedido, en parte a costa de los capitalistas. Pero que los sacrificios de los capitalistas no bastarán para mejorar considerablemente la vida de los trabajadores. Y que hay que buscar por consiguiente otros recursos. Estos recursos que no es posible encontrar en Europa, que no es posible encontrar en las naciones capitalistas, es posible a su juicio encontrarlos, en cambio, en África, en Asia, en América, en las naciones coloniales. ¿Quiénes insurgen, quiénes se rebelan contra el régimen capitalista? Los trabajadores, los proletarios de los pueblos pertenecientes a la civilización capitalista, a la civilización occidental. La guerra social, la lucha de clases, es aguda, es culminante en Europa, es menor en los Estados Unidos, es menor aún en Sudamérica; pero en los países correspondientes a otras civilizaciones no existe casi, o existe bajo otras formas atenuadas y elementales. Luego, se trata de reorganizar y ensanchar la explotación económica de los países coloniales, de los países incompletamente evolucionados, de los países primitivos de África, Asia, América, Oceanía y de la misma Europa. Se trata de esclavizar las poblaciones atrasadas a las poblaciones evolucionadas de la civilización occidental. Se trata de que el bracero de Oceanía, de América, de Asia o de África pague el mayor confort, el mayor bienestar, la mayor holgura del obrero europeo o americano. Se trata de que el bracero colonial produzca a bajo precio la materia prima que el obrero europeo transforma en manufactura y que consuma abundantemente esta manufactura. Se trata de que aquella parte menos civilizada de la humanidad trabaje para la parte más civilizada. Así se espera, no solucionar definitivamente la lucha social, porque la lucha social existirá mientras exista el salario, sino atenuar la lucha social, aplazar su crisis definitiva, postergar su último capítulo. Las generaciones humanas son egoístas. Y la actual generación capitalista se preocupa más de su propia suerte que de la suerte del régimen capitalista. Después de nosotros, el diluvio, se dicen a sí mismos. Pero su plan de reorganizar científicamente la explotación de los países coloniales, de transformarlos en sus solícitos proveedores de materias primas y en sus solícitos consumidores de artículos manufacturados, tropieza con una dificultad histórica. Esos países coloniales se agitan por conquistar su independencia nacional. El Oriente hindú se rebela contra el dominio europeo. El Egipto, la India, Persia, despiertan. La Rusia de los Soviets fomenta estas insurrecciones nacionalistas para atacar el capitalismo europeo en sus colonias. La independencia nacional de los países coloniales estorbaría su explotación metódica. Sin disponer de un protectorado o de un mandato sobre los países coloniales, Europa no puede imponerles, con entera facilidad, la entrega de sus materias primas o la absorción de sus manufacturas. Un país políticamente independiente puede ser
económicamente colonial. Estos países sudamericanos, por ejemplo, políticamente independientes, son económicamente coloniales. Nuestros hacendados, nuestros mineros son vasallos, son tributarios de los trusts capitalistas europeos.
Un algodonero nuestro, por ejemplo, no es en buena cuenta sino un yanacón de los grandes industriales ingleses o norteamericanos que gobiernan el mercado de algodón. Europa puede, pues, acordar a los países coloniales la soberanía política, sin que estos países se independicen, por esto, políticamente. Pero, actualmente Europa necesita perfeccionar en vasta escala la explotación económica de esas colonias. Y necesita, por tanto, manejarlas a su antojo, disponer de la mayor agilidad y libertad de acción sobre ellas. Reservo para la conferencia en que me ocuparé de los problemas coloniales y de las cuestiones de Oriente el examen detenido de este aspecto de la crisis mundial. Ahora no quiero sino señalar su vinculación con la crisis económica de Europa.
Veamos rápidamente en qué consisten cada uno de los problemas económicos de la paz. Principiemos por el problema de las reparaciones. ¿Qué son las reparaciones? Las reparaciones son las indemnizaciones que Alemania, en virtud del tratado de paz, debe pagar a los aliados. El tratado de paz de Versalles obliga a Alemania a pagar el costo de los territorios devastados de Francia, Bélgica e Italia, y el monto de las pensiones de los inválidos de guerra, de las viudas y de los huérfanos aliados. Cuando se firmó la paz, los aliados especialmente Francia, creían que Alemania podría pagar una indemnización fabulosa. Poco a poco, a medida que se conoció la verdadera situación de Alemania, la suma de la indemnización se fue reduciendo.
En 1919, Lord Cunliffe, hablaba de una anualidad de 28,000 millones de marcos de oro; en 1919 en setiembre, Mr. Klotz indicaba 18,000 millones; en abril de 1921 la Comisión de Reparaciones reclamaba poco más de 8,000 millones; en mayo de 1921, el acuerdo aliado fijaba 4,600 millones. Este acuerdo de Londres establece en 138 mil millones el total de la indemnización debida por Alemania a los aliados. Esta suma parecía entonces el mínimo que los aliados podían exigir. Posteriormente ha comprobado la experiencia que esa misma suma era exagerada. Actualmente se considera imposible que Alemania logre pagar una suma mayor de treinta o cuarenta mil millones de marcos oro.
Alemania ha ofrecido a los aliados como un máximum la cantidad de treinta mil millones. Pero Francia se ha negado a discutir siquiera estas propiedades o proposiciones que ha declarado irrisorias y temerarias. Con el pretexto del incumplimiento por Alemania, de las condiciones del acuerdo de Londres, Francia ha ocupado la región del Ruhr que es la más rica región industrial y
carbonífera de Alemania. El pretexto específico ha sido la impuntualidad y la deficiencia de las entregas del carbón que Alemania, conforme al Tratado, tiene la obligación de hacer a Francia. Ahora bien. Efectivamente Alemania había empezado a suministrar a Francia carbón, pero en cantidad menor de la que estaba forzada a consignarle.
Pero desde que Francia se ha instalado en el Ruhr ha extraído de esa región menos carbón todavía que el que Alemania le proporcionaba voluntariamente. Francia ha calificado siempre la ocupación del Rhur como la toma de una prenda productiva. Ha dicho: ¿qué hace un acreedor cuando su deudor no cumple con pagarle? Pone intervención en su negocio; le embarga uno de sus bienes para explotarlo hasta que la deuda quede cancelada.
Pero en este caso, el Ruhr es para Francia no sólo una prenda improductiva sino, por el contrario, gravosa. El mantenimiento de las tropas del ejército administrativo destacadas por Francia en el Ruhr para gobernar ésa, constituye un gasto formidable. Teóricamente el pago de ese gasto corresponde a Alemania; pero prácticamente Francia necesita extraer de su erario las cantidades precisas para satisfacerlo. Y es que, positivamente, los políticos que gobiernan actualmente Francia no quieren sinceramente que Alemania pague, sino que Alemania no pague, a fin de tener así un pretexto para desmembrarla y mutilarla.
Tienen la pesadilla de que Alemania resurja, de que Alemania se reconstruya, y aspiran a librarse de esta pesadilla aniquilándola. Pero, como ya he dicho y, he tenido la oportunidad de explicar, la ruina económica de Alemania causaría la ruina económica de la Europa continental.
El organismo económico de Europa es demasiado solidario para que pueda soportar al quebrantamiento de Alemania que es uno de los órganos más vitales. Vemos así que la guerra que trajo como consecuencia la caída del marco aleman ocasionó una depreciación del franco francés. Y este es un fenómeno claro. El crédito de Francia depende en parte de la solvencia de Alemania.
Para que el mecanismo de la producción europea recupere su ritmo normal es indispensable que Alemania recobre su funcionamiento tranquilo. Y la política de Francia respecto a Alemania tiende, contrariamente a esta necesidad, a desmenuzar a Alemania. Muchos banqueros, economistas y peritos aliados han comprobado la imposibilidad de que Alemania pague una indemnización exagerada. Sus argumentos son lógicos. Se podría sacar de Alemania una gran cantidad de dinero si se le devolviesen sus antiguos instrumentos de comercio; sus colonias, sus mercados extranjeros, su flota mercante; si se le consintiese incrementar infinitamente su producción industrial; si se le facilitase la venta de esta producción al extranjero. Y estas franquicias son imposibles. Imposibles porque a la industria de Inglaterra, de Francia y de Italia no les conviene esta competencia de la industria alemana. Imposible porque Francia no puede tolerar, por recibir de Alemania algunos o muchos millones de francos, que Alemania resurja más potente, más vigorosa que nunca.
Si las potencias vencedoras, si Francia, si Italia no consiguen nivelar su presupuesto ni pagar sus deudas, es absurdo suponer que una potencia vencida pueda no sólo regularizar sus finanzas sino además llenar los bolsillos de los vencedores. La imposibilidad de que Alemania pague está, pues, documentadamente demostrada. Sin embargo, Francia insiste en que Alemania debe pagar, y en que debe pagar millares de millones, porque así dispone de un pretexto para castigarla, para desmembrarla, para quitarle sus más
ricos territorios. La reorganización de Europa según los técnicos, no es posible sino a condición de que se inaugure una política de solidaridad, de colaboración entre los países europeos. De aquí la importancia del problema de las reparaciones que enemista y aleja a Alemania y a Francia, a las dos naciones más importantes de la Europa continental. El gobierno de Francia, cuando se le pone delante los peligros que constituye para el porvenir europeo este conflicto franco-alemán, responde que no es justo que Alemania sea exonerada de todo pago, mientras que Francia sigue obligada a pagar a EE.UU. sus deudas de guerra. Francia dice: que Inglaterra y EE.UU. nos perdonen nuestras deudas si quieren que seamos generosos y blandos con Alemania.
Llegamos así a otro problema económico de la paz. Al problema de las deudas interaliadas, íntimamente ligado al problema de las reparaciones.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la décima conferencia

[Transcripción completa]

Conforme al programa del curso el programa es:

"- La agitación proletaria en Europa. Italia al borde de la revolución. Las elecciones de 1919. -La ocupación de las fábricas. -La III Internacional. La Internacional centrista o Internacional dos y medio. El cisma socialista”.

Veamos cómo se incubó este periodo de agitación proletaria. -Durante la guerra, el regimen capitalista se vio obligado a hacer numerosas concesiones a la clase trabajadora y a la idea socialista. Le era indispensable la colaboración del proletariado. El proletariado y su doctrina económica consiguieron algunas conquistas, algunos progresos, que acrecentaron su fuerza y robustecieron su fe. Vino mas tarde otra causa de afirmación proletaria: la revolución rusa. Los Estados europeos se esforzaron, por una parte, en asfixiar la revolución en Rusia y, por otra parte, en evitar su propagación al resto de Europa. Fue un momento de avance de la idea revolucionaria. Un momento de ofensiva del proletariado. Un instante de apogeo de la revolución. La característica de la lucha social era la iniciativa del proletariado en el ataque. En Alemania, Baviera, Austria, Hungria. -Ante esta ofensiva, el regimen se vio forzado a retroceder, a replegarse. Los estadistas más avisados y perspicaces comprendieron entonces que no era posible salvarlo sin grandes sacrificios. Dominó una corriente avanzadamente reformista. La burguesía tomó una actitud renovadora. Afirmó su filiación democrática y evolucionista. Execró la dictadura. Canto a la Paz. Exaltó el sufragio universal y el parlamentarismo. Cubrió la Paz de Versalles con la Sociedad de las Naciones. Creó la Oficina Internacional del Trabajo. Reunió en Washington el 1er congreso del Trabajo. Esta política tendía a dividir al proletariado, atrayendo al camino de la colaboración y de la reforma a sus mayores masas. Esta división se produjo. Una parte de los partidos socialistas y los sindicatos se pronunció por una política revolucionaria. Otra parte se pronunció por una política prudente y transaccional que esquivase toda acción decisiva y violenta. Aquella creó la III Internacional. Esta reorganizó la II Internacional. Algunos elementos centristas, intermedios conservaron su independencia. Se agruparon mas tarde en la Internacional dos y medio.

La II Internacional. Berna, febrero 1919. Lucerna, agosto 1919. Ginebra, 30 julio 1920. Internacional Sindical Reformista. Noviembre 1920.

La III Internacional. 1er congreso 2-6 marzo 1919. 2º Congreso, julio 1920. Aquí quedaron fijadas las 21 condiciones que cisionaron a los partidos de Francia, Alemania, etc. En Alemania, Halle 12-17 Octubre 1920. En Francia, Tours diciembre 1920. En Inglaterra, agosto de 1920. [tachado a mano alzada] En Italia, congreso de Livorno enero 1921.

La Internacional 2 y 1/2. Berna diciembre 1920, algunos meses después Viena.

Además, acciones de masas. En Inglaterra, en 1920 la huelga de los carboneros. En Francia, la huelga de los ferroviarios en mayo 1920, que dio lugar al decreto de disolución de la C.G.T. y a la prisión de Souvarine, Loriot y Dunois. En, Alemania después del golpe Kapp la agitación en el Ruhr, en abril de 1920. España y Japón. Las huelgas de solidaridad con Hungría proletaria contra la reacción de Horthy. Pero en Italia la agitación adquirió proporciones mayores todavía.

Las huelgas de julio de 1919. Las elecciones de noviembre de 1919. La huelga general de protesta contra el ataque a algunos diputados socialistas. Las huelgas de ferroviarios y postales de 1920. El precio económico del pan, y la caída de Nitti. El gobierno de Giolitti.

La ocupación de las fabricas. Sus antecedentes. El 18 de junio los metalúrgicos reclamaron, mejoramientos económicos en relación con la elevación del costo de Ia vida. Negociaciones, propuestas y contrapropuestas. El 13 de agosto, ruptura de las negociaciones. El 21 de agosto se inició el obstruccionismo. El 30 de agosto la factoría a Romeo de Milán, con cerca de 2000 declaro el lock out. Enseguida se tomo posesión de 300 factorías en Milán. Enseguida, el movimiento se extendió a toda Italia.

Aspectos del regimen interno de la ocupación. La prosecución del trabajo. La disciplina. El financiamiento de los trabajos. La vigilancia. La actitud gubernamental. Los propietarios reclamaban el desalojamiento de los obreros a la fuerza. El debate entre la Confederación General del Trabajo y el Partido Socialista. El prevalecimiento de la tesis de la Confederación. El control de las fabricas. La intervención del gobierno. El 15 de setiembre en Turin, reunión de obreros y patrones, presidida por Giolitti. Sometimiento de los industriales. Las negociaciones con los industriales sobre la paga de los días de trabajo. Desde el 15 de julio hasta agosto pago de los aumentos acordados. El decreto del gobierno. El congreso metalúrgica aprobó el acuerdo Se ratificó con un referendum. 148 000 votos contra 42.000. El 24 de setiembre.

Más tarde, el congreso de Livorno.

Terminó así el periodo revolucionario y comenzó el periodo reaccionario.

El fascismo es la reacción. Pero acelera el proceso revolucionario porque destruye las instituciones democráticos. El fascismo ha desvalorizado el parlamento y el sufragio. El fascismo ha enseñado el camino de la dictadura y de la violencia. Antes, la democracia oponía al bolchevismo ruso sus instituciones características: el parlamento y el sufragio universal. Ahora la burguesía desacredita ambas instituciones. Acabamos de asistir en España a un movimiento militar también anti-parlamentario.

¿Es posible el frente único de la burguesía? Sí; pero solo provisoriamente, solo mientras se conjura un asalto decisivo de la revolución. Después, cada uno de los grupos de la burguesía trata de recobrar su autonomía. Ay del proletariado si la burguesía fuera uniformemente inspirada por una sola ideología y un solo interés. Dentro de la burguesía existen contrastes de ideología y de intereses, contrastes que nada puede suprimir. Los elementos radicales, democráticos, liberales de la burguesía, que son tales por razón de psicología y de posición en la sociedad, pueden consentir transitoriamente que una reacción conservadora los absorba, pero tienden, enseguida, a restablecer el antiguo equilibrio. ¿Porqué?. Porque un frente único se hace sobre la base de una capitulación de los ideales democráticos y reformistas a los ideales conservadores. No se hace sobre la base de una transacción, sino sobre la base de un renuncio. Hay elementos capitalistas, hombres de la burguesía, convencidos de que es necesaria una transformación social, y que un regimen dictatorialmente reaccionario no puede durar sin exasperar la revolución y acrecentar su Ímpetu destructor. Nitti, Cailleaux, Walter Rathenau. El frente único no puede, pues, ser duradero; provocaría, además, el frente único del proletariado.

El mundo occidental se debate en este caos, en este conflicto. Sus instituciones políticas no corresponden a la nueva realidad económica. Una parte de las fuerzas conservadores se pronuncia por un programa de audaces reformas que transforme gradualmente la sociedad. Otra parte teme que una vez iniciadas las concesiones a la revolución, no sea posible detenerlas. E intentan, por eso, resistir.. El proletariado necesita seguir atentamente el proceso de este conflicto.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la octava conferencia

[Transcripción completa]

  • Los grandes grupos políticos alemanes son: pangermanistas, populistas, católicos, demócratas, socialistas, comunistas. Organización Cónsul, Organización Escherish, fascismo bávaro de Hitler y Ludendorf.

  • Antecedentes de la situación actual: La caida del gabinete Wirth. La constitución del gabinete Cuno. -Retorno al gobierno de los populistas de Hugo Stinnes. Posición de los socialistas frente a este gobierno. Efectos de la ocupación del Ruhr en la política alemana. La crisis alemana actual no es sino la exasperación de la crisis política originada por el fracaso de la colaboración de la social-democracia con la burguesía. -La renuncia de Cuno. El gabinete Stressemann. Hilferding, ministro de finanzas.

  • El separatismo renano. Las fracciones separatistas de Smeets y Doreen. Su agitación y su próxima fusión. El auspicio francés.

  • Las consecuencias de la ocupación del Ruhr en la economía alemana. La catástrofe del marco. Imposibilidad de que Alemania, mutilada, fraccionada, se reorganice. Una nación constituye un organismo vivo. No es posible lesionarlo ni herirlo ni trastornar, sin desordenar su funcionamiento. La ocupación del Ruhr condena a Alemania a la ruina, a la miseria. Pero una Alemania arruinada significa un agravamiento de la crisis económica europea. No pueden coexistir naciones moribundas, naciones hambrientas y naciones vitales, naciones pletóricas. El organismo económico del mundo se ha hecho demasiado solidario para que esto ocurra. Una nación primitiva, insignificante, poco evolucionada económicamente puede caer en la miseria sin afectar sensiblemente a las demás naciones del continente. Pero una nación de un dinamismo internacional tan complejo y tan vasto no puede ser abatida y destruida sin daño mortal para sus vecinos. Los problemas de la paz han descubierto esta solidaridad de vencedores y vencidos que impide a los primeros aplastar a los segundos.

  • Las causas verdaderas de la ocupación del Ruhr. Los chauvinistas, los nacionalistas, quieren el aniquilamiento de Alemania. Tienen la pesadilla de la reconstrucción alemana, de la revancha alemana. Los metalúrgicos aspiran a la posesión del carbón alemán. La prensa de los metalúrgicos explota el patriotismo de las clases pequeno-burguesas. El bloc nacional, el bloc de izquierdas y los comunistas.

  • El programa de Stinnes: la supresión de la jornada de ocho horas, la reducción del personal del Estado, la entrega de los ferrocarriles a empresas privadas. En una palabra, la abolición, la derogación de todas las conquistas del programa mínimo socialista. Una coalición burguesa carece de fuerza para actuar este plan.

  • La disensión en la social-democracia. La tendencia de derecha y la tendencia de izquierda. El temor a la concurrencia comunista.

  • La política de los comunistas alemanes. Los consejos de fabrica. El frente único proletario. El gobierno obrero. La estatización del 51 por ciento de las empresas, bajo el control de los trabajadores. Los social-democráticos y sus aprensiones y miedos.

  • El fenómeno nacionalista. El pauperismo de las clases medias y pequeño-burguesas. -La miseria de los intelectuales. -Radek propone que se combata al fascismo no solo con armas bélicas sino también con armas políticas. -La clase media, dominada por el recuerdo de su pasado bienestar, tiende al restablecimiento del antiguo régimen. Le falta una mentalidad de clase, una consciencia de clase. Un gobierno de la clase media no puede desenvolver sino una política capitalista. La clase media necesita incorporarse en la clase capitalista o en la clase asalariada. No cabe para ella una posición media ni independiente.

  • ¿Cuáles son las perspectivas de la hora presente?. -No es probable una rectificación inmediata de la política francesa. La ocupación del Ruhr seguirá, pues, desorganizando, empobreciendo y arruinando a Alemania. Se habla de la posibilidad de que los industriales alemanes y los industriales franceses se coordinen y se arreglen. Esta alianza del capitalismo francés con el capitalismo alemán no se haría sino a expensas de la clase trabajadora. Ya ha habido preludios de una inteligencia de esta naturaleza: el convenio Loucheur-Lubersac. Esta inteligencia inquietaría a Inglaterra. La industria alemana y la industria francesa constituirían un formidable bloc continental. Igualmente se habla de la posibilidad de que Inglaterra proponga la constitución de un conglomerado anglo-franco-alemán. Mussolini finalmente suena con un bloc continental: Alemania, Francia e Italia. -Pero todos estos proyectos tropiezan con la dificultad de los egoísmos nacionalistas. Cada potencia suspira por una alianza dentro de la cual le toque la parte del león. La atmósfera dejada por la guerra es una atmósfera emponzoñada y asfixiante. Está envenenada por odios rencores y pasiones egoístas. El razonamiento de que el sentido común, el interés común, predominará en la mentalidad de los diversos grupos capitalistas de Europa, es un razonamiento que desconoce la influencia oscura y misteriosa, pero decisiva que tienen en la marcha de la historia los factores psicológicos.

José Carlos Mariátegui La Chira

La revolución alemana [Manuscrito]

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La revolución alemana

El tema de la conferencia de esta noche es la Revolución Alemana.
En las conferencias precedentes, he expuesto los aspectos principales del proceso de generación, de incubación de la Revolución Alemana.
He dicho ya que la guerra no fue popular en Alemania, que el gobierno alemán condujo la guerra con el viejo criterio de guerra relativa, de guerra militar, de guerra no total; que el gobierno alemán no supo crear ningún mito popular capaz de asegurarle la adhesión sólida de las clases populares; y que la guerra fue presentada al pueblo alemán exclusivamente como guerra de defensa nacional. Mientras el gobierno alemán mantuvo viva la esperanza de la victoria, mientras ningún fracaso militar desacreditó su aventura; mientras pudo evitar al pueblo el hambre y las privaciones, consiguió que la opinión pública sufriese, sin rebelión, la guerra. Pero no consiguió apasionar a las masas por sus ideales imperialistas. La guerra no era popular en el proletariado. Los intelectuales, la inteligencia alemana, se pusieron, en su mayoría, al servicio de la guerra, al servicio de la agresión, y crearon una cínica, una delirante literatura de guerra.
Los poetas alemanes cantaron la guerra y denigraron la paz. Tomás Mann escribió: “El hombre se malogra en la paz. El reposo perezoso es la tumba del corazón. La ley es la amiga del débil; ella quiere aplanarlo todo; si ella pudiera, achataría al mundo; pero la guerra hace surgir la fuerza”.
Heinrich Vierordt escribió su Deutschland, hasse (Alemania, odia). El profesor Ostwald escribió: “Alemania quiere organizar Europa, pues Europa hasta ahora no ha estado organizada”.
Finalmente, los famosos 93 intelectuales alemanes suscribieron aquel célebre manifiesto auspiciando y defendiendo, servilmente, la guerra alemana. Pero, no obstante toda esta literatura bélica, únicamente la burguesía y la pequeña burguesía deliraron de nacionalismo. El proletariado declaró apoyar la guerra no por convicción, sino por deber. El proletariado no suscribió nunca los cínicos conceptos de los intelectuales burgueses y pequeño burgueses.
Además, casi desde el primer momento, apenas pasado el período de intoxicación y de confusión de la declaratoria, se alzaron en Alemania algunas honradas y valientes voces de protesta.
Cuatro sabios alemanes tomaron posición contra los noventitrés intelectuales del manifiesto y publicaron un contra-manifiesto. Ya os he hablado de estos cuatro sabios que fueron el físico Einstein, el fisiólogo Nicolai, el filósofo Buek y el astrónomo Foerster. El poeta Hermann Hesse, asilado como Romain Rolland en Suiza, escribió un canto a la paz y un llamado a los pensadores de Europa, invitándolos a salvar lo poco de paz que podía todavía ser salvado y a no saquear, ellos también, con su pluma el porvenir europeo. La revista Die Weissen Blaetter fue un hogar de los intelectuales alemanes fieles a la causa de la unidad moral de Europa y de la civilización occidental. Y varios líderes del proletariado, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Kurt Eisner, Franz Mehring, León Joguiches y otros más, reaccionaron contra la guerra y denunciaron su meta imperialista y contra-revolucionaria. Carlos Liebknecht, fue uno de los catorce diputados contrarios a los créditos de guerra el 4 de agosto; pero estos catorce diputados no votaron contra los créditos en el Parlamento sino en el seno del grupo socialista parlamentario.
La gran mayoría del grupo acordó votar los créditos. Y los catorce diputados de la minoría, Carlos Liebknecht entre ellos, resolvieron someterse a la decisión de la mayoría . Pero Carlos Liebknecht sintió muy pronto la necesidad de salvar su propia y personal responsabilidad de líder y de intelectual socialista. Y en diciembre de 1914 votó contra los nuevos créditos de la guerra, sin hacer caso de la voluntad del grupo socialista parlamentario.
Por supuesto, dentro y fuera del Reichstag, del parlamento alemán una tempestad se desencadenó contra Carlos Liebknecht. Y en enero de 1915 Carlos Liebknecht fue movilizado en el ejército. Se le envió a Kustrin. Liebknecht se negó a aceptar el fusil. Se le trasladó entonces a una compañía de obreros, de sospechosos, a Lorena. Luego se le mandó al frente de Rusia. Y, desde el frente, Carlos Liebknecht escribió a sus hijos el 21 de diciembre: “Yo no dispararé”. Asistió aún, a otras sesiones del Reichstag, donde nuevamente insurgió repetidas veces contra el gobierno alemán y contra la guerra. Los clamores de la Cámara cubrieron, ahogaron, acallaron invariablemente su voz solitaria y heroica. Pero Carlos Liebknecht no renunció a su propaganda; unido a Rosa Luxemburgo, a Franz Mehring, a Clara Zetkin, escribió aquellas célebres cartas, suscritas con el seudónimo de Spartacus, que más tarde fue el nombre del Partido Comunista Alemán.
El 1º de mayo de 1918 se realizó en Berlín la primera demostración pública contra la guerra. Carlos Liebknecht, disfrazado de civil, asistió a ella. Fue arrestado y procesado por traición a la patria. El tribunal militar lo condenó entonces a cuatro años de trabajos forzados. Un año más tarde, la revolución le abrió las puertas de la cárcel. La figura de Liebknecht, como vemos, no era la única en las filas dirigentes del proletariado alemán que luchaba contra la guerra.
Al lado de Liebknecht se agrupan varias figuras gloriosas.
He mencionado ya a Rosa Luxemburgo, a Clara Zetkin, a Eugenio Levinés. Todos estos líderes reconocieron que su deber era combatir a la guerra, como reconocieron, más tarde, que su deber era llevar a su meta final la revolución.Todos ellos militaron, con Carlos Liebknecht, en el grupo Spartacus, célula inicial del Partido Comunista Alemán. Pero de su conducta durante la revolución misma me ocuparé oportunamente. Ahora no está en examen sino su conducta durante la pre-revolución, porque, basándome en ella, estoy sosteniendo que existía en el movimiento proletario alemán un ambiente distinto acerca de la guerra que en el movimiento proletario en las naciones aliadas. Un numeroso núcleo de opinión proletaria, reprimido, es verdad, marcialmente por la acción del gobierno, luchaba por rebelar contra la guerra al proletariado alemán. Y los cien diputados del socialismo alemán, la mayoría de los líderes de la social-democracia, no podían dar a la guerra una adhesión ardorosa, un apoyo incondicional. La burguesía y la clase media alemanas peleaban por los ideales del militarismo prusiano, por el dominio del mundo, por el Deutschland Uber Alles, por el ubervolk, por el sometimiento de Europa a la organización alemana; pero el proletariado alemán, conforme a las palabras de orden de sus líderes mayoritarios, no peleaba sino por un interés de defensa nacional. El proletariado alemán no sentía la necesidad absoluta de la guerra jusqu’au bout , de la guerra hasta el fin, de la guerra absoluta y, sobre todo, hasta el anonadamiento total del enemigo.
Wilson y su propaganda democrática, Wilson y sus Catorce Puntos, Wilson y sus ilusiones de un nuevo código de justicia internacional, encontraron, por consiguiente, en el frente alemán, un frente permeable, un frente vulnerable, un frente franqueable. Ya he dicho la resonancia revolucionaria que tuvo en el pueblo el programa wilsoniano. Desde que al pueblo austríaco le fue dicho que los aliados no combatían contra ellos sino contra sus gobiernos, desde que les fue asegurado que no se les impondría una paz de anexiones, ni de indemnizaciones, el pueblo alemán y el pueblo austríaco empezaron a sentir cada vez menos la necesidad de la guerra. Además, como ya he dicho también, la propaganda wilsoniana estimuló y despertó en las nacionalidades encerradas en el Imperio Austro-Húngaro viejos y arraigados ideales de independencia nacional.
Y, de otra parte, la Revolución Rusa repercutió también revolucionariamente en el proletariado austríaco y en el proletariado alemán. Dos propagandas se juntaron para minar y franquear el frente austro-alemán: la propaganda democrática de Wilson y la propaganda maximalista de los bolcheviques.
Los efectos de estas propagandas tuvieron que manifestarse a continuación del primer quebranto militar austro-alemán. La ofensiva italiana en el Piave encontró al ejército austríaco mal dispuesto al sacrificio.
Las tropas checoeslovacas capitularon casi en masa. Y en el frente alemán, la noticia de este desastre y la ofensiva francesa, desencadenaron la explosión de los gérmenes revolucionarios durante tanto tiempo acumulados.
El pueblo alemán y el ejército alemán manifestaron su voluntad de paz y de capitulación. E insurgieron contra el Káiser y la monarquía, contra el régimen responsable de la guerra, culpable de la derrota. Deslindaron la responsabilidad del gobierno y del pueblo alemán, Y barrieron a la monarquía y a todas sus instituciones.
El 9 de noviembre de 1918, a poco más de un año de distancia de la Revolución Rusa, se produjo la Revolución Alemana. La historia de los acontecimientos de esos días es conocida. Estalló una guerra revolucionaria en Kiel y Hamburgo. Se insurreccionaron los marineros, quienes en automóviles marcharon sobre Berlín. La huelga general fue proclamada. Las tropas se negaron a reprimir al proletariado insurgente. El Káiser abdicó y abandonó Berlín. Y los revolucionarios proclamaron la República en Alemania. La revolución tuvo en ese instante un carácter netamente proletario.
Se constituyeron en Alemania los consejos de obreros y soldados, los soviets en suma. Y se formó un ministerio de socialistas mayoritarios. Pero este ministerio no comprendió al ala izquierda del socialismo, al grupo de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Franz Mehring, Clara Zetkin, etc., contrario a un compromiso con los socialistas mayoritarios que habían amparado la guerra. Más aún, entre el grupo de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo y los socialistas gobernantes se abrieron rápidamente las hostilidades. Carlos Liebknecht fundó la Unión Spartacus, el Partido Comunista Alemán y el órgano periodístico de los espartaquistas Die Rote Fahne (La Bandera Roja).
Los espartaquistas propugnaron la realización del socialismo a través de la dictadura del proletariado, del gobierno de los soviets. Reclamaron la confiscación de todas las propiedades de la Corona en beneficio de la colectividad; la anulación de las deudas del Estado y los empréstitos de guerra; la expropiación de la propiedad agrícola grande y media y la constitución de cooperativas agrícolas encargadas de administrarlas, mientras las pequeñas propiedades permanecían en manos de sus pequeños poseedores hasta que quisieran voluntariamente unirse a las cooperativas; la nacionalización de todos los bancos, minas, fábricas y grandes establecimientos industriales y comerciales. En suma, los espartaquistas propusieron la actuación en Alemania del programa actuado en Rusia por los maximalistas. Los socialistas mayoritarios, Ebert, Scheidemann, etc., eran adversos a este programa. Y las masas que los seguían no estaban espiritualmente preparadas para una transformación tan radical del régimen de Alemania. Los socialistas independientes, Kautsky, Hasse, Hilferding, etc., se mostraron vacilantes. No se inclinaban por el limitado y opacado reformismo de los socialistas mayoritarios ni por el revolucionarismo de los espartaquistas. Los espartaquistas iniciaron, a la manera bolchevique, una campaña de agitación progresiva. Las figuras que acaudillaban la Unión Spartacus eran, ciertamente, figuras de primer rango en el movimiento proletario alemán. Carlos Liebknecht, era hijo de Guillermo Liebknecht, uno de los patriarcas del socialismo alemán. Era, pues, heredero de un nombre glorioso en la historia del socialismo alemán, además dueño de una figuración brillante, intensa, continua en la vanguardia del proletariado. Su pura intranquilidad e intransigencia durante la guerra daba a su nombre una aureola llena de sugestión. Rosa Luxemburgo, figura internacional y figura intelectual y dinámica, tenía también una posición eminente en el socialismo alemán. Se veía, y se respetaba en ella, su doble capacidad para la acción y para el pensamiento, para la realización y para la teoría. Al mismo tiempo era Rosa Luxemburgo un cerebro y un brazo del proletariado alemán. Franz Mehring era uno de los teóricos más profundos, más luminosos y más eruditos del marxismo, autor de una serie de obras profundas y admirables, había escrito, precisamente, un libro fundamental sobre Marx y sobre el marxismo. Era viejo, tenía 72 años, pero conservaba el temple y el fervor de la juventud. Eugenio Levinés, polaco ruso, que participó en Rusia en la revolución de 1905 y que entonces sufrió la prisión en Siberia, era otra noble y bizarra figura revolucionaria, provenía de una familia rica y poseía una vasta cultura literaria y científica. Había renunciado, sin embargo, a sus prerrogativas de intelectual y se había hecho obrero.
León Jogisches, periodista polaco, también era un notable tipo de agitador, de propagandista y de revolucionario, era el colaborador, el confidente, el amigo de Rosa Luxemburgo. En el partido socialista polaco había tenido una actuación sobresaliente, en la Unión Spartacus era el organizador enérgico e incansable de la acción y de la propaganda.
Clara Zetkin, en fin, la única figura que sobrevive de este grupo de líderes, de conductores y de apóstoles, era de la misma estatura moral e intelectual.
Este fuerte, homogéneo e inteligente estado mayor del espartaquismo, consiguió agitar, sacudir potentemente al proletariado alemán. Las masas obreras alemanas carecían de preparación espiritual y revolucionaria, y de esto os hablaré dentro de un instante al hacer la crítica de la revolución. Sin embargo, los jefes espartaquistas consiguieron organizar una nueva vanguardia proletaria. Esta vanguardia proletaria era una vanguardia de acción; pero los jefes espartaquistas no pretendían lanzarla prematuramente a la conquista del poder. Se proponían usarla para despertar la conciencia del proletariado, capacitarla cada día más para la acción, robustecerla numéricamente, prepararla para el asalto decisivo en la hora oportuna.
La táctica de los socialistas mayoritarios, del gobierno de Ebert y de Scheidemann, consistió por esto en precipitar la acción revolucionaria de los espartaquistas, en traer a los espartaquistas al combate antes de tiempo, en obligarlos a empeñar la batalla inmaduramente. Los socialistas mayoritarios necesitaban de la violencia de los espartaquistas a fin de reprimir su violencia con una violencia mayor y eliminar de esta suerte a un enemigo crecientemente peligroso. Las masas espartaquistas, imprudentemente, no midieron sus pasos. El gobernador de Berlín, Eichorn, era socialista de izquierda, un revolucionario, extensamente popular en la capital alemana. Era un elemento indócil a la reacción y leal a la revolución y al proletariado. El gobierno socialista mayoritario resolvió exigirle su renuncia. Era ésta una provocación al proletariado revolucionario de Berlín.
El domingo 5 de enero de 1919 hubo grandes demostraciones revolucionarias en Berlín. Al día siguiente se declaró la huelga. Las masas, indignadas contra el órgano oficial del Partido Socialista, el Vorwaerts, del cual se habían adueñado algunos socialistas mayoritarios, resolvieron ocupar por la fuerza éste y algunos otros diarios. Construyeron barricadas, pero se esforzaron por evitar efusiones de sangre, invitando a las tropas por medio de grandes carteles, a no disparar contra sus hermanos proletarios. Los choques comenzaron, sin embargo, muy en breve. Algunos agentes provocadores, según parece, fueron utilizados para encender la lucha. El caso es que entre las tropas y las masas espartaquistas se empeño el combate. Noske, un socialista mayoritario, se encargó del Ministerio de Guerra y con el concurso entusiasta de los oficiales del antiguo régimen organizaron la represión de los insurrectos. Hubo en Berlín varios días de sangrientas batallas.
El domingo 12 los espartaquistas que ocupaban el Vorwaerts enviaron seis parlamentarios desarmados a negociar la paz con los sitiadores de la imprenta ocupada. Los seis parlamentarios fueron fusilados. Los combates prosiguieron. Los jefes espartaquistas no habían querido nunca conducir a las masas a la lucha, pero una vez emprendida ésta, una vez iniciada la batalla, sintieron que su deber era ocupar su puesto al lado de las masas.
Las autoridades les atribuyeron la responsabilidad íntegra de la insurrección de las masas espartaquistas y se echaron en su persecución. En la tarde del 15 de enero, Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, que se habían refugiado en una casa amiga, en un barrio del oeste de Berlín, en Wilmersdof, fueron arrestados por la tropa. Horas más tarde fueron asesinados.
La versión oficial de su muerte dice que, tanto el uno como el otro, intentaron escapar de manos de sus custodios, y que éstos, para evitar la fuga, se vieron obligados entonces a disparar y matarles. Pero la verdad fue otra.
Liebknecht y Rosa Luxemburgo cayeron en manos de oficiales del antiguo régimen, enemigos fanáticos de la revolución, reaccionarios delirantes, que odiaban a todos los autores de la caída del Káiser por conceptuarlos responsables de la capitulación de Alemania. Y esta gente no quiso que los dos grandes revolucionarios ingresasen vivos en una prisión.
Pero con este sangriento episodio de la muerte de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo no se extinguió la ola revolucionaria. La vanguardia del proletariado alemán seguía reclamando del gobierno una política socialista. Los socialistas mayoritarios que, con el concurso y el beneplácito de la burguesía, habían reprimido truculentamente la insurrección espartaquista, resultaban cada día más embarazados para desenvolver en el gobierno un programa de socialización.
En febrero y marzo el proletariado vuelve, gradualmente, a asumir una posición de combate. Se suceden de nuevo las huelgas que, de la región del Rhin y de Westfalia, se extienden a la Alemania central, a Baden, a Baviera, a Wurtenberg. En estas huelgas los trabajadores pasan de las reclamaciones de aumento de salarios a la demanda de la socialización y de la instauración de un gobierno sovietista. El gobierno mayoritario aplaca estos movimientos con una serie de vagas y pomposas promesas. Y con estas promesas consigue aquietar a las masas. Pero una parte de ellas manifiestó una decidida voluntad revolucionaria. Y se produjeron en Berlín nuevas jornadas sangrientas. Las víctimas de la represión se contaron una vez más por millares. Y el espartaquismo perdió a otro de sus mejores jefes. León Jogisches, capturado poco después de las jornadas de marzo, tuvo una suerte análoga a Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo. No fue asesinado en el camino de la prisión, sino en la prisión misma. Se dijo que había intentado fugar (la eterna historia de la fuga), y que por esto había sido preciso disparar contra él.
Pero con estas batallas de la vanguardia proletaria de Berlín no cesó aquel período de actividad revolucionaria en Alemania. También el proletariado de Munich libró valientes batallas. Y la represión en Munich fue más sangrienta, más dura, más costosa todavía para el proletariado que la represión en Berlín.
En Munich, en Baviera, se llegó a instaurar el régimen de los soviets. La república sovietista de Munich, fue de un sovietismo artificial, de un comunismo de fachada, y esto era natural. Predominaban en este gobierno elementos reformistas, elementos semi-burgueses que no daban a la República Bávara una orientación realmente revolucionaria. La vida de esta república sovietista no podía, pues, ser larga. De una parte, porque este gobierno sovietista en la forma, reformista en el contenido, no era capaz de desarmar a la burguesía, de abolir sus privilegios ni de desalojarla de sus posiciones. De otra parte, porque la Baviera era la región de Alemania menos adecuada a la instauración del socialismo.
La Baviera es la región agrícola de Alemania. La Baviera es un país de haciendas y de latifundios: no es un país de fábricas.
El proletariado industrial, eje de la revolución proletaria, se encuentra, pues, en minoría. El proletariado agrícola, la clase media agrícola, predomina absolutamente. Y, como es sabido, el proletariado agrícola no tiene la suficiente saturación socialista, la suficiente educación clasista para servir de base al régimen socialista.
El instrumento de la revolución socialista será siempre el proletariado industrial, el proletariado de las ciudades. Además, no era posible la realización del socialismo en Baviera, subsistiendo en el resto de Alemania el régimen capitalista. No era concebible siquiera una Baviera socialista, una Baviera comunista dentro de una Alemania burguesa.
Vencida la revolución comunista en Berlín, estaba vencida también en Munich. Los comunistas bávaros no renunciaron, sin embargo, a la lucha, y combatieron sin tregua por transformar la república sovietista de Munich en una verdadera república comunista. Poco a poco esta transformación empezó a operarse. La conciencia del proletariado bávaro se desarrolló más día a día. A los puestos directivos fueron llevados obreros efectivamente revolucionarios. Ese fue, simultáneamente, el instante de la contraofensiva burguesa. Vencedora del proletariado en Berlín, la burguesía alemana inició el ataque contra el proletariado en Munich. Las masas comunistas de Munich no tuvieron mejor fortuna que las de Berlín.
Y otro de los líderes del espartaquismo, Eugenio Levinés, aquel intelectual polaco-ruso de que os he hablado hace pocos momentos, fue el mártir de esta jornada revolucionaria. Eugenio Levinés no fue asesinado como Carlos Liebknecht, como Rosa Luxemburgo, etc., sino fusilado en una prisión de Munich. Se le siguió un proceso relámpago y se le condenó a muerte. Frente al pelotón de ejecución, Eugenio Levinés se portó valientemente. Y murió con el grito de “¡Viva la Revolución Universal!”, en los labios.
Estos son, ligeramente narrados, los principales episodios espartaquistas de la Revolución Alemana. Este fue el instante más agudo y culminante de la revolución. El pueblo alemán, pasado este período de agitación que los líderes del espartaquismo crearon con su acción incansable, mostró una capacidad revolucionaria, una voluntad revolucionaria cada día menor.
El poder estuvo, primeramente, en manos de los socialistas mayoritarios, apoyados por los socialistas independientes o sea los socialistas centristas. Estuvo, después, en manos de los socialistas mayoritarios únicamente. Luego, los socialistas mayoritarios, educados en la escuela democrática, necesitaron la colaboración de dos partidos burgueses: el Centro Católico, el Partido de Erzberger, y el Partido Demócrata, el partido de Walther Rathenau y del Berliner Tageblatt.
Como los socialistas mayoritarios, contrarios a la tesis de la dictadura del proletariado, habían convocado a elecciones parlamentarias, quedaron a merced de las combinaciones del equilibrio parlamentario. Faltándoles la colaboración de una parte de los votos socialistas, tenían que buscar la cooperación de igual o mayor número de votos burgueses. La asamblea nacional sancionó en Weimar una constitución democrática; pero no una constitución socialista. Los socialistas mayoritarios, dentro del régimen parlamentarista, no podían conservar íntegramente el poder; pero eran indispensables para la constitución de una mayoría. Por eso, los hemos visto entrar en todos los gabinetes de coalición que se han sucedido. Pero en el gabinete actual, en el gabinete de Cuno, no figuran ya los socialistas mayoritarios.
Su neutralidad benévola en el parlamento sigue siendo necesaria para la vida del ministerio. Pero el ministerio no es ya un ministerio con participación de los socialistas mayoritarios, sino un ministerio de coalición de los partidos burgueses alemanes, coalición en la cual no falta sino la extrema derecha burguesa, el partido pan-germanista, o sea el partido de la monarquía.
La Revolución Alemana, después de la insurrección espartaquista, no ha hecho sino virar a la derecha, siempre a la derecha. Primero, el poder fue ejercido por los socialistas de la derecha y del centro, unidos; después por los socialistas de la derecha solamente. Más tarde, por los socialistas de la derecha, en colaboración con los partidos burgueses más liberales.
Actualmente, por estos partidos burgueses, amparados en la neutralidad benévola de los socialistas de derecha, la Revolución Alemana ha ido perdiendo cada vez más todo carácter socialista, y afirmándose cada vez más en su carácter democrático, en su carácter burgués. Por eso, ahora, se dice que la Revolución Alemana no se ha consumado aún. Que la Revolución Alemana se ha iniciado no más.
Rodolfo Hilferding, antiguo líder de los socialistas independientes, dijo en el Congreso de Halle en 1920: “Nosotros hemos dicho siempre que el 9 de diciembre no fue en un cierto sentido una verdadera revolución. Nosotros hicimos todo lo posible, primero durante la guerra y después al comienzo de la revolución, por dar a ésta el aspecto más decisivo”. Y Walther Rathenau, líder demócrata, pensador notable de la burguesía alemana, que, como recordaréis, fue asesinado hace un año por un nacionalista alemán, en su notable libro La Triple Revolución, emite opiniones muy interesantes sobre la fisonomía y el alcance de la Revolución Alemana. Walther Rathenau dice: “Nosotros llamamos Revolución Alemana, a algo que fue la huelga general de un ejército vencido”.
A continuación Walter Rathenau señala que, mientras en Rusia existía una antigua preparación revolucionaria, en Alemania no había preparación revolucionaria ninguna. El proletariado alemán carecía de estímulos revolucionarios. Gozaba de un tenor de vida discretamente cómodo. Le era permitido vivir con higiene, con desahogo, con limpieza. Y hasta le era permitido ahorrar modestamente. El Estado ayudaba a las familias numerosas. En el orden económico, el proletariado alemán había hecho mayores conquistas que proletariado alguno. Y por esto mismo se había desinteresado de las conquistas en el orden político.
El Káiser, la monarquía, se reservaban el manejo, la dirección de la política exterior e interior del Estado. Al proletariado esto no le preocupaba casi porque no rozaba ningún interés inmediato suyo. En el proletariado alemán no había, por consiguiente, un real estado de conciencia revolucionaria. Mejor dicho, este estado de conciencia era demasiado embrionario, demasiado naciente, demasiado incipiente. La revolución sorprendió, pues, impreparado al proletariado alemán. Naturalmente, de entonces acá la preparación revolucionaria del proletariado alemán ha hecho camino. Hoy esa preparación es mucho mayor que en 1918.
El Estado burgués vira cada día más a la derecha; pero las masas populares viran cada día más a la izquierda. Cada día manifiestan mayor saturación, mayor conciencia, mayor preparación revolucionarias. Precisamente, este apartamiento de los socialistas mayoritarios del gobierno, se ha operado bajo la presión de las masas.
Por todas esas razones, los actuales acontecimientos alemanes no son sino episodios de la Revolución Alemana, el actual gobierno burgués de Alemania no es sino un período, un capítulo de la Revolución Alemana. La Revolución Alemana no se ha consumado, porque una revolución no se consuma ni en meses ni en años; pero tampoco ha abortado, tampoco ha fracasado. La Revolución Alemana se ha iniciado únicamente. Nosotros estamos presenciando su desarrollo.
Un período de reacción burguesa es un período de contraofensiva burguesa, pero no de derrota definitiva proletaria. Y, desde este punto de vista, que es lógico, que es justo, que es exacto, que es histórico, el gobierno fascista, la reacción fascista en Italia, es un episodio, un capítulo, un período de la Revolución Italiana, de la guerra civil italiana. El fascismo está en el gobierno; pero el proletariado italiano no ha capitulado, no se ha desarmado, no se ha rendido. Se prepara para la revancha.
Mientras tanto, el fascismo para llegar al gobierno ha necesitado pisotear los principios de la democracia, del parlamentarismo, socavar las bases institucionales del viejo orden de cosas, enseñar al pueblo que el poder se conquista a través de la violencia, demostrarle prácticamente que se conserva el poder sólo a través de la dictadura. Y todo esto es eminentemente revolucionario, profundamente revolucionario. Todo esto es un servicio a la causa de la revolución.
En la próxima conferencia me ocuparé de la disolución del Imperio Austro-Húngaro y de la Revolución Húngara. Y entraré luego en el examen de la Paz de Versalles, de aquella paz que ha sido el fracaso de las ilusiones democráticas de Wilson, y que ha dejado a Europa la herencia de esta situación.
Pero esto no podrá ser el próximo viernes porque el próximo viernes será el 27 de julio, día de fuegos artificiales y de nochebuena, sino el viernes 4 de agosto.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la conferencia La revolución hungara

Programa: -La Revolución Húngara. -El conde Karolyi. - Bela Kun. -Horthy

Estos tres nombres sintetizan las tres fases, de la revolución insurreccional y democrática, comunista y proletaria, reaccionaria y terrorística.- Aquí, donde se conoce mal la revolución rusa, se conoce, menos todavía la revolución húngara.

El proceso de la revolución húngara es, en sus grandes lineamientos, el mismo de la revolución alemana y austriaca. Pero tiene algo de fisonómico, de particularmente propio: el separatismo, el nacionalismo húngaro.

Ante la ofensiva victoriosa de los italianos en el Piave, los checos y los húngaros tiraron imprevistamente las armas. Se inició así la revolución húngara. -Esta insurrección militar no fue seguida inmediatamente de una insurrección proletaria. El proletariado carecía aún de una sólida consciencia revolucionaria clasista.

Karolyi. -Este gobierno, emergido de la insurrección del 31 de Octubre, fue un gobierno de la burguesía radical coaligada con la social-democracia. -Karolyi fue, en cierta forma, el Kerensky de Hungría. Pero menos sectario, más revolucionario, más interesante, más sugestivo.

Al gobierno de Karolyi —no obstante la disimilitud moral entre uno y otro leader— le acontecía aproximadamente lo que al de Kerensky.

Simultáneamente, la situación internacional conspiraba también contra el gobierno de Kerensky. -Llego un día fatal. Notificación de que las fronteras de entonces de Hungría debían ser consideradas como definitivas. -Karolyi no podía someterse a estas condiciones. No le quedó más camino que la dimisión.

Surgió así el gobierno de Bela Kun. El 21 de marzo de 1919. A la creación de este gobierno concurrieron comunistas y social-democráticos. Este es el signo que distingue la revolución húngara de la rusa. Pero esto era también debilidad. El partido social-democrático no tenía suficiente educación revolucionaria. Viejos elementos sindicales, desprovistos de capacidad y voluntad para colaborar solidariamente con los maximalistas. -¿Por qué colaboraron y participaron decisivamente a la revolución? Se vieron en la necesidad de elegir entre la revolución comunista y la reacción feudalista y aristócrata. -En cambio de su adhesión al programa de los comunistas, no demandaron sino el derecho a participar en su realización. Era una demanda lógica. Los comunistas accedieron a ella. Este fue su primer error. El gobierno sovietista de Hungría resultó hibrido, mixto, compuesto.

Bela Kun desarrolló, en gran parte, el programa económico y socia proletariado. Expropiación de los latifundios, medios de producción establecimientos industriales. Los fundos, entregados a los campesinos, organizados en cooperativas de producción. Se atendió solícitamente a las victimas de la guerra, no satisfechas por Kerensky, entrabado por sus miramientos y respetos. Los inválidos, viudas, etc, socorridos. Los sanatorios de lujo, hospitales comunales. Los palacios, destinados a los inválidos, viejos y niños enfermos. Simultáneamente se re organizaban la instrucción publica, la cultura, para convertirlas en instrumentos de educación, socialista.

Pero contra Bela Kun conspiraban de una parte el escepticismo y la resistencia social-democráticos; de otra las potencias vencedoras. Miraban en Hungría un peligroso foco de propagación. Los social-democráticos limitaban las medidas contra los preparativos y complots reaccionarios.

La revolución era atacada, en dos frentes: externo e interno.

En estas condiciones, llegó la mitad de abril. Rumania invadió Hungría. El ejército checo a 70 u 80 millas de Budapest. -El 2 de mayo, en una sesión dramática del consejo obrero de Budapest, Bela Kun expuso la situación. El consejo voto por la resistencia a todo trance. Los obreros constituyeron un ejercito rojo que contuvo a los rumanos y derrotó a los checos. El instante se tornaba critico para la ofensiva aliada. La diplo macia aliada cambió de táctica. Invitación a Turquía a retirarse del territorio checo; en compensación, retiro del ejercito rumano Tibisco.

El ejército rojo, disgustado y deprimido en su voluntad combativa, se retiró de Checo Eslavia. Sacrificio inútil. Los aliados no cumplieron su compromiso. Esta decepción, este fracaso, descorazonaron al proletariado, cuya fe era minada por los social democráticos, quienes empezaban a negociar secretamente con los diplomáticos aliados.

La reacción, entre tanto, se aprestaba para el asalto. El 24 de junio los reaccionarios y 300 oficiales alumnos de la escuela militar se adueñaron de los monitores del Danubio. Los tribunales trataron con excesiva generosidad a los sediciosos.

El regimen continuaba luchando con enormes dificultades. Escaseaban las provisiones. Bela Kun decidió entonces ofensiva contra los rumanos. Pero esta ofensiva, iniciada el 20 de julio, no tuvo suerte. Este revés militar condenó a muerte al régimen. Los aliados prometieron el reconocimiento de un gobierno-social-democrático. Pusieron como precio la eliminación de los comunistas y la destrucción de su obra. El partido social democrático y los sindicatos aceptaron las condiciones. El 2 de agosto el consejo de comisarios del pueblo abdicó.

Lo reemplazó un gobierno social-democrático. Para contentar a los aliados derogó las leyes comunistas. Restableció la propiedad de las fábricas y latifundios, la libertad de comercio, en sus cargos a los funcionarios de la administración burguesa. -Con todo no duró sino tres días. Vencida la revolución, el poder tenia que caer en manos de la reacción. Los social-democráticos no podían resistir la ola reaccionaria.

Asi empezó el martirio del proletariado húngaro. El terror blanco asoló Hungría. Se ensañó contra los comunistas, social-democráticos, hebreos finalmente contra los propios burgueses sospechosos de devoción liberal y democrática. Pero se encarnizó contra el proletariado. En las regiones transdanubianas, algunas localidades verdaderamente diezmadas. -Innumerables trabajadores fusilados; otros encarcelados; otros obligados a emigrar. A Austria, a Italia, llegaban todos los días contingentes de prófugos. Viene, llega de refugiados.

Toda descripción, pálida. A partir de agosto de 1919 se ha sucedido los fusilamientos, procesos, mutilaciones, saqueos, como medios de represión y de castigo del proletariado. Ha sido necesario que la sed de sangre se calme y que un grito de horror la cohíba, para menes y las persecuciones disminuyan y enrarezcan. Tengo a la mano un libro que contiene algunos, relatos. (Página1/3)

Pero estos relatos podrían parecer exagerados. Se dirá que esta es una versión italiana, tropical. Más las mismas cosas han sido contadas por una comisión de los Trade Unions y del Labour Party, que visitó Hungría en mayo de 1920. La formaban el Coronel Wedgwood, de los comunes, y cuatro más. No pudo recorrer toda Hungría. El informe es, por consiguiente una narración benévola. Peca de moderación, peca de optimismo. Sin embargo, corrobora las afirmaciones del libro italiano. -En esa época, el numero de presos era al menos de 12.000. Horthy confesaba que tenia encarcelados a 6000.

El informe contiene varias anécdotas atroces. Una de ellas, el caso de la señora Hamburger.

Ya sabéis como actué el terror blanco en Hungría. El gobierno de Horthy, visión pavorosa de la edad media. No en balde sus características son, precisamente, las de intentar restablecer el feudalismo. -Horthy gobierna Hungría como regente, porque para la reacción Hungría sigue siendo un reinó. Hace un ano Carlos de Hamburgo fue llamado por los monarquistas.

De hecho, el régimen de Horthy es un regimen absoluto, medioeval. Es el dominio del latifundio sobre la industria; del campo sobre la ciudad. Hungría está empobrecida. La miseria es apocalíptica. -Pero un periodo de reacción no puede ser sino transitorio. Una nación no puede retrogradar a un sistema bárbaro y primitivo. La tendencia de las fuerzas productivas, la relación con las demás naciones, no consienten la regresión a un regimen anti-industrial y anti-proletarío. -Gradualmente, se reanima el movimiento proletario húngaro. Horthy no es sino un episodio.

José Carlos Mariátegui La Chira

[Séptima Conferencia] - La revolución húngara

[Transcripción completa]
La Revolución Húngara
Reanudamos esta noche nuestras conversaciones sobre la historia de la crisis mundial, interrumpidas por tres semanas de vacaciones. Llegamos hoy a un capítulo intensamente dramático de la historia de la crisis mundial. El programa de este curso de conferencias nos señala así el tema. La Revolución Húngara. El Conde Karolyi. Bela Kun. Horthy. Estos tres nombres, Karolyi, Bela Kun, Horthy, sintetizan las fases de la Revolución Húngara: la fase insurreccional y democrática, la fase comunista y proletaria, la fase reaccionaria y terrorística. Karolyi fue el hombre de la insurrección húngara; Bela Kun fue el hombre de la revolución proletaria; Horthy es el hombre de la reacción burguesa, del terror blanco y de la represión brutal y truculenta del proletariado.
Aquí, donde se conoce mal la revolución rusa, se conoce menos todavía la revolución húngara, y esto se explica. La historia de la revolución rusa es la historia de una revolución victoriosa, mientras la historia de la Revolución Húngara es, hasta ahora, la historia de la revolución vencida. El cable no ha cesado de contarnos cosas espeluznantes de la Revolución Rusa y de sus hombres, pero casi nada nos ha contado de la reacción húngara ni de sus hombres. Y los buenos burgueses, tan consternados con el terror rojo, con el terror ruso, no se consternan absolutamente con el terror blanco, con el terror de la dictadura de Horthy en Hungría; sin embargo, nada más sangriento, nada más trágico que este período sombrío y medioeval de la vida húngara. Ninguno de los crímenes imputados a la revolución rusa es comparable a los crímenes cometidos por la reacción burguesa en Hungría.
Veamos, ordenadamente, las tres fases de la Revolución Húngara. He explicado ya el proceso de la Revolución Alemana y de la Revolución Austríaca. Bien. El proceso de la Revolución Húngara es, en sus grandes lineamientos, el mismo. Pero tiene siempre algo de fisonómico, algo de particularmente propio. Además del cansancio, de la fatiga, del descontento de la guerra, prepararon la Revolución Húngara los anhelos de independencia nacional súbitamente despertados, excitados y estimulados por la propaganda wilsoniana. Wilson soliviantaba a los pueblos contra la autocracia y contra al absolutismo y los soliviantaba, al mismo tiempo, contra el yugo extranjero. Hungría, como sabéis, sufría la dominación de la dinastía austriaca de los Hansburgos. Los húngaros, diferentes como raza, como idioma y como historia de los austríacos, no convivían voluntariamente con los austríacos dentro del imperio austro-húngaro. La derrota, por eso, no causó en Autria-Hungría únicamente la revolución: causó también la disolución. Las nacionalidades que componían el imperio austro-húngaro se independizaron y separaron. Y, naturalmente, las potencias vencedoras estimularon este fraccionamiento de Austria-Hungría en varios pequeños estados.
Como ya he dicho en otra ocasión, el frente austríaco fue debilitado antes que el frente alemán, precisamente a causa de los ideales separatistas de las nacionalidades que formaban parte de Austria-Hungría, y, consecuentemente, el frente militar austríaco cedió antes que el frente militar alemán. Ante la ofensiva victoriosa de los italianos en el Piave, los soldados checoeslovacos y los soldados húngaros, fatigados de la guerra, improvisadamente tiraron las armas y se negaron a seguir combatiendo. Acontecía esto a fines de octubre de 1918. La rebelión de las tropas del frente contra la guerra, se propagó velozmente en todo el ejército húngaro.
Y se inició así la Revolución Húngara que, al igual que la Revolución Alemana, fue, en un principio, la huelga general de un ejército vencido, conforme a la frase de Walther Rathenau. Como la Revolución Alemana, la Revolución Húngara empezó con la insurrección militar, pero en Hungría esta insurrección militar no fue seguida, inmediatamente, con una insurrección proletaria. El movimiento proletario era todavía demasiado inmaduro, demasiado incipiente. El proletariado húngaro carecía aún de una sólida conciencia revolucionaria clasista. El Conde Miguel Karolyi presidió el primer gobierno revolucionario. Este gobierno, emergido de la insurrección del 31 de octubre, fue un gobierno de la burguesía radical coaligada con la social-democracia.
El conde Karolyi fue, en cierta forma, el Kerensky de la Revolución Húngara. Pero fue un Kerensky menos sectario, más revolucionario, más interesante, más sugestivo. El Conde Karolyi era un viejo agitador del nacionalismo húngaro. Un agitador de tipo radical, y proveniente de la aristocracia húngara, pero contagiado de la mentalidad social-democrática de su época. Un agitador de temperamento romántico, fácilmente inflamable, capaz de cualquier bizarra locura, exento de las supersticiones democráticas y burguesas del mediocre Kerensky.
La distancia mental y espiritual que separa a ambas figuras resulta más clara y ostensible después de su gobierno que durante éste. Mientras Kerensky no ha cesado de orientarse hacia la derecha y de aproximarse a los capitalistas y hasta a los monárquicos rusos, Karolyi ha evolucionado cada día más hacia la izquierda. Tanto que hace dos años, aproximadamente, fue expulsado de Italia, acusado de agente bolchevique. Yo tuve oportunidad de conocerlo en Florencia en enero de 1921. O sea hace dos años y medio. Era en vísperas del famoso Congreso Socialista de Livorno, donde el Partido Socialista italiano se escisionaría.
César Falcón y yo aguardábamos en Florencia, que no está sino a cuatro horas de Livorno, la fecha de la reunión del Congreso. Ocupábamos nuestro tiempo visitando los museos, los palacios y las iglesias de Florencia. Yo conocía ya Florencia perfectamente. Hacía, pues, de cicerone de Falcón que, por primera vez, la visitaba.
Un día un periodista amigo nos enteró de que el Conde Karolyi residía de incógnito en una pensión de Florencia. Naturalmente, resolvimos en seguida buscarlo; el instante no era propicio para entrar en relación con el ex-presidente húngaro. Los periodistas acababan de descubrir su presencia de incógnito en Florencia y lo asediaban para reportearlo. El Conde Karolyi, por consiguiente, evitaba las entrevistas de los desconocidos. Sin embargo, Falcón y yo conseguimos conversar con él. Charlamos extensamente sobre la situación europea en general y sobre la situación húngara, en particular. En aquellos días, cinco comunistas húngaros, Agosto, Nyisz, Sgabado, Bolsamgi y Kalmar, comisarios del pueblo del Gobierno de Bela Kun, habían sido condenados a muerte por el gobierno de Horthy. Karolyi estaba profundamente consternado por esta noticia, y puesto que su incógnito había sido violado por varios periodistas, decidió renunciar definitivamente a él para suscitar una campaña de opinión internacional en favor de los ex-comisarios del pueblo húngaro condenados a muerte. Aprovechó de todos los reportajes que se le hicieron para solicitar la intervención de los espíritus honrados de Europa en defensa de esas vidas nobles y próceres. A Falcón y a mí nos pidió que actuáramos en este sentido sobre los periodistas españoles. En esa época, en suma, Karolyi hacía causa común con los comunistas húngaros, de igual suerte que Kerensky hacía causa común con los capitalistas y aun con los monarquistas rusos.
Esta nota anecdótica contribuye a delinear, a fijar la personalidad de Karolyi, y por esto la he intercalado en mi disertación. Pero volvamos ahora a la historia ordenada de la Revolución. Examinemos el gobierno precario de Karolyi.
Al gobierno de Karolyi en Hungría –no obstante la disimilitud, la diferencia moral entre uno y otro líder– le acontecía aproximadamente lo mismo que al gobierno de Kerensky en Rusia. No representaba los ideales y los intereses del capitalismo, y tampoco representaba los ideales y los intereses del proletariado. Los soldados de vuelta del frente y de la guerra, querían un pedazo de tierra. Las viudas y los huérfanos de los caídos y los inválidos reclamaban el auxilio pecuniario del Estado. Y el gobierno de Karolyi no podía satisfacer ni una ni otra demanda porque únicamente a expensas de la burguesía, a expensas del capitalismo, era posible satisfacerlas. Pero estas demandas insatisfechas, crecían día a día cada vez más exasperadas. El proletariado húngaro adquiría una conciencia revolucionaria. Surgían aquí y allá consejos de fábrica. El ala izquierda del proletariado rompió con los social-democráticos colaboracionistas y constituyó un Partido Comunista acaudillado por Bela Kun. Este Partido Comunista, al igual que los espartaquistas alemanes, preconizaba la ejecución del programa maximalista. Algunas fábricas fueron ocupadas por los obreros. Esta creciente ola revolucionaria alarmaba, por supuesto en grado extremo, a los elementos reaccionarios. El capitalismo sentía amenazada la propiedad privada de las tierras y de las fábricas y organizaba rápida y activamente la reacción. Los nobles, los latifundistas, los jefes militares, la extrema derecha en una palabra, se aprestaban para derrocar al débil gobierno de Karolyi, que no contentaba a las masas proletarias, pero tampoco garantizaba debidamente la seguridad del capitalismo.
Simultáneamente, la situación internacional conspiraba también contra el gobierno de Karolyi. Eran los días del armisticio y de la gestación de la paz. Las potencias aliadas eran adversas a la constitución de una Hungría fuerte, o, más bien, estaban interesadas en que Yugoeslavia, por una parte, y Checoeslavia, por otra, se engrandecieran a costa del territorio húngaro. Los elementos nacionalistas exigían de Karolyi una política enérgicamente reivindicacionista. Cada pérdida de terreno de Karolyi en el terreno internacional, era una pérdida de terreno en el terreno de la política interna.
Y llegó un día fatal para el gobierno de Karolyi. Los gobiernos aliados le notificaron, por medio de su representante en Budapest, el Teniente Coronel Vyx, que las fronteras de entonces de Hungría debían ser consideradas como definitivas. Estas fronteras significaban para Hungría la pérdida de enormes territorios. Karolyi no podía someterse a estas condiciones. Si lo hubiera hecho, una revuelta chauvinista lo habría traído abajo en pocos días. No le quedó, pues, más camino que la dimisión, el abandono del poder, del cual se apoderó inmediatamente el proletariado. Frecuentemente se ha acusado a Karolyi de traición del orden burgués. Se le ha acusado de haber entregado el gobierno a la clase trabajadora. Pero, en realidad, los acontecimientos fueron superiores a la voluntad de Karolyi y a toda voluntad individual. De un lado la ola reaccionaria, y de otro lado la ola revolucionaria amenazaban el gobierno de Karolyi, condenado, por consiguiente, a desaparecer tragado por la una o por la otra. A un mismo tiempo, se preparaban para el asalto al poder la reacción y la revolución. Y bien, la hora era de la revolución. Abierto por el gobierno de Karolyi, el período revolucionario tenía que tocar a su máximo, tenía que llegar a su plenitud, antes de declinar. Y, cuando Karolyi dimitió, el proletariado se apresuró a recoger en sus manos el poder, para evitar que se enseñorease en él la reacción de la nobleza y de la burguesía más retrógada.
Surgió así el gobierno de Bela Kun. El 21 de marzo de 1919, o sea a menos de cinco meses de la constitución del gobierno de Karolyi, se constituyó el Consejo Gubernativo Revolucionario que declaró a Hungría República Sovietista.
A la creación de este gobierno revolucionario concurrieron comunistas y social democráticos. Y este es el signo que distingue la revolución comunista húngara de la revolución comunista rusa. La dictadura del proletariado fue asumida en Rusia exclusivamente por el Partido Maximalista, con la neutralidad benévola de los social-revolucionarios de izquierda, pero con la aversión de los social-revolucionarios de derecha y centro y de los mencheviques. En Hungría, en cambio, la dictadura del proletariado fue ejercida por los comunistas y social-democráticos juntos. Aparentemente, esto daba fuerza al gobierno obrero de Hungría porque, en virtud del entendimiento entre comunistas y social-democráticos, ese gobierno obrero representaba a la unanimidad del proletariado, a la unanimidad más uno. Todas las grandes tendencias proletarias en el poder; pero esto era, también, la debilidad de la República Sovietista Húngara.
El Partido Social Democrático no tenía suficiente conciencia revolucionaria. Su masa dirigente estaba compuesta de elementos reformistas, mental y espiritualmente adversos al maximalismo. Estos elementos provenían de la burocracia de los sindicatos. Eran viejos organizadores sindicales, envejecidos en la acción minimalista y contingente de la vida sindical, supersticiosamente respetuosos de la fuerza de la burguesía, desprovistos de capacidad y de voluntad para colaborar solidariamente con los maximalistas, a quienes tachaban de jóvenes, inexpertos, de extremistas. ¿Por qué entonces los social-democráticos húngaros cooperaron y participaron decisivamente en la revolución? La explicación está en la situación política de Hungría, bajo el gobierno de Karolyi, que he descrito anteriormente. El gobierno de Karolyi, en el cual participaron los social-democráticos, estaba irremisiblemente condenado a caer arrollado por la revolución o por la reacción. Los social-democráticos se vieron, pues, en la necesidad de elegir entre la revolución comunista y la reacción feudalista y aristocrática, y, naturalmente, tuvieron que optar por la revolución comunista. Algo más, tuvieron que apresurarla para eliminar el peligro de que la reacción ganase tiempo. Cuando dimitió Karolyi, el directorio del Partido Comunista estaba en la cárcel. Los social-democráticos y los líderes comunistas trataron y pactaron entre ellos, pero, los primeros desde el poder, los segundos desde la prisión. Alrededor de los líderes comunistas estaba la mayoría de las masas, decidida a la revolución. Los social-democráticos no capitulaban, luego, ante los líderes comunistas; capitulaban ante la mayoría del proletariado. Se rendían a la voluntad de las masas. Su capitulación fue, en apariencia, completa. Los social-democráticos aceptaron íntegramente la ejecución del programa comunista. Pero la aceptaron sin convencimiento, sin fe, sin verdadera adhesión mental ni moral. La aceptaron, constreñidos, empujados, presionados por las circunstancias. En cambio de su adhesión al programa de los comunistas, no demandaron sino el derecho de participar en su realización.
Les dijeron a los comunistas: “Nosotros aceptamos vuestro programa; pero queremos colaborar en el gobierno destinado a ejecutarlo”. Era una demanda lógica, era una demanda natural y era una demanda lícita. Los comunistas accedieron a ella. Y este fue su primer error. Porque, en virtud del carácter de la coalición social-democrático-comunista, el gobierno sovietista de Hungría resultó un gobierno híbrido, un gobierno mixto, un gobierno compuesto. El programa de este gobierno obrero era de un color uniforme; pero los hombres encargados de cumplirlo eran de dos colores diferentes. Una parte del gobierno quería deveras la realización del programa, sentía su necesidad histórica; otra parte del gobierno no creía íntimamente en la posibilidad de la realización de ese programa, lo había admitido a regañadientes, sin optimismo, sin confianza. Los social-democráticos, en su mayoría, veían en la revolución general europea la única esperanza de salvación de la revolución proletaria húngara. Carecían de preparación intelectual y espiritual para defender a la revolución proletaria húngara, aun en el caso de que el proletariado de las grandes potencias europeas no respondiese al llamamiento, a la incitación de la Revolución Rusa. Esta es la causa espiritual, esta es la causa moral del fin de la dictadura del proletariado en Hungría.
Durante sus breves meses de existencia, a pesar del sabotaje sordo de los social-democráticos, el gobierno de Bela Kun desarrolló, en gran parte, el programa económico y social del proletariado. Procedió a la expropiación de los latifundios y haciendas, de los medios de producción y de los establecimientos industriales. Los latifundios, las haciendas, antigua propiedad de la aristocracia húngara, fueron entregados a los campesinos, organizados en cooperativas de producción. En cada latifundio, en cada hacienda, en reemplazo del propietario feudal, surgió una cooperativa. Al mismo tiempo, se atendió solícitamente a las víctimas de la guerra, cuyas demandas no habían podido ser satisfechas por el gobierno de Karolyi, entrabado por sus miramientos y sus respetos al régimen capitalista. Los inválidos, los mutilados, las viudas, los huérfanos y los desocupados fueron socorridos. Los sanatorios de lujo fueron transformados en hospitales populares. Los palacios, los castillos y los chalets de los aristócratas fueron destinados al alojamiento de los inválidos, de los viejos o de los niños proletarios enfermos. Simultáneamente, se reorganizaba clasísticamente, revolucionariamente, la instrucción pública, la cultura general, para convertirlas en instrumentos de educación socialista. Y para que la cultura, la capacidad técnica, antes patrimonio exclusivo de la burguesía, se socializasen a beneficio del proletariado.
Pero contra el gobierno de Bela Kun conspiraban, de una parte el escepticismo y la resistencia de los social-democráticos, de otra parte las asechanzas de las potencias vencedoras. Las potencias capitalistas miraban en Hungría sovietista un peligroso foco de propagación de la idea comunista. Y se esforzaban en eliminarlo, empujando contra la República Húngara a las naciones vecinas, colocadas bajo la tutela de la Entente vencedora. En tanto los social-democráticos limitaban y entrababan las medidas del gobierno obrero contra los preparativos y complots reaccionarios. Encastillados en sus prejuicios democráticos y liberales, en su superstición de la libertad, los social-democráticos no consentían que el gobierno suspendiese las garantías individuales para los aristócratas, burgueses y militares conspiradores. El Ministro de Justicia del gobierno de Bela Kun era un social-democrático. Un social-democrático que parecía más preocupado de amparar la libertad de los elementos contrarrevolucionarios que de defender la existencia de la revolución.
La Revolución Húngara es atacada, por ende, en dos frentes, en el frente externo y en el frente interno. Externamente, la amenazaba la intervención contrarrevolucionaria de las potencias aliadas, que bloqueaban económicamente a Hungría para sitiarla por hambre. Internamente, la amenazaba la impreparación revolucionaria de la social-democracia, la inconsistencia revolucionaria de una de las bases, de los soportes fundamentales de la Revolución, de uno de los dos partidos del gobierno.
En estas condiciones llegó el gobierno de Bela Kun, inaugurado el 21 de marzo, a la mitad de abril. Hacia la mitad de abril Rumania, uno de los peones de la Entente en esta gran partida política, invadió Hungría. Las tropas rumanas se apoderaron de la mejor zona agrícola de Hungría. Y avanzaron hasta el río Tibisco amenazando Budapest. Casi simultáneamente, los checos se movieron también contra la República Húngara. El ejército checo penetró en territorio húngaro, llegando a setenta u ochenta kilómetros tan sólo de Budapest. El instante era crítico. El 2 de mayo, en una sesión dramática del Consejo Obrero de Budapest, Bela Kun expuso la situación. Y planteó la siguiente cuestión: ¿Convenía organizar la resistencia o convenía rendirse a las potencias aliadas? Muchos social-democráticos se pronunciaron por la segunda tesis, pero el Consejo Obrero se adhirió a la tesis de Bela Kun. Había que resistir hasta el fin. No cabía sino una victoria completa o una derrota completa de la Revolución. No era posible un término medio. Capitular ante las potencias capitalistas, era renunciar totalmente a la Revolución y a sus conquistas. El Consejo Obrero votó por la resistencia a todo trance. Y el gobierno puso manos a la obra, los obreros de las fábricas de Budapest, la vanguardia del proletariado húngaro, constituyeron un gran ejército rojo que detuvo a la ofensiva de los rumanos e infligió una derrota total a los checo-eslavos. Los revolucionarios húngaros penetraron en Checo-eslavia ocupando una gran porción del territorio checo-eslavo. El instante se tornaba crítico para la ofensiva aliada contra Hungría sovietista. Cundían en el ejército checo-eslavo gérmenes revolucionarios.
La astuta diplomacia capitalista cambió entonces de táctica. Las potencias aliadas invitaron a Hungría a retirar el ejército rojo del territorio checoeslavo, ofreciéndole en compensación el retiro del ejército rumano del territorio ocupado más allá del río Tibisco. Los social-democráticos se pronunciaron por la aceptación de esta propuesta, y explotaron la impopularidad de la prosecución de la guerra en el ánimo del proletariado, agotado por los cinco años de fatigas bélicas. Los comunistas no pudieron contrarrestar enérgicamente esta propaganda. Faltaban de Budapest, los elementos más numerosos y combativos del Partido Comunista, enrolados voluntariamente en el ejército rojo. La vanguardia del proletariado de Budapest estaba en el frente combatiendo contra los enemigos externos de la Revolución. El gobierno y el Congreso de los soviets, bajo la influencia de la atmósfera social-democrática de Budapest, acabaron, por esto, inclinándose ante la propuesta aliada. El ejército rojo se retiró de Checoeslavia, descontento y deprimido en su voluntad combativa. Y su sacrificio fue inútil, las potencias aliadas no cumplieron, por su parte, su compromiso. Los rumanos no se retiraron del territorio húngaro. Esta decepción, este fracaso descorazonaron inmensamente al proletariado húngaro, cuya fe revolucionaria era minada, de otro lado por la propaganda derrotista de los social-democráticos, quienes empezaron a negociar secretamente con los representantes diplomáticos de las potencias aliadas una solución transaccional. La reacción entre tanto, se aprestaba para el asalto al poder. El 24 de junio los elementos reaccionarios, unidos a trescientos alumnos de la ex-escuela militar, se adueñaron de los monitores del Danubio. Esta sedición fue dominada, pero los tribunales revolucionarios trataron con excesiva generosidad a los sediciosos. Los trescientos oficiales alumnos rebeldes fueron perdonados. Trece instigadores y organizadores de la insurrección fueron condenados a muerte; pero, cediendo a la presión de las misiones diplomáticas aliadas, se acabó también por indultarlos.
El régimen comunista, en tanto, continuaba luchando con enormes dificultades. A causa del bloqueo, por una parte, y a causa de la ocupación rumana de la fértil región agrícola del Tibisco, por otra, escaseaban las provisiones. Los víveres disponibles no bastaban para el abastecimiento total de la población. Esta escasez contribuía a crear un ambiente de descontento y de desconfianza en el régimen comunista. El gobierno de Bela Kun decidió entonces intentar una ofensiva contra los rumanos para desalojarlos de los territorios de más allá del Tibisco. Pero esta ofensiva, iniciada el 20 de julio, no tuvo suerte. El ejército rojo, descorazonado por tantas decepciones, fue rechazado y derrotado por el ejército rumano. Este revés militar condenó a muerte al régimen comunista.
Los líderes social-democráticos y sindicales entraron en negociaciones formales de paz con las misiones diplomáticas aliadas. Estas misiones prometieron el reconocimiento de un gobierno social-democrático. Pusieron en suma, como precio de la paz, la eliminación de los comunistas y la destrucción de su obra. El partido Social-Democrático y los sindicatos, con la ilusión de que un gobierno social-democrático, protegido por las misiones diplomáticas aliadas, podría conservar el poder, aceptaron las condiciones de la Entente. Y cayó así el gobierno de Bela Kun.
El 2 de agosto, el Congreso de Comisarios del Pueblo abdicó el mando. Lo reemplazó un gobierno social-democrático. Este gobierno social-democrático, para contentar y satisfacer a las potencias aliadas, derogó las leyes del gobierno comunista. Restableció la propiedad privada de las fábricas, de los latifundios y las haciendas; restableció la libertad de comercio; restableció en sus cargos gubernativos a los funcionarios y empleados de la administración burguesa; restableció, en suma, el régimen capitalista, individualista y burgués. Pero, con todo, este gobierno social-democrático no duró sino tres días. Vencida la Revolución, el poder tenía que caer inevitablemente en manos de la reacción, y así fue. El gobierno social-democrático no duró sino el tiempo indispensable para abolir la legislación comunista y para que la aristocracia, el militarismo y el capitalismo organizaran el asalto al poder. Los social-democráticos no podían resistir la ola reaccionaria, no contaban ni aun con las masas desengañadas del gobierno democrático desde su primera hora de vida, desde que emprendió la destrucción de la obra de la revolución. Tuvieron que caer al primer embate de los reaccionarios.
Así concluyó el régimen comunista en Hungría. Así nació el gobierno reaccionario del Almirante Horthy. Así empezó el martirio del proletariado húngaro. Nunca una revolución proletaria fue tan cruelmente castigada, tan brutalmente reprimida. El gobierno de Horthy se dio, en cuerpo y alma, a la persecución de todos los ciudadanos que habían participado en la administración comunista. El terror blanco asoló Hungría como un horrible flagelo. Se ensañó primero contra los comunistas, luego contra los social-democráticos, más tarde contra los hebreos, masones, protestantes, finalmente contra los propios burgueses sospechosos de excesiva devoción liberal y democrática. Pero se encarnizó, sobre todo, contra el proletariado. Las ciudades y los pueblos culpables de entusiasmo revolucionario bajo el gobierno comunista fueron espantosamente castigados. En las regiones transdanubianas algunas localidades, caracterizadas por su sentimiento comunista, fueron verdaderamente diezmadas. Innumerables trabajadores eran fusilados o masacrados; otros eran encarcelados; otros eran obligados a emigrar para escapar de análogos castigos o de constantes maltratos. A Austria, a Italia llegaban todos los días numerosos contingentes de prófugos, ejércitos de trabajadores que abandonaban Hungría huyendo del terror blanco. Viena estaba llena de refugiados húngaros. Y en casi todas las principales ciudades italianas recorridas por mí, entonces, los refugiados húngaros eran también legión.
Toda descripción del terror blanco en Hungría resultará siempre pálida en relación con la realidad. A partir de agosto de 1919 en Hungría se han sucedido los fusilamientos, los descuartizamientos, los apresamientos, los incendios, las mutilaciones, los estupros, los saqueos, como medios de represión y de castigo al proletariado. Ha sido necesario que la sed de sangre de los reaccionarios se calme y que un grito de horror de hombres civilizados de Europa la cohíba, para que los crímenes y las persecuciones disminuyan y enrarezcan.
Tengo a la mano un libro que contiene algunos relatos sobre el terror blanco en Hungría.
Pero estos relatos podrían parecer exagerados a los corazones de los burgueses. Se dirá que esta es una versión italiana y que los italianos son siempre, como buenos latinos, excesivos y apasionados en sus impresiones. Mas ocurre que las mismas cosas, aproximadamente, han sido contadas por una comisión de los Trade Unions y del Partido Laborista Inglés, que visitó Hungría en mayo de 1920, para informarse directamente de lo que allí pasaba. El dictamen de la comisión británica es de una circunspección ejecutoriada, y, muchos más, el dictamen de una comisión de personas muy moderadas, muy graves y muy concienzudas de las Trade Unions y del Labour Party. Formaban la delegación inglesa el Coronel Wedgwood miembro de la Camara de los Comunes, y cuatro miembros distinguidos de la burocracia de las Trade Unions y del Labour Party. La delegación no pudo, naturalmente, recorrer toda Hungría. No visitó sino Budapest y uno que otro centro poblado importante. Durante su visita, además, hubo una tregua prudente del terror blanco. El gobierno reaccionario de Horthy trató de encubrir las cosas en lo posible. Los medios de información de la delegación fueron, en una palabra, limitados, insuficientes para el conocimiento de la verdadera magnitud, de la verdadera realidad del terrorismo de las bandas de Horthy. El dictamen de la Comisión inglesa, por consiguiente, es una pálida, una benévola narración de los acontecimientos húngaros. Peca de moderación, peca de optimismo, sin embargo corroboran las afirmaciones del libro del cual acabo de leer una página. Según los cálculos de la comisión, en la época en que ella estuvo en Hungría, el número de presos y detenidos políticos era al menos de doce mil. Según las informaciones oficiales eran de seis mil. El gobierno de Horthy confesaba que tenía encarceladas a seis mil personas por motivos políticos. En su informe, la Comisión refiere que le había sido asegurado que el número complexivo de personas arrestadas o detenidas era superior a 25,000.
El informe de la Comisión británica contiene varias anécdotas atroces del terror blanco en Hungría. Voy a dar lectura a una de ellas para que os forméis una idea de la ferocidad con que se perseguía a los miembros y funcionarios del gobierno comunista y hasta a sus parientes. Es el caso de la señora Hamburguer. El informe de la comisión dice así:
¿Para qué seguir? Ya sabéis cómo actuaba el ‘terror’ rojo en Hungría. Ya sabéis muchas cosas que nos han contado los cablegramas de los diarios, tan pródigos en detalles espeluznantes cuando se trata de narrar un fusilamiento en la Rusia de los Soviets.
El gobierno de Horthy semeja una misión pavorosa de la Edad Media. No en balde sus características son, precisamente, las de intentar restablecer en Hungría el medioevalismo y el feudalismo. La reacción en Hungría no es sólo enemiga del socialismo y del proletariado revolucionario. Es, además, enemiga del capitalismo industrial. Como el capitalismo industrial, como las fábricas, como la gran industria crean el proletariado industrial, el proletariado organizado de la ciudad, o sea el instrumento de la revolución social, la reacción húngara detesta instintivamente el capitalismo industrial, las grandes fábricas, la gran industria. El gobierno de Horthy es el imperio despótico y sanguinario del feudalismo agrícola, de los terratenientes y de los latifundistas. Horthy gobierna Hungría con el título de Regente, porque para la reacción Hungría sigue siendo un reino. Un reino sin rey, pero un reino siempre. Hace año y medio, como recordaréis, Carlos de Austria, ex-Emperador de Austria-Hungría, hijo de Francisco José, fue llamado por los monarquistas húngaros para restaurar la monarquía en Hungría. El plan abortó porque a la restauración de la dinastía de los Hapsburgos, de la antigua casa reinante de Austria-Hungría, son adversas todas las naciones independizadas a consecuencia de la disolución del Imperio Austro-Húngaro, temerosas de que, instalada en Hungría, la monarquía acabe por constituir el antiguo Imperio. Abortó, además, porque a la restauración de la monarquía en Hungría es adversa, por las mismas razones, Italia, alarmada de la posibilidad de que renazca el Imperio Austro-Húngaro. Todas estas naciones opusieron su veto a la reposición de Carlos en el trono de Hungría. Finalmente, insurgieron contra esta reposición los campesinos no aristócratas, hostiles al socialismo, pero hostiles igualmente al viejo régimen.
Por esto, no tenemos actualmente a Hungría transformada en una monarquía, absoluta, medioeval y feudal, con un rey a la cabeza. Pero, de hecho, el régimen del regente Horthy es un régimen absoluto, medioeval y feudal. Es el dominio del latifundio sobre la industria; es el dominio del campo sobre la ciudad. Hungría a consecuencia de este régimen, está empobrecida. Su moneda depreciada carece de expectativas de convalecencia y de estabilización. La miseria del proletariado intelectual y manual es apocalíptica. Un periodista me dijo en Budapest, en junio del año pasado, que en esta ciudad existía gente que no podía comer sino interdiariamente, un día sí y un día no. Ese pobre periodista, que era sin duda un ser privilegiado al lado de otros trabajadores intelectuales, parecía afligido por el hambre y la miseria. Conocí luego a un intelectual, autor de varios estudios sobre estética musical, que actuaba de portero en una casa de vecindad. La miseria lo había obligado a aceptar la función de portero. He ahí, en el orden económico, las consecuencias de la reacción y del terror blanco.
Pero un período de reacción, un período de absolutismo, no puede ser sino un período transitorio, un período pasajero. Una nación contemporánea, y mucho más una nación europea, no pueden retrogradar a un sistema de vida primitivo y bárbaro. Una resurrección del feudalismo y del medioevalismo no puede ser duradera. Las necesidades de la vida moderna, la tendencia de las fuerzas productivas, la relación con las demás naciones no consienten la regresión de un pueblo a un régimen anti-industrial ni anti-proletario.
Gradualmente, se reanima ya en Hungría el movimiento proletario. El Partido Social-Democrático, los sindicatos, conquistan de nuevo su derecho a una existencia legal. Al parlamento húngaro han ingresado algunos diputados socialistas, tímidamente socialistas al fin y al cabo. El Partido Comunista, condenado a una vida ilegal y clandestina, prepara sigilosamente la hora de su reaparición. Algunos elementos democráticos o liberales de la burguesía empiezan también a moverse y a polarizarse. Temeroso de este renacimiento de las fuerzas proletarias y de las fuerzas democráticas, se ha organizado, por eso, en Hungría, una banda fascista. Su caudillo es el famoso reaccionario Friedrich. Todo es sintomático.
Como ya dije a propósito de la Revolución Alemana, una revolución no es un golpe de estado, no es una insurrección, no es una de aquellas cosas que aquí llamamos revolución por uso arbitrario de esta palabra. Una revolución no se cumple sino en muchos años. Y con frecuencia tiene períodos alternados de predominio de las fuerzas revolucionarias y de predominio de las fuerzas contra-revolucionarias. Así como el proceso de una guerra es un proceso de ofensivas y contraofensivas, de victorias y derrotas, mientras uno de los bandos combatientes no capitule definitivamente, mientras no renuncie a la lucha, no está vencido. Su derrota es transitoria; pero no total. Y, conforme a esta interpretación de la historia, la reacción, el terror blanco, el gobierno de Horthy no son sino episodios de la lucha de clases en Hungría, un capítulo ingrato de la Revolución Húngara. Este capítulo llegará algún día a su última página. Y empezará entonces un capítulo más, un capítulo que, tal vez sea el capítulo de la victoria del proletariado húngaro. El gobierno de Horthy es para el proletariado húngaro una noche sombría, una pesadilla dolorosa. Pero esta noche sombría, esta pesadilla dolorosa pasarán. Y vendrá entonces la aurora.


El próximo viernes, conforme al programa de este curso de conferencias, hablaré sobre la conferencia y el tratado de Paz de Versalles. Haré la historia, la exposición y la crítica de ese tratado de paz que, como sabéis, no ha resultado un tratado de paz sino un tratado de guerra. Expondré la fisonomía moral, el perfil ideológico de ese documento, fresco todavía y, ya totalmente desacreditado, tumba y lápida de las cándidas ilusiones democráticas del Presidente Wilson.

José Carlos Mariátegui La Chira

Notas de la Tercera Conferencia

[Transcripción completa]

No omitiré la exposición del movimiento anarquista. No traeré ningún espíritu sectario. Creo oportuno ratificarme en estas declaraciones. Algunos compañeros temen, que yo sea muy poco imparcial y muy poco objetivo en mi curso. Pero soy, partidario antes que nada del frente único proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Causa común contra el amarillismo. Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo clasista. Estudiemos juntos las horas emocionantes del presente.

Completaremos el examen de la conducta de los partidos socialistas y sindicatos. Veremos cómo y porqué el proletariado fue impotente para impedir la conflagración.

La guerra encontró impreparada a la Segunda Internacional. No había aun programa de acción concreto y practico para asegurar la paz. Congreso de Stutgart. Moción de Lenin y Rosa Luxemburgo:

"En el caso de que estalle una guerra, los socialistas están obligados a trabajar por su rápido fin y a utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra para sacudir al pueblo y acelerar la caída de la dominación capitalista".

Pero en la Segunda Internacional había muy pocos Lenin y Rosa Luxemburgo.

Tres años después, el congreso de Copenhague. Vailant y Keir Hardi propusieron la huelga general. Se dejó la cuestión para Viena 1914.

En 1912 la situación grave obligó a la II Internacional a convocar un congreso extraordinario. Basilea 1912 noviembre. De este congreso, salió un manifiesto. Y de nuevo se dejó la cuestión técnica para Viena, agosto de 1914.

Antes, Sarajevo. El Bureau Internacional de Bruselas convocó de urgencia para el 29 de julio a los partidos socialistas de Europa. Por Francia, Jaures, Sembat, Vaillant, Guesde, Longuet. Por Alemania, Haase Rosa Luxemburgo. Apresurar el congreso. París 9 de Agosto en vez de Viena 23 de Agosto. Declaración de la Oficina Internacional. Palabras de Jaures en la noche del 29 de Julio.

Dos días después Jaures muerto. Muller en Paris, el 1 de Agosto. Esterilidad de su misión. La guerra ya incontenible se desencadenó. El Congreso del 9 de Agosto no pudo efectuarse. Paginas de Claridad describen con vivo color el ambiente de delirante patriotismo y nacionalismo. La mayoría ofuscada contagiada por la atmosfera guerrera, marcial, agresiva. La prensa y los intelectuales instigadores.

Porqué la internacional no pudo oponer una barrera a esta desborde de pasión nacionalista? Porqué la internacional no pudo conservarse fiel a sus principios de solidaridad clasista? Veamos las circunstancias que dictaron la conducta socialista.

Declaración de los diputados alemanes en el parlamento el 4 de Agosto. Catorce votos, contra.

Declaración de los socialistas franceses en el parlamento el 6 de Agosto. En Francia, nación agredida, la adhesión fue mas ardorosa, más viva.

La actitud de los demás partidos obreros. "De la Segunda a la Tercera Internacional”.

La conducta de los socialistas italianos reclama especial mención. Manifiestaron mayor lealtad al internacionalismo. El 26 de Julio, manifiesto socialista. Lucha entre neutralistas e intervencionistas. Los fautores socialistas del intervencionismo. Arturo Labriola. Benito Mussolini. Anécdota de ambos.

Formula de los socialistas italianos: "Ni adherirse a la guerra ni sabotearla". Declaración socialista en la cámara. La reunión de Zimmerwald en septiembre de 1915. Asistieron delegaciones alemana, francesa, italiana, rusa, polaca, balcánica, sueca, noruega, holandesa y suiza. Inglaterra negó los pasaportes. Lenin. El manifiesto de Zimmerwald primer despertar de la consciencia proletaria.

Para asegurarse al proletariado, la burguesía le dio participación en el poder. Algunas concesiones al programa mínimo. La guerra exigía la mayor disciplina nacional posible. Libertades restringidas. Esta política pareció la inauguración era socialista. Guerra revolucionaria.

El Estado subsidiaba a las familias de los combatientes, ofrecía a bajo precio el pan y subvencionaba largamente a la industria. Trabajo, abundante bien remunerado. Con esto se adormecía en las masas la idea de la injusticia social, se atenuaban los motivos de la lucha de clases. El proletariado no se fijaba en que esta prodigalidad del Estado acumulaba cargas para el porvenir. Concluida la guerra, los vencidos pagarían. Que el pueblo combatiese hasta el fin. Había que vencer.

Los aliados más que predica de intereses prédica de ideales. El pueblo inglés, creía combatir en defensa de los pueblos débiles. El pueblo francés contra la Barbarie, la Autocracia, el Medievalismo. El odio al boche.

La fuerza de los aliados consistió, precisamente, en estos mitos. Para los austro-alemanes, guerra militar. Para los aliados, guerra santa, cruzada por grandes y sacros ideales humanos. Los líderes, en gran parte, prestaron su concurso a esta propaganda. Adhesión efectiva de gran parte del proletariado. No hablaban solo los políticos de la burguesía. En Austria y Alemania la adhesion era menos sólida. Guerra de defensa nacional. Las minorías pacifistas más fuertes. Liebknecht, etc, disponían de mayor ambiente. Alemania rodeada de enemigos. Sensación victoria. En nombre defensa nacional y esperanza victoria, Alemania disponía de argumentos suficientes.

Todas estas circunstancias hicieron que durante cuatro años los proletarios europeos se asesinasen los unos a los otros. Asi fracaso la Segunda Internacional. La experiencia enseña, que dentro de este regimen las guerras no son evitables. La democracia capitalista, la paz armada, la política de equilibrio, la diplomacia secreta. Se incuba permanentemente la guerra. Y el proletariado no puede hacer nada. Ahora la experiencia del conflicto franco-alemán. Pesan aún demasiado intereses y sentimientos nacionalistas.

Conforme a estas duras lecciones para combatir la guerra, no basta el grito de abajo la guerra. Grito de la II Internacional, de todos sus congresos, hasta de los pacifistas tipo Wilson. El grito del proletariado: Viva la sociedad proletario. Pensemos en construirla.

Y la gran frase de Jaures no debe apartarse de nuestro recuerdo:

"Hay que impedir que el espectro de la guerra salga cada seis meses de su sepulcro para aterrorizar al mundo".

José Carlos Mariátegui La Chira

La crisis mundial y el proletariado peruano [Manuscrito]

Transcripción de la Primera Conferencia

[Primera Conferencia]
La crisis mundial y el proletariado peruano

En esta conferencia —llamémosla conversación mas bien que conferencia— voy a limitarme a exponer el programa del curso al mismo tiempo que algunas consideraciones sobre la necesidad de difundir en el proletariado el conocimiento de la crisis mundial. En el Perú falta, por desgracia, una prensa decente que siga con atención, con inteligencia y con filiación ideológica el desarrollo de esta gran crisis; faltan, así mismo, maestros universitarios, del tipo de José Ingenieros, capaces de apasionarse por las ideas de renovación que actualmente transforman el mundo y de liberarse de la influencia. y de los prejuicios de una cultura y de una educación conservadoras y burguesas; faltan grupos socialistas y sindicalistas, dueños de instrumentos propios de cultura popular, y en aptitud, por tanto, de interesar al pueblo por el estudio de la crisis. La única cátedra de educación popular, con espíritu revolucionario, es esta cátedra en formación de la Universidad Popular. A ella le toca, por consiguiente, superando el modesto plano de su labor inicial, presentar al pueblo la realidad contemporánea, explicar al pueblo que está viviendo una de las horas más trascendentales y grandes de la historia, contagiar al pueblo de la fecunda inquietud que agita actualmente a los demás pueblos civilizados del mundo.

En esta gran crisis contemporánea el proletariado no es un espectador; es un actor. Se va a resolver en ella la suerte del proletariado mundial. De ella va a surgir, según todas las probabilidades y según todas las provisiones, la civilización proletaria, la civilización socialista, destinada a suceder a la declinante, a la decadente a la moribunda civilización capitalista, individualista y burguesa. El proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo. Y no puedo saberlo a través de las informaciones fragmentarias, episódicas, homeopáticas del cable cotidiano, mal traducidas y peor redactadas en la mayoría de los casos, y provenientes siempre de agencias reaccionarias, encargadas de desacreditar a los partidos, a las organizaciones y a los hombres de la revolución y de desalentar y desorientar al proletariado mundial.

En la crisis europea se están jugando los destinos de todos los trabajadores del mundo. El desarrollo de la crisis debe interesar, pues, por igual, a los trabajadores del Perú que a los trabajadores del Extremo Oriente. La crisis tiene como teatro principal Europa; pero la crisis de las instituciones europeas es la crisis de la civilización occidental. Y el Perú, como los demás pueblos de América, gira dentro de la órbita de esta civilización, no solo porque se trata de países políticamente independientes, pero económicamente coloniales, ligados al carro del capitalismo británico, del capitalismo americano o del capitalismo francés sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son precisamente, estas instituciones democráticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos de Europa también, las que en Europa están en un periodo de crisis definitiva, de crisis total. Sobre todo, la civilización capitalista ha internacionalizado la vida de la humanidad; ha creado entre todos los pueblos lazos materiales que establecen entre ellos una solidaridad inevitable. El internacionalismo no es solo un ideal; es una realidad histórica. El progreso hace que los intereses, las ideas, las costumbres, los regímenes de los pueblos se unifiquen y se confundan. El Perú, como los demás pueblos americanos, no está, por tanto, fuera de la crisis está dentro de ella. La crisis mundial ha repercutido ya en estos pueblos. Y, por supuesto, seguirá repercutiendo. Un periodo de reacción en Europa será también un periodo de reacción en América. Un periodo de revolución en Europa será un periodo de revolución en América. Hace más de un siglo, cuando la vida de la humanidad no era tan solidaria como hoy, cuando no existían los medios de comunicación que hoy existen, cuando las naciones no tenían el contacto inmediato y constante que hoy tienen, cuando no había prensa, cuando éramos aun espectadores lejanos de los acontecimientos europeos, la Revolución Francesa dio origen a la Guerra de la Independencia y al surgimiento de todas estas repúblicas. Este recuerdo basta para que nos demos de la rapidez con que la transformación de la sociedad europea se reflejará en las sociedades americanas. Aquellos que dicen que el Perú, y América en general, viven muy distantes de la revolución europea, no tienen noción de la vida contemporánea, ni tienen una comprensión, aproximada siquiera, de la historia. Esa gente se sorprende de que lleguen al Perú los ideales más avanzados de Europa; pero no se sorprende en cambio de que lleguen el aeroplano, el transatlántico, el telégrafo sin hilos, el radio; todas las expresiones más avanzadas, en fin, del progreso material de Europa. La misma razón para ignorar el movimiento socialista habría para ignorar, por ejemplo, la teoría de la relatividad de Einstein. Y estoy seguro de que al más reaccionario de nuestros intelectuales, -casi todos son impermeablemente reaccionarios- no se ocurrirá que debe ser proscrita del estudio y la vulgarización la nueva física, de la cual Einstein es el más eminente y máximo representante.

Y si el proletariado, en general, tiene necesidad de enterarse de los grandes aspectos de la crisis mundial, esta necesidad es aún mayor en aquella parte del proletariado, socialista, laborista, sindicalista o libertaria que constituye su vanguardia; en aquella parte de proletariado más combativa y consciente, más luchadora y preparada; en aquella parte del proletariado encargada de la dirección de las grandes acciones proletarias; en aquella parte del proletariado a la que toca el rol histórico de representar al proletariado peruano en el presente instante social; en aquella parte del proletariado, en una palabra, que cualquiera que sea su credo particular, tiene conciencia de clase, tiene conciencia revolucionaria. Yo dedico, sobre todo, mis disertaciones, a esta vanguardia del proletariado peruano. Nadie más que los grupos proletarios de vanguardia necesitan estudiar la crisis mundial. Yo no tengo la pretensión de venir a esta tribuna libre de una universidad libre a enseñarles la historia de esa crisis mundial, sino a estudiarla yo mismo con ellos. Yo no os enseño, compañeros, desde esta tribuna, la historia de la crisis mundial; yo la estudio con vosotros. Yo no tengo en este estudio sino el mérito modestísimo de aportar a él las observaciones personales de tres y medio años de vida europea, o sea de los tres y medio años culminantes de la crisis, y los ecos del pensamiento europeo contemporáneo.
Yo invito muy especialmente a la vanguardia del proletariado a estudiar conmigo el proceso de la crisis mundial por varias razones trascendentales. Voy a enumerarlas sumariamente. La primera razón es que la preparación revolucionaria, la cultura revolucionaria, la orientación revolucionaria de esa vanguardia proletaria, se ha formado a base de la literatura socialista, sindicalista y anarquista anterior a la guerra europea. O anterior por lo menos al período culminante de la crisis. Libros socialistas, sindicalistas, libertarios, de vieja data, son los que, generalmente, circulan entre nosotros. Aquí se conoce un poco la literatura clásica del socialismo y del sindicalismo; no se conoce [a] ña [nueva] literatura [revolucionaria].

La cultura revolucionaria es aquí una cultura clásica, además de ser, como vosotros, compañeros, lo sabéis muy bien, una cultura muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy incompleta. Ahora bien, toda esa literatura socialista y sindicalista anterior a la guerra, está en revisión. Y esta revisión no es una revisión impuesta por el capricho de los teóricos, sino por la fuerza de los hechos. Esa literatura, por consiguiente, no puede ser usada hoy sin beneficio de inventario. No se trata, naturalmente, de que no siga siendo exacta en sus principios, en sus bases, en todo lo que hay en ella de ideal y de eterno; sino que ha dejado de ser exacta, muchas veces, en sus inspiraciones tácticas, en sus consideraciones históricas, en todo lo que significa acción, procedimiento, medio de lucha. La meta de los trabajadores sigue siendo la misma; lo que ha cambiado, necesariamente, a causa de los últimos acontecimientos históricos, son los caminos elegidos para arribar, o para aproximarse siquiera, a esa meta ideal. De aquí que el estudio de estos acontecimientos históricos, y de su trascendencia, resulte indispensable para los trabajadores militantes en las organizaciones clasistas.

Vosotros sabéis, compañeros, que las fuerzas proletarias europeas se hallan divididas en dos grandes bandos: reformistas y revolucionarios. Hay una Internacional Obrera reformista, colaboracionista, evolucionista y otra Internacional Obrera maximalista, anticolaboracionista, revolucionaria. Entre una y otra ha tratado de surgir una Internacional intermedia. Pero que ha concluido por hacer causa común con la primera contra la segunda. En uno y otro bando hay diversos matices; pero los bandos son neta e inconfundiblemente sólo dos. El bando de los que quieren realizar el socialismo colaborando políticamente con la burguesía; y el bando de los que quieren realizar el socialismo conquistando íntegramente para el proletariado el poder político. Y bien, la existencia de estos dos bandos proviene de la existencia de dos concepciones diferentes, de dos concepciones opuestas, de dos concepciones antitéticas del actual momento histórico. Una parte del proletariado cree que el momento no es revolucionario; que la burguesía no ha agotado aún su función histórica; que, por el contrario, la burguesía es todavía bastante fuerte para conservar el poder político; que no ha llegado, en suma, la hora de la revolución social. La otra parte del proletariado cree que el actual momento histórico es revolucionario; que la burguesía es incapaz de reconstruir la riqueza social destruida por la guerra e incapaz, por tanto, de solucionar los problemas de la paz; que la guerra ha originado una crisis cuya solución no puede ser sino una solución proletaria, una solución socialista; y que con la Revolución Rusa ha comenzado la revolución social.

Hay, pues, dos ejércitos proletarios porque hay en el proletariado dos concepciones opuestas del momento histórico, dos interpretaciones distintas de la crisis mundial. La fuerza numérica de uno y otro ejército proletario depende de que los acontecimientos parezcan o no confirmar su respectiva concepción histórica. Es por esto que los pensadores, los teóricos, los hombres de estudio de uno y otro ejército proletario, se esfuerzan, sobre todo, en ahondar el sentido de la crisis, en comprender su carácter, en descubrir su significación.

Antes de la guerra, dos tendencias se dividían el predominio en el proletariado: la tendencia socialista y la tendencia sindicalista. La tendencia socialista era, dominantemente, reformista, social-democrática, colaboracionista. Los socialistas pensaban que la hora de la revolución social estaba lejana y luchaban por la conquista gradual a través de la acción legalitaria y de la colaboración gubernamental o, por lo menos, legislativa. Esta acción política debilitó en algunos países excesivamente la voluntad y el espíritu revolucionarios del socialismo. El socialismo se aburguesó considerablemente. Como reacción contra este aburguesamiento del socialismo, tuvimos al sindicalismo.

El sindicalismo opuso a la acción política de los partidos socialistas la acción directa de los sindicatos. En el socialismo [sindicalismo] se refugiaron los espíritus más revolucionarios y más intransigentes del proletariado. Pero también el sindicalismo resultó, en el fondo, un tanto colaboracionista y reformístico. También el sindicalismo estaba dominado por una burocracia sindical sin verdadera psicología revolucionaria. Y sindicalismo y socialismo se mostraban más o menos solidarios y mancomunados en algunos países, como Italia, donde el Partido Socialista no participaba en el gobierno y se mantenía fiel a otros principios formales de independencia. Como sea, las tendencias, más [o] menos beligerantes o más [o] menos próximas, según las naciones, eran dos: sindicalistas y socialistas. A este período de la lucha social corresponde casi íntegramente la literatura revolucionaria de que se ha nutrido la mentalidad de nuestros proletarios dirigentes.

Pero, después de la guerra, la situación ha cambiado. El campo proletario, como acabamos de recordar, no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisión, a una división en el campo socialista. Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo. La división se ha producido, también, en la misma forma en el campo sindicalista. Una parte de los sindicatos apoya a los social-democráticos; la otra parte apoya a los comunistas. El aspecto de la lucha social europea ha mudado, por tanto, radicalmente. Hemos visto a muchos sindicalistas intransigentes de antes de la guerra tomar rumbo hacia el reformismo. Hemos visto, en cambio, a otros seguir al comunismo. Y entre éstos, se ha contado, nada menos, como en una conversación lo recordaba no hace mucho el compañero Fonkén, el más grande y más ilustre teórico del sindicalismo: el francés Georges Sorel. Sorel, cuya muerte ha sido un luto amargo para el proletariado y para la intelectualidad de Francia, dio toda su adhesión a la Revolución Rusa y a los hombres de la Revolución Rusa.

Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas —clasificación anacrónica— sino en colaboracionistas y anti-colaboracionistas en reformistas y maximalistas. Pero para que esta clasificación se produzca con nitidez, con coherencia, es indispensable que el proletariado conozca y comprenda en sus grandes lineamientos, la gran crisis contemporánea. De otra manera, el confusionismo es inevitable.

Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas.
Antes de la guerra, estas tesis eran explicables, porque correspondían a condiciones históricas diferentes. El capitalismo estaba en su apogeo. La producción era superabundante. El capitalismo podía permitirse el lujo de hacer sucesivas concesiones económicas al proletariado. Y sus márgenes de utilidad eran tales que fue posible la formación de una numerosa clase media, de una numerosa pequeña-burguesía que gozaba de un tenor de vida cómodo y confortable. El obrero europeo ganaba lo bastante para comer discretamente y en algunas naciones, como Inglaterra y Alemania, le era dado satisfacer algunas necesidades del espíritu. No había, pues, ambiente para la revolución. Después de la guerra, todo ha cambiado. La riqueza social europea ha sido, en gran parte, destruida. El capitalismo, responsable de la guerra, necesita reconstruir esa riqueza a costa del proletariado. Y quiere, por tanto, que los socialistas colaboren en el gobierno, para fortalecer las instituciones democráticas; pero no para progresar en el camino de las realizaciones socialistas. Antes, los socialistas colaboraban para mejorar, paulatinamente, las condiciones de vida de los trabajadores. Ahora colaborarían para renunciar a toda conquista proletaria. La burguesía para reconstruir a Europa necesita que el proletariado se avenga a producir más y consumir menos. Y el proletariado se resiste a una y otra cosa y se dice a sí mismo que no vale la pena consolidar en el poder a una clase social culpable de la guerra y destinada, fatalmente, a conducir a la humanidad a una guerra más cruenta todavía. Las condiciones de una colaboración de la burguesía con el proletariado son, por su naturaleza, tales que el colaboricionismo tiene, necesariamente, que perder, poco a poco, su actual numeroso proselitismo.

El capitalismo no puede hacer concesiones al socialismo. A los Estados europeos para reconstruirse les precisa un régimen de rigurosa economía fiscal, el aumento de las horas de trabajo, la disminución de los salarios, en una palabra, el restablecimiento de conceptos y de métodos económicos abolidos en homenaje a la voluntad proletaria. El proletariado no puede, lógicamente, consentir este retroceso. No puede ni quiere consentirle. Toda posibilidad de reconstrucción de la economía capitalista está, pues, eliminada. Esta es la tragedia de la Europa actual. La reacción va cancelando en los países de Europa las concesiones económicas hechas al socialismo; pero, mientras de un lado, esta política reaccionaria no puede ser lo suficientemente enérgica ni eficaz para restablecer la desangrada riqueza pública, de otro lado, contra esta política reaccionaria, se prepara, lentamente, el frente único del proletariado. Temerosa a la revolución, la reacción cancela, por esto, no sólo las conquistas económicas de las masas, sino que atenta también contra las conquistas políticas. Asistimos, así, en Italia a la dictadura fascista. Pero la burguesía socava y mina y hiere así de muerte a las instituciones democráticas. Y pierde toda su fuerza moral y todo su prestigio ideológico.

Por otra parte, en el orden de las relaciones internacionales, la reacción pone la política externa en manos de las minorías nacionalistas y antidemocráticas. Y estas minorías nacionalistas saturan de chauvinismo esa política externa. E impiden, con sus orientaciones imperialistas, con su lucha por la hegemonía europea, el restablecimiento de una atmósfera de solidaridad europea, que consienta a los Estados entenderse acerca de un programa de cooperación y de trabajo. La obra de ese nacionalismo, de ese reaccionarismo, la tenemos a la vista en la ocupación del Ruhr.

La crisis mundial es, pues, crisis económica y crisis política. Y es, además, sobre todo, crisis ideológica. Las filosofías afirmativas, positivistas, de la sociedad burguesa, están, desde hace mucho tiempo, minadas por una corriente de escepticismo, de relativismo. El racionalismo, el historicismo, el positivismo, declinan irremediablemente. Este es, indudablemente, el aspecto más hondo, el síntoma más grave de la crisis. Este es el indicio más definido y profundo de que no está en crisis únicamente la economía de la sociedad burguesa, sino de que está en crisis integralmente la civilización capitalista, la civilización occidental, la civilización europea.

Ahora bien. Los ideológos de la Revolución Social, Marx y Bakounine, Engels y Kropotkine, vivieron en la época de apogeo de la civilización capitalista y de la filosofía historicista y positivista. Por consiguiente, no pudieron prever que la ascensión del proletariado tendría que producirse en virtud de la decadencia de la civilización occidental. Al proletariado le estaba destinado crear un tipo nuevo de civilización y cultura. La ruina económica de la burguesía iba a ser al mismo tiempo la ruina de la civilización burguesa. Y que el socialismo iba a encontrarse en la necesidad de gobernar no en una época de plenitud, de riqueza y de plétora, sino en una época de pobreza, de miseria y de escasez. Los socialistas reformistas, acostumbrados a la idea de que el régimen socialista más que un régimen de producción lo es de distribución, creen ver en esto el síntoma de que la misión histórica de la burguesía no está agotada y de que el instante no está aún maduro para la realización socialista. En un reportaje a “La Crónica” yo recordaba aquellas frases de que la tragedia de Europa es ésta: el capitalismo no puede más y el socialismo no puede todavía. Esa frase que da la sensación, efectivamente, de la tragedia europea, es la frase de un reformista, es una frase saturada de mentalidad evolucionista, e impregnada de la concepción de un paso lento, gradual y beatífico, sin convulsiones y sin sacudidas, de la sociedad individualista a la sociedad colectiva. Y la historia nos enseña que todo nuevo estado social se ha formado sobre las ruinas del estado social precedente. Y que entre el surgimiento del uno y el derrumbamiento [del otro ha habido, lógicamente, un período intermedio de crisis. Presenciamos la disgregación, la agonía de una sociedad caduca, senil, decrépita; y, al mismo tiempo, presenciamos la gestación, la formación, la elaboración lenta e inquieta de la sociedad nueva. Todos los hombres, a los cuales, una sincera filiación ideológica nos vincula a la sociedad nueva y nos separa de la sociedad vieja, debemos fijar hondamente la mirada en este período trascendental, agitado e intenso de la historia humana.]

José Carlos Mariátegui La Chira

Freudismo y marxismo [Recorte de prensa]

Freudismo y marxismo

El reciente libro de Max Eastman, ''La Ciencia de la Revolución"; que acaba de ser traducido al español, coincide con el de Henri de Man en la tendencia a estudiar el marxismo con los datos de la nueva Psicología. Pero Eastman que, resentido con los bolcheviques, no está exento de móviles revisionistas, parte de puntos de vista distintos de los que del escritor belga y, bajo varios aspectos, aporta a la crítica del marxismo, una contribución mucho más original y sugestiva. Henri de Man es un hereje del reformismo o la socialdemocracia; Marx Eastman es un hereje de la revolución. Su criticismo de intelectual super-trotskista, lo divorció de los Soviets, a cuyos jefes, en especial Stalin, atacó violentamente en su libro Apres la morte de Lenin.

Max Eastman está lejos de creer que la psicología contemporánea en general y la psicología freudiana en particular, disminuyan la validez del marxismo como ciencia práctica de la revolución. Todo lo contrario: afirma que la refuerzan y señala interesantes afinidades entre el carácter de los descubrimientos de Freud, así como de las reacciones provocadas en la ciencia oficial por uno y otro. Marx demostró que las clases idealizaban o enmascaraban sus móviles y que, detrás de sus ideologías, esto es de sus principios políticos, filosóficos o religiosos, actuaban sus intereses y necesidades económicas. Esta aserción formulada con el rigor y el absolutismo que en su origen tiene siempre toda teoría revolucionaria, y que se acentúan por razones polémicas en el debate con sus contradictores, hería profundamente el idealismo de los intelectuales, reacios hasta hoy a admitir cualquier noción científica que implique una negación o una reducción de la autonomía y majestad del pensamiento, o, más exactamente, de los profesionales o funcionarios del pensamiento.

Freudismo y marxismo, aunque los discípulos de Freud y de Marx no sean todavía los más propensos a entenderlo y advertirlo, se emparentan no solo por lo que en sus teorías había de "humillación", como dice Freud, para las concepciones idealistas de la humanidad, sino por su método frente a los problemas que abordan. "Para curar los trastornos individuales —observa Max Eastman— el psico-análisis presta una atención particular a las deformaciones de la conciencia producidas por los móviles sexuales comprimidos. El marxista, que trata de curar los trastornos de la sociedad, presta una atención particular a las deformaciones engendradas por el hambre y el egoísmo". "El vocablo "ideología" de Marx es simplemente un nombre que sirve para designar las deformaciones del pensamiento social y político producidas por los móviles comprimidos. Este vocablo traduce la idea de los freudianos, cuando hablan de racionalización, de substitución, de traspaso, de desplazamiento, de sublimación. La interpretación económica de la historia no es más que un psicoanálisis generalizado del espíritu social y político. De ellos tenemos una prueba en la resistencia espasmódica e irrazonada que opone el paciente. La diagnosis marxista es considerada como un ultraje, mas bien que como una constatación científica. En vez de ser acogida con espíritu crítico verdaderamente comprensivo, tropieza con racionalizaciones y "reacciones de defensa" del carácter más violento e infantil".

Freud, examinando las resistencias al Psicoanálisis, ha descrito ya estas reacciones, que ni en los médicos ni en los filósofos han obedecido a razones propiamente científicas ni filosóficas. El Psicoanálisis era objetado, ante todo, porque contrariaba y soliviantaba una espesa capa de sentimientos y supersticiones. Sus afirmaciones sobre subconciencia, y en especial sobre la libido inflingían a los hombres una humillación tan grave como la experimentada con la teoría de Darwin y con el descubrimientos de Copérnico. A la humillación biológica y a la humillación cosmológica, Freud podría agregado un tercer precedente: el de la humillación ideológica, causada por el materialismo económico, en pleno auge de la filosofía idealista.

La acusación de pan-sexualismo que encuentra la teoría de Freud tiene un exacto equivalente en la acusación pan-economicismo que halla todavía la doctrina de Marx. Aparte de que el concepto de economía es en Marx tan amplio y profundo como en Freud el de libido, el principio dialéctico en que se basa toda la concepción marxista excluía la reducción del proceso histórico a una pura mecánica económica. Y los marxistas pueden refutar y destruir la acusación de paneconomicismo, con la misma lógica con que Freud defendiendo el Psicoanálisis dice que "se le reprochó su pansexualismo, aunque el estudio psico-analítico de los instintos hubiese sido siempre rigurosamente dualista y no hubiese jamás dejado de reconocer, al lado de los apetitos sexuales, otros móviles bastante potentes para producir el rechazo del instinto sexual". En los ataques al Psicoanálisis no ha influído más que en las resistencias al marxismo, el sentimiento anti-semita. Y muchas de las ironías y reservas con que en Francia se acoge al Psicoanálisis por proceder de un germano, cuya nebulosidad se aviene poco con la claridad y la mesura latinas y francesas, se parecen sorprendentemente a las que ha encontrado siempre el marxismo, y no solo entre los antisocialistas, de ese país, donde subconsciente nacionalismo ha inclinado habitualmente a las gentes a ver en el pensamiento de Marx el de un boche oscuro y metafísico. Los italianos no le han ahorrado, por su parte, los mismos epítetos ni han sido menos extremistas y celosos en oponer, según los casos, el idealismo o el positivismo latino al materialismo o la abstracción germanas de Marx.

A los móviles de clase y de educación intelectual que rigen la resistencia al método marxista, no consiguen sustraerse, entre los hombres de ciencia, como lo observa Max Eastman, los propios discípulos de Freud, proclives a considerar la actitud revolucionaria como una simple neurosis. El instinto de clase determina este juicio de fondo reaccionario.

El valor científico, lógico, del libro de Max Eastman, —y esta es la curiosa conclusión a la que se arriba al final de la lectura recordando los antecedentes de su "Apres la Mort de Lenin" y de su ruidosa ex-comunión por los comunistas rusos, —resulta muy relativo, a poco que se investigue en los sentimientos que inevitablemente lo inspiran. El psicoanálisis, desde este punto, puede ser perjudicial a Max Eastman como elemento de crítica marxista. Al autor de "La Ciencia de la Revolución" le sería imposible probar que en sus razonamientos neo-revisionistas, en su posición herética y, sobre todo, en sus conceptos sobre el bolchevismo, no influyen sus resentimientos personales. El sentimiento se impone con demasiada frecuencia al razonamiento de este escritor que tan apasionadamente pretende situarse en un terreno objetivo y científico.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

Moral de productores y lucha socialista [Recorte de prensa]

Moral de productores y lucha socialista

Cuando Henri de Man, reclamando al socialismo un contenido ético, se esfuerza en demostrar que el interés de clase no puede ser por si solo motor suficiente de un orden nuevo, no va absolutamente “más allá del marxismo”, ni repara en cosas que no hayan sido ya advertidas por la crítica revolucionaria. Su revisionismo ataca al sindicalismo reformista, en cuya práctica el interés de ciase se contenta con la satisfacción de limitadas aspiraciones materiales.

Una moral de productores, como la concibe Sorel, como la concebía Kautsky, no surge mecánicamente del interés económico: se forma en la lucha de clase, librada con ánimo heroico, con voluntad apasionada. Es absurdo buscar el sentimiento ético del socialismo en los sindicatos aburguesados, en los cuales una burocracia domesticada ha enervado la consciencia de clase,— o en los grupos parlamentarias, espiritualmente asimilados al enemigo que combaten con discursos y mociones. Henri de Man dice algo perfectamente ocioso cuando afirma: “El interés de clase no lo plica todo. No crea móviles éticos”. Estas constataciones pueden impresionar a cierto género de intelectuales novecentistas que, ignorando clamorosamente el pensamiento marxista, ignorando la historia de la lucha de clases, se imaginan fácilmente, como Henri de Man, rebasar los límites de Marx y su escuela.

La ética del socialismo se forja en la lucha de clase. Para que el proletariado cumpla, en el progreso moral de la humanidad, su misión histórica, es necesaria que adquiera consciencia previa de sus interés de clase; pero el interés de clase, por si solo, no basta. Mucho antes que Henri de Man, los marxistas lo han entendido y sentido perfectamente. De aquí, precisamente, arrancan su acérrimas críticas contra el reformismo poltrón. “Sin teoría revolucionaria, no hay acción revolucionaria”, repetía Lenin, aludiendo a la tendencia amarilla a olvidar el finalismo revolucionario por entender solo a las circunstancias presentes.

La lucha por el socialismo, eleva a los obreros, que con extrema energía y absoluta convicción toman parte en ella, a un ascetismo, al cual es totalmente ridículo echar en cara su credo materialista, en el nombre de una moral de teorizantes y filósofos. Luc Durtain, después de visitar una escuela soviética, preguntaba si no podría encontrar en Rusia una escuela laica, a tal punto le parecía religiosa la enseñanza marxista. El materialista, si profesa y sirve su fe religiosamente, solo por una convención del lenguaje puede ser opuesto o distinguido del idealista. Ya Unamuno, tocando otro aspecto de la oposición entre idealismo y materialismo, ha dicho que “como eso de la materia no es para nosotros más que una idea, el materialismo es idealismo”.

El trabajador, indiferente a la lucha de clase, contento con su tenor de vida, satisfecho de su bienestar material, podrá llegar a una mediocre moral burguesa, pero no alcanzará jamás a elevarse a una ética socialista. Y es una impostura pretender que Marx quería señalar al obrero de su trabajo, privarlo de cuanto espiritualmente lo une a su oficio, para que se adueñase mejor de él el demonio de la lucha de clase. Esta conjetura solo es concebible en quienes se atienen a las especulaciones de marxistas como Lafargue, el apologista del derecho a la pereza.

La usina, la fábrica, actúan en el trabajador psíquica y mentalmente. El sindicato, la lucha de clase, continúan y completan el trabajo de educación que ahí empieza. “La fábrica —apunta Gobetti— da la precisa visión de la coexistencia de los intereses sociales: la solidaridad del trabajo. El individuo se habitúa a sentirse parte de un proceso productivo, parte indispensable en el mismo modo que es insuficiente. He aquí la más perfecta escuela de orgullo y humildad. Recordaré siempre la impresión que tuve de los obreros, cuando me ocurrió visitar las usinas de la Fiat, uno de los pocos establecimientos anglosajones, modernos, capitalistas, que existen en Italia. Sentía en ellos una actitud de dominio, una seguridad sin pose, un desprecio por toda suerte de dilettantismo. Quien vive en una fábrica, tiene la dignidad del trabajo, el hábito al sacrificio y a la fatiga. Un ritmo de vida que se funda severamente en el sentido de tolerancia y de interdependencia, que habitúa a la puntualidad, al rigor, a la continuidad. Estas virtudes del capitalismo, se resienten de un ascetismo casi árido; pero en cambio el sufrimiento contenido alimenta con la exasperación el coraje de la lucha y el instinto de la defensa política. La madurez anglo-sajona, la capacidad de creer en ideologías precisas, de afrontar los peligros por hacerlas prevalecer, la voluntad rígida de practicar dignamente la lucha política nacen de este noviciado, que significa la más grande revolución sobrevenida después del Cristianismo”. En este ambiente severo, de persistencia, de esfuerzo, de tenacidad, se han templado las energías del socialismo europeo que, aún en los países donde el reformismo parlamentario prevalece sobre las nasas, ofrece a los indo-americanos un ejemplo de continuidad y de duración. Cien derrotas han sufrido en esos países los partidos socialistas, las masas sindicales. Sin embargo; cada nuevo año, la elección, la protesta, una movilización cualquiera, ordinaria o extraordinaria, las encuentra siempre acrecidas y obstinadas.

Si el socialismo no debiera realizarse como orden social, bastaría esta obra formidable de educación y elevación para justificarlo en la historia. El propio de Man admite este concepto al decir, aunque con distinta intención, que “lo esencial en el socialismo es la lucha por él”, frase que recuerda mucho aquellas en que Berstein aconsejaba a los socialistas preocuparse del movimiento y no del fin, diciendo según Sorel una cosa mucho más filosófica de lo que el líder revisionista pensaba.

De Man no ignora la función pedagógica y espiritual del sindicato y la fábrica, aunque su experiencia sea mediocremente social-democrática. “Las organizaciones sindicales — observa— contribuyen, mucho más de lo que suponen la mayor parte de los trabajadores y casi todos los patronos, a estrechar los lazos que unen al obrero el trabajo. Obtienen este resultado casi sin saberlo, procurando sostener la aptitud profesional y desarrollar la enseñanza industrial, al organizar el derecho de inspección de los obreros y democratizar la disciplina del taller por el sistema de delegados y secciones, etc. De este modo prestan al obrero un servicio mucho menos problemático, considerándolo como ciudadano de una ciudad futura, que buscando el remedio en la desaparición de todas las relaciones psíquicas entre el obrero y el medio ambiente del taller”. Pero el neo-revisionista belga, no obstante sus alardes idealistas', encuentra la ventaja y el mérito de éste en el creciente apego del obrero a este bienestar material y en la medida en que hace de él un filisteo. ¡Paradojas del idealismo pequeño-burgués!

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui La Chira

El gabinete Briand, condenado. El segundo Congreso Mundial de la Liga contra el Imperialismo. La amenaza guerrera en la Manchuria [Recorte de Prensa]

El gabinete Briand, condenado

No va a tener larga vida, según parece, el gabinete que preside Aristides Briand. Desde su aparición, era fácil advertir su fisionomía de gobierno interino. En el ministerio del gobierno, Tardieu, fiduciario de las derechas, es un líder de la burguesía, que aguarda su hora. Pero Briand extraía una de sus mayores fuerzas de su identificación con la política internacional francesa de los últimos años. Por algún tiempo todavía, el estilo diplomático de Briand parecía destinado a cierta fortuna en el juego de las grandes asambleas internacionales. Estas asambleas no son sino un gran parlamento. Y a ellas traslada Briand, parlamentario nato, su arte de gran estratega del Palacio de Borbón.
Pero Briand no ha podido regresar de la Conferencia de las Reparaciones de La Haya con el Plan Young aprobado por los gobiernos del comité de expertos. El gobierno británico ha exigido y ha obtenido concesiones imprevistas. La racha de éxitos internacionales del elocuente líder ha terminado. Y en la asamblea de la Sociedad de las Naciones, sus brindis por la constitución de los Estados Unidos de Europa han sido escuchados esta vez con menos complacencia que otras veces. La Gran Bretaña marca visiblemente el compás de las deliberaciones de la Liga, a donde llega resentido el prestigio del negociador de Locarno.
Los telegramas de París del 9 anuncian los aprestos de los grupos socialista y radical-socialista para combatir a Briand. Si los radicales, le niegan compactamente sus votos en la próxima jornada parlamentaria, Briand, a quien no faltan, por otro lado opositores en otros sectores de la burguesía, no podrá conservar el poder. Se dice que los socialistas se prestarían esta vez a un experimento de participación directa en el gobierno. Por lo menos, Paul Boncour, que aspira sin duda a reemplazar a Briand en la escena internacional, empuja activamente a su partido por esta vía. Antes, el partido socialista francés, como es sabido, se había contentado con una política de apoyo parlamentario.
Este es el peligro de izquierda para el gabinete Briand. La amenaza de derecha es interna. Se incuba dentro del aleatorio bloque parlamentario en que este ministerio descansa. André Tardieu, ministro del interior, asegura no tener prisa de ocupar la presidencia del consejo. Dirigiendo una política de encarnizada represión del movimiento comunista, hace méritos para este puesto. Cuenta ya con la confianza de la mayor parte de la gente conservadora. Pero no quiere manifestarse impaciente.
Briand está habituado a sortear los riesgos de las más tormentosas estaciones parlamentarias. No es imposible que dome en una o más votaciones algunos humores beligerantes, en la proporción indispensable para salvar su mayoría. Mas, de toda suerte, no es probable que consiga otra cosa que una prórroga precaria de su interinidad.

Segundo Congreso Mundial de la Liga contra el imperialismo

En Bruselas se reunió hace tres años, el primer Congreso Anti-imperialista Mundial. Las principales fuerzas anti-imperialistas estuvieron representadas en esa asamblea, que saludó con esperanza las banderas del Kuo Ming Tang, en lucha contra la feudalidad china, aliada de los imperialismos que oprimen a su patria. De entonces a hoy, la Liga contra el Imperialismo y por la independencia Nacional ha crecido en fuerza y ha ganado en experiencia y organización. Pero la esperanza en el Kuo Ming Tang se ha desvanecido completamente. El gobierno nacionalista de Nanking no es hoy sino un instrumento del imperialismo. Los representantes más genuinos e ilustres del antiguo Kuo-Ming-Tang -la viuda de Sun Yat Sen y el ex-canciller Eugenio Chen,- están en el destierro. Ellos han representado, en el Segundo Congreso anti-imperialista Mundial, celebrado en Francfort hace cinco semanas, a la China revolucionaria.
Las agencias cablegráficas norte-americanas, tan pródigas en detalles de cualquier peripecia de Lindbergh, tan atentas al más leve romadizo de Clemenceau, no han trasmitido casi absolutamente nada del desarrollo de este congreso. El anti-imperialismo no puede aspirar a los favores del cable. El Segundo Congreso Anti-imperialista Mundial, ha sido sin embargo un acontecimiento seguido con interés y ansiedad por las masas de los cinco continentes.
Mr. Kellogg estaría dispuesto a calificarlo en un discurso como una maquinación de Moscú. Su sucesor, si se ofrece, no se abstendrá de usar el mismo lenguaje. Pero quien pase los ojos por el elenco de las organizaciones y personalidades internacionales que han asistido a este Congreso, se dará cuenta de que ninguna afirmación sería tan falsa y arbitraria como esta. Entre los ponentes del Congreso, han figurado James Maxton, presidente del Indépendant Labour Party, y A. G. Cook, secretario general de la Federación de mineros ingleses, a quien no han ahorrado ataques los portavoces de la Tercera Internacional. Todos los grandes movimientos anti-imperialistas de masas, han estado representados en el Congreso de Francfort. El Congreso Nacional Pan-hindú; la Confederación Sindical Pan-hindú, el Partido Obrero y Campesino Pan-hindú, el Partido Socialista Persa, el Congreso Nacional Africano, la Confederación Sindical Sud-africana, el Sindicato de trabajadores negros de los Estados Unidos, la Liga Anti-Imperialista de las Américas, la Liga Nacional Campesina y todas las principales federaciones obreras de México, la Confederación de Sindicatos Rusos y otras grandes organizaciones, dan autoridad incontestable a los acuerdos del Congreso. Entre las personalidades adherentes, hay que citar, además de Maxton y Cook, de la viuda de Sun Yat Sen y de Eugenio Chen, a Henri Barbusse y León Vernochet, a Saklatvala y Roger Badwín, a Diego Ribera y Sen Katayama, al profesor Alfonos Goldschmidt y la doctora Helena Stoecker, a Ernst Toller y Alfonso Paquet.
Empiezan a llegar, por correo, las informaciones sobre los trabajos de esta gran asamblea mundial, destinada a ejercer decisiva influencia en el proceso de la lucha, de emancipación de los pueblos coloniales, de las minorías oprimidas y en general de los países explotados por el imperialismo. Ninguna gran organización anti-imperialista ha estado ausente de esta Conferencia.

La amenaza guerrera en la Manchuria

La situación en la Manchuria, después de un instante en que las negociaciones entre la U.R.S.S. y la China parecían haberse situado en un terreno favorable, se ha ensombrecido nuevamente. Al gobierno de Nanking, aún admitiendo que esté sinceramente dispuesto a evitar la guerra, le es muy difícil imponer su autoridad en la Manchuria, regida por un gobierno propio a esta administración, sobre la que actúan más activamente si cabe la de Nanking las instigaciones imperialistas, le es a su turno casi imposible controlar a las bandas de rusos blancos y de chinos mercenarios, a sueldo de los enemigos de la U.R.S.S. Estas bandas tienen el rol de bandas provocadoras. Su misión es crear, por sucesivos choques de fronteras, un estado de guerra. Hasta ahora, trabajan con bastante éxito. El gobierno de los Soviets ha exigido, como elemental condición de restablecimiento de relaciones de paz, el desarme o la internación de estas bandas; pero el gobierno de Mukden no es capaz de poner en ejecución esta medida. No es un misterio el que el capitalismo yanqui codicia el Ferrocarril Oriental. La posibilidad de que se restablezca la administración ruso-china, mediante un arreglo que ratifique el tratado de 1924, contraría gravemente sus planes. Los intereses imperialistas se entrecruzan complicadamente en la Manchuria. Coinciden en la ofensiva contra la U.R.S.S. Pero el Japón, seguramente, prefiere que el Ferrocarril de Oriente continúe controlado por Rusia. Si la China adquiriese totalmente su propiedad, en virtud de una operación financiada por los banqueros, la concurrencia de los Estados Unidos en la Manchuria ganaría una gran posición.
Los Soviets, por razones obvias, necesitan la paz. Su preparación bélica es eficiente y moderna; pero una guerra comprometería el desenvolvimiento del plan de construcción económica en que están empeñados. La guerra retrasaría enormemente la consolidación de la economía socialista rusa. Este interés no puede llevarlos, sin embargo, a la renuncia de sus derechos en la Manchuria ni a la tolerancia de los ultrajes chinos. Los agentes provocadores, a órdenes del imperialismo, saben bien esto. Y, por eso, no cejan en el empeño de crear entre rusos y chinos una irremediable situación bélica.

José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

La reacción austriaca. La expulsión de Eduardo Ortega y Gasset. Mac Donald en Washington [Manuscrito]

La reacción austriaca
Las brigadas de la Heinmwehr no han realizado el 29 de setiembre su amenazada marcha a Viena; pero, con la anuencia de los nacionalistas y de los social-cristianos, se ha instalado en la presidencia del consejo Schober, el jefe de las fuerzas de policía. Los reaccionarios se han abstenido de cumplir una operación riesgosa para sus fanfarronas milicias; pero la reacción ha afirmado sus posiciones. La marcha a Viena habría provocado a la lucha al proletariado vienés, alerta y resuelto contra la ofensiva fascista, a despecho de la pasividad de la burocracia social-demócrata. La maniobra que, después de una inocua crisis ministerial, arreglada en familia, ha colocado el gobierno en manos de Schober, consiente a la reacción obtener casi los mismos objetivos, con enorme ahorro de energías y esfuerzos.
Los partidos revolucionarios austriacos no perdonan a Viena su mayoría proletaria y socialista. La agitación fascista en Austria, se ha alimentado, en parte, del resentimiento de la campiña y del burgo conservadores contra la urbe industrial y obrera. Las facciones burguesas se sentían y sabían demasiado débiles en la capital para la victoria contra el proletariado. En plena creciente reaccionaria, los socialistas izaban la bandera de su partido en el palacio municipal de Viena. El fascismo italiano se proclama ruralista y provincial; la declamación contra la urbe es una de sus más caras actitudes retóricas. El fascismo austriaco, desprovisto de toda originalidad, se esmera en el plagio más vulgar de esta fraseología ultramontana. La marcha a Viena, bajo este aspecto, tendría el sentido de una revancha del agro retrógrado contra la urbe inquiera y moderna.
Schober, según el cable, se propone encuadrar dentro de la legalidad el movimiento de la Heimwehr. Va a hacer un gobierno fascista, que no usará el lenguaje estridente ni los modales excesivos y chocantes de los camisas negras, sino, más bien, los métodos policiales de André Tardieu y el prefecto del Sena. Con una u otra etiqueta, régimen reaccionario siempre.
Se sabe ya a donde se dirige la política reaccionaria y burguesa de Austria, pero se sabe menos hasta qué punto llegará el pacifismo del partido socialista, en su trabajo de frenar y anestesiar a las masas proletarias.

La expulsión de Eduardo Ortega y Gasset
El reaccionarismo de Tardieu no se manifiesta únicamente en la extrema movilización de sus políticas y tribunales contra “L’Humanité”, la CGTU y el partido comunista. Tiene otras expresiones secundarias, de más aguda resonancia quizá en el extranjero, por la nacionalidad de las víctimas. A este número pertenece la expulsión de Hendaya del político y escritor liberal Eduardo Ortega y Gasset.
La presencia de Eduardo Ortega y Gasset en Hendaya, como la de Unamuno, resultaba sumamente molesta para la dictadura de Primo de Ribera. Ortega y Gasset publicaba en Hendaya, esto es en la frontera misma, con la colaboración ilustra de Unamuno, una pequeña revista: “Hojas Libres”, que a pesar de una estricta censura, circulaba considerablemente en España. Las más violentas y sensacionales requisitorias de Unamuno contra el régimen de Primo de Rivera se publicaron en “Hojas Libres”.
Muchas veces se había anunciado la inminente expulsión de Eduardo Ortega y Gasset cediendo a instancias del gobierno español al de Francia; pero siempre no había esperado que la mediación de los radicales-socialistas; y en general de las izquierdas burguesas, ahorraría aún por algún tiempo a la tradición liberal y republicana de Francia este golpe. El propio Eduardo Herriot había escrito protestando contra la amenazada expulsión. Pero lo que no se atrevió a hacer un gabinete Poincaré, lo está haciendo desde hace tiempo, con el mayor desenfado, bajo la dirección de André Tardieu, un gabinete Briand. Tardieu que ha implantado el sistema de las prisiones y secuestros preventivos, sin importarle un ardite las quejas de la Liga de los Derechos del Hombre, no puede detenerse ante la expulsión de un político extranjero, aunque se trate de un ex-ministro liberal como Eduardo Ortega y Gasset.
Hendaya es la obsesión de Primo de Rivera y sus gendarmes. Ahí vigila, aguerrido e intransigente, don Miguel de Unamuno. I este solo hombre, por la pasión y donquijotismo con que combate, inquiera a la dictadura jesuítica más que cualquier morosa facción o partido. La experiencia española, como la italiana, importa la liquidación de los viejos partidos. Primo de Rivera sabe que puede temer a un Sánchez Guerra, pero no a los conservadores, que puede temer a Unamuno, pero no a los liberales.

Mac Donald en Washington
La visita de Ramsay Mac Donal al Presidente Hoover consagra la elevación de Washington a la categoría de gran metrópoli internacional. Los grandes negocios mundiales se discutían y resolvían hasta la paz de Versailles en Europa. Con la guerra, los Estados Unidos asumieron en la política mundial un rol que reivindicaba para Washington los mismos derechos de Londres, París, Berlín y Roma. La conferencia del trabajo de 1919, fue el acto de incorporación de Washington en el número de las sedes de los grandes debates internacionales. La siguió la conferencia del Pacífico, destinada a contemplar la cuestión china. Pero en ese congreso se consideraba aún un problema colonial, asiático. Ahora, en el diálogo entre Mac Donal y Hoover se va a tratar una cuestión esencialmente occidental. La concurrencia, el antagonismo entre los dos grandes imperios capitalistas, da su fondo al debate.
La reducción de los armamentos navales de ambas potencias, no tendrá sino el alcance de una tregua formal en la oposición de sus intereses económicos y políticos. Este mismo acuerdo se presenta difícil. Las necesidades del período de estabilización capitalista lo exigen perentoriamente. Para esto, se confía en alcanzarlo finalmente, a pesar de todo. Pero la rivalidad económica de los Estados Unidos y la Gran Bretaña quedará en pie. Los dos imperios seguirán disputándose obstinadamente, sin posibilidad de un acuerdo permanente, los mercados y las fuentes de materias primas.
Este problema central será probablemente evitado por Hoover y Mac Donald en sus coloquios. El juego de la diplomacia tiene esta regla, no hay que permitirse a veces la menor alusión a aquello en que más se piensa. Pero si el estilo de la diplomacia occidental es el mismo de ante guerra, el itinerario, la escena, han variado bastante. Con Wilson, los presidentes de los Estados Unidos de Norte-América conocieron el camino de París y de Roma; con Mac Donald, los primeros ministros de la Gran Bretaña aprenden el viaje a Washington.
José Carlos Mariátegui.

José Carlos Mariátegui La Chira

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